Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

Capítulo II: Necesidad de una política explícita de ciencia y tecnología para el sector social

 

Un elemento del libro: Fortalecimiento Tecnológico del Sector Social Mexicano: hacia una nueva metodología del Dr. Xavier Gamboa Villafranca

 

 

ENTRAR AL CONTENIDO

 

 

 

Indice del Libro

Vea: listado de publicaciones

Ir a página del Dr. Xavier Gamboa Villafranca

Home Page del CEPROS

 

Enviar correo a:

Administrador de contenido

Administrador de diseño

________________________________________________________

 

En el primer capítulo de este trabajo, se han presentado 17 lineamientos estratégicos que aparece como necesario aplicar, si la ciencia y la tecnología de este país han de responder con éxito al resto que la situación de mediados de los años, '80 les plantea, en el sentido de coadyuvar a la satisfacción de las necesidades básicas de la población mexicana. Dentro de este conjunto de grandes líneas de estrategia, se ubica la de orientar prioritariamente la investigación científica y tecnológica hacia la resolución de los problemas de cooperativas, empresas sindicales y formas campesinas de producción; hacia el fortalecimiento del sector social de la economía mixta del país.

 

En este segundo capítulo se intentará demostrar que es necesario que la administración pública federal formule y opere una política explícita de ciencia y tecnología para el sector social, inscrita en la vertiente estratégica de cambio estructural del Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, para dar cumplimiento al lineamiento general mencionado y para lograr que realmente las unidades productivas controladas por trabajadores se conviertan en una vía de la transformación cualitativa de la sociedad. Se enunciarán los cuatro objetivos generales que a nuestro juicio deberá perseguir esta política científica y tecnológica, así como cinco condiciones tácticas de que depende su consecución.

 

 

1) La política estatal de ciencia y tecnología debe inscribirse, primordialmente, en la vertiente estratégica de cambio estructural. El Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988 (PND), como es bien sabido, contempla dos líneas de estrategia a seguir para que el país pueda, desde la perspectiva del aparato de gobierno y de sus aliados internos, continuar desarrollándose. Una, lo es la línea estratégica denominada "Programa Inmediato de Reordenación Económica" (PIRE), que -según diversos analistas- fue abandonada paulatinamente, ante el surgimiento de contingencias no totalmente previstas por los funcionarios y corrientes encargados de elaborar y poner en práctica el PND. La otra, estriba en la estrategia de "cambio estructural" que, al decir también de especialistas en la materia, avanzó a paso muy lento, durante los primeros tres años y medio de la administración presidencial de MMH.

 

En esencia, la vertiente estratégica del PIRE persigue -al decir del Presidente de la República y de aquellos de sus colaboradores que la expusieron en múltiples ocasiones- actuar para aminorar o desterrar (cuando ello se reconozca como posible) los factores obstaculizantes del proceso de salida a la crisis, que resulten más fácilmente abordables. A su vez, la vertiente estratégica del cambio estructural plantea atacar los aspectos que son considerados "de fondo" por la burocracia central, para iniciar el tránsito hacia una sociedad con sostenido crecimiento económico, progresivo bienestar social y una cada vez más amplia y sólida democratización política.

 

Hasta 1986, la política de ciencia y tecnología ha puesto mucho más énfasis en tratar de apoyar la feliz operación de impactos contemplados en el PIRE, en comparación con aquellos planteados en la vertiente de estrategia de cambio estructural del PND. Estos sin embargo, es un error. Los términos de prioridad, en este sentido, requieren cambiar en el futuro.

 

No se propone, de manera alguna, que la ciencia y la tecnología debieran volver la espalda al Programa Inmediato de Reordenación Económica, o a cualquier otra acción concreta, operativa e inmediata, tendiente a ayudar al país a salir del “bache” (como se denominaba a la crisis en los tiempos en que se iniciaba el sexenio presidencial de José López Portillo). Por

el contrario, deben continuar -y no sólo eso, sino profundizarse- los escasos apoyos científicos y tecnológicos para sortear los obstáculos que se manifiestan de manera más inmediata, en la dinámica de la planta productiva del campo y las ciudades.

