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    Los protagonistas
  Cortés  Alvarado   Montejo  C. de Olí   Sandoval    Ordaz V. de León A. de Ávila   L. Marín     Ircio
   Narváez        Yo      Nosotros Doña Marina     Aguilar Montezuma Guatemuz

    

          De los valerosos capitanes y fuertes soldados
               que pasamos de la Isla de Cuba con el venturoso y muy animoso capitán
                                                  don Hernando Cortés

 

     Primeramente el marqués don Hernando Cortés, natural de Medellín, hijodalgo conocido por cuatro abolengos: el primero de los Corteses, que ansí se llamaba su padre Martín Cortés, el segundo por los Pizarros, el tercero por los Monroys y el cuarto por los Altamiranos. Era de los mejores linajes de Extremadura, y pasando el tiempo recibió el ditado de marqués del Valle. E aunque fue tan esforzado y valeroso y venturoso capitán, no le nombraré de aquí en adelante ninguno de estos sobrenombres, ni marqués del Valle, sino solamente Hernando Cortés, porque tan tenido y acatado fue en tanta estima el nombre solo de Cortés, ansí en todas las Indias como en España, como fue nombrado el nombre de Alejandro en Macedonia, y entre los romanos Julio Cesar, y él mismo se holgaba que no le pusiesen sino solamente su nombre.
     Fue de buena estatura e cuerpo y bien proporcionado y membrudo, y la color de la cara tiraba algo a cenicienta, e no muy alegre, y si tuviera el rostro más largo, mejor le pareciera; y los ojos en el mirar amorosos, y por otra parte graves; las barbas tenía algo prietas y pocas y ralas, y el cabello que en aquel tiempo se usaba era de la misma manera que las barbas y tenía el pecho alto y la espalda de buenas maneras, y era cenceño y de poca barriga, y algo estevado, y las piernas y muslos bien sacados; y era buen jinete y diestro de todas las armas, así a pie como a caballo, y sabia muy bien manejarlas; y sobre todo corazón y ánimo, que es lo que hace al caso. Oí decir que cuando mancebo, fue algo travieso sobre mujeres, e que se acuchillaba algunas veces con hombres esforzados y diestros , y siempre salía con victoria; y tenía una señal de cuchillada cerca de un befo de abajo, la cual señal le dieron cuando se andaba en aquellas cuestiones.
      En todo lo que mostraba, así en su presencia y meneos como en pláticas y conversación, y en comer y en el vestir, en todo daba señales de gran señor. Era muy afable con todos nuestros capitanes y compañeros; y era latino, y oí decir que era bachiller en leyes. Era algo poeta, hacía coplas en metros y en prosa; y en lo que platicaba lo hacía muy apacible y con muy buena retórica,  y rezaba por las mañanas en unas Horas, e oía misa con devoción; tenía por muy abogada a la virgen María.
No quiero decir de las muchas proezas y valentías que hizo nuestro Cortés, porque son tantas y de tal manera, que no acabaré tan presto de las relatar; en todo se mostró muy varón y esforzado. Era muy aficionado a juegos de naipes y de dados y era en demasía dado a mujeres y celoso en guardar las suyas. Era muy cuidadoso en todas las conquista que hicimos, y muchas noches rondaba y andaba requiriendo las velas. Vi que cuando estábamos en las guerras de Nueva España era cenceño y de poca barriga, y después que volvimos de las Higueras engordó mucho y de gran barriga. También quiero decir que solía ser muy franco, y cuando volvió la segunda vez de Castilla le tenían por escaso, y le puso pleito un su criado, que no le pagaba su servicio. Después que ganamos la Nueva España siempre tuvo trabajos, y gastó muchos pesos de oro en las armadas que hizo; en la California ni ida de las Higueras tuvo ventura. Bien creo que se habrán olvidado otras cosas que escribir sobre las condiciones de su valerosa persona: lo que se me acuerda y vi, eso escribo.
 Murió junto a Sevilla, en una villa que se dice Castilleja de la Cuesta. ¡Que al marqués don Hernando Cortés le perdone Dios sus pecados. amén!

