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Elba Elena Jiménez

19xx


Biografía


LOS DESIERTOS FLORECEN

¿Es este el Paraíso que soñamos: piedras en el abismo?
Se despeja el cielo después de una gran lluvia. Así la mente de los hombres se renueva para crear otras realidades materiales, tecnológicas; son ciertos signos de la vida y la muerte, pero estos signos veloces no son una estampida de potros. ¿No revelan acaso un vacío donde no pueden refugiarse los peregrinos, ni hallan eco las voces desnudas de todos los seres vivientes?. Un sonido todavía late en el centro de esta oscuridad alumbrada por neones y encandilantes luces. Y ese sonido de Paraíso - Desierto, nos hace sentir aún, grata la respiración de la raíz que germina donde parece haber sólo tierra, removida de cuando en cuando por pájaros feroces.
También es real nuestro pelo flotando en el viento y el horror de ver que las caras no pueden enseñarnos ya ningún secreto; sino sólo nuevas formas de desvanecernos en el tiempo.
Erráticos hemos olvidado ese sonido: sístole y diástole que alumbró por vez primera al mundo, y el gran espejo del universo reflejándose en nuestras aguas. Desde allí en la inconmensurable distancia, entendámoslo bien, que no nos pertenece, nos miran las estrellas y es su promesa esta tierra compartida durante milenios por piedras, rocas, bosques, sueños. Aquí los desiertos florecen con el vuelo de los pájaros, en el viento que ha esparcido por los llanos, riscos y montañas de América, el polvo de marchitas generaciones. Y no hay ni una gota de agua en el mar que no haya sido gota de sangre o lágrima de pena o alegría.
La Poesía, norte sagrado, nos invita siempre a celebrar la vida, nuestra generación la historia. Aparecen los ojos del desierto, la sal, rostro de mujer camanchaca, pura tibieza de Primavera, en estas flores silvestres que son su alimento. Añañucas por aquí, más allá lirios, topa-topas, flores de las quebradas, garra de león en el cielo.
A veces nos encontramos cara a cara con los desiertos floridos, nuestro paisaje habitable, pero que por sobre todo nos habita. Ellos nos salen al paso y dicen: somos ese primer hogar secreto donde arden los leños.
Soledad cósmica, grandeza y pequeñez del hombre y la mujer, puestos por Dios a soñar, vivir, cantar, amar sobre la tierra.

Publicado en Punitaqui y el Desierto Florido (Lectura de poesía y Video, Sala de las Américas - Biblioteca Nacional)
Santiago, viernes 19 de junio de 1998.


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Apuntes Literarios
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