- Disclaimers: Xena: Princesa Guerrera y Gabrielle: Reina Amazona, son absoluta propiedad de copyright de MCA/Universal y Renaissance Pictures, los demás personajes, tanto como los lugares son de mi propia imaginación. Esta historia no puede ser vendida o usada en beneficio de ningún tipo, pues hay derechos de autor propios.

- Advertencias: No contiene contenido sexual explícito ni apenas violencia.tan sólo amor del verdadero.

- Dedicatorias: Le dedico esta última parte de mi fanfiction "La verdad" a todos mis amigos, incluido por supuesto los cibernautas, que me han apoyado mucho a seguir escribiendo. A mi familia. A todos los que gastan su valioso tiempo leyéndome. ..Por supuesto a los que creen en el amor puro, sincero y verdadero como en mis historias demuestro, e incluso a los que no creen en el porque algún día, ojalá, comprendan que el amor es la única fuerza que debería mover el mundo. Y sobre todo, se lo dedico a esa persona que me espera y que será capaz de enamorarme tan sólo cuando cruce su mirada con la mía.mi anhelada alma gemela.

- Mi correo: Si queréis contarme qué os ha parecido mi historia, hacedla a: lucy_xen@hotmail.com


EL ÚLTIMO OBSTÁCULO

By: Shyara

"Ya han pasado tres meses desde que abandonó la aldea. Desde que me abandonó...con ello todos mis sueños...y sobre todo, mi vida. No sé cómo ni porqué, pero lo cierto es que la vida da muchas vueltas, y en sólo un segundo, puedes ganarte la gloria o perder todo cuanto posees. Como era de esperar a mi me ha pasado lo segundo. De un día para otro he arrojado al vacío toda mi felicidad para ser sustituida por el dolor y el desconsuelo. La soledad se ha hecho mi amiga y única compañera, mientras que las pocas esperanzas que me quedan para poder seguir adelante se van alejando más y más hasta casi perderlas de vista. Después de todo he aprendido a no confiar en la felicidad, ni siquiera en la vida. No existe bien que no traiga mal, ese es el equilibrio...Miro al vacío una vez más y mi único punto de referencia es el anhelo de una casi ya inalcanzable felicidad que se aleja de mi lentamente con una sonrisa bailando en sus labios. Me hace creer que puedo aferrarme a su mano tendida, pero justo cuando estoy apunto de alcanzarla, la aparta sin más. La vida no es sueño, es una cruel e infame pesadilla; un juego al azar sin ninguna garantía. Una simple broma que desenlaza en el muy bien trazado y estudiado a la perfección plan de la muerte.

Supongo que una mujer como yo no puede esperar mucho más de su suerte, ¿no?.

Ha salido de mi vida, sin más. Y no la culpo. No puedo hacerlo a pesar de que no me ha permitido darle una existente explicación de lo realmente ocurrido. Y algo me dice que no quiere escucharme, que no quiere saber nada sobre la princesa guerrera. Cree que la he engañado, que la he defraudado. Y ahora me odia; es normal que lo haga, le oculté la verdad...Todo por una maldita confusión...una maldita mentira que en realidad nunca ha existido.un error del que mi conciencia se encarga de recordármelo cada día.
La he buscado. ¡Por todos los dioses que lo he hecho! Llevo haciéndolo durante todos estos infernales meses, pero no ha servido de nada. Ya no sé donde puedo encontrarla. La persona a la que más quiero en este y en todos los mundos está huyendo de mi porque ni siquiera quiere verme.
Una vez más la vida me abofetea la cara para luego darme la espalda. Este es mi fatídico destino."

Una lágrima incontenible inundó la mirada perdida de Xena. Rápidamente se pasó la mano por la mejilla para apartarla sin dejarla caer siquiera. No podía creer que justo cuando se sentía más feliz que nunca...justo cuando por fin creía que la vida tenía mucho sentido junto a su bardo, y que ya no iba a pasar nada malo, pues junto a ella estaba segura...todo se desvaneciera en un mar de confusión y dolor. Un dolor que ya casi ni molestaba. Se sentía culpable aún sin serlo, pero ya no importaba, si no estaba junto a ella nada importaba. Se aferró más al abrazo de sus piernas flexionadas y hundió la cabeza en sus brazos por un momento. Al instante levantó la cabeza, y se miró la mano que portaba el anillo de bodas. "Nunca pensé que yo llevaría un de estos.¿Lo sigues llevando puesto, Gabrielle?" Por un momento pensó en quitárselo, pero reflexionó y no lo hizo, pues ese era el recuerdo material que más le unía a su amada desaparecida.

- Tengo que encontrarte, Gabrielle - habló esta vez en voz alta - No puedo permitir que salgas de mi vida y de mi mundo, sin darte al menos una explicación. Y mucho menos sin que sepas que lo que crees que es verdad, ya no lo es. No debo rendirme tan fácilmente viendo como tú, mi alma gemela...el amor de mi vida. - y añadió - .se escapa ante mis ojos -.

Se levantó del suelo, donde, apoyada a un árbol, había pasado toda la noche. Miró hacia la izquierda y a la derecha, y a ambos lados sólo estaban la penumbra, árboles por doquier, algunos animales y lo desconocido, sobre todo lo desconocido. Ni rastro de camino alguno.

- Esto es una estupidez. ¿Cómo voy a encontrarte si ni siquiera sé donde estoy?-.
- Tal vez escuchando tu corazón - contestó una alegre jovencita de pelo muy largo, liso y castaño, luciendo una dulce sonrisa.
- ¿Quién eres tú?- preguntó asustada al tiempo que fruncía su ceño.
- Sólo una Doncella que se limita a guiarte - su voz era tan suave que casi era una melodía capaz de acariciar el oído de cualquier persona.
- No te había visto -.
- Eso es porque antes no estaba aquí - respondió la misteriosa mujer.
- ¿Cómo te llamas?-.
- Dafne -.
- No sé lo que quieres, pero... -.
- La cuestión es que yo sí sé qué es lo que tú quieres, Xena - interrumpió - Y no voy a permitir que un amor como el vuestro se extinga por un mal entendido -.
- ¿Cómo sabes mi nombre?-.
- Sé mucho más de lo que crees. Por ejemplo que no confías en cualquiera, pero aún así, te diré que Gabrielle está mucho más cerca de lo que piensas...-.
- ¿La has visto? ¿Cómo está? - preguntó alarmada.
- En lo más hondo de su corazón está esperando que la encuentres -.
- ¿Y cómo lo hago? -.
- Confía en las ninfas sagradas de la Diosa Dafne...ellas serán tu guía...-.
- ¿Las tres ninfas sagradas? La leyenda dice que inducen a las almas gemelas a encontrarse...pero que nadie logra encontrarlas nunca, ni siquiera invocarlas...-.
- No es sólo una leyenda. Sólo tienes que pensar en tu alma gemela. Intenta oírla, sentirla...- "No me van los acertijos" pensó Xena.
- Pero...- replicó.
- Es todo cuanto debes saber. Y por cierto, ella aún lleva puesto el anillo - dijo mientras desaparecía de un abrir y cerrar de ojos, en un mar de flores blancas, que luego acabarían por difuminarse - Te deseo mucha suerte - susurró desde el viento...

"¿Qué se supone que ha pasado? Una doncella, que al parecer es diosa o qué sé yo, se me presenta, me suelta que confíe en las ninfas sagradas de la Diosa Dafne para encontrar a Gabrielle, y luego desaparece sin más. Vale. ¿Me estoy volviendo loca? A ver, reflexionemos" se dijo a si misma mientras cerraba los ojos. "¿Pero cómo voy a reconocer a una ninfa de esas, si ni siquiera las he visto?" Al abrirlos, la respuesta se le estampó en la cara de forma rotunda. Frente a ella se encontraba una estatua de un extraño color blanco, luminosa, más blanca que el propio blanco rodeado de una especie de aura resplandeciente. Ésta tenía el brazo extendido hacia la izquierda, acompañado de su dedo índice. Su rostro también se miraba hacia esa dirección. " Sí, definitivamente me estoy volviendo loca". Un tanto perpleja, subió en su fiel yegua dorada de crin blanca, y partió de inmediato al galope, decidida a obedecer a aquella estatua que parecía indicarle el camino hacia Gabrielle.
Una vez más lo iba a intentar. No tenía nada que perder. Por lo pronto no estaba embarazada, y por ende Gabrielle no tenía aparente motivo alguno de su huida. Pronto encontró un sendero por donde conducir a Argo. Mientras paseaba por el bosque, a la mente regresaron los dolorosos recuerdos de hacía varias semanas.

"Al principio no me lo tomé de forma demasiado alarmante, pues pensé que Gabrielle iba a escucharme tal y como lo hizo la última vez que me quede embarazada de Eva. Pero no, debí pensar que en ese entonces ella y yo no éramos pareja y que por tanto ahora le iba a doler mucho más. Lógico. En cuanto se lo dije se quedó inmóvil, y yo simplemente esperé a que ella dijera o preguntara algo. Pero no lo hizo. Tan sólo se limitó a despreciarme con la mirada, para luego retirármela y salir corriendo de la habitación furiosa. Mi reacción fue la de seguirla, pero por un momento me despistó. Al parecer se introdujo en el bosque hasta llegar incansable a un claro, pero yo, montada a caballo, llegué justo cuando Ares apareció delante de Gabrielle...de mi Gabrielle. Ella estaba llorando y yo me quede observando desde los matorrales para ver qué era lo que sentía ella al respecto, ya que a mi parecía no querer contármelo.

