Descargos: Xena y Gabrielle son personajes propiedad de la Renpic, no pretendo animo de lucro ni ninguna clase de recompensa por la realización de este fanfic. El único propósito es divertirme y entretener a los demás.

Violencia: No.

Sexo: Desgraciadamente no, pero si se muestra una relación de amor entre dos mujeres. Si esto no es de tu agrado o te molesta, no sé qué haces aquí.

Avisos: Esta historia se me vino a la mente tras Eternal Bonds (13-5ª). Me molestó mucho que mientras Gabrielle se sometía a una dura prueba, eligiendo salvar a un amigo o a las personas que más amaba, Xena se entretuviese fantaseando con Ares.


Correo: gioconda91@hotmail.com


LAZOS QUE DIVIDEN

Autora Elora Danan Xengab

Joxer parecía encontrarse mucho mejor. El veneno había remitido rápidamente, pero Gabrielle seguía echándole cortos vistazos. Esconder su preocupación por él habría sido una total estupidez. Había comprendido que Joxer era un gran amigo y una maravillosa persona, había conocido a un Joxer diferente al habitual. Un Joxer valiente, fuerte y humilde. Valiente en más de un sentido, porque había soportado estoicamente los dolores de la herida y porque le había confesado sus sentimientos una vez más sin ningún miedo al rechazo, aun cuando sabía que Gabrielle nunca le amaría.
La bardo se sorprendió al darse cuenta de que un nuevo sentimiento nacía al mirar a su amigo, una profusa admiración. Hubiera deseado tener su valor, su determinación, poder decirle a la guerrera todos los sentimientos que llevaba guardando durante tanto tiempo.
Miró a la guerrera y bajó la mirada hasta el pequeño bulto que descansaba al lado de su amiga. Desde que Eva nació, no se había separado de ella ni un momento, quería protegerla, se sentía obligada a ello. Deseaba poder expresar todo lo que había sentido antes y después del nacimiento de la niña, pero no era el momento adecuado para tener una charla profunda, no cuando sus vidas pendían constantemente de un hilo. Era momento de estar alerta, de ser fuerte, de no mostrar vacilación, de ser responsable. Pero estaba cansada, cansada de ser fuerte, de ser fría, de sentirse sola. Incluso Joxer parecía más feliz que ella.
Gabrielle se sentía desamparada. No tenía quien la animara, quien le agradeciera lo que estaba haciendo por la niña. Echaba de menos los abrazos, las dulces sonrisas, las miradas cómplices, las amables palabras de su amiga. En cambio solo recibía ligeras miradas de preocupación, indiferencia, gestos que no sabía como definir, lamentaciones, quejas y disuasiones.
Sentía que algo estaba cambiando en su interior, que la antigua Gabrielle desaparecía tras escombros de rudeza, frialdad y compromiso. Estaba dejando de lado a aquella niña fantasiosa, alegre y juvenil, a la mujer que siempre estaba dispuesta a hablar de lo que sentía y a escuchar los problemas de los demás.
Levantó la mirada, la hoguera empezaba a apagarse. Se levantó maquinalmente y echó un tronco más. Vigiló que el sueño de Xena fuese tranquilo, pero se asombró al verla sudorosa, sonrojada y exhalando un vapor erótico. Curiosa, se agachó. La guerrera susurraba entre sueños. Gabrielle acercó el oído pero no distinguía palabra alguna. Acarició la frente sudorosa de su amiga y la beso en la mejilla.
- Ares... Oh, si, sigue.- Los susurros de la guerrera resonaron en la cabeza de la escéptica bardo como ecos. Gabrielle se agachó de nuevo, esperando que sus oídos le hubiesen fallado.- Oh, por favor... sé qué me protegerás... sé que protegerás a Eva...- Xena exhaló un último suspiro y volvió a tranquilizarse.

Gabrielle estaba confusa, nunca pensó que unas palabras pudiesen herir tanto su alma. ¿Acaso Xena despreciaba su protección y deseaba en cambio la de Ares?. Y no solo parecía desear su protección, sino su amor... Por qué le dolía tanto. Se levantó y echó un vistazo alrededor. Enfurecida se adentró en el bosque.

