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LOS ALBAÑILES DE LA EDAD MEDIA



     La historia del origen y progreso de la Fraternidad de los Albañiles en Europa, durante la Edad Media, es de gran importancia, como estudio, al estudiante masón, por razón de la relación íntima que existía entre la Hermandad y la Fraternidad de los Francmasones; y efectivamente, la historia de una es únicamente la introducción a la historia de la otra. Una imaginación caprichosa, supongamos, al hacer una disgresión histórica cualquiera, se vería obligada a aceptar la ciencia especulativa cada vez que apareciese abandonada por el arte activo. Por consiguiente, si alguien tratase de escribir la historia de la Francmasonería, debe considerar de modo particular, para obtener el éxito en su labor, la Fraternidad de los Albañiles.
     En el año 1820, se publicó en la prensa de Leipzig, Alemania, una obra escrita por el Dr. Cristian Dudovico Steiglitz, bajo el título de Von Altdeutscher Baukunst, es decir, Un estudio del Arquitecto alemán antiguo. En esta obra, el autor describe, con verdadera exactitud el origen y progreso de las fraternidades de Albañiles, desde los tiempos primitivos, durante la Edad Media, hasta su absorción final en la asociación de francmasones. De los trabajos del Dr. Steiglitz, coleccionados con los de otros autores, y que tratan de las materias, de las cuales a veces erróneas en sus relatos, o desapercibidas por completo, he podido compilar el siguiente bosquejo:
     Es admitido universalmente que, en los primeros tiempos de la Cristiandad, los miembros de la clerecía eran únicamente los patrones de las artes y las ciencias. Esto se debía a que el estudio de las ciencias se limitaba entonces, casi exclusivamente a los eclesiásticos. Muy pocos de los que formaban el núcleo seglar eran capaces de leer o escribir, pues aun los reyes acostumbraban fijar el signo de la cruz, en lugar de sus firmas, en los títulos y otros documentos que expedían, porque, como confesaban francamente, carecían de la habilidad para escribir sus nombres; y de aquí es de donde proviene la costumbre moderna de decir que se firma un documento, lo que equivale a suscribir el nombre.
     Desde la época de Carlomagno, en el siglo VIII, hasta mediados del siglo XII, todos los conocimientos y práctica de arquitectura, pintura y escultura, se limitaba exclusivamente a los monjes; y por lo mismo los obispos dirigían personalmente la edificación de las catedrales e iglesias de su diócesis; además por que no solamente los principios, sino también la práctica del arte de construir eran secretos guardados escrupulosamente dentro de los muros de los claustros, y enteramente desconocidos por los legos.
     Muchos de los fundadores de las Órdenes Monásticas, figurando especialmente entre éstos, San Benedicto, establecieron como un deber particular para los hermanos, el dedicarse a la arquitectura y construcción de iglesias. El monje inglés, Winfrid, conocido más bien en la historia eclesiástica como San Bonifacio, el que, por sus esfuerzos en cristianizar ese país, ha sido titulado el apóstol de Alemania, siguió el ejemplo de sus predecesores en la edificación de monasterios alemanes. En el siglo VIII organizó una clase especial de monjes para la práctica de la construcción, bajo el nombre de Operarii, o Artífices, y Magistri Operum, o Maestros de las obras. Los trabajos y deberes de estos monjes se encontraban divididos. Algunos de ellos designaban el proyecto y plano para la construcción del edificio; otros eran los pintores y escultores: otros se ocupaban en hacer bordados en oro y plata; y finalmente, los denominados Cementarii, o Albañiles, emprendían las labores prácticas de la construcción. Algunas veces, especialmente en los edificios de construcción extensa, donde se requerían muchos operarios, se empleaban también los legos, bajo la dirección de los monjes. Adquirió tal importancia este sistema de trabajos que los obispos y abates obtenían con frecuencia una parte importante de sus rentas, con las ganancias de los obreros en los monasterios.