- Vaya, vaya, vaya. Así que por fin te has dado cuenta de que en realidad no significas nada para Xena. Tan sólo te utilizaba, siempre lo ha hecho. Debías haberte dado cuenta antes de que una princesa guerrera no puede enamorarse nunca de una niña como tú, y haber evitado este mal trago - dijo entonces el maldito dios de la guerra, al cual, justo en ese momento, le deseé como miles de veces lo he hecho que llegara un rayo y lo partiera en varios pedazos. Pero aún así permanecí oculta entre las ramas.
- Eso no es así, Ares - Gabrielle sabía que todas mis promesas de amor siempre habían sido de corazón.
- ¿Sí? ¿Y entonces porqué porta en su interior a mi hijo?-.
- ¿Qué? - preguntó incrédula levándose una mano al pecho y comenzó a llorar de nuevo.
- Así es, estúpida rubita. Xena se acostó conmigo mientras supuestamente estabais juntas. Al parecer no le proporcionabas la satisfacción que le puede dar el Dios de la Guerra...- Salí de los matorrales, me armé de valor y le planté cara a la verdad, dispuesta a explicársela a Gabrielle.
- Gabrielle - el tono de mi voz no salió exactamente como lo deseé, pero continué - Te está mintiendo, no es verdad lo que dice -.
- Ah, ¿no? Xena, ¿porqué mientes tú a tu propia esposa? Vamos, dile la verdad...¿acaso ese bebe del que estás embarazada no es hijo mío? - Ese fue el momento, uno de los peores de mi vida. Ante esa mirada cálida llena de lágrimas...cuestionándome...tuve que decir la verdad.
- Sí...- confesé al fin - pero...-.

Pero nada, Gabrielle llena de dolor salió corriendo entre llantos y gimoteos una vez más, apartándose y huyendo de mi por primera vez. Esa fue la última vez que la vi...y en su mirada pude ver decepción y dolor. La destrocé, tanto como la situación a mi. Recuerdo que el odio me quemó. La furia nubló mi mente. Mi mirada fulminó al Dios de la Guerra...Y el dolor partió mi alma al ver a Gabrielle huir de mi y mis explicaciones. Todo cuanto tenía...lo perdí sin más dilación. Y de repente, todo mi mundo cayó de bruces al vacío ante mis propios ojos, todo se hizo silencio, vacío...sólo podía percibir el sonido de mi despedazado corazón caer al suelo. Para más desgracia, Ares rompió ese silencio en carcajadas para luego desaparecer. Lo odié. Una vez más lo hice. Realmente se había propuesto destruir mi vida, y por consiguiente, la de Gabrielle. Todo parecía un despiadado plan del destino para hacerme tropezar cada vez que parecía retomarme de la anterior caída. Tal vez, una guerrera que ha cometido tantas atrocidades como yo no merezca ser feliz..."

Xena parpadeó varias veces, intentando no dejar caer de nuevo las amargas lágrimas que tantas veces había derramado en lo que llevaba de día, y vio que, sin darse cuenta, había detenido el paso. Cabeceó de lado a lado intentando, en vano, borrar esos nocivos pensamientos de su mente y reanudó su viaje.

" La encontraré y le diré que todo ha sido un mal entendido, que me acosté con Ares por una fuerza mayor, y que aunque en su tiempo lo creí verdad, no estoy embarazada; todo fue una falsa y maldita alarma".

Gabrielle, sin embargo, estaba quieta...parada en todos los sentidos...apartada del mundo...y alejada lo más posible del ser del que en realidad más cerca quería estar. Casi no comía, no dormía, ni siquiera hablaba, tan sólo pensaba, y en varias ocasiones, lloraba a causa de esos pensamientos. Llevaba ya tres meses encerrada en uno de los pocos templos abandonados de Afrodita, justo a en un claro del bosque de las ninfas blancas del norte. No quería ver a nadie, no quería confiar en nadie, ni tan siquiera oír a nadie. La bardo, sentada en el suelo, se llevó las manos a la cara, apoyando sus codos en las piernas cruzadas. Su aspecto físico, junto con esa mirada que se había vuelto oscura y opaca, demostraban el dolor que Gabrielle llevaba en su interior. Sacó los sais de su funda y se puso de pie con rabia. Los miró cuestionándolos, como si éstos tuvieran alguna respuesta, y los lanzó cual rápido es un rayo hacia una columna.

- ¡¿Porqué?! -.

De repente, un brillo casi cegador deslumbró el lugar y obligaron a la bardo a girar su rostro a otro lado. Cuando la intensa luz cesó, Gabrielle volvió a girar su cuello hacia la procedencia de aquella interrupción. Una joven mujer de mediana estatura , de cabellos largos y brillantes, y ojos cual madera, se acercó hacia ella.

- Hola...- pronunció con un hilo de voz tenue.
- ¿Quién eres y qué quieres?-.
- Soy la Doncella Dafne, diosa única de las almas gemelas. Y quiero hablar contigo...creo que lo necesitas -.
- Lo que necesito es estar sola - dijo con semblante serio, sin mirarla.
- No lo creo. Realmente me preocupas, llevas aislada en este templo abandonado tres meses. Ni siquiera sales por comida -.
-¿Para qué salir a cazar pudiendo alimentarme de los frutos del patio? -.
- Da igual, no he venido a eso, sólo ha decirte que esta no es manera de vivir, Gabrielle -.
- ¿Cómo sabes como me llamo? -.
- ¿Tan difícil de creer es que la diosa de las almas gemelas sepa el nombre de los mortales a los que une? - preguntó desesperada al ver cuan increíble parecía ser que la diosa supiera de sus mortales.
- Supongo que no -.
- Pues bien, no eres aquella persona que conocí, la que siempre le hacía frente a cualquier problema -.
- Esta vez no quiero hacerle frente - dijo encontrando, por primera vez desde que la diosa apareció, el contacto visual.
- A Xena...-.
- Sí...- susurró.
- No has dejado que se explicara -.
- No era necesario. Me engañó...Y ahora está embarazada del Dios de la Guerra...¿qué tiene que explicar al respecto? -.
- Lo suficiente como para que sepas la verdad. Xena lo está pasando mal, incluso peor que tú. Está sola, confusa...y embarazada - dijo aún sabiendo perfectamente que Xena no estaba encinta.
- Así que soy yo la mala, ¿no? -.
- No, Gabrielle, no estés tan a la defensiva. Escúchame. Ya he mandado a mis tres ninfas sagradas a que la guíen hasta ti. Habla con Xena y aclarara todo. Pronto te encontrará. Una vez que te haya dicho lo que tiene que decirte, puedes elegir si seguir huyendo de ella o afrontar los problemas...juntas -.
- No lo entiendes, Dafne. No quiero hablar con ella porque sé que va a convencerme. No quiero verla porque sé que voy a olvidar todo y voy a perdonarla. Y no quiero, no quiero que siempre sea así. No quiero amarla tanto...-.
- ¿Aún la amas...?- preguntó sabiendo perfectamente la respuesta.
- La amo con locura, no puedo dejar de hacerlo, y supongo que nunca dejaré de amarla. Por eso mismo quiero alejarme de ella - confesó Gabrielle.
- Te comprendo Gabrielle. Es más fácil huir de los problemas que afrontarlos, pero debes saber que si siempre la perdonas no tiene porqué ser por el hecho de amarla. Quizás la perdonas porque sabes que tiene razón -.
- No siempre la tiene -.
- Créeme, esta vez sí -.
- Así que tu sabes la verdad -.
- Sí, pero es ella la que debe decírtela -.
- ¡Es todo tan difícil! - gritó golpeando el suelo con demasía - ¿Porqué todo acaba saliendo mal? Cuando al fin parece que estamos alejada de los problemas, éstos acuden a nosotras. ¿Y si son señales? Siempre se nos oponen muchos obstáculos, y creo que sólo cesarán cuando hagamos lo que éstos quieren: separarnos. Todo lo que puede ocurrirnos nos ocurre. Todo el mal, las mentiras, el dolor, los celos, incluso la muerte...todo está en nuestra contra. La quiero más que a nadie en el mundo, pero lo hemos intentado de las miles maneras posibles y no ha funcionado...Ya sé que toda relación es difícil, y más cuando quizás somos dos mujeres, pero esto es demasiado. Ya estoy harta. No puedo luchar más contra algo que es mucho más fuerte que nosotras...-.
- ¿Más fuerte que el amor? - preguntó significativamente la diosa tras escuchar atenta el argumento de Gabrielle.
- Tal vez sí...- sentenció bajando su húmeda mirada - Ya no puedo más...¿y si ya es la hora de abandonar?-.


Mientras tanto, Xena continuaba su viaje hacia lo desconocido. De pronto se le presentó una duda. Dos direcciones. Dos caminos. Una sola decisión. ¿Cual debía tomar? "Sólo tienes que pensar en Gabrielle. Intenta oírla, sentirla..." recordó. Entonces la guerrera cerró lentamente los ojos y puso su mente en blanco. De repente un sinfín de imágenes de su relación empezó a brotar en su cabeza. Desde el primer día en que la conoció, hasta el fatídico día en que la vio alejarse de su vida. "Puedo notar tu presencia...tu corazón...". Sin más abrió los ojos y se encontró con la segunda ninfa entre los dos caminos, justo en la separación de éstos. Esta vez señalaba a la derecha. Y hacia esa dirección se dirigió Xena.


- Xena no acepta la derrota...Ella te ama y tú a ella, y eso es lo único que importa. Juntas podréis superar todos los obstáculos Gabrielle, créeme...no sólo soy la diosa del Amor, soy mucho más que eso, soy la diosa del amor verdadero, del que une a las personas que no sólo se aman, sino que sus almas se pertenecen para toda la eternidad. Como las vuestras...- dijo Dafne.
- Eso creía yo. Creía que el amor era suficiente para mover el mundo, y no era así. ¿Merece la pena seguir luchando por algo imposible? -.
- Gabrielle, haz una cosa. Cierra los ojos - la bardo asintió y ocultó sus esmeraldas dejando rodar una lágrima por sus sonrojadas mejillas - Y ahora piensa en ella. Piensa en sus ojos azules...piensa en su sonrisa...en su voz, en su profunda mirada mostrándote todo el amor que siente por ti...en su fuego...en las lágrimas que ahora derrama por ti...- Gabrielle hizo amago de levantarse pero Dafne la detuvo. La bardo comenzó a llorar, aún sin abrir los ojos, y siguió escuchando - Piensa en las veces que te ha salvado por miedo a perderte...en su piel...en sus brazos que te envuelven y te abrazan...en su hombro que no duda en prestártelo para llorar cuando es necesario...en su carácter y forma de ser contigo...en su protección y preocupación dedicadas a ti...en su oscuridad y luz combinadas...en su cuerpo...en su risa...en su pelo...en sus "te quiero"...en su pasión, ternura, delicadeza, amor, suavidad...Piensa en sus manos...en su olor...en su tacto...en sus caricias...en sus besos...en sus palabras de amor...Piensa en Xena, Gabrielle...y dime: ¿Realmente no merece la pena seguir luchando por su amor? - preguntó sinceramente.