 

 

      Don Pedro de Alvarado fue comendador de señor Santiago, y adelantado y gobernador de Guatemala e  Honduras e Chiapa. Sería obra de treinta y cuatro años cuando acá pasó; fue de muy buen cuerpo e bien proporcionado, e tenía el rostro y cara muy alegre y en el mirar muy amoroso; y por ser tan agraciado le pusieron por nombre los indios mexicanos Tonatio, que quiere decir El sol. Era muy suelto y buen jinete, y sobre todo, ser franco y de buena conversación, y en el vestir se traía muy pulido y con ropas ricas, y traía al cuello una cadenita de oro con un joyel, ya no se me acuerdan las letras que traía el joyel, y en un dedo un anillo con una esmeralda.
     Quiero aquí rememorar  que  cuando el gran cacique de Tlascala dio a Cortes su hija para que hicieran generación, éste la tomó por la mano y se la dio a Pedro de Alvarado, y dijo al Xicotenga que aquel a quien la daba era su hermano y su capitán, y que lo hubiese por bien, porque sería dél muy bien tratada, y el Xicotenga recibió contentamiento dello. Esta cacica después de bautizada se llamó Luisa, e así como se la dieron a Pedro de Alvarado toda la mayor parte de Tlascala la acataban y le daban presentes y la tenían por su señora, y della hobo el Alvarado, siendo soltero, un hijo y una hija, dignos hijos de tal padre, que, aparte otros sublimados ditados, es el que fue a Perú con grande armada, y por parte de Xicotenga, gran señor de Tlascala.
También quiero rememorar que cuando Cortés procuró saber que a qué causa fue a dar guerra a los mexicas estando bailando y haciendo sus fiestas, respondió que sabía muy ciertamente que en acabando las fiestas y bailes, luego le habían de venir a dar guerra, que por eso se adelantó a dar en ellos, que quien acomete, vence.
     Encontró la muerte en unos peñoles que  llaman de Cochistlán, cuando acudía a socorrer a unos soldados españoles que estaban en gran peligro, y fue porque le tomó debajo un caballo que se desriscó. En la villa de La Purificación le enterraron con la mayor pompa que pudieron; perdónele Dios, amen.

 

 

   Cristóbal de Olí:  Natural de cerca de Baeza o Linares, era valiente por su persona, así a pie como a caballo; era extremado varón, pero no era para mandar, sino para ser mandado; y era de edad de treinta y seis años, y su presencia y altor era de buen cuerpo y membrudo y de grande espalda, bien entallado e algo rubio, y tenía muy buena presencia en el rostro, y traía el bezo de abajo siempre hendido a manera de grieta; en la plática hablaba algo gordo y espantoso, y era de buena conversación, y tenía otras buenas condiciones de ser franco. De él dijo Cortés a su majestad  que era un Héctor en el esfuerzo para combatir persona por persona. Y era al principio, cuando estaba en México ,gran servidor de Cortés, sino que esta ambición de mandar y no ser mandado le cegó, e con los malos consejos se alzó con una armada que le había dado Cortés. Murió en lo de Naco, degollado por justicia; que nuestro señor Jesucristo le perdone sus pecados, amen.

 

 

     El Adelantado  don Francisco de Montejo: Fue algo de mediana estatura y el rostro alegre, y amigo de regocijos, e hombre de negocios y buen jinete.
     Cuando acá pasó sería de treinta y cinco años y era franco y gastaba más de lo que tenía de renta.
      Después de ganado México fue adelantado y gobernador de Yucatán, e tuvo otros ditados; murió pobre y olvidado en Castilla.

