GUSTAVO SÁNCHEZ-GALARRAGA.
(CUBA, 1893-1934)
MIENTRAS LLUEVE.
Moja el agua los rústicos umbrales
de mi balcón, y desbordado, el río
ya no copia el lejano caserío
en sus largos y trémulos raudales.
La lluvia tintinea en mis cristales,
y en alas de su loco desvarío,
vuela a buscarte el pensamiento mío
más allá de los húmedos vitrales.
Fluye el caudal perenne de la lluvia
como una fuente inagotable y rubia
ante mi aspiración, que no se calma.
Fluye... y en tanto que en llover persiste,
como otra lluvia pertinaz y triste,
¡me llueven tus recuerdos en el alma..!
Empieza a perdonar, corazón mío.
Serénate, ave loca, que es la hora.
Estamos ya muy lejos de la aurora,
y hay sombra en torno, soledad y frío.
Deja que el tiempo, en su flotante río,
arrastre tus agravios; calla, y ora,
y no inflames tu carne pecadora
con la torpe arrogancia del impío.
Empieza a perdonar... ¡tú tienes tanto
que lavar en las aguas de tu llanto,
tal como en un Jordán copioso y triste..!
No te erijas en juez, ¿con qué derecho?
Y en vez de recordar lo que te han hecho,
¡solloza, corazón, por lo que hiciste..!
La Palestra de Euterpe.
