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* * * * El gato con botas * * * *



Autor: Carlos Perrault

Había una vez un joven que estaba sentado junto a un arroyo, con aire muy afligido.

-¡Oh gato!- le dijo a un gato que tenía sobre las rodillas-. Mi padre ha muerto y ha dejado el molino al mayor de mis hermanos, el asno al segundo, y tú has quedado para mí, que soy el más pequeño. Pero... ¿de qué puedes servirme para ganarme la vida?

-Amo, dame solamente un par de botas altas, una bolsa y un poco de cuerda, y con tan pocas cosas lograré tu fortuna.

El hijo menor del molinero, asombrado de que el gato pudiera hablar, se echó a reir y le consiguió lo que quería. El gato fue a un prado, extendió la bolsa, la abrió, echó un poco de avena dentro y se tendió, fingiéndose muerto.

Muy pronto vinieron un par de conejos gordos y entraron corriendo a la bolsa. El gato tiró de la cuerda, y los conejos quedaron atrapados.

Contentísimo, el gato corrió al palacio real. Por suerte, el rey y su hija se estaban paseando por la terraza. De manera que el gato los saludó con una reverencia y les mostró los dos conejos muertos.

-¡Señor!- exclamó-. Mi amo, el marqués de Carabás, os hace llegar su humilde acatamiento y os ruega que aceptéis estos conejos.

-¡Oh!- exclamó la princesa-. ¡Qué suerte! Nosotros nunca comemos conejos.

Y el rey envió un mensaje de agradecimiento al marqués, después de lo cual el gato se alejó precipitadamente.

Durante algún tiempo, el gato fue a diario al palacio, llevando presas de caza como regalo; y la princesa, apenas lo veía aparecer, corría hacia él y le acariciaba la pelambre. Pero al gato se le había ocurrido un gran proyecto. Cierto día le dijo a su amo que fuera a bañarse a una laguna próxima a la carretera. El hijo del molinero se mostró sorprendido, pero el gato le rogó que hiciera lo que le aconsejaba. Por lo tanto, el joven fue a bañarse. Y apenas se arrojó al agua, el gato tomó su ropa y la ocultó entre unos arbustos.

En ese preciso instante pasó la carroza real, con el rey y la princesa dentro. El hijo del molinero se sumergió en el agua, pero el gato se adelantó audazmente.

-¡Socorro! ¡Socorro!- gritó-. Mi amo, el noble marqués de Carabás, se está bañando en la laguna y algún malvado le ha robado la ropa.

-¡Horrible! ¡Horrible!- gritó a su vez el rey.

Inmediatamente ordenó que un jinete fuera al galope a su palacio y trajese un traje de los usados por él cuando joven.

La carroza siguió la marcha, y cuando llegó la ropa, el gato ayudó a su amo a vestirla. Y el hijo del molinero tenía muy buen aspecto cuando reapareció la carroza. Realmente, parecía un príncipe.

-¡Sube! ¡Sube!- gritó el rey-. Ven a pasear con nosotros, marqués.

Y el joven, que se había enamorado de la princesa, subió a la carroza.

Pero el gato se les adelantó, corriendo, y les dijo a todos los campesinos del camino que, si el rey les preguntaba algo, dijeran que las tierras eran del marqués de Carabás. Los campesinos sabían que, en realidad, pertenecían a un terrible ogro. Pero el gato declaró que si no le decían al rey lo que él les había indicado, nunca volverían a dormir en paz. Por eso, siempre que el rey detenía su carroza para preguntar a quién pertenecían esas tierras, obtenía la misma respuesta.

-Por cierto que tienes una hermosa propiedad, marqués- dijo el monarca amablemente.

-Me enorgullezco de que Su Majestad así lo piense- respondió el hijo del molinero.

Pero, en realidad, estaba harto atareado con su amor por la princesa para fijarse mucho en lo que sucedía.

Mientras tanto, el gato se lanzó con la velocidad del rayo al castillo del ogro y tuvo la suerte de encontrarlo en la terraza.

-Buenos días- dijo el gato, haciéndole una reverencia.

-¿Quién eres?- preguntó el ogro.

-Soy un pobre viajero que ha oído decir que eres el ogro más inteligente del mundo. ¿Es verdad que puedes adoptar a tu antojo cualquier forma?

-Sí, ya lo creo- gritó el monstruo... y el gato retrocedió al ver a un terrible león.

-Te daré más miedo aún, forastero!- exclamó. Y de pronto, se convirtió en un oso de cuernos terroríficos. El gato fingió mucho miedo.

Cuando el ogro recobró su forma habitual, el gato le dijo:

-Naturalmente, no se puede esperar que te conviertas en algo pequeño.

-¡Míralo tu mismo!- bramó el ogro, herido en su vanidad.

El gato observó y vió que el ogro se convertía en ratón. Se abalanzó sobre él y lo atrapó; de pronto, los árboles comenzaron a aplaudir y las flores a sonreir y los pájaros a cantar, porque el gato se había comido al ogro.

En ese instante, llegó la carroza del rey, y el gato se acercó a la puerta.

-Si Su Majestad quisiera honrar el castillo del marqués de Carabás- dijo.

-¡Si la princesa quisiera honrarme también!- exclamó el hijo del molinero.

La princesa se apeó de la carroza, y el hijo del molinero, ahora ya convertido en marqués, se inclinó profundamente para besarle la mano.

Se necesitó un mes justo para preparar las magníficas bodas reales; y todo el país se regocijó cuando partieron los novios. El gato viajaba junto al cochero y llegó a ser guardabosques principal del castillo; desde entonces, gracias a su ingenio, todos vivieron felices.