 

 

      El capitán Gonzalo de Sandoval: Fue capitán muy esforzado, y sería cuando aquí pasó de hasta veinte y dos años; fue alguacil mayor de la Nueva España, y fue gobernador della, juntamente con el tesorero Alonso de Estrada, obra de once meses; su estatura muy bien proporcionada y de razonable cuerpo y membrudo; el pecho alto y ancho, y asimismo tenía la espalda, y de las piernas algo estevado y muy buen jinete; el rostro tiraba algo a robusto, y la barba y el cabello que se usaba algo crespo y acastañado, y la voz no la tenía muy clara, sino algo espantosa, y ceceaba tanto cuanto.
      No era hombre que sabía letras , sino a las buenas llanas, ni era codicioso de haber oro, sino solamente tener fama; no era hombre que traía ricos vestidos, sino muy llanamente, como buen soldado; tuvo el mejor caballo y de mejor carrera, revuelto a una mano y a otra, era castaño acastañado, y una estrella en la frente y un pie izquierdo calzado,  que se decía el caballo "Motilla".
 De él dijo Cortés a Su Majestad que fue tan animoso capitán, que se podía nombrar entre los muy esforzados que hubo en el mundo, y que podía ser coronel de muchos ejércitos, y para decir y hacer. Fue natural de Medellín, hijodalgo; su padre fue alcaide de un fortaleza. Falleció en la villa de Palos cuando fue a Castilla  con don Hernando Cortés a besar los pies de Su Majestad

 

 

    Diego de Ordaz fue natural de Tierra de Campos, y sería de edad de cuarenta años cuan do acá pasó: fue capitán de soldados de espada y rodela, porque no era hombre de a caballo.
   Fue muy esforzado y de buenos consejos, era de buena estatura y membrudo, e tenía el rostro muy robusto y la barba algo prieta e no mucha; en la habla no acertaba bien a pronunciar algunas palabras, sino algo tartajoso; era franco e de buena conversación. Fue el primero en subir hasta la boca de un volcán que llaman Popocatepeque, que todos se la tuvimos como cosa de mucho atrevimiento, y cuando fue Diego de Ordaz a  Castilla lo demandó por armas a Su Majestad, e ansí las tiene agora un su sobrino.
     Fue comendador de Santiago; murió en lo de Marañón, siendo capitán o gobernador, que esto no lo sé muy bien

 

 

    VELÁZQUEZ DE LEÓN, otro buen capitán natural de Castilla la Vieja: sería de hasta treinta y seis años cuando acá pasó. Era de buen cuerpo, e derecho e membrudo, e de buena espalda e pecho, e todo bien proporcionado e bien sacado, el rostro robusto, la barba algo crespa e alheñada, e la voz espantosa e gorda, algo tartamudo, fue muy animoso y de buena conversación; e si algunos bienes tenía en aquel tiempo los repartía con sus compañeros.
     Fue muy buen jinete , e a pie e a caballo muy extremado varón; murió en las puentes cuando salimos huyendo de México

 

 

     ALONSO DE ÁVILA fue capitán ciertos días en lo de México, y el primer contador de su majestad que eligió Cortés. Era de buen cuerpo e rostro alegre, en la plática expresiva, muy clara e de buenas razones, e muy esforzado; sería de hasta treinta y tres años cuando acá pasó; era franco con sus compañeros, mas era   soberbio y amigo de mandar e no ser mandado, e algo envidioso. Era orgulloso e bullicioso, y de mala condición, que Cortés no le podía sufrir: e a esta causa le envió a Castilla, e con él envió la recámara e riquezas de Montezuma, e se topó con una armada de piratas franceses, en que venía por capitán de ella un Juan Florín , y le robó el oro y plata y navío y le llevó preso a Francia, y estuvo preso cierto tiempo hasta que, al cabo de dos años el francés lo soltó y se vino a Castilla, y en aquella sazón estaba en al corte don Francisco de Montejo, adelantado de Yucatán, y se vino con él, con cargo de contador de Yucatán.
       Esto no lo sé muy bien, pero o en Yucatán o en México murió de su muerte.

