El Buen Samaritano

 

Esta historia que hemos de estar viendo, es una de las más conocidas parábolas del Señor Jesús. Una parábola es una narración de algún acontecimiento, ya sea real ó imaginario, en la que se nos enseña una verdad espiritual.  El pasaje que nos ocupa lo encontramos en  Lucas, capítulo 10: 25 al 37.

Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo que cosa heredaré la vida eterna? [Lucas 10:25].

Fueron varias las ocasiones en que los llamados conocedores ó intérpretes de la ley [escribas y fariseos] se acercaban al Señor Jesús para probarle o tentarle. Para ver si lo cogían en algo por lo que pudieran acusarle ante las autoridades establecidas. Hay varios ejemplos de esto. Jesús generalmente les contestaba con otra pregunta:

¿Que está escrito en la ley?  ¿Como lees? [v.26].

Como gran conocedor de la ley que era, el intérprete la citó [Deuteronomio 6:5; Levítico19:18b.]: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo [v.27].

Le dijo el Señor: Bien has respondido; haz esto y vivirás [v.28]. Queriendo justificarse, aquel “sabelotodo”, le preguntó al Señor: ¿Y quien es mi prójimo? [v.29].

Aquel hombre sabía quien era su prójimo. Este es aquel que tenemos más cercano, el más próximo a nosotros.  En otras acepciones de la palabra, prójimo significa también: amigo, hermano. . .

Luego de la pregunta de aquel intérprete de la ley, el Señor Jesús les narra la parábola a él y a todos los que le rodeaban. 

A nosotros también nos dice el Señor: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron,  dejándole medio muerto [v.30]. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo [vs.31-32].

 

El Sacerdote y el Levita

 

¿Quienes eran los sacerdotes y los levitas? Eran los descendientes de Leví, el tercer hijo de Jacob. Dios escogió a los levitas para el servicio del tabernáculo en el desierto y del templo [Números 3:9; 8:14; 18:6]. A los levitas se les conoce como la tribu sacerdotal.  De entre ellos, escogió Jehová Dios a Aarón y a su descendencia para que fueran los sacerdotes [Éxodo 28:1-3; 30:30 y Números18]. 

Los sacerdotes tenían las labores más elevadas en el ritual, tanto del tabernáculo como del templo, como lo eran los sacrificios y el ofrecimiento del incienso. Los demás levitas estaban subordinados a los sacerdotes y tenían otras tareas [1Crónicas 9:14-34]. En otras palabras, eran ellos los encargados de dirigir el servicio a Jehová Dios en todos los aspectos. Eran los ministros del Señor de aquel tiempo. . .

 

Los levitas, incluyendo a los sacerdotes, ejercían su oficio en la Casa de Dios por turnos [1Crónicas 9:25; Lucas1:8, 9]. Si podemos contemplar esta narración de Lucas como algo real, que sucedió ó podría suceder, entonces podemos  deducir que tanto el sacerdote como el levita que descendían de Jerusalén, venían de cumplir sus turnos de servicio en el templo.

Sacerdote significa: uno que sirve, que ministra. Levita significa: uno que une. Así que ninguno de los dos personajes aquí mencionados, hizo honor al significado de su nombre. Hemos visto como tanto el sacerdote como el levita, vieron a aquel hombre tendido en el camino por donde pasaban.  Le vieron, y aún así pasaron de largo.  No le hicieron caso.  No le ministraron el amor de Dios que ellos se suponía estaban llamados a manifestar como servidores, ministros de Dios que eran.  No cumplieron con el mandato de la ley de amar al prójimo como a nosotros mismos. Tanto el sacerdote como el levita quizá venían cansados, y estaban deseosos de llegar a sus casas. Tenían quizá también muchas preocupaciones personales que atender. No lo sabemos. Solo podemos imaginarnos las razones que habrían podido tener para no detenerse ante aquel hombre herido.  El caso es que no hicieron el tiempo para  detenerse.

Todo esto tiene un gran significado para nosotros. . .

¿No es cierto que esta escena parece ser de nuestros días? ¡Cuanta falta  de  amor al prójimo estamos viendo! Muy en especial dentro del mismo pueblo de Dios.  Específicamente entre algunos de aquellos llamados ministros del Señor que están tan ocupados en lo suyo que no tienen tiempo para detenerse y ayudar al que ha sido herido y dejado medio muerto en el camino.

