MEXICO:
LA NUEVA PLURALIDAD POLITICA
Dr. Ignacio Medina Nœ–ez[1]
Este escrito fue
publicado como cap’tulo del libro coordinado por Ignacio Medina con el t’tulo ÒDemocracia
y elecciones en AmŽrica LatinaÓ, editado por el Departamento de Estudios IbŽricos
y Latinoamericanos de la Universidad de Guadalajara, por el fondo Editorial
Universitario. P‡ginas 95-113.
ISBN: 968-7846-09-7. Guadalajara, MŽxico, 1999.
Los resultados electorales
del 6 de Julio de 1997 ofrecieron
una coyuntura hist—rica para nuestro pa’s. El sistema de partido œnico en MŽxico
se est‡ desmoronando y el resultado de esas elecciones, lejos de constituir una
tragedia como lo mencionaba el PRI en su campa–a electoral, forma parte de un
proceso positivo hacia un pluripartidismo dentro de una democracia moderna,
hacia una pluralidad pol’tica que no hemos tenido en muchas dŽcadas.
Las cifras preliminares
nacionales para diputados federales ofrecidas por el IFE, habiendo sido
computado el 81% de las casillas, ofrec’an ya el 7 de Julio un Congreso de la
Uni—n con tres grandes fuerzas: el PRI con 38% de la votaci—n; el PAN con 27%,
y el PRD con 25%. En un cuarto lugar lejano se perfilaba el Partido Verde
Ecologista con 4%. La tendencia se confirm— y qued— claro que el partido del
Estado dej— de tener la mayor’a absoluta, como la que ha goz— desde su surgimiento en 1929 y con la
cual impuso unilateralmente decisiones tan onerosas para los habitantes del pa’s
como el aumento del IVA al 15% en 1995, y otras m‡s como el reconocimiento
oficial de los resultados tan dudosos de las elecciones presidenciales de 1988
o la reforma pol’tica de 1996.
Hay que recordar el esquema
tradicional de partidos que vivimos hasta la reforma pol’tica que se experiment—
en 1979. El Partido Nacional Revolucionario (PNR) hab’a nacido en 1929 por iniciativa de Plutarco E.
Calles en un intento de centralizar el poder pol’tico; despuŽs este partido se
transform— en Partido de la Revoluci—n Mexicana (PRM) en 1938 en tiempo del
Presidente L‡zaro C‡rdenas incluyendo la participaci—n oficial del sector
campesino y obrero, y finalmente se convirti— en Partido Revolucionario
Institucional (PRI) en 1946 en el tr‡nsito del sexenio del presidente Manuel
Avila Camacho al Presidente Miguel Alem‡n.
Este partido de Estado
permaneci— hegem—nico de manera casi absoluta, ganando todas las elecciones
presidenciales, todas las gubernaturas hasta la dŽcada de los 80s, y
predominando con mayor’a absoluta en el Congreso de la Uni—n hasta 1997. El œnico
partido real de oposici—n durante todas estas dŽcadas ha sido ciertamente el
Partido Acci—n Nacional (PAN), fundado en 1939, y que ha contendido por la
presidencia en todos los sexenios, con excepci—n del a–o de 1976 cuando JosŽ L—pez
Portillo quiso recorrer el pa’s como œnico candidato sin ningœn adversario
electoral. Desde la dŽcada de los 40s, el PAN lleg— a triunfar en algunos
distritos electorales pero sus diputados siempre fueron minor’a tanto en el
Congreso de la Uni—n como en las legislaturas de los estados. La ideolog’a del
PAN contrast— notablemente con la del PRI en todo este per’odo y, aunque no
tuvo grandes Žxitos electorales reconocidos hasta el caso de la gubernatura de
Baja California Norte en los a–os 80s, lo convirtieron en un verdadero partido
de oposici—n, en la œnica agrupaci—n pol’tica opositora.
La historia pol’tica de MŽxico
nos ofrece, hasta 1979, 4 agrupaciones pol’ticas reconocidas para participar
electoralmente. Fuera de esa confrontaci—n tradicional entre PRI y PAN, tambiŽn
encontramos otras dos organizaciones: el Partido Popular Socialista (PPS), que
naci— originalmente s—lo como PP en 1948 y al que luego se le a–adi— el
calificativo de Socialista en 1961; y el Partido AutŽntico de la Revoluci—n
Mexicana (PARM), surgido en 1954, en tiempo del Presidente Ruiz Cort’nez,
compuesto principalmente por personajes que hab’an participado directamente en
el movimiento revolucionario de principios de siglo.
Aunque el PP inaugur— su
vida pol’tica nacional en 1952 postulando como candidato a la presidencia a
Vicente Lombardo Toledano, su ide—logo y fundador, posteriormente hasta la
coyuntura de 1988 lleg— a sumarse a todos los candidatos que postulaba el PRI a
la presidencia nacional. Algo parecido ocurri— con el PARM, en el sentido de
que, desde su surgimiento hasta las elecciones de 1988, siempre se sum— a las
candidaturas del PRI a la presidencia de la Repœblica, renunciando a postular
candidatos propios.