     Entre los legos que se empleaban en los monasterios como ayudantes y trabajadores, muchos de ellos por supuesto poseían una inteligencia superior que la que requería el oficio que desempeñaban. La asociación íntima y constante de éstos con los monjes en el desempeño de las mismas tareas con el mismo designio, dio por resultado, en el transcurso del tiempo, que los monjes, de una manera casi inadvertida, impartieron a ellos el conocimiento de los secretos de su arte y los principios esotéricos de la arquitectura.. Después, gradualmente, el conocimiento de las artes y las ciencias se diseminó en todo el mundo por medio de estos arquitectos monásticos, y los legos arquitectos, después de retirarse de las fraternidades eclesiásticas, organizaron hermandades entre ellos. De este modo fue el principio de las fraternidades masónicas en Alemania, y lo mismo ocurrió en otros países. Después se ocurría a estas hermandades de masones, de la misma manera que se hacía siempre que se necesitaba erigir un edificio importante, y especialmente una iglesia o catedral. En ocasiones suspendían enteramente a sus instructores monásticos para consagrarse a la prosecución del arte de la construcción. A sus conocimientos de la arquitectura agregaron los de las otras ciencias, las que habían aprendido de los monjes. Se dedicaron lo mismo que éstos al estudio también de altos principios para el perfeccionamiento del arte, y emplearon otros legos para que les ayudasen en sus trabajos como albañiles. De este modo fue como apareció la unión de estos arquitectos, en medio de un pueblo inculto, manifestando aptitudes de una clase más elevada e inteligente, la que constituía una asociación ocupada exclusivamente en la construcción de edificios importantes y especialmente religiosos.
     Después tuvo lugar una nueva clasificación. Como los monjes, anteriormente eran los únicos depositarios de los secretos del arte elevado, se separaron de los legos, a quienes se confiaba únicamente las labores manuales de la construcción; por consiguiente los legos más inteligentes, que habían recibido estos secretos de los monjes se les distinguía como arquitectos entre los trabajadores ordinarios o albañiles comunes. Estos últimos sólo conocían el uso de la llana y la mezcla, mientras que los primeros se ocupaban en proyectar planos para los edificios y en la construcción de ornamentos por medio del eficaz sistema escultural del labrado de las piedras.
     Estas confraternidades de artistas de primer orden pronto obtuvieron gran estimación, así como muchos privilegios y franquicias, que les fueron conocidos por las autoridades municipales entre las cuales practicaban su profesión. Sus lugares de asambleas se denominaban Hutten, Logen o Logias, y los miembros tomaron el nombre de Francmasones. Su santo patrón era San Juan Bautista, a quien honraban como el mediador entre la Antigua y la Nueva Alianza, y el primer mártir de la religión cristiana. El grado de adelanto que llegaron a alcanzar estos francmasones de la Edad Media, podemos juzgarlo por las palabras referidas por Hallam al referirse a los edificios que erigieron, es decir, "unían a la sublimidad general de su composición, las bellezas en formas distintas, así como la destreza en el arte o cuando menos efectos accidentales de sombra y de luz, y en ocasiones por el impulso extraordinariamente arreglado a las leyes de la ciencia". (La Edad Media, IV, p. 280). Y posteriormente agrega, como confirmación involuntaria de la verdad del relato de su origen que hemos proporcionado que la ejecución mecánica de las construcciones era "superior en mucho al poder intelectual aparente de esos tiempos, a tal grado, que algunos atribuyen a los edificios eclesiásticos principales de la fraternidad de los francmasones que son depositarios de una ciencia oculta y tradicional.. Existe probablemente algún principio para esta opinión, y en los documentos y archivos primitivos de esa asociación misteriosa, si existiesen, podrían ilustrar el progreso de la arquitectura gótica, y quizá revelar su origen" (Ib., 284). Estos archivos existen en realidad, o muchos de ellos; y aunque desconocidos para el Sr. Hallam porque no formaron parte o no llegaron a sus manos entre sus obras de estudio, no obstante, han sido perfectamente examinados y escudriñados por los estudiantes masones recientes, especialmente por nuestros hermanos alemanes e ingleses; y a los cuales los historiadores de la Edad Media, se habían referido únicamente como una idea plausible o conjetura, pero que, debido a sus investigaciones, han resultado ser un hecho.