No estamos hablando precisamente de personas como el de la historia de Jesús, heridos en sus cuerpos. Hay muchas otras clases de heridos. ¿Sabes porqué hay quienes no se detienen a dar la ayuda necesaria? Es que no están capacitados para hacerlo. He llegado a esta conclusión después de haber visto a algunos de ellos en acción. . .

Hay ministros del Señor, que al igual que el sacerdote y el  levita de la historia, tal parece les es difícil ver la necesidad  y de manifestar el amor de Dios a su prójimo. Esto es solo un ejemplo: En una ocasión se presentó a nuestra casa un matrimonio que estaba en problemas. Necesitaban ayuda urgente. Venían de pedir esa ayuda al pastor de la iglesia a la que pertenecían.  ¿Que podemos esperar de un pastor como el de estos hermanos, que le contesta a sus ovejas que no puede atenderles porque está de vacaciones? 

Puede que digas que esto es un ejemplo aislado. Y es muy cierto. No es nuestro propósito generalizar. Como tampoco lo fue el del Señor Jesús al poner de ejemplo al sacerdote y al levita. Solo deseo que veamos que aún quedan de esa misma clase de ‘sacerdotes’ y ‘levitas’  dentro del pueblo de Dios.  Son los mismos que describe Ezequiel 34:2: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!

Sabemos que la gran mayoría de los verdaderos ministros del Señor buscan actuar conforme a la voluntad de Aquel que les llamó. Manifiestan el amor y la misericordia de Dios al caído y al herido. Tal como lo hizo el próximo personaje en la parábola que nos narra el Señor Jesús. . .

 

El Samaritano

 

Pero un samaritano,  que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. [vs.33, 34]. 

Samaritano significa: tener cuidado, atender, proteger, guardar.  Todos estos significados nos hablan de Cristo. 

Así que podemos ver en este samaritano de la historia bíblica un vivo ejemplo de nuestro Señor.  Se nos muestra en esta porción del pasaje,  como es que obra el Señor Jesús con aquellos que están abandonados, tirados y heridos en el camino. Creo que cada uno de los hijos de Dios podemos identificarnos con su proceder.  Porque no hay duda que así como nos deja ver esta palabra, ha sido el quehacer del Señor en nuestras vidas:

El samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia [v.33].

Esto es lo primero que sucede en nuestra vida antes que conozcamos al Señor: El se nos acerca, ve nuestra condición  y es movido a misericordia.  Tiene COMPASIÓN de nosotros. El sabe que estamos en una necesidad bien grande. Quizá al igual que sucedió en la historia que nos ocupa, ha habido quienes hayan visto nuestra necesidad y han pasado de largo. No han sacado de su tiempo para extendernos la mano. No somos su problema. ¡Pero sí lo somos para el Señor!  ¡Gracias Señor Jesús!  Es que precisamente esa es tu labor. A eso fuiste enviado por el Padre: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto;

. me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

. me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

. a pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos;

. a poner en libertad a los oprimidos. . . [Lucas 4:18 y 19].

Por lo tanto, se cumple lo próximo que vemos en el pasaje del samaritano:

Y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino [v.34 a].

El aceite y el vino eran los medicamentos usados en antigüedad para sanar las heridas.  Los aceites usados tenían ingredientes con propiedades medicinales. El vino era usado para limpiar de bacterias las heridas.

En las Escrituras, tanto el aceite como el vino representan en alguna forma al Espíritu Santo. Por lo general los identificamos con el gozo, fruto del Espíritu [Gálatas 5:22]. Nuestras heridas causadas por ladrones’ que nos han despojado,  y  nos han dejado medio muertos,  han de ser sanadas por el Ungido de Jehová, Jesucristo el Señor. 

El UNTA de su ACEITE sobre nuestras heridas. Estas han de ser también limpiadas de toda ‘bacteria’ mundana y diabólica para que quedemos sanos de todo abatimiento, angustia y cautividad. Luego las VENDA con la cubierta de su Espíritu.  ¡Nos pone Su cubierta para PROTEGERNOS de todo mal y peligro! ¡Aleluya!