- Ares, sé que estás esperando el momento preciso para aparecer.
- ¿No es este?. ¿Querías verme no es así?.
- Sí.
- ¿Y bien?.
- Dime qué ha pasado.
- No entiendo.
- Sé que tu y Xena habéis hablado.
- No fue hablar lo único que hicimos.
- No me interesa esa parte.
- No es increíble Gabrielle, tu mejor amiga aprovecha tu ausencia para liarse con el dios de la Guerra. Tu decidiendo si salvar al tontito o volver al lado de Xena, y ella solo pensando en sí misma.
- Xena no es así. Eva nos hubiera retrasado, por eso me envió a mí.
- Te envió a ti porque no necesitaba tu protección, te lo ha dejado claro.
- Ella me necesita.
- ¿Te lo ha dicho?.
- No, pero...
- A mi sí.
- No te creo.
- Lo hizo, me necesita, necesita un padre para su hija y quien mejor que un dios para proteger a su bebé. Vamos Gabrielle, tu no durarías más que yo siendo mortal.
- Creo que Xena te dejó claro que no necesitaba un padre, que me tenía a mí para eso.
- Bueno... puede que no necesite un padre... pero parece que si necesita un hombre que la haga sentirse mujer.
- ¿Qué quieres de ella?. Sabes que no te seguirá y menos ahora, que tiene un motivo para seguir haciendo el bien.
- Oh, ya no tengo esa ansia de poder... solo busco la eternidad.
- ¿Crees que te salvarás del Crepúsculo?.
- A veces puedes llegar a ser tan tontita como Joxer.
- Estoy perdiendo el tiempo hablando contigo.- Gabrielle se da la vuelta furiosa.
- Espera... seamos sinceros... tenemos más cosas en común de lo que creemos.
- ¿Ah si? ¿Cómo cuales?.
- Amamos a la misma persona.
- Yo no te amo, Ares.
- Oh, que sutil, verdaderamente hábil con los juegos de palabras.
- Olvídame.
- Vamos, admítelo, estás resentida con ella porque no reconoce tus patéticos esfuerzos por proteger a la niña de sus ojos. Y te comprendo.- Ares se sienta sobre un pequeño tocón.
- ¿Me comprendes?.
- Estaba dispuesto a volverme en contra de mis hermanos para proteger a su hija, incluso de dar mi inmortalidad.
- ¿A qué precio?.
- Solo quería compartir mi mortalidad con ella, ¿te parece esa tan mala idea?.
- Tu no serías un buen padre.
- ¿Serías tu mejor que yo?.
- Al menos yo quiero proteger a Eva porque la quiero, porque realmente me preocupo por ella. Tu solo deseas a Xena.
- ¿Y tu no?. No seas hipócrita. Te esfuerzas en mejorar, luchas como una fiera, matas a cuantos haga falta solo para ganarte su respeto, su valoración y su admiración, pero es frustrante darse cuenta de que Xena no tiene tiempo para fijarse en ti y en tus progresos.
- Tiene que proteger a su hija.
- ¿Y a ti quien te protege?.
- Sé cuidar de mi misma.
- Y sin embargo necesitas que te abracen, que te amen.
- Estás loco, Ares, yo no soy igual que tu.
- No te estaba comparando conmigo...- Ares se levanta y se acerca con suavidad a la bardo. Posa sus manos en los hombros de la rubia.
- Quita tus sucias zarpas de mí.
- Me necesitas igual que ella.- Ares besa con brusquedad a la bardo, que responde con la misma furia.

Xena despertó alterada. No había tenido ninguna pesadilla, pero le había recorrido un repentino escalofrío por la espina dorsal. Con un gesto familiar buscó a Gabrielle alrededor del campamento, pero no había rastro de la bardo, su manta estaba al pie de un árbol, sin rastro de haber sido ocupada. Se preocupó y miró a Eva temiendo que ella tampoco estuviese allí, pero se tranquilizó al ver la piel blanquecina de su hija.
Llamó a Gabrielle quedamente, temiendo despertar a la bebé. Cuando estaba a punto de salir en su busca, Gabrielle apareció de la nada. La bardo, al encontrarse con la mirada sorprendida de Xena solo acertó a encoger los hombros de forma indiferente.
- Paseaba.- Dijo como explicación a su ausencia.
- Me asustaste.
- No te preocupes, vuelve a acostarte.
- ¿Estas bien? Te noto algo alterada y estás un poco... sudorosa.
- Estaba ejercitándome... no podía dormir.
- Deberías descansar.
- Lo intentaré.
- Bien.
- Buenas noches, Xena.
- Buenas noches, Gaby.

