La temática de la siguiente historia incluye relaciones sexuales explícitas entre dos adultos del mismo sexo con su mutuo consentimiento. Si eres menor de 18 años o en el lugar en el que vives este material es ilegal, por favor no leas más. La escritora y la persona que man-tiene la web en la cual aparece esta obra no aceptan ningún tipo de responsabilidad legal derivada del incumplimiento de la presente advertencia.

La MCA/Universal y Renaissance poseen todos los derechos sobre los personajes de Xena, Gabrielle, Argo y Cyrene. Su uso aquí no busca ningún tipo de beneficio, así como tampo-co infringir el copyright de este material. El resto de la historia (enviada el 14 de agosto de 1997--L.N. James) me pertenece. Ningún aspecto de la misma puede ser usado en ningún otro sitio sin el previo consentimiento de su autora. No puede ser alterada en forma alguna y la información del copyright debe aparecer siempre junto ella.

Cualquier comentario será, sin duda alguna apreciado, motivante, y deberá dirigirse a:

lnjames@squonk.net


(Nota: Cualquier correo electrónico que contenga obscenidades y/o inquina será rápidamen-te borrado y olvidado. No voy a debatir la existencia del subtexto. Si no estás de acuerdo con él ve a buscar otra historia para leer, por favor. Y para aquellos que abriguen ideas de naturaleza lasciva sabed que la probabilidad de que lleve a cabo alguna de mis historias con vosotros en la vida real o virtual es la misma que la que tiene una bola de nieve de sobrevi-vir en el Tártaro, ¿lo pilláis? :)
Ahora, vamos allá...


BIENVENIDA A CASA

de L.N. James

"Coming up close
everything sounds like welcome home.
Come home..."

“A medida que me acerco
todo suena como una bienvenida a casa.
Ve a casa...”

A.M.

~~~~~~~~~~~~~~

El fuego de campamento ardía ya con poca intensidad y el resplandor anaranjado apenas iluminaba el pequeño círculo de piedras que lo rodeaba. No se filtraba mucha luz a los lími-tes del campamento, la oscuridad avanzaba paso a paso. Delgadas y etéreas nubes blancas iban a la deriva atravesando la luna y las estrellas, cubriendo el cielo como telas de araña. El crepitar ocasional de la madera prendida y una multitud de tenues sonidos se oían a me-dida que las criaturas diurnas se preparaban para pasar la noche y las nocturnas comenza-ban su jornada. Un escalofrío recorría el aire y dos amantes se acurrucaban la una en la otra, buscando en su cercanía calor y comodidad.

¾Así que tu madre está decidida, ¿eh?

Gabrielle bostezó al terminar la frase, dejando reposar su cabeza sobre el amplio hombro de Xena, adoptando su posición preferida. El fuerte brazo de la guerrera rodeó a la bardo por la cintura y sus piernas se enzarzaron. Gabrielle usaba a Xena fundamentalmente como almohada, pasando la mayor parte de la noche con medio cuerpo sobre ella.

¾Sip.

El suave aliento de Xena acarició la parte superior del cabello de Gabrielle mientras se acercaba para besar su cabeza. Sonrió para sí cuando sintió a Gabrielle acercarse, eliminan-do el más mínimo espacio que pudiera quedar entre ellas.

¾Es difícil de creer, Xena. Tu madre ha vivido en la posada desde que naciste, ¿verdad? Y ahora se muda a una casa en el campo. ¿Tienes idea de por qué?

Xena se incorporó un momento, acomodó la sábana alrededor del hombro desnudo de Ga-brielle y restregó su pie contra la pierna de la bardo.

¾¡Eh! ¡Tienes los pies helados!

Con una risa suave, la guerrera simplemente acercó a Gabrielle más hacia ella.

¾Por eso estoy usando tu pierna para calentármelos, mi amor.

La joven alzó la cabeza y levantó una ceja hacia Xena, sonriéndole. Luego deslizó su mano bajo las colchas y la colocó sobre el estómago desnudo de su amante, provocándole un fuerte estremecimiento.

¾¡Ey! Deberías dejar las manos bajo la manta a partir de ahora, Gabrielle.

Con eso, Xena entrelazó sus dedos con los de Gabrielle y sus manos descansaron en el liso y tonificado estómago de la guerrera, subiendo y bajando con cada inspiración. La bardo se alzó, la besó con aire adormilado en la comisura de los labios y reposó la cabeza en la curva de su cálido y fuerte hombro.

¾Y respondiendo a tu pregunta, creo que madre sólo quiere un poco de paz y tranquilidad. Ya ha vivido suficiente en esa ruidosa taberna. Además, Toris va a seguir allí. Ella simple-mente la regentará durante el día y se marchará a casa por la noche. Estoy segura de que el cambio la hará feliz.

La otra mano de Xena trazó un dibujo al azar a través de la espalda de la bardo, rozando levemente con las yemas de sus dedos la suave piel mientras comenzaba a sentir cómo Ga-brielle se iba quedando dormida y sonrió cuando sintió a la bardo estirarse y fingir que ha-bía estado despierta todo aquel tiempo.

¾Mmm... Así que mañana ayudaremos a tu madre a mudarse... Menos mal que hemos acampado cerca... Así no tendremos que viajar tanto...

Las adormiladas palabras de Gabrielle se fueron silenciando mientras ella suspiraba satisfe-cha en la calidez de la mujer que amaba.

¾Sí, quiero pasar una noche más a solas contigo antes de ir a la aldea. Madre quiere que eche un vistazo a las cosas que todavía tengo guardadas allí, y eso probablemente lleve dí-as.

Xena soltó una suave risita cuando Gabrielle acarició uno de sus pechos con la nariz y ex-tendió su brazo alrededor de la guerrera, doblando la mano bajo su costado.

¾De acuerdo... día de mudanza... cajas...

Xena sonrió mientras escuchaba cómo las palabras de Gabrielle se iban haciendo cada vez más leves y sentía sobre la piel cada una de sus respiraciones. Colocó la manta alrededor suyo y de la bardo e inclinándose depositó un suave beso en la frente de Gabrielle. La bardo se revolvió de nuevo, atrapada a medias entre estar casi despierta y definitivamente dormi-da, y sus palabras empezaron a sonar como susurros incoherentes contra la guerrera.

¾... cálido... Xena... tengo que embalar mis pergaminos... esta noche... pan de nueces... mm hmm... de acuerdo... está bien...

Xena abrazó dulcemente a Gabrielle, acariciando su espalda y animándola a dormir con palabras suaves susurradas en el aire de la noche.

¾Shhh... duerme mi amor, duerme...

~~~~~~~~~~~~~~

La fresca niebla de primera hora de la mañana llenó el campamento, cubriendolo todo en una capa fina de vapor blanco y húmedo. El sol por su parte comenzaba a hacer retroceder al frío y al rocío como una manta, puliendo todo lo que tocaba. El fuego de campamento aún humeaba ligeramente, enviando en las ráfagas de aire un ligero olor a madera y perfu-mando con él aquel claro de bosque. Los pájaros más madrugadores acababan de comenzar sus trinos cuando un nuevo día despertó.