 

 

       El capitán LUIS MARÍN fue buen cuerpo e membrudo e esforzado; era estevado e la barba algo rubia, el rostro largo e alegre, excepto que tenía unas señales como que había tenido viruelas; sería hasta treinta años cuando acá pasó; era natural de Sanlucar, ceceaba un poco como sevillano.
        Fue buen jinete y de buena conversación, aunque no sabía leer;  capitán que fue en lo de México, persona preeminente y bien esforzado; murió en lo de Nichoacán

 

 

    PEDRO DE IRCIO: Era ardid de corazón y de mediana estatura y paticorto, y hablaba mucho que había hecho y acontecido en Castilla por su persona, y lo que veíamos e conocíamos dél no era para nada, y llamábamosle que era otro Agrajes, sin obras. Tenía el rostro alegre y muy plático en demasía, que ansí acontecería que siempre contaba cuentos de Pedro Girón  y del conde de Ureña.  Fue cierto tiempo capitán en la calzada de Tepeaquilla, en el real de Sandoval.
    Sin obrar y sin hacer cosas que de contar sean, murió de su muerte en México

 

 

     Pánfilo de Narváez: Aunque no fue de los que pasamos con Cortés, quiero poner aquí al capitán Pánfilo de Narváez, que fue el que vino contra nosotros desde la Isla de Cuba, con mil y trescientos soldados, y nosotros con doscientos y sesenta y seis soldados los desbaratamos. Era al parecer de obra de cuarenta y dos años, e alto de cuerpo y de recios miembros, y tenía el rostro largo y la barba rubia, e agradable presencia, e la plática e voz muy vagorosa y entonada, como que salía de bóveda; era buen jinete y decían que era esforzado.
 Natural de Valladolid o de Tudela de Duero. Fue en la  Isla de Cuba capitán e hombre rico; decían que era muy escaso, y cuando le desbaratamos se le quebró un ojo. Fue a Castilla delante de su majestad a quejarse de Cortés e de nosotros, e su majestad le hizo merced de la gobernación de cierta tierra en lo de la Florida, e allá se perdió y gastó cuanto tenía.

 

 

    Yo, Bernal Díaz del Castillo: También me quiero yo poner aquí en esta relación a la postre de todos, aunque  vine a descubrir dos veces primero que Cortés, y la tercera con el mismo Cortés, según lo tengo ya dicho; y doy muchas gracias y loores a Dios nuestro señor y a nuestra señora la virgen Santa María, que me ha guardado no sea sacrificado, como en aquellos tiempos sacrificaron todos los más de mis compañeros, para que ahora se descubran muy claramente nuestros heroicos hechos: y quienes fueron los valerosos capitanes y fuertes soldados que ganamos esta parte del Nuevo Mundo, y no se refiera la honra y prez  y nuestra valía a un solo capitán.

 

 

   Nosotros, los fuertes soldados:          Quiero decir que miren las personas sabias y leídas esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que en ningunas escrituras en el mundo, ni en hechos azañosos humanos, ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganados, como nosotros los fuertes soldados y verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y todo ello por servir a Dios y a Su Majestad y dar luz a los que estaban en tinieblas: y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente venimos a buscar. Porque entre nosotros había tan excelentes varones, Cortés ninguna cosa hacía o decía sin primero tomar sobre ello muy maduro consejo y acuerdo con nosotros, y nosotros le dábamos esfuerzo, y rompíamos los escuadrones y le sustentábamos. Quiero también decir aquí que de quinientos cincuenta soldados, que pasamos con Cortés, no somos vivos en toda Nueva España de todos ellos, hasta este año de 1568, sino cinco, que todos los demás murieron en las guerras, en poder de indios, y fueran sacrificados a los ídolos, y los demás murieron de sus muertes, y no queda memoria ni reconocimiento de nuestras personas y conquistas y heroicos hechos. Y los sepulcros de los muertos, dónde los tienen: digo que los más son los vientres de los indios que los comieron las piernas y muslos,  brazos y molledos, pies y manos; y lo demás fueron sepultados, e su vientre echaban a los tigres y sierpes y halcones, que en aquel tiempo tenían por grandeza en casas fuertes, y aquellos fueron sus sepulcros, y allí están sus blasones. Y los cinco que quedamos, estamos muy viejos y dolientes de enfermedades, y lo peor de todo muy pobres  y cargados de hijos e hijas para casar, y nietos, y con poca renta. Y ansí pasamos nuestras vidas con trabajos y miserias.

