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El Obrero Insólito*

Por: César Lévano.

 FUE Ciro Alegría quien primero me dió esa imágen del dirigente obrero que era Manuel Arévalo. Poco antes de ser condenado a muerte, el futuro novelista había vivído, en efecto, en casa del mártir. "Puedo decir que me crié en parte en ese hogar proletario", contaba el inolvidable novelista recio. "Manuel éra de esos hombres valientes e inmaculados que sólo pueden salir del pueblo".

Este 15 de Febrero de cumplen 48 años del asesinato a mansalva de Arévalo, el muchacho obrero que sólo había estudiado hasta segundo de primaria y de quien Victor Raúl Haya De La Torre pensó, en años de martirio aprista, que era el único que podía heredar la Jefatura del Apra. En 1937, cuando Antenor Orrego concluyó su libro "Pueblo Continente", lo dedicó a ese insólito personaje. Lo de insólito puede transparentarse en estas líneas de la dedicatoria impresa:

"Se gestaron estas páginas en un ambiente desgarrador de odio acerbo y de amor efusivo y radiante. El odio lo puso el despotísmo que averguenza y oprime a mi patria; el amor un hijo humilde y grande del pueblo, inteligencia lúcida y bravo corazón de héroe que hizo a su país la noble ofrenda de su sangre. Cuanta efusión fraternal prodigó Manuel Arévalo, el hermano mártir, al mecanografiar estas páginas que el comprendió y amó tanto, y que -sarcasmos del destino- no vería nunca publicadas"

 

Un dirigente obrero joven que se dedicaba no sólo a organizar a los trabajadores de la caña, que lo veneraban, como lo demostraban las manifestaciones de masas a su paso, sino que, además, podía ejercer las más altas funciones políticas en un partido y dialogar sobre filosofía con uno de los hombres más selectos del Perú, eso era Manuel Arévalo.

De donde había salido A dónde iba?.

Emergió Arévalo de los estratos más profundos del pueblo costeño. Había nacido en el poblado campesino de Santiago de Cao, el 15 de Octubre de 1903. A los 7 años ingresó en una escuela lugareña, en la cual, por la pobreza familiar, sólo estudió hasta segundo año del ciclo elemental.

Siendo casi un niño ingresó a la fuerza laboral. En 1913 y 1914 aparece trabajando en las haciendas de Chiquitoy y Nepén, en operaciones de desyerbe y desbroce. Esa tempranía del esfuerzo es sin duda la fuente de su gran fuerza física y

su sentido de la responsabilidad. Es lo que muchos intelectuales no conocen o no pueden comprender de los dirigentes obreros de esos tiempos: sobreviven sólo los mejores dotados físicamente, y la prueba los tiempla para siempre. Los testimonios nos presentan al Arévalo ya líder con una traza imponente y un carácter firme.

El diario "Nor Perú" de Trujillo publicó el 15 de Febrero de 1946 una semblanza de Arévalo que contiene ese testimonio:

"Viajando una vez de Cartavio a Colpán decía con amargura: No podremos alguna vez echar a estos gringos fuera de nuestras tierras?. Sus cañas, sus caminos y hasta sus líneas están anegadas, y nosotros no tenemos cuando regar nuestro maíz".

Eran los días en que solía viajar de gorra, con algún primo, cinemáticamente montado sobre el vagón particular de la hacienda, cabello al aire. A los 13 años pasa a la hacienda Cartavio como ayudante de química en el ingenio azucarero. Allí recibe su primer aumento de salario: de 25 a 30 centavos diarios. En 1918, antes de cumplir 15 años, entra a trabajar en la hacienda Roma, de Victor Larco Herrera, aquella en que César Vallejo, seis años antes, se había desempeñado como contable.

En ingreso de Arévalo en ese centro de producción cañera se produjo gracias a un tío mecánico que trabajaba allí. Por esos años circulaba profusamente en la zona cañavelera la propaganda anarquista. Los folletos de Manuel Gonzáles Prada sacudían la conciencia de los obreros, y apasionaban en particular a los más jóvenes. Un moreno extraordinario, el negro Julio Reynaga, distribuía hasta en asno sus periódicos rebeldes y establecía los pilares del sindicalismo azucarero. Haya de la Torre rendiría en "Apra", febrero de 1946, homenaje a Reynaga y a sus compañeros del grupo "La Protesta", de Lima.

 

INFATIGABLE LUCHADOR

 

En 1919, ya como oficial de mecánica, se abren a Arévalo las puertas de Casagrande. Allí inicia una labor de propaganda. En particular difunde, como lo recuerda el ya citado cotidianio aprista, noticias sobre la revolución rusa y sobre la jornada de ocho horas, que acaba de ser conquistada por los trabajadores del país, gracias a un paro general y a una larga pelea que se inició en Mayo de 1904.