El sistema de partidos en
toda esa Žpoca result— por lo general con el mismo esquema: un enfrentamiento
pol’tico permanente entre el PRI y el PAN, en donde detr‡s del primero siempre
estuvieron los apoyos expl’citos del PPS y el PARM. Estos dos œltimos partidos,
siempre peque–os en sus militantes y en las posiciones legislativas que consegu’an,
hicieron el papel de comparsas para intentar representar un sistema
pluripartidista.
La situaci—n del pa’s en la
etapa final del per’odo llamado el desarrollo
estabilizador o milagro mexicano
fue la detonante para iniciar un lento proceso de transici—n hacia la
democracia. Uno de los acontecimientos significativos fue el movimiento
estudiantil de 1968, iniciado el 26 de Julio en la ciudad de MŽxico y extendido
luego a diversos lugares del pa’s. Habiendo empezado como una lucha de grupos
estudiantiles reprimidos por la polic’a, el movimiento enarbol— luego los 6
puntos del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga y finalmente, despuŽs
de la masacre del 2 de Octubre en Tlatelolco, el grito un‡nime por la
democracia y la participaci—n (Cfr. Ram’rez R., 1969; Aguilar y Medina, 1971). ÒEn
1968, los estudiantes mexicanos desnudaron con tanta eficacia y casi naturalidad
el autoritarismo, hasta entonces revestido de crecimiento econ—mico y
conformismo, que su movilizaci—n fue un primer paso hacia el desmantelamiento
de uno de los aspectos centrales de este rŽgimen: la no participaci—nÓ (Semo,
Loaeza et al, 1993:21).
DespuŽs de 1968, sin ser
reconocidos legalmente por el Estado, empezaron a manifestarse numerosos
partidos pol’ticos en el intento de romper el bloque monol’tico de los 4
tradicionales. Surgi— el Partido Dem—crata Mexicano (PDM), el Partido Mexicano de
los Trabajadores (PMT), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el
Partido Socialista Revolucionario (PSR), el Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT), etc. Junto a ellos, se manifestaba tambiŽn el Partido
Comunista Mexicano (PCM), que, aunque surgido oficialmente desde 1919, siempre
se hab’a mantenido en la ilegalidad (Cfr. Le—n y PŽrez, 1988). La nueva
pluralidad pol’tica en MŽxico era real ya en la dŽcada de 1970, pero no era
reconocida en el marco de la legalidad electoral. La campa–a electoral a la
presidencia de la Repœblica en 1976 mostr— la inoperancia del esquema
tradicional de los 4 partidos. Por primera vez, el PAN no postul— candidato a
la presidencia, lo que provoc— que el PRI, habiendo postulado al Lic. JosŽ L—pez
Portillo, apoyado a su vez por el PARM y el PPS, tuviera que hacer campa–a sin
ningœn candidato de oposici—n.
Con la iniciativa de J.
Reyes Heroles en 1977 se inici— una profunda reforma pol’tica, en auscultaci—n
con todos los partidos, reconocidos o no en el marco legal. Lo significativo de
esa reforma consisti— en que junto al proceso de registro definitivo para
nuevas agrupaciones pol’ticas, se permiti— que pudieran participar en los
procesos electorales nuevos partidos con un registro condicionado. En esta reforma
de 1977, Òdos fueron sus pilares fundamentales: a)facilitar el registro a
organizaciones pol’ticas que hasta entonces se les manten’a fuera del espacio
legal e institucional, y b) reformar la integraci—n de la C‡mara de Diputados
de tal suerte que expresara de mejor manera la pluralidad pol’tica existente en
el pa’sÓ (Woldenberg, en Horcasitas, Hurtado y PŽrez, 1991:210).
La definici—n del registro
legal para los nuevos partidos se definir’a en las urnas, al establecer dicho
registro como definitivo con el hecho de obtener en el proceso electoral un m’nimo
de 1.5% de la votaci—n general. Se establec’a tambiŽn claramente una diferencia
entre diputados de elecci—n uninominal (los diputados electos en cada uno de
los 300 distritos) y los 100 diputados plurinominales, que en alguna manera
correspond’an a los llamados diputados de
partido surgidos en la reforma que hab’a iniciado Adolfo L—pez Mateos en
1966, para conformar un total de 400 diputados en el Congreso. El nœmero de
plurinominales adscritos a cada partido se definir’a por el porcentaje de
votaci—n acumulada para aquellas organizaciones que no hubieren conquistado la
victoria en los distritos electorales con mayor’a relativa.
