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ALGUNOS HEROES Y PERSONAJES CELEBRES CAROREÑOS

 

[General Pedro León Torres] [Mons. Salvador Montes de Oca]
[General Juan Jacinto Lara] [Cecilio "Chio" Zubillaga]
[Ramón Pompilio Oropeza] [Dr. Pastor Oropeza]

 


General Pedro León Torres

Héroe entre los grandes de Venezuela, a quien sus paisanos rinden siempre el mayor tributo de admiración y de cuya vida heroica quedan inmarcesibles recuerdos en la historia americana. El autor se contenta en trasladar aquí con su admiración y devoto culto las páginas que Don José María Zubillaga Perera le consagra en su Obra "Procerato Caroreño". Helas aquí:

"Pedro León de la Trinidad de la Torre y Arrieche, nació en la ciudad de Portillo de Carora el 25 de Junio de 1788. Las páginas de la historia independiente de la América, son fatigadas con los brillantes hechos de este gallardo paladín. Sus servicios a la Patria fueron eminentes y son bien conocidos en todo el vasto territorio que media desde las riberas del apacible Morere hasta las del impetuoso Guáitara; por eso este Distrito, que con orgullo lleva su glorioso nombre, justiciera y merecidamente, lo ha consagrado como su héroe Epónimo. Sus altos grados militares los obtuvo en el propio campo de batalla, admirado de sus superiores por su avasalladora intrepidez: díganlo si no los campos inmortales de San Félix y Bomboná. Piar, el invicto, admirando el singular arrojo con que el ilustre hijo de Carora se bate en el centro de batalla, cuyo flanco mandaba, lo asciende a General de Brigada y al comunicarle al Jefe Supremo el resultado de la acción, le dice: "A Torres primero que a otro para General; es un muchacho a quien se le debe mucho en el triunfo de ayer".

Cinco años más tarde en la hecatombe de Bomboná, donde el León de las Llanuras caroreñas es derribado de un balazo cuando al frente de sus diezmados batallones, con épico coraje, trata de forzar los inexpugnables atrincheramientos enemigos, el Libertador lo eleva en el propio campo donde se cubrió de gloria, al alto rango de General de División. Y no sólo con los laureles de Marte orló su frente olímpica, sin que también con las preseas del hombre civil, ocupando con honor su puesto de Diputado al Congreso de Angostura.

Sucre y Torres fueron los jefes más connotados que enviara Bolívar al Sur de Colombia para emprender desde allí la magna empresa de llevarles la libertad a los descendientes de los Incas. Esplende Sucre en Pichincha, mientras que Torres, en las insalubres regiones de Pasto, diezmados sus escuadrones por el paludismo y las continuas deserciones, da frente a la terrible situación con espartano heroísmo, y resiste en Popayán las formidables embestidas con que de continuo lo asaltaban los contumaces pastusos. "Esta situación es terrible, las fiebres y la deserción merman nuestros ejércitos, y sobre todo la rebeldía de los pastusos tan contrarios a nuestra causa como Coro entre nosotros", tales son los párrafos de la última carta que la familia Torres de Carora, recibiera de su deudo benemérito.

"La actuación de Torres como Comandante en Jefe del Ejército del Sur, cargo que le dio el Libertador "confiado en las virtudes y talentos militares" del jefe caroreño, fue de gran importancia para los sucesos que se desarrollaban, pues amenazando de continuo de invadir a Pasto, y resistiendo firmemente en Popayán, impidió que los 3.000 hombres tan resueltos que comandaba Basilio García, cayeran por retaguardia sobre Sucre, que daba frente a los 2.000 infantes de Aymerich.

Las mortales heridas que recibiera Torres en Bomboná, el 7 de Abril, fueron la causa que produjo su muerte, acaecida ésta en el pueblo de Yacuanquer el 22 de Agosto de 1.822.

