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ACAMPANDO CON JOXER

por Oversoul


23/11/97


Xena sintió el suave pelaje bajo sus piernas al arrodillarse sobre la piel, cerca del fuego. Estaba desnuda a la luz de la hoguera y trazaba ondas con los brazos en poéticos movimientos, tocándose a sí misma. Las sombras y las llamas matizaban su cuerpo, que brillaba con el color del ámbar tostado mientras se balanceaba lentamente sobre sus caderas, elevándose en una rítmica danza. Unos suaves jadeos acentuaban su constante respiración.

Bajo ella, tendida desnuda y boca arriba entre sus muslos, estaba su amante… su amor… la bardo y su dulce, dulce lengua. Xena gemía lenta, profunda y prolongadamente, casi como un animal. Se movía atrás y adelante sobre la boca de Gabrielle, cuya lengua trazaba círculos entre sus fluidos y vagaba deliciosamente sobre su clítoris.

-Mmmm… Gabrielle… Más despacio... Quiero sentirte hacer eso durante mucho, mucho tiempo.

Inmediatamente sintió que la bardo relentizaba su lengua hasta conseguir un suave y lánguido masaje circular. Sonrió a Gabrielle y se movió hacia atrás para que su clítoris rozara contra la barbilla de su amante. A la luz del fuego, Xena pudo ver sus propios fluidos brillar con fuerza mientras corrían por los labios y las mejillas de Gabrielle.

-Por ti lo que sea -susurró Gabrielle. Presionó su barbilla contra el clítoris de Xena y movió su mandíbula atrás y adelánte, frotándola contra él.

-Necesito un orgasmo largo y lento, amor -ronroneó Xena mientras presionaba hacia abajo sobre la barbilla de su bardo.

Gabrielle levantó las manos para acariciar el trasero de Xena. Sus perfectos músculos se tensaron y flexionaron mientras Gabrielle tiraba de ella hacia delante para así poder reclamar el clítoris con su lengua.

-Un... aahh… sin tocarme, pequeña. Hazlo sólo con esa maravillosa boca que tienes -le regañó Xena con una sonrisa mientras se apartaba de la ocupada lengua de Gabrielle.

Gabrielle dejó caer sus manos, que descansaron en la parte superior de los muslos de Xena… tenía que tocar a la guerrera de alguna forma. No podía evitarlo.

Con ojos inocentes, la bardo miró a Xena, expectante. Ésta provocó a Gabrielle con la mirada y una sonrisa se dibujó en las comisuras de sus labios. Acarició la frente de la bardo y le retiró el pelo de su sonrojada cara.

-Tengo un poco de frío -dijo Gabrielle suavemente cuando encontró los ojos de Xena. Su posición pasiva la exponía al gélido aire nocturno y sólo sentía calidez en la parte superior del cuerpo... De hecho, allá donde el cuerpo de Xena tocaba al suyo se sentía condenadamente caliente.

Sin responder, Xena se volvió hacia atrás y dobló la piel sobre el cuerpo de la bardo, envolviéndola entre los suaves pliegues. Después tanteó buscando una sábana que tenía al lado y la echó sobre sus propios hombros. La sábana cayó en forma de cascada por sus costados y cubrió los brazos y las manos de Gabrielle, que descansaban sobre sus torneados muslos. No quería más interrupciones. Nada iba a detenerla en su lenta cabalgada hacia el fuego líquido.

Xena guiñó un ojo a Gabrielle y volvió a llevarse hacia delante, desde la barbilla hasta su anhelante boca. Se estremeció ligeramente al sentir esa suave lengua lamiendo su sexo, del clítoris hacia abajo. “¡Oh, sí! No más interrupciones, dulce Afrodita”. Gabrielle sólo disponía de unos breves momentos, así que frotó su lengua contra el endurecido clítoris de Xena. Necesitaba más flujo… necesitaba…

Xena continuó su constante ondulación hasta que su cavidad rezumante de jugo se derramó en la boca de la bardo, y su clítoris tropezó con su nariz.

Mantuvo esa posición, permitiendo a la bardo beber el espeso líquido y lubricar con su sabor ahumado los pliegues de conducían al clítoris. Cerró los ojos, inclinando su cabeza levemente hacia atrás.

-Llevamos demasiado tiempo viajando con Joxer -siseó Xena, dejando que su cuerpo absorbiera el placer del masaje que estaba recibiendo. Se dobló lentamente sobre sus caderas y enterró su clítoris en aquella lengua.

-Demasiado… No le quiero ni a cincuenta pies, ni siquiera en su propio campamento... oohhh, dioses... Odio tener que escaparnos a hurtadillas… encender un fuego aparte... escondernos… ahhhh… lo que estamos haciendo… oh, Gabrielle… justo así, amor.