La mañana las alcanzó como de costumbre. Gabrielle y Joxer ya se había encargado de recoger los petates y de preparar a los caballos. Xena amamantaba a Eva mientras le cantaba una nana.
Salieron del bosque a media mañana. Xena iba sobre Argo, con Eva a su espalda y Gabrielle iba sobre su caballo con Joxer caminando a su lado.
- He pensado que podemos descansar en el próximo pueblo.
- No creo que sea muy buena idea, Xena.- Dijo Gabrielle seria.
- Joxer necesita descansar y creo que tu también.
- Estoy bien.
- No intentes hacerte la dura conmigo Gabrielle, sé que...
- Está bien, Xena, descansaremos en el próximo pueblo.- La bardo adelantó su caballo y miró a Xena.- ¿Te importa si me adelanto?.
- No, pero no te alejes mucho, puede que te necesitemos.- Contestó una Xena algo sorprendida.
- Claro.- Contestó secamente.

Xena miró a Joxer. Quizás él sabía qué le pasaba a su amiga. La encontraba distante, fría, demasiado seria. Ni siquiera había querido coger a Eva en brazos esta mañana.
- Joxer.
- ¿Qué pasa Xena?.
- ¿Crees que Gabrielle está bien?.
- Sí, ¿por qué lo preguntas?.
- No la notas algo... distante.
- Ahora que lo dices, sí, no me ha dirigido la palabra en toda la mañana. ¿Crees que está enfadada conmigo?.
- ¿Tiene motivos para estarlo?
- ¡No!.
- Entonces no es eso, quizás esté enfadada conmigo.
- ¿Tiene motivos para estarlo?.
- Creo que no.
- Entonces debe ser que está en esos días, ya sabes...
- ¡Joxer!.
- ¡Era broma!.- Eva soltó una pequeña risita.
- Ves, ella si que tiene sentido del humor.
- Se ríe de ti, Joxer.
- ¡JA!, muy graciosa.

Gabrielle cabalgó veloz, quería alejarse y recapacitar sobre lo que había ocurrido la noche pasada. Paró su caballo al lado de un río, se quitó la ropa y se metió sin dudarlo en las frías aguas. Dejó que el agua refrescara su cuerpo por completo y aliviara la tensión. Al salir se sorprendió de ver en la orilla a Ares. Tragó saliva. Le costaba mirar al dios de la guerra, mirarle significaba recordar su derrota, su debilidad como mujer, su fracaso como persona y sobre todo su traición.
- ¿Qué quieres?.
- A ti.
- Déjame en paz.
- Debo reconocer que eres mejor amante de lo que pensé.
- Lo de anoche no cambia nada, sigo odiándote.
- Pero me deseas.
- Despierta Ares, yo te aborrezco.
- Anoche no me lo pareció. ¿Por qué te empeñas en negar la verdad?.
- ¿Qué verdad?.
- Que me necesitas.
- Tu deliras. ¡¡Solo fue un beso!!
- Pero me correspondiste. Vamos, negar tus necesidades es negar justamente lo que te hace humana.- La bardo bajó la mirada.
- ¿Y para ti?.
- A qué te refieres.
- ¿Qué fue para ti lo de anoche?.
- ¿Realmente te importa?.
- No.
- Me sentí bien porque te estaba dando lo que pedías a gritos.
- No quiero nada tuyo Ares.
- Deberías aprovecharte, porque no he pedido nada a cambio...
- Espero que no lo hagas.
- Descuida. Xena viene.
- Márchate, no quiero que nos vea hablando.
- Ella no tiene por qué enterarse. Al fin y al cabo ninguno de los dos lo desea, ¿no?.
Ares desapareció como de costumbre y Gabrielle echó mano de su ropa. Se sorprendió al ver caer un colgante con un corazón de jade. Lo estudió entre sus manos hasta que escuchó el llanto de Eva. Guardo el colgante y se apresuró a vestirse.
Llegaron al mediodía al pueblo y mientras Gabrielle llevaba los caballos al establo, Xena y Joxer iban a alquilar las habitaciones y a pedir la comida. Después de comer, Joxer se marchó a su habitación, dejando a las dos mujeres a solas.
Xena mecía a Eva suavemente, mientras echaba cortos vistazos a su amiga. Había permanecido toda la mañana en silencio, perdida en sus pensamientos, distante, agitada. Xena buscó un tema de conversación.
- He alquilado una sola habitación para las dos, así podremos hablar si te apetece.
- Bien.
- ¿Te apetece?.
- ¿Qué?.
- ¿Qué si te apetece hablar?.
- ¿De qué?.
- No sé... ¿de ese silencio que te empeñas en mantener?.
- ¿Qué silencio?.
- Llevas toda la mañana pensativa. ¿Te ocurre algo?.
- Solo estoy cansada de huir Xena, solo eso.
- ¿Por qué estas tan nerviosa?.
- No estoy nerviosa... solo vigilo.
- Yo puedo vigilar, tu vete a dormir.
- Iré a dar un paseo.
- ¿Ahora?.
- Aun no ha anochecido.
- Como quieras, pero insisto en que tienes que descansar.
- Sí. Disculpa.