     La existencia predominante de los Símbolos Gnósticos -tales como leones, serpientes y otros semejantes- que se encuentran en las decoraciones de las iglesias de la Edad Media, han dado por origen la creencia entre algunos escritores en forma conclusiva, de que los Caballeros Templarios ejercían influencia sobre los arquitectos, y que por ellos fueron introducidos en Europa, los símbolos gnósticos y orfitos. Sin embargo, el Dr. Steiglitz niega la exactitud de esta conclusión. Él atribuye la existencia de los símbolos gnósticos en la arquitectura de las iglesias al hecho de que, desde un principio en la historia eclesiástica, muchos de los dogmas gnósticos pasaron al cristianismo con la filosofía oriental y platónica, y atribuye su adaptación en la arquitectura a la sumisión y condescendencia natural de los arquitectos o Francmasones con las ideas predominantes por el misticismo desde los principios de la Edad Media, así como la ayuda y apoyo a las decoraciones grotescas, que eran admiradas sin ningún conocimiento de verdadera importancia.
     Si existió una vez alguna asociación de los Caballeros templarios con los Francmasones es un punto incierto de la historia, y que aún no está determinado. Si existió alguna vez, debe haber sido en época posterior; y si alguna comunidad o semejanza del simbolismo se manifiesta entre las dos Órdenes, es más razonable atribuirla a la circunstancia de que los Templarios siempre asociaban a su fraternidad un cuerpo de arquitectos para la edificación de sus propias iglesias y otros edificios, y que estos arquitectos se unieron en un cuerpo y en la misma fraternidad con los Francmasones, cuyos secretos poseían, y de cuyas opiniones profesionales arquitectónicos participaban.
     Igualmente Steiglitz niega toda deducción de las Fraternidades de los Arquitectos, o Logias Masónicas de la Edad Media con los Misterios de los indios antiguos, egipcios y griegos; aunque reconoce que existe una semejanza entre las organizaciones. Sin embargo, esto lo atribuye al hecho de que los indios y egipcios conservaban todas las ciencias, así como los principios de la arquitectura, entre sus secretos, y es la razón porque, entre los griegos, los artistas se iniciaban en sus misterios, y de este modo, tanto en las asociaciones antiguas como en las modernas existía un conocimiento más puro de la verdad religiosa, lo que los elevaba como asociación distinta de los demás pueblos. De igual manera, niega la sucesión u origen de las fraternidades masónicas de la secta de los pitagóricos, la que se asemejaba únicamente en esto: en que los sabios de Samos establecieron escuelas que eran secretas y estaban basadas en los principios de la geometría.
     Pero cree también que no están en un error, quienes atribuyen las asociaciones masónicas de la Edad Media a los Colegios Romanos, llamados Collegia Caementariorum; porque estos colegios aparecen en todos los países que fueron conquistados y establecidos con provincias o colonias por los Romanos, en donde erigieron templos y otros edificios públicos, y alentaron el desarrollo de la civilización de los habitantes. Continuaron hasta en una época posterior. Pero cuando Roma principió a ser agitada por las guerras de su decadencia, y por las incursiones de hordas de los bárbaros, encontraron mejor acogida en Bizancio, o Constantinopla, de donde se extendieron subsecuentemente en el occidente de Europa, siendo en todas partes considerados con gran estimación por su habilidad en la construcción de edificios.
     En Italia, las asociaciones de los arquitectos nunca se extinguieron enteramente, como podemos ver por los muchos edificios que se erigieron allí durante la denominación de los Ostrogodos y los Longobardos. Subsecuentemente, tan luego como fue restablecido el orden civil, los masones de Italia fueron estimulados y sostenidos por los papas, príncipes y nobles. Por lo que Muratori nos refiere en su Historia d’Italia, que bajo el reinado de los Lombardos, los habitantes de Como, eran tan superiores como albañiles y arquitectos que la apelación de Magistri Comacini, o Maestros de Como, se hizo genérica en todos los de la profesión.