En este nuevo marco legal,
se abri— por primera vez el panorama pol’tico, permitiendo la participaci—n con
registro condicionado al PDM, al PCM y al PST, en las elecciones federales de
diputados y senadores en 1979. En ellas, los resultados ofrecieron una mayor
pluralidad en la C‡mara de Diputados aunque la votaci—n de todos los partidos
fuera del PRI fue insignificante. El PAN se mantuvo como principal fuerza de
oposici—n (aunque muy lejos del PRI) despuŽs de la crisis que hab’a sufrido en
1976. Fueron 296 diputados del PRI frente a 104 del resto de partidos.
400 DIPUTADOS
EN LAS ELECCIONES FEDERALES DE 1979:
MAYORIA RELATIVA: 300
REP. PROPORCIONAL: 100
PRI
296
-
PAN
4
39
PPS
0
11
PARM
0
12
PST
0
10
PDM 0
10
PCM
0
18
* Las cifras de este cuadro y los siguientes son
recopilaciones del autor a partir de cuadros del IFE.
Esta misma l—gica se repiti—
en las elecciones presidenciales de 1982, en donde ciertamente se expres— la
nueva pluralidad pol’tica pero con la apabullante aplanadora del Partido de
Estado. Hubo numerosos candidatos de partidos a la Presidencia de la Repœblica
(lo que contrastaba abiertamente con el escenario unipartidista de 1976) que
hicieron campa½a en casi todo el
territorio del pa’s, pero la nueva pluralidad no expresaba un cambio real en la
correlaci—n de fuerzas, aunque el PAN aumentaba su poder como principal
opositor. En la C‡mara de Diputados, el PRI conservaba con claridad el poder de
decisi—n para cualquier debate parlamentario: 299 priistas frente a 101
diputados del resto de partidos.
400 Diputados
en las Elecciones presidenciales de 1982:
MAYORIA RELATIVA: 300
REP. PROPORCIONAL:100
PRI
299
-
PAN
1
50
PPS
0
10
PARM
-
-
PST
0
11
PDM
0
12
PCM
0
17
PRT
0
0
El mismo esquema de poder
apabullante del partido de Estado iba a perdurar en las elecciones federales de
1985, aun con el crecimiento del nœmero de partidos que se acog’an al registro
condicionado.
400 diputados
en las Elecciones federales de 1985:
MAYORIA RELATIVA: 300
REP. PROPORCIONAL:100
PRI 289
-
PAN
9
32
PPS
0
11
PARM 2
9
PST
0
12
PDM
0
12
PSUM 0
12
PMT
0 6
PRT
0
6
Total: 289 del PRI frente a 111 de los otros
Sin embargo, la correlaci—n
de fuerzas vari— significativamente para las elecciones de 1988. El pa’s
presenciaba nuevos acontecimientos. En primer lugar, se profundizaba la crisis
econ—mica con el nuevo modelo implantado durante el gobierno de Miguel de la
Madrid, expresando de manera particular un panorama desolador en 1987 con la
mayor tasa de inflaci—n en la historia del pa’s (158% anual), con una terrible
contracci—n de la producci—n nacional y con un control unilateral del gobierno
sobre los actores sociales a travŽs del llamado Pacto de Solidaridad Econ—mica
cuando la poblaci—n enfrentaba crudamente las consecuencias de la crisis a travŽs
de la reducci—n del empleo y del salario. En segundo lugar, el mismo estilo
unilateral y autoritario de decisiones de la Žlite pol’tica gubernamental empez—
a hacer crisis al interior del partido de Estado. Se hab’a formado la llamada Acorriente democr‡tica@ al interior del PRI, encabezada por CuauhtŽmoc C‡rdenas y Porfirio Mu–oz
Ledo, la cual despuŽs de un breve tiempo de subsistir en el marco de ese
partido, se escindi— para formar un movimiento aut—nomo.@La crisis econ—mica se tradujo en inconformidad
social y pol’tica y se expres— en las elecciones de 1988" (Flores en
Horcasitas, Hurtado y PŽrez, 1991:111).
Adem‡s, el Presidente de la
Madrid llev— a cabo, en 1986, una serie de audiencias pœblicas con el objeto de
hacer una nueva reforma electoral. Se produjo un nuevo c—digo electoral: Òse
mejor— sustancialmente la integraci—n proporcional de la C‡mara de Diputados,
aunque se introdujo la llamada cl‡usula de gobernabilidad, que convert’a a una
mayor’a relativa en una mayor’a absoluta en la llamada c‡mara baja. Se facilit—
legalmente la conformaci—n de coaliciones electorales, se reglamentaron con
mayor precisi—n las prerrogativas a los partidos pol’ticos, se cre— un tribunal
para procesar el contencioso electoral y se acortaron los tiempos entre la
emisi—n y el c—mputo oficial de los votos. Pero, en cambio, se reforz— el
control gubernamental y del PRI en la organizaci—n y vigilancia de las
elecciones y se suprimi— el expediente del registro condicionado, con el
argumento de que lo fundamental de las fuerzas pol’ticas del pa’s ya estaban
reconocidasÓ (Woldenberg, en Horcasitas, Hurtado y PŽrez, 1991:211).
El proceso electoral de
1988 estuvo marcado por todos estos acontecimientos, que se expresaron pol’ticamente
en las figuras de los 3 principales candidatos a la presidencia. En el seno del
PRI, con sus tradicionales mŽtodos autoritarios de designaci—n, se presentaba
el Lic. Carlos Salinas de Gortari, como un continuador del modelo econ—mico. El
PAN, con grandes signos de renovaci—n pero reafirmando su vocaci—n tradicional
opositora y banderas ideol—gicas de la derecha, present— al empresario Manuel
Clouthier.