 

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General Juan Jacinto Lara

General de División Juan Jacinto Lara, bautizado en Carora, su ciudad natal, el 5 de Junio de 1778, por el Pbro. Bachiller don Pedro Meléndez y fueron padrinos su tío Don Juan Manuel Meléndez y Doña Josefa Ferrer. Este héroe caroreño se entregó a la Guerra de la Independencia con patriotismo, asombro valor y lealtad a Bolívar en todo momento. Son muchísimas las batallas en que se encontró. Estuvo bajo su mando la división que salvó el parque en Corpahuaico y fue uno de los grandes héroes de Ayacucho. Conquistó por su valor la Medalla de los Libertadores de Colombia y el Sol de Perú. Son tan conocidas sus proezas; basta saber que Lara y Torres son los nombres más gloriosos del Estado Lara y de los principales creadores de la Independencia Americana. Fue después de Gobernador de la Provincia de Barquisimeto en 1843. Murió en Barquisimeto el 25 de Febrero de 1859; sus restos, por justicia se encuentran en el Panteón Nacional.

El General Lara al terminar su actuación guerrera, volvió a Carora, donde se casó el 15 de Septiembre de 1830, con Doña Nemesia Urrieta. El Reverendo Hermano Basilio, de la Congregación Hermanos de las Escuelas Cristianas (de la Salle) en su obra "Cerámica de Camay" afirma entusiasmadamente que el General Juan Jacinto Lara, nació en el Caserío Camay. Funda el culto religioso su peregrina afirmación en referencias obtenidas por personas de ese lugar, especialmente Cándida Meléndez y Conchita Meléndez, muertas casi centenarias. Agrega que dichas damas decían que ellas "bailaron con el General Juan Jacinto Lara en Camay siendo éste ya entrado en año". También escribe el Hermano que "Don Juan Jacinto Meléndez y Don Ramón Lameda compraron estas tierras (las de Camay) al Rey", porque ellas eran una "posesión real". Nada más simple que esa manera de expresarse en orden a la adquisición de tierras, pero dejamos de lado este asunto por no interesar ahora. Bien han podido unos señores con los nombres dichos tenido una posesión en Camay, pero sin que esto quiera dar la idea de población alguna, para que se hable de fundación. Así mismo escribe el Hermano que Doña Juana Paula Meléndez (madre del General Lara) nació en Camay y que el padre de éste era descendiente "con toda probabilidad que los Lara de Quíbor y Carora" y que tenía en Camay "una posesión o fundo, con casita de campo y es en ella, donde a decir de la tradición nació Juan Jacinto Lara". Todas estas informaciones no sólo carecen de base seria alguna sino que también están en contra de los documentos fidedignos. El padre del General Lara era de Antequera, España, y llegó a Carora donde casó al poco tiempo, el 29 de Octubre de 1764 con Doña Juana Paula. Doña Juana Paula nació en Carora en 1740 y era hija de Don Juan Jacinto Meléndez y Doña María Rosalia Urrieta. No hay constancia de que Don Miguel de Lara tuviera fundo en Camay. El dicho Juan Jacinto Meléndez no es el citado por el Hermano como "fundador" de Camay, ya que las nueve hijas que señala éste y cuyos nombres cita, no figuran entre las del esposo de Doña Juana Rosalía Urrieta, las cuales conocemos por su testamento y por las respectivas partidas de bautismos. Es posible que el Juan Jacinto que tuvo tierras en Camay sea el hijo de Don Juan Jacinto Meléndez y Doña María de los Reyes Fernández. Conviene hacer notar que si las referidas hermanas Cándida y Conchita Meléndez fueron las que en 1952 informaron al Hermano (como parece haber sido, ya que las citas como "testimonios") no eran "casi centenarias", como en su obra refiere, sino que han debido tener alrededor de 110 años para poder haber bailado con el Héroe, el cual murió el 25 de Febrero de 1859. Somos ajenos a dar crédito a la tradición en ciencias genealógicas, porque es raro no hallarla arropada de relatos nacidos de la fantasía; pero, si es que hay que darle crédito en este caso, es bueno preguntar ¿Por qué despreciar la tradición ilustrada de Carora y de los descendientes del Prócer, para acoger la de personas ayunas de conocimientos en la materia y en quienes podía sospecharse un natural interés lugareño? No podemos dejar de decir, por otra parte, que nada disminuiría la gloria del General Lara si hubiese nacido en Camay, como tampoco la de la ciudad de Carora, ya que ese sitio estaba comprendido dentro de su territorio capitular y que todos los nacidos dentro de este territorio eran naturalmente caroreños. Es bueno consignar aquí nuestra desaprobación al hecho de haberse colocado en el caserío Camay una placa donde se afirma que allí nació el Héroe Epónimo del Estado Lara. Esto constituye una tergiversación de la historia que las autoridades están obligadas a impedir para evitar engaños futuros. En cuanto a lo que en su nombrada obra refiere el Hermano Basilio en orden a las Familias Arroyo, Arispe, Montesdeoca, Riera y Gutiérrez diremos que basta consultar las partes correspondientes a estas familias en la presente obra, para darse cuenta de lo inaceptable que es la hipótesis que sobre el origen de las mismas emite eminente religioso. En cuanto al Obispo Arroyo, bien ha podido suceder que su nacimiento se haya efectuado ciertamente en el sitio llamado La Tierra, señalando por el Hermano, pues veremos al hablar de la Familia Arroyo que el Prelado nació en un campo de la jurisdicción de Carora, que bien ha podido ser el nombrado.