     En Inglaterra, cuando los romanos se posesionaron de ella, las corporaciones o colegios de arquitectos, aparecieron también los que continuaron posteriormente incorporados en la Fraternidad de los Francmasones, establecidos probablemente, como supone Steiglitz, hacia mediados del siglo V, después de que los romanos dejaron la isla. Los masones ingleses estuvieron sujetos a muchas dificultades y adversidades, por razón de las repetidas incursiones de los pictos, daneses, sajones y escoceses, los que impedían la realización de sus trabajos; los que les proporcionaba únicamente su subsistencia, hasta en el año 926, pudieron verificar esa Asamblea General en la ciudad de York, la que fundó las Constituciones que gobiernan la orden inglesa y que han existido desde hace ochocientos, y las que se supone son el archivo masónico más antiguo que existe.. Es justo declarar que las recientes investigaciones del hermano Hughan y de otros escritores ingleses han expuesto duda sobre la autenticidad de estas Constituciones, y se han aventurado a negar aun la misma asamblea de York. Pero éstos son problemas históricos, cuya verdadera solución debe esperarse de las investigaciones ulteriores que los arqueólogos masones deben presentarnos, los que contienen los datos necesarios para determinarlos. Hasta hoy, es preferible adherirnos a la teoría tradicional que admite la legitimidad de las Constituciones y el hecho de la asamblea.
     Del mismo modo en Francia y Alemania, las fraternidades de arquitectos aparecieron originalmente de la conexión de los arquitectos seglares con los monjes en la era de Carlomagno. Los masones franceses continuaron sus fraternidades durante la Edad Media y erigieron muchas catedrales y edificios públicos.
     Hemos llegado hasta mediados del siglo XI, habiendo trazado el progreso de las fraternidades de los albañiles desde el tiempo de Carlomagno gasta ese período. En ese tiempo toda la arquitectura de Europa se encontraba en sus manos. Bajo la denominación distinta de Francmasones Viajeros pasaban de ciudad en ciudad en todos los países construyendo iglesias y catedrales en todas partes que se hacían necesarios. De su organización y costumbres, nos proporciona el siguiente relato Sir Cristóbal Wren en su Parentalia:
      "Su régimen era regular, y siempre que tenían un lugar apropiado y cercano al edificio que construían, establecían una especie de campamento de alojamientos provisionales o chozas. Un inspector gobernaba como jefe; cada grupo de diez hombres nombraban a un vigilante, el que se encargaba de la vigilancia de los nueve".
     El Sr. Hope, quien, debido a su curso de estudios particulares, está más familiarizado que el Sr. Hallam con la historia de estos Francmasones Viajeros, se expresa en estos términos en su obra Estudio sobre la Arquitectura, en lo que se refiere a su organización de esta época, por la cual pudo realizar la identidad de la ciencia arquitectónica en toda Europa:
     "Los arquitectos de todos los edificios sagrados de la iglesia latina, en donde quiera que se erigían -en dirección norte, sur, este u oeste- adquirieron el conocimiento de su ciencia de la misma escuela central; obedecían en sus designios los dictados de la misma jerarquía; se guiaban en sus construcciones por los mismos principios de la conveniencia, propiedad y buen gusto: los que conservaban entre sí, aun cuando se les enviase a partes distantes, por medio de constante correspondencia, y procuraban a cada momento el mejoramiento de todo el cuerpo, y una nueva conquista en los conocimientos del arte".
     Con este sistema de trabajos, los albañiles, como corporación de constructores aumentaban cada día en número y en poder. En el siglo XIII asumieron la organización de una nueva corporación, la que aliaron más estrechamente que nunca con la Hermandad de los Francmasones Especulativos en la que se incorporaron finalmente en el siglo XVIII.