"Constantemente escribía papelitos arengando a los trabajadores y los dejaba caer en el banco de los maestros; en el taller, en la fábrica; después, buscaba la discusión alrededor de los mismos volantitos, como tratando de ver que efecto producían en los trabajadores", relata el texto.

Tenía 16 años, el muchacho combatiente. El amor le aprisionaba con dulce lazo; pero en esos días se produce una

huelga en la hacienda Roma que dura más de dos semanas y que termina con la expulsión de cerca de cien familias. Como en "La danza inmóvil" de Manuel Scorza, el joven tiembla ante los dos abismos del amor y la lucha. Pero un proletario auténtico no tiembla de miedo. Los volantitos mecanografiados en una vieja Royal siguen circulando por la hacienda. En vano intentan los gerentes averiguar a quién o quiénes corresponde la autoría. Hay todo un operativo de infiltración, que no da resultados.

En aquel entonces surgen los primeros borradores de pliego de reclamos, elaborados por los obreros mas jóvenes, que Arévalo nuclea. Al mismo tiempo que atiende el frente colectivo, el joven mecánico cumple fielmente su deber filial. Desde los primeros años de su ingreso al sector asalariado, cada semana llegará a su pueblo, a dejar a la madre todo lo que puede de dinero. Desde los doce años contribuye al sostenimiento del hogar. Es un aspecto noble de los luchadores de la primera etapa del movimiento obrero, la estrecha unión, el encendido amor por los padres y los hijos. Arévalo lo refrendaría en años oscuros de persecución y clandestinidad, respecto de su esposa y sus hijos.

Un día los trabajadores de Casagrande se animan a presentar pliego de reclamos; pero nadie se atreve a llevarlo a la gerencia por temor a las represalias. Leguía, magnate del azúcar, ha sacado ya las garras represivas, y los hacendados de la región se sienten seguros y autorizados para todo género de abuso. Hay temor en las filas proletarias. Entonces el muchacho Arévalo, ése mocetón porfiado, dice: "Yo voy a llevar el pliego". Los directivos de la empresa se niegan a recibirlo. El aprendiz de mecánica se impone, y deja el documento sobre el escritorio de la gerencia. Corre Noviembre de 1920.

Los patrones proceden a tomarlo prisionero. Acuden varios del grupo rebelde a libertarlo; también quedan prisioneros. Entonces los trabajadores de Casagrande recurren al arma decisiva. La huelga arranca no sólo la libertad de los prisioneros, sino la aceptación de los puntos reclamados.

Es, en realidad, sólo una maniobra dilatoria. Lo cierto es que el joven de 17 años es aclamado por sus hermanos de trabajo y sufrimiento.

Días después, la soldadesca se instala en la hacienda y emprende una cacería de rebeldes. Entre los numerosos apresados está Arévalo, que entonces sufrirá su primer exilio. Es enviado por barco al Callao.

Meses después retorna a Trujillo, no sin haber establecido contacto con los luchadores obreros de Lima y Callao. Arévalo entra a trabajar en la maestranza ferroviaria del puerto de Chicama. Luego ingresa como mecánico en las minas de Quiruvilca. Termina por regresar a Trujillo, donde abre, en 1924, un taller de mecánica, en el barrio La Unión.

 

LA TAREA INTELECTUAL

 

Esa etapa permite a Arévalo desplegar sus facultades intelectuales. Se vincula con el Grupo Norte, encabezado desde 1916 por Antenor Orrego y vinculado desde entonces con las demandas obreras, que habían estallado violentamente en 1912, año de la mayor masacre de obreros en el Perú, la de Chicama.

Del Grupo Norte habían salido hacia Lima y hacia Europa Victor Raúl Haya de la Torre y César Vallejo. En la Trujillo señorial quedaban otros jóvenes rebeldes: Alcides Spelucín, Américo Pérez Treviño, Manuel Godoy, Julio Esquerre, "Esquerritoff", Julio Espejo Asturrizaga.

En 1926, Arévalo ejecuta un intermezzo sentimental. Se casa con la muchacha que es su novia desde hace tiempo, Edelmira Huiman. Es felíz. Puede por lo tanto emprender con nuevos bríos la lucha.