 

Pero no por ver el árbol, debemos dejar de ver el bosque. La investigación científica y la innovación tecnológica son, ambas -aunque en última instancia la primera y en primera instancia la segunda-, instrumentos de transformación de los aspectos, profundos y esenciales, de las condiciones objetivas y subjetivas del país, de las regiones, de la economía, de la política y de nuestro pensamiento social.

 

Esto no parece haberse tenido siempre en mente, por los dirigentes de las instancias estatales de enlace, gestión y fomento científico y tecnológico, ni por los cuadros de mando de centros y núcleos de investigación ciar tífica y desarrollo tecnológico, ni por los propios científicos y tecnólogos.

 

Es necesario contar con resultados científicos y tecnológicos que ataquen los problemas manifiestos, pero es todavía más importante el ir a los aspectos de esencia. En este sentido, un buen marco -aunque no el único- lo constituye la vertiente estratégica de cambio estructural del PND, y el conjunto de planes y programas sectoriales, intersectoriales, regionales, estatales, subregionales y municipales, que la incluyen (discursivamente, al menos), en sus planteamientos. Se pueden criticar -con razón- los alcances y objetivos de la perspectiva que el gobierno de De la Madrid tiene del cambio estructural, pero ésta constituye un buen comienzo. Al menos para nosotros, no hay duda: la política de la ciencia y la tecnología en México, en 1986, debe urgentemente orientar la parte medular de sus esfuerzos hacia el apoyo a las acciones que las fuerzas básicas de la sociedad mexicana dirigen a enfatizar en los aspectos sociales y redistributivos del crecimiento económico, a modernizar y robustecer el aparato productivo y redistributivo, a descentralizar el desarrollo, a mantener la rectoría del Estado sobre el desarrollo global y adecuar las modalidades de financiamiento a las necesidades de nuestro crecimiento económico.

 

Hemos encontrado, para nuestra sorpresa, que los principales actores que aparecen en el escenario político del momento, coinciden en que esto es lo básico: el sector social, el sector privado y el sector público, coinciden en ello; organizaciones políticas de izquierda, de derecha y de apoyo proestatal, guardan acuerdo en este sentido; concuerdan en lo fundamental, los tres niveles de gobierno y los dos del poder legislativo. "Ciertamente, no son los aspectos más profundos, que han venido desencadenando" problemas y crisis progresivas; pero sí son los aspectos más profundos, que han venido desencadenando problemas y crisis progresivas; pero sí son los aspectos más profundos, en torno a los cuales hay un amenísimo consenso social.

 

La política científica y tecnológica, entonces, no puede quedarse fuera del conjunto de apoyos a la vertiente de cambio estructural: ello implicaría desaprovechar una oportunidad histórica que tal vez no vuelva a repetirse. Debe hacer posible (lo cual constituye un enorme reto) que la producción de resultados de investigación básica y aplicada, así como de desarrollo tecnológico, estén directamente orientados a apoyar a las instancias específicas que orientan explícitamente su acción en aras del cambio estructural, entendido éste en términos del PND. Los resultados -digámoslo de una vez- no serán los óptimos, pero sí los posibles. Ya después podremos modificar este concepto, por otro mucho más profundo, que, contemple la supresión de las relaciones de explotación, de manipulación ideológica y de dominación política, de una clase social por otra, que sirva de guía a la ciencia y la tecnología que se ejerce en la práctica. Por ahora aprovechemos el momento.

 

2) La política científica y tecnológica de apoyo al cambio estructural, concertar realizar acciones que efectivamente movilicen al potencial que tenemos como Nación, representado por el sector social de la economía. Tradicionalmente, la política estatal de desarrollo nacional ha privilegiado al capital privado. Con la modificación al artículo 25 constitucional, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 3 de febrero de 1983, se eleva al más alto rango jurídico-legal, la presencia y acción del sector social de la economía mixta del país. Con ello, al menos formalmente, las unidades de producción, distribución y comercialización, manejadas o controladas mayoritaria o exclusivamente por los trabajadores y productores directos -y por las organizaciones que representan sus intereses- adquieren el mismo nivel de prioridad que hasta entonces le había estado reservado a las empresas privadas ya las empresas públicas, en el modelo de desarrollo del país, y en nuestro modelo de Nación.