La camaradería de Gabrielle no dejaba de atraer las sospechas de Xena. Había algo en el comportamiento de la bardo que la hacía recelar. Sabía que Gabrielle estaba muy rara, todo había ocurrido después de salvar a Joxer. Quizás había sido demasiado dura al darle a elegir entre salvar a Joxer o quedarse a proteger a Eva y a ella. ¿Pero qué podía hacer?. Joxer la necesitaba.
La noche llegó pronto y Gabrielle apareció pasada la madrugada. Intentando hacer el menor ruido se recostó con cuidado en la cama, a tientas en la oscuridad. Un llanto infantil la hizo levantarse de un salto. Rápidamente se dio cuenta de que se había confundido de cama. Xena ya se había despertado y apretaba su Chakram contra su garganta.
- Xena, soy yo.
- ¡Gabrielle!.
- Lo siento, no advertí que estabais en esta cama.
- Intento proteger a mi hija y tu no dejas de cometer descuidos, ¿es que quieres matarla?.- Eva no dejaba de llorar.
- ¿Cómo puede decir eso?.
- ¿Crees que estas son horas de llegar?. ¿Dónde has estado?.
- Estaba en los establos, escribiendo...
- ¡Si vas a llegar tan tarde la próxima vez quédate allí!
- ¡Bien!.- Furiosa, Gabrielle sale dando un portazo, tras lo cual el llanto de la pequeña aumenta de tono y con ello el enfado de Xena.

Gabrielle corrió a un claro del bosque que estaba a las afueras del pueblo y comenzó a lanzar sus sais contra un árbol en medio de la penumbra. No podía llorar, aun cuando sentía un nudo apretando en su garganta, se resistía a derramar una sola lagrima.

- Así es como te paga tu devoción.
- Ares, déjame en paz.
- No quiero molestar.
- Tu sola presencia me molesta.
- Pero me necesitas, necesitas alguien con quien hablar y que te comprenda.
- ¿Y ese eres tu?.
- Exacto.
- No me hagas reír.
- No seas tan dura contigo mismas, Xena no debió hablarte así. Primero te culpa de la muerte de Solan, luego de la muerte de Eli y si te descuidas puede culparte incluso de la muerte de su hija.
- ¿Así es como quieres ayudarme?.
- Solo digo la verdad. Ella te hace sufrir mientras tú pones todo de tu parte por ayudarla.
- Sí.
- Lo ves, está claro que ya no te necesita Gabrielle, tiene a alguien que la guía por el buen camino y puede protegerse sola. Inconscientemente quiere alejarte de ella, empiezas a ser una carga.
- Solo intentas hacer que me separe de ella.
- ¿Y por qué no?. Te culpa de todo, y tu solo haces bien tu trabajo. No la necesitas, puedes protegerte y valerte por ti misma. ¿Qué sentido tiene entonces que sigáis juntas?.
- Somos amigas.
- Oh, si, amigas que no cruzan ni una sola palabra.
- Quiero estar sola, necesito pensar.
- Piénsalo.
- ¡Espera!, ¿qué es esto?.- Gabrielle saca el colgante con el corazón de jade.
- Oh, un regalo.
- ¿Qué quiere decir?.
- Simboliza un corazón envenenado.
- ¿El tuyo o el mío?.
- Supongo que el de ambos. Quédatelo.