 

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Ramón Pompilio Oropeza

Nació en Carora el 15 de Octubre de 1860. Hizo allí sus estudios primarios y luego pasó a El Tocuyo a seguir estudios secundarios en el Colegio "La Concordia" de D. Egidio Montesinos donde recibió el grado de Bachiller; regresó a Carora y durante algunos meses recibió clases de varias ramas del derecho, en el pueblo de Aregue, de labios del Dr. Ramón Perera. En la Universidad de Caracas hizo el curso de Ciencias Políticas y obtuvo el título de Doctoren esas enseñanzas. Ya graduado fundó en Carora un colegio privado con el nombre de "La Esperanza", el cual adquirió carácter oficial por decreto del Presidente de la República Dr. Andueza Palacios el 16 de Agosto de 1891. Hasta su muerte, ocurrida en su ciudad natal, se mantuvo dedicado por entero a la enseñanza de la juventud y muchos de sus discípulos han sido figuras destacadas de las letras venezolanas. Como orador fue considerado como uno de los primeros del Estado Lara y supo mantenerse siempre fiel a los más rígidos principios de la moral y el decoro. Casó el 19 de Octubre de 1895 con Doña Atala Riera.

MEMORIAS INTIMAS DEL DR. OROPEZA

El 13 de enero de 1911. Fecha hondamente sombría para mi corazón: a las cinco menos diez minutos de la mañana, víctima de tan cruel como inesperada dolencia, murió la dulce compañera de mis bellos días, la abnegada esposa que Dios me había dado para que compartiese conmigo así las penas como las alegrías de la existencia, la cristiana mujer que sabía tomar para sí privaciones, sacrificios y dolores a trueque de satisfacciones para los suyos y aún para los extraños.

Atala! !Bien mío¡ Vida de mi vida¡ Tu muerte es el derrumbamiento de mi hogar. Sin el calor de tu seno ¿Cómo puedo yo formar esos cuatro angelitos que me dejas? Sin el secreto de tus virtudes cómo puedo yo continuar la obra empezada? Sin la fortaleza de tu alma cómo puedo yo sostener este edificio que ha quedado en escombros al sacudimiento formidable de la catástrofe?

Entre ruinas vagamos nuestras hijitas y yo. Todo es desolación: flores marchitas, esperanzas muertas, ilusiones desvanecidas, soledad infinita, un frío hiela y una oscuridad más densa que las tinieblas en que la alevosa muerte te envolvió cuando preparaba su golpe fatal.

¿Sufriste mucho? ¿Fueron muy grandes los dolores de tu cuerpo? ¿No es verdad que fueron más grandes los dolores de tu alma? Tu hogar, tu compañero, tus hijitas, todos los tuyos a quienes tanto amabas, ¿Cómo dejarlos sin sentir en el alma torturas infinitas?

