Nuestra generación no logró dejarle a sus hijos, al menos el país que recibió

Esta es la realidad que muestra la destrucción actual. No queda nada, solamente un presidente y una sociedad que liquidó a su país impotente para reaccionar, sin liderazgo, sin reflejos.

¿Qué hacemos ahora? : Esa debe ser la pregunta que nos hagamos los argentinos con reservas cristianas y espirituales suficientes. Repitiendo un concepto anterior, debemos reconstruir la Nación.

Reconstruirla significará hacer todo de nuevo, empezar otra vez, repensar nuestra educación, perfilar el tipo de país que hubiéramos querido tener. Definir un ideal de justicia, de economía, de política nacional. Buscar objetivos.

Significará también hacernos preguntas fundamentales que no logramos responder a lo largo de casi dos siglos y el desafío de la hora nos obligará a contestar por fin: ¿Sirvió a la Argentina el régimen Federal?; ¿Fue útil a esta Nación un régimen tan presidencialista?; ¿Fue bueno separar a la Iglesia del Estado?; ¿Ayudó en algo una justicia garantista?; ¿Trajo progresos el voto obligatorio y universal?

De aquella Argentina orgullosa del siglo XIX y la primera mitad del XX no han quedado más que las ruinas y los recuerdos. Es como visitar las pirámides o el coliseo. Hoy estas pampas están habitadas por un pueblo desolado, escéptico y pesimista. No tiene conductor ni líder que lo exalte y lo empuje al triunfo. Todo eso pertenece al pasado. Tampoco tiene ya un sentimiento de patriotismo que lo lleve a apretar los dientes y avanzar contra lo que sea.

Fue un largo camino el que llevó a esto: Una guerra civil, otra guerra de venganza que aún perdura, la demolición lenta pero persistente de todos los valores morales con la excusa de la discriminación o el autoritarismo. La pérfida destrucción del sistema educativo, y lo peor de todo, un concepto generalizado de que los principios no sirven para nada y que todo vale y que se debe ser agresivo y pisotear lo que sea para llegar.

Nunca más trascendente aquella expresión de Ortega: "argentinos a las cosas". Tanto andar esquivándole a las cosas…

¿Cuál será ahora el papel de los conservadores, cuando ya casi nada queda para conservar? El lugar más trascendente en la reconstrucción, debe ser para aquellos que valoren las mayores virtudes de la Nación. Se debe ser más conservador que nunca hoy. Amar a Dios ,a la familia, y a la tierra donde se ha nacido, y con ellos en la mente y en el corazón empezar ya a trabajar para el futuro.

Eduardo Landera