 

Bajo circunstancias de abatimiento de la tasa media de ganancia empresarial, la empresa privada -se ha demostrado ya hasta la saciedad- no ofrece solución real para el desempleo, para el progresivo empobrecimiento generalizado, para el abatimiento en las condiciones de salud, para el deterioro de vivienda y asentamientos humanos y para la creciente desnutrición. La empresa privada, por tanto, salvo a costa de un altísimo precio pagado en pérdidas de importantes dosis de soberanía e independencia nacional, no crecerá significativamente mientras persista la crisis, que en buena parte se ha desencadenado por papel que ha jugado en nuestro país el capital privado.

 

Solo un sólido conjunto de unidades productivas y distributivas, controla- das por los propios trabajadores, que no persigan lucro en el sentido de la empresa privada, sino una tasa de ganancia mínima que permita la reinversión, garantizará la generación de volúmenes significativos de empleo. En gran medida, el logro de buena parte de los otros objetivos de la vertiente de cambio estructural, depende de. que se logre este objetivo en particular. Tendremos más y mejores alimentos, medicamentos, acceso a vivienda digna, adecuados transportes, buen vestido y apropiados enseres domésticos, solo en la medida en que su producción, almacenamiento, transporte y comercialización, salga de la esfera del capital privado, para pasar a la del sector social, fuerte y robusto -en una palabra- no habrá el tipo de cambio estructural -con todo y lo limitado del concepto- que plantea el régimen de Miguel de la Madrid; la sociedad del futuro será la misma que hasta 1986, solo que agravadas sus características más degradantes, como efecto de la existencia y persistencia de la crisis que hoy día nos agobia.

 

La empresa privada ha agotado sus posibilidades en nuestro país, con todo y lo que las organizaciones de lucha directa del capital privado digan en contra (y hagan) para intentar cambiar las tendencias. La empresa pública está maniatada por ahora, capturada entre una asfixiante deuda interna y externa y la necesidad social de subsidiar. El sector social, entonces es el principal potencial con que contamos. Movilicémoslo. Pero la verdad es que este potencial no se podrá movilizar, sin la ayuda -de entre los múltiples aportes requeridos- de la ciencia y la tecnología. No es condición suficiente, pero sí necesaria. Sin resultados de investigación básica, de investigación científica aplicada y de innovaciones tecnológicas de equipo, proceso y producto, claramente concebidos y ejecutados f en aras de la resolución de problemas específicos -de diferente cobertura, nivel y alcance- que afrontan las unidades productivas y las organizaciones que se han dado a sí mismas, del sector social, éste no se fortalecerá, el enorme potencial que representa no se movilizará y, consecuentemente, en el mejor de los casos, tendremos una mera caricatura de cambio estructural.

 

 

3) La política científica y tecnológica dirigida a apoyar la movilización del potencial para el cambio estructural de la sociedad, que representa el sector social, tiene que ser explícita y clara, a pesar de las fuerzas que se oponen a ello, existentes dentro y fuera del país. El fortalecimiento de este sector social, constituido por cooperativas, empresas sindicales y for- campesinas de producción, no ha avanzado sustancialmente, en los tres años transcurridos. En particular, no obstante que constituye la reserva y la fuerza potencial más importante -si no es que la única- que se puede movilizar actualmente para salvar al país y para eliminar las distorsiones estructurales de su economía, la ciencia y la tecnología no se han orientado lo suficientemente hacia la resolución de los problemas específicos que afrontan.

