DN III: Chichonal, San Juanico y ahora
Un artículo del Dr Xavier
Gamboa Villafranca
Referencia Bibliográfica:
Gamboa Villafranca, Xavier: “DN III; Chichonal, San Juanico y ahora”, La
Jornada, sección El País. 27 de septiembre de 1985 México, DF. México Ver
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El terremoto del 19 de
septiembre ha permitido que todos tengamos un mejor conocimiento de las
funciones que desempeñan ciertas esferas de la sociedad en casos de desastre.
A diferencia de lo ocurrido con las recientes
tragedias de El Chichonal y San Juanico, en esta ocasión el sismo dejó ver
claramente tres aspectos, que en los casos anteriores fueron exitosamente
ocultados.
I) No existe un plan institucional de emergencia que
contemple la conducción y organización de la movilización popular ,en casos de
desastre. El Plan DN-III del ejército mexicano no cubre este hueco. De hecho, la
forma misma en que operó en esta fecha es una prueba de la inexistencia del
plan que objetivamente se requirió. El Plan DN-IlI muestra que es, en esencia,
un operativo de acordonamiento un tipo de cerco militar para sitiar
asentamientos humanos, orientado a impedir de "actos de pillaje".
Decenas de socorristas voluntarios coinciden en indicar que la labor de los integrantes de nuestras fuerzas armadas, al menos durante las 12 horas inmediatas al siniestro, fue la de espectadores vigilantes fuertemente armados. Salvo verdaderas excepciones, durante este lapso vital, los más de 60 generales y 200 oficiales del ejército que participaron en la operación no accedieron a los llamados para coordinar y dirigir grupos de civiles que en vano trataban de colocarse a sus órdenes para el rescate. A pesar de la organización innata a los cuerpos militares, en el precioso tiempo inmediatamente posterior al temblor, no se vio a la tropa -más de 3 mil soldados, según datos del secretario de Defensa- emprender, con las herramientas manuales necesarias, la remoción de escombros. Equipo ligero de combate, paradójicamente, sustituyó a picos y palas.
2) La emergencia se atendió con oportunidad, merced a
la organización popular, espontánea, fundamentalmente de los jóvenes de la
capital. La labor básica de rescate fue realizada por grupos de ciudadanos,
espontáneamente organizados, con sus propias formas de liderazgo, que surgieron
al fragor mismo de la tarea concreta por realizar. Estas formas organizativas
rebasaron la incapacidad rectora de fuerza pública, instancias gubernamentales,
organismos civiles oficiales y partidos políticos de todo signo. Miles de
brigadistas auto-habilitados, provenientes de todos los rumbos de la ciudad, se
dieron cita en los lugares más afectados por el macro sismo minutos después de
ocurrido, con el propósito común de rescatar vidas. Esta cita no fue convocada por nadie. No se
logró, es cierto, lo óptimo, pero en las condiciones en que se efectuó la
búsqueda, lograrlo era imposible: sin capacitación, sin equipos adecuados, sin
organización previa al desastre, sin coordinación global a la hora del rescate,
con cordones militares a través de los cuales era menester filtrarse.
Es necesario que quede
constancia histórica de que se dio una "división del trabajo"
absurda: el ejército, con toda su organización, sometido exclusivamente a la
labor de vigilancia; civiles, relativamente desorganizados; realizando el
rescate de víctimas. ¿Porqué se juzgó innecesario -tal y como lo anunció el
Presidente al filo del mediodía del 19 de septiembre- que el ejército se
involucrara directamente en la remoción de escombros? ¿Por qué los oficiales
declinaron organizar la labor de rescate de los voluntarios que acudían a ellos
para ser coordinados? Si el Plan DN-III es tan limitado como aparenta serlo,
¿por qué no se ha diseñado uno operativo que contemple una eficaz participación
civil en la búsqueda de supervivientes? ¿Se tiene o no la capacidad
gubernamental y voluntad política para actuar, de inmediato, en casos de desastre
como el de los días 19 y 20 de septiembre de 1985? Si es así ¿por qué no se
manifestaron en esta ocasión en los periódicos más apremiantes?
3) No es posible prescindir de la participación
popular espontánea, correctamente coordinada, en casos de emergencia nacional.
Los caminos concretos qué se transitaron en estas circunstancias encierran una
gran lección para el futuro. El pueblo mexicano tiene un enorme potenciar, de
movilización, que aflora :- y se convierte en realidad, a pesar de obstáculos provenientes
de la burocracia. Seguramente los
"censores" del régimen lo han constatado ya. De igual manera, en
estos momentos muy probablemente los funcionarios gubernamentales encargados de
ello, estarán tratando de prever las manifestaciones específicas que adoptarían
diversas alternativas de movilizaciones populares, en caso de hacerse un
llamado a la unidad nacional para resistir los embates del extranjero, bajo la
eventualidad de que se tome la decisión de suspender el pago de intereses de la
deuda con acreedores internacionales, o en caso de que se convoque a una suerte
de frente nacional para la 'construcción de lo perdido con el sismo. Pero una
cosa es segura: en adelante no se podrá tratar a la movilización popular con el
mismo desdén y desconfianza que en El Chichonal, San Juanico y el
terremoto del 19 de septiembre, so pena
de no lograr el propósito buscado.
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