Pero el fen—meno m‡s
novedoso lo present— la plataforma del Frente Democr‡tico Nacional (FDN), que
logr— unificar en CuauhtŽmoc C‡rdenas como candidato a la presidencia a
numerosos y diferentes partidos como el PARM (que fue el primero que lo postul—),
el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucci—n Nacional (el antiguo PST),
el Partido Mexicano Socialista (el antiguo Partido Socialista Unificado de MŽxico,
que a su vez hab’a sucedido al PCM), el PPS y aun al PMT, que hasta la œltima
fase logr— hacer que Heberto Castillo (el original candidato del PMS) declinara
en favor de CuauhtŽmoc C‡rdenas. ÒLa separaci—n de la corriente democr‡tica del
PRI y la candidatura de CuauhtŽmoc C‡rdenas a la presidencia crearon una nueva
situaci—n. C‡rdenas se convirti— r‡pidamente, a los ojos del pueblo, en el
hombre providencial capaz de vencer al grupo en el poder para revertir el
deterioro de los ni9veles de vida y la pŽrdida de soberan’a nacional. El
movimiento pol’tico que se constituy— a su alrededor rebas— r‡pidamente a los
partidos que lo postulaban como candidatoÓ (Semo, Loaeza et alii, 1993:141)
En esa coyuntura electoral,
podemos hablar ciertamente de un cambio en la correlaci—n de fuerzas
nacionales. Un d’a despuŽs del proceso electoral, Carlos Salinas se reconoc’a
con una victoria Acontundente e inobjetable@ pero se½al—
el fin de la Žpoca del partido Apr‡cticamente œnico@ ante la existencia de una nueva sociedad plural. Lo
novedoso de la situaci—n estuvo claramente en los resultados de los comicios
presidenciales: oficialmente aparec’a el lic. Carlos Salinas con un 50% de la
votaci—n, CuauhtŽmoc C‡rdenas con un 31% y Manuel Clouthier en tercer lugar con
el 17%. Por otro lado, en el senado, por primera vez una fuerza opositora al
conquistar el cardenismos las posiciones del Distrito Federal y de Michoac‡n.
Por primera vez, el PAN era
desplazado como fuerza principal de oposici—n para quedar marginado como
tercera fuerza. C.C‡rdenas aparec’a en segundo lugar, aunque numerosas fuerzas
del pa’s llegaron m‡s bien a reconocerlo como el triunfador de los comicios,
por arriba de Carlos Salinas. ÒMuchos observadores y millones de ciudadanos
llegaron a la conclusi—n de que C‡rdenas hab’a ganado la elecci—n y de que
posteriormente Salinas y el PRI se la hab’an robadoÓ (Barry T., 1992:31).
El orquestador de todo el
proceso electoral fue Manuel Bartlett como secretario de gobernaci—n, con un
aparato totalmente controlado por el Estado. El resultado real de este proceso
nunca se llegar‡ a conocer puesto que Carlos Salinas, una vez en la presidencia,
orden— la quema de todas las boletas electorales del proceso de Julio de 1988.
La reforma electoral
implementada por Miguel de la Madrid, en 1987, hab’a aumentado a 500 el nœmero
de diputados en el Congreso de la Uni—n (300 uninominales y 200 plurinominales,
pero dando oportunidad esta vez a que tambiŽn el PRI pudiera lograr diputados
por la segunda v’a) y hab’a permitido la coalici—n de varios partidos en torno
a un s—lo candidato a la presidencia. Ese fue el marco legal para las
elecciones de 1988.
Sin embargo, aunque cambi—
pol’ticamente la correlaci—n de fuerzas, la conformaci—n de la c‡mara de
diputados permaneci— bajo el mismo
control fŽrreo del PRI, puesto que los partidos se hab’an unificado en el candidato
a la presidencia pero hab’an presentado candidatos propios para la legislatura
federal. En este sentido, en el nuevo congreso de la Uni—n, los partidos que se
hab’an unificado en torno a C‡rdenas, se presentaban como fracciones
independientes y aun encontradas entre ellos. El PPS, el PARM, el PFCRN y el
PMS lograron conquistar en total 129 curules; el PAN logr— 101; todos ellos no
lograban inquietar a la hora de votaciones globales al PRI con un total de 270
diputados uninominales y plurinominales.
500 Diputados
en las Elecciones presidenciales de 1988:
MAY. RELATIVA: 300
REP. PROPORCIONAL:200
PRI 233
37 Total:
270
PAN 38
63
Total: 101
Total del PPS, PARM, PFCRN, PMS: 129
Total del PRI: 270 Total de los otros partidos: 230
El control de la C‡mara de
Diputados por el PRI permiti— a Salinas implementar todos sus proyectos de
reformas legislativas y aun a la misma Constituci—n: la tenencia de la tierra
en el campo, las reformas al art’culo 130 en 1992 sobre las asociaciones
religiosas, las modificaciones a las leyes de inversi—n, la implementaci—n del
Tratado de Libre Comercio (TLC) con NorteamŽrica y Canad‡, tres reformas
electorales, etc. Le qued— pendiente la propuesta de reforma a la Ley Federal
del Trabajo y no se anim— finalmente a proponer el tema de la reelecci—n.