La joven bardo se desperezó, desacostumbrada a despertarse tan temprano por las mañanas. La guerrera rió suavemente ante la tibieza que se revolvía a su lado y usó su mano libre para agarrar el borde de la manta y arrojarlo sobre la cabeza de Gabrielle. Xena sabía que su joven amor prefería estar bajo las mantas en las mañanas húmedas y volvió a reír al sen-tir a la bardo todavía durmiente relajarse en sus brazos. Con Gabrielle pegada a su costado, la pierna de la bardo abandonada sobre las de la guerrera, su brazo a través de su estómago y la cara hundida en su pecho, Xena se dejo devolver al sueño siguiendo el ritmo apacible que le marcaba la respiración de Gabrielle.

~~~~~~~~~~~~~~

¾Despierta, dormilona.

Horas más tarde, esas suaves palabras rozaron el oído de Gabrielle, pero la bardo sencilla-mente se abrazó más fuerte a la guerrera y siguió durmiendo.

¾Gabrielle, es hora de levantarse.

Xena acarició ligeramente la rodilla de su bardo, posada en lo alto de sus propias piernas. Rió suavemente al ver su pelo dorado bajo la manta mientras Gabrielle emitía una serie de sonidos soñolientos, con el deseo de permanecer para siempre donde estaba claramente evidente por el abrazo que mantenía sobre el cuerpo de la guerrera. Xena recorrió gentil-mente con su mano, arriba y abajo, la espalda hasta el muslo de la bardo, incitándola sua-vemente a despertar con ligeros golpecitos.

¾Vamos, amor, arriba.

Con esto, Xena apartó las mantas y expuso a la medio dormida bardo a la luz matinal.

¾Mmm... noo... noo...

Las perezosas palabras de Gabrielle vibraron contra el pecho de Xena al tiempo que entre-cerraba sus ojos ante la luz el sol. Con una risa suave, observó cómo Gabrielle se situaba sobre ella y enterraba la cara en su cálido cuello, escondiéndose entre el sedoso y oscuro cabello. Sintió el familiar peso de la joven descansando sobre ella y los suaves latidos de su corazón contra su pecho. Con los brazos alrededor de su amada, Xena acarició la espalda de Gabrielle y depositó unos suaves besos en el cuello y la oreja de la bardo. Esta había sido su rutina cada mañana desde que se convirtieron en amantes, una rutina que ni la una ni la otra querían cambiar jamás.

¾Tenemos un largo día por delante, Gabrielle.

Xena sonrió al sentir a Gabrielle desperezarse y arquear la espalda, incorporándose de mala gana para mirar con somnolencia a su amante guerrera. Cuando sonrió, su expresión adqui-rió un cierto tinte lascivo.

¾¿Por qué tenemos que empezar tan temprano, Xena? No me veo capaz de encarar un día así habiendo dormido tan poco.

La bardo sintió las vibraciones de la risa de Xena cuando ésta elevó una ceja hacia ella.

¾Gabrielle, si por ti fuera estaríamos en la cama todo el día.

Gabrielle inclinó la cabeza y depositó un suave beso en los labios de la guerrera mientras recolocaba su muslo, apoyado firmemente contra la calidez de Xena. Con un rápido desliz de su lengua, la bardo profundizó el beso mientras presionaba su cuerpo totalmente contra el de la guerrera, acariciando con la mano uno de sus redondeados pechos. Se echó hacia atrás momentos después y miró a Xena con unos vidriosos ojos verdes como último rastro del prolongado y ahora ya desaparecido sueño.

¾¿Y eso sería malo?

Xena contuvo la respiración por un momento, siempre sorprendida de lo apasionada que Gabrielle podía mostrarse por las mañanas. Para alguien que había estado profundamente dormida tan sólo momentos antes, la bardo estaba ya completamente lúcida. La guerrera luchó contra el impulso de ceder al sentir que el muslo de Gabrielle comenzaba a moverse lentamente contra ella.

¾Lo sería, puesto que tenemos que llegar a casa de mi madre cuanto antes, Gabrielle. Está esperándonos.

La voz de Xena se intensificó y sus ojos se entrecerraron cuando las yemas de los dedos de la bardo rozaron suavemente su pezón. Gabrielle inclinó la cabeza hacia Xena, mostrando seriedad en sus ojos.

¾Tienes razón, no podemos quedarnos en la cama todo el día.

La guerrera cerró los ojos cuando sintió a Gabrielle apretar suavemente su pezón con los dedos. La bardo agachó la cabeza y depositó una serie de dulces besos en un lateral del cue-llo de Xena formando, con su cálido aliento, un suave susurro junto a su oído.

¾No estaría bien.

La guerrera inclinó su cuello a un lado y se estremeció ligeramente al sentir a Gabrielle atrapar el lóbulo de su oreja entre los dientes. Doblando una de sus rodillas, Xena se apretó contra el firme muslo al sentir que tiraba levemente de su pezón. Su bardo había vuelto a ganar esa temprana batalla mañanera.

¾Pero sin embargo tampoco tan mal, ¿no es verdad, Xena?

Gabrielle susurró en la oreja de Xena mientras su mano bajaba entre su propio y torneado estómago y el de la guerrera. Sonrió en el cuello de Xena cuando oyó la respiración de su amante acelerarse por su caricia y el esfuerzo que tuvo que emplear para poder decir algo.

¾N... no... nada mal, Gabrielle.

La bardo mordió la suave piel del cuello de Xena, dejando tras de sí un rastro de marcas rojizas mientras sus dedos se movían suavemente por la parte superior del triángulo de os-curos rizos. Levantándose un poco y apoyando su peso en el otro brazo, Gabrielle deslizó un dedo hacia abajo, rozando lentamente piel y humedad. Una sonrisa se posó en sus labios al oír la aguda inspiración en Xena. Después le susurró al oído, cerrando los ojos ante la humedad que allí había encontrado.

¾Mmm... de hecho yo diría que bastante bien, ¿y tú?

El gutural gemido de Xena respondió a la pregunta mientras la bardo volvía a mover su dedo hacia arriba, torturando a la guerrera con sus deliberadamente lentos movimientos y sus suaves palabras.

¾¿Te he dicho alguna vez que me encanta tocarte?

El musculoso brazo de la guerrera se dobló contra la espalda de la bardo mientras su otra mano alcanzaba ciegamente a enredarse en el cabello dorado de Gabrielle, atrayendo a su joven amor a un hambriento beso. Todo lo que Gabrielle pudo hacer fue separarse de él y deslizar su dedo hacia abajo, de nuevo a la calidez de Xena, y apoyar su palma contra la zona más sensible. Los ojos azules de la guerrera miraron de forma suplicante a los verdes de la bardo.

¾Te gusta que te toque, ¿verdad?

Xena movió sus caderas contra la mano de Gabrielle, y todo lo que la guerrera fue capaz de hacer fue asentir. Algunas veces estaba simplemente indefensa ante las palabras de la bar-do, su suave contacto y su efecto sobre ella. Y ahora mismo, esta bardo la tenía exactamen-te donde quería. Gabrielle sonrió mientras su dedo se deslizaba dentro de la calidez de la guerrera.

¾Mmm... eso pensaba.

Con los ojos fuertemente cerrados, Gabrielle empezó a tocar y explorar los lugares más íntimos de su guerrera. Los movimientos eran suaves, sus dedos acariciaban cada rincón de Xena con cariñoso detalle. La expresión de la bardo se tornó seria al estudiar su rostro, ob-servando cada emoción y sentimiento que pasaba por él, cómo cada movimiento que ella hacía se transformaba en una inspiración más profunda o su mandíbula se tensaba, o inclu-so en una pausada sonrisa. Había algo tan vulnerable en Xena cuando la bardo le hacía el amor que despertaba en ella intensos sentimientos de protección y el deseo de mantenerla a salvo. Era muy raro que bajara la guardia, excepto con Gabrielle. Confiaba en ella comple-tamente y la bardo lo notaba y lo valoraba.

Con acometidas suaves y lentas Gabrielle se movió contra Xena, tocándola profundamente y retrocediendo cada vez. Cuando sintió el deseo abrirse paso a través de su cuerpo, Gabrie-lle emprendió un ritmo constante contra el sensible centro con la palma de su mano y dos dedos ya en su interior. La respiración y los guturales gemidos de Xena revelaron a la bardo lo mucho que la necesitaba. Se inclinó hacia abajo y depositó sus labios sobre el oído de la guerrera, respirando con calidez, hablando con dulzura.

¾Te quiero, ¿sabes?

Las caderas de Xena comenzaron a moverse en sincronización con los movimientos de Ga-brielle y la tomó con fuerza entre sus brazos.

¾Te quiero tanto, Xena...

Gabrielle depositó sus besos sobre las mejillas, las cejas y los labios de Xena al tiempo que incrementaba el ritmo y la presión, absorbiendo cada sensación y sonido de la guerrera. Comenzó a sentir que el cuerpo de Xena se crispaba sobre sus dedos y escuchó los gemidos de placer que emitía hacerse más y más fuertes. Ya estaba muy cerca. Gabrielle elevó la cabeza y miró directamente a los ojos de Xena, que le devolvieron, en su reflejo, todo su placer y su amor.

¾Tanto...

Tras esa palabra, Xena cubrió con su mano la de Gabrielle y gritó cuando las sensaciones desbordaron su cuerpo. Mantuvo su mano allí, moviéndose con la bardo mientras ésta ex-traía hasta el último atisbo de placer de su cuerpo, con ambas mirándose a los ojos. Un úl-timo gemido y Xena elevó sus caderas contra la joven antes de dejarse caer de nuevo sobre la manta, con la respiración agitada y los ojos todavía cerrados.

Gabrielle sintió que la emoción la barría por dentro al mirar a la persona que amaba, y que siempre amaría. El mero hecho de saberse responsable del placer de aquella magnífica y hermosa mujer le llenaba el corazón. Gabrielle atrajo a Xena entre sus brazos, la abrazó tan fuerte como pudo y besó suavemente su cuello y su rostro hasta que fue capaz de recuperar el aliento. Sus corazones se sintieron mutuamente y latieron como uno solo.

Al cabo de un rato, los brazos de Xena encontraron también el camino alrededor del cuerpo de Gabrielle y le devolvió el abrazo, girándose hasta que dar de espaldas contra el suelo con Gabrielle sobre ella. Los azules ojos de la guerrera brillaron con fuerza al devolver la sonri-sa de la bardo.

¾Gabrielle, eres...

Xena presionó el cuerpo de Gabrielle contra el suyo y Gabrielle rió entre sus brazos. Luego se retiró y recorrió con su dedo los sonrientes labios de Xena.

¾¿Soy qué?

La guerrera hizo amago de atrapar el dedo de la bardo con sus dientes y rió también.

¾Eres maravillosa, mi pequeña bardo.

Los ojos de Gabrielle se iluminaron. Se reclinó, besó los labios de la guerrera y alzó una ceja mientras se echaba hacia atrás.

¾Si no recuerdo mal, eras tú quien decía algo sobre lo malo que es quedarse en la cama todo el día.

Las manos de Xena descendieron por el cuerpo de Gabrielle mientras le hacía cosquillas en los costados, sonriendo mientras la bardo se retorcía.

¾Obviamente, estaba equivocada.

Gabrielle alcanzó el suelo y con gran esfuerzo consiguió detener las manos de Xena mien-tras una sonrisa burlona le ocupaba todo el rostro.

¾¡Whoa-ho! ¡Uno a cero para la bardo! ¡Xena, la Princesa Guerrera reconoce que estaba equivocada!

Ambas rieron, Xena rodó y empujó fácilmente a Gabrielle sobre la manta, con una ceja levantada.

¾Ya sabes lo que le pasa a quien juega con fuego, Gabrielle.

La bardo sonrió abiertamente a Xena, rivalizando con su característico gesto.

¾Eso es precisamente lo que espero.

Justo cuando se disponía a morder cariñosamente el cuello de Gabrielle, la guerrera se de-tuvo e irguió la cabeza. Su atención se centró automáticamente en algo que se agitaba entre los árboles, a la derecha del campamento. La expresión de la bardo se tornó seria al sentir tensarse el cuerpo de Xena. Indicó a la bardo con los ojos y la boca que permaneciera en silencio, se deslizó de entre las mantas y agarró su espada. Avanzando con sigilo hacia aquel sonido y escuchando, la guerrera recorrió el camino hasta el borde del campamento e inspeccionó el bosque. De pronto se detuvo y se giró para encarar a la bardo, con una ex-presión de pánico en sus ojos.

¾...Xena... Gabrielle... ¿Dónde estáis?

Fue en ese instante cuando la bardo reconoció el agudo tono de voz de Cyrene atravesando el aire de la mañana. Abrió los ojos como platos al caer en la cuenta de que estaba desnuda, al igual que la guerrera, y comprendió la urgencia de la situación. No era como que Cyrene no fuera consciente de que Gabrielle y Xena eran amantes, sino más bien la certeza de que ninguna madre necesita ver realmente cómo se comportan, la prueba gráfica de lo que éstas hacen cuando están a solas.

Xena dejó caer su espada y empezó a revolver los alrededores en busca de su ropa;

Gabrielle trató de deshacerse de las mantas, pero sus pies se engancharon en ellas y avanzó a trompicones por el campamento mientras se lanzaba a por la suya.

¾Deprisa, se está acercando... ¡¿dónde está mi maldita bota?!

Xena corrió, ajustándose su ropa de cuero por el camino y registrando hasta el más mínimo rincón en busca de su bota, tratando de recordar si la arrojó cerca de la silla de montar o de la fogata.

¾¡Xena, no encuentro mi camisa! ¿Dónde la tiraste?

El susurro de Gabrielle sonaba frenético mientras se colocaba la falda e intentaba anudar sus botas, todo al mismo tiempo, examinando el caótico lugar por el que sus cosas habían sido diseminadas por una igualmente frenética guerrera, ocupada en encontrar una de sus botas mientras se colocaba el peto de la armadura.

¾... Gabrielle... Xena... ¿estáis aquí?

La voz de Cyrene se oía cada vez más cerca y bardo y guerrera se detuvieron un segundo, se miraron la una a la otra, luego en la dirección en que venía la mujer, a sí mismas y una vez más la una a la otra. Sus expresiones eran de terror absoluto. A la velocidad del rayo, Xena hizo una pirueta hacia delante y cayó rodando sobre el campamento, agarrando la codiciada prenda que buscaba y, continuando el movimiento, realizó un nuevo salto mortal hasta ir a caer sobre un tronco. Corrió sobre él, saltó en el aire, se agarró a una rama con una mano y lanzó la camisa de la bardo con la otra hacia donde ella estaba. Se balanceó, se dejó caer de la rama y girando de nuevo en el aire aterrizó junto a Argo.

Para cuando Cyrene llegó al campamento, Xena estaba cepillando a la yegua despreocupa-damente mientras Gabrielle se giraba hacia la madre de la guerrera con la camisa (más o menos) colocada y abrochada.

¾¡Aquí estáis, chicas! Os he estado llamando. ¿Por qué no contestabais?

Con las manos en las caderas, Cyrene miró de la bardo a la guerrera con ojos expectantes. Xena sonrió sin dejar de cepillar a Argo.

¾Buenos días a ti también, madre. Me alegra verte levantada tan temprano.

Cyrene entrecerró los ojos y miro a Xena fijamente, con lo que la procedencia de algunos de los gestos de la guerrera quedó por fin perfectamente clara.

¾¿Cómo que "temprano"? El sol lleva horas luciendo, más o menos las mismas que yo esperándoos. ¿Xena?

Los ojos de la guerrera se clavaron en los de la bardo y sonrió nerviosa ante el tono de voz de su madre. Por su parte, Gabrielle trató de actuar lo más inocentemente posible cuando Cyrene se giró hacia ella y luego, de nuevo, hacia Xena.

¾¿Sí, madre?

¾¿Y tu otra bota?

Los ojos de Xena se abrieron de par en par al ver su pie descalzo. “Hades”.

¾Em...

¾¿Y por qué está tan revuelto vuestro campamento? ¿Qué esta pasando aquí, Gabrielle?

Cyrene se giró hacia la bardo y esperó, con los brazos cruzados sobre el pecho.

¾Em...

"Hades. Piensa rápido, piensa rápido". La bardo sonrió, se dirigió hacia Cyrene y le rodeó el hombro con su brazo.

¾Verás, Cyrene, te lo explicaré. Justo momentos antes de que entraras en nuestro campa-mento, un horrible y gigantesco cíclope...

La bardo volvió la cabeza y guiñó un ojo a Xena mientras dirigía a la mujer hacia el camino que conducía a Amphipolis. A veces era necesaria una mentirijilla inocente que protegiera a las madres de ciertas... verdades delicadas. Mientras escuchaba el cuento de la bardo, Xena dejó escapar un suspiro de alivio y se sentó en el suelo. Se secó el sudor de la cara y exami-nó el campamento.

Sus ojos se entrecerraron y luego una repentina mirada de pánico cruzó su rostro. La gue-rrera atravesó corriendo el campamento y sacó su bota del fuego justo cuando la piel de la punta empezaba a humear. Hades, éste iba a ser un día muy largo.