Xena se envolvió mejor y más fuerte con la sábana mientras se concentraba en mover sus caderas atrás y adelante, sobre aquella boca.

-Tenemos que hablar con él… -gimió Xena-. No puedo seguir sin tocarte cuando me apetece hacerlo… ummm… cariño… lame… sí, lame.

Miró hacia abajo, a los entrecerrados ojos de la bardo… Su cara estaba mojada por el sudor y el flujo de la guerrera. El corazón de Xena dio un vuelco cuando Gabrielle cerró por completo los ojos y succionó su clítoris… despacio, sorbiendo provocativamente. Las sacudidas de placer subieron desde allí directamente a su propio rostro. Dulce Afrodita, la bardo era buena en esto… este lento succionar y lamer que provocaba el placer que por tanto tiempo Xena había deseado. Cuando estuviera lista, debería animar a la bardo para ayudarla en su trabajo, en busca de un explosivo orgasmo… Pero para llegar a eso quedaba aún un largo camino.

-Es lo primero que voy a decirle en cuanto le vea -siseó Xena a través de sus dientes entrecerrados. Apretó los labios mientras se deslizaba atrás y adelante en un primario ritmo sexual. El vello de su sexo estaba empapado y pegado a las mejillas de Gabrielle. Había rezumado demasiado flujo y éste formaba espesos hilos de claro nectar, que bullía con pequeñas burbujas mientras Gabrielle añadía su saliva a la mezcla.

-Lo primero… lame ahí… ungg… lo primero.

Xena comenzó a cantar suavemente. Escogió una vieja nana tradicional y la tarareó mientras continuaba moviendo las caderas. Se levantó levemente enderezando la espalda y se mantuvo así durante un momento, tratando de decidir algo.

Finalmente cedió a sí misma y se deslizó hasta que la boca de la bardo cubrió su sensibilizado clítoris.

-Chupa fuerte, Gabrielle…

La bardo obedeció, pero sabía que Xena no estaba cerca en absoluto de querer terminar. No, éste era uno de esos alocados momentos en los que Xena sólo quería disfrutar las crudas sensaciones que la invadían cuando ella lamía su sexo. Uno de esos momentos en los que quieres sentir que tienes a tu disposición una sesión de sexo oral ilimitado… sin preámbulos, sin finales repentinos… sólo lamer y después…

Xena hizo retroceder sus caderas y Gabrielle perdió la conexión con un sonoro lametón de su boca.

-Ooh… eso ha estado bien -ronroneó la guerrera. Sintió que la mano de Gabrielle se crispaba sobre su muslo y que arqueaba la espalda.

Xena rió hondamente.

-¿Desilusionada, mi bardo?

Gabrielle asintió con la cabeza y dio unos cuantos lametones rápidos aprovechando el movimiento. Suspiró y esperó a que la guerrera se devolviera a su boca de nuevo. En lugar de eso, Xena sólo se acercó lo suficiente como para que Gabrielle tuviera que extender su lengua para tocar el empapado clítoris.

-No quiero tener que volver a planear estos momentos contigo -gruñó Xena. Luego continuó su lento galope y comenzó a tararear la melodía de nuevo.

Estaba en la tercera estrofa cuando oyó un crujido inconfundible entre los árboles. Antes de poder ver los aterrorizados ojos de Gabrielle, se inclinó hacia delante, colocó de un tirón el borde de la gruesa piel sobre la cabeza de la bardo y recompuso la sábana sobre sus hombros y sus muslos.

-¡¡Hola, compañeras guerreras!!!

Joxer se detuvo al otro lado de unos arbustos que le llegaban a la altura del pecho y echó un vistazo al segundo campamento. Todo lo que pudo ver allí fue a Xena, de rodillas sobre una gruesa y abultada piel junto al fuego. Su sonrisa se diluyó al darse cuenta de que bardo no estaba con ella.

Pero Xena sabía que la bardo estaba allí… ¡Oh, claro que lo sabía! Gabrielle aprovechó el hecho de encontrarse totalmente oculta y comenzó a atacar a Xena de la más desesperante de las formas.

-¿Qué quieres, Joxer?

-¿Dónde está Gabrielle? -preguntó estúpidamente-. ¿Por qué estás sentada así?

-Gabrielle está en el río, recogiendo juncos para mí… nosotras… Para ese momento, Joxer.

-Oh, porque podría ayudarle, ya sabes… protegiéndola mientras… ¿Qué momento?

Xena arqueó una ceja y ahogó un gemido… dulce Atenea, la bardo estaba lamiendo maliciosamente su clítoris… desafíandola a mantener la compostura.

-Oh… OOOHHH… -Joxer asintió al tiempo que su cara se teñía de rojo-. ¿Te encuentras bien?

