Señor, ayúdame a decir
la verdad delante de los fuertes
Y a no decir mentiras para ganarme
el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la
felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la
razón.
Si me das éxito, no me quites
la humildad.
Si me das humildad, no me quites
la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro
lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición
a los demás
por no pensar como yo.
Enséñame a querer a
la gente como a mi mismo
Y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si
triunfo.
Ni en la desesperación si
fracaso.
Más bien recuérdame
que el fracaso es la experiencia
que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar
es lo más grande del fuerte
Y que la venganza es la señal
primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame
la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame
la fuerza para triunfar
del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor
para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame
valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de
Ti, no te olvides de mí.
Jesús dijo: "Vosotros sois
mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando." (Juan 15:14).