La rabia había remitido, pero seguía estando resentida con la guerrera. Se preguntaba porque seguía tratándola como una niña, porque le regañaba como si fuera su hija y no una mujer madura. Por un momento se imaginó viviendo sola, sin la carga de temer constantemente por la vida de Eva y la de Xena, sin tener que dar explicaciones de esto o aquello. ¿Qué diferencia habría?. ¿No estaba igual de sola ahora?. Lo único que variaba es que viajando con Xena la guerrera no dejaba de regañarla por cada mínimo fallo que cometía.
Se puso alerta cuando escuchó unos tímidos pasos tras ella, pero rápidamente reconoció los andares de su amiga, su olor, su sosegada respiración, el vaivén de su cabello azabache... su fría y heladora mirada fija en ella que le hacía erizar sus vellos.
- Llevo horas buscándote.
- Necesitaba pensar.- Aclaró la bardo aun sin darse la vuelta.
- Siento haberte regañado, sé que no querías hacerle daño a Eva.
- No te preocupes Xena, te comprendo.
- Es solo que me molestó que llegaras tan tarde.- La bardo no dijo nada.- ¿Seguro que estás bien?. ¿No estás enfadada?.
- Sí, seguro.
- ¿Vienes?, vamos a desayunar. No quiero separarme mucho tiempo de Eva, además la dejé con Joxer y no me fío mucho de él.
- Joxer daría su vida sin dudarlo por Eva.- Esa afirmación tan contundente extrañó a Xena, pues la bardo nunca solía dirigirse así a Joxer.
- Lo sé. ¿Qué pasó entre vosotros dos?.
- ¿Cómo?.
- ¿Entre Joxer y tu?. Estás muy rara desde que volvimos de ir en busca de la mandrágora.
- No pasó nada, absolutamente nada, excepto que me di cuenta de lo mucho que quiero a Joxer.
- Pero... ¿querer en el sentido de amistad o...
- De amistad.
- Ah, bien.- De pronto Gabrielle se volvió y mirando directamente a Xena le hizo la pregunta que tanto había querido hacerle desde hacia dos días.
- ¿Y qué hiciste tu en mi ausencia?.- Los ojos de la bardo llamearon esperando la respuesta.
- Oh, afianzar los lazos de sangre con Eva y poco más.
- ¿No tuviste ningún problema?.
- No, ¿por qué lo preguntas?.
- No sé, por alguna razón pensé que Ares aprovecharía mi ausencia para importunarte.
- Estate tranquila Gabrielle, Ares no hará nada en contra de Eva.
- ¿Cómo estás tan segura?.
- Lo sé.- Xena se sorprendió cuando Gabrielle se levantó y salió andando hacia los establos.- Eh, ¿a dónde vas?.- Preguntó extrañada.
- Voy a dar un paseo a caballo, necesito pensar.- Xena frunció el ceño.
- ¿En qué?.- Gabrielle no contestó, se perdió dentro del establo y dejó a una Xena sorprendida fuera. Luego Gabrielle salió a galope de las cuadras, asustando a Xena.