Hab’a quedado la sensaci—n
en lo electoral, para el PRI, de una pŽrdida de legitimidad en los votos de
1988, a pesar de haber mantenido el control. Hubo nuevas reformas para impedir
las coaliciones y para mantener firmemente el control del aparato electoral a
pesar de las iniciativas para intentar limpiar el proceso. Para las elecciones
federales de 1991, el PRI pareci— volver al carro completo: de 300 diputaciones
uninominales, gan— 290, y aument— hasta 320 su nœmero de curules totales en
relaci—n a las 270 del trienio anterior. El naciente PRD hab’a empezado
oficialmente su vida pol’tica en 1989 (a travŽs de la cesi—n del registro del
PMS) pero sin volver a lograr ningœn tipo de confluencia con las fuerzas que hab’an
participado en el FDN.
ÒTres a–os despuŽs, en
1991, la situaci—n hab’a cambiado radicalmente. la crisis econ—mica se hab’a
desvanecido y la econom’a empez— a repuntar desde 1990. El sistema de
subordinaci—n corporativa se hallaba de nuevo bajo la disciplina presidencial.
Aunque ya no con la eficacia de 1987, el sistema electoral cautivo hab’a sido
esencialmente restaurado. El PRI recuper— la mayor’a constitucional en la
C‡mara de Diputados y el FDN cardenista se hab’a dividido en una multitud de
posiciones de nuevo irreconciliables. En 1991, la votaci—n conjunta de sus
antiguos miembros se hab’a reducido al 16.5% El presidente hab’a reconquistado
la opini—n pœblica y legitimado de nuevo el papel de su funci—n como el hombre
fuerte de la pol’tica nacionalÓ (Semo, Loaeza et al, 1993: 220).
500 Diputados
en las Elecciones federales de 1991:
MAYORIA RELATIVA: 300
REP. PROPORCIONAL:200
PRI 290
30
Total del PRI: 320
PAN 10
79
Total del PAN: 89
PPS -
12 PRD: 41
PARM -
15
Otros: 50
PST-PFCRN -
23
PRD -
41
Una correlaci—n de fuerzas
semejante ocurri— en las elecciones presidenciales de 1994, en lo que se
refiere a la C‡mara de Diputados: aunque el PRI perdi— 30 diputados en relaci—n
al trienio anterior, qued— marcada tambiŽn la superioridad numŽrica para
votaciones tan debatidas como el aumento del 10 al 15% del IVA, en donde
prevaleci— la propuesta presidencial con la oposici—n total del resto de los
partidos. Los 200 diputados de los tres principales partidos opositores (PAN,
PRD y PT) no pon’an en nada en peligro la mayor’a absoluta del partido de
Estado; los otros partidos desaparec’an en ese a½o de la escena pol’tica, al no haber podido
conseguir el m’nimo del 2% de la votaci—n total. El PAN volv’a a perfilarse
como el principal partido de oposici—n mientras que el PRD, a pesar de sus
contradicciones internas, ocupaba el tercer puesto; muy lejos de la contienda
real aparec’a el Partido del Trabajo (PT) en el cuarto y œltimo lugar con s—lo
10 diputados plurinominales sin haber conseguido la victoria por mayor’a
relativa en ningœn distrito en particular. En 1994, el PRI volv’a a ostentar
arrolladoramente la superioridad en los distritos uninominales: de 300 en
total, hab’a ganado 277.
500 Diputados
en las elecciones Presidenciales de 1994:
MAY. RELATIVA: 300
REP. PROPORCIONAL:200
PRI 277
23
Total: 300
PAN 18
101
Total: 119
PRD 5
66
Total: 71
PT -
10
Total: 10
Si tenemos en cuenta
solamente los votos para la elecci—n
de presidente de la Repœblica, la pugna se centr— en los tres candidatos
importantes: Ernesto Zedillo por el PRI, Diego Fern‡ndez de Ceballos por el
PAN, y repitiendo CuauhtŽmoc C‡rdenas ahora con las siglas del PRD. El nœmero
de votos mostraba que la pluralidad pol’tica iba avanzando en el pa’s aunque
todav’a con la hegemon’a apabullante del PRI. Se puede notar que esta votaci—n
se hizo despuŽs del asesinato del Colosio y con la aparici—n pœblica, desde
enero de 1994, del EjŽrcito Zapatista de Liberaci—n Nacional (EZLN) en Chiapas,
pero sin la continuaci—n de la crisis pol’tica del PRI a travŽs del asesinato
de su Secretario General, JosŽ Francisco Ruiz Massieu, y sobre todo sin la
explosi—n de la nueva crisis econ—mica a partir del 20 de Diciembre de 1994.
