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Axxon 102, Septiembre de 1999
Aves raras V, por José Altamirano

RODOLFO CONTÍN,

Según José

Rodolfo Héctor Contín y quién te escribe, pichón 
de ave rara que tal vez al momento de leerme 
expongas el plumaje disponiéndolo para el primer 
vuelo de prueba fuera del tibio y engañoso nido 
de la autocrítica, tienen en común algo que 
excede la mera amistad. Comparten, además del 
gusto por este género literario, una pasión 
donde el éxtasis discurre por la pureza espiri- 
tual de un amor que no conoce de barreras y...
                                                 
     
¡Epa! ¿qué manera de pensar es esa? ¿que Rodolfo y yo...? 
¡Noooo! Mejor aclaro el comentario. Lo que quiero decir, es que 
con Rodolfo... (¿Cómo? ¿Que esta vez me fui por las ramas no 
bien empezar? No lo creo, pero de todos modos la observación de 
un director amerita cuanto menos una pausa para releer la 
introducción.)

...Y sí; no he respetado la rutina exigida por la revista, cuál es la de 
comenzar la nota con algún comentario que, dictado por la poca o 
mucha experiencia, pueda ser útil al pichón de escritor a quién va 
especialmente dirigida.

Mas pierde cuidado que no te dejaré con la espina. Volveremos a 
ella no bien cumplido el objetivo de la nota y para ello, menester es 
comenzarla.
¿Recuerdas, pichón, en la nota anterior las palabras de Andrés 
Urtubey referidas a la importancia que tiene vencer el pudor de dar 
a leer lo escrito a personas idóneas? Es más importante de lo que 
crees. Podrás decir que te basta con la autocrítica y que nadie es 
más despiadado que uno mismo para juzgar el propio trabajo. Y yo 
te diré que eso se parece mucho a un autoengaño inconsciente y 
te daré las razones.

Si escribes --un cuento, por ejemplo-- el único que está 
verdaderamente empapado con el argumento, con el devenir de la 
acción, con los fundamentos de los personajes y con las 
motivaciones del relato, eres tú. En alguna parte hay un hipotético 
lector que es el destinatario natural de lo que escribirás y a él le 
debes respeto por el tiempo que te dispensará (y con esto me 
pongo en contra a una buena cantidad de escritores, aficionados o 
no.) Ese lector, que para mí es imprescindible para establecer una 
simbiosis sin la cual tendría la certeza de estar trabajando al pedo, 
necesita de la luz suficiente para que el argumento no le sea 
oscuro. Precisa "ver" la acción para formarse una imagen 
hilvanada, debe creer en la verosimilitud de los personajes para 
otorgarles carnadura y la motivación que tuviste al escribirlo 
necesita de la coherencia que se encuentra en la lógica, por más 
que esa lógica sea extraña o fantástica y se dé cabezazos con lo 
conocido.

En una palabra, el cuento debe ser un objeto que pueda ser asido 
por el entendimiento del lector sin que se le escurra por grietas o 
fisuras abiertas por un signo de interrogación.

En otra palabra, los cabos sueltos y las situaciones muy 
enmarañadas confunden al lector y dispersan la poca o mucha 
atención que le presta al relato. Y salvo en algún caso específico, 
no tendrás oportunidad de explicar oralmente lo que no supiste 
expresar con la escritura.

...Y permíteme una palabra más, ya que la redundancia muchas 
veces no está de sobra: te puedo resumir la parrafada anterior con 
un consejo de oro que me regaló un escritor que me enseñó 
mucho: Sergio Hartman.

"Un cuento" me dijo en ocasión de solicitarme la enésima 
reescritura de un relato corto, "debe sonar al oído del lector como 
suena un golpe dado con la uña sobre un cristal noble: claro y sin 
disonancias. En un trabajo corto no hay lugar para el error, ni 
tiempo para que el lector lo olvide y te lo perdone."