 

La política de ciencia y tecnología, dirigida a ayudar a que el sector social resuelva los problemas que afectan la producción, comercialización, distribución y abasto de bienes y servicios de consumo socialmente generalizado, no puede ser más como lo ha sido, de 1983 a 1986- implícita.

 

Tiene que orientarse explícitamente hacia ello. No es justificable ni válido, hoy por hoy, mantener inercias que la perciben como vergonzante o, peor aún, como políticamente peligrosa.

 

No basta tener voluntad política, manifestada en las alturas de la burocracia, expresada en documentos básicos de planeación.

 

La actual administración presidencial tiene el deber de retomar, adaptándola al actual contexto interno e internacional, la misma actitud de apoyo frontal al sector social de la economía mixta del país vigente durante el Cardenismo y, en menor medida durante la administración de Luis Echeverría Álvarez. Es nuestra única carta; tenemos que jugarla. Indudablemente, existen tendencias opuestas a que desde el Estado mexicano opere una política económica explícita y claramente orientada a fortalecer el sector social.

 

En el ámbito externo del país, el Plan Baker, que contempla la reprivatización de las empresas públicas como condición para que las economías de países endeudados -como el nuestro- puedan recibir sus supuestos beneficios, es un escollo para ello. De igual manera, en las cartas de intención del Gobierno Mexicano, sometidas a las consideraciones del FMI, se ha suprimido toda alusión explícita al Sector Social mexicano, bajo el correcto Convencimiento de que este asunto no sería "bien visto" , por los jerarcas de la banca mundial. El tipo de relaciones bilaterales, supuesta- mente "especiales", entre EUA y México, incluye aspectos económicos en los que no tienen cabida apoyos ni alusiones claras al sector social. La propia entrada al GATT -según el protocolo de adhesión firmada en julio de 1986- es un factor que dificultará el fortalecimiento del sector social de nuestro país. No es permisible -y sería una irresponsabilidad histórica y traición a nuestro proyecto de nación- que estos cuatro asuntos se resuelvan "favorablemente" por nuestro gobierno, a costa de impedir que una gran área de la economía del país -la que produce bienes y servicios básicos para satisfacer las necesidades de las grandes mayo- rías- opere bajo el mando de los trabajadores y productores directos.

 

Hay signos que anuncian que, dejadas las cosas tal y como están, esto es precisamente lo que ocurrirá. Es nuestro deber hacer lo posible por evitarlo; aún hay tiempo y condiciones, aunque poco y escasas.

 

En el ámbito interno, y al nivel de política económica global, las dificultades son también muchas. Las principales organizaciones de lucha directa del capital privado, ejemplarmente representadas en este sentido por la COPARMEX y el Consejo Coordinador Empresarial, se oponen a que se fortalezca efectivamente el sector social de la economía. Sostienen que, el conjunto de unidades económicas que lo conforman, son en realidad componentes del sector privado: son empresas -dicen-, y si no lo son, deben serlo; por tanto, caen en la esfera del capital privado. No solo se oponen a toda acción sustancial de política económica desprendida de una concepción de apoyo real al sector social, sino que han desarrollado -y prueba de ello es el convenio CONALEP-COPARMEX, firmado en 1985, para incluir asignaturas relacionadas con la creación de empresas privadas- una bien planeada y racionalmente efectuada campaña ideológica que gira sobre la difusión de la imagen de que el país se salvará sí, y solo sí, se difunde y arraiga el sentido empresarial-privado en nuestras juventudes.

 

Ya en el área específica de la política científica y tecnológica, los obstáculos a vencer son nada despreciables. Para empezar, es un hecho que existen corrientes progresistas al interior de las instancias estatales de enlace, fomento y gestión científica y tecnológica, que perciben atinadamente como necesario el que se asignen recursos considerables al fortalecimiento del sector social. Sin embargo todavía a mediados de 1986, tres años después de que en la Constitución General de la República se incluyera al sector social como uno de los tres sujetos básicos de la economía mista del país y de que la ciencia y la tecnología adquirieran en nuestro máximo precepto legal la connotación de altamente prioritarias y necesarias para el desarrollo independiente del país, la concepción de estas corrientes progresistas, al interior de las de- pendencias en que existen y se mueven, dista mucho de ser hegemónica.