Lo cierto era que se sentía con ganas de libertad, de dejarlo todo atrás, de despreocuparse de los problemas de los demás, de ¿huir?. Había algo que la animaba a marcharse de al lado de Xena, un ímpetu de hacer su vida a solas, las mismas ansias que sentía por abandonar Potedaia, las mismas ganas de recorrer mundo con esa ignorancia infantil de los primeros días junto a la guerrera, cuando aun no conocía los dolores del mundo. Para su sorpresa, se dio cuenta de que no le importaban los sentimientos de Xena, sentía que la quería y que quería a Eve, pero que no le importaba separarse de ellas. Estaba segura de que Xena se valdría por sí sola.
Era ya medio día cuando Gabrielle detuvo su caballo. Se había alejado mucho del pueblo. Inconscientemente había huido. Se dispuso a preparar un campamento por sí sola, de hecho se había asegurado de llevar un petate y algo de comida. Lo justo para pasar un día a solas. Pero no contaba con la presencia de salteadores. Debió haber recordado que a cada camino y a cada encrucijada le correspondían sus particulares ladrones. No estaba dispuesta a perder su caballo, así que se preparo para la lucha, sacó sus sais y miró con autosuficiencia al cabecilla.
- Tu caballo es muy bonito.- Dijo éste sonriendo con avaricia.
- Tu lo has dicho, es mío.- Agregó Gabrielle que empezaba a notar como su corazón latía con fiereza.
- Hasta hoy, vamos nena, no te me resistas. Si me das el caballito sin hacernos perder más tiempo, no te mataremos, solo te venderemos al mejor postor.- Empezó a reír a carcajadas, mientras miraba a sus compañeros con arrogancia.
- Si os marcháis y no me hacéis perder el tiempo dejaré que vuestras madres os reconozcan en la tumba.
- Qué graciosa, ¡¡¡matadla!!!.- Gritó enfurecido el hombre.
Gabrielle golpeó a los dos primeros hombres que se le acercaron con el mango de los sais. Ambos cayeron al suelo con la nariz rota. Al siguiente, le dio una patada en el estomago y le quitó la espada con su sais, lanzándola hacia el cabecilla, que cayó al suelo incapaz de creer que le había llegado la hora de manos de una mujer. Al ver lo ocurrido, los demás huyeron con celeridad. Gabrielle sonrió con arrogancia. Si Xena hubiese estado allí se habría quedado sorprendida. Aquella era una prueba obvia del cambio que había experimentado. La antigua Gabrielle no hubiera durado más de dos minutos con aquellos aguerridos hombres. Pensó con cierta presunción que no necesitaba a Xena, que era capaz de seguir su vida sin ella al lado. De todas formas, Ares lo había dicho, Xena no la necesitaba.

Xena dejó a Joxer en el pueblo y se despidió de él. Habían quedado en verse más adelante. Xena estaba muy preocupada. Gabrielle había salido por la mañana y aun no había regresado y era bien entrada la noche. Xena no quería montar a caballo con Eve y sola. Con Gabrielle se sentía segura, más protegida. Al menos sabía que ella haría lo posible por proteger a su hija. Estaba segura de que a la bardo le había ocurrido algo, con lo propensa que era a meterse en problemas, seguramente se había visto envuelta en uno de ellos e intentaría resolverlo. Recordó momentos en los que la joven y primeriza Gabrielle se había metido en graves entuertos. Como la vez en qué la raptó Morfeo, o la ocasión en que se hizo pasar por diosa ante los Titanes. Xena sonrió ante los lejanos recuerdos. Como echaba de menos a aquella Gabrielle. Lo que le extrañaba es que Gabrielle no hubiese pensado en ellas, que no se preocupara de Eve. ¿Qué sería tan importante para dejarlas desprotegidas?.
- Hola Xena.- Xena miró a su lado y vio que Ares iba montado sobre un caballo.
- ¿Qué quieres?.- Preguntó molesta.
- Vaya, no has intuido que aparecería, increíble.
- Estaba distraída.
- No te conviene estar distraída en estos momentos.
- ¿Quieres algo?.
- Estuve hablando con Gabrielle.
- ¿Con Gabrielle?.- Xena volvió la cabeza hacia el dios.
- Sí y debo decir que me sorprendió. ¿Sabes que quiere huir y desentenderse de vosotras?.- Le preguntó Ares con malicia.
- No te creo, eso no es propio de Gabrielle.
- Ella no me lo ha dicho. Pero sé que lo ha pensado.- Dijo Ares con arrogancia.
- Puede que esté cansada y tenga dudas, pero nunca nos dejaría solas.
- ¿Entonces donde está?.- Con esta pregunta Ares desapareció dejando a una confusa Xena.
- ¿Crees que nos ha abandonado Eve?.- Como respuesta la niña empezó a llorar.- Vamos, Eve, no llores, volverá, ya verás. Será mejor que paremos.