Gabrielle abrió sus empapados ojos y miró expectante a la diosa, que la miraba con infinita ternura. No esperó a que la bardo contestara, pues era evidente su respuesta.

- Entonces ya sabes lo que hacer. Encuéntrala y dile que la amas. Ambas sois lo que más necesitáis. Ella te explicará todo y juntas podréis con todo. No te engañes Gabrielle, ella es el amor de tu vida. Lucha por ella, nunca dejes de hacerlo por muy complicado que parezca todo. Y recuerda, sólo hace falta una mirada para poder salvarte -.


Xena, cada vez más esperanzadora, llegó a la cumbre de su encuentro. Otra vez la misma situación. En frente había dos senderos. Por lo que se podía apreciar a la lejanía, el de la izquierda la conducía hasta las afueras del bosque, y el de la derecha a una rivera, la cual, lucía realmente hermosa. Ya acostumbrada a la manera de hallar a la ninfa, repitió el mismo procedimiento que antes. Cuando abrió esos mares azules, apareció la tercera y última ninfa que aquella Doncella le indicó. Pero esta ninfa era diferente. Miraba intensamente, a pesar de ser una estatua, intimidando a la guerrera, tarea difícil para cualquier dios o mortal. Y ambos brazos señalaban los dos caminos, el izquierdo y el derecho. "¿Cómo? Al parecer esta no se anima a colaborar. Tendré que tomar mi propia decisión basada en mi instinto".


Con un sublime beso en la mejilla, aún mojada, la diosa Dafne desapareció dejando a una más que confusa bardo. Tras esa palabras de ánimo y coraje, comprendió que ella tenía razón y que no podía rendirse, mucho menos ahora.

- Prefiero vivir luchando a tu lado contra todos los obstáculos que se nos presenten, que pasar toda una vida sin ti -.
- Lástima que no puedas vivir lo suficiente como para cumplir esa afirmación - Gabrielle giró su cabeza de un brinco hasta descubrir al ser más repugnante de la faz de la tierra montado a su negro caballo: Ares.
- ¿Qué es lo que quieres? ¿Aún no es suficiente el daño que estás causando?-.
- Mmmm...No - contestó - Todavía tengo algunos planes para ti -.
- ¿Ahh sí? ¿Cuáles? -.
- Venderte como esclava al mejor postor antes de que Xena pueda encontrarte - Gabrielle abrió con vehemencia los ojos escandalizada - Algo tenía que hacer contigo, ¿no? - dijo agarrándola del brazo y subiéndola con él al caballo.

Al salir del templo, la luz del día cegó a la bardo después de tanto tiempo. Casi no recordaba ya el calor del sol sobre su piel, ni el puro aroma de la mañana impregnada en el aire. Eran algunas de las cosas que realmente había añorado.
De pronto vio a lo lejos a la hermosa Argo pastando la fresca hierba, y supo que Xena estaba cerca. Dio gracias a la diosa por haberla traído hasta allí.

- ¡Xena! - gritó a medida que se alejaba de ella a una velocidad inalcanzable.

El corazón de Xena, la cual estaba sentada sobre una roca descansando y pensando el camino que debía tomar, se disparó al oír la voz de Gabrielle gritar su nombre. Se levantó de un salto y salió corriendo hacia el frente, donde le había parecido escuchar a la bardo. No había tiempo de buscar a Argo. El tono de Gabrielle le indicaban que estaba en peligro y necesitaba su ayuda. Un miedo insostenible se apoderó del alma de Xena al pensar en ello. Por fin entró en el claro, y encontró uno de los pocos templo de Afrodita que quedaban fuera de Grecia, donde solían honrar culto, antes de ser abandonado, los adoradores de la diosa griega del Amor, pertenecientes a la aldea de Voltaris, situada a no más de una marca de vela. Fue velozmente al interior de dicho templo creyendo que Gabrielle se encontraba allí. Cuando penetró en él, buscó desesperada a la bardo por todas y cada una de las habitaciones y salas que éste contenía. Cuando finalizó su vana búsqueda, se apoyó en la pared, pensando que tal vez todo era una treta de aquella Doncella para divertirse con la desesperación de la princesa guerrera. Pero hubo unos objetos que antes no había visto. Los sais de Gabrielle clavados en la columna construida en frente de donde Xena estaba. Un ápice de alegría iluminó su rostro, mientras extraía las armas de Gabrielle y salía corriendo hacía el exterior. Por suerte encontró a su yegua justo a las puertas del templo, y acercándose a ella, vio unas pisadas en el suelo. Eran las huellas de un caballo.

- Demasiado despreocupado...- Montó en Argo rápidamente y decidió seguirlas.


Al cabo de trece amaneceres, día y noche viajando casi sin descanso, las huellas fueron a parar en la pomposa y elegante Rowelf, lejana ciudad del norte, y muy famosa por sus muchos palacios y por el alto linaje que en ella residía. Rowelf era una ciudad muy importante reinada por el rey viudo Harich. Una ciudad entonces desconocida para Xena.

Mientras tanto, Balkho, el señor de la guerra nórdico más despiadado y temido de la ciudad, se encontraba en su castillo, situado justo en medio del frío bosque. Con un significativo gesto, dio la orden de que dejaran pasar a un aparente guerrero, de pelo trigueño y mirada demasiado oscura.

- Así que se supone que tú eres el mejor caza recompensas que existe en estas tierras -.
- Se supone, sí -.
- ¿Sabes? Me gusta tu carácter. Eres bueno -.
- Eso suelen decir los que también lo son -.
- Sí, pero dudo que tu descarada elocuencia y esa alagancia te vayan a servir conmigo -.
- Vayamos al grano -.
- Ofrezco cincuenta mil dinares griegos como recompensa por mi sobrina, la princesa Helena -.
- Por los dioses, ¿cincuenta mil dinares?-.
- Tentador, ¿eh? -.
- ¿Y porqué la princesa Helena, si se puede saber? -.
- Veo que tus dotes de curioso caza recompensas son merecidos -.
- Ya ves -.
- Pues porque es el ojito derecho de mi único hermano, el rey Harich. Helena, la hermana pequeña de las seis hijas del rey, cumple veinte años mañana. Si en dicha fiesta, no aparece, todo el mundo se alarmará y llegará el pánico. Ahí será cuando se enteren de que ha sido raptada por un señor de la guerra, pero nadie sospechará que ese señor de la guerra es su propio tío. Por ella pediré una gran suma de dinero. Estoy seguro que su papá pagará lo que fuera necesario por su hija preferida -.
- Comprendo. Así que pedirás dinero por un rescate -.
- Con el dinero que se gastará en recuperar a Helena, yo podré comprar un gran ejército, destruir el reino, y hacerme con el trono total. Ahora márchate, y procura hacer bien tu trabajo. Seré Balkho, el rey y señor de la guerra con el ejército más grande no de Rowelf, sino de todo el mundo - pronunció con una malévola sonrisa, mientras el caza recompensas salía del castillo.


Por fortuna, la princesa guerrera paso desapercibida por la ciudad, lo que le permitió poder andar a sus anchas, a excepción de lo que lo consideraban la zona privilegiada: un enorme terreno dedicado al gran palacio real, separado del resto de la ciudad mediante un foso. El puente levadizo, que se encargaba de unir ambas tierras, sólo era traspasado por los de alto linaje, como eran los leales guerreros al servicio de éstos, y los propios campesinos, sólo si éstos habían solicitado ver al rey. Xena decidió ir al bosque que se encontraba al lado de la ciudad. Antes de iniciar su búsqueda sobre el paradero de la bardo, dejó atada en el establo a su yegua. Mientras se dirigía al bosque, con su particular paso firme, muchas jóvenes unidas las unas con las otras mediante unas cadenas de duro acero, que sostenían sus muñecas, le cortaron el paso. A éstas las dirigía un enorme guerrero, que por sus vestimentas parecía un soldado leal del palacio. Entrecerrando sus ojos, Xena se puso a mirar detenidamente las muchachas que entraban a palacio. Fue entonces cuando alma y corazón se quebrantaron al ver a su amada Gabrielle de Potedaia caminar al final de la fila. Con la mirada perdida en el suelo y llena de lágrimas, fue arrastrando los pies hacia donde le conducirían para esclavizarla.
Después de tanto tiempo.de tanto dolor.la tenía delante suya y ni siquiera podía correr a abrazarla. Xena estuvo al borde de gritarle que estaba ahí, que no se preocupara que la iba a sacar de allí, y que por supuesto aún la amaba con locura. Pero por suerte o por desgracia, se contuvo para no llamar una atención que no deseaba en absoluto. Apretando su mandíbula con fuerza y derramando una lágrimas de inmenso dolor, unió la sabiduría con el coraje y se marchó al bosque. Cuando llegó, se planteó por un momento qué es lo que iba a hacer. No se le ocurría ningún plan. No podía entrar en el palacio. Aunque lo hiciera no encontraría a Gabrielle y mucho menos saldría viva de allí. Cualquier plan era descabellado o peligroso.
De pronto, una carroza a velocidad desconsiderable paró en seco detrás de Xena, quien se escondió tras un árbol. Del asiento de delante cayó al suelo el probable cochero herido y atado de manos a pies, incluida la boca que también la tenía tapada. Luego del mismo lugar, salió un hombre de no más de treinta años, de pelo trigueño, que entró en la parte cubierta de la carroza y tiró del brazo de una mujer, cuyo vestido, joyas y peinado advertía su alta situación económica. Los gritos incesantes de aquella mujer resonaban en aquel inhabitado bosque, haciendo que el hombre golpeara su mandíbula con fuerza, y por ende, acallando la histérica joven, que entonces yacía tendida sobre el suelo.