~~~~~~~~~~~~~~

Xena entró en su pueblo natal tras haberse hecho cargo de la limpieza del campamento y encontró a Gabrielle dando feliz cuenta de un gran desayuno en la taberna de Cyrene. Al entrar, la bardo le saludó con la boca llena de pan de nueces.

¾¡Xena! Estoy aquí...

La guerrera elevó una ceja en su dirección y se dirigió a la mesa donde estaba sentada, examinando a la clientela que esperaba su desayuno en busca de su madre, y respiró alivia-da al no verla todavía. Cuando Xena se sentó y apoyó una bota en la silla que tenía al lado, Gabrielle le sonrió.

¾Siento haberte dejado sola con todo el campamento.

Xena alargó la mano y le dio una palmadita en el brazo antes de hacerse con una de las ga-lletas del repleto plato de la bardo. Saboreó la pastelería casera de su madre y cerró los ojos con deleite.

¾Mmm... No pasa nada. Tu talento bárdico nos han salvado. Gracias.

La guerrera abrió los ojos y sonrió a su joven amor, consciente de que una bardo era tan importante como una guerrera en numerosas ocasiones. Gabrielle deslizó su silla hacia la de Xena y compartió su desayuno, a base de fruta, tortitas dulces y panceta, con ella. Justo cuando la bardo iba a dar un buen mordisco a una manzana frunció el ceño, miró al otro lado de la mesa y luego a Xena. Se le acercó y susurró en su oído.

¾Xena, ¿qué le ha pasado a tu bota?

Xena miró el cuero ennegrecido, todavía humeante, y vio que su madre entraba en el come-dor procedente de la cocina. Bajó el pie y lo puso bajo la mesa con rapidez antes de mur-murar entre dientes y al tiempo que sonreía en dirección a su madre.

¾Una hoguera.

Gabrielle reprimió la risa al ver que Cyrene se acercaba a su mesa con las manos en las caderas una vez más, algo que era probablemente un gesto universalmente materno.

¾Vaya, Xena, por fin has decidido unirte a nosotras. Gabrielle estaba contándome de ca-mino hacia aquí que odias levantarte de la cama por las mañanas y que esa es la causa de que llegarais tarde. Y también de que fueses tan poco madrugadora cuando estabas en casa.

Cyrene sacudió la cabeza y Xena lanzó una mirada a Gabrielle, quien eligió ese preciso momento para ir a rellenar su vaso con la dulce leche de cabra de una de las jarras que ha-bía en la barra.

¾En cualquier caso, me alegro de que ya estés aquí.

Cyrene se agachó y besó a Xena en la mejilla, alborotándole el oscuro cabello. Muy pocas personas en todo el mundo conocido se hubiera atrevido a hacer algo así, pero su madre tenía derechos exclusivos para ello. La mujer, más mayor y canosa, quería a la guerrera para lo bueno y lo malo. La unión con su hija había sido suficientemente puesta a prueba durante sus años oscuros como para que algo así quedara asegurado. Incluso en aquellos días, Cyrene casi siempre pudo ver la versión ya crecida de la niña nacida de ella y criada en esa misma posada. Una niña pícara, siempre su ojito derecho, incluso cuando se metía en líos. Como prueba, la guerrera no había crecido como una princesa precisamente y había pasado muchos días de su juventud relegada a las tareas más duras de la taberna como cas-tigo por su travieso comportamiento. Pese a todo, Cyrene había creado una sólida forma-ción para sus hijos basada en el amor incondicional, que sin duda había ayudado a estabili-zar a Xena cuando su mundo se desmoronaba. Eso fue también lo que ayudó a la bardo a encontrar el camino hacia el corazón de aquella mujer. Ahora había vuelto al lugar que había llamado hogar durante tantos inviernos, aunque un hogar del que se había independi-zado hacía ya mucho tiempo.

¾Le estaba diciendo a tu madre que estoy impaciente por ayudarte a revisar tus cosas, Xe-na. Me ha estado contando que de niña almacenabas más que un ratón.

Gabrielle se levantó, rodeó con su brazo la cintura de Cyrene y le guiñó un ojo al contem-plar la exasperada expresión de la guerrera. Sin embargo, no podía negar la verdad; a pesar de la corriente y espartana existencia de Xena en los caminos, se las había arreglado para guardar prácticamente la totalidad de lo que poseía cuando era más joven y, en ese momen-to, esos recuerdos estaban empaquetados en la vieja habitación en que había crecido.

¾Bueno, ya nos ocuparemos de eso. Ahora mismo lo primero es recoger las cosas ya em-paquetadas de madre y llevarlas a la casa de campo.

Xena se levantó y dirigió a la bardo su mejor mirada de "ya me las pagarás cuando ella no esté". No estaba convencida de si era seguro dejar más tiempo solas a su madre y a Gabrie-lle.

¾Ya lo tengo casi todo listo, Xena. Sólo hace falta cargarlo y llevarlo a la casa. Ojalá Toris estuviera aquí para ayudar, pero ha tenido que ir a buscar provisiones a Albanius y no vol-verá hasta mañana.

¾Qué casualidad.

Xena farfulló algo en voz baja, pero sonrió de nuevo al ver que su madre la miraba por en-cima del hombro. Cyrene guió a Gabrielle por la parte trasera de la taberna, que había sido la residencia familiar tantos años, con Xena siguiendolas de cerca.

La guerrera creía conocer cada rincón y cada recoveco de la taberna como la palma de su mano, con una familiaridad construida a través de años y años de vivir entre sus muros. A pesar de llevar ausente los últimos doce inviernos, Xena aún llevaba un pedazo de aquel lugar en el corazón. Se sentía feliz de que su madre hubiese decidido no venderla; el no tenerla como un lugar al que siempre poder volver habría sido duro. Sonrió al ver a la joven charlar y reír amigablemente con su madre. La presencia de Gabrielle aquí también era algo agradable. Xena sonrió durante todo el camino hacia los aposentos de su madre.

Pero su sonrisa se desvaneció, de alguna forma, al ver exactamente cuántas cosas había empaquetado su madre para la mudanza. Cajas de madera, muebles, canastas, sacos, cacha-rros, cosas y más cosas atestaban la habitación principal que les servía de salón. Las viejas habitaciones de los niños y el dormitorio de Cyrene quedaban al fondo de ese cuarto. Las puertas de la suya y la de Toris (y Lyceus) permanecían cerradas, pero la de Cyrene estaba abierta y a través de ella podían verse más cestas y cajas apiladas.

¾¡Madre! ¿De dónde ha salido todo esto?