Xena había preparado una hoguera y ahora daba de mamar a Eve en un claro del bosque. Era una noche cálida y tranquila. Xena echaba de menos a Gabrielle, echaba de menos las nanas y aventuras que Gabrielle narraba a Eve. Echaba de menos sus pequeñas sonrisas, sus miradas dulces cuando la veía dar de comer a su hija. Echaba de menos su compañía. Las noches resultabas solitarias sin ellas, vacías, tristes. Eva notaba su ausencia y lloraba. Ni siquiera la dulzura de Xena era capaz de apagar ese llanto.
- Creo que la hemos asustado, Evita. Puede que no le diéramos las gracias cuando estaba con nosotras, creo que no reconocí sus esfuerzos por protegernos. Dioses, he sido una petarda estos días, la he tratado como una niña. Pero es que ha cambiado tanto que no sé como tratarla. Yo la quiero, ¿sabes?. Pero hace mucho que no se lo digo. Debería decirle lo mucho que la amo, lo mucho que la necesito a mi lado.- Decía la guerrera pensativa.- Me odiará, ha tenido que soportar cosas que no ha pedido. Mi repentino embarazo, mis cambios de humor, la muerte de Eli, que la culpara de su muerte, la presión de Ares...
- No me extraña que huya.- Ares apareció de nuevo, sentándose en frente de la guerrera.- Una escena enternecedora.
- Nadie te ha invitado.
- No necesito ninguna invitación.
- ¿Qué quieres?, cuando apareces con tanta frecuencia es que tramas algo.
- Xena, Xena, ahora que Gabrielle te ha abandonado, necesitarás a alguien a tu lado.- Xena entendió de repente todo.
- ¿Qué le has dicho, qué le has hecho?.- Preguntó mirando al dios con odio.
- Nada, no me hizo falta decir nada, tu lo dijiste todo.
- ¿Qué?.
- Sí, te escuchó llamarme en sueños, te escuchó decir que confiabas en mi y que sabías que yo protegería a tu hija.
- Yo no dije eso, no es cierto, eso es imposible, nunca confiaría en ti.
- Los sueños te traicionan entonces.
- Creerá que la he traicionado.- Recapacitó Xena.
- Más que eso, has traicionado su amistad y su amor, porque, no sé si sabrás que ella te amaba.
- Y aun la amo, Ares.- Gabrielle apareció de entre los arbustos asustando a ambos.
- Gabrielle.- Xena se levantó para abrazarla.
- Hola, Xena.- Sonrió a su amiga.- Ares.- Dijo volviéndose seria hacia el dios.- Muchas gracias por tu regalo, pero comprendí que de ti nunca podría venir nada bueno.- Le tiró el colgante de jade y sonrió con arrogancia.
- ¿Así que lo descubriste?.- Preguntó el dios con un gesto de derrota.
- Querías separarme de Xena y ese colgante era una mala influencia.
- Muy lista, sí señor.
- ¿Te incitaba a huir?.- Preguntó Xena confusa.
- Así es, me lo regalo Hades, ¿precioso verdad?, lastima que no haya funcionado. Ya te cogeré bardo, sé que tienes un punto débil, el mismo que yo.- Dijo mirando con lascivia a Xena.
Ares despareció, una vez más derrotado. Xena sonrió sonrojada a Gabrielle. Se sentía culpable por lo mal que la había tratado todo este tiempo. Gabrielle se apresuró a coger a Eve en su regazo y la niña amainó su llanto hasta quedarse dormida.
- Siento haberme marchado, Evita, sabes que te quiero y nuca te abandonaría.
- Lo sabe y yo lo sé. Gabrielle...- Gabrielle levantó la mano.
- Xena, no hace falta que te disculpes, te oí cuando recapacitabas en voz alta...
- Aun así, lo siento.- Gabrielle asintió comprendiendo.
- Yo también, no debí enfurecerme tanto, pero pensar en ti y Ares juntos me hacia hervir la sangre de furia.- Dijo sin dejar de mirar a Eve.
- Gabrielle, no pasó nada entre Ares y yo. ¿Sabes por qué?. Por ti, porque te amo a ti y no concibo estar con nadie más.
- No, Xena, eres libre de enamorarte, desearía que encontrases una buen padre para tu hijo que te amara, pero Ares...
- Gabrielle, no me entiendes, no necesito un hombre que me ame ni un padre, porque los tengo a ambos en ti.- Gabrielle levantó la vista para mirar a Xena y vio en ellos todo el amor que Xena había estado escondiendo todo este tiempo.
- Te quiero Xena.- Dijo cogiéndole la mano con dulzura.
- Lo sé.

FIN


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