     Uno de los más importantes sucesos que tuvieron lugar durante el adelantamiento y propagación del arte masónico en el continente europeo, fue el que ocurrió en la ciudad de Estrasburgo, Alemania, cuando Erwin de Steinbach, el arquitecto de la catedral convocó a que se reuniesen un gran número de maestros arquitectos de Alemania, Inglaterra e Italia, y en el año 1275 estableció un código de reglamentos y organizó la Fraternidad de los Francmasones del mismo que había sido adoptado, y tal como se conserva por muchos escritores, siendo el que existía desde hace trescientos cincuenta años, hecho por los masones ingleses en la ciudad de York. Se establecieron entonces Logias en muchas de las ciudades de Alemania, todas las cuales fraternizaron entre sí; solamente que se concedió entre éstas la supremacía y prioridad a la logia de Estrasburgo, por razón de que esa ciudad había sido como lo fue el centro de donde había surgido el arte masónico alemán. Erwin Steinbach fue elegido su presidente o Gran Maestro. Se reconocieron tres clases de artífices -Maestros, Compañeros masones y Aprendices-, estableciéndose palabras, signos y saludos como modos de reconocimiento para usarse por los miembros de la fraternidad, parte de los cuales fue tomada de los masones ingleses. Finalmente, se inventaron las ceremonias de iniciación, que eran de carácter simbólico, y ocultaban bajo su simbolismo doctrinas profundas de filosofía, religión y arquitectura.
     De estas ceremonias de iniciación empleadas durante los siglos XII y XIII, Findel proporciona el siguiente relato interesante:
     En el día señalado, se dirigía el candidato al lugar donde debía verificarse la asamblea, y en donde el Maestro que la presidía tenía preparado todo lo necesario y conveniente en el recinto del Taller. En seguida se convocaba a los hermanos a reunirse (por supuesto sin armas de ninguna especie, por el lugar dedicado a la paz), dando principio el Maestro a la asamblea, el que desde luego les daba a conocer la propuesta instalación del candidato, comisionando a uno de los hermanos para que se encargase de su preparación. El mensajero, imitando la antigua costumbre pagana, sugería al neófito que debía asumir la actitud de humilde suplicante. Se le quitaban todas las armas, así como todo objeto de valor que llevase consigo… y se le colocaba en la puerta del recinto, la que debía abrirse después de … toques distintos. En seguida el Seg.·. Vig.·. lo conducía a la presencia del M.·., el que lo hacía hincarse y ejecutar repetidas veces determinada oración. Se le conducía… veces en derredor del salón del Gremio, deteniéndolo por segunda vez en la entrada, colocando sus pies en la forma de esc.·., en cuya posición debía alcanzar el sitio del M.·. al dar … pasos rectos en dicha postura, colocándose frente a él. En el espacio que mediaba entre los dos y sobre una mesa, se colocaba el Nuevo Testamento, el compás y la escuadra del masón, sobre los cuales, y de conformidad con la costumbre antigua, extendía su brazo derecho, jurando ser fiel al cumplimiento de los deberes a los cuales había empeñado su palabra, y a guardar sec.·. todo lo que se había ejecutado y lo que debía llevarse a efecto en lo sucesivo, de todo lo cual se le había dado a conocer en dicho lugar. Se le quitaba la v.·. de sus ojos, se le mostraban las … grandes luces, y se le colocaba un man.·. nuevo, dándole a la vez el santo y seña, e indicándole un sitio que le correspondía en el recinto del Gremio" (…Historia de la Francmasonería, p. 65).
     Estas fraternidades o asociaciones se hicieron desde luego muy populares. Muchos de los potentados de Europa, y entre ellos el Emperador Rodolfo L., les concedió poderes considerables en su jurisdicción, cuyos poderes les proporcionaba los medios de conservar el sistema más rígido en todo aquello que se relacionaba con la construcción, cosa que les facilitaba el proporcionarse maestros arquitectos y albañiles en cualquier lugar que eran necesarios. El papa Nicolás III, concedió a la Hermandad en 1278 cartas de indulgencia, las que fueron renovadas por su sucesor, y finalmente en el siglo siguiente por el papa Benedicto XII.