 

 

       

                                           De nuestras lenguas
                             
Doña Marina y Jerónimo de Aguilar

    Doña Marina: A quince días del mes de marzo de 1519 años, vinieron muchos caciques y principales del pueblo de Tabasco y de otros comarcanos e trajeron un presente de oro y mantas de las que ellos hacen; y no fue nada este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer, que se dijo doña Marina después de vuelta cristiana; y Cortés las repartió a cada capitán la suya, e a esta doña Marina, como era de buen parecer y entremetida y desenvuelta, dio a Alonso Hernández de Puertocarrero, primo del conde de Medellín; y desque fue a Castilla el Puertocarrero, estuvo la doña Marina con Cortés, e della hubo un hijo, que se dijo don Martín Cortés, que el tiempo andando fue comendador de Santiago.
     Quiero decir cómo doña Marina desde su niñez fue señora de pueblos y vasallos, que su padre y su madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala, y tenía otros pueblos sujetos a él, y murió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo y hubieron un hijo, y según pareció, querían bien al hijo que habían habido; acordaron entre el padre y la madre de darle el cargo después de sus días, y porque en ello no hobiese estorbo, dieron de noche la niña a unos indios de Xicalango, y echaron fama que se había muerto, por manera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés.
Como doña Marina en todas las guerras de Nueva España, Tlascala y México fue tan excelente mujer y buena lengua, a esta causa la traía siempre Cortés consigo. Después de ganado México se casó con ella un Hidalgo que se decía Juan Jaramillo, en un pueblo que se decía Orizava; y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente en todos los indios de Nueva España, que la nombraban Malintzin.
Doña Marina sabía la lengua de Guazacualco, que es la propia de México, y sabía la de Tabasco; como Jerónimo de Aguilar sabía la de Yucatán y Tabasco, que es toda una. Entendíanse bien, y el Aguilar lo declaraba en castilla a Cortés: fue gran principio para nuestra conquista; y así se nos hacían las cosas, loado sea Dios, muy prósperamente.
He querido declarar esto, porque sin doña Marina no podíamos entender la lengua de Nueva España y México.

                                

 

 Jerónimo de Aguilar: En cuatro días del mes de marzo de 1519 años llegó en una canoa grande con otros seis indios, que el Aguilar ni más ni menos que indio era: después que hubo saltado en tierra, en español mal mascado y peor pronunciado, dijo: "Dios y Santa María y Sevilla"; e luego se fue a abrazar con los soldados, que le tenían por indio propio, porque de suyo era moreno e tresquilado a manera de indio esclavo, e traía un remo al hombro e una cotara vieja calzada y la otra en la cinta, e una manta vieja muy ruin, e un braguero peor con que cubría sus vergüenzas, e traía atado en la manta un bulto, que eran Horas muy vejas. Pues desque Cortés lo vio de aquella manera, luego le mandó dar de vestir  camisa e jubón, e zaragüelles, e caperuza, e alpargatas, que otros vestidos no había, y le preguntó de su vida. Y él dijo, aunque no bien pronunciado, que se decía Jerónimo de Aguilar y que era natural de Écija, y que tenía órdenes de evangelio; que había ocho años que se había perdido él y otros quince hombre y dos mujeres que iban desde el Darien a la isla de Santo Domingo, y que el navío en que iban dio en Los Alacranes, que no pudo navegar, y que en el batel del mismo navío se metieron él y sus compañeros, y que las corrientes eran muy grandes, que les echaron en aquella tierra, y que los calachonis de aquella comarca los repartieron entre sí, y que habían sacrificado a los ídolos muchos de sus compañeros, e otros se habían muerto de dolores e trabajos, y que no habían quedado de todos sino él e un Gonzalo Guerrero, e dijo que le fue a llamar e no quiso venir. Y desta manera que he dicho se hubo el Aguilar, e hubimos gran contento en llevar tan buena lengua y fiel.