Xena echó un rápido vistazo y calculó que les llevaría más o menos la mitad del día llevarlo todo, si no más. Y por si fuera poco, a pesar de que la noche había sido fría, el calor y la humedad de finales de primavera empezaba a hacer ya acto de presencia. Iba a ser un día condenadamente largo y caluroso.

Cyrene se puso en jarras una vez más y miró a Xena. Gabrielle dio un paso atrás, se sentó sobre una de las canastas de madera y terminó de comerse su manzana contemplando la conversación entre madre e hija con una sonrisa permanente en la cara.

¾Hija mía, cariño, llevo viviendo en el mismo lugar más tiempo del que tú llevas de vida, lo cual me da derecho a tener tantos cachivaches como quiera. Y déjame recordarte que hay un mercado prácticamente entero sólo en tu viejo cuarto con el que también deberás vérte-las. Ahora, si no te importa, me gustaría empezar. Ya hemos malgastado las horas más fres-cas del día por tu dichosa manía de dormir.

Cyrene le dio la espalda y se puso a organizar y clasificar canastas para que su hija las lle-vara. Los ojos de la guerrera se entrecerraron hacia Gabrielle y meneó la cabeza, como prometiéndole que pagaría por aquello más tarde. La bardo sonrió con culpabilidad y se fue rápidamente a ayudar a Cyrene.

~~~~~~~~~~~~~~

Las seis horas siguientes transcurrieron en un proceso interminable de cargar cajas y mue-bles en el carro, conducirlo hasta la casa nueva de Cyrene, descargarlas otra vez y vuelta a empezar. Para cuando Gabrielle y Xena hubieron llevado el último bulto, siempre bajo la atenta mirada de Cyrene, ambas estaban cubiertas de sudor, exhaustas y hambrientas.

¾Xena, ¿por qué no vais al arroyo y os laváis un poco antes de que prepare la cena? Pero no tardéis mucho, no quiero que se enfríe.

Los ojos de Cyrene brillaron mientras alborotaba los húmedos mechones de la guerrera y sonreía a Gabrielle. Era muy probable que ella le hubiera dicho exactamente esas mismas palabras a Xena más veces de las que pudiera contar cuando estaba creciendo. Desgracia-damente, la guerrera había aprendido por el camino difícil lo que su madre quería decir acerca de no llegar tarde a cenar. Más de una vez Cyrene había salido en busca de una jo-ven Xena esgrimiendo un cucharón de madera para meterle prisa. Después de eso, los re-trasos habían desaparecido casi por completo.

Mientras Xena y Gabrielle se levantaban con esfuerzo de las cajas donde estaban sentadas, Cyrene se les acercó y les dio a ambas un beso en la frente.

¾Gracias, chicas. Habéis trabajado muy duro ayudándome hoy, y os adoro a las dos.

Gabrielle sonrió a Cyrene antes de tomar la mano de Xena y atraerla hacia ella.

¾Cyrene, ha sido un placer. Nos alegra haber podido echarte una mano para instalar tu nuevo hogar. Espero que seas muy feliz aquí.

Xena rodeó con un brazo y sonrió a la mujer que la había criado.

¾Madre, sabes que haríamos cualquier cosa por ti. Me alegra que hayas decidido encontrar un lugar en el que ser feliz.

Cyrene rió suavemente y las abrazó a ambas con fuerza. Había llegado a querer a Gabrielle tanto como a su propia hija y estaba feliz de que se hubieran encontrado la una a la otra. Mirando sus caras sudorosas, sonrió.

¾Ahora, marchaos. La cena estará lista pronto.

Las acompañó hasta la puerta antes de ir a preparar la cena, obligándose a recordar el hecho de que debía aumentar la cantidad de comida que normalmente hacía para acomodarse al apetito de la bardo. Por los dioses, una chiquilla tan pequeña... ¿dónde lo metía?

~~~~~~~~~~~~~~

Horas más tarde la guerrera y la bardo descansaban sentadas a la gran mesa del comedor de la nueva casa de Cyrene, saciadas por completo. Las actividades del día habían despertado su apetito y Cyrene, consciente de ello, las había animado a comer de más sólo para estar segura de que nada se malgastara. O al menos, ésa fue la excusa. Por encima de todo a la madre de Xena, como a todas las madres, simplemente le gustaba ver comer a sus hijas. Ahora todas se sentían mucho mejor.

¾Cyrene, estaba todo delicioso.

Gabrielle reposó su cabeza en el respaldo de la silla repantingándose perezosamente, inca-paz de hacer un solo movimiento más, con una gran sonrisa en la cara. Xena, que estaba en la misma posición, sólo pudo asentir como muestra de conformidad.

¾Bueno, chicas, me alegro de que os haya gustado. No quisiera meteros prisa, pero se está haciendo tarde y aún queda mucho que hacer aquí antes de instalarme. La cocina es un de-sastre y no sé si seré capaz de encontrar mi cama entre tantas cosas. Además, Xena, todavía tienes que recoger tu habitación esta noche.

Ese pensamiento hizo a la guerrera gruñir y cerrar los ojos. Su madre siempre le había he-cho limpiar su cuarto después de cenar, y al parecer aquello no había cambiado.

¾De acuerdo, de acuerdo. Vamos Gabrielle.

Xena se incorporó y ayudó a la bardo a levantarse. No le agradaba la idea de lidiar con los trastos de su habitación, pero se alegraba de que Gabrielle estuviera allí para ayudarla. Xe-na rodeó a la joven con su brazo y se dispusieron a regresar a la posada.

¾Os veré a las dos mañana.