Tú querías decirme muchas cosas ¿No es verdad? Querías hablarme de tus hijitas y legarme, junto con tus derechos de madre, el inagotable caudal de tus ternuras para con ellas; querías hablarme de mi mismo y, con la memoria de tus prudentes y discretas observaciones, dejarme muchos consuelos para mis congojas actuales y un mundo de esperanzas para la lucha que he de continuar sin tu ayuda; querías hablarme de todas tus otras afecciones y, mostrándome tu corazón, ya casi yerto, decirme que las tomase todas para mi. Pero la muerte, que casi siempre anda con espantosa rapidez, no te dio tiempo y un desgarrador "qué vas a hacer ahora?" fue cuando tus labios pudieron dirijirme. Después ... el destino, los gemidos, las congojas, la oscuridad, la muerte.

Aquí quedo al pie de mi calvario con el corazón hecho pedazos y el espíritu azotado por recias tempestades. Tus hijitas me atormentan con mil interrogaciones candorosas a las que, en medio a la lucha que sostengo por aparecer sereno cuando las lágrimas pugnan por correr, no sé qué contestar.

Si las vieras! ... No se separan de mi lado como si quisieran encontrar en mí algo de esas inefables ternuras que sólo las madres saben prodigar.

Las mayorcitas han llorado mucho; pero Elisa, nuestro último adorado encanto se llenó de alegría cuando le mostré tu cadáver en la caja mortuoria. ¿Por qué tanto contento ante la madre muerta? Creería que te le hacías la dormida como tantas veces lo habías hecho... Pero si todos allí estábamos anegados en llanto ¿por qué no sufrió ella el contagio de tan intenso duelo? ¿Será que aquél espíritu infantil quiso decirnos que no es bueno llorar por los que mueren? ¿O será que la inocencia tiene el privilegio de comunicarse con el espíritu que antes animaba el vaso inerte que a su vista se le ofrece? !Cuántas consideraciones alrededor de esa alegría¡

Pero veo que no debo seguir turbando con mis quejas la beatitud en que te hallas. Tú eras buena y para los buenos hay promesas ciertas de venturas infinitas. Que no turben, pues, mis acentos lastimeros la vida de dicha perdurable conque Dios galardona tu bondad. Óyeme, sin embargo, una cosa: en mi peregrinación sobre la tierra he encontrado dos mujeres a quienes uniré siempre como un remedo de la Providencia; mi madre y tú. Allá está mi madre desde hace algunos años: únete a ella y pide a Dios que la fe no me falle y la esperanza me conforte.

 

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Cecilio "Chio" Zubillaga Perera

Nació en Carora el 1º de Febrero de 1887. Fue un escritor y polemista de estilo muy personal y elegante. Dotado de un enorme talento, escribía con facilidad sobre diversos temas; no era hombre de alardes literarios, pero hacía gustar al lector lo que escribía, aunque fuera ardua y pesada la materia. Era un infatigable trabajador intelectual que honraba a menudo con sus artículos a "El Diario" de Carora. Entre sus innumerables artículos nos complacemos en citar; por su especial importancia, el que tituló "La Instrucción Secundaria en Carora", que es un largo y bien planificado estudio, que hasta ahora no ha sido superado. Organizó en Carora un Archivo particular, al cual dio por nombre "Archivo Zubillaga" y que constituye hoy un tesoro documental en dicha ciudad y es una fuente de obligado estudio para los historiadores larenses. En dicho archivo, además de valiosos documentos y de numerosas correspondencia de utilidad histórica, existe el índice, hecho por el propio D. Cecilio, con anotaciones copiosas. Su vida privada la dedicó al cultivo de la tierra y en ello se hicieron sentir su actividad y su inteligencia. Era conocido generalmente con el sobrenombre de Chío y el cuarto que ocupaba en su casa era lugar de reunión y de cita de intelectuales de todas las regiones del país. Fue violenta en la vida política y defendió, con extremado ardor, sus ideas y principios. De ahí que no siempre logró mantenerse dentro del terreno de la equidad y de la justicia. Fue vehemente y a veces temerario cuando daba rienda suelta a su noble pasión por el bienestar social, pero es innegable que sus desvíos no estaban reñidos con su conciencia y que la buena fe inspiró siempre sus actos. Durante su última enfermedad revivieron exhuberantes los viejos principios religiosos y esto lo llevó a realizar con un sacerdote de renombre una sincera y humilde confesión sacramental y a dar consejos de hermosa convivencia. Murió santamente, en brazos de su amada hermana Carolina, mientras esperaba con sagrado anhelo la Sagrada Comunión, que, por lo intempestivo con que se agravó su enfermedad, no llegó a recibir, pero que suplió con piadosa comunión espiritual que le insinuó su hermana y con el nombre de Jesús en sus labios hasta que dejó de latir su corazón. El pueblo caroreño erigió a su ilustre hijo una artística estatua en una de las plazas de la ciudad. D. Cecilio murió célibe.

