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La fe: cosas que no se ven

Rafael Vázquez

En uno de los más reflexivos y bien logrados episodios de aquella serie tan controversial de la televisión, vemos que Homero Simpson está siendo iniciado en una peculiar logia que le brindará privilegios y comodidades. Una parte de la iniciación consiste en vendarle los ojos y ponerlo al borde de una tabla a manera de trampolín; se le dice que “todo magio debe realizar un acto de fe”, que en este caso será dar un paso adelante sin sentir el piso. El pobre iniciado, con los ojos vendados supone que habrá de avanzar a pesar de que ya sintió que el piso se acaba y que podría estar a una gran altura del mismo. Y no se equivoca. Pero tampoco sabe que está a solo unos centímetros y que la caída que resulte de su paso en el aire no será más que un tropezón. Con todo, Homero, que no es más que un personaje de caricaturas resultado de la fértil y desengañada imaginación satírica contemporánea, da el paso y cae esa mínima distancia. En otro contexto, esta vez en la realidad pura y vívida, un grupo de discípulos escogidos navega con dificultades en el mar de Galilea, cuando ven lo que parece ser un fantasma acercándose a ellos, que están en medio de las aguas. Es su Maestro, que anda sobre el mar como si fuera sólido, y los tranquiliza identificándose. No era la primera vez que estos hombres veían a su Instructor ejecutando maravillas y prodigios, por lo que Pedro, uno de ellos, anhelando ser objeto de uno de esos milagros, le habla confiado: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Sigo el relato de Mateo XIV, 22-33). El Maestro dice: “Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús”. Y es aquí donde Homero Simpson nos da una gran lección: al caer esa ridícula distancia, con ese mínimo impacto, el peso de su voluminoso cuerpo rompe el piso de ese nivel, y oímos caer a Homero rompiendo uno y otro piso hasta contar cinco o seis. Lo gracioso de la escena se topa con la disyuntiva de soltar la carcajada o reflexionar en lo que dice Homero al final: “Creo que tendré que repetirlo porque se me movió la venda”. Pedro, en cambio, sin vendas en los ojos, habiendo visto al Maestro obrando maravillas, viéndolo frente a sí mismo caminar sobre el mar, al sentir “el fuerte viento, tuvo miedo”, y consecuentemente comienza a hundirse como cualquier nadador engarrotado por el frío. “¡Señor, sálvame!” gritamos como Pedro al comenzar a hundirnos, al sentir que el viento fuerte ―que es obra de las manos mismas de Aquel que camina en las aguas y que nos manda ir a él a través de lo que claramente no es piso sólido― es más poderoso sobre nosotros que el Señor que nos llama. O nos negamos por completo a salir de la barca pretextando que el Señor lo hace porque es el Señor, ignorando que precisamente porque es el Señor quien lo hace posible, podemos poner nuestros pies sobre las aguas igual que Él. “Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” El Señor tenía razón al reprender el dudoso corazón de su discípulo, pero a pesar de la angustia y el peligro, Pedro anduvo sobre el mar porque se atrevió, confió, tuvo fe, y aunque dudó, volvió a tener fe al sentir la mano de su Maestro. A veces nuestras pruebas serán así: viendo un poco y teniendo muchas cosas que temer; pero otras serán como la prueba de fe de los magios: los ojos completamente vendados y un gran salto que dar hacia la nada. En cualquier caso, será la fe la que nos haga avanzar: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos XI, 1), “por tanto, no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio, sino hasta después de la prueba de vuestra fe” (Éter XII, 6). Y los sueños solo se hacen realidad con fe.

El Ilustrador, boletín semanal de información, cultura y encuentro del Consejo Estudiantil del Instituto de Religión Copilco-UNAM, se edita los viernes a las 5 PM. Directorio: LEOBARDO DE LA CRUZ ROSALES, director; EDUARDO MORÁS GUEVARA, presidente del Consejo Estudiantil; RAFAEL VÁZQUEZ VELÁZQUEZ, vicepresidente a cargo de música y cultura; ISAAC GÓMEZ CALDERÓN, diseño y tiraje. Se agradecerán todas las colaboraciones que se hagan, de cuya publicación nos reservamos la decisión. Cualquier comentario o duda sobre la publicación o distribución de El Ilustrador, llamar al 56584042, o enviar un e-mail a musikultur@post.com. No es una publicación oficial de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

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