"Isla De Pascua"
En todo el mundo se le conoce como Isla de Pascua, nombre impuesto por el marino holandés Jacobo Roggeween, quien la descubrió durante la Pascua de Resurrección de 1722. Sin embargo, antes y después este territorio ha tenido otros nombres.
Existen muchos indicios de que los nativos llamaron a este lugar: Te Pito o Te Hemúa (ombligo del mundo), y también Mata Kiterage (los ojos que miran al cielo). Resulta menos probable que alguna vez hayan bautizado a su tierra como Rapa Nui , ya que éste es un vocablo maorí y los investigadores estiman que le fue puesto por algunos tahitianos que pasaron por ella en el siglo pasado.
Con posterioridad al descubrimiento de Roggeween, también se dieron otros nombres a este territorio insular: se le llamó Isla de San Carlos cuando los españoles tomaron posesión de ella en 1770, y Teapi y Vahiu cuando el navegante inglés James Cook se refería a ella en sus relatos.
El nacimiento de los Moai
Como la isla mide 180 kilómetros cuadrados, se debe elegir un medio de locomoción: bicicleta (10 dólares por día), camioneta 4x4 o una combi con chofer. El lugar natural para comenzar la recorrida es la cantera del volcán Rano Raraku, donde llegaban al mundo los Moai. Los gigantes de piedra se tallaban recostados, directamente sobre las paredes volcánicas. Luego, como si se les cortara el cordón umbilical, las estatuas eran separadas de la roca madre para transportarlas al resto de la isla. En Rano Raraku el visitante asiste al nacimiento trunco de centenares de Moai a medio construir que quedaron unidos a la cantera. Otros están de pie esperando desde hace 400 años ser trasladados hasta el sitio que les había sido destinado.
Los últimos destellos crepusculares surgen del mar mientras en el interior del cráter se configura un virtual cuadro surrealista: un grupo de caballos salvajes abreva en las aguas de una laguna inmóvil, rodeada por una pronunciada explanada verde donde algunos Momia erguidos parecen descender hacia el centro de la tierra.
Al visitar el volcán Rano Raraku, queda claro que no hay ningún misterio en la construcción de los Moai. Al haberse interrumpido abruptamente la producción en la cantera quedaron representadas una por una las etapas del tallado.Incluso las herramientas de piedra están desperdigadas por el sitio. La hipótesis de la ayuda extraterrestre irrita a los pascuenses, indignados de que desde Occidente se cuestionen los logros de sus ancestros, mientras que a nadie se le ocurriría poner en duda las grandes obras europeas del Medioevo. Lo verdaderamente asombroso de la civilización Rapa Nui es que haya desarrollado técnicas artísticas tan complejas en condiciones de aislamiento absoluto, y en un contexto geográfico tan adverso (apartándose de la norma según los arqueólogos).
La Colosal Cabeza de un MOAI
Sau Sau
Esta danza es la más característica del folklor pascuense. Reina y centro de todas los encuentros y festividades, esta danza es de origen samoano e impregnó a la cultura de la Isla de Pascua desde 1940.
El Sau Sau resalta la gracia, sensualidad y soltura de las mujeres que visten poca ropa y adornan sus figuras con plumas de colores. En la coreografía la pareja se acerca y aleja efectuando flexibles movimientos de caderas y manos.
El autor de “La herencia Musical de Rapa Nui”, doctor Ramón Campbell, describe esta danza de la siguiente forma:
“La pareja empieza el baile como un verdadero corrido, abrazando el varón a la dama y dando algunas vueltas por la pista de baile. Después de una, tres o cuatro vueltas de corrido, la dama es soltada del brazo que la ciñe y queda cogida sólo por la mano izquierda del galán. Entonces debe ella hacer algunas vueltas sobre sí misma, girando sobre el eje que le proporciona su compañero con su mano, mientras la contempla girar.
Después de esta fase en la cual la dama da una, dos o tres vueltas sobre su eje, la pareja se separa y se inicia la parte más original del baile. Esta se caracteriza por cruces más o menos en línea oblicua de la pareja en uno y otro sentido, siempre dándose el frente y ejecutando diversas figuras paralelas que se van complicando cada vez más.
La multiplicidad de las figuras que ejecuta la pareja se alterna con pequeños intervalos en los cuales los danzantes, colocados a los extremos de sus respectivas pistas, se detienen un instante para iniciar una nueva figura de diferente forma”.
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