Me miraste y algo vi en tus ojos que fue como una mano aplastandome. Me latian las sienes. Tus labios estaban humedos. Y sonreias,¡como sonreias!. Echaste la cabeza a un lado y te sacudiste las gotas de agua. Tu mirada azul-verdosa me desnudó.
Yo te besé, mejor dicho, recibí tu beso, y senti un calor que me abrasaba, tus labios parecian quemar como una rozadura. Estaba claro que sabías muy bien lo que querías y a quién besabas. Ese vaho letal que anidaba en ti no era algo solamente encarnado en la belleza, sino en un muy determinado "aire" de esa belleza, una gracia inefable. No eras la criatura que emociona por su vivacidad, su hermosura tentadora. Tu eras otra cosa.
La flecha que me asestó Cupido nada mas contemplar el espectáculo majestuoso de tu cuerpo avanzando hacia mi fue de las que abren (y no cierran nunca) las carnes mejor curadas. El aura de fascinación, deseo y locura que avanzaba contigo, no sale en las fotografias, ni siquiera en las mias. Habia que estar alli.
El resplandor de ese ser de alba se grabo a fuego en mi corazón. Tu boca era la mas sugestiva, abisal, voluptuosa y fatal que jamas he contemplado.
Fue una cita como la que pudieran acordar amantes de años, como si ya llevasemos mucho tiempo juntos. Sin urgencias. acariciandonos suavemente. Sentia tu olor impregnando mi cuerpo. Me fundí en ti y tu en mi y hasta el tiempo paro un instante, sorprendido y sobrecogido, ante tal calor. Un calor que nos derretia y nos convertia en simples piezas moldeables que solo ansiaban encajar de tal modo que llegaran a tocarse nuestras almas.
Tu eras la explosión de la vida, con la fuerza de la lava de un volcan. Y ese fuego era mio. Y me amaba.
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