 

No han logrado que en los documentos básicos de planeación, que norman la acción de la ciencia y tecnología en nuestro país, se incluya explícitamente al sector social. Ni siquiera se sienten libres para informar, permanentemente y sistemáticamente, de los modestos avances que -yendo contra corriente- han logrado en este sentido porque serían optados por las reacciones que se despertarían, provenientes de las fuerzas opuestas a un sector social fuerte, que se alimente de los avances de la ciencia y de las innovaciones en tecnología. y es que estas corrientes opositoras son, precisamente y sin lugar a dudas, las hegemónicas, en instituciones como el CONACYT, el FONEP, la UNAM, el IPN y la propia SEP, consideradas cada una de ellas como conjuntos individuales, a pesar de que "simpatizantes" del sector social pudieran conservar en su interior, bastiones de mayor o menor grado de importancia. Ni que decir de la mayoría de las universidades e instituciones de educación superior y de investigación científica, del interior del país.

 

En el caso particular de los Centros e Institutos de Investigación Cien- tífica, de las firmas de ingeniería, de los grupos y núcleos de investigación superior y de postgrado involucrados en el quehacer científico y tecnológico, aparte de las dificultades representadas por la concepción ideológica y posición política hegemónica en sus cuadros de mando, el asunto de apoyo al sector social enfrenta un problema adicional básico. A nuestro modo de ver las cosas, este está representado por el hecho de que en este tipo de instancias no se ha desarrollado una metodología capaz de resolver efectivamente los problemas científicos y tecnológicos que impiden que las unidades productivas del sector social operen con el mejor equipo y los mejores procesos, para generar los mejores productos, de acuerdo a sus circunstancias particulares, aún cuando existiera el propósito de hacerlo así. En el mejor de los casos, en estos lugares se aplica un método científico" originalmente concebido para la ciencia básica, adaptado para satisfacer necesidades del sector privado industrial, pero no para el sector social. Esta laguna requiere ser urgentemente lle- nada. Sin ella no avanzaremos.

 

Y, por último, en esta aproximación global a los problemas intranacionales que deben ser superados para que la ciencia y la tecnología efectivamente apoyen al sector social de la economía del país, aparecen los propios científicos y tecnólogos. El desenvolver un cuerpo de científicos y tecnólogos, le ha constado en dinero y en esfuerzo de otro tipo, al país, enormidades: elevadísimas sumas monetarias que han permitido que brillantes estudiosos reciban una formación complementaria en el extranjero o en nuestro propio país; canalización de considerables recursos para despertar una "actitud científica" en los educandos de los diversos niveles de nuestra pirámide educacional; viajes de estudio; subsidios al trabajo de los

investigadores; entre otros. ¿Ya cambio, que tenemos? Sin pretender caer ni en pesimismos ni en exageraciones, lo cierto es que la "masa crítica" que tenemos, no ha sabido, no ha podido o no ha querido responder a las expectativas socialmente generadas, respecto a su actividad, con la celeridad y con la intensidad necesarias. Fuertemente divididos por una visión fragmentaria de la ciencia, que dificulta la interconexión entre ciencias sociales y naturales; más preocupados por producir resultados en papel -desde luego publicables en revistas especializadas, preferentemente del extranjero y en idioma inglés- que satisfagan curiosidades personales y necesidades de prestigio y reconocimiento, que por producir resultados que resuelvan problemas específicos de actores sociales ubicados fuera de ese nebuloso y complicado, con atisbos de feudalismo, mudo denominado "comunidad científica"... la verdad es que nuestros científicos y tecnólogos guardan con honrosas pero raras excepciones- una amplia gama de actitudes, con respecto al que hacer con el conocimiento y las habilidades de que están dotados. En un extremo del continuum, tenemos a aquel científico, alta- mente calificado, que no quiere saber nada de la aplicación del producto de sus investigaciones. Por el otro extremo está el tecnólogo-técnico interesado solamente en que el resultado de su acción como tal redunde en mejoras, productos y procesos, orientados a obtener una mayor competitividad en el mercado interno y externo, de la empresa privada, especialmente del sector industrial. Lo grave -y he ahí la dificultad principal para que, a este nivel tenga éxito una política científica y tecnológica orientada a satisfacer las necesidades del sector social mexicano- es que la vasta mayoría de nuestros investigadores, se sitúan en uno u otro puntos extremos, de esta gama de actitudes. Una minoría se ubica en los puntos intermedios. Pocos son, en consecuencia, los que reconocer la necesaria interrelación de ciencia básica, ciencia aplicada, tecnología y técnica -que rebase las estrechas barreras de la especialización y de la unidisciplinariedad- para la resolución de problemas de la planta productiva. Poquísimos, los que están convencidos de que, dentro de estos últimos, debe darse la más alta prioridad a los que enfrenta la planta productiva actual y futura, del sector social.

