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Andrew W K

Sitio Experimental España

AWK y el Pato

Mira atentamente este Pato durante un rato y adivina qué tiene de extraño

Heidi y AWK

...y aquí luego adivina dónde está el abuelito

MicroClip AWK

AWKPATO.EXE / AWKPATO.SWF / AWKHEIDI.SWF

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Gasta una broma a un amig@! Mándale un mail diciéndole que mire fijamente el pato de esta página: http://www.inicia.es/de/heybaby/Pato.html para encontrar lo que tiene de extraño y se llevará un buen susto. Funciona!!

Links

http://www.andrewwk.com/

http://www.islandrecords.com/awkworld/

http://www.hollerdigital.co.uk/andrewwk/

http://www.andrewwk.de/

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e-mail awksite@lycos.com

Creado por Vik & Pik

Traducción biografía MTV

Nacido en California y criado en Michigan, Andrew W.K. comenzó a tomar lecciones de piano clásico a una edad muy joven. Animado por sus padres, él continuó tocando el piano y tocó eventualmente la batería en su adolescencia, tocando en bandas numerosas de punk y de metal de Detroit. A los 17, comenzó a registrar el material a solas y se trasladó a New York City un año más adelante. Con la ayuda de amigos, él movió y realizó algunas grabaciones tempranas. En 1999, Andrew W.K. tocó docenas de maquetas arriba y abajo de la costa este, equipado solamente con un lector de cd, con un teclado y con un micrófono. También compuso 'Girls own juice' (el propio jugo de las chicas), EP entresacado de las primeras grabaciones. En 2000 compuso un segundo EP, llamado Party Till you Puke. Hubo más conciertos, un encuentro con The Foo Fighters y un festival belga de las artes, antes de que volviera a Nueva York para centrarse en la formación de una banda. Los miembros que consiguió fueron: Barreta Guitarista; batería Donald " D.T. ", ex-Obituary; bajista Gregg R.; y guitaristas E. Payne y sargento Frank. El equipo se trasladó la Florida, y a Andrew W.K. firmó con la discografica island records. Su álbum début, I get wet, era en verdad un esfuerzo nacional -- fue grabado en Michigan, Los Ángeles, New York City, Colorado, Minnesota y la Florida en 2001.

Crítica de concierto El país de las Tentaciones

Texto: Íñigo López Palacios

AMSTERDAM, un sábado por la noche de hace dos semanas. Sobre el escenario de la sala Melkweg, hay una banda de aspecto ridículo. Tres guitarristas, uno de los cuales no desentonaría en Mojinos Escozíos; un bajista skinhead cuarentón, un pianista que podría tocar en Status Quo… y presidiendo la escena, Andrew W. K., el líder, la persona que hemos venido a ver. El heavy más guarro de tu barrio. Pantalones de pitillo rebozados en barro, camiseta blanca vieja, melena lacia y grasienta, barba de varios días… Todavía no has superado el shock visual cuando comienzan a tocar. Y entonces la alucinación es total. Los temas de I get wet, su primer disco, suenan como Queen interpretados por Metallica, como The Clash haciendo el tema más épico de Meat Loaf con arreglos a lo Daft Punk, como Henry Rollins acompañado por Van Halen. Es una locura. La mezcla imposible de las melodías del pop, el volumen atronador del heavy metal y la velocidad del hardcore.

“Quiero que suene tan alto y tan fuerte como sea posible”, decía horas antes Andrew W. K. en un cinco estrellas, arropado por su compañía, Universal, como si fuera Jon Bon Jovi. Recuerda a Pau Gassols cuando llegó a la NBA. Sabe que tiene mucho que demostrar, es consciente de la expectación que levanta, y le gusta. Se ha pasado la noche despierto, dice, y se encuentra cerca de la afonía. “Nada muy apasionante. He estado pegado al ordenador. Pero no debería haberlo hecho. Si veis que cierro los ojos no os preocupéis. Intento conservar toda mi energía para el concierto”.

Comprensible. Andrew W. K. salta y corre, como un futbolista. Si hoy está en baja forma, en buen estado tiene que ser tremendo. El aspecto le acompaña. Más de metro ochenta de un físico de boxeador haciendo el pastiche más excéntrico que quepa imaginar. ¿Cómo es posible que este extraño personaje haya logrado que todo el mundo le adore? Entre sus defensores hay gente tan seria como diferente. Se han leído sus virtudes en publicaciones heavies, como Kerrang, en clásicos como Rolling Stone, en abanderados de lo moderno, como The Face y hasta en el NME, la publicación musical británica más influyente, rendida a sus pies.