Porque ciertamente acontecerá que nuestra carga será quitada de nuestro hombro, y nuestro yugo se pudrirá a causa de la unción [Isaías10:27], de la unción que nos ha sido impartida por el BUEN SAMARITANO. 

El ha de ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado. . .  [Isaías 61:3]

 

El Mesón

 

Y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él [v.34 b].

El próximo paso a seguir por El Samaritano para con nosotros, es que nos coge al hombro, nos carga, y nos lleva al mesón. . .

El mesón era una posada. Una especie de hotel que había a las orillas de los caminos donde posaban los que iban de viaje.

¿Que significa el mesón para nosotros?  He podido ver por la gracia del Señor que este representa a su iglesia.  Es en la iglesia adonde nos lleva el Señor para cuidarnos en ese período de recuperación que tanto necesitamos luego de haber sido despojados y heridos y dejados medio muertos.

Esto es bien importante que lo entendamos.  No es a otro lugar que nos lleva el Señor. Es en su iglesia, no fuera de ella, que el Señor hace la obra de RESTAURACIÓN en nuestras vidas. Es allí donde El se manifiesta plenamente. Necesitamos experimentar la comunión  con el Señor y la de los unos con los otros bajo su cuidado, en Su ‘MESÓN’.  ¡Amén!

 

El Mesonero

 

Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele;  y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese [v. 35].

Cuando el BUEN SAMARITANO partió para volver al Padre, dejó encargados a sus discípulos de continuar en su nombre la obra por él comenzada aquí en la tierra. Específicamente les encargó el cuidado de sus ovejas. 

Apacienta mis ovejas le dijo el Señor al apóstol Pedro. [Juan 21:15-17]. Esa orden era no solo para Pedro, sino para todos aquellos a quienes el Señor dejó a cargo sus ovejas.  El mesonero de esta historia representa a todos aquellos a quienes el Señor ha encargado el cuidado de sus ovejas a través de todos los tiempos.  A esas ovejitas heridas que El ha cubierto con su ACEITE y las ha llevado a su MESÓN, a su iglesia, para ser cuidadas debidamente hasta que El regrese en gloria. ¡Aleluya!

El samaritano le dejó al mesonero dos denarios para cubrir los gastos que tuviera con la persona herida.  El denario era la moneda principal de los Romanos.

 

A los ‘mesoneros’, el Samaritano les ha dejado dos ‘denarios’. Estos dos denarios podemos verlos como representativos de aquello para lo cual Dios nos ha capacitado y que ha de ser usado en el cuidado de las ovejas. Son los DONES  y  MINISTERIOS  que nos han sido dados  para  el funcionamiento  y  la  edificación de Su iglesia. [Efesios 4:11-16;  Romanos 12:3-8;  1 Corintios 12: 4 -11].

 

A todos los ‘mesoneros’ se les pagará al regreso del Samaritano.  Y se les ha de pagar con creces, conforme a como hayan obrado con el mandato de cuidar y darles el alimento a su tiempo a las ovejas que se les ha dejado a cargo: ¿Quien es, pues el siervo fiel y prudente, al cual puso su Señor sobre su casa, para que les dé el alimento a tiempo?  Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su Señor venga,  le halle haciendo así.  De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá [Mateo 24: 45 - 46].

 

El Señor Jesús confrontó a aquel intérprete de la ley con esta pregunta: ¿Quien pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

El dijo: El que usó de misericordia con él.

Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo [vs.35-37].

El nos ordena a que hagamos lo mismo. Y esta orden no la veo ya como exclusiva para aquellos que el Señor ha puesto al frente de su pueblo.  Esta orden es para todos sus hijos.  Para que en su nombre seamos también buenos samaritanos. Que en su nombre nos acerquemos al que ha sido despojado, herido y dejado medio muerto y seamos instrumentos en Sus manos de misericordia, de sanidad y restauración. Sanidad y restauración no solo física, sino sobre todo espiritual y emocional. Esto es lo que están necesitando URGENTEMENTE los que nos rodean. . .

¡Ellos son nuestro prójimo!

Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced con ellos; porque esto es la ley y los profetas [Mateo 7:12].

¡Ve, y haz tú lo mismo!

 

* * *