Es necesario para un aficionado dar a leer un trabajo antes de 
presentarlo. No a cualquier persona, amigo o familiar. La 
sinceridad de quién lo lee es tan importante como la aceptación y 
reconocimiento de los puntos oscuros. Ojo, puntos oscuros y no 
formas de expresar la situación, ya que eso pertenece al terreno 
del propio estilo y allí eres dueño.

¿Un recordatorio para dar por terminado el asunto y pasar al 
personaje del mes? Si lo que escribes es ciencia-ficción, tienes un 
lugar donde recabar una opinión sobre tu trabajo. Que tal vez no 
será para nada benévola, pero tampoco hiriente, injusta o vertida 
con mala leche. Ese lugar es Axxón y te pertenece desde el 
momento en que se te ofrece en cada número. Es tuyo, usalo.


Rodolfo Héctor Contín vive en Loma Hermosa y es Director de Arte 
de Axxón. Sus tapas e ilustraciones le han valido no pocos 
premios y si bien no escribe ciencia-ficción, el género lo fascina. 
Es un lector compulsivo, capaz de leer un libro por día y si le queda 
algo de tiempo y tiene un interlocutor a mano, hablar obsesiva- 
mente de computación, aunque el interlocutor sea una persona 
como yo, para quien la computadora se circunscribe a un 
programa de escritura y dentro del mismo, a una media docena de 
aplicaciones específicas; no más sino se me embrolla la cosa.

Hacerse una idea de quién o qué cosa es Rodolfo no es nada fácil 
para el que no lo conozca, aunque tal vez con lo que siga (verídica 
anécdota) logre ilustrártelo en parte. En el bar de San José 05, 
siempre evito sentarme a solas con Rodolfo. Conociéndolo, sé que 
no mucho más allá del saludo y alguna breve alusión al amor 
compartido, comenzará a hablarme de su obsesión, por más que 
le haya repetido hasta el cansancio que para mí la computadora es 
sólo una máquina de escribir con pantalla en vez de papel.

Resulta que cierta vez, me encontraba sentado y en soledad a la 
mesa del boliche de San José 5, esperando el abarizaje del resto 
de los pajarracos y abocado a la concienzuda tarea de revolver el 
azúcar del cortado que me acababa de traer el Gallego, cuando 
siento que alguien arrastra una silla frente a mí y toma asiento. 
Levanto la vista y me encuentro con la sonriente cara llena de pelos 
de Rodolfo.

--¿Qué tal, José?

--¿Qué tal, Rodolfo?

--Bien, salvo por el drama de...

--No me hablés de eso que me da ganas de llorar. Contame algo 
bueno.

--Te cuento algo grandioso, entonces. ¿Sabés que ayer me pasé 
la tarde buscando la manera de insertar un hipervínculo dentro de 
un campo con referencias cruzadas?-- me soltó de manera 
totalmente previsible.

--Haaá, mirá vos, que interesante. --(Siempre que no entiendo 
un joraca de lo que me hablan pongo cara de interés para no pasar 
por un ignorante total y respondo con la misma boludez de 
compromiso.)

--Más bien que es interesante, macho. Pero mirá que sonsera: 
cazás un algoritmo que sea capaz de otorgar una frecuencia 
sincrónica a las autoformas de un archivo editable y configurás las 
tabulaciones de manera tal que el control de cambios active un 
macro. ¿Qué tenés?

Me trago el cortado para saber al menos que no tengo un café frío 
entre las manos y hacer tiempo para que Rodolfo se conteste a sí 
mismo. Pero no, el guacho me mira adelantando expectante el 
rostro e insiste:

--¡Dale, che! ¿Qué tenés, ha? Pensalo un poco, José...

Como no quiero hacerlo esperar hasta que las ranas muten y sean 
unas cosas peludas y con dientes, frunzo el entrecejo y apoyo el 
mentón en la palma de la mano, como vi en una reproducción de la 
escultura de un tal Rodín, creo. Chasqueo la lengua dándome por 
vencido y meneo la cabeza con pesar:

--¿Sabés que no caigo, Rodolfo? Pasa que hoy ando medio 
lenteja...

