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EL VINO NUEVO EN VASIJAS NUEVAS

«Nadie echa vino nuevo en vasijas nuevas; porque el vino las rompería. Así se echarían a perder el vino y las vasijas. Vino nuevo en vasijas nuevas (Mc 2,22)».

Por Regina Méndez

Nuestra experiencia en Italia
Trabajando en la pastoral bíblica, realizando cursos de Historia de la Salvación en diferentes regiones -con sus respectivas diócesis-: Puglia, Campania, Sicilia y Sardegna, hemos podido constatar que no todos acogen lo sencillo y nuevo de nuestro método de trabajo.

Vasijas nuevas
Generalmente los que aceptan con entusiasmo nuestro método son gente sencilla, gente abierta o, si queremos llamarles, gente de buena voluntad, "de buena fe". Gente nueva, gente que nunca ha hecho una experiencia en campo bíblico o, no obstante, habiendo hecho otro tipo de curso bíblico está dispuesta a aprender nuevos sistemas, gente abierta a una nueva mentalidad.
Estas personas abrazan con alegría la Palabra de Dios según el sencillo método, para ellos sí que es buena noticia. Estos, poco a poco están lanzándose a compartir con los demás (con la amiga, cualquier familiar, con los vecinos, yendo a cualquier pueblo cercano o visitando a gente nueva que jamás va a la Iglesia) lo que han recibido. Esta gente sencilla son como vasijas nuevas capaces de envasar el vino nuevo: el Evangelio.

Vasijas viejas
Otros en cambio, por el simple hecho de estar ante una cosa nueva rechazan y se aferran a sus viejas costumbres, su viejo sistema. Es gente arraigada, incapaz de adquirir ideas nuevas (métodos nuevos, sencillos).
Desafortunadamente, entre esto se encuentran algunos catequistas, maestros de religión, religiosos y hasta sacerdotes. Son temerosos a un cambio, no se atreven a buscar las causas de lo que anda mal en el campo de la evangelización. Son como vasijas viejas y prefieren quedarse con el vino viejo, rechazando el vino nuevo.
Con cuanta verdad dijo Jesús: «El vino nuevo en vasijas viejas». Naturalmente, no es fácil echar vino nuevo en vasijas nuevas, tiene sus dificultades. Pero nos conforta la palabra de Dios, poniendo la mirada en Cristo Jesús; él, viviendo entre los hombres, no todos le creyeron; fueron los pobres, los sencillos, los humildes quienes lo escucharon y aceptaron.
Nosotras anunciaremos a Cristo hasta el último momento de nuestra vida. Nos encomendamos a sus oraciones y a la intercesión del apóstol San Pablo, para que el Señor nos siga dando la verdad como cinturón, la justicia como coraza, y, como calzado, el celo por propagar el Evangelio de la paz. Teniendo siempre en mano el escudo de la fe (cf Ef 6,14-16b).


Copyright; 1998 Actividades Culturales, A:C.

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