 

El asunto parece estar claro. Una política científica y tecnológica orientada al sector social mexicana, explícita y claramente, será un detonador que ponga en marcha reacciones adversas -también explícitas y claras- de estas fuerzas y condiciones opuestas a ello. Desde el exterior, nos pondrán una mala nota aduciendo que esta política dificulta la reprivatización de la economía, punto en que coincide el FMI, el GATT y Baker. Desde nuestra propia casa, los dirigentes empresariales argumentarán que no es permisible que nuestros mejores talentos se pongan al servicio de la causa social demócrata apoyando a los trabajadores que son dueños de (o que controlan) sus propias empresas y unidades productivas. Los cuadros de mando de los institutos de investigación y desarrollo tecnológico dirán que no están preparados para poner en práctica una política de este tipo, por carecer de metodología científica requerida. Los científicos y tecnólogos protestarán, blandiendo el arma de la tranquilidad, independencia y libertad requerida para el desarrollo de sus trabajos, y discurriendo mil y una formas para evadir abordar problemas que, finalmente, representan poco o ningún prestigio, conforme a los criterios de evaluación que tradicionalmente se han aplicado. Y, desde luego, los grupos más conservadores o francamente reaccionarios, infiltrados en el aparato de gobierno y en el poder legislativo, se yerguerán en contra de la formulación y aplicación de una política científica y tecnológica de esta índole, cobijados bajo el disfraz de que hoy, más que nunca, las premisas de la llamada "austeridad" aconsejan apoyar la ciencia "de punta " y la tecnología "de vanguardia " exclusivamente .

 

Con todo ello, consideramos que ha llegado el momento de que se tome el toro por los cuernos. Finalmente, todavía ahora, lo único que está en juego es la fuente de empleo, de los servidores públicos, funcionarios de instituciones de educación superior y autoridades de centros y núcleos de investigación, que podrían explicitar la política de apoyo al sector social que hasta estos momentos han estado aplicando subrepticiamente.

 

4) Una política de ciencia y tecnología, claramente orientada a apoyar la movilización del potencial del sector social, para convertirse en pivorte del cambio estructural de la sociedad mexicana, tiene que reflejar la existencia de una sólida alianza movimiento obrero-movimiento campesino-régimen. Cuatro son, entonces, los objetivos básicos de la política científica y tecnológica que se propone:

 

a) Neutralizar a las corrientes intraburocráticas ya sus aliados de dentro y fuera del país, que se oponen a que la ciencia y tecnología se constituya en un medio fundamental de apoyo al sector social de la economía mixta del país.

 

b) Lograr que los cuerpos directivos de los lugares en que se lleva a cabo actividad científica y tecnológica, efectivamente se responsabilicen del proceso de formulación, prueba, validación y aplicación, de adaptaciones al método relativamente tradicional de la investigación científica y del desarrollo tecnológico, para que los proyectos -dirigidos a resolver problemas del sector social- echen mano de este, lleguen a resultados aceptables en términos de confiabilidad y fideidignidad.

