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Prefacio:Ofrezco a mis compatriotas, en el ocaso de mi vida, una obra cuyas ideas ocuparon mi espíritu por medio siglo. Frecuentemente las abandoné, dudando de la posibilidad de realizar un emprendimiento así, tan temerario: siempre, tal vez imprudentemente, terminaba por volver a ellas, persistiendo en mi intención original. Ofrezco el "Cosmos", que es "una descripción física del mundo", con una timidez que me inspira la justa desconfianza en relación a mis fuerzas. Intenté creer que las obras esperadas más tiempo, son generalmente aquellas que el público toma con menos indulgencia. En función de las vicisitudes de mi vida y de un deseo de aprender de objetos muy variados, me vi obligado a limitarme, aparentemente de modo casi exclusivo y durante numerosos años, en el estudio de las ciencias espaciales como la Botánica, la Geología, la Química, o en el estudio de cuestiones como las de las posiciones de los astros y del magnetismo terrestre. Fueran estudios preparatorios para hacer, con utilidad, viajes lejanos, aún yo tenía en esos estudios un objetivo más elevado. Deseaba comprender el mundo de los fenómenos y de las fuerzas físicas en su conexión y en su influencia mutua. Beneficiándome desde el comienzo de mi juventud, de los consejos y de la buena voluntad de hombres superiores, desde siempre fui tomado por la creencia íntima de que, sin el deseo de lograr una instrucción sólida en las partes espaciales de las ciencias naturales, toda contemplación de la naturaleza en escala mayor, toda tentativa de comprender las leyes que componen la física del mundo, no pasarían de un emprendimiento vano y quimérico. Los conocimientos espaciales, por el propio encadenamiento de
las cosas, se asimilan y se fecundan mutuamente. Cando la Botánica descriptiva
no queda circunscripta a los estrechos límites del estudio de las formas y de
su reunión en géneros y especies, ella conduce al observador sobre diferentes
climas, vastas extensiones continentales, montañas y mesetas, las nociones
fundamentales de la "Geografía de las Plantas", la explicación de la
distribución de los vegetales, de acuerdo con la distancia del Ecuador y con la
elevación encima del nivel de los mar. En las expediciones científicas, pocos viajeros tuvieron, en la misma proporción que yo mismo, la ventaja de haber visto no solamente las costa litorales, como ocurre en los viajes alrededor del mundo, sino también, la de haber recorrido el interior de los grandes continentes en extensiones considerables, y en aquellos lugares en que esos continentes presentan los contrastes más chocantes, a saber, el paisaje tropical y alpino de México o de América del Sur y los paisajes de las estepas del Asia boreal. Emprendimientos de esta naturaleza resultaron en razón de mi espíritu hacia tentativas de generalización, la vivificación de mi coraje y la excitación al interrelacionar en parte de mi obra, los fenómenos terrestres y aquellos que incluyen los espacios celestes. La composición de esta obra, si ella aspira a relacionar al mérito de científico de fondo al de la forma literaria, presenta grandes dificultades. Se trata de llevar al orden y a la luz la inmensa riqueza de los materiales que se ofrecen, a la reflexión, sin quitar de los cuadros de la naturaleza el soplo que los vivifica; pues si nos limitásemos a ofrecer resultados de carácter general, nos arriesgaríamos a transformarnos en monótonos al igual que a través de la exposición de una inmensa cantidad de datos particulares. No osaría pecar de satisfecho en esas condiciones tan difíciles de satisfacer, ni de haber evitado las dificultades cuya existencia apenas puedo mostrar. La frágil esperanza que tengo, de obtener la buena voluntad del público, reposa en el interés, testimoniado tantos años, en relación de una obra que fue publicada poco tiempo después de mi retorno de México y de Estados Unidos, bajo el título "Cuadros de la Naturaleza". Ese pequeño libro, escrito originalmente en alemán y traducido después al francés, gracias