Xena le dijo adiós con la mano y Gabrielle se giró para mirar a Cyrene. La mujer le hizo un guiñó y articuló un "temprano", a lo que la bardo asintió. No se atrevía a decir a Xena que su madre había decidido ayudarla a terminar con su costumbre de levantarse tarde al día siguiente.

~~~~~~~~~~~~~~

¾Yo digo que lo tiremos todo.

Xena se sentó con resolución en el diminuto espacio libre que quedaba en su cama, cubierta ahora de todos los trastos que había ido guardando durante años, y se cruzó de brazos mien-tras evaluaba la situación. La verdad es que allí no había nada de valor y, como de todos modos tampoco tenía un lugar para almacenarlo, no le veía la utilidad a todo aquel lío.

Gabrielle se levantó apartándose del baúl de madera contra el que había estado apoyada y se puso en jarras, moviendo su dedo a imitación de Cyrene.

¾Venga, Xena, sabes que deberías examinar tus cosas de forma metódica y organizada. Te propongo una cosa.

La bardo inspeccionó el cuarto frotándose las manos y calibró la situación.

¾Bien, hagamos un montón llamado "Cosas sin las que no puedo vivir". Serán los objetos sin los que, obviamente, piensas que no puedes vivir. Luego otro llamado "Cosas sin las que puedo vivir, pero preferiría no hacerlo" para lo que no estés segura. Luego "Cosas de las que solía pensar que podría vivir sin ellas, pero ahora debo conservar". Y desde luego "Cosas que algún día lamentaría haber tirado algún día de no ser por que mi dulce y hermo-sa novia Gabrielle me detuvo a tiempo"...

Xena se limitó a lanzar una mirada de resignación mientras la bardo empezaba a recoger cosas y crear pilas con ellas, meneando la cabeza de vez en cuando al ver las cosas que Xe-na había ido guardando. La guerrera por su parte se puso en pie, vació un par de arcones y comenzó a arrojar cosas a su interior. Gabrielle se detuvo y la miró.

¾¿Qué haces?

Xena le indicó la más llena.

¾Tirar.

Y luego la vacía.

¾Y guardar.

Meneando la cabeza, la bardo se acercó y rodeó con su brazo la cintura de Xena.

¾¿Sabes? Deberías guardar algo de todo esto... sólo para tener algún recuerdo de tu infan-cia.

Xena echó un vistazo para descubrir viejos pedazos de tela, una pelota de cuero y todo el gran surtido de los trastos y cachivaches que tenía. Sonriendo, se volvió hacia la bardo.

¾Gabrielle, recuerdo mi infancia perfectamente. No necesito estas cosas. Además, por si no te habías dado cuenta, no tenemos un almacén móvil para viajar por ahí y dudo mucho que quieras moverte por toda Grecia cargando todo esto en cajas.

Gabrielle sonrió y alzó un dedo en actitud ilustrativa.

¾Pero tenemos...

Xena la silenció con su mirada.

¾No, no usaremos a Argo como mula de carga.

El rostro de Gabrielle perdió por un momento el ánimo. Después miró hacia un montón de trastos e intentó una estrategia diferente.

¾De acuerdo, Xena, pero estoy segura que hay al menos una cosa en este cuarto que po-drías quedarte. Sólo una que podamos conservar y llevar con nosotras. No me gusta la idea de que te arrepientas de no haber guardado nada dentro de unos años.

Xena se giró y miró a Gabrielle. Era inútil discutir con la bardo. Por otro lado, Gabrielle parecía ser de las personas que guardarían tantos recuerdos como fuese capaz de adquirir si eso fuera humanamente posible. "Sólo una cosa no me va a matar", supuso la guerrera.

¾¿Qué te parece esto, por ejemplo?

Gabrielle se agachó, recogió del suelo un llamativo pedazo de tela naranja y se lo mostró a la guerrera.

¾Seguro que esto tiene algún significado para ti.

Xena elevó una ceja mientras Gabrielle daba vueltas a la tela y la miraba de arriba abajo tratando de entender lo que era, a juzgar por su expresión.

¾Em... Xena, ¿qué es?

La guerrera se le acercó y agarró el tejido de una manera que obviamente sólo para ella tenía sentido. Si se lo miraba de la forma adecuada casi podía adivinarse su función. Ante la mirada confundida de Gabrielle, sonrió y anudó la pieza sobre su falda de cuero. Después giró sobre uno de sus pies logrando que por fin se hiciera la luz en la mente de la bardo.

¾Es lo primero que hice cuando empecé a coser. Es una especie de falda.

Gabrielle contempló la torcida costura y el enrevesado corte de la tela y meneó la cabeza.

¾Debo decir que has mejorado mucho en este aspecto, Xena.

Entre risas, Xena se quitó la falda y la arrojó a la caja de deshechos. Luego se inclinó sobre un baúl abierto y sacó de él una pequeña espada de madera, fabricada para manos igual-mente pequeñas y no más larga que su antebrazo. Sonrió, la hizo girar sobre sí misma y recorrió la tosca hoja con la mano. Gabrielle dejó de rebuscar en la caja que ahora reclama-ba su atención y fue hasta ella.

¾¿Qué es eso?

Xena la miró son una sonrisa en la cara y expresión ausente.

¾La espada que hice con Lyceus cuando tenía seis años. La estuvimos compartiendo hasta que él se fabricó la suya. ¿Ves? Grabamos nuestras iniciales sobre la hoja.

La sostuvo por la parte más trabajada y se la mostró a Gabrielle. Allí, en el oscuro tono de la madera, pudo ver las letras 'X' y 'L' torpemente cinceladas. Xena recorrió las hendiduras con su dedo y sonrió al recordar las batallas que Lyceus y ella habían entablado con los romanos, corriendo por toda la posada, atacando a enemigos invisibles, planeando estrate-gias, celebrando victorias. De aquello parecía haber pasado toda una vida. Sonrió de nuevo y puso la espada sobre un nuevo lugar para los "quizás".

¾Oh, Xeennaa... ¿qué tenemos aquí?

La cantarina voz de Gabrielle la sacó de su ensoñación y miró a la bardo, sentada en el sue-lo con un montón de pergaminos en las manos. Levantó uno y sonrió traviesamente.

¾¡Eh!

Xena se lanzó hacia ella, pero la bardo fue más rápida. Saltando detrás de una caja para protegerse, lo desenrolló y comenzó a leer en voz alta.

¾Querida Xena. Me gustas. ¿Te gusto yo? Rodea el Sí o el No. Firmado: Stefanos.

Riendo con fuerza, Gabrielle zarandeó el pergamino en el aire mientras Xena la miraba con los brazos en jarras.

¾¡Xena tenía novio! ¡Xena tenía novio!

¾¡Para ya! ¡No es verdad! ¡Dame eso!

Xena elevó una mano y se lo arrebató con facilidad antes de ir hasta donde descansaban los demás y recogerlos todos del suelo.

¾No son más que cartas estúpidas escritas por críos y sólo otro crío se burlaría de alguien por conservarlas.

Con eso, Xena fue a grandes zancadas hasta la pila de 'Tirar' y los arrojó dentro, sacudién-dose después las manos.

¾Oh, Xena, vamos. Me estaba riendo contigo, no de ti.

Gabrielle tomó su mano y la atrajo hacia sí, sonriendo a su enorme y dura guerrera por la idea de que conservara unas viejas cartas de amor de cuando tenía seis años.

¾Pues a mí no me hace gracia.

Xena trató de mantener la seriedad mientras miraba a la bardo, pero se vio incapaz de re-primir la sonrisa que se asomó a sus labios. Ambas sonrieron mientras la guerrera echaba un vistazo al montón de cartas de amor que tenía. Después de encogió de hombros y miró a Gabrielle.

¾¿Qué puedo decir? Todos querían que fuese su novia.

Gabrielle meneó la cabeza.

¾Algunas cosas nunca cambian.

Sonriendo, la bardo miró hacia los pergaminos y descubrió uno pulcramente doblado y con un complicado diseño geométrico. Se agachó y lo mostró a Xena.

¾¿Puedo leer éste?

Xena agarró el pliego y le echó un vistazo. Los pliegues formaban triángulos dentro de cuadrados y todo ello dentro de un rectángulo más grande. Después se lo devolvió y sonrió.

¾Claro. Lo escribí cuando tenía siete años.

Gabrielle miró a Xena sorprendida mientras desplegaba el papel, sonriendo al reconocer la concisa letra de Xena aun incluso de niña. Junto a las letras había un dibujo de una figura de larga melena sobre un caballo con otra figura alargada a su lado. Ambas sonreían y ca-minaban a través de un campo de hierba.

"Algún día seré una princesa
y haré cosas buenas por la gente
y tal vez tenga un caballo
y un amigo con quien viajar
y cabalgaremos por todas partes
ayudando a quienes nos encontremos
y nunca seré mala
y algún día seré feliz."

Gabrielle permaneció mirando aquellas palabras, las releyó y elevó lentamente su vista ha-cia Xena. Ella se encogió de hombros y sonrió.

¾Como poema no es gran cosa. Ni siquiera rima.

Gabrielle se le acercó y la abrazó con fuerza. La idea de que la misma persona que tenía delante hubiese escrito algo así de niña la hizo sentirse feliz y triste al mismo tiempo.

¾Xena, ¿puedo quedármelo si no lo quieres tú?

La guerrera de apartó ligeramente y miró a Gabrielle. Sonriendo, se inclinó y la besó sua-vemente en los labios antes de contestar.

¾Supongo que sí. Siempre y cuando prometas no enseñárselo a nadie.

Gabrielle sonrió y abrazó una vez más a la guerrera.

¾Lo prometo. Gracias...

Xena meneó la cabeza y fue hasta otra caja para seguir revisando sus cosas. Gabrielle por su parte miró una vez más el pergamino antes de doblarlo exactamente como estaba y guar-darlo en su bolsa. En ese momento juró conservarlo para siempre.

~~~~~~~~~~~~~~

Horas más tarde, la habitación estaba totalmente organizada. La bardo se puso su camisa de dormir mientras Xena hacía espacio en la cama y sonreía al contemplar la cantidad de cosas que había en la pila de 'Tirar' y las pocas en la de 'Guardar'. Ahogó una risa ante la idea de que Gabrielle hubiese querido aquel viejo poema que había escrito hacía tanto tiempo, pero la bardo era una sentimental nata y Xena la consentía siempre que le era posible. Dando media vuelta, la joven miró a la guerrera.

¾¿Qué es tan divertido?

Xena sonrió y cruzó la habitación, rodeó a la bardo con sus brazos y se inclinó para besarla en la frente.

¾Nada, es que me alegra estar aquí contigo.

Gabrielle elevó una ceja y asintió.

¾Sí, claro. Lo que tú digas.

Xena sonrió a Gabrielle mientras ésta se apartaba de sus brazos. Con aquella camisa, su joven amada estaba absolutamente preciosa. "Dioses, ¿cómo había podido tener tanta suer-te?"

¾Entonces, Xena, ¿qué has decidido quedarte de todo esto?

Gabrielle se cruzó de brazos y contempló a la guerrera ir hasta la alforja que tenía junto a la cama y sacar de ella la pequeña espada de madera que una vez compartió con Lyceus. Ga-brielle no se sorprendió en absoluto. Sonriendo, rodeó la cama y se puso a su espalda, abra-zándola con fuerza mientras apoyaba la cabeza sobre su espalda.

¾Sabía que sería eso. Y me alegro.

Xena miró sobre su hombro y sonrió a Gabrielle cubriéndole las manos con las suyas.

¾Bueno, supongo que a veces no es mala idea conservar algo de nuestro pasado.

Xena rió suavemente y se volvió sonriendo en los brazos de Gabrielle.

¾¿Entonces estás lista para acostarte ya?

Gabrielle asintió y sonrió. Se sentía feliz de que la guerrera le hubiera permitido ver esta faceta suya, las cosas pertenecientes a un tiempo en el que Gabrielle sólo podía imaginar cómo era su amante. Todo aquello le había dado pistas acerca de qué era lo que había hecho a Xena ser quien era, y eso era importante para ella porque muy pocos tenían esa oportuni-dad.

¾Déjame refrescarme y volveré a la cama enseguida.

Xena asintió y sonrió a Gabrielle mientras la joven se dirigía por el pasillo hacia el aseo. Al examinar los objetos que habían estado ordenando en la habitación, la guerrera sonrió lige-ramente. Cada cosa que había tocado esta noche tenía, de un modo u otro, significado para ella. Cada cosa que había guardado en casa de su madre la había guardado por alguna ra-zón, como un modo de recordarse a sí misma quién había sido y qué había sido importante para ella por aquel entonces. Ver todo eso ahora le había devuelto cada uno de esos recuer-dos con el más mínimo detalle. Ésta había sido su casa una vez y, junto a los objetos que habían permanecido allí, una parte de ella había permanecido también. Sin embargo, cada vez se sentía menos conectada con los objetos de su pasado. Por supuesto, todo lo de sus Años Oscuros había sido destruido y olvidado hacía tiempo (o al menos, ella trataba de olvidarlos). Pero últimamente, y no sin sorpresa, se sentía más conectada y segura con Ga-brielle y las cosas que ambas compartían. Esta habitación y su vieja vida las sentía como un familiar y distante recuerdo que no deseaba mantener por más tiempo.

La guerrera retiró las sábanas de la cama en la que pensó que probablemente nunca volvería a dormir de nuevo y se metió bajo ellas, sonriendo ante el familiar aroma y tacto del lecho que le había pertenecido durante tantos años. Su casa y su cama estaban ahora con Gabrie-lle, sonrió ante ese pensamiento y se adentró en ese cálido lugar de su corazón.

