Cambio estructural.- Bienestar Social con Crecimiento Económico
Un artículo del Dr. Xavier Gamboa Villafranca
Referencia blbliográfica:
Gamboa Villafranca, Xavier: “Cambio estructural. Bienestar Social con
Crecimiento Económico”, Excelsior, Sección Metropolitana. 27 de junio de 1987. México, DF.
México.
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Xavier Gamboa Villafranca
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En la
estrategia de un plan de gobierno para lograr la modificación de las
estructuras, hay una preocupación implícita por evitar que, aun cuando la
crisis determinase que la economía creciera muy lentamente (o que no creciera
en absoluto), las condiciones de vida de las mayorías nacionales se deterioran.
A
nuestro entender es por ello que el documento sostiene explícitamente como
indispensable la implantación de una política económica que permitiera
continuar dando énfasis en los aspectos sociales y redistributivos del
crecimiento económico. Se pensaba, en el fondo, que la crisis no era excusa. El
gobierno no podría descuidar su compromiso de velar por el beneficio social,
dado que sería sumamente grave el que se desviara de sus propósitos de cambio
estructural como medio para acercar la realidad al modelo de sociedad que en
este sentido se había configurado.
Una
sociedad que se diferenciara cualitativamente de la existencia tendría por lo
menos tres características básicas. Por un lado sería aquella en que las
familias de campesinos, obreros, no asalariados, capas medias y pequeños
empresarios tuvieran plenamente satisfechos sus requerimientos de alimentación,
vivienda, vestido, calzado, salud, educación, transporte y servicios
colectivos, en asentamientos humanos dignos. Además, no existirían las
profundas disparidades regionales que todavía laceraban al país en 1983, porque
las bases del desarrollo desigual y combinado habrían sido totalmente
destruidas. Por otra parte, no persistirían características de extrema pobreza
en grandes núcleos de la población rural y urbana, porque el nivel de vida se
habría elevado sustancialmente.
En
mayo de 1983 se propone esto en el Plan Nacional de Desarrollo. En esos
momentos, en las altas esferas gubernamentales, había la convicción de que
estos tres elementos constituían parte importante del deseable futuro mediato.
También el convencimiento de que, para avanzar en la cristalización de esta
suerte de tipo ideal del mañana, sería necesario luchar durante el resto del
sexenio presidencial encabezado por Miguel de la Madrid. Y luchar fue
precisamente lo que se hizo, al menos durante los cuatro años siguientes. El
régimen tuvo que dar un cerrado combate a las fuerzas internas y externas,
radicalmente opuestas a que operaran mecanismos que tendieran a convertir en
realidad los propósitos de no relegar a
segundo término el bienestar de la mayor parte de los habitantes del país.
Fue
un acierto político, el que el aparato de gobierno siguiera decididamente esta
vía. Con ello aseguró que los tradicionales sustentos sociales del poder
ejecutivo, continuarán siéndolo para el período 1982-1988. De no haber perdido
de vista que lo más importante para el régimen era cuidar que no descendiera
excesivamente el nivel de vida de las clases populares del país, hubieran
surgido rupturas dentro del movimiento obrero, campesino y popular de apoyo
proestatal. Personalidades del Partido Revolucionario Institucional, por ejemplo
que se comportaron en el período de 1983-1986 como interlocutores del
régimen, hubiesen actuado más como opositores a sus formulaciones estratégicas,
planteamientos tácticos y acciones concretas.
Esta
firmeza del presidente de la República y sus colaboradores, tuvo otros efectos:
le redujo significativamente el número de enemigos potenciales. Aglutinó en
torno a la política de bienestar social, la simpatía de exponentes de
importantes corrientes de opinión, la seguridad de no tener la oposición frontal
de prestigiados intelectuales y el
apoyo o la neutralidad de dirigentes de poderosas fuerzas relativamente
independientes del Estado, en particular de fracciones del movimiento obrero y
de partidos políticos de izquierda.
Garantizado
el apoyo d e sus propias bases, y habiendo cerrado algunos frentes internos de
lucha, el gobierno pudo defender con éxito la parte central de sus
planteamientos y continuar –en la práctica- el énfasis en los aspectos sociales
y redistributivos, no obstante la situación de agravamiento de la crisis. A
cambio de algunas concesiones de grado, mantuvo la esencia. Entre otras,
resistió con éxito las presiones estadounidenses del FMI de las organizaciones
de alcance nacional que representan el capital privado y de partidos y agrupaciones
políticas de derecha, que pugnaban porque el gasto social, el poder adquisitivo
del salario y el número de empresas públicas, se redujera hasta límites
políticamente insostenibles.
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