 

 

 

                                  De los grandes señores de México
                                                         Montezuma y Guatemuz

 

     El gran Montezuma: Era de edad de hasta cuarenta años, y de buena estatura y bien proporcionado, e cenceño e pocas carnes, y la color no muy moreno, sino propia color y matiz de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuando le cubrían las orejas, e pocas barbas, prietas y bien puestas y ralas, y el rostro algo largo y alegre, los ojos de buena manera, e mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo amor, e cuando era menester gravedad. Era muy pulido y limpio, bañándose cada día un vez a la tarde; tenía muchas mujeres por amigas, e hijas de señores, aunque tenía dos grandes cacicas por sus legítimas mujeres, que cuando usaba con ellas era tan secretamente , que no lo alcanzaban a saber sino algunos que lo servían. Era muy limpio de sodomías; las mantas y ropas que se ponía un día no se las ponía sino de a cuatro días. Tenia sobre doscientos principales de su guarda en otras salas junto a la suya, y estos , cuando le iban a hablar, se habían de quitar las mantas ricas y ponerse otras de poca valía, mas habían de ser limpias y  habían de entrar descalzos, e los ojos bajos , puestos en tierra, y no mirarle a la cara, y con tres reverencias que le hacían  y le decían en ellas: "Señor, mi señor, mi gran señor", primero que a él llegasen; y desque le daban relación a lo que iban, con pocas palabras los despachaba; sin levantar el rostro al despedirse de él, sino la cara e ojos bajos, en tierra, e no vueltas las espaldas hasta que salían de la sala.
     Quiero decir que cuando vinieron a decir que Montezuma era muerto, Cortés lloró por él, y todos nuestros capitanes y soldados, y hombre hobo entre nosotros, de los que le conoscíamos y tratábamos, de que fue tan llorado como si fuera nuestro padre, y no nos hemos de maravillar dello viendo qué tan bueno era, y aun al fraile de la Merced, que siempre estaba con él, se lo tuvimos a mal no le atraer a que se volviese cristiano. Y decían que hacía diecisiete años que reinaba, e que fue el mejor rey que en México había habido, y que por su persona había vencido tres desafíos que tuvo sobre las tierras que sojuzgó.

  

 

 

    Guatemuz:  Era de muy gentil disposición, ansí de cuerpo como de facciones, y muy esforzado, y la cara algo larga y alegre, y los ojos más parecían que cuando miraba que era con gravedad que halagüeños, y no había falta en ellos, y era de edad de veinte y un años, y la color tiraba su matiz algo mas blanco que  a la color de indios morenos, y decían que era sobrino de Montezuma, hijo de una su hermana, y era casado con una hija del mismo Montezuma, su tío, muy hermosa mujer para ser india.
      Muy bien recuerdo lo que dijo a Cortés cuando el Holguín y el Sandoval lo llevaron preso: "Señor Malinche: ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu fuerza y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame con él". Y Cortés le respondió con doña Marina e Aguilar, nuestras lenguas, y le dijo que por haber sido tan valiente y volver por su ciudad, le tenía en mucho más su persona, y que no era digno de culpa ninguna, e que antes le ha de tener a bien que a mal.
     Y también recuerdo lo que Guatemuz, gran cacique y señor de México, dijo a Cortés cuando este le mandó ahorcar injustamente, junto a su primo el señor de Tacuba. "¡Oh Malinche, días había que yo tenía entendido questa muerte me habías de dar e había conocido tus falsas palabras, porque me matas sin justicia! Dios te la demande, pues yo no me la di cuando te me entregaste en mi ciudad de México." El señor de Tacuba dijo que daba por bien empleada su muerte por morir junto con su señor Guatemuz. E verdaderamente yo tuve gran lástima de Guatemuz y de su primo, por haberles conocido tan grandes señores, y aún ellos me hacían honra en el camino hacia las Higueras en cosas que se me ofrecían, especialmente darme algunos indios para traer hierba para mi caballo. E fue esta muerte que les dieron muy injustamente, e pareció mal a todos los que íbamos