-Nada por lo que no haya pasado antes -contestó Xena rápidamente mientras se deslizaba de nuevo hasta la boca de Gabrielle. Se le escapó un jadeo y pegó la barbilla contra su pecho, con los ojos fuertemente cerrados.

-¿Puedo hacer algo por ti? -se ofreció Joxer. No mostraba ninguna intención de marcharse. Xena estaba casi segura de que pretendía algo.

-No… No… Gabrielle ya se está ocupando de todo.

Ésta lo confirmó con un roce de su lengua.

-¿Qué es lo que quieres, Joxer? -Mejor acabar con aquello… y deprisa.

-Bueno… ya que lo preguntas…

-¿S… sí? -Oh, Dioses… sentía que Gabrielle comenzaba a estar malvadamente inspirada.

-¿Puedo sentarme contigo? -le dijo señalando la hoguera con su cabeza.

-Creo que no... -Xena rió irónicamente-. Justo ahí… estás bien. Quédate… ahí. Sí, justo ahí.

Joxer miró a la guerrera con los ojos entrecerrados.

-¿Estás bien?

-Calambres.

-Ooohh…

Con esa explicación, Xena se balanceó atrás y adelante sobre la escondida boca de Gabrielle. Cerró los ojos, casi desmayándose. Dioses… estaba tan inspirada como su bardo en ese momento.

-Duele, ¿eh?

-No sabes cuánto.

Joxer se calló un momento, mirando hacia el río. Estaba oscuro y Xena era consciente de que él no vería demasiado allí.

-Quería hablarte de Gabrielle.

Xena sintió que la mano derecha de Gabrielle se apartaba de su muslo y se arrastraba lentamente hacia su trasero. Comprobó la posición de la piel y la sábana antes de inclinar su cintura ligeramente hacia delante. No cabía ninguna duda sobre las próximas intenciones de la bardo.

-¿Qué pasa con ella?

-¿No te preocupa que se ahogue en la oscuridad? -preguntó de repente.

Xena no pudo evitar reírse. Con cada carcajada sentía derramarse más y más flujo sobre los labios y la lengua de Gabrielle. Notó unos soplidos sofocados contra su sexo mientras la bardo intentaba salvarse a sí misma de aquella dulce riada.

-Gabrielle puede manejarse perfectamente en cualquier situación, Joxer.

Oh, dioses… ¡¡lo iba a hacer!! Justo aquí, delante de Joxer.

Xena continuó ligeramente inclinada mientras Gabrielle trabajaba con su pulgar la plegada entrada de su trasero. Con un pequeño derrame de flujo alrededor se sintió abierta para su amante.

-Bueno, pues… tú sabes cuánto me gusta Gabrielle, ¿verdad?

-Mmmm.

-¿Y qué haría cualquier cosa por ella?

-Hacer… cualquier cosa… sí.

Xena cerró los ojos mientras Gabrielle introducía el pulgar en su trasero y continuaba profundizando hasta que estuvo totalmente dentro. Xena se irguió acomodándose sobre el pulgar, enterrado en su interior.

-He estado pensando en pedirle que se case conmigo.

Por un breve segundo, el movimiento cesó completamente… respiraciones incluidas.

-Continúa… -urgió Xena, y sonrió al sentir que la bardo retomaba la actividad sobre su clítoris.

-Bueno, adoro su inocencia y su pureza… como las de una virgen de Hestia…

Xena sintió el pulgar moviéndose en su interior y otro suspiro sobre su sexo.

-Sin duda -confirmó Xena. Situó su clítoris dentro de la boca de la bardo para mantenerla ocupada con cosas más importantes. Presionó sobre Gabrielle, quien comenzó a succionar vigorosamente.

-Y mi madre la adoraría...

-Tanto como yo.

Gabrielle succionó, con más fuerza. Las piernas de Xena comenzaron a contraerse. Oh, dioses… ¿se daría cuenta él? Todo su cuerpo estaba a punto de crisparse y Gabrielle no presentaba signos de ir a parar.

-Podríamos tener una gran boda, y acudiría toda la aldea.

-Me gustaría poder... ir -jadeó Xena.

-Estoy seguro de que Gabrielle no aceptaría otra cosa -sonrió Joxer felizmente.

-Sí, a ella le encantaría que estuviese ahí.

Xena tiró de la sábana fuertemente cuando sintió que la mano izquierda de Gabrielle se deslizaba hacia arriba, por sus abdominales, hacia su pecho. Con exploradora avidez encontró el endurecido pezón de la guerrera y lo apretó a la vez que empezaba a succionar, ahora rítmicamente, el clítoris que llenaba su boca. La fuerza de ambos movimientos crecía al unísono, y Xena sintió incrementarse la presión en ambas zonas.

-¿Crees que regresará pronto? -preguntó Joxer con impaciencia.

