Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
A la Página PrincipalAre you looking for anybody?A good server for your web pageLooking for a Job?


>

HILARIÓN CABRISAS.
(CUBA, 1883-1939)


¡Qué sed tengo de ti..! Eres la fuente
que corre cristalina ante mis ojos,
y son inútiles mis brazos flojos
para hacer que se tuerza la corriente.
Inútilmente domo mis antojos,
y trato de olvidarte inútilmente:
sueña mi mente con tu tersa frente
y con el vino de tus labios rojos.
¿Qué daño habré hecho yo, que en mi camino
todo me llega tarde? Si es mi sino
cargar el fardo de mi vida trunca,
¡que no te vuelva a ver! Yo te lo pido
por Dios... ¡Cuánto mejor hubiera sido
que no te hubiera conocido nunca!



DE PROFUNDIS.

¡Te perdí para siempre! El torbellino
de la ciudad, te arrebató inclemente.
Ya nunca volveré a besar tu frente
ni beberemos juntos nuestro vino.
La vida bifurcó nuestro camino;
ya no vamos del brazo alegremente,
ni apaga nuestra sed la misma fuente,
ni tú oyes mi canción, ni yo tu trino.
¡Y no hubo ni un adiós! Fue lo insondable:
el silencio... el dolor... lo irremediable;
¡la atroz sonrisa y la fingida calma..!
Después, cargué mi amor rígido y yerto.
Lloré mucho; recé; velé a mi muerto,
¡y me enterré el cadáver en el alma..!



¡SÓLO ENTONCES SABRÁS CUÁNTO TE QUISE!

Cuando yo muera -ha de llegarme el día
antes que a ti,- al cerrar mis ojos yertos,
piensa que si aún hay vida entre los muertos,
te seguiré queriendo todavía.
En mi ansiedad suprema de agonía
mis labios secos, torpes y entreabiertos,
aun sin calor, se moverán inciertos
por balbucear tu nombre, amada mía.
Ése será tu triunfo. En esa hora
tú, de mi vida absurda embrujadora,
sabrás, al fin, cuánto te amé y sufrí...
Y dirás: -A las otras mintió amores;
pero ninguna le causó dolores
de amor, ¡porque no amaba sino a mí!



MAR SIN ORILLAS.

Un dolor se me va y otro me arredra;
ola que se marchó y ola que viene
a batirme, y apenas se detiene
sobre mi viejo corazón de piedra
Ola que llega, y rompe, y salta y medra
del dolor de la roca, y se mantiene
sólo el instante aquel que le conviene
para arrancarle hasta su airón de yedra.
Lucha sorda y tenaz; mudo combate
de la ola que se va, vuelve y se abate
en el peñón que su ira desafía...
Dolor perenne, inextinguible, intenso,
rudo y fiero combate en este inmenso
mar sin orillas de la vida mía...



Al principio

La Palestra de Euterpe.