a un raro conocimiento de dos idiomas por mi viejo amigo M. Eyrès, trata de algunas partes de la Geografía Física, tales como la fisonomía de los vegetales, las sabanas, los desiertos los aspectos de las cataratas, todos desde puntos de vista generales. Si él tuvo alguna utilidad, fue menos por sus propios méritos que por la influencia que ejerció sobre el espíritu y la imaginación de una juventud ávida de conocimiento y pronta a lanzarse en emprendimientos alejados. Intenté mostrar en el "Cosmos", como en "Cuadros de la naturaleza", que la descripción exacta y precisa de los fenómenos no es absolutamente inconciliable con la descripción animada y viva de las escenas imponentes de la creación. Exponer en cursos públicos las ideas que se creen nuevas me pareció siempre, el mejor medio de tomar conciencia del grado de claridad que es posible desarrollar sobre esas ideas: además de ello, experimenté este medio medio en dos lenguas diferentes en París y Berlín. Los cuadernos de notas que fueron tomados, en esas ocasiones, por oyentes inteligentes, continúan desconocidos aún para mí. Preferí no consultarlos. La redacción de un libro impone obligaciones bien diferentes de aquellas de la exposición oral en un curso público. Con la excepción de algunos fragmentos de la introducción al "Cosmos", todo fue escrito en 1844. El curso desarrollado en dos auditorios en Berlín, en sesenta lecciones, fue anterior a mi expedición al norte de Asia. El primer volumen de esta obra (Cosmos) comprende, a mi ver, la parte más importante del proyecto, esto es, un cuadro de la naturaleza presentando el conjunto de los fenómenos del universo, desde las nebulosas planetarias, hasta la Geografía de las Plantas y de los Animales, terminando en las razas de los hombres. Este cuadro es precedido de consideraciones sobre los diferentes grados de satisfacción que ofrecen el estudio de la naturaleza y el conocimiento de sus leyes. Los límites de la ciencias del "Cosmos" y el método según el cual pretendo exponerlo son igualmente discutidos. Todo lo que digo respecto al detalle de las observaciones de los datos particulares, y las rememoraciones de la antigüedad clásica, fuente eterna de instrucción y de vida, está concentrado en las notas colocadas en la parte final de cada volumen. Frecuentemente se hace la observación, poco consoladora en
apariencia, de que todo lo que no tiene sus raíces en las profundidades de la
reflexión, del sentimiento y de la imaginación creadora, que todo depende del
progreso de la experimentación de las revoluciones que hacen sentir las
teorías físicas, el perfeccionamiento creciente de los instrumentos, y la
esfera, cada vez más amplia de la observación, no tarda en envejecer. Introducción:Consideraciones
sobre los diferentes grado de goce que ofrecen el aspecto de la naturaleza y el
estudio de sus leyes. Dos temores distintos experimento al procurar desenvolver, tras una larga
ausencia de mi patria, el conjunto de los fenómenos físicos del globo y la
acción simultánea de las fuerzas que animan los espacios celestes. De una
parte, la materia que trato es tan vasta y tan variada , que temo abordar el
asunto de una manera enciclopédica y artificial; por otra , es deber mío no
cansar la imaginación con aforismos que únicamente ofrecerían generalidades
bajo formas áridas y dogmáticas. La aridez nace frecuentemente de la concisión,
mientras que el intento de abrazar a la vez excesiva multiplicidad de objetos
produce falta de claridad y de precisión en el encadenamiento de ideas. La
naturaleza es el reino de la libertad, y para pintar vivamente las concepciones
y los goces que su contemplación profunda espontáneamente engendra, sería
preciso dar al pensamiento una expresión también libre y noble en armonía con
la grandeza y majestad de la creación. Si se considera el estudio de los fenómenos físicos, no en sus
relaciones con las necesidades materiales de la vida, sino en su influencia
general sobre los procesos intelectuales de la humanidad, es el más elevado e