--¡Tenés un 0,789% Ram de ahorro!

Lo miro y digo, con el debido tono admirativo:

--Mirá vos. ¡Sos un genio, Rodolfo!

El responde haciendo un ademán con la mano, como restándole 
importancia.                                                
     
--Bah, no es nada. Cualquier idiota lo puede hacer.

Y, suerte para mi ego, para entonces ya arribaron algunos 
especímenes que graznan en su propio idioma. Con un mínimo de 
sutileza, lo dejo con ellos y me arrimo donde Andrés o Waquero: 
para enterarme de las últimas andanzas de Superman o para sufrir 
una charla escatológica, cualquier cosa es preferible.
(Sufrir es lo que viene a continuación: una nota realizada a pura 
aproximación e instinto. ¡Qué Asimov me ayude!)

--Rodolfo, ¿tu obsesión por la computación nació a causas de un 
acontecimiento en particular o sos loco de nacimiento?

--Nació el día en que un amigo regresó de un viaje que hizo a 
Inglaterra, trayendo consigo una antigua Sinclair de 2 K de Ram 
(eso fue lo que entendí). La vi y se la requisé, se la pedí prestada o 
se la robé, como vos quieras. Primero la miré, la admiré, palpé sus 
formas y después la amé desesperadamente. Fue algo hermoso, 
fue sentir que mi vida, mi mundo, todo, había cambiado para 
siempre, que nada sería ya igual y que estaba asistiendo a un 
cambio en mi existencia, un cambio en la cultura, algo totalmente 
nuevo. Una bisagra que abría la puerta a un acceso inédito, un 
camino nuevo a transitar.

--Cómo empezó tu relación con Axxón?

--Como no podía ser de otra manera, dibujar en la computadora 
me apasionó no bien nació la posibilidad. Bueno, resulta que 
cierta vez me encontraba parado en un kiosco mirando las tapas 
de las revistas, cuando el viento volvió las páginas de una "Fierro" 
y las detuvo en un dibujo que inmediatamente reconocí como 
realizado en computadora. Pertenecía a un artículo donde se 
informaba que Eduardo había creado a Axxón. Me puso muy 
contento encontrarme con que al menos había otro que compartía 
mi gusto por el dibujo en computadora, así que le escribí una carta 
a Eduardo, lo conocí y aquí estoy.

--¿Dibujar en computadora entra en la denominación general de 
arte?

--Sí, seguro. Yo me considero un artista, de eso no tengo dudas. 
El hecho de que existan artistas que dibujen con lápiz, témpera u 
óleo no quita la existencia de quienes dibujamos con 
computadora. La máquina no es más que otra herramienta que se 
suma al arte, como el lápiz o el pincel. Además formo parte de una 
familia donde la palabra arte es amplia. Mi hermana es Maestra 
Nacional de Artes Visuales...

--¿Maestra?

--Su título dice eso... te decía: tengo una hermana que es 
bailarina, otra instructora de teatro. Todos están relacionados de 
alguna manera con estudios formales de arte, menos yo.

--¿Por qué? ¿No hay algún movimiento en el mundo del arte que 
contemple el dibujo por computadora?

--Sí que hay, he visto muchos trabajos al respecto. No es que yo 
dibuje por estar en Axxón. Estoy en Axxón porque en la revista 
tengo la posibilidad de dar a conocer mis trabajos. Claro que debo 
reconocer cierta segregación o mejor dicho, desubicación 
respecto al resto del mundo artístico. Es que si dibujás en el 
ámbito computacional, lo que hacés es arte, pero cuando intentás 
pasar al ámbito artístico, te dicen que lo que hacés es 
computación. 

--¿Es que el arte convencional no reconoce como parte al dibujo 
por computadora?

