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Lc 6:36-38 :
"Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá."

¿Cual debe ser la característica básica de un cristiano? Reflejar el carácter de su Padre que está en los cielos. Dice la Palabra de Dios: "Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mt 5,48). Todos sabemos que es prácticamente imposible que en nuestras propias fuerzas podamos alcanzar la perfección. Pero la gracia de Dios nos capacita para que al menos podamos ir acercándonos a esa perfección divina. Nosotros sabemos que Dios es compasivo. Él lo ha sido con nosotros en multitud de ocasiones. Él nos pide que mostremos esa actitud compasiva con nuestros semejantes. También sabemos que Él no vino a juzgarnos y condenarnos sino a salvarnos. Y Él nos pide que nuestra justicia no sea implacable sino miresicordiosa. Además, el juicio se lo debemos dejar a Él. Muchas veces emitimos opiniones descalificando a otras personas y somos profundamente injustos porque no tenemos todos los datos que nos permitan el saber porqué esa persona actúa como actúa.
Y el perdón...¡ay, el perdón! Qué difícil nos es el perdonar a aquellos que realmente nos han hecho mucho daño. Pero el perdón no es una opción. Es nuestra obligación. Sabemos que Cristo puso mucho énfasis en que perdonáramos a nuestro prójimo. El Padrenuestro dice "perdónanos nuestras ofensas ASÍ COMO nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Cuando Pedro preguntó a Cristo cuantas veces hemos de perdonar al hermano que peca contra nosotros, el Maestro respondió que siempre (eso quiere decir setenta veces siete). No es fácil el perdón, hermanos. Y Dios lo sabe porque a Él le costó mucho perdonarnos con el sacrificio del Hijo en la cruz. Pero si Él pudo perdonarnos a pesar de que nosotros no lo merecíamos, Él tiene la autoridad para pedirnos que nosotros perdonemos a los que nos hacen mal. El perdón es el camino del amor. No podemos amar al prójimo como a nosotros mismos si primeramente no le perdonamos. Y si no amamos al prójimo como a nosotros mismos, estamos fallando en el segundo mandamiento más importante de la Ley de Dios. Seamos pues comedidos en nuestros juicios y estemos siempre prestos a perdonar.
También nos pide el Señor que seamos generosos. Él nos ha dado todo, nos ha dado la vida eterna. Ahora nos pide que nosotros también demos de lo que es nuestro. A veces entendemos el dar como algo exclusivamente económico. Hay quienes piensasn que dando una cantidad de dinero para determinada obra benéfica ya es suficiente. Pero Dios quiere que demos algo más que dinero. Nos pide que nos demos a nostros mismos. Que entreguemos nuestras vidas en el servicio suyo y a los demás. Eso no tiene siempre porqué ser que nos vayamos de misioneros a un país lejano. Podemos entregarnos completamente en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras iglesias. Nos entregamos cuando visitamos a los que sufren y a los que han sufrido pérdidas familiares. Nos entregamos cuando dedicamos nuestro tiempo a enseñar a la gente que Dios es alguien que no está en un lugar lejano e inaccesible sino que vive en el corazón de quienes creen en Él. Hay muchas formas de entrega. Pedid a Dios que os enseñe la mejor forma en que podáis dar a los que necesitan de vuestros servicios. La mies es mucha y faltan obreros. Y os aseguro que aquel que da, recibe mucho más. No es una fórmula matemática en la que si yo doy "x", recibo "y". No, el que sirve lleva el premio en su propia obra. Hay pocas cosas que puedan compararse al gozo de haber realizado el servicio al que Dios nos ha llamado. El premio de saber que Dios está contento porque le hemos sido fieles es mucho mayor que todo el bien que hayamos podido realizar.
Cristo acaba diciéndonos que con la medida que midamos, seremos medidos. Si eres un juez implacable no esperes otro juicio diferente al que tú emites sobre otros. Si amas poco, no esperes recibir mucho amor.
Os dejo con otros versículos que nos ayudan a entender lo que Dios quiere de nosotros: Lucas 7,47; Mateo 18,23-35.
Dios os bendiga.

Luis Fernando Pérez
Febrero 1999


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