importante resultado de esta investigación, el conocimiento de la conexión que
existe entre las fuerzas de la naturaleza, y el sentimiento íntimo de su mutua
dependencia. La intuición de estas relaciones es la que engrandece los puntos
de vista y ennoblece nuestros goces. Este ensanche de horizontes es obra de la
observación, de la meditación y del espíritu del tiempo en el cual se
concentran las direcciones todas del pensamiento. La historia revela, a todo el
que sabe remontarse a través de las capas de los siglos anteriores hasta las raíces
profundas de nuestros conocimientos, cómo desde miles de años, el género
humano ha trabajado por conocer, en las mutaciones incesantemente renovadas, la
invariabilidad de las leyes naturales, y por conquistar progresivamente una gran
parte del mundo físico con la fuerza de la inteligencia. Interrogar los anales
de la historia es seguir esta senda misteriosa sobre la cual la imagen del
cosmos, revelada primitivamente al sentido interior como un vago presentimiento
de la armonía y del orden en el Universo, se ofrece hoy al espíritu como el
fruto de largas y serias observaciones. A las dos épocas de la contemplación del mundo exterior, al primer
destello de la reflexión y a la época de una civilización avanzada,
corresponden dos géneros de goces. El uno, propio de la sencillez primitiva de
las antiguas edades, nace de la adivinación del orden anunciado por la pacífica
sucesión de los cuerpos celestes (...), el otro, de carácter más severo,
compulsa el valor de las observaciones, no adivina ya combina y razona.
Entonces, las afirmaciones dogmáticas de los siglos anteriores se conservan sólo
en las creencias del pueblo y de las clases que se aproximan a él por su falta
de ilustración, y se perpetúan sobre todo en algunas doctrinas que se cubren
bajo místico velo para ocultar su debilidad. Las lenguas, recargadas de
expresiones figuradas, llevan largo tiempo los rasgos de estas primeras
intuiciones. Un pequeño número de símbolos, producto de una feliz inspiración
de los tiempos primitivos, toma poco a poco formas menos vagas y, mejor
interpretados, se conservan hasta en el lenguaje científico. La naturaleza, considerada por medio de la razón, es decir, sometida
en su conjunto al trabajo del pensamiento, es la unidad en la diversidad de los
fenómenos, la armonía entre las cosas creadas, que difieren por su
forma, por su propia constitución, por las fuerzas que las animan; es el Todo
animado por un soplo de vida. El resultado más importante de un estudio
racional de la naturaleza es recoger la unidad y la armonía en esta inmensa
acumulación de cosas y de fuerzas; es abrazar con el mismo ardor lo que es
consecuencia de los descubrimientos de los siglos pasados con lo que se debe a
las investigaciones de los tiempos en que vivimos y analizar el detalle de los
fenómenos sin sucumbir bajo su masa. Penetrando en los misterios de la
naturaleza, descubriendo sus secretos y dominando por el trabajo del pensamiento
los materiales recogidos por medio de la observación, es como el hombre mejor
puede mostrarse más digno de su alto destino. Desde luego, si reflexionamos acerca de los diferentes grados de goce a
que da vida la contemplación de la naturaleza, encontramos que en el primer
lugar debe colocarse una impresión enteramente independiente del conocimiento
íntimo de los fenómenos físicos; independientemente también del carácter
individual del paisaje y de la fisonomía de la región que nos rodea. Donde
quiera que en una llanura monótona, sin más límites que el horizonte, plantas
de una misma especie, brezos, cistos o gramíneas, cubren el suelo en los sitios
en que las olas del mar bañan la ribera y hacen reconocer sus pasos por
verdosas estrías de ovas y alga flotante, el sentimiento de la naturaleza,
grande y libre, arroba nuestra alma y como por una misteriosa inspiración nos
revela que las fuerzas del Universo están sometidas a leyes. El simple contacto
del hombre con la naturaleza, esta influencia del gran ambiente, o del aire
libre, como dicen otras lenguas con más bella expresión, ejercen un poder