     Los albañiles, como una fraternidad de francmasones activos, se distinguieron de los albañiles y trabajadores ordinarios del taller, los que adquirieron en este tiempo una fama considerable, habiéndose establecido firmemente como una verdadera asociación. En 1452, se convocó a una asamblea general de Estrasburgo, fundándose una nueva Constitución, la que comprendía muchas mejoras y más modificaciones que la anterior. Pero siete años después, en 1459, Jost Dotzinger, que desempeñaba entonces el cargo de arquitecto de la catedral de Estrasburgo, y en virtud de los méritos que le proporcionaba el cargo, como Presidente del Gremio de Alemania, convocó a una Asamblea General de los Maestros de todas las Logias en la ciudad de Ratisbona. Entonces, el código de leyes que había sido aceptado en Estrasburgo en 1452, bajo el título de Estatutos y Reglamentos de la Fraternidad de Albañiles de Estrasburgo fue discutido y sancionado perfectamente. Se acordó también en esa oportunidad que debían establecerse cuatro Grandes logias: -en Estrasburgo, en Viena, en Colonia y en Zurich-; y se determinó también que el maestro de las obras de la catedral de Estrasburgo sería, por lo pronto, el Gran Maestro de los Francmasones de Alemania. Estas constituciones o estatutos existen aún, y son más antiguos que ningún otro dato masónico existente, de autenticidad incontestable, con excepción del Manuscrito de Halliwell. Se convino "en ellos afable y cortésmente", según puede verse en su preámbulo, que dice "para el beneficio y exigencias de los Maestros y Compañeros de todo el gremio de la masonería y de los Masones de Alemania".
     Las asambleas generales, en las cuales se transaron asuntos de importancia, tuvieron lugar en 1464 en Ratisbona, y en 1469 en Espira, a la vez que las asambleas provinciales en cada una de las jurisdicciones de las Grandes Logias se reunían anualmente.
     Como consecuencia de la deficiencia en los trabajos y ocupaciones por razón de los disturbios políticos y otras causas, tuvo que declinar la Fraternidad durante un período breve en sus actividades. Pero fue restablecida en seguida, en octubre de 1498, época en que el Emperador Maximiliano confirmó sus estatutos, tal como habían sido adoptados en Estrasburgo, y reconoció sus antiguos derechos y privilegios. Este acto de revalidación fue concedido igualmente por los emperadores posteriores, Carlos V y Fernando I. En 1563 se congregó una asamblea general de los Masones de Alemania y Suiza en la Ciudad de Basilea por la Gran Logia de Estrasburgo. Las Constituciones de Estrasburgo fueron renovadas con correcciones, habiéndose establecido lo que se llamaba Ley de los Albañiles (Das Steinwerkrecht). La Gran Logia de Estrasburgo continuó reconociéndose como jurisdicción suprema o tribunal de apelación en todos los asuntos relativos al Gremio. Aun el mismo senado de la ciudad había reconocido sus prerrogativas, concediéndole el privilegio de determinar o decidir las controversias en relación a lo asuntos referentes a la construcción, cuya concesión fue nulificada en 1620, por motivo de la acusación de que se había hecho uso indebido de ese privilegio.
     De este modo los Francmasones activos de Alemania continuaron su obra y cultivaron los principios elevados del arte religioso arquitectónico. Pero en marzo 16 de 1707, fecha en que hasta entonces había existido sin interrupción la Fraternidad, apareció un decreto de la Dieta Imperial en Ratisbona disolviendo la conexión de las Logias de Alemania con la Gran Logia de Estrasburgo, debido a que esa ciudad había pasado al poder de los franceses. Como esto dio origen a que faltase la cabeza principal, los cuerpos subordinados principiaron rápidamente a declinar. En diferentes ciudades alemanas asumieron el nombre las logias y ejercían las funciones de las Grandes Logias; pero éstas fueron todas abolidas por el edicto imperial expedido en 1731, el que al mismo tiempo prohibía la administración de cualquier juramento de discreción, ordenando que solo al gobierno debían someterse todas las disputas que se suscitasen entre el Gremio. Desde esta época perdemos de vista toda organización nacional de los Francmasones en Alemania, hasta la restauración de la Orden, en el siglo XVIII, por la Fraternidad inglesa. Pero en muchas ciudades -como Basilea, Zurich, Hamburgo, Dantzig y Estrasburgo- se conservaron independientemente bajo los estatutos de 1559, no obstante haber perdido mucho del conocimiento simbólico profundo de la arquitectura, que poseían sus predecesores.