Pero a veces, volver a casa puede ser más duro de lo que uno puede llegar a imaginar.

~~~~~~~~~~~~~~

En cuanto volvió del baño, Gabrielle se unió a la guerrera en la cama. Sonrió a la luz de la vela mientras miraba a Xena, que yacía con las manos detrás de la cabeza y los tobillos cruzados, contemplando el techo. La guerrera se volvió y sonrió a la bardo, de lado, con la cabeza apoyada en su mano y el codo sobre la cama. Las palabras de la bardo apenas super-aron la intensidad de un susurro.

¾Un dinar por tus pensamientos.

Xena miró hacia arriba, sonrió y se volvió una vez más hacia Gabrielle.

¾Sólo estaba pensando en cuántas veces he mirado este mismo techo pensando en... cosas.

Gabrielle posó una mano sobre la suave sábana que cubría el cuerpo de Xena y acarició ligeramente su costado.

¾Hmm... ¿Qué tipo de cosas?

Xena cerró los ojos y sonrió. El estar allí, tumbada en la antigua cama de su antiguo cuarto, le traía tantos recuerdos... Noches que pasó imaginando lo que llegaría a ser algún día.

¾Mmm... solía pensar en lo que sería de mayor. Algo así como en ese poema.

Gabrielle sonrió ante la imagen. Una joven Xena tumbada en aquel mismo lecho cuestio-nándose sobre su futuro. La bardo suponía que aquella chiquilla nunca podía haber imagi-nado que haría las cosas que había hecho o convertirse en quien era hoy. Gabrielle se acer-có y besó a Xena en la comisura de los labios provocando que ésta abriera los ojos y le son-riera ligeramente. Pero sus ojos, a pesar de todo, estaban tristes.

¾Quién me iba a decir que me convertiría en la Destructora de Naciones, la Princesa Gue-rrera. Ojalá lo hubiera sabido.

Los ojos de Gabrielle se tornaron serios y dejó su mano descansar firmemente sobre el es-tómago de Xena mientras miraba sus dolientes ojos.

¾Xena, nadie puede saber cómo lo que nos pasa en la vida va a modelarnos y a llevarnos en una dirección u otra. E incluso si lo hubieras sabido, ¿qué podías hacer?

La mano de Xena descendió desde detrás de su cabeza y comenzó a trazar con los dedos figuras perezosas sobre el dorso de la de la bardo. Al cabo de un rato devolvió su mirada al techo y sus ojos recorrieron de nuevo todas y cada una de las familiares marcas que había contado de niña, por las noches. Los cerró, dejando que sus palabras surgieran suavemente.

¾Lo habría evitado.

Las cejas de Gabrielle se elevaron a la par pensando en lo que Xena acababa de decir. De repente, al comprender su sentido, una expresión de incredulidad y terror acudió a su rostro. Agarró las manos de Xena y se incorporó con rapidez sobre la cama.

¾¡Xena, no digas eso!

La guerrera abrió los ojos y su boca formó una tirante sonrisa. Se elevó hasta quedar apo-yada sobre un codo y devolvió la mirada a Gabrielle.

¾Es la verdad. Si hubiera sabido entonces que me convertiría en un monstruo, me habría asegurado de no llegar a los dieciséis años.

Los ojos de Gabrielle comenzaron a enturbiarse conforme las consecuencias de lo que su amante estaba diciéndole se abrían paso hasta su corazón, que para ese momento latía ya con más fuerza de la normal.

¾Xena, por favor... no lo dices en serio. Dime que no.

Las palabras de la bardo surgían entrecortadas debido al esfuerzo que estaba haciendo por mantenerse tranquila. El impacto de esa confesión después del día que habían compartido estaba afectando a Gabrielle con exagerada intensidad. Seguramente, Xena no quería decir algo así.

¾Gabrielle, si acabar con una vida hubiese significado la salvación de todos aquellos a quienes he matado, lo habría hecho.

Gabrielle la miró mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. No podía imaginar cómo hubiera sido la vida si Xena no se hubiera convertido en la persona que era ahora. Manteniendo la voz tan estable como pudo, sacudió la cabeza ante la mujer.

¾Xena, piensa en las vidas que se habrían perdido si no te hubieras convertido en quien eres ahora, hoy. Has salvado tantas...

Xena se incorporó y se deslizó las manos por el pelo antes de volver a mantener la mirada de la bardo.

¾Pero Gabrielle, ¿es eso suficiente? ¿Lo será alguna vez? Creo que nunca seré capaz de salvar a tantos...

Gabrielle tomó las manos de Xena y la miró; las lágrimas seguían fluyendo por su rostro mientras sus manos permanecieron unidas.

¾Xena, si te pasas el resto de tus días haciéndote esa pregunta y dándote esa misma res-puesta, jamás encontrarás paz. Te quiero demasiado como para ver cómo luchas con esa culpa. Dime una cosa. ¿Eres feliz?

Xena miró hacia abajo y otra vez a la bardo, y respondió a su pregunta mientras veía refle-jados amor y preocupación en los ojos de aquella mujer.

¾Soy todo lo feliz que puedo ser, Gabrielle.

Retirándose, la bardo apartó sus manos de las de Xena y se quedo mirándola con el ceño fruncido.

¾¿Qué quieres decir con "todo lo feliz que puedo ser"?

Los azules ojos de Xena miraron de nuevo a Gabrielle mientras dejaba caer sus hombros. Las palabras fluyeron de ella suavemente.

¾Quiero decir tan feliz como tengo derecho a ser.

Gabrielle se levantó alejándose de la cama. Cuando volvió a girarse, sus ojos fulminaron a Xena.

¾Así que piensas que no mereces ser más feliz de lo que ya eres por todo lo que has hecho en el pasado. ¿Es eso?

Xena levanto la vista hacia la bardo, sorprendida por su repentina furia. Sus ojos azules mostraron un tinte de arrepentimiento a la vez que asentía con la cabeza.

¾Sí, supongo que eso es lo que pienso, Gabrielle.

La bardo dio la espalda a Xena de nuevo mientras cerraba los ojos y tomaba aire profunda-mente. Cuando sintió que Xena se incorporaba tras ella y colocaba sus manos sobre sus hombros, Gabrielle se giró antes de comenzar a hablar.

¾¿Así que no sólo hubieras preferido matarte a vivir la vida que tuviste, sino que crees que no mereces ser realmente feliz estando viva?

Xena dio un paso atrás ante la ira que detectó en la voz de Gabrielle. La mandíbula de la bardo se apretó mientras se mantenía firme, exigiendo una respuesta. La forma en que aca-ba de resumir su conversación hizo pensar a Xena. A pesar de que había dicho lo que pen-saba que había en su cabeza, aquello era algo que en realidad nunca había confesado en voz alta a nadie. ¿Era esto lo que realmente quería decir?

¾No lo sé, Gabrielle.

La bardo permaneció en silencio, mirando a la mujer que amaba. Lentamente se pasó los dedos por el pelo y se giró, intentando dar sentido a toda aquella conversación y sus impli-caciones. La guerrera miró la espalda de la joven bardo, su blanca camisa de dormir mo-viéndose con cada inspiración que Gabrielle tomaba. De repente, Xena necesitó ver la cara de la bardo. Necesitó ver qué había en sus ojos.

¾Gabrielle, por favor. Mírame.

La bardo elevó la mirada hasta el techo de la vieja habitación de la niñez de Xena, tomó una profunda inspiración y cerró los ojos. Había tanto que pensar. Tanto...

¾Por favor.

Xena puso su mano en el hombro de Gabrielle y temblaba visiblemente para cuando la bar-do se volvió. Su joven rostro presentaba una de las expresiones más tristes que Xena había visto nunca. Era casi de derrota, algo que la bardo nunca había mostrado. Con preocupa-ción, la guerrera tocó las mejillas de Gabrielle, un breve contacto que ocasionó que sus ver-des ojos se cerraran.

¾¿Qué ocurre, amor? Dime qué estás pensando.

Las palabras de Xena fueron suaves y suplicantes mientras colocaba ambas manos en la cara de Gabrielle. La bardo tomó otra honda inspiración y abrió los ojos. Atrapando las manos de Xena entre las suyas, Gabrielle las alejó de ella y las soltó. Las palabras de la bardo surgieron con levedad.

¾Xena, no sé si puedo vivir con alguien que preferiría no haber existido. No sé si puedo vivir con alguien que no se permite a sí mismo ser feliz, que no se permite vivir plenamen-te. Yo...

Al mirar a Xena a los ojos, Gabrielle tomó aire. Por mucho que la guerrera intentara ocul-tarlo, una pequeña sombra de pánico apareció en sus ojos azules antes de ponerse su másca-ra de guerrera. La bardo habló de nuevo.

¾Xena, te quiero más de lo que pueda llegar a decirte nunca. Te quiero tanto que duele. Y créeme, ahora mismo... duele demasiado...

Una lágrima descendió por la mejilla de Gabrielle mientras miraba a Xena. Los propios ojos de la guerrera se empañaron mientras apretaba la mandíbula ante la sensación de náu-sea que le sobrevino en aquel momento. Lo último que quería era hacer daño a Gabrielle, y saber que eso era precisamente lo que estaba consiguiendo... la hacía sentir enferma.

¾Gabrielle...

Xena intentó secar la lágrima de la mejilla de la bardo, pero Gabrielle se apartó.

¾No.

La mano de Xena cayó hasta su costado y permaneció así, aturdida.

¾Xena, tú eres mi hogar. Lo has sido desde hace tiempo, y hasta ahora pensaba que lo que teníamos era...

Gabrielle tomó aire. ¿Cómo había cambiado tanto la situación? Tan sólo unas horas antes bromeaban y ahora...

¾Pensaba que lo que teníamos era... suficiente. Pero ahora mismo, no lo sé...

Gabrielle miró a Xena, quien permanecía totalmente quieta. Lentamente, la guerrera se sen-tó en el borde de la cama mirando al vacío, incapaz de decir nada. Parpadeó y miró a Ga-brielle, la única persona sin la que no podía vivir. La única persona que amaba más que a nada en el mundo. La mujer que podía perder.

¾Gabrielle... por favor, no me dejes.

Con esas palabras, Xena cerró los ojos mientras una solitaria lágrima se abría paso por su mejilla. El peso de reprimir sus emociones se volvía cada vez más duro. Su garganta estaba tensa, su respiración más forzada. Era como si el aire de la habitación hubiera sido extraído, obligándola a luchar por cada inspiración, contra la oscuridad cerniéndose sobre ella, aplas-tándola.

Gabrielle se acercó, se agachó frente a Xena y puso sus manos en las rodillas de la guerrera mientras miraba a la cara de la mujer que amaba con todo su corazón. Sus palabras fueron suaves pero firmes cuando ésta abrió los ojos.

¾Necesito saber que no te arrepientes de estar aquí conmigo ahora mismo y necesito saber que te hago más feliz de lo que nunca has sido en tu vida. Si no puedes sentir eso ahora mismo, con todo tu corazón, por lo que has vivido en el pasado, entonces...

Gabrielle dejó la frase sin acabar, puesto que ambas sabían exactamente lo que quería decir. Tomando una honda inspiración, Xena miró a Gabrielle. No había nada que no diera por esta joven, nada que no hiciera por este amor. Posando sus manos encima de las de la bar-do, la guerrera habló.

¾Gabrielle, jamás me he arrepentido de uno solo de los segundos que he pasado contigo, ni un solo momento. No hay nada de lo que nos haya ocurrido juntas que lamente. Te amo tanto y soy tan feliz contigo que no puedo evitar pensar que nadie merece ser tan feliz...

Gabrielle intentó hablar pero la guerrera tomó la mano de la bardo y besó su palma ponién-dola sobre su mejilla mientras meneaba la cabeza.

¾Lo sé, lo sé... pero te estoy diciendo lo que pasa por mi cabeza cada mañana en que nos despertamos juntas. Te miro cuando despiertas echada encima de mí con ojos perezosos, tan hermosa, y pienso que soy más feliz de lo que nunca he sido o alguna vez podré ser.

Xena miró a los ojos verdes de Gabrielle mientras la bardo escuchaba sus palabras, espe-rando ser capaz de decir lo correcto, de expresar lo que quería decir, de decirle a esta mujer lo que había en su corazón.

¾Gabrielle, si cambiar de algún modo una sola cosa de mi vida significa no tener nunca la oportunidad de amarte como lo hago ahora mismo, no lo haría. Créeme.

Gabrielle cerró los ojos mientras las lágrimas le caían por la cara. Necesitaba oír eso. Nece-sitaba saberlo. Parpadeando para aclarar su vista, la bardo miró a Xena con una pequeña sonrisa en los labios.

¾Esperaba que dijeras algo así.

Los ojos de Xena se suavizaron y tomó la cara de la bardo en sus manos, mirando profun-damente en los ojos verdes de su joven amante.

¾Gabrielle, yo...

Xena se detuvo al verse invadida por una repentina oleada de emoción, tomando conciencia de lo mucho que había herido a Gabrielle con palabras procedentes de un alma culpable. No iba a permitir que esa culpa y los pensamientos inspirados por ella hirieran a su amor nunca más. Sabía que tenía que ponerle fin ahora mismo, en aquel lugar, si quería tener la oportu-nidad de mantener a Gabrielle en su vida para siempre. No podía vivir en el pasado, no po-día borrar sus días como señor de la guerra con el simple deseo de no haber existido. Y no podía negarse a sí misma la verdadera felicidad porque significaría negar a Gabrielle. Eso era algo que Xena era completamente incapaz de hacer, y no haría.

¾Gabrielle, lo siento tanto...