- Realmente no me gusta hacer el trabajo sucio, pero el precio que pagan por ti es demasiado tentador, así que...espero que tu padre te quiera lo suficiente como para dar todo por ti - declaró desenvainando su espada.
- En eso estamos de acuerdo - pronunció Xena, haciendo que cuatro sorprendido ojos se clavaran en ella - A mi tampoco me gusta hacer el trabajo sucio con escorias como tú - proclamó con su típica sonrisa sarcástica, al tiempo que imitaba el acto que el hombre anteriormente había efectuado con su espada.

Ambos desencadenaron una lucha. Corta, pero intensa. Aquel caza recompensas era también un buen guerrero, pero estaba claro que no lo suficiente como para enfrentarse a la princesa guerrera, así que tras la danza de espadas, la pelea terminó con aquel malaventurado hombre interfecto sobre el suelo.

- Oh, que los dioses te bendigan - gritó la muchacha.
- ¿Por quién pediría alguien tanto dinero?- preguntó Xena ayudando a aquella joven a levantarse del suelo.
- Soy la princesa Helena, hija del rey Harich -.
- Entiendo - dijo pensando quién podría haber sido el que mandara a ese hombre a por la princesa.
- Quiero saber el nombre de quien me ha salvado la vida - interrumpió aquella entusiasta joven los pensamientos de Xena.
- Me llamo Xena -.
- Xena, te debo mi vida. Muchas gracias -.
- De nada, no te preocupes -.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti?-.
- No -.
- ¿Seguro? -.
- Bueno - la imagen de Gabrielle hacía unos segundos le vino a la mente - Tal vez sí. Háblame de las jóvenes esclavas que entran a palacio -.
- Son bien tratadas para ser lo que son. Tienen una comunal habitación, buena comida, curanderos...Es decir, que a pesar de tener que hacer absolutamente todo lo que les sea encomendado, más que esclavas son sirvientas que viven en palacio, ¿qué más pueden pedir? -.
- Su libertad - afirmó.
- Bueno pero.-.
- Nunca pensé que un rey aprobara la esclavitud en su reino y que los ciudadanos no se revelaran - interrumpió.
- Es que ellas son.-.
- Ya sé lo que son las esclavas - volvió a interrumpir - Lo que me gustaría saber es si una princesa puede liberarlas -.
- Pues no, no puede. Las princesas no nos encargamos de eso -.
- Ya...- murmuró Xena con desprecio. Tras mucho transitar, una idea cruzó su mente y le iluminó el rostro - Pues ya sé lo que puedes hacer por mi -.
- Te escucho -.

La princesa y Xena subieron a la carroza después de haber desatado y curado al cochero. Helena ordenó a éste que volvieran a palacio, no sin antes advertirle que no hablara sobre lo ocurrido hacía unos instantes con la excusa de no preocupar a los demás.
A medida que los tres atravesaban el foso, Gabrielle, junto con las demás esclavas, era conducida al palacio de enfrente, uno de los más grandes y lujosos a simple vista. Se sorprendió al ver tantas casas lujosas, probablemente de los soldados al servicio real, a su alrededor. Cuando entró, se fijó en las paredes y en el techo de la antesala, percibiendo detenidamente la sutileza que habían empleado al construir tal hermosa estructura. Pronto llegaron a un largo pasillo, aparentemente interminable. Al presentarse el soldado frente a una puerta de madera, sacó una llave dorada para abrirla. Todas pasaron a enorme sala, la cual contenía varias camas, más de la necesarias, y una gran tina al fondo. Todo parecía bastante limpio y ordenado, sin embargo los rostros y expresiones de las demás, incluida la de Gabrielle, mostraban la indiferencia de aquellos detalles. De repente, una bella mujer, que no aparentaba más de veinticinco inviernos, de pelo largo y rubio, ojos claros y esbelto contorno corporal, entró en la sala, se puso en frente de todas ellas y se dispuso a hablarles.

- Soy la princesa Roana, esta noche se hará una gran fiesta en honor al cumpleaños de la princesa, y mi hermana pequeña Helena. Todo saldrá perfecto. Vosotras - dijo señalando a un grupo de jóvenes sentadas en cojines del suelo - Os encargareis de servir la comida. Aquellas del fondo os encargareis de servir vino - esta vez señalo a otras tres muchachas, entre ellas Gabrielle - Y todas las demás bailaréis para los invitados. Al finalizar la fiesta limpiaréis todo. Después podréis comer. Vuestra ropa está en aquel vestíbulo de la derecha. No tengáis miedo, no os pasará nada malo - dijo con una cómplice sonrisa para tranquilizar aquellas miradas de pánico a lo desconocido.

A pesar de ser una princesa ordenando a sus esclavas, a Gabrielle no le pareció una mala persona, de hecho hasta le pareció una joven emprendedora, simpática, y entusiasmada por organizar la fiesta de cumpleaños de su hermana.
Cuando la luna menguante apareció espléndida sobre el frío y oscuro cielo de la noche, todos los invitados comenzaron a entrar a la sala donde en unos instantes se celebraría la fiesta. Quedaban pocos minutos para que dicha celebración comenzara, así que todos se limitaron a esperar la entrada del viudo rey y sus hijas. De repente, varias bailarinas salieron de una pequeña puerta de la parte derecha del salón, moviéndose al son de la música que había empezado a sonar, y sorprendiendo a todos los que estaban allí, que quedaron maravillados por la soltura que estas jóvenes poseían al seguir el ritmo que la melodía les marcaba. A pesar de la ausencia de la realeza, la fiesta ya había comenzado. Justo entonces, entraron las demás esclavas, que parecían leales sirvientas, y comenzaron a servir vino y varios entremeses. Gabrielle quedó asombrada por la lujosidad y belleza que lucía aquella estancia. En el centro de la enorme sala, se encontraba un largo banquete, con todo un mangar de fruta, bebida, carne, verduras, etc...Cada una de las sillas eran de cobre, a excepción de las tres primeras de la derecha y las otras tres primeras de la izquierda eran de plata. Y por supuesto, una gran silla de oro precedía aquel banquete. Supuestamente ahí se sentaría el rey. Cubiertos, copas y platos estaban también elaborados con plata. Todo el salón estaba rodeado de columnas de las cuales colgaban antorchas, dándole una peculiar luminosidad para hacer de la fiesta algo más elegante. Entre columna y columna estaban los soldados, vigilando que todo estuviera en orden. Y al final de toda la sala, se encontraba la puerta real; una enorme puerta de madera acabada en pico. Las personas, de varias edades, mostraban todas sus joyas y vestidos caros, haciendo gala de su posición social. La bardo lucía un vestido blanco y ajustado, agarrado solamente por un hombro y haciendo juego con su clara piel. Su cabello dorado ya le caía justo hasta ambos hombros. Obedeciendo a la princesa Roana, que le encomendó su tarea, agarró una jarra y, paseando a lo largo de la sala, fue sirviendo vino a quién se lo pedía con un gesto. De pronto, las bailarinas, junto con la melodía se detuvo. Las trompetas comenzaron a sonar en señal de que el rey iba a entrar, lo que hizo que el murmullo de la gente cesara hasta quedarse mudo. Dos soldados abrieron la puerta real y entonces entró el rey Harich, que tenía agarrada del brazo a su hija Helena, la principal protagonista de la fiesta. Ésta iba vestida con un lujoso vestido azul, con adornos y decorados dorados. Era bastante ajustado hasta la cintura, y bien escotado. "Por lo visto a Helena le gusta hacer gala de su cuerpo". El color de su vestido resaltaba aún más, si eso era posible, los ojos de quien lo portaba. En su cabeza tenía posada la corona, que a su vez sostenía un velo dorado, casi transparente, pero no lo suficiente para poder ser identificada.

- ¿Estás segura de que lo harás bien Xena? - susurró a medida que avanzaban por la alfombra.
- No os preocupéis alteza, ya me he hecho pasar por princesa - "Aunque nunca por una de veinte años".
- Recuerda que la gente te conoce, así que no te desprendas nunca del velo -.
- ¿Y mi voz? -.
- No creo que se den cuenta de eso. Aparte de que se parece mucho a la suya, los invitados no notaran nada raro. Además Helena no suele asistir a las demás fiestas así que no la oyen mucho, y no hay nadie aquí que te conozca -.
- Bien - "aunque sí hay alguien aquí que me conoce".
- Tampoco olvides que no debes levantarte. Permanecerás todo el tiempo a mi lado para no levantar sospechas -.
- Creo que levantaré más sospechas si no me muevo, ¿no creéis? -.
- No hay que arriesgarse. Lo triste es que Helena se esta perdiendo su propia fiesta de cumpleaños -.
- No os preocupéis por eso, lo importante es que vuestra hija esté a salvo. Ya le haréis otra. Seguro que el que quería raptarla está en esta fiesta -.

A medida que el rey y la princesa andaban tranquilos y despreocupados, todos los invitados, haciéndole un camino hasta la mesa, les iban haciendo una leve reverencia bajando sus cabezas. El rey, seguido de sus otras cinco hijas, se sentó en el extremo de una gran mesa. Xena se sentó a la derecha del rey, y las demás princesas se fueron sentando en las otras sillas plateadas. Harich se puso de pie y habló con voz firme.

- Escuchad mis queridos invitados, nobles ciudadanos, admirables amigos, nuevos conocidos y reyes de otras provincias: Esta fiesta es en honor a mi hija pequeña Helena, quien hoy cumple veinte años. ¡Brindemos por sus veinte primaveras! - todos alzaron sus copas al cielo y al rato bebieron a la salud de Helena - Todo lo que aquí se ofrece es vuestro. Espero que disfrutéis de esta fiesta tanto como espero que lo hagan mis hijas - gritó el rey mirando a sus descendientes.