¿El por qué? Sus directos. Una vez que olvidas tus prejuicios, el pastiche es irresistible. Sus músicos, reclutados entre bandas metálicas estadounidenses, son buenísimos. Y distintos a todo lo que se haya visto últimamente ¿Cuánto tiempo llevamos sin un grupo capaz de conjurar al espíritu festivo del rock? Andrew W. K. es vigorizante porque sus canciones son tan vulgares, tan faltas de cualquier pretensión que no sea divertir, que tomárselo en serio y diseccionarlo para demostrar que las partes son patéticas es absurdo. El resultado final es como las bebidas energéticas. El sabor no es bueno pero te levantan el ánimo quieras o no.

Pero para él no es una tontería. Cuando se le comenta que parece el antídoto para bandas como System Of A Down, tan depresivas ellas y que tanto gustan a los adolescentes, no se lo toma muy bien. “Para mí divertirme todo lo que pueda es una cosa muy seria. Y si alguien me acusa de que me tomo demasiado en serio le diré: ‘Déjame en paz. No vas a conseguir que me sienta mal por hacer lo que hago’. Por eso no cuestiono nunca las pasiones de otras personas. Esta música no es una reacción contra nada. Está hecha para que sea un potencial instigador para que la gente se sienta bien. Y eso es lo que importa. No tengo tiempo para preocuparme de nada más”. Contundente, pero educado. Como cuando el fotógrafo le sugiere que se haga la sesión sin ese cutre reloj digital estilo primera comunión. “No”, sonríe firme. Esto, su aspecto, estudiadamente desaliñado —tiene una dentadura perfecta, manos de pianista— y su vocabulario de lord… resulta chocante. No es Eminem, ni siquiera Noel Gallagher.

Sorpresa. Se comporta con las educadas maneras de un diplomático. No hay nada en él que recuerde al maniaco con la cara ensangrentada que aparece en la portada del álbum. “Me golpeé la nariz tan fuerte como pude, pero no sangraba lo suficiente y me cubrí la cara con sangre de cerdo”. Dave Grohl, ex batería de Nirvana y líder de Foo Fighters dijo, al verla: “Es la foto de hombre más sexy que he visto jamás”. Fue Grohl el primero que se fijó en este sujeto. “Eso fue hace dos años. Un amigo le hizo llegar un compacto con mis temas y él me pidió que tocara con él en un par de conciertos. Fue apasionante”.

“Parece que fue hace mucho”, dice. Andrew tiene ahora 22 años. Es el mayor de dos hermanos. El pequeño, de 17 años, es jugador de golf. “Tengo una familia maravillosa, nuestra relación es espléndida, soy muy afortunado, por haber contado con tanto apoyo y cariño”, dice muy serio. Su padre es un profesor que se mudó de California a Michigan. Allí es donde Andrew adquirió el W. K. Había un tocayo en clase y las iniciales eran la forma de distinguirse. También en Michigan se inició en este mundo. “Toco el piano desde que era muy pequeño: la música siempre ha sido parte de mi existencia diaria. No tuve un hermano mayor que me introdujera en ella. Siempre fue de mi propiedad”. Y por último, se hizo adolescente conflictivo. “Estaba cabreado. Me di cuenta de que no tenía todas las respuestas. Reaccioné con miedo y violencia. Pero visto con perspectiva fue bueno”. Además el muchacho era un colgado del death metal. Se resiste a dar nombres de grupos, pero reconoce que Nirvana no era lo suyo. “Me gustaba la música más ruidosa. Me gusta el rock porque es justo eso. Es muy grande y poderosa. Y yo quiero hacer música tan grande y poderosa como sea posible. Y no estar limitado por nada. Todo comienza con esto”, dice, mientras mueve las manos como si estuviera tocando el piano. “Después entra la batería”, y se golpea la palma de la mano con el puño. “Luego, las guitarras y la voz. Alta, muy alta, no tengo muy buena voz, pero quiero que suene tan dura como sea posible”.

Y así surgen esos himnos casi deportivos. “Sí”, dice, “me encantaría tocar en la Superbowl” ¿Cómo las estrellas de rock? “Mmm, ese término no me gusta. Las estrellas del rock no se preocupan por la música, viven aisladas. No, lo que quiero es divertirme”. De acuerdo. Invítanos a tu próxima fiesta.