 

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Doctor Pastor Oropeza

Nació en Carora el 12 de Octubre de 1901 y terminó sus estudios de Medicina en la Universidad de Caracas en el año 1922. Empezó a ejercer su profesión en su ciudad natal y entonces publicó su primera obra titulada "El Niño", la cual fue muy bien recibida por los circulos médicos del país. En 1936 se trasladó a Caracas y fue encargado por el Ministro Dr. Enrique Tejera de organizar los servicios de Puericultura en el territorio nacional. Su obra, realizada en este importante ramo de la higiene pública ha sido brillante y, gracias a ella, el índice de mortalidad infantil disminuyó de un modo elocuente. La labor realizada por Doctor Oropeza en dicho campo le ha hecho merecedor de la gratitud nacional y de que sea considerado como uno de los venezolanos de más sólido prestigio dentro y fuera del país. Formó escuela y sus discípulos son los mejores heraldos de su gloria. Asistio a muchos congresos interncionales y publicó trabajos notables, entre éstos citaremos el que lleva por título "Palabras de un Pediatra", escrito con hermoso estilo y en el cual penetracon agudeza psicológica en muchos terrenos de la ciencia nacional. Fue diputado del Congreso Nacional y es Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina. Casó con Egilda Herrera Gutiérrez.

 

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Monseñor Salvador Montes de Oca

Nació en Carora este ilustre Prelado el 21 de Octubre de 1896. Hizo sus estudios primarios en Carora, en la Escuela de Don Lucio Montes de Oca. Inclinado desde niño a la carrera sacerdotal, entró al Seminario de Barquisimeto; enviado después por su padre espiritual, Monseñor Aguedo Felipe Alvarado, al Seminario Pío Latino de Roma, permaneció en él varios años. Regresó luego al Seminario de Caracas, donde terminó sus estudios, durante los cuales fue modelo de inteligencia y aplicación. Recibió la ordenación sacerdotal en Barquisimeto, de manos de Monseñor Alvarado y en Carora cantó su primera misa. Fue luego Secretario del Obispo y Capellán del Santuario de la Paz en Barquisimeto. En el Congreso de 1927 fue electo Obispo de Valencia, donde fue consagrado el 23 de Octubre de 1927 por Monseñor Fernando Cento. Durante la Presidencia del Doctor Juan Bautista Pérez fue expulsado del territorio de Venezuela, por haber publicado para sus feligreses la doctrina de la Iglesia respecto al matrimonio. Después de dos años de destierro en Trinidad y Europa, regresó triunfante a Venezuela y a su Diócesis, a la cual dio lustre con su virtud, carácter, ilustración e inteligencia. Posteriormente renunció la Diócesis para ingresar a la Congregación de los Padres Sacramentinos de Italia. Más tarde, llevado por el deseo de entregar su vida a una mayor austeridad, se separó de dicha Congregación e ingreso a la Orden de los Cartujos. Durante la Segunda Guerra Mundial permaneció en su claustro de Italia y allí fue vilmente asesinado, junto con otros religiosos, por fuerzas alemanas por el motivo de haber dado asilo en el convento a patriotas italianos. En la ciudad de Valencia, capital de su antigua Diócesis, se le ha levantado una artística estatua en homenaje a sus virtudes y heroismos. Dejó publicada varias monografías de interés.

 

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Bibliografía: Historial Genealógico de Familias Caroreñas. Tomos I y II.

Autor: Dr. Ambrosio Perera.