En un momento ya estaba todos comiendo y bebiendo en la mesa. Cada uno hablaba de sus cosas, mientras que otros se divertían bailando o viendo danzar a las bailarinas. La música subía cada vez más su volumen después de haber cenado y brindado por la anfitriona, así que se levantaron de la mesa y se dividieron en distintos grupos según el tema del que hablaban. El rey no tenía más remedio que permanecer en el trono, sin embargo, las cinco princesas estaban por ahí hablando con los distintos invitados. Xena quedó sorprendentemente fascinada por la supuesta fiesta real, que más que eso parecía una bacanal. "¿Y se supone que así son todas las fiestas reales? Ay, esta ciudad no hay quien la comprenda" pensó la guerrera.
Ya habían pasado tres marcas de velas desde que la fiesta comenzó y Xena aún permanecía en su asiento. Pasó la mirada por encima de todos, a ver si encontraba de una vez por todas a ese ser que la había traído a tan lejanas tierras. Su corazón se detuvo por un momento al percibir una mirada verde fija en ella. El aire no parecía ser importante hasta que le faltó el oxígeno y inhaló bruscamente . "Gabrielle..."
La guerrera se levantó en el instante, pero el rey intentó detenerla.

- ¿Qué haces? No debes levantarte, podrían descubrirte -.
- Recuerda que salvé la vida de vuestra hija, mi alteza. No estoy aquí porque quiera saber lo que es ser una princesa, ¿sabéis?-.
- Tienes, razón. No me has dicho porqué estás haciendo esto. No es por mantener a salvo a mi hija, lo sé -.
- También es por eso -.
- No te arriesgues -.
- Debo hacerlo, tengo que hablar con una persona -.

Xena hizo caso omiso a las advertencias del rey y se dirigió hacia donde se encontraba Gabrielle. Cuando estuvo justo detrás de ella, carraspeó en señal de su presencia. Ella se dio la vuelta y quiso mirarla a los ojos, pero el velo ocultaba su rostro y se lo impedía. Xena elevó su copa y Gabrielle rápidamente captó y el mensaje.

- Sé que no debería hablar una esclava con una princesa, pero aún así te diré Feliz cumpleaños - dijo mientras le servía un poco de vino.

Gabrielle sólo recibió un leve asentimiento en señal de agradecimiento. Al ver que eso era todo y que al parecer no podía esperar mucho más de la princesa, se giró y se dispuso a continuar su trabajo.

- Gracias - murmuró.

La bardo detuvo su paso en seco mientras cogía aire bruscamente al ver que el oxígeno simplemente parecía no llegar a sus pulmones. El corazón se le heló al oír de nuevo esa voz inconfundible, después de tanto tiempo. Aquella palabra retumbó, haciendo un eco casi doloroso en las paredes de su cráneo. Todo su cuerpo empezó a temblar. No podía creerlo. "Esa voz..." De nuevo se dio la vuelta lentamente para ver, con los ojos exageradamente abiertos, a Xena, la cual tenía la esperanza de ser reconocida y por supuesto de no ser rechazada.

- ¿Xena?- susurró aún incrédula.
- Gabrielle - ésta la miró de arriba a abajo, y se llevó la mano a la boca.
- Pero...Tú...Yo...O sea.- no sabía que decir, al parecer sus dotes como bardo se habían volatilizado. Tenía tantas preguntas sin respuestas, necesitaba tantos porqués. Era lo último que se podía esperar - ¿Qué haces aquí? Eres...Helena...-.
- He venido a por ti. A sacarte de aquí y a darte una explicación. Me da igual que luego te vuelvas a ir, pero antes tengo que dártela -.

De pronto un joven y aparentemente apuesto hombre que no sobrepasaba los treinta años se acercó por detrás.

- ¿Qué hace una princesa con tal hermoso rostro como el vuestro perdiendo su valioso tiempo con una esclava?-.
- ¿Cómo decís eso si ni siquiera me lo habéis visto? - el hombre levantó una ceja -.
- Me encantaría verlo - dijo con doble interpretación.
- El rostro - cortó la guerrera "No soporto este tipo de hombre, si es que se les puede llamar así".
- A eso me refería - dijo dejando notar su mentira.
- Estoy segura de ello - dijo sarcásticamente.
- Soy el príncipe Leonardo. Es la primera vez que visito esta ciudad, pero ya veo que hay una joven y bella mujer que hoy cumple años en ella - dijo haciendo una reverencia - Así que veinte maravillosas primaveras...Vos sois ya toda una mujer - "No sabes cuánto" rió en su interior Xena - Felicidades -.
- Gracias - a pesar de que sus labios no se le veían, en la voz se notó que una sonrisa se dibujaba en ellos -.
- ¿Y cómo es que aún no os habéis casado? Si mal no recuerdo ni siquiera estáis prometida - "De hecho sí que estoy casada, justamente de esta esclava que está detrás mía ".
- Aún no he encontrado a la persona idónea para ello -.
- En fin ¿Os gustaría platicar un rato conmigo?- La furia que empezaba a emanar del interior de Gabrielle por ese asqueroso joven era casi insoportable y descaradamente notable.
- Por supuesto. Estoy segura de que un príncipe como vos tiene mucho que contar -.
- Así es - dijo con aire engreído "¿Pero quién se cree que es éste?" pensó Gabrielle.
- Pero antes permitidme -.

Leonardo se alejó un momento mientras le pedía vino a otra sirvienta que pasaba por allí, mientras que Xena se volvió hacia Gabrielle.

- Te espero en mis aposentos después de la fiesta. Si pasa algo si que la princesa Helena te he solicitado para algún tipo de trabajo y te dejarán entrar en mi cuarto. Tú y yo tenemos muchas cosas de las que hablar - afirmó sintiendo la suavidad de la piel de Gabrielle entre sus dedos mientras acariciaba su mejilla.

Xena le regaló una mirada llena de ternura y amor indefinido, pero Gabrielle aún no podía mirarla a los ojos debido al velo que ocultaba su identidad. Aquella caricia propició un tremendo escalofrío que recorrió el cuerpo de Gabrielle cual carga eléctrica al sentir una vez más y después de estos largos meses el contacto de la piel de su amada guerrera sobre la suya. Tras lo que les pareció una pequeña eternidad, apareció de nuevo el prepotente y arrogante Leonardo, interrumpiendo aquel momento tan especial.

- ¿Vamos?- Xena asintió elevando su mano, que la agarró delicadamente Leonardo. Gabrielle vio cómo se alejaba su guerrera, siendo conducida hasta uno de los rincones del salón. El resto de la fiesta transcurrió con la absoluta atención de Gabrielle en cada uno de los movimiento que Xena articulaba. Y ésta soportando a duras penas mediante falsos argumentos y disimuladas evasiones a Leonardo y a todos los demás que, de vez en cuando, se acercaban para felicitarla personalmente. Por suerte, la falsa identidad de Helena no levantó ninguna sospecha y todo surgió tal y como fue planeado.

La media noche llamó a la puerta del palacio y cual joven Cenicienta, todos los invitados parieron a su morada en carros y carrozas particulares. Rey e hijas también se retirando a sus aposentos a dormir. Y mientras tanto, todas las esclavas se quedaron a limpiar y recoger el salón hasta que quedara perfecta, tal y como antes permanecía. Y por ende, si ello suponía no dormir y ni siquiera cenar, que así fuera, según el rey. Intentaron apresurarse como humanamente pudieron para no demorar demasiado, pues deseaban estar en su habitación lo antes posible. Al acabar por fin su tarea, y después de revisar bien que la sala estaba totalmente recogida, todas se marcharon al cuarto a comer, tomas un baño y dormir. Todas a excepción de Gabrielle, que se encaminó a los aposentos de la princesa Helena. Perdida en un inmenso corredor que no parecía llegar a un final alcanzable, y frustrada por la aceptación de que su orientación no era precisamente envidiable, optó por volver a la antesala por donde había venido y volver a empezar. Sorprendentemente, mientras volvía, y doblando una esquina, su paso se atoró al ver justo en frente a dos soldados, cual estatuas inmóviles, a los lados de una enorme puerta.

- He sido solicitada por la princesa Helena pero no encuentro sus aposentos - dijo con aire seguro pero a la vez, y sin querer, cuestionarlos.

Ambos soldados ni se dignaron a mirarla, continuaron con la mirada al frente sin parecer tener un punto fijo al que mirar. "¿Es que no me oyen?" se preguntó Gabrielle al ver que ni un solo músculo de sus cuerpos se movieron.

- Perdónenme, ¿seríais tan amables de mostrarme el camino hacia los aposentos de la princesa Helena? - cuestionó Gabrielle con ambas cejas elevadas.
-............- "Eeeeeeooooo".

Al ver la ignorancia e indiferencia que provenía de aquellos soldados, Gabrielle hizo amago de volverse con mohín irritado, pero el sonido de las dos lanzas que tenían en cruz ambos hombres al separarse la detuvo y se giró. La bardo supuso que eso quería decir que tal vez ahí estaba los aposentos que buscaba. Avanzó lentamente, con miedo de ser atravesada por una de esas lanzas hasta la puerta. Al ver que los soldados seguían en su posición y no presentaban ninguna amenaza, Gabrielle abrió la puerta con osadía. Ahora sí que tenía miedo...pues lo que venía ahora le inspiraba mucho más miedo del que miles de soldados como aquellos podrían inspirarle.
Cerró la puerta aún sin darse la vuelta. Sin embargo pudo percibir la presencia de alguien detrás suya. La luz que había provenía de la mezcla de la luna y de las muchas antorchas que había. El aroma era extraño, similar al de una habitación que se mantiene normalmente cerrada durante un largo periodo de tiempo. Su manos comenzaron a temblar. Una vez más. Mas el coraje t la curiosidad se aliaron y se volteó. La habitación era mucho más amplia de lo que parecía. Metros y metros la recorrían. Esto no era una simple habitación, era todo un salón que al parecer daba con una habitación más y con el baño. En frente y a lo lejos, divisó una figura de espaldas. Un atuendo de color blanco, probablemente un camisón, cubría parte de su cuerpo, a excepción de la espalda, que la lucía con clase y elegancia. Esa mezcla de curvas y esa piel tersa, morena, suave y dulce eran una tentación inconfundible. Su cabello negro caía alegre y despreocupado por sus hombros.

