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LA LITERATURA EN CHILE

Enciclopedia Ilustrada CUMBRE , séptima edición, 1967, impreso en Mexico

Desarrollo Intelectual.

Las Cartas al Rey (1541- 1553) del fundador de Chile, don Pedro de Valdivia, abren el capítulo de la literatura nacional y señalan a su autor como el precursor de la historia literaria del país. En 1569, aparecen los capítulos iniciales del poema La araucana, de Alonso de Ercilla, por el cual Chile, dice Andrés Bello, "es el único de los pueblos modernos cuya fundación ha sido inmortalizada por un poema épico". A partir de esos años Se desarrolla una copiosa producción literaria, en la que se destacan Arauco domado (1596) de Pedro de Oña; Relación del reino de Chile (1646) del jesuita Alonso de Ovalle, y Ensayo sobre la historia natural de Chile (1782) del ilustre abate Juan Ignacio Molina. Los albores del siglo XIX impulsaron el movimiento intelectual que encauzaba la campaña libertadora, del que fue hábil orientador fray Camilo Henríquez, El fraile de la buena muerte, quien funda el primer periódico, La Aurora de Chile, el 13 de febrero de 1812, fecha que hoy es el día de la prensa chilena. Juan Egaña redactó Ia Constitución de 1812, fue poeta y cronista notable, y junto a su nombre han de mencionarse, con referencia a esos años, a José Miguel Infante, Juan Martínez de Rozas y José Antonio de Rojas. En 1827 se abre el teatro Nacional, en Santiago, que representa particularmente obras de Camilo Henríquez En el desarrollo literario de Chile ocurre, a partir de los primeros años de su independencia, un hecho único que desde entonces señala a dicha república sudamericana como un centro excepcional de libertad y democracia. Es el asilo de todos los desterrados y refugiados políticos del continente. He aquí algunos de los más notables de esos intelectuales, a partir de 1835: los argentinos Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre Juan Bautista Alberdi, Félix Frías, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Piñeiro, Demetrio Rodríguez Peña, Gabriel Ocampo, Juan María Gutiérrez, Carlos Tejedor y fray Domingo de Oro; el uruguayo Juan Carlos Gómez, el colombiano Juan García del Río, los venezolanos Tomás Cipriano Mosquera, Luis López Méndez y Andrés Bello; los bolivianos Vicente Ballivián, Casimiro Olañeta y Daniel Ballivián; el guatemalteco Irisarri, etc. De ellos algunos fueron siempre gratos a la hospitalidad chilena y la recordaron con emocionado afecto, como: Mitre Alberdi, García del Río y Juan Carlos Gómez. Otros se radicaron en el país y fundaron hogares:

Bello y Daniel Ballivián. No faltaron, por supuesto, los que en Chile lo recibieron todo y después se manifestaron ingratos para con el acogedor país de su destierro. Al producirse la guerra civil española en 1936, y a la caída de la República, en 1939, Chile abrió sus puertas, sin exigencias de documentos a eminentes figuras republicanas.

La historia literaria de Chile independiente se abre con los nombres ilustres de José Joaquín Vallejo, Salvador Sanfuentes, José Victorino Lastarria, inspirador y fundador del partido liberal; el español Rafael Minvielle, Hermógenes de Irisarri (de origen guatemalteco), Francisco Bilbao, Manuel Antonio Tocornal, Mercedes Marín de Solar, Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui; Guillermo y Alberto Blest Gana, Guillermo Matta y Diego Barros Arana, cuya brillante labor ha superado la época en que actuaron en la historia, la novela, la poesía y el periodismo. En ese primer periodo inicial hay que destacar a dos españoles quo desarrollaron la industria gráfica, y sin cuyo aporte ésta habría demorado mucho más en surgir; Manuel Rivadeneyra y Santos Tornero. Este último compró en 1842 el diario El Mercurio, de Valparaíso, decano de la prensa latinoamericana fundado en 1827, y fue quien llevó a su redacción a las primeras plumas del país. A la segunda mitad del siglo XIX pertenecen los poetas Eusebio Lillo, autor de los versos del Himno Nacional; Luis Rodríguez Velasco, Pedro Antonio González; los novelistas Alberto Blest Gana, Augusto Orrego Luco y Daniel Barros Grez; los historiadores Amunategui, Barros Arana, Benjamin Vicuña Mackenna, Ramón Sotomayor Valdés; y los periodistas Manuel Blanco Cuartin, Juan Pablo Urzúa, Máximo Ramón Lira y Enrique Delpiano, fundador este (último del diario El Chileno, que llegó a tener cinco ediciones en otras tantas ciudades del país y cuyas redacciones fueron cuna de brillantes profesionales. Las actividades científicas y técnicas fueron organizadas por especialistas contratados en el extranjero, entre los que deben mencionarse: el francés Claudio Gay, autor de la Historia física y política de Chile (24 tomos 1845-1871), complementada por dos atlas con 313 1áminas; el polaco Ignacio Domeyko, educador, quien levantó la carta geográfica; el alemán Carlos Moesta, primer director del Observatorio Astronómico; el francés Juan Gustavo Courcelle Seneuil, célebre economista de la escuela liberal del siglo XIX, quien fue asesor del Ministerio de Hacienda y allí implantó sus principios; y el sabio naturalista alemán Rodolfo Amado Philippi, director del Museo Nacional y fundador del Jardín Botánico. Uniendo el final del siglo XIX con los albores del siglo XX surgen tres vigorosas figuras de historiadores: monseñor Crescente Errázuriz, que luego fue arzobispo de Santiago; Gonzalo Bulnes y José Toribio Medina, "el más profundo investigador de los países del mundo". Y, más tarde, Domingo Amunátegui Solar, Alberto Edwards, Luis Galdames, Francisco A. Encina, Ricardo Donoso y Guillermo Feliu Cruz.

Larga sería la lista de las figuras literarias que aparecen, a raíz de la permanencia en Chile de Rubén Darío, considerándose entre las consagradas dentro y fuera del país: en la novela, Eduardo Barrios, Mariano Latorre, Pedro Prado, Joaquín Edwards Bello, Genaro Prieto, Augusto D'Halmar, Fernando Santivan, Rafael Maluenda, Salvador Reyes, Luis Durand, Manuel Rojas y Marta Brunet; en la poesía, Víctor Domingo Silva, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Manuel Magallanes Moure, Diego Dublé Urrutia, Vicente Huidobro, Angel Cruchaga e Ignacio Verdugo Cavada, autor de los versos de El copihue, la flor nacional de Chile; en el periodismo, Heraclio Fernández, Roberto Hernández, Pedro Belisario Balvez, Carlos Silva Vildósola, Joaquín Díaz Garcés (Angel Pino), Misael Correa Pastene y Carlos Dávila; en crónicas y leyendas, Emilio Rodríguez Mendoza Y Aurelio Díaz Meza; en el teatro, Armando Mock, Nathaniel Yáñez Silva y Alvaro Puga Fisher; y como ensayistas, Armando Donoso, Domingo Melfi, Hernán Díaz Arrieta (Alone) y Ricardo Latcham Alfaro.