-En cuanto solucione el pequeño problema que tenemos entre manos ella y yo -contestó Xena. Sintió sus piernas desfallecer y casi cayó hacia delante, pero la mano izquierda de la bardo contra sus costillas la mantuvo erguida.

-Bien, porque realmente pienso…

-¡¡Joxer!! No pienses -gruñó Xena-, ¡simplemente hazlo!

Xena comenzó a elevarse ligeramente sobre sus rodillas una y otra vez. Sentía como si su pezón estuviese ardiendo mientras la bardo lo apretaba entre sus dedos. Un ardor líquido fue de la boca de Gabrielle directo hacia el vientre de la guerrera, pasando por su clítoris. “¡¡¡Dioses!!! ¡¡¡Oh, dioses!!! Gabrielle.”

-Gracias, Xena. Lo haré -contestó el estúpido, entusiasmado.

Xena estaba fuera de combate. Sus muslos vibraron bajo la sábana mientras el rayo del orgasmo le disparó un fuego líquido a través de su sexo.

Gabrielle presionó con fuerza su pulgar en el interior de Xena al mismo tiempo. La cabeza de la encendida guerrera cayó hacia atrás y aspiró en un largo gemido siseante.

-¡Vaya!… Sí que duele, ¿verdad? Me alegro de no ser una mujer.

Arriba, arriba, arriba… La boca de Gabrielle la mantuvo ahí… y entonces cayó… Toda ella se derramó en un orgasmo sobre la cara de la bardo… todo coordinado por su pulgar.

Xena levantó la cabeza y miró al pobre tonto a los ojos mientras el fuego líquido la invadía. Podía sentir a Gabrielle lamiéndola, chupándola y gimiendo con cada oleada del orgasmo de su amante.

-¿Quieres que encuentre a Gabrielle por ti? -se ofreció Joxer mientras observaba la extraña expresión de Xena. Volvió la cabeza hacia el río.

-Para… -exhaló finalmente Xena. Su orgasmo casi se había terminado, pero Gabrielle seguía ahí, implacable.

-¿Que pare? -preguntó Joxer.

Dioses… era increible… apenas había terminado su orgasmo cuando sintió que un segundo venía sobre el primero… y la bardo seguía chupando mientras Xena miraba atónita a los ojos confusos del idiota. ¡¡¡Atenea, no dejes que grite ahora!!!

-Regresa a… tu campamento -gruñó Xena-. Espera allí.

Joxer frunció el entrecejo.

-¿Vendréis pronto?

Un tercer orgasmo rompió su ya sobreestimulado clítoris. Tenía que librarse de Joxer o acabaría ahogando a su amante.

-¡¡¡Joxer… dame un respiro!!! -gruñó Xena mientras trataba de separarse de la boca de Gabrielle. Todavía estaba cerca de ella, pero la succión habia cesado levemente.

-Vale… lo siento. -La saludó con ostentación y se fue por donde había venido… Estúpido.

Xena esperó hasta que las pisadas de Joxer dejaron de oirse antes de retirar la esquina de la piel y exponer a la vista la sonrojada y sudorosa cara de Gabrielle. Mientras la bardo se deshacía en grandes bocanadas de aire, sacó el pulgar de su interior y dejó libre su pezón. Sus mejillas, brillantes por el flujo de la guerrera y el vapor, comenzaron a enrojecerse con el aire frío de la noche.

Gabrielle apartó a patadas la piel de su cuerpo y Xena se levantó de un tirón y se tendió a lo largo de su cuerpo hasta que su boca encontró la empapada hendidura de la bardo. No hacían falta juegos preliminares. Xena sabía que su amante tenía que estar tan caliente como ella lo había estado, así que comenzó a chupar el clítoris de Gabrielle con decisión. Juntó las palmas de las manos y entrecruzó los desdos meñique y anular de cada una. Eso dejó extendidos cuatro dedos, dos de cada mano, apretados juntos, y los introdujo profundamente en la bardo. Xena se dividió, penetrando a Gabrielle mientras apretaba su clítoris en una fuerte y prolongada caricia, y luego manteniendo sus dedos en el interior de Gabrielle y chupando salvajemente sobre su ardiente centro. Unos leves y frenéticos momentos después Gabrielle estaba derramando flujo en la lengua de su amante… y Xena bebió de ella como de un manantial de agua dulce tras un largo y caluroso paseo.

El vapor se alzó de sus cuerpos mientras caían en un exhausto embrollo de brazos y piernas sobre la piel en la que descansaban. Incluso ésta humeaba.

-¿Xena?

-¿Mmm?

No hubo respuesta, sólo unas risitas.

-¿Qué es tan divertido? -preguntó Xena con asombro.

-¿Todavía quieres decirle que se vaya?

Xena sonrió astutamente cuando su sexo palpitó como respuesta.