tranquilo, endulzan el dolor y calman las pasiones cuando el alma se siente íntimamente
agitada. Estos beneficios los recibe el hombre por todas partes, cualquiera sea
la zona que habite, cualquiera que sea el grado de cultura intelectual a que se
haya elevado. Cuanto de grave y solemne se encuentra en las impresiones que señalamos,
se debe al presentimiento del orden y de las leyes, que nace espontáneamente al
simple contacto de la naturaleza, así como al contraste que ofrecen los
estrechos límites de nuestro ser con la imagen de lo infinito revelada por
doquiera, en la estrellada bóveda del cielo, en el llano que se extiende más
allá de nuestra vista, en el brumoso horizonte del Océano. Otro goce es el producido por el carácter individual del paisaje, la
configuración de la superficie del globo en una región determinada. Las
impresiones de este género son más vivas, mejor definidas, más conformes a
ciertas situaciones del alma. Ya la inmensidad de las masas, la lucha de los
elementos desencadenados o la triste desnudez de las estepas, como en el norte
de Asia, es lo que excita nuestra emoción; ya, bajo la inspiración de
sentimientos más dulces, cáusala el aspecto de los campos cubiertos de ricos
frutos, la habitación del hombre al borde del torrente o la salvaje fecundidad
del suelo vencido por el arado. Insistimos menos aquí sobre los grados de
fuerza que distinguen estas emociones que sobre la diferencia de sensaciones que
excita el carácter del paisaje, y a las cuales da este mismo carácter su
encanto y su duración. ....Cuando alejados de la patria desembarcamos pro primera vez en tierra
de los trópicos, nos sorprende agradablemente reconocer en las rocas que nos
rodean los mismos esquistos inclinados, iguales basaltos en columnas que los que
acabamos de dejar sobre el suelo europeo y cuya identidad en zonas tan
diferentes nos demuestra que la corteza de la Tierra, al solidificarse, ha
quedado independiente de la influencia de los climas. Pero estas masas de rocas
esquistosas y basálticas se encuentran cubiertas de vegetales de una fisonomía
que nos sorprende y de un aspecto desconocido. Allí es donde, rodeados de
formas colosales y de la majestad de una flora exótica, experimentamos cómo
por la maravillosa flexibilidad de nuestra naturaleza se abra el alma fácilmente
a impresiones que tienen entre sí un lazo misterioso y secreta analogía. Tan
íntimamente unido nos figuramos cuánto tiene relación con la vida orgánica,
que si a primera vista se nos ocurre que una vegetación semejante a la de
nuestro país natal debería encantarnos, como encanta nuestro oído el idioma
de la patria dulcemente familiar, poco a poco, sin embargo, nos sentimos
naturalizados con los nuevos climas. Ciudadano del mundo, el hombre, en todo
lugar acaba por familiarizarse con cuanto lo rodea.... La tentativa de descomponer en sus diversos elementos la magia del mundo
físico está llena de temeridad, porque el gran carácter de un paisaje y de
toda una escena imponente de la naturaleza depende de la simultaneidad de ideas
y de sentimientos que agitan al observador. El poder de la naturaleza se revela,
por decirlo así, en la conexión de impresiones, en la unidad de emociones y de
efectos que se producen en cierto modo de una sola vez.... Los cuadros de la naturaleza, trazados con un pensamiento reflexivo, no
se han hecho con el único objeto de agradar a la imaginación: pueden también
cuando se los relaciona entre sí, reproducir las impresiones en virtud de las
cuales se pasa gradualmente desde el litoral uniforme o las desnudas estepas de
Siberia, hasta la inagotable fecundidad de la zona tórrida.... Los países próximos al Ecuador tienen otra ventaja sobre la cual no se
ha llamado la atención hasta aquí suficientemente. Esta es la parte de la
superficie de nuestro planeta en la que la naturaleza da vida a la mayor
variedad de impresiones en la menor extensión.... Allí (en los Andes
Tropicales), el seno de la Tierra y los dos hemisferios del cielo ostentan toda
la riqueza de sus formas y la variedad de sus fenómenos; allí los climas, como