--No es que no lo reconozca. Pasa que el arte a través de la 
herramienta llamada computadora no se ha concretado en hechos 
relevantes dentro del mundo artístico.

--¿Dibujar con computadora sigue las pautas rígidas que dictan 
las fórmulas matemáticas o es necesaria la inspiración artística?

--Para dibujar con computadora o con cualquier otra herramienta, 
necesariamente necesitás de la inspiración.

--¿Observás alguna rutina a la hora de convocar la inspiración?

--Trabajo por obsesión. Hay motivos que me atraen y me 
obsesiono con ellos y los dibujo hasta ver que mi obsesión se 
realiza o cambia de rumbo. Hay motivos que para realizarlos 
necesito un año o más. Para nada la cosa pasa con sentarse 
frente a la máquina e idear la fórmula matemática que lo lleve a 
cabo.

--¿Cómo se dibuja una tapa de Axxón?

--Hay varias maneras. Algunas de las tapas surgen a partir de un 
dibujo donde miro como se mueven mis manos y después trato de 
imitar con fórmulas ese movimiento

--¿Imitar con fórmulas matemáticas el movimiento de...? ¿¡Cómo 
carajo te pensás que puedo explicar eso?!

--Y... así, je (se encoge de hombros) Por ejemplo, mirando el 
movimiento de mi mano que dibuja una palmera... Quería dibujar 
una palmera, ¿entendés? (no entiendo un soto)

--¿Hiciste una palmera a partir de una fórmula que ideaste 
mirando el movimiento de la mano?

--No precisamente. Mirá; el dibujo no tiene que estar 
necesariamente definido. Utilizás un algoritmo o una fórmula si 
querés llamarlo así, para que ese algoritmo te dibuje lo que 
deseés, en este caso una palmera.

...Claro que esto me plantea ahora una duda existencial: no estoy 
seguro de si estoy aprendiendo a dibujar en la computadora o si, 
por el contrario, le estoy enseñando a dibujar a la máquina.

(¡Peligro!, me estoy metiendo en un pantano tecnometafísico del 
que no sé si saldré. Tironeo a Rodolfo de la barba para atraerlo a 
la realidad de la nota)

--Siempre pensé que las tapas de Axxón eran aleatorias...

--Son aleatorias en cierta medida. El caso es que podés hacerlas 
totalmente aleatorias, pero si insistís con ese método, el que las ve 
se va a cansar pronto de dibujos que surgen al azar desde un 
algoritmo. Se cortaría la comunicación que debe existir entre el 
dibujante y quién recepciona el dibujo. Podés comunicarte con 
líneas y elipses y también con los colores, pero también es 
necesario lo figurativo. Llega más que lo meramente abstracto. 
Claro está, en lo figurativo tenés que imponerle limitaciones a la 
fórmula, ya que si le das demasiada libertad para que dibuje, por 
ejemplo una cara, la máquina te dibujará algo que se parecerá muy 
poco a una cara. Por el contrario, si la restringís demasiado, te 
dibujará una cara demasiado simple. Lo importante es encontrarle 
a la fórmula el punto justo.

--¿Qué tiempo demanda una tapa de Axxón?

--Depende. Algunas un par de días, otras un par de meses y otras 
un par de años.

--O sea, que a algunas todavía las estás dibujando.

--Y... sí. Hay un orgullo personal, un afán de perfeccionismo que te 
lleva a que determinado dibujo no lo puedas terminar. Siempre que 
lo atacás, ves una manera diferente de perfeccionar la fórmula, de 
pulir el algoritmo, de pensar los distintos matices el color, la 
textura... es como escribir. Si a un escritor no le satisface lo escrito 
y es consciente, lo va a pulir tantas veces como veces crea 
necesario.

--Hubo tapas de Axxón que cada vez que se abrían mostraban 
una variación en sus formas, en un número tal que las volvía 
prácticamente irrepetibles.