 

c) Conseguir que cambie esencialmente la actitud de los científicos y tecnólogos del país, de manera que la detección y el propósito de resolución, de problemas que afectan la marcha de empresas sindicales, cooperativas y formas campesinas de producción, se considere realmente como importante y significativo.

 

d) Impedir que los grupos de servidores públicos que se han comprometido con la línea de apoyo científico y tecnológico al sector social, sean diluí- dos, fragmentados o expelidos de las posiciones que actualmente ocupan dentro del aparato de gobierno y dentro de instancias relacionadas con el fomento, enlace y/o financiamiento de la ciencia y la tecnología. Estos cuatro objetivos no podrán lograrse sin embargo, si el asunto del apoyo tecnológico y científico al sector social no constituye uno de los puntos básicos de la renegociación de una alianza global entre movimiento obrero, movimiento campesino y aparato de gobierno. El que ello sea así, a su vez, dependen de que se den las siguientes cinco condiciones tácticas:

 

i) Que la CTM se sacuda de su aislamiento, en la lucha desatada por ya cerca de una década, para lograr el pleno reconocimiento formal y la recepción de genuinos apoyos gubernamentales, por parte del sector social, lo que implica lograr el apoyo del movimiento campesino, de las organizaciones del sector popular y del resto del movimiento obrero, que tradicionalmente han sido sostenes del Gobierno.

 

ii) Que el movimiento campesino, obrero y popular independiente del Estado, convierta el asunto del sector social en una demanda compartida con sus homólogos situados en el conjunto de organizaciones políticas de apoyo proestatal, lo que solamente surgiría como resultado de un amplio e in- tenso proceso de discusión y análisis en torno a su límites y alcances, ventajas y vulnerabilidades, y costos-beneficios (en términos económicos, políticos e ideológicos).

 

iii) Que los responsabilizados de la marcha de unidades económicas concretas del sector social, que ya existen en la actualidad, o bien responsabilizados de la creación de nuevas empresas sindicales, cooperativas o formas campesinas de producción, reconozcan nuevos problemas científicos y tecnológicos que tienen o tendrán, aún cuando no aparezcan en la superficie de los hechos, son de primordial importancia, lo que emergerá como resultado de un eficiente funcionamiento de los mecanismos de en- lace y fomento empleados por las instancias oficiales y no oficiales que tienen directamente que ver con aspectos normativos y operativos en materia científica y tecnológica.

 

iv) Que operen eficientemente mecanismos de coordinación, entre las múltiples dependencias de los gobiernos federal, estatal y aún municipal, con facultades jurisdiccionales para normar y apoyar dimensiones sectoriales, intersectoriales y regionales de la ciencia y la tecnología, lo que será una suerte de producto "natural" del establecimiento de una red formal-informal de comunicación entre los funcionarios y servidores públicos que permean la estructura gubernamental y que coinciden en que es fundamental el apoyo al sector social.

 

v) Que la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión -y comisiones similares que operen en la actualidad o lleguen a funcionar en el futuro, el nivel de Congresos Locales- lleven a cabo las acciones legislativas y de gestoría necesarias, a fin de que en las normas legales que emerjan de su seno, orientadas al sector social, se incluya explícitamente el asunto de apoyo tecnológico y cien- tífico al sector social de la economía mista del país.

 

vi) Que se formen especialistas en formulación, implantación, evaluación y retroalimentación de políticas científicas y tecnológicas para el sector social mexicano, lo que emanará del establecimiento y operación de una Maestría en Política Científica y Tecnológica para el Sector Social, cuyo contenido curricular (teórico-práctico-de servicio) cuente con el consenso y la participación de los principales actores sociales involucrados.

 

Ir al principio de este documento

Ir al: Índice del Libro

Vea: listado de publicaciones

Ir a página del Dr. Xavier Gamboa Villafranca

Home Page del CEPROS

 

Enviar correo a:

Administrador de contenido

Administrador de diseño

________________________________________________________