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El cuervo blanco

En un bosque perdido, tanto que ni los arbóreos elfos habían oído hablar de él, habitaba solitario un cuervo blanco. Ya no recordaba cuánto tiempo llevaba sobre la tierra, o más exactamente, sobre las ramas de los árboles, sobrevolando los cielos. Blanco como la leche, sin una mota que perturbara su pureza, parecía más un fantasma que un ave. Quizás lo fuera... Se alimentaba de los gusanos que vivían a pocos centimetros bajo la tierra del bosque, escasos pero muy sabrosos, y bebía de las aguas de un arroyuelo cercano. El dia le asustaba, además de dañarle los ojos y el plumaje, asi que se aventuraba a volar tan solo de noche. A pesar de su todo, el cuervo era feliz ya que no le faltaba nada; o mejor dicho no echaba nada en falta, pues todo lo que tenía era todo lo que conocía...

Una noche, el pájaro se alejó un poco mas de lo habitual de sus dominios, y llegó hasta las lindes del bosque.  Ante él se abría un prado lleno de flores, que llegaba hasta donde era capaz de ver bajo la luz de la luna llena. Se escuchaba un curioso chirrío, producido por los grillos, pero que nuestro cuervo no habia oído nunca antes. Ese sonido llenó al pajaro de inquietud y se dispuso a averiguar su causa. Saltó de la rama del roble en que estaba posado y se acercó volando suavemente al primer insecto que pudo localizar.  Este, huyó rapidamente del supuesto depredador, se refugió en su guarida y se calló.  Sin darse por vencida, el ave fue recorriendo la llanura, visitando a cuantos grillos pudo encontrar, pero ninguno tuvo la amabilidad de dedicarle ni tan siquiera un pequeña balada...  Cual luciérnaga, el cuervo blanco fue alejándose cada vez más y más de su hogar, intentando en vano saciar su curiosidad y su hambre de saber. Hacia la medianoche, el cuervo albino estaba a muchos kilómetros de distancia de su querido bosque, pero el no prestaba atención mas que al chirriar de los insectos; al acercarse el amanecer y querer volver a casa, no supo que dirección tomar, asi que decidió esconderse bajo un espeso arbusto hasta que se fuera el sol, tan maligno. Escondió la cabeza bajo un ala y se durmió.

Le desperto la voz de una dama que recorría el prado con su escolta.  Todos vestido con negras armaduras parecían recién sacados de un cuento de hadas.  La pricesa, eso le parecio al cuervo que sería, con sus soldados y damas de compañia, caminaban con despreocupación cantando a la noche que se acercaba.  La voz hizo que el cuervo olvidara su miedo al sol, que por otra parte ya casi habia desaparecido, y salió de su escondite para posarse sobre uno de los caballos del carruaje. Y acompañó, con mas pena que gloria, con sus graznidos la melodia que envolvia su alma con hilos de plata y oro.

"Señor Cuervo, bienvenido. ¿Acaso nos esperabais?", preguntó la dama con una gran sonrisa.

"Es la primera vez que tengo noticias de vos, pero creo que mi alma esperaba este momento. Todo mi ser, diria.", respondió una vez pudo sobreponerse a la sorpresa.  La dama resplandecia bajo los ultimos rayos de la tarde, "Mas que una princesa debe ser una diosa.", pensó.

"Nosotros si os esperabamos, en realidad hemos estado observandoos, y sabemos que no teneis malas intenciones. Quizás podais ayudarnos..."

"Estoy ansioso por pagar mi deuda, he renacido con vuestro canto y el espectáculo de vuestra presencia. Pero, ¿que podría hacer yo para ayudaros? No soy más que un pobre pájaro."

"Nuestras tierras han sido invadidas por una tribu salvaje que nos está destruyendo poco a poco. Nuestro oráculo ha predicho que un campeón que no pertenece a nuestra raza vendrá vestido de luz para salvarnos.  ¿Querríais ser ese campeon? ¿Querríais salvarnos de la muerte y del olvido?"

"Sí, si creéis que soy yo, intentaré salvaros, pero ¿cómo?"

La princesa miró al cuervo con una mezcla de satisfacción y veneración en la cara y le entregó una semilla.