En 1928 existían en Trujillo dos instituciones que atraían por igual el interés del joven mecánico. Una era el Ateneo Popular, que quedaba frente a su taller. La otra era el Club Sport Unión Trujillo, del cual era fundador y dirigente. Un día de 1928, Antenor Orrego se presentó como expositor en el Ateneo. Al final se desarrolló un debate en que intervino, macizamente, un joven que esa noche manifestó a su esposa Edelmira: "he conocido a un gran hombre y me ha manifestado que valgo".

De allí arranca la estrecha amistad entre el crítico y ensayista, y el trabajador manual que se cultiva con ahínco, porque ha comprendido que la cultura es un arma de liberación. Dieciocho años después, en la pequeña revista aprista de Trujillo "Sayari", que dirigía Abraham Arias Larreta, Orrego publicaría un homenaje en que dice, apretada y certeramente: "Peón de campo en los primeros años de su vida, mecánico experto y calificado, después. Cerebro radiante, perfectamente organizado para la acción y para la comprensión del pensamiento más profundo. Sensibilidad fina y delicada para la capacitación estética, para la percepción de la poesía y del arte. Causa pasmo, si no fuera indicio de una América nueva que está haciendo, el sufrimiento de esta flor exquisita en las entrañas mismas del pueblo".

En 1930, después de muerto José Carlos Mariátegui, se produce la caída del régimen tiránico de Leguía. Es también la época de la gran crisis económica. Las masas se lanzan al combate por una revolución social que no se produce. Hay crisis revolucionaria, pero ella no llega a convertirse en crisis política nacional, debido al sectarismo del partido comunista dirigido por Eudocio Ravines, por un lado, y a la inflexión reformista que Haya implanta en el partido por él creado. Con todo, en ausencia del Amauta Mariátegui, el Apra concentra aluvionalmente la esperanza de los sectores urbanos del pueblo. Haya vuelve de la persecución y del destierro, como un fulgurante apóstol del verbo encendido. Tiene 35 años de edad y una concepción orgánica y organizativa de la política.

 

CAPTACION PARTIDARIA

Lo primero que hace Haya al retornar al Perú es captar a los elementos universitarios de la reforma, y a los cuadros proletarios, en particular a muchos de los anarquistas que pelearon por la jornada de ocho horas.

Antenor Orrego captó a Arévalo para el Apra. Eran tiempos vertiginosos, que exigían decisiones rápidas. La gran transformación parecía inminente, y no para un grupo de iluminados, sino para la inmensa mayoría del pueblo. Fue así como Arévalo resultó elegido por abrumadora mayoría Diputado al Congreso Constituyente de 1931.

En esos tiempos organizó en la zona cañavelera protestas por las masacres de Oyolo y Malpaso. En los días de la masácre de Paiján -cuyo dolor traspasa el tiempo en los tremolos de un valse hermosísimo-, Arévalo, parlamentario de combate, se enfrentó a los esbirros. En medio de las balas, les exigió detener la matanza. Los campesinos de Paiján se habían rebelado contra los abusos de los señores feudales y de la tiranía.

Poco después, el régimen despótico de Sánchez Cerro expulsó de la Constituyente a 22 diputados apristas y uno descentralista. Los apristas fueron desterrados a Panamá, donde Arévalo consiguió prestamente trabajo como mecánico en el Canal. Pero la tierra peruana le atraía, por virtud de afectos íntimos y ansia de revolución.

No podía olvidar los días previos a su destierro en que con Manuel Barreto, el "Búfalo" (ese gigante rebelde, especie de Bakunin proletario) planeaba el asalto al cuartel O'Donovan de Trujillo. Un día en que se hallaba en Colombia, Arévalo escuchó por radio la noticia de que estaban bombardeando el trujillano barrio de La Unión. Había empezado la revolución de Trujillo. Decidió entrar al Perú clandestinamnente. Corría 1933.

En el Perú, se dirigió al norte. Eran los días de la clandestinidad del Apra. Haya lo nombró secretario general del Comité Regional del Norte y delegado de la Jefatura con poderes especiales. En la lucha ilegal, Arévalo se mostró como un gran organizador. Una red subterránea orquestaba el movimiento de las masas apristas. En esos días acuñó el lema que el Apra haría suyo: Fe, Union, Disciplina y Accion.

La actividad de Arévalo no sólo se ejercía en el norte.Se plasmaba también en Lima, donde solía reunirse, furtivamente, con Haya. El Jefe del aprismo, después de una balacera en que estuvo a punto de perder la vida, pensó en que el joven trabajador manual era el único capaz de reemplazarlo en la dirección, en caso de que él muriera.