La guerrera cerró con fuerza lo ojos mientras apretaba la mandíbula contra las lágrimas que la atenazaban. Gabrielle contempló la cara de dolor de su guerrera y se levantó, apoyando la cabeza de Xena contra su estómago, acercándose más a su amante. Ciegamente, Xena puso sus brazos alrededor de la cintura de la bardo y la abrazó con fuerza, como si su vida dependiera de ese abrazo. Y para ser honestos, lo era. Lágrimas silenciosas caían contra el suave algodón de que estaba hecho el camisón de Gabrielle mientras la bardo sujetaba un hombro de Xena con una mano y le pasaba los dedos por su oscuro cabello, consolándola.

La bardo cerró los ojos mientras abrazaba fuertemente a Xena y pensó lo que había sido aquella noche. Empezó a temblar ligeramente sobre lo cerca que habían estado, lo cerca que habían estado de... ni siquiera quiso acabar la frase. No podía soportar la idea de que Xena prefiriera estar muerta a haberse convertido en quien era, pero sabía que esas palabras fue-ron dichas a través de la profunda culpabilidad de la guerrera.

Nadie había dicho que sería fácil amar a alguien como ella. Nadie había dicho "Gabrielle, a veces vas a tener que ser fuerte por las dos". Nadie le había dicho que podría ser herida por cosas que ocurrieron o que debían haber ocurrido. Pero, por los dioses, no iba a pagar los pecados del pasado a costa de su amor y felicidad presentes. Si eso significaba obligar a la guerrera a confrontar esas situaciones como lo había hecho aquella noche, entonces así se-ría. La bardo iba a luchar por aquel amor hasta su último aliento.

Xena se apartó. Sus ojos estaban húmedos mientras miraba a Gabrielle, emocionalmente exhausta por lo ocurrido aquella noche, pero también embargada por un sentimiento más fuerte de su compromiso y su unión. La mujer que estaba frente a ella era posiblemente la persona más hermosa, fuerte y adorable que había conocido nunca. Su corazón se henchió al pensar en la suerte que tenía de que Gabrielle la hubiese elegido precisamente a ella para crear un hogar.

¾Te quiero tanto, Gabrielle. Tanto...

La bardo miró sus azules ojos y sonrió. Escrito en la cara de la guerrera vio la más pura felicidad, nada reprimido, ningún atisbo de arrepentimiento. Puro y simple amor y felicidad en aquel momento. Agachándose, Gabrielle rozó suavemente los labios de Xena con los suyos y se apartó.

¾Yo también te quiero, Xena.

La guerrera la abrazó con fuerza mientras la bardo se volvía para besarla de nuevo. Le ro-deó la cara con las manos y besó sus mejillas, saboreando la sal de unas lágrimas ya secas. Después repitió la caricia sobre sus párpados y sus cejas, sobre su frente, como prueba de su amor. Se apartó y la miró profundamente a los ojos, y ambas vieron en el corazón de cada una ese momento, reafirmando así su destino juntas.

La bardo tomó las manos de Xena y la levantó suavemente, hasta que quedó de pie en toda su estatura frente a ella. Necesitaba que los brazos de la guerrera la rodearan, necesitaba su proximidad. Con una profunda inspiración, Gabrielle se inclinó hacia delante hasta encon-trar el espacio entre los pechos de Xena a través de su camisa, amordazada por la calidez y seguridad que allí encontró. Los brazos de Xena la abrazaron firme y estrechamente y am-bas sintieron que una profunda emoción las invadía.

La guerrera se separó un poco y depositó un suave beso en la frente de Gabrielle, moviendo sus labios contra el cabello trigueño mientras su mano lo hacía contra la espalda de la bar-do, tocándola ligeramente. Mientras, Gabrielle miraba a Xena, y la guerrera movió una ma-no hacia un lado de su cara y se agachó, cubriendo los labios de la bardo con los suyos. Cuando sintió a Gabrielle apoyarse en ella, buscando con sus manos y sus labios el contac-to, Xena profundizó el beso, poniendo en él toda la fuerza de su amor.

Gabrielle gimió levemente contra los labios de Xena mientras la guerrera se apretaba contra ella, deseando su profunda conexión. A continuación la mujer rompió el beso y miró la ruborizada cara de Gabrielle, un testimonio de lo mucho que la sensible y joven bardo se sentía afectada por todo lo acontecido aquella noche. Sus ojos hablaban a gritos. Su verde mar la llamaba.

Con las manos ralentizadas por la intensidad del momento, Xena se desplazó suavemente a través del sedoso y rubio cabello de la bardo y hacia abajo, sobre la parte superior de sus hombros. Las yemas de los dedos de la guerrera se mostraron ligeros mientras recorría la tela de la camisa de dormir y la cálida piel de los hombros y el cuello de Gabrielle. Deslizó su dedo entre el tirante y la piel de la bardo e hizo la primera a un lado para que se le desli-zara por el brazo, exponiendo la suave piel de su hombro. Y, como a cámara lenta, Xena se inclinó y depositó un suave beso en el lugar que acababa de quedar al descubierto, cerrando las ojos ante la suavidad y la esencia de la mujer que tan bien conocía.

¾Xena...

Gabrielle tomó una profunda inspiración y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras sentía cómo la guerrera dejaba un rastro de besos húmedos a través de su hombro y hacia arriba, por su cabello. La bardo enredó sus manos en la oscura melena de Xena mientras su respiración se aceleraba ante el contacto.

Los labios y la lengua de Xena acariciaron la cálida piel mientras sus manos se deslizaban arriba y abajo por la espalda de Gabrielle. La bardo gimió suavemente cuando sintió allí las manos de la guerrera, masajeando suavemente sus curvas. Con la cara enterrada en el cuello de su amante, Xena deslizó un brazo hacia la zona baja de la espalda de la bardo y movió su otro brazo con fuerza para levantarla, llevándola hasta su cama. Deseaba hacer el amor a Gabrielle suave y lentamente más que nada en el mundo, ahora y siempre.

Gabrielle suspiró al sentir el peso de Xena posarse sobre ella. Cuando Xena se alejó de su cuello y la miró a los ojos, encontró seriedad en ellos.

¾Necesito esto, Xena. Necesito estar cerca de ti ahora mismo...

Xena cerró los ojos brevemente para tomar aire y luego miró de nuevo a Gabrielle.

¾Gabrielle, no hay nada que necesite más que hacerte el amor.

La bardo atrajo a Xena hasta sus labios, la besó profundamente y luego, moviéndose hacia su oreja, murmuró.

¾Por favor, ámame Xena. Por favor.

El corazón de la guerrera casi se detuvo por la presión que supuso sentir que amaba más a Gabrielle en ese momento de lo que lo había hecho nunca. Todos los acontecimientos de aquel día habían conspirado para intensificar sus sentimientos. El pasado se desvaneció mientras el presente se convertía en su punto focal, uniéndolas más que nunca.

Los ojos de Xena quedaron prendidos en los de Gabrielle mientras su mano lentamente bajaba por la camisa de algodón, rozando las blancas llanuras del cuerpo de la bardo. Ape-nas rozándola, las yemas de los dedos de la guerrera cubrieron cada pulgada en un ligero baile mientras la bardo aguantaba la respiración. Cuando la mano de Xena se movió hasta el muslo de Gabrielle y pasó sobre el suave y cálido centro, ésta se mordió el labio inferior mientras sus ojos se limitaban a mirar únicamente a Xena. Mientras, ésta contemplaba el lugar en que su mano reposaba contra la piel de la bardo y moviéndose hacia arriba, lleván-dose la blanca camisa con ella, exponiendo los muslos de la bardo y el triángulo de suave y rubio vello.

Xena cerró los ojos, sintiéndose como si fuera la primera vez que había visto tal belleza, como si fuera la primera vez que hacía el amor a la bardo. Mirando de nuevo a Gabrielle a los ojos, la guerrera vio que su joven amor estaba sintiéndose de la misma manera. Tragó saliva y se movió un poco, tirando de la camisa hacia arriba por su cuerpo y dejando que sus ojos bebieran de su piel lisa y cremosa, grabando a fuego cada diminuta molécula del cuerpo de la bardo en su memoria. Alargando sus brazos sobre su cabeza, Gabrielle dejó a la guerrera quitarle la camisa, quedando así desnuda frente a su amor.

¾Gabrielle, eres tan hermosa... tan hermosa.

Las palabras de Xena fueron lentas y profundas mientras se apartaba y miraba fijamente el cuerpo de su joven amante. Con su mano y sus ojos trazó un camino hacia arriba por uno de los muslos desnudos, sobre la curva de la cadera, a través del firme y musculoso estómago, más arriba sobre la forma de un firme y turgente pecho, y posó las yemas de sus dedos co-ntra el pulso en la base de la garganta donde el corazón de Gabrielle latía con rapidez. Cuando la miró, su cara y sus ojos le desvelaron un amor fuerte y profundo.

Justo cuando la guerrera bajaba su cabeza y dejaba un camino de besos a lo largo del cuer-po de la bardo, Gabrielle puso sus manos en los hombros de Xena y la detuvo con suaves palabras.

¾Por favor, quédate conmigo.

Xena miró a la bardo y la besó suavemente en los labios mientras su mano seguía el mismo camino que su boca acababa de abandonar. Dejándolos moverse sobre la oreja de la joven, Xena susurró.

¾Lo que tú quieras, mi amor. Lo que tú quieras.

Suavemente, la mano de Xena se movió por el pecho de la bardo, tomando con sus yemas las curvas de Gabrielle. Se separó y la miró a los ojos al oírle contener la respiración cuan-do sus dedos rozaron el pezón, ya excitado y erecto.

¾Xena...

Aquella palabra surgió de la boca de la bardo con dificultad mientras la guerrera presionaba suavemente sus dedos contra el pezón de Gabrielle, acariciándolo con dulzura. Mirando profundamente a los ojos de Xena, la muchacha desplazó su otra mano hasta dejarla sobre la de ella.

¾Por favor, necesito sentirte...

Con esas suaves palabras, la bardo guió la mano de Xena hacia abajo, cerrando los ojos al sentir los fuertes dedos de la guerrera presionar contra la humedad de su cuerpo. Su otro brazo atrajo a Xena hacia ella, necesitada de sentir el peso de su amante guerrera en su cuerpo.

Xena dejó un sendero de humedad contra el dulce y salado cuello de la bardo, besando y mordiendo mientras escondía su cara contra Gabrielle. Tomó una profunda inspiración al sentir la humedad contra sus dedos allí donde Gabrielle los estaba guiando mientras la ma-no de la bardo permanecía encima de la suya. Cuando trató de levantarse para mirar a Ga-brielle, la bardo murmuró contra ella.

¾Quédate aquí...

Movió sus dedos ligeramente sobre la calidez de Gabrielle y sus labios encontraron la oreja de la bardo mientras la besaba suavemente.

¾Estoy aquí, Gabrielle... No voy a irme.

Xena se estremeció ligeramente al oír a Gabrielle gemir en su oído cuando la penetró len-tamente, siguiendo con su propio dedo el de Xena hacia su interior.

¾Quédate conmigo...

Las palabras de Gabrielle fueron tranquilas mientras se movía contra la mano de Xena, usando la suya para aumentar la presión. Los músculos del antebrazo de Xena se tensaron mientras se movía con Gabrielle, aplicando una ligera presión, rozando su interior una y otra vez.

¾Estoy contigo, Gabrielle.

Los labios de Xena se movieron sobre la oreja de Gabrielle y, mientras su propia respira-ción aumentaba, el placer y el amor que le estaba dando la bardo la dejó sin respiración. Con aquellos suaves gemidos en su oído, Xena luchó contra sus propios deseos y dejó que la marea de emociones que venía de Gabrielle la inundara.

¾Ámame Xena, por favor...

La respiración de Gabrielle se aceleraba cada vez más, y una serie de leves gemidos acom-pañaban a la noche mientras yacía en brazos de aquella mujer. Apremió a la bardo a adap-tarse a su ritmo mientras sus dedos buscaban espacio en el interior de la joven, deslizándose una contra la otra, tocándose profundamente para retirarse después.

Los labios de Xena encontraron una vez más el oído de la bardo mientras se movía con ella, de forma sincronizada, atrayéndola más hacia sí.

¾Lo hago, Gabrielle. Te amo...

Lo guturales gemidos de Gabrielle se hicieron más altos mientras se movían juntas. Levan-tando sus caderas ligeramente, la bardo pidió mas con su mano y con su cuerpo. Cuando Xena empezó a sentir el profundo empuje dentro de Gabrielle, se apartó y puso sus ojos sobre los de ella mientras continuaban moviéndose juntas. Las cejas de la bardo se unieron y su cara se enrojeció mientras luchaba por mantener los ojos abiertos y su boca se abrió, rindiéndose al deseo.

¾Tanto, tanto...

Las palabras de Xena flotaron hasta Gabrielle mientras su mente se concentraba en sus mo-vimientos, hasta que la constante presión y ritmo finalmente la sobrepasaron y sintió libe-rarse en su interior. Ciegamente, atrayendo a Xena hasta sus labios, Gabrielle gritó contra la boca de la guerrera mientras sus manos se movían en perfecta armonía, como una sola. Pre-sionando contra la mano de Xena, Gabrielle se elevó una última vez mientras se abría al beso de la guerrera. En ese preciso momento, Xena y Gabrielle conectaron a un nivel más profundo del que podía ser visto por los ojos humanos, más profundo de lo que podía sen-tirse físicamente. Fue como si los mundos se alinearan después de rondar un desastre cer-cano, y ese alineamiento creó un lazo más fuerte que el anterior.

Y se hicieron una.