- Xena...-.

Los latidos de su corazón aumentaban su velocidad a medida que Xena se giraba lentamente para verla. Su mandíbula se desencajó desmesuradamente al fijarse en que el vientre de la guerrera no era notablemente voluminoso como había imaginado. Xena miraba el suelo...Había llegado el momento de la verdad...El momento que había estado esperando durante este tiempo parecía ahora algo mucho más difícil que la propia búsqueda de Gabrielle.

- Mírame - sonó más a súplica que a orden, y ambas lo percibieron.

Xena fue alzando la mirada poco a poco hasta posarse en el punto esmeralda que estaba en frente. Duelo verde azulado empató en el mar de sentimientos y demostraciones que había irradiado a través de esa mirada. No sabían qué decir, pero ambas sabían lo que sentía la otra. Esa mirada contenía aún la llama de un amor y una devoción que nunca se había disipado, y eso era lo único que les importaba en ese momento.
Lágrimas incontenibles surgieron de ambas miradas. Todo el muro de piedra que Gabrielle había construido al rededor de su corazón durante esos meses, simplemente se desmoronó en aquella mirada azul. "Sólo hace falta una mirada para poder salvarte" recordó la bardo las ciertas palabras de la diosa. Presa de la confusión y del anhelo de volver a perderse en esos brazos, corrió a ello en busca de amparo, calor y consolación.

El silencio se apoderó de la habitación. Toda palabra sencillamente desapareció. Sólo por un momento el mundo, el tiempo, el espacio, los demás, los abismos que las separaban, los obstáculos, el miedo...Todo ello dejó de existir. Tan sólo estaban ellas dos, aferrándose una a otra, fundiendo sus cuerpos...Tan sólo por un momento...

El llanto amargo de ambas amantes retumbó en la habitación. Era lo único que osaba a romper el silencio que se había creado. Xena sumergió su cabeza en el cuello de Gabrielle, inhalando ese perfume que tanto había anhelado. Una vez más pudieron sentir sus corazones pegados como uno solo. El contacto de la unión de pieles hizo que sus almas se elevaran como solían hacer hasta el cielo y así poder tocar las estrellas...
Los gemidos de llanto de Gabrielle se hacían cada vez más intensos a medida que apretaba más el cuerpo de Xena contra el suyo. Acariciando el pelo de la guerrera, y sorprendida por el sufrimiento que parecía haber guardado durante este tiempo, por fin pudo articular palabras.

- Lo siento Xena - murmuró entre sollozos. Fue lo único capaz de decir, aún sin soltar su cuerpo.

Xena no podía hablar, pues un amargo nudo atorado en su garganta se lo impedía. Tan sólo cerró los ojos con fuerza y se aferró aún más al cuerpo de Gabrielle, como indicio de su incapacidad para hablar en ese momento.

- La diosa Dafne me hizo ver la verdad. Me ayudó, cuando mis fuerzas se quebrantaban, a comprender que te culpaba de algo de lo que no eras culpable. Tenía miedo de los obstáculos, de que siempre hubiera algo a lo que superar. Huí de ti...cuando en realidad estaba huyendo de mi misma. Y por mi culpa te he hecho sufrir tanto...- el llanto aún continuaba impreso en cada una de aquellas palabras - Lo siento, lo siento tanto...-.
- Yo también siento todo lo ocurrido....- .
- Xena, escúchame bien...- dijo separándose por primera vez del abrazo para mirarle de cerca a los ojos. Pasaron varios segundos así, en silencio, tan sólo se mantenían perdidas en el profundo océano azul y en la hermosa piedra esmeralda...- Ya no me importa que te acostaras con Ares, te he perdonado. Creo que hace tiempo que te perdone, pero lo mantuve como excusa. Lo más importante es que te amo como jamás pensé que amaría a nadie en este mundo y sé que tú también me amas de igual modo. No podemos abandonar ahora, mucho menos después de todo lo que hemos vivido - "Juntas..." pensaron las dos.
- Gabrielle...Debes saber algo de aquella noche con Ares - sentenció.
- No. Mejor será olvidarnos de ese tema -.
- Pero yo...- intentó explicar.
- Da igual Xena - interrumpió la bardo.
- Eso no ocurrió Gabrielle, yo te engañe...- logró decir al fin.
- ¿Qué?-.
- Cuando te resucité...- "Ya ni suena irónico" - tuve que hacer muchas cosas para lograrlo, entre ellas hacerle creer al Dios de la guerra que había vuelto a ser la que era antes para gobernar el mundo a su lado, su reina guerrera...Y eso supuso acostarme con él -.

El recuerdo de esa noche, que la había observado desde el cielo, junto con la culpabilidad abofeteó el alma de Gabrielle.

- Cuando me di cuenta de que estaba embarazada me sorprendió tanto como a ti, pues sabía bien que nunca podría engañarte. Pero luego caí en cuenta de que aquel supuesto hijo era de Ares y eso fue cuando os vi en el bosque hablar -.
- Xena...- Gabrielle no sabía qué decir.
- Intenté explicártelo, pero...-.

Xena no continuó la frase al ver que Gabrielle se arrodillaba en el suelo, con ambas manos en su rostro y comenzó a llorar de nuevo. La morena se agachó hasta quedar a la altura de Gabrielle, y tan simple como confortador la abrazó como modo de consuelo y preocupación. El llanto de la bardo era aún más intenso que el anterior, el cual parecía haberse apaciguado, pero que evidentemente no había acabado de hacerlo. Xena la mecía, y aún sin entender el porqué de su llanto, la consolaba en lo que se había convertido en un lento vaivén.
"No puedo creerlo. Casi pierdo al amor de mi vida por el rencor, el miedo, la furia...la inminente duda... No sabes cuánto lo siento Xena. Hiciste algo por mi; te tragaste todos tus escrúpulos entregando algo muy especial a alguien que no lo era para ti, que de hecho hasta te repugnaba. Todo ello por mi, y mi forma de agradecértelo es haciendo te sufrir más y dejándote sola cuando más me necesitabas. Jamás me lo perdonaré. Te he fallado, Xena. Una vez más en la vida te he fallado".

- Me siento tan avergonzada - es lo que de pronto Xena logró entender entre gemidos y sollozos.
- No te preocupes ahora Gabrielle. Ambas hemos sufrido mucho, pero lo importante es que una vez más nuestro amor ha sido más fuerte que todo - confesó mientras, desde arriba, cogía las manos Gabrielle y la ayudaba a ponerse también de pie.
- ¿Cómo no me di cuenta de que fue esa noche? -.
- Estabas confusa -.
- No, estaba ciega por el rencor -.
- Ahora ya no importa, Gabrielle , de todos modos no.- intento decir antes de que la bardo la interrumpiera.
- Claro que importa, Xena. Realmente llegué a pensar que me habías engañado. He dudado de ti. De tu amor -.
- No te culpes más...-.
- Por favor perdóname...-.
- Te perdono Gabrielle...No puedo hacer otra cosa más que perdonarte. Por favor no llores más -.

Xena la había perdonado sinceramente. Ni un ápice de rencor quedaba en su interior, pero era la bardo la que no consentía perdonarse a si misma. Después de todo aquel tiempo resultaba que la guerrera, "mi guerrera", no era la culpable, sino la víctima. "¿Cómo habría estado Xena durante estos meses?". No quería ni imaginárselo.

- De todas formas no notas que mi vientre no ha aumentado su volumen ni un solo milímetro - La bardo frunció el ceño al no entender el significado de sus palabras.
- ¿A qué te refieres?- " Pues no es muy difícil de entender".
- Gabrielle.¡pues que no estoy embarazada! -.
- ¿Cómo? -.
- Todo fue una falsa alarma. Por fortuna no me quedé embarazada de Ares. Hubiera sido terrible tener que portar algo en mi interior perteneciente al asqueroso Dios de la guerra -.
- Entonces todo lo que hemos pasado estos últimos meses.-.
- Gabrielle - le riñó.
- ¿Qué?-.
- No lo pienses más, ¿vale?-.
- Vale -.
- Tenemos mucho que contarnos...-.
- Sí -.
- No lo haces -.
- ¿Qué no hago qué?-.
- Dejar de pensarlo -.
- Es que no puedo -.
- Sí que puedes, lo que pasa es que no quieres. Deja de torturarte -.
- Pero yo...- quería decirte tanto y a la vez tan poco...- Te quiero.- y tras una breve pausa trató de seguir hablando - Y no sabes lo que es sentirse...-.

Su frase se vio interrumpida por el índice de Xena posado en sus labios. Fue uno de los gestos más bonitos y a la vez sensuales que había articulado hasta entonces. Esa mirada intensa desnudó el alma de la bardo que cual discípulo obediente, calló. El azul de sus ojos y el verde de los de Gabrielle se fundieron en un profundo mar de amor verde azulado. En los labios de Xena bailaba una sonrisa leve pero sensual. Más consciente que inconscientemente, al tiempo que se perdían en la mirada, se acercaron la una a la otra hasta quedar a escasos milímetros la una de la otra. Podían sentir el aliento la de una en la boca de la otra, mientras que sus corazones latían más fuerte que nunca al mismo ritmo, como si se tratase de uno solo. Sus labios se unieron sedientos de amor, de un amor que únicamente podía darse ellas. Al principio solo fue un leve contacto sin movimiento, pero se vio precedido de uno mucho más intenso pero incapaz de ser más sentido. Sus lenguas se buscaban desesperadas después de tanto tiempo. Casi no recordaban la sensación tan especial de sentir tanto amor en un solo beso. Tras unos eternos segundos se separaron.

