FLORA Y FAUNA DEL LLANO
UBICACION
La región de los llanos orientales esta comprendida entre los ríos Arauca, Guaviare y la Cordillera Oriental. Esta región es una inmensa llanura cuya extensión ocupa 238.000 km² y recibe el nombre de la región de la Orinoquia.
Recordemos que la región se extiende hasta Venezuela con el mismo nombre y características.
ASPECTO FISICO
La inmensa llanura antes mensionada se encuentra regada por los ríos Arauca y Meta, con sus afluentes Ariporo y Casanare; el Vichada y el Guaviare con su afluente el Ariari. El Orinoco sirve de Límite entre Venezuela y Colombia en un trayecto de 420 km. |
La Orinoquia está integrada por los departamentos de Arauca con su capital Arauca, el Vichada con su capital Puerto Carreño, situado en la desembocadura del río Meta; el departamento del Meta con su capital Villavicencio; los llanos de San Martín y Casanare con su capital Yopal. |
La principal riqueza es la ganadería, pues hay gran abundancia de pastos que favorecen. Además hay zonas muy apropiadas para la agricultura, los bosques y selvas constituyen una gran riqueza maderera. La población cada día aumenta por colonización. Hay tribus indigenas como los Guahibos, Tunebos, Piapocos, etc. que viven en condiciones muy precarias. |
La parte Norte de la Orinoquía, ofrece un clima ardiente y seco por lo cual se encuentra mucho más poblada que la parte sur donde hay inviernos y veranos muy marcados.
FAUNA
Un paseo por cualquier rincón del Llanos puede depararnos grandes e inesperadas sorpresas. A orillas de cualquier río o en los bosquecillos aislados que los llaneros conocen como matas, podemos encontrarnos con una peculiar y diversa fauna reptiliana: las iguanas, siempre omnipresentes, que utilizan la cola a modo de látigo cuando se las molesta; los matos, enormes lagartos que gustan especialmente de las crías de aves; la cascabel (Crotalus durissus), que con su mortal veneno acecha entre la hojarasca de alguna mata; las peligrosas serpientes del género Bothrops, como las macaguas, causante de muchas muertes entre la población del Llano. Los llaneros, profundamente animistas, se ponen antes en manos de chamanes y curanderos que de hospitales donde se les puede administrar un suero antiofídico. Pero entre toda la fauna de reptiles destacan los ìlegendarios monstruos del llano: la boa constrictor, llamadas tragavenados por aquellos lares y que como su nombre indica es capaz de ingerir grandes presas; la anaconda, o culebra de agua; la baba o caimán de anteojos y el auténtico caimán o cocodrilo.
En cualquier época del año, bien dentro del agua asomando la parte superior de la
cabeza - lo que le
permite ver, oír, oler y respirar- o bien sesteando al sol sobre los bancos durante largas horas, podemos observar a las babas (Caiman crocodylus). El hecho de no haberse visto tan diezmada como el caimán se debe a lo poco aprovechable de su piel. Sólo puede utilizarse la de los costados bajo las extremidades, pues tanto la del dorso como la del vientre está muy osificada. Pero el auténtico caimán (Cocrodylus intermedius) poco tiene que ver con aquel. El caimán o cocodrilo, que puede superar los cinco metros, se encuentra prácticamente desaparecido en muchas zonas del Llano, debido a la desmesurada persecución de que ha sido objeto. El principal motivo de su captura ha sido la creciente valoración de su piel y la utilización de sus grandes colmillos. Sin embargo, esta práctica extinción no ha desanimado las iniciativas para su reintroducción en los Llanos. Uno de estos proyectos lo dirige el biólogo español José Ayarzagüena, actual director de la estación biológica de El Frío, dedicada a la crianza de caimanes del Orinoco. Hasta el momento se han soltado centenares de estos ejemplares marcados y en edad de reproducción. Al parecer los resultados están siendo un éxito.
Enumerar la fauna que puebla los Llanos es una tarea pretenciosa y casi utópica. La
mayoría de las aves que allí habitan tendría en su anatomía o en su comportamiento algo de asombroso o mencionable.
Entre las que causan una mayor impresión pueden citarse:
los colibrís, que como velosísimos abejorros visitan una y
otra vez las
variopintas flores, moviendo sus alas a una
velocidad no emulable en el reino de los vertebrados; el
nictibio grande, que con su apariencia de chotacabras se
inmoviliza junto a una rama de árbol, siendo difícil saber
quien es cada cual; el corocoro, un ibis escarlata, que pinta
el cielo vespertino de siluetas rojas cuando se descuelga
hacia los dormideros; el halcón llanero, que se deja caer en
escalofriantes picadas rozando temerariamente la copa de
los árboles; los vocingleros guacamayos, representantes del arco iris; y si hablamos de colores, una
pléyade de pequeñas aves los acaparan todos, y combinados de las más caprichosas maneras adornan el
tan sobrio y austero paisaje de los Llanos.
Entre los mamíferos es donde se encuentra las formas más curiosas de la creación:
el narigudo y
desdentado oso hormiguero, de garras tan fuertes que hasta el jaguar elude atacarlo, y su pariente el oso
melero, también de prominente nariz,
inagotable buscador de colmenas y panales; el cachicamo o
armadillo, una reliquia viviente, que a pesar de su coraza protectora y de su gran velocidad, termina
muchas veces como presa de babas y caimanes; la zarigüeya o rabipelado, un marsupial siempre
representado con las crías subidas a la espalda, o el mono aullador o araguato, responsable del
sobrecogedor grito que pone los pelos de punta al viajero primerizo que se asoma a curiosear en cualquier
mata de los Llanos.
No menos prodigiosos son los felinos que cazan en la llanura. Destacan entre estos el musculado y poderoso jaguar, conocido como tigre entre los llaneros; el puma o león americano, con mejor prensa que el anterior gracias a la belleza de sus movimientos sigilosos y a un atractivo color pardo; el bullicioso y pintado ocelote o cunaguaro, y otros cuantos que simbolizan la fuerza, la agilidad y el estar alerta, unas virtudes imprescindibles para sobrevivir en este espectáculo natural sin parangón que conforman los Llanos de Colombia.