 

 

FAMILIA E INFORTUNIO

Así consta en el libro "Haya de la Torre y el Apra", de Luis Alberto Sánchez, editado por Editorial de Pacifico en Santiago de Chile, 1955. Una carta de Nicanor Mujíca, compañero de clandestinidad de Haya, lo dice: "Haya de la Torre recibió la noticia del asesinato de Arévalo en su escondite en casa de G.B. "El Viejo" me había manifestado en un momento de angustia, cuando la policía lo cercaba y temía por su vida, que si algo podía valer su voto póstumo, él votaba porque Arévalo fuera Secretario General del Partido, encargándome que lo manifestara así..."

No descuidaba Arévalo la vida familiar. Desde las sombras de su escondite, llegaba en algunas madrugadas hasta su hogar. Acariciaba a sus hijos, entre la noche y la aurora; abrazaba a su mujer, y volvía a sumergirse en el secreto. La "policía secreta" -así llamaban antes a lo que se denomina Seguridad del Estado-, sabidora de su ternura de varón cambativo, maquinó el asesinato de su pequeño hijo Victor Manuel, de siete años. Lo metió en un pozo. Esperaba que el perseguido llegara al velorio.

El régimen de Benavides, que había reemplazado al de Sánchez Cerro, temía a ese hombre inasible que podía organizar huelgas y paros totales en la zona azucarera; que infiltraba periódicos y volantes por todos los poros de la sociedad, y que lo mismo agitaba a un grupo de obreros que dictaba conferencias a jovenes universitarios.

El 1ro. de febrero de 1937 lo capturaron en las inmediaciones de Mansiche. Estaba escondido en un subterraneo. Hubo, parece, una delación.

Quince días lo tienen prisionero allí. Mediante un procedimiento de prodigioso ingenio, establece comunicacion con su esposa. Pronto lo toman en sus manos policías llegados de Lima, que lo introducen en una camioneta. Está esposado y con los pies engrilletados. En el camino se cruza con un camión en el cual viaja Roberto Valdivia, que es su pariente. Arévalo le grita: "avisa a Mila que me llevan a Lima". Y le enseña las manos esposadas. A la altura de Cerro Colorado, son interceptados por otro vehículo policial, cuya tripulación indica que debe llevarse al prisionero. Cumplida la orden, el nuevo destacamento ordena a Arévalo que camine hacia el arenal. Después de un tránsito de pocos metros, le disparan por la espalda. Los soplones Enrique Espantoso, Ricardo Polo y Luis Saldarriaga habían cumplido su misión.

La familia de Arévalo quedó en la más rotunda pobreza, signo de la honradez del mártir.

En los originales de Orrego que Arévalo había estado mecanografiando, se lee: "No se puede plantar hoy la revolución, cualquiera que sea el pueblo de la tierra, desde el punto de vista contemporáneo, si no dentro de los marcos teóricos y prácticos del marxismo" (Pueblo Continente", Pag.117).

Lanzados a la aventura de la imaginación, manejando el azar y sus límites, uno puede suponer que el destino del aprismo no hubiera sido igual al que fué si es que no hubieran muerto hombres de fibra obrera, como Manuel Arévalo o Manuel Barreto.

El hecho de que hombres como ellos amasaron la fuerza y la mística del Apra y que la masa aprista, cada año, se dirige en peregrinación a lo que se ha dado en llamar "El Altar de la Fraternidad Aprista", la tumba del héroe popular. Llegan allí

de Chiclayo, Trujillo, Chimbote, Casma, Huarmey, Barranca, Pativilca, Haciendas azucareras y Lima. Es gente sencilla, de abajo, que en muchos casos es aprista sólo por tradición familiar. Hasta allá iba todos los años Haya de la Torre, aunque algunos líderes parecen considerarlo hoy un ritual extemporáneo. Pasa con los partidos lo que pasa con los pueblos: pierden la memoria.

Ciro Alegría, que rompió con el Apra en 1948, previa una crítica ideológica tajante, me contó que apenas vuelto al Perú a fines de los años 50, se dirigió a la casa de Manuel Arévalo. Fue a rendirle homenaje a doña Edelmira, la mujer que acompañó a Arévalo, le dió dos hijos y asumió con dignidad todas las consecuencias de pobreza y olvido. Ella preparó a Ciro sus cuyes y su chicha.

Imagino a Ciro bebiendo a poquitos su vaso de chicha cargado de tiempo, de historia, de tristeza y combate.

 

 

*La biografía del mártir aprista Manuel Arévalo ha sido editada y está a la venta. Los interesados en adquirir éste libro pueden llamar al teléfono número 8688030 (Lima) o directamente en el local de la CENTRAL DE DESPEDIDOS Y DESEMPLEADOS DEL PERU en la Av. Arequipa 330 of. 707.