"Comed esto y os trasportará al pueblo de los invasores, una vez allí dejaros llevar por el destino", dicho esto la comitiva desapareció ante sus ojos. Solo quedó la luz de la luna y el cantar de los grillos en la noche...


El cuervo, asombrado pero dispuesto a cumplir con su palabra, engullió la semilla y se preparó para... ¿para que?  Un instante después él también desapareció del prado.  Los grillos cantaban ahora con mas ímpetu, como despidiendo al héroe...


Se había dormido, no sabia por cuanto tiempo, pero cuando despertó el cuervo se encontró rodeado de piedras y tierra, estaba en unas cuevas que no habia visto nunca.  Todo era muy extraño.

Se oía el ruido de pasos en la distacia, y el cuervo se dijo que fuera lo que fuese lo que alli le esperaba, le haría frente.  Siguió el túnel durante lo que a él le parecieron horas hasta que inesperadamente se encontró en una sala abovedada.  No había luz del exterior que llegara hasta aquél lugar, pero la vista del ave, acostumbrada a la oscuridad de la noche, pudo hacerle ver, aterrorizado, cómo seis goblins armados con anchas y bastas espadas curvas hostigaban a un soldado vestido de negro, como los que acompañaban a la princesa. Sin pensarselo dos veces, salió disparado, cogió con su mano (¿su mano?) el hacha que levaba a la cintura (¿cintura?) y la blandió con rabia contra los goblins.  Cuando estos se dieron en desbandada, el cuervo se observó atentamente; gracias a la magia de la semilla el cuervo ya no era tal, sino un guerrero vestido con una brillante armadura blanca. El soldado que habia estado a punto de perecer a manos de tan horribles criaturas se arrodilló ante él y con voz queda le dijo: "Al fin has venido, te debo la vida y espero deberte la de todo mi pueblo. Ahora no hay tiempo que perder, siguemé, yo seré tu guia."

"¿Qué ocurre aquí? ¿Qué es lo que debo hacer?", preguntó el Caballero Blanco cade vez mas confuso.

"¡Nos están robando la comida que guardamos para el invierno! ¡Debemos impedírselo!"

Dicho ésto salieron corriendo hacia las profundidades de la tierra.  Llegaron en poco tiempo a la despensa, una enorme cavidad repleta de sacos de grano y otras vituallas, que unas pocas decenas de soldados intentaban defender del ataque de cientos de goblins armados hasta los dientes.  Les salvaba de ser aplastados por los invasores el hecho de que éstos eran mucho mas pequeños y estaban peor armados, pero no aguantarían mucho más.

A golpe de hacha, el Albino se abrió paso hasta las posiciones de defensa y allí se hizo fuerte. Tenía siempre presente a la dama que habia pedido su ayuda, y por ello luchaba con más ganas aún.

Al cabo de un rato y casi sin darse cuenta, los soldados comandados por el Caballero Blanco habían expulsado de su guarida a todos los goblins.  Ya no volverían.  El invierno estaba cerca y todo quedaría en calma tras las nieves.

En ese momento apareció la Dama Negra, y se acercó al cuervo.

"Nos has salvado, te debemos todo lo que somos, pues sin tu ayuda seguramente habríamos perecido este invierno. Dime que quieres de nosotros y te será concedido."

El cuervo rápidamente, sin tener que pensarlo, dijo "Lo que mas quiero es estar siempre a vuestro lado, escuchar vuestras voces y participar de vuestros cantos. Quiero quedarme."

La Dama le observó muy complacida, le cogió de las manos y le susurró unas palabras al oido:
"Te quedarás y así aprenderás nuestros secretos. Ven y siéntate a mi lado, Príncipe de los Grillos."


Ahora se cuenta que hay un prado no muy lejos de aquí donde los grillos cantan día y noche sin parar.  También dicen que en algún lugar de ese prado un grillo Blanco y otro negro pasan las noches juntos cantando a la luna y susurrándose secretos al oído. Y que las hormigas, fastidiosas como goblins en otros lugares, nunca han vuelto a hostigarlos en aquél lugar.

					FIN

(Para Mº Isabel, Promesa de Dios, Regalo del Rey, Dama de la Luna, Dueña del los Corazones del Druida, Grillo Bendito)



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