VOTOS DE LA
ELECCION PRESIDENCIAL EN 1994:
PRI 16.333,931 VOTOS 50.2%
PAN 9.221,474 26.7
PRD 5.901,324 17.0
PT 975,246
2.8
PPS 168,547
.4
PFCRN 301,508
.8
PARM 195,077
.5
PDM 99,214
.2
PVEM 330,322
.9
Estos resultados, aunque
todav’a resultan apabullantes a favor del PRI, tiene que verse tambiŽn desde la
perspectiva de un desgaste paulatino del partido en el poder, sobre todo si
comparamos los porcentajes con dŽcadas anteriores. Como dice Lorenzo Meyer, los
candidatos presidenciales del PRI ganaron las contiendas sexenales entre 1958 y
1982 con estos porcentajes: 90.5; 89.0; 85.8; 93.6 y 71.0" (Meyer L.,
1992:56); la disminuci—n de votos a su favor fue s’mbolo de ese desgaste
progresivo. Los factores que influyeron en los resultados electorales tres a½os despuŽs fueron, por un lado, la
descomposici—n interna del partido de Estado sobre todo en el desquebrajamiento
de la figura del ex presidente
Carlos Salinas, y por otro lado, los efectos econ—micos tan terribles de la
crisis econ—mica en la poblaci—n durante los a½os de 1995 y 1996. De manera espec’fica, la votaci—n
mayoritaria del PRI a favor del aumento del IVA hasta el 15% acompa–ada con la
victoriosa m’mica ofensiva de Roque Villanueva, coordinador de los priistas,
representaron una importante llamada de atenci—n para la poblaci—n en general.
Las elecciones legislativas
de Julio de 1997, despuŽs de aprobada tambiŽn por los priistas de manera
unilateral la reforma electoral de 1996, marcaron otra fase del proceso de
MŽxico hacia la nueva pluralidad pol’tica. En el mapa geopol’tico mexicano se
presentaba ya el avance del PAN en las gubernaturas de Baja California Norte,
de Chihuahua, de Guanajuato, de Jalisco y posteriormente en QuerŽtaro y Nuevo
Le—n, aparte de las victorias municipales del blanquiazul en las principales
centros urbanos del pa’s. Pero lo sorpresivo en Julio de 1997 fue la nueva
correlaci—n de fuerzas en la nueva C‡mara de Diputados, en donde, por primera
vez en la historia, el PRI, conservando la mayor’a relativa, perdi— la mayor’a
absoluta, para imprimir una nueva din‡mica en el Congreso de la Uni—n,
otorg‡ndole, tambiŽn por primera vez, un cierto grado de autonom’a en relaci—n
al ejecutivo.
RESULTADOS EN
DIPUTACIONES FEDERALES, DE JULIO 1997:
UNINOMINALES
PLURINOMINALES TOTALES:
PAN
27.2% 65
57
122
PRI
39.97
164
75
239
PRD
26.29
70
55
125
PT 2.64 1
5
6
PVEM 3.9
8
8
TOTALES: 300
200
500
El PT continu— siendo una
fuerza marginal y apareci— la presencia exigua pero significativa del Partido
Verde Ecologista Mexicano (PVEM), pero segu’an existiendo los tres partidos
predominantes. El PRI no lleg— a la cifra m‡gica de 251 diputados (mitad m‡s
uno), que le habr’a servido para tener la mayor’a absoluta de la C‡mara pero
sigui— con una mayor’a relativa de 239 diputados; sorpresivamente el PRD se
coloc— en segundo lugar por nœmero de diputados dentro del congreso de la
Uni—n, y en tercer lugar, pero casi equivalente al segundo, estaba el PAN. Hay
que notar tambiŽn en este contexto la fuerza impresionante que alcanz— el PRD
con la victoria abrumadora en el Distrito Federal en esas elecciones en que por
primera vez hubo elecci—n para gobernante en la capital de la Repœblica.
TambiŽn la nueva pluralidad
se manifest— incipientemente en el senado de la Repœblica: de las 124
senadur’as, 76 fueron para el PRI, 32 para el PAN, 14 para el PRD, una para el
PT y una para el PVEM. Hay que notar que los senadores se eligen para un
per’odo de 6 a½os, pero se ha establecido
que la mitad del Senado se renueva cada tres a½os. Con ello, a diferencia del Congreso de
diputados, en el Senado el PRI conserv— la mayor’a absoluta, y por ello,
posteriormente, en decisiones como la de los diputados de oposici—n de intentar
disminuir el IVA, se encontr— con la decisi—n mayoritaria de los senadores del
PRI para mantener el porcentaje de 15% en ese impuesto a la poblaci—n.