~~~~~~~~~~~~~~

Un buen rato después, guerrera y bardo se abrazaban todavía, contentas en ese lugar de total comodidad, la una en la otra. La respiración de la bardo empezó a volver a la normali-dad mientras enterraba su cara en el hombro de la guerrera, respirando su esencia con cada aliento. Xena se movió lentamente y besó la mejilla de Gabrielle, sorprendida ante el salado gusto que encontró allí. Se apartó y la miró. El rostro de la joven estaba ligeramente rubori-zado y las lágrimas resbalaban por él.

¾Gabrielle, ¿estás bien?

Gabrielle abrió los ojos y miró a Xena, y una sonrisa empezó a abrirse paso en sus labios mientras apartaba las manos de su cuerpo.

¾Sí, muy bien, Xena.

Los ojos de Xena se suavizaron mientras estudiaba aquel rostro, con su brazo rodeando la espalda de la bardo y descansando contra ella.

¾¿Estamos bien?

Gabrielle levantó su mano para dibujar con ella la línea de la mandíbula de Xena, tomándo-se un momento para pensar.

¾Nos hemos llevado un buen susto, pero creo que definitivamente estamos bien. De mara-villa, en realidad.

La bardo sonrió al ver la cara de alivio de Xena y sentir la tensión de la noche abandonar su cuerpo. Había sido un día largo y agotador física y psicológicamente, y ahora ambas halla-ron consuelo en la otra.

Xena se tendió sobre su espalda, despojándose en un rápido movimiento de la camisola de dormir y atrayendo hacia sí a la bardo para acurrucarla junto a ella, en la postura que encon-traban más confortable. Gabrielle amoldó su cuerpo desnudo contra el costado de Xena y reposó su cabeza en el ancho y cálido hombro de la guerrera, con un brazo doblado sobre su pecho y la mejilla descansando sobre su mano.

¾¿Gabrielle?

El tono de voz de Xena surgió suave, mientras dirigía su mirada al techo y al interior de su propio corazón.

¾¿Sí?

Xena cerró los ojos y abrazó a la bardo con fuerza.

¾Tú eres mi hogar.

La bardo elevó su cabeza y miró a Xena; una sonrisa afloró en sus labios. Era cierto, habían encontrado un lugar que compartir juntas, un lugar al que llamar hogar. Y, aunque no siem-pre iba a ser fácil, lo que tenían merecía la pena defenderlo, y luchar por ello es lo que de-bían hacer: luchar contra los demonios del pasado, luchar contra las inseguridades, luchar contra el miedo. Juntas.

¾Y tu el mío, Xena.

Los azules ojos de la guerrera se abrieron y sonrió a Gabrielle, la mujer a quien pertenecía su corazón, así como ella poseía el de la bardo. Gabrielle dejó reposar de nuevo su cabeza y ambas quedaron felices con ese pensamiento.

Segundos después, Xena sintió la risa de la bardo entre sus brazos.

¾¿Qué es tan divertido?

Gabrielle levantó la cabeza y miró a Xena con un amplia sonrisa iluminando su rostro.

¾Sólo espero que puedas encontrar tus botas entre todo esto.

Xena frunció el ceño en un gesto de perplejidad. No tenía idea de lo que estaba hablando la bardo.

¾¿Qué?

Gabrielle sonrió a la guerrera a la vez que le hacía cosquillas.

¾Tu madre va a venir temprano a buscarnos para desayunar dado que a ti te cuesta tanto levantarte por las mañanas.

Xena entrecerró los ojos y le propinó un leve codazo en sus sensibles costados.

¾Aún vas a pagar por eso, mi pequeña bardo.

Gabrielle rió y dejó reposar de nuevo su cabeza a la vez que se estiraba, adoptando su pos-tura favorita para dormir.

¾Sí, sí... promesas, promesas.

Xena sacudió la cabeza y sonrió a la calidez que le servía de refugio. Apretándola fuerte-mente, Xena besó la cabeza de Gabrielle y ciñó la sábanas en torno a sus cuerpos, sopló la llama de la vela que había sobre la mesa y se acomodó en su vieja cama, junto a su amor. Al final del día se relajaron en su cercanía, dejándose llevar y entregándose la una a la otra. Fue como volver juntas a casa de nuevo. Y al fin se sintieron bien.

"Coming up close
everything sounds like welcome home
Come home...
And oh, by the way, Don't you know that I could make a dream that's barely half awake come true?"

“A medida que me acerco
todo suena como una bienvenida a casa.
Ve a casa...
Y oh, por cierto, ¿no sabes que puedo hacer que un sueño que apenas puedes imaginar se convierta en realidad?”

Colofón: Esta historia fue posible en gran parte gracias a un viaje en coche a través de Berkshire y una de las que probablemente son las canciones más perfectas de todo el mun-do conocido - "Coming Up Close", de Aimee Mann (y ´Til Tuesday).


Indice Fan Fiction

Página Principal