--Vos lo dijiste: "prácticamente irrepetibles", porque en realidad, 
esas tapas que partían de una fórmula aleatoria son finitas, 
dependen de la capacidad del lenguaje de la máquina y del 
programa que utilicés. Yo uso uno cuyas variaciones aleatorias 
alcanzan sólo a las 4.000.000.000 de formas, pero hay programas 
que no paran hasta agotar las variaciones posibles.

...Y ahora que lo pienso, mirá que interesante: el hecho de manejar 
algoritmos aleatorios podría desembocar en una "originalidad 
masiva", ya que si, por ejemplo, de alguna manera programás un 
telar con esta fórmula aleatoria, este te brindaría una serie 
prácticamente infinita de diseños, todos diferentes entre sí, todos 
originales.

(Y otra vez Rodolfo que amenaza con una peligrosa dispersión, 
esta vez justo en momentos en que desde la cocina --estamos en 
un aparte del taller en casa de Aníbal-- llega el delicioso aroma de 
las milanesas de Gladys fritándose. Lo despierto de su ensoñación 
con un par de amables golpecitos en las mejillas y encaro la parte 
final de la nota.)

--¿Es verdad que las primeras tapas de Axxón las programabas 
a mano?

--Verdad. El primer año que colaboré en Axxón no tenía 
computadora ni acceso a una con capacidad suficiente para 
dibujar. Las tapas las escribía a mano y se las daba a Eduardo 
para que las pasara a la máquina. Escribía el programa completo 
a lápiz y bueno... funcionaba.

--No sé si los lectores se van a tragar esto...

--¿Cómo creés que se programaba antiguamente? Ojo que yo 
programo desde hace mucho tiempo, desde el año 67, cuando los 
programas se hacían escribiéndolos en planillas que luego se 
pasaban a tarjetas perforadas. Para las tapas, pensaba las formas 
y las transformaba en algoritmos que escribía en papel. No era tan 
difícil...

(En el comedor, los papeles, libros y videos se descartan a cambio 
de platos, vasos y cubiertos. Los lobos aúllan de hambre y 
Alejandro nos conmina a terminar la charla dando significativos 
golpecitos a su reloj, que marca la 1,15 hs. de la madrugada)

--Yo siempre fantaseo con que al menos un aficionado se 
interesará por la nota realizada a un escritor, comentarista o, como 
en este caso, a un dibujante de computadora. Si ese pichón 
también dibuja, o al menos quiere iniciarse en esta forma de arte y 
le interesaría ponerse en contacto con vos ¿qué le digo?

--¡Que lo haga sin pensarlo dos veces! Que inicie un contacto a 
través del correo de la revista, lo recibiremos con los brazos 
abiertos.

--¿Vamos a comer?

--Vamos.

Las milanesas están buenísimas y el puré que preparó Aníbal, 
insuperable. Entre las gordas formas de las botellas de gaseosas 
se destacan las gráciles de un tinto que no está nada mal. Tendría 
que preguntar quién se ofrece para la próxima nota, pero sé que 
no me van a dar bola. Mejor los agarro de sorpresa cuando llegue 
el momento. ¿Tal vez Tatiana? ¿Gladys, el ángel tutelar de 
nuestros estómagos? Daniel Vázquez promete ser algo desabrido, 
es el pájaro más normal (aparentemente) de la nidada. Alejandro 
no se vería mal al horno, con papitas y un buen adobo. Tal vez lo 
visite a Martín Brunás en su departamento del Borda... ¿qué tal si 
Carlitos Ferro?

O sea que el próximo invitado será una incógnita, pichón. Nos 
volveremos a encontrar.

¿Cómo? ¿Que dejé colgada la explicación de cuál es la relación 
que me une a Rodolfo? Si así parece, es que la censura no dejó 
pasar el detalle en la ilustración de Rodolfo que preside la nota y 
que identifica nuestra pasión y sufrimiento... por Huracán, el club 
de nuestros amores. (Dicen que somos poquitos / pero al globito lo 
quiero igual... )