- Yo también te quiero Gabrielle. Y sí se lo que es sentirse enamorada y correspondida al mismo tiempo, y realmente es lo más maravilloso que te puede pasar en la vida. Es algo tan difícil de explicar con palabras.Es algo que quiero sentir siempre contigo, durante toda la eternidad, pase lo que pase.-.
- Te quiero Xena -.
- Y yo ti mi pequeña bardo -.

Ambas, cogidas de la mano, se dirigieron a la cama. Con una indefinida sonrisa, se recostaron en ella sin dejar de mirarse la una a la otra. Xena se tumbó encima de Gabrielle, la cual suspiró al volver a sentir todo el peso del cuerpo de su amada guerrera sobre el suyo. Al mismo tiempo que intensificaban sus miradas, si eso era posible, se abrazaron con fuerza, al igual que hicieron sus corazones y sus almas. Fundidas en un solo ser permanecieron un largo rato, lo que pareció un rápido segundo. Una vez más se prometieron amor eterno y, entre caricias, susurros y besos, lenta pero no por ello menos apasionadamente, ambos cuerpos desnudos se entregaron toda la devoción y amor que se inspiraban, como si fuese la primera y ultima vez.

"¿Qué es el amor? Una pregunta tan simple y tan difícil. Una cuestión que pocas personas se dignan a contestar ciertamente. El amor es la única y exclusiva fuerza que nos hace humanos con alma. La inexplicable energía que me mantiene viva. Es un sueño viviente, es el todo. Una palabra a la vez es todo el vocabulario. Tan insignificante y tan complejo. Tan profundo pero tan simple. Imposible de entender con palabras, y únicamente capaz de ser comprendido al rozar tu piel con la suya. Tan fácil como dar una caricia y tan exquisita como recibirla. Dos corazones y un solo ser. Dos personas y una sola alma. El amor es puro sentimiento, pura devoción. Es vivir por y para esa persona. Es sentirte viva, llena de pureza. Es reír y llorar sin quedarte nunca ronca. Es mi fuerza y mi debilidad; mi valor y mi cobardía; mi premio y mi condena; mi claridad y mi duda; mi miedo y mi valentía; mi camino y mi obstáculo; mi esclavitud y mi libertad; el aire que inspiro y la asfixia que no me deja respirar...El amor no es sólo amar, es amar y ser amada, saber que es un sentimiento mutuo, sentir de una vez por todas que no te has equivocado en la vida, y que por fin le encuentras sentido a ésta. Es darte cuenta de lo que significa verdaderamente un <te amo> o una simple caricia. Es mi calor, mi guía, mi luz.El amor es la razón de vivir. Es la misma vida..." estaba escrito en el corazón de bardo y guerrera.

Abrazadas y unidas en todos los sentidos en que se pueden unir las almas gemelas, permanecieron en silencio, pues los latidos de su corazones agitados, mezclados con el canto de los pájaros que libres y alegres cantaban al amanecer, era lo único que querían oír. Al menos por un momento.

- Llegué a pensar que nunca volvería a sentir esto - rompió el silencio Xena.
- Y yo -.
- Gabrielle, estuve a punto de creer que mi vida ya no tenía sentido. Y todo ello por pensar que te perdía. Nunca antes había tenido tanto temor a estar sin ti - "Cuan equivocada he estado estos mese.cuan perdida.La vida es un sueño si comprendes lo que es el amor.".
- Xena, ya has sentido antes ese miedo -.
- Nunca de este modo, de verdad. Esta vez creí que te perdía porque así lo habías decidido -.
- En este tiempo e comprendido muchas cosas, entre ellas que jamás te dejaré, mi amor, pase lo que pase. Te lo prometo - dijo besando su frente.
- Al final todo termina bien -.

De repente, unos guerreros que por sus vestimentas más que pertenecer al ejército real, parecían bárbaros, irrumpieron en la habitación. Éstos empuñaban amenazadoras espadas, que apuntaban justo a Xena y a Gabrielle. Entraron alrededor de veinte hombres, seguidos por Balkho, el señor de la guerra más temido por aquellas tierras.

- Así que la princesa Helena ahora es Xena. Sí.mientras la verdadera princesa está por ahí escondida temiendo su muerte aquí está su impostora montándoselo con una esclava. Jamás pensé algo así de Xena. Me dais asco.sois unas blasfemas.-.
- Desafortunadamente las personas como tú nunca comprenderán el verdadero significado del amor - defendió Gabrielle, que se encontraba entonces de sentada sobre la cama alarmada, al igual que Xena.
- Habéis profanado la religión -.
- Nuestra única religión es el amor.- dijo agarrando la mano de Xena y entrelazando sus dedos.
- Ya basta de tonterías - pronunció desenvainando su espada y la acercaba bruscamente al cuello de la bardo, sabiendo pues, que ésta sería el gran punto débil de Xena
- ¿No sabes quien soy Xena?-.
- ¿Debería saberlo? - la guerrera decidió no realizar ninguna acometida que pudiera tener como consecuencia la muerte de Gabrielle, así que de momento no actuó.
- Soy el señor de la guerra Balkho - Xena había oído hablar de él pero nunca lo había visto y por ende no lo había reconocido- Fui yo quien mandó a aquel desgraciado muchacho a por Helena. Pero al ver que me has fastidiado los planes, supongo que cualquier otro señor de la guerra, de los muchos que te odian, pagarán por la cabeza de la legendaria princesa guerrera aún mejor de lo que me pagarían jamás por la princesa Helena -.
- No creas que este plan te saldrá bien - dijo con su característica ceja elevada.
- Por si no lo sabes ahora mismo estoy amenazando la vida de tu rubia, así que yo me dejaría de sarcasmos -.
- No era un sarcasmo - afirmó.

Balkho, levemente enfurecido, alzó su espada con el propósito de dirigirla hacia Xena, pero se detuvo.

- No vas a matarme , te valgo más viva - dijo con desprecio en las labios.
- Tienes razón, pero cuando se está vivo es cuando más capacidad tenemos los humanos para sufrir ¿ no es cierto? - y entonces se dirigió a sus guerreros - Cogedlas y llevadlas a las mazmorras del castillo -.

A pesar de todo lo que habían vivido, era inevitable sentir miedo ante tales circunstancias. Los guerreros, leales a su señor, agarraron de forma brusca y ruda a las dos mujeres, y las arrastraron como pudieron hacia el exterior de la habitación. Al salir de esta, observaron los dos soldados que en la puerta se encontraban desparramados por el suelo al intentar detener aquel asalto. Por un pasadizo secreto antes desconocido por las guerreras, salieron a las afueras del castillo. Al llegar al patio encerrado por el puente levadizo Xena se cuestionó cómo habían logrado entrar estos guerreras. Pregunta que fue respondida al instante al ver que un desleal soldado real les abría el puente para traspasar el foso y así, atadas y montadas junto a un hombre de Balkho pasar por el bosque hasta llegar a un pequeño pero complejo castillo. Rápidamente fueron conducidas hasta las mazmorras. Justo antes de entrar en ellas, fue el momento esperado que había planeado Xena, y fue entonces cuando la guerrera con sus preciados dotes como tal, comenzó de improviso a repartir golpes a los guerreros. Balkho sabía que Xena haría eso en cualquier momento, aunque se sorprendió que hubiera tardado tanto. Gabrielle la ayudo y juntas comenzaron a intentar escapar de allí de la única forma aparente. Muchos guerreros salieron malaventurados por la fuerza de ambas guerreras que, aunque permanecían maniatadas, nada les impedía seguir luchando y defendiendo sus vidas. Pero en un momento de distracción por la vida de Gabrielle, Xena recibió un fuerte golpe, tirándola al suelo. Balkho se acercó a ellas junto con muchos hombres más, lo cuales imposibles de vencer debido a su gran cantidad. Volvió a desenvainar la espada, pero esta vez dirigida hacia Xena, que se estaba levantando del suelo, posándose frente al señor de la guerra y, siempre protectora, delante de Gabrielle para cubrirla.

- Me da igual si vales más viva o muerta, pero estoy empezando a perder mi paciencia - dijo gritando y golpeando ferozmente el rostro de Xena, volviendo a ser lanzada hacia el suelo, aunque esta vez con el labio roto y la mandíbula casi desencajada.

Una vez más fueron agarradas y llevadas hacia el interior de aquella especie de prisión, donde más tarde recibirían una gran paliza nunca antes recibida al menos por Gabrielle. En todo el proceso de tortura la una sólo y exclusivamente miraba por la otra. Golpeadas, encadenadas de pies y manos, malheridas, arañadas, dolidas y al borde de la muerte las dejaron encerradas en aquellas solitarias mazmorras. Tan sólo tenían al carcelero con las llaves en la puerta vigilándolas. Tras varias marcas de vela medio inconsciente s, Gabrielle se atrevió a romper el silencio.

- ¿Estás bien? -.
- He estado peor estos meses -.
- Al final no todo termina bien -.
- Esto no es el final -.
- Xena - gimió ante el fuerte dolor que sentía en la mayor parte de su cuerpo.
- Que -.
- Si muero quiero que sepas que lo hago feliz, porque al fin he comprendido que pase lo que pase siempre voy a amarte, y que más vale perderse en el bosque que nunca entrar en él -.
- No vas a morir - dijo arrastrándose por el suelo, incapaz de andar, para estar al lado de Gabrielle - Nuestro amor nos salvará en cualquiera de los casos - sentenció mientras se abrazaba fuerte al cuerpo de Gabrielle buscando calor para pasar la noche, ya que lo único que vestían era unos trapos sucios que cubrían menos de la mitad de sus cuerpos.
- Intentemos descansar -.
- Sí, mañana saldremos de aquí - dijo casi en un susurro.
- ¿Y cómo? -.
- Ya te he dicho que con nuestro amor -.