     Antes de omitir algún detalle de estos albañiles masones, merece nuestra atención referir algo del simbolismo que observaban en sus enseñanzas en sus enseñanzas secretas. Empleaban en sus planos de construcciones arquitectónicas, números místicos, entre los cuales aparecían principalmente el cinco, el siete y el nueve.. Entre los colores, el de oro, azul y blanco poseían significaciones simbólicas. La medida, el compás, la escuadra y el martillo, con algunos otros implementos del arte, eran considerados con una significación especial. El lado oriente se consideraba como el punto sagrado; así como infinidad de referencias se hacían del Templo de Salomón, especialmente a los pilares del pórtico, cuyas representaciones se encuentran en muchas catedrales.
     En Francia, la historia de los albañiles libres era semejante a la de sus hermanos alemanes. Se originaba del mismo modo que la de ellos, de los claustros, y del empleo de legos por los arquitectos monásticos y que se asociaban como una hermandad superior a la de albañiles ordinarios. La relación entre los masones de Francia y los Colegios Romanos de Arquitectura era más íntima y directa que la de los alemanes, porque desde un principio las legiones romanas ocupaban generalmente a los Galos; pero la organización francesa no difiere materialmente de la alemana. Protegida por Papas y príncipes, los albañiles se empleaban, bajo el protectorado eclesiástico, en la construcción de edificios religiosos. En Francia existía una asociación singular, denominada los Pontífices, o Constructores de Puentes, ligados íntimamente en designio y carácter con la fraternidad masónica, y cuya memoria aun se conserva en el nombre de uno de los grados del Rito escocés, y es el de "Gran pontífice". El centro principal de la albañilería francesa era Lombardía, de donde se diseminaron las Logias en todo el reino, hecho que se relata por el Sr. Hope, de la manera siguiente: "Entre las artes que se practicaban y perfeccionaban en Lombardía", dice "la de la construcción ocupaba el lugar prominente; y era la más importante, porque la falta de esos edificios antiguos a los que podían recurrir por materiales ya labrados, y los cuales proporcionaban en abundancia los romanos, hizo que los arquitectos de estas regiones remotas dependieran únicamente de su propia habilidad, siendo libres a la vez de hacer uso de sus propios conocimientos". Pero a principios del siglo XVI cesó la necesidad de su empleo en las construcciones ulteriores de edificios religiosos, y la fraternidad empezó a declinar, y todas las corporaciones masónicas fueron finalmente disueltas, con las de otros artífices, por Francisco I, en 1539. Entonces apareció el sistema que los franceses nombran Compagnonnage, que es un sistema de Gremios o Hermandades, que conservan un principio de comunidad en lo que se refiere al arte que practican, que los liga hasta cierto punto un vínculo secreto, pero sin principios elevados y solo como organizaciones generales sistemáticas.
     Las sociedades de Compagnons, eran, en realidad, sólo los despojos de las Logias masónicas. La Francmasonería dejó de existir en Francia como sistema reconocido hasta la época de su restauración en el siglo XVIII.