La nueva correlaci—n de
fuerzas mostraba que la uni—n de todos los diputados opositores podr’a ganarle
al PRI en decisiones de votaci—n mayoritaria pero no para lograr cambios a la
constituci—n, puesto que para ello se requiere de las dos terceras partes de
los votos de la c‡mara, y tampoco para decisiones que implicaran la aprobaci—n
del senado. Adem‡s, la situaci—n era compleja porque los opositores no forman
un bloque homogŽneo ni por ideolog’a ni por historias comunes (sobre todo entre
PAN y PRD); m‡s bien las diferencias se han acentuados hist—ricamente entre los
mismos grupos opositores al PRI. Sin embargo, ya hubo en 1997 decisiones
hist—ricas significativas de bloque como la repartici—n de las comisiones entre
las fracciones parlamentarias y sobre todo la m‡s conocida que fue la respuesta
al III informe del Presidente de la Repœblica, Ernesto Zedillo, por parte de un
diputado de oposici—n, especialmente al ser Žste Porfirio Mu–oz Ledo.
De hecho, se ha abierto una
etapa de un parlamentarismo m‡s real en donde no existe ya un poder legislativo
s—lo como apŽndice del Ejecutivo, tal como ha existido hasta ahora con el
partido de Estado. Si existen tres grandes fuerzas pol’ticas, nos encontramos
entonces ante la oportunidad hist—rica de la negociaci—n, de la concertaci—n,
de la bœsqueda de los consensos.
No ser‡ ahora posible que las iniciativas de ley pasen simplemente por
una mayor’a aplastante que estaba subordinada a los dictados del Ejecutivo;
estaremos m‡s bien ante la oportunidad de escuchar discusiones reales en el
Congreso, en donde se podr‡n modificar iniciativas, supervisar presupuestos y
vigilar mejor a los funcionarios gubernamentales.
En tŽrminos emp’ricos,
adem‡s, los partidos de oposici—n, el PAN y el PRD, se presentan no como
comparsa del partido de Estado sino como verdaderas posibilidades de
alternancia en vista de los comicios presidenciales del a–o 2000. Las
gubernaturas del PAN en varios estados y en numerosos municipios urbanos
significativos lo ponen directamente en el pelea por la presidencia en el 2000,
como son las expl’citas intenciones, desde ahora, de Vicente Fox. Para el PRD,
por su parte, el triunfo pol’tico mas significativo se muestra en dos hechos:
la victoria de CuauhtŽmoc C‡rdenas en el Distrito Federal, en donde, por
primera vez se puso a elecci—n de la poblaci—n su jefe de gobierno; el ascenso
electoral del PRD en todo el pa’s, que lo hace disputar ahora con el PAN el
lugar de la segunda fuerza pol’tica nacional.
En el caso del Distrito
Federal, lo significativo no s—lo es la victoria del PRD sino la contundencia
del triunfo, que fue reconocido la misma noche del 6 de Julio por el Presidente
de la Repœblica, Ernesto Zedillo. La ma–ana del 7 de Julio, el IFE, con el 80%
de casillas computadas, reconoc’a ya los siguientes resultados: 47.7% de los
votos para el PRD; 25.5% para el PRI, y 16% para el PAN. En un lejano pero
tambiŽn significativo cuarto lugar se encontraba el PVEM con 6.9% de la
votaci—n. Si por otro lado, comparamos los votos alcanzados por el PAN y el PRD
en diputados federales (27.3% y 25.8% respectivamente) y en senadores
plurinominales (27.6% y 25.9%), encontramos que, a diferencia de hace varios
a–os en que el PAN ocupaba claramente el segundo lugar, ahora, ese sitio est‡
duramente disputado entre el PAN y el PRD, llevando entonces al pa’s, no a un
bipartidismo, sino a un pluripartidismo.
El proceso del 6 de Julio,
con elecciones m‡s cre’bles al estar controladas ya no directamente por el
gobierno sino por un organismo electoral con cierta autonom’a, y con los
resultados preliminares al d’a siguiente de la elecci—n, significa algo nuevo
para MŽxico: la posibilidad de entrar a un mayor grado de democracia
representativa real, a diferencia de las dŽcadas anteriores con la mayor’a
aplastante de un partido de Estado subordinado al poder Ejecutivo. Hay que
notar, sin embargo, un gran enemigo a vencer al interior de la misma poblaci—n
como lo es el abstencionismo: la participaci—n de la poblaci—n s—lo se mostr—
en alrededor de un 50% de los empadronados a nivel nacional.
La nueva pluralidad
pol’tica de MŽxico continu— poniŽndose a prueba en el escenario electoral de
1998, tambiŽn en ‡mbitos regionales, como una de las etapas preliminares antes
de las elecciones presidenciales del 2000. En 1998, se eligieron 10
gubernaturas, 278 diputaciones locales, 160 diputaciones de representaci—n
proporcional y 1,416 presidencias municipales. Los diez estados donde se
defini— al gobernador fueron los siguientes: Oaxaca, Durango, Puebla,
Tamaulipas, Tlaxcala, Zacatecas, Chihuahua, Aguascalientes, Sinaloa y Veracruz.
Hubo adem‡s otros 4 Estados en donde se realizaron elecciones, en 1998, para
diputados locales y alcaldes: Baja California, Chiapas, Michoac‡n y Yucat‡n.