Gabrielle, perpleja y con el ceño fruncido, insistió en saberla treta que a Xena se le cruzaba por la cabeza, y ésta se lo explicó detalladamente. Más tarde la bardo se recostó sobre las piernas de Xena y, mientras que ésta le acariciaba todo el rostro, pasando las yemas de sus dedos por sus labios, sus párpados, sus mejillas, por cada poro de su piel.Gabrielle fue cayendo lentamente sobre el regazo de Morfeo. La noche transcurrió tranquila, y mientras que Gabrielle dormía, Xena la observaba maravillada, admirando la belleza y la dulzura de cada uno de los gestos que bailaban alegres en el rostro de su bardo.
A la mañana siguiente, la luminosidad del sol que se colaba por la ventada abarrotada despertó a la guerrera, que se había dormido apoyada en la dura pared de piedra. Vio que Gabrielle, en la misma postura en la que se había dormido, aún seguía dormida. Era hermoso ver la placidez que la acompañaba siempre, una cualidad que había enseñado con el paso de los años a la propia guerrera. Ésta se agachó para besar la frente de Gabrielle, causando como efecto una oleada de color verde esmeralda inundada en sus ojos. Ambas se sonrieron al verse una mañana más después de todas las mañanas solitarias en este último periodo de tiempo, pero a Gabrielle pronto le vino la realidad a la mente al encontrarse en aquellas frías mazmorras.

- Buenos días -.
- ¿Buenos?-.
- Los mejores - dijo sarcásticamente Xena.
- Perdona, pero me he despertado mucho mejor en otras ocasiones - dijo sonriendo pícaramente.
- Y aún te quedan muchas mañanas mejores -.
- No estaría yo tan segura -.
- ¿Quién sabe?-.
- Yo lo sé Xena, y tú también. Estamos en las mazmorras de un señor, si se le puede llamar así, que o nos mate él, o nos vende para que otros lo hagan. Creo que intentas negar la verdad -.
- ¿Qué verdad? -.
- Que vamos a morir -.
- ¿Acaso no lo hemos sabido siempre? -.
- Parece que aún no lo has aceptado -.
- No me van a matar aquí -.
- Por los dioses, para de afirmar algo que sabes que no es cierto. Afróntalo -.
- No hay nada que afrontar - gritó, llamando la atención al carcelero que dirigió, interesado, su mirada hacia aquella conversación.
- No me grites - pronunció poniéndose de pie.
- ¿Cómo que no te grite? ¡ Siempre con la negatividad por delante !- dijo aún con el tono de voz elevado, e imitando a Gabrielle.
- Xena, tu plan no da resultado - murmuró en un hilo de voz.
- Plan B -.
- Lo siento -.
- Sí, yo también lo siento. Además tienes razón, nos van a ejecutar de un momento a otro y nosotras aquí perdiendo el tiempo con una discusión de crías -.
- Deberíamos aprovechar nuestro tiempo juntas.- dijo pícara enjarrando sus brazos.
- Creo que sí.-.

Xena se lanzó cual tigre apasionado sobre Gabrielle, enterrando casi agresivamente su lengua en la boca de la bardo. Sus manos corrieron libre, apresurada e intensivamente por cada parte del cuerpo de la otra. Guturales gemidos partían desde la garganta de una a la boca de la otra. Casi sin poder respirar debido a la pasión con la que atacaba su guerrera, Gabrielle intentó desamarrar el nudo de lo que parecía un top, que llevaba Xena. La curiosidad y morbosidad hicieron esclavo al carcelero, que, hombre hasta la médula, se levantó y se acercó a los barrotes de la puerta de la mazmorra para tener mejor visión. La guerrera notó eso y, disimulando no haber visto nada, estampó a Gabrielle contra los barrotes, devorando como una fiera su cuello, incluso dejando varias marcas que indicaban su paso por allí. La bardo estaba disfrutando bastante, y el placer a pesar de todo se incrementaba cada vez más. Subió su pierna rodeando a Xena, que la agarró con su mano derecha. Con la misma pierna y siguiendo el plan, lanzó una patada, entre barrote y barrote, a la entre pierna del carcelero, que se había estado acercando cada vez más. Ese gesto hizo que éste se agachara dolorido, y acto seguido, Xena dio un golpe seco con ambas manos en las dos partes del cuello, dejando a aquel hombre inconsciente.

- No se puede ser tan morboso -.

Gabrielle alargó su brazo entre los barrotes hasta llegar a manojo de llaves que estaba enganchado en la hebilla del cinturón que sostenía su pantalón. Fue entonces cuando abrieron la puerta y salieron de la prisión.

- ¿Ves como nuestro amor nos iba a sacar? - preguntó Xena.
- He sido fuertemente tentada a olvidar tu plan y seguir con el mío propio -.

Ambas rieron en voz baja, para no alarmar a los guerreros que se encontrarían cerca. Unieron sus labios por un momento, y, asidas de las manos, se dispusieron a salir del castillo. Cual expertas en huidas, después de todos los años que han pasado juntas, lograron pasar desapercibidas por el castillo hasta llegar a una ventana que les llevaría al exterior. Había guerreros por doquier, mas eso no fue ningún impedimento para salir. Una vez fuera, montaron en un caballo que se encontraba a las puertas del castillo, y se dirigieron a la aldea que se encontraba al norte de la ciudad Rowelf.
Aún no se habían bajado del caballo cuando Balkho y sus hombres se presentaron justo enfrente. Al parecer al momento de salir del castillo, el señor de la guerra salió para concretar la compra de Xena a un romano, y al ver que su caballo preparado no estaba, descubrió la escapada. Ambas desmontaron del animal rápidamente y sacaron dos espadas que se encontraba envainadas a ambos lados de la silla de montar. Pronto se desató una pelea que no duraría mucho más de cinco minutos, pues en un momento de distracción de Xena, una vez más, Balkho se acercó por detrás empuñando una espada con el propósito de matarla, pero Gabrielle, que se encontraba detrás de él, se adelantó y, enterrando una espada en su espalda, que había lanzado desde la lejanía, acabó con su vida. Al instante todos los guerreros se retiraron vencidos. Tanto los aldeanos que había peleado como los que se habían mantenido fuera de la lucha, gritaron victoriosos porque al fin nunca más serían atacados, vendidos o esclavizados en secreto por el maldito señor de la guerra Balkho. Todos ellos les dieron mil gracias a las heroínas e incluso le invitaron a una fiesta que organizarían esa misma noche en su honor por haberles ayudado a salvar sus vidas. Al principio se negaron, modestas, pero al final accedieron a la proposición y se fueron a la posada hasta la noche. Allí se prepararon para la fiesta, no sin antes curarse las feas heridas que tenían las dos.
Llegada la noche, salieron de su habitación, vistiendo las dos al fin su ropa de viaje, pues ya la empezaban a añorar después de todo. Los aldeanos se habían esmerado en la fiesta e hicieron de la plaza de la aldea un lugar alegre y luminoso, lleno de mesas con comida y bebida, de colores por todas partes, de risas, de bailes, de música, de luces de velas y antorchas y por supuesto lleno de piropos y agradecimientos a las guerreras.

- Que alegres están - dijo Gabrielle.
- Casi tanto como yo - dijo abrazándola y pegando su cara a la de Gabrielle - Por cierto, hay algo que quiero preguntarte -.
- Dime -.
- ¿Algún lugar en especial donde pasar el próximo mes?
- ¿A qué te refieres?
- Pues a.que aún no hemos tenido nuestra famosa luna de miel - dijo luciendo una hermosa, romántica y cálida sonrisa mientras que a Gabrielle se le iluminaba el rostro.
- Me encanta lo detallista que eres.-.
- A mi me encanta todo de ti. En fin, ¿dónde quieres pasar conmigo los próximos días?
- Mientras sea contigo me da igual.-.
- Tienes razón.Mmm ya me estoy imaginando un lugar romántico con vistas al mar, buen vino, velas, típico pero precioso, una cama, tu y yo a solas.- dijo con una sonrisa en los labios, incapaz de desaparecer, antes de besarla.
- ¿Sin aventuras?-.
- Las únicas bajo las sábanas.- susurró al oído, lo que propició un enorme escalofrío a la bardo.
- Xena.- dijo ruborizada al tiempo que la guerrera rompía a carcajadas.
- Estoy en el cielo... Por fin todo acaba bien -.
- ¿Crees que Ares se ha rendido?-.
- Claro que no, pero creo que después de todo no va a poder con nosotras -.
- Allá donde vayamos surgirán problemas y obstáculos -.
- Yo creo que este ha sido el último obstáculo -.
- ¿Y eso?-.
- Pues porque ambas hemos comprendido que mientras estemos juntas, ahora más que nunca, no va a pasar nada malo. Gabrielle, los obstáculos los ponemos nosotras, los obstáculos no existen ya, porque sabemos que nuestro amor es más grande que todo y que pasara lo que pasara siempre nos vamos a amar de tal forma que será nuestra salvación.siempre. Ya hemos vencido nuestros temores.hemos unido los últimos abismos que nos separaban. -.
- Ella tiene razón - sonó una tercera voz que provenía de una aparente joven aldeana, la cual, después de decir eso se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.
- ¿Y tú quién eres? - preguntó la bardo.
- Mi nombre es Dafne -.
- ¿¿Dafne?? - exclamaron ambas al unísono mirándose la una a la otra, para que cuando volvieran la vista a la diosa, ya había desaparecido.
- Voy a empezar rendir culto a la diosa - bromeó Xena.
- Cariño.¿bailas? -.
- Gabrielle.no sé.-.
- Vamos, es divertido, no seas así. Esta noche es muy especial.-.
- De acuerdo. Bailemos -.
- Te amo Xena -.
- Y yo a ti mi amor - confesó una vez más mientras sus miradas, esta vez más especiales que nunca, se fundían en un profundo mar de sentimientos, expresando a través de ella toda la felicidad, vida y amor que sentían la una por la otra.

FIN


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