las zonas vegetales cuya sucesión determinan, se encuentran superpuestos en
pisos, las leyes de decrecimiento del calor, fáciles de recoger por el
observador inteligente, están escritas en caracteres indelebles sobre los muros
de las rocas, en la pendiente rápida de las cordilleras.... En este ensayo de la física del mundo no se trata de reducir el
conjunto de los fenómenos sensibles a un pequeño número de principios
abstractos, sin más base que la razón pura. La física del mundo que yo
intento exponer no tiene la pretensión de elevarse a las peligrosas
abstracciones de una ciencia meramente racional de la naturaleza: es una geografía
física reunida a la descripción de los espacios celestes y de los cuerpos que
llenan esos espacios. Extraño a las profundidades de la filosofía puramente
especulativa, mi ensayo sobre el cosmos es la contemplación del universo,
fundada en un empirismo razonado, es decir sobre el conjunto de hechos
registrados por la ciencia y sometidos a las operaciones del entendimiento que
compara y combina. (...). La unidad que yo trato de fijar en el desarrollo de
los grandes fenómenos del universo es la que ofrecen las composiciones históricas.
Todo cuanto se relaciones con individualidades accidentales, con la esencia
variable de la realidad, trátese de la forma de los seres y de la agrupación
de los cuerpos o de la lucha del hombre contra los elementos y de los pueblos
contra los pueblos, no puede ser deducido de sólo las ideas, es decir,
racionalmente construido. Creo que la descripción del universo y la historia civil se hallan
colocadas en el mismo grado de empirismo, pero sometiendo los fenómenos físicos
y los acontecimientos al trabajo pensador y remontándose por el razonamiento a
sus causas se confirma más y más la antigua creencia de que las fuerzas
inherentes a la materia y las que rigen el mundo moral ejercen su acción bajo
el imperio de una necesidad primordial y según movimientos que se renuevan periódicamente
o a desiguales intervalos. Esta necesidad de las cosas, este encadenamiento
oculto, pero permanente, esta renovación periódica en el desenvolvimiento
progresivo de las formas, de los fenómenos y de los acontecimientos,
constituyen la naturaleza, que obedece a un primer impulso dado. La Física,
como su mismo nombre lo indica, se limita a explicar los fenómenos del mundo
material por las propiedades de la materia. El último objeto de las ciencias
experimentales es, pues, elevarse a la existencia de las leyes y generalizarlas
progresivamente. Todo lo que va más
allá, no es del dominio de la física del mundo y pertenece a un género de
especulaciones más elevadas. La descripción del mundo, considerado como objeto de los sentidos exteriores, necesita indudablemente del concurso de la física general y de la historia natural descriptiva, pero la contemplación de las cosas creadas, enlazadas entre sí y formando un todo animado por fuerzas interiores, da a la ciencia que nos ocupa en esta obra un carácter particular. La física se detiene en las propiedades de los cuerpos, es el producto de la abstracción, la generalización de los fenómenos sensibles. La parte terrestre de la física del mundo a la que conservaría de buen agrado la antigua y perfectamente expresiva denominación de Geografía Física, trata de la distribución del magnetismo en nuestro planeta, según las relaciones de intensidad y de dirección, pero no se ocupa de las leyes que ofrecen las atracciones o las repulsiones de los polos ni los medios de producir corrientes electromagnéticas permanentes o pasajeras. La Geografía Física traza a más a grandes rasgos la configuración compacta o articulada de los continentes, la extensión de su litoral comparado con su superficie, la división de las masas continentales en los dos hemisferios, división que ejerce una enorme influencia sobre los climas y las modificaciones meteorológicas de la atmósfera. * En: Cosmos: Ensayo de una descripción física del mundo, 1844.- |
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