     Ya hemos visto que los albañiles en Inglaterra, bajo la apelación distinta de Francmasones, verificaron una asamblea general en la ciudad de York, en el año 926, y adoptaron las constituciones que han sido consideradas siempre como la ley fundamental de la masonería inglesa. Por supuesto, la convocatoria de esta misma asamblea prueba que los Francmasones se encontraban desde antes activos en el reino, cosa que en efecto puede probarse de otra manera, y es, por la relación de los hechos, como son las construcciones hechas por ellos, desde fechas anteriores, entre las que figuran las catedrales, las abadías y castillos. Pero señalamos la fecha de la Asamblea de York por haber sido la primera organización reconocida en Inglaterra como cuerpo nacional, o Gran Logia. Su historia difiere muy poco de la que ha sido detallada. Los Albañiles, en realidad -además de poseer muchos secretos profesionales derivados originalmente de sus instructores monásticos, así como de los colegios Romanos, con los que, de igual modo que los Masones de Francia, tenían comunicación íntima con las legiones que por tantos años habían acampado en Inglaterra-, se llamaban Francmasones, para distinguirse de los trabajadores ordinarios y albañiles comunes, quienes por lo general eran de la clase servil, y no poseían elevación intelectual, ni la devoción al arte religioso, que correspondía exclusivamente a la fraternidad "nacido libre".
     Después de la organización verificada en York, se dice que las asambleas anuales se efectuaban con regularidad, y las transacciones de varias de ellas nos han sido transmitidas por los datos históricos. La Fraternidad experimentó, lo mismo que en otros países, sus períodos alternados de prosperidad y decadencia. Finalmente, a fines del siglo XVII, había decaído a tal grado que únicamente siete logias se encontraban en todo Londres y sus suburbios. Los Masones ingleses pueden enorgullecerse por haber adoptado efectivamente ese sistema tan sabio y temerario, por ser el único que podía haber salvado a la Hermandad de la disolución absoluta. En 1703, se decretaron unos estatutos que cambiaban enteramente el objeto de la institución. De una sociedad activa, se transformó enteramente especulativa en su carácter. Dejó de construir templos materiales, y se consagró a la edificación del espiritual. Conservó los instrumentos y los términos técnicos del arte de la institución activa original, simplemente por el simbolismo religioso que éstos transmitían, y sus miembros invitaban a sus asambleas a los hombres de ciencia y de conocimientos, quienes podían encontrar en sus discusiones temas análogos a sus conocimientos intelectuales.
     Se vieron, desde luego, los resultados más prósperos, y en 1717 fue organizada la Gran Logia de Inglaterra, o más bien restituida al nuevo sistema de sociedad especulativa. El resultado pronto se vio en los otros países, pues debido a la instrumentalidad de la Gran Logia de Inglaterra la que llegó a ser, en realidad, la Logia Materna del Mundo, la Francmasonería fue restituida en todas partes. Las Logias del modelo inglés, que posteriormente dieron origen al establecimiento de las Grandes Logias en sus países respectivos, fueron organizadas en Francia en 1729, en Alemania en 1733, y en Italia en 1735. Se extendieron en otros países con más o menos actividad y fue establecida en 1733 en América. Desde entonces hasta nuestros días, la historia de la Francmasonería ha estado enteramente separada de la de la albañilería.
     Podemos ver, en conclusión, que los albañiles -que provenían principalmente de los Colegios Romanos de Arquitectos, del mismo modo que en Inglaterra, Italia y Francia; pero principalmente como en Alemania, de la confraternidad enclaustrada de monjes- se dedicaban a la construcción de edificios religiosos. Consistían principalmente de arquitectos expertos y hábiles operarios; pero como estaban dirigidos por los altos principios de su arte, poseían importantes secretos profesionales, los que los guiaban por medio de sentimientos profundos de devoción religiosa, y habían unido en sus labores a hombres instruidos, ricos, y de influencia, quienes asumían desde luego en el título de Francmasones, lo que les servía como prueba distintiva entre ellos y los trabajadores ordinarios y sin educación, muchos de los cuales eran de la clase servil.
     Posteriormente, en los principios del siglo XVIII, se deshicieron del elemento activo de su institución, y adoptando un carácter enteramente especulativo, llegaron a ser los Francmasones de nuestros tiempos, y establecieron una base imperecedera sobre la cual esta institución sublime manifiesta al mundo el sistema de religión más maravilloso y simbolismo moral que jamás ha contemplado el mundo.

Mackey, A. Gallatin (1981)    Enciclopedia de la Francmasonería. México, Grijalbo, 4 tomos.

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