Los resultados de ese a–o
mostraron la complejidad de la tendencia a la pluralidad: del total de 10
gubernaturas, el PRI gan— en 7 estados, en las cuales lo m‡s significativo fue
que recuper— Chihuahua que estaba en poder del PAN; este partido, sin embargo,
obtuvo el triunfo en Aguascalientes, mientras que el PRD, a travŽs de alianzas
y con cuadros expriistas se llev— la victoria en Zacatecas y Tlaxcala. Alberto
Aziz comenta los resultados de la siguiente forma: ÒDe las 10 gubernaturas que
se disputaron, hab’a 3 que eran, antes de 1998, parte de los bastiones del PRI:
Zacatecas, Tlaxcala y Puebla. Las dos primeras las pierde y en la tercera se
mantiene el predominio tricolor; en las otras siete, hab’a ya un sistema de
alta competencia, ya sea en una versi—n bipartidista (entre PRI y PAN como
Chihuahua y Aguascalientes, o entre PRI y PRD como Tamaulipas y Oaxaca) y una
competencia entre tres partidos (PRI, PAN y PRD como en Veracruz y Sinaloa, o
entre PRI, PAN y PT como en Durango)Ó (Peri—dico Pœblico. 10 nov.1998). Con
ello, a finales de 1998, con datos del INEGI, el PRI gobernaba todav’a el
68.32% de la poblaci—n; el PAN un 19.34% y el PRD un 11.74%, de un total de 91
millones de habitantes. Y hay que notar que el PRI conserva 23 de las gubernaturas mientras que el
PAN tiene 6 y el PRD 3. Y si nos enfocamos a las principales ciudades que son
las capitales de los estados, el PRI gobierna en La Paz, Campeche, Chihuahua,
Durango, Chilpancingo, Pachuca, Toluca, Morelia, Tepic, Puebla, Chetumal,
Culiac‡n, Hermosillo, Villahermosa, Ciudad Victoria y Tlaxcala; el PAN gobierna
en Aguascalientes, Mexicali, Torre—n, Tuxtla GutiŽrrez, Guanajuato,
Guadalajara, Cuernavaca, Monterrey, Oaxaca, QuerŽtaro, San Luis Potos’ y
MŽrida; el PRD gobierna en Zacatecas, el Distrito Federal, Colima y Jalapa.
Para lo que transcurri— en
1999 hasta el mes de Febrero, el PRD gan— la gubernatura de Baja California Sur
y mostr— su alta competencia electoral en el estado de Guerrero aunque las
autoridades electorales le dieron el triunfo al PRI; en las gubernaturas de
Hidalgo y Quintara Roo se mantuvo
la hegemon’a del PRI.
As’, el nuevo escenario
pol’tico de MŽxico presenta avances positivos aunque lentos en esa buscada
transici—n a la democracia, entendida Žsta por lo menos en tŽrminos de
pluralidad pol’tica con varias opciones para el electorado. Existe ahora una
mayor credibilidad en los procesos electorales, aunque todav’a falta mucho por
andar para desterrar las pr‡cticas del fraude y del otorgamiento ilimitado de
recursos econ—micos para el partido del Estado; tenemos un poder legislativo
plural que puede convertirse realmente en un organismo aut—nomo del poder
ejecutivo tal como se ha buscado en Europa desde el siglo XVIII en la Žpoca de
la Ilustraci—n; tenemos tres partidos fuertes que, sin agotar el panorama
pol’tico de los mexicanos, se presentan como opciones diferentes y ninguno
tiene ahora la total seguridad de alcanzar la pr—xima presidencia de la
Repœblica. Este panorama, lejos de representar un caos, nos ofrece una
pluralidad que nos puede permitir dirimir en el ‡mbito pol’tico nuestras
diferencias sobre el MŽxico que queremos para el siglo XXI.
Dec’a Lorenzo Meyer hace
algunos a–os: Òel problema de la democracia mexicana se puede resumir as’: la
Žlite no quiere y la sociedad no puede. Pareciera que estamos en una situaci—n
de empate entre las fuerzas del pasado y las exigencias del futuro, y nadie
tiene claro cual ser‡, finalmente, el desenlaceÓ (Meyer L, 1992:175).
Actualmente hay signos de que la sociedad puede aunque la Žlite no quiera. Esa
es la apuesta que tenemos a pesar de las fuerzas que se quieren quedar en el
pasado. Nos falta darle mayor velocidad a esa transici—n y profundizarla
tambiŽn hacia el ‡mbito de la
democracia social con una mejor distribuci—n de la riqueza social.
BIBLIOGRAFIA
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Consejo Nacional de Huelga. Editorial Heterodoxa. MŽxico.
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Semo Il‡n, Loaeza Soledad, et alii, 1993. La
transici—n interrumpida. MŽxico 1958-1988. Universidad Iberoamericana/Nueva
Imagen. MŽxico
Los cuadros que se presentan en este art’culo
son elaboraci—n personal del autor con base a cifras oficiales del IFE.