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"He tenido a mi lado a la mujer de mis sueños, y la he dejado escapar" (SHUATO)                                        

                                        La Esencia del Encanto Personal

Basado en la publicación de la revista Selecciones del Reader's Digest,  Noviembre de 1967

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El encanto personal es el arma secreta, la suprema seducción contra la cual hay pocas defensas. Si uno lo posee, no necesita dinero, ni belleza, ni linaje. Es un don, que se da para ser dado a su vez, y que cuanto más se da mas se tiene.

El encanto personal es un aura, un perfume invisible que flota en el aire; si se ve, se pierde el hechizo. El encanto es dinámico y no puede suprimirse a voluntad. En cuanto  a sus elementos, no hay formula fija. Una gran variedad de ingredientes van en el caldero, pero sus mágicos efectos deben ser totales no es posible estar "casi" o "parcialmente" encantado.

En la mujer, el encanto personal es probablemente más completo que en el hombre y requiere una gran variedad de sutilezas. Es cierto fulgor en el rostro, la peculiar efusión de una bienvenida, un sostenido aire de satisfacción por nuestra compañía y un callado pesar ante una despedida. la mujer con encanto personal no encuentra a ningún hombre insulso; en realidad, en su presencia, él se transforma no solo en un ser distinto, sino en la clase de persona que anhela ser. Una mujer así da vida a sus ilusiones mas hondas, porque agrega la necesaria  fuerza de convicción a la vieja sospecha de que él es rey.

De la mujeres que me han fascinado mas, en la patria grande, son exactamente siete. La primera tenia el bellísimo nombre de Betty, el lugar de nacimiento me es incierto pero tenia una personalidad  sencilla, era la  mujer que merecía ser amada y cuidada, pero así como el viento la trajo se la llevo y desapareció; la segunda  era una mujer con el nombre de Virginia, lo que me atrapo de ella, fue el aroma que tenia, además de la belleza que poseía y las grandes habilidades deportivas; la tercera con el nombre de July, me cautivo la forma en que caminaba, como me miraba, y en especial como con sutileza me rechazo y actualmente la veo caminando en la calle y avenidas con un hijo; la cuarta, con el nombre Lourdes, la conocí en la universidad, me enloqueció el color gris de los ojos y el cabello castaño, pero también como el viento la trajo también se la llevo; la quinta la mas especial de todas, la delgada figura que poseía, el cabello largo y castaño, la sencillez al vestirse, la delicadeza al mirar y autorizarte una conversación, su  timidez, que se confundía con la alegría que irradiaba, y en especial me agradaba su compañía, y ver las bellas manos que tenia, perfectas, perfectas, su nombre solo se comparaba con su belleza interior, Marisol, si, simplemente Marisol, hice todo lo posible  por encontrarla otra vez, no volví a verla hasta ahora; no tan importante la sexta tenia el nombre de Nieves, solo fue una persona mas; la séptima, me atrapo por lo que podríamos llamar un amor compasivo, ya que la observe por un tiempo, viendo su estado social, además de la belleza que poseía, mas físico que otra cosa, sin haber dejado alguna mella sobre mi persona, ahora que estoy con el poderoso tiempo a mis espaldas,  debo encontrar el antinemesis de mi personalidad.

En mi gran busqueda de la felicidad en los que he estado inmerso estos ultimos años, y haber sentido los sinsabores del exito y el fracaso, Dios tenia la carta bajo la manga o dire tenia a la persona que ahora maneja los destinos de mi vida. creo estar de acuerdo con aquella frase que se utiliza en la medicina y que a la letra dice que lo bueno siempre viene en frascos pequeños.

El encanto envuelve a la mujer con ese resplandor de felicidad que atrae al hombre, quien, ante el carácter femenino, reafirma su masculinidad  y renueva su impulso vital. Su encanto reside también en cierto aire de maternalismo intemporal, en el efecto tranquilizador de su sola presencia, que puede disipar en el hombre la ira y frustración de un instante y hacerlo reponerse, a voluntad, de sus fracasos.

En el hombre, el encanto personal, presumo es la habilidad de conseguir  la adhesión de una mujer mediante un reconocimiento  de su singularidad, es ser notado sin ser notable. es de nuevo el caso de ser absorbido totalmente, de olvidar realmente la existencia de otros, porque  nada traiciona mas fatalmente que la sugestión de una mirada errante. La admiración silenciosa es admirable, pero rara vez suficiente; lo que vale es lo que el hombre dice, sus osadas declaraciones, el vuelo de su fantasía, el descubrimiento de virtudes ocultas. El hombre se enamora con los ojos, la mujer con el oído; ningún hombre debe preocuparse demasiado por la edad. Dijo una vez un Voltaire ya marchito "Dadme unos minutos la palabra, sin enseñar la cara, y seré capaz de seducir a la reina de Francia".

Pero el encanto  no esta solo relacionado con lo sexual; adquiere formas variadas y menos ardientes que el instinto. La mayoría de los niños lo tienen -hasta que se lo hacen saber- y también los viejos que nada pueden perder; los animales también, por supuesto. En los niños y los animales pequeños, a menudo, en la forma de la cabeza y en la mirada casta e inocente; en las muchachas y en los potrillos, esta en el andar torpe, a tropiezos, en la  incapacidad para gobernar sus movimientos con las piernas. Pero ese encanto es pasivo y atrae porque despierta nuestro instinto de proteger al débil.

Uno descubre al que tiene encanto. Pero ¿puede adquirirse esta cualidad?. En realidad, no, porque es original, innata. O es algo que evoluciona naturalmente de otra cualidad, como el simple deseo de hacer feliz a la gente. Por cierto, el encanto no se adquiere con algunos trucos como es el de fruncir  la nariz, o dar un tono risueño  a la voz. Pero, por otra parte, existe una antena, una sensibilidad  interior respecto de los otros, que la mayoría tiene y que puede enriquecerse si se le presta atención.

Pero  en un estudio del encanto personal ¿que otra cosa busca uno?. Aparte de la facultad de escuchar -la mas rara de las virtudes-, aparte del valor y la sensibilidad humanos, y de la facultad de ser agradable, existe una generosidad que nada exige en cambio. El encanto se derrama generosamente sobre el joven y el viejo, el pobre, el feo, el tonto o el gordo mas humilde de la esquina. se revela también en una sensación de tranquilidad, en modales correctos y llenos de naturalidad, y menudo en un donaire nacido mas de la confianza y la serenidad mental que de la juventud. Cualquiera que la posea será mas que popular; será un terapeuta social.

El encanto personal, en ultima instancia, es el mas poderoso elemento de la conducta; proporciona a la persona la oportunidad de dar a su existencia un instante de gloria. Se asemeja al amor en cuanto se impone sin la fuerza, prodigando sus dadivas como la luz del día que nace. Atrapa a su victima, pero nunca castiga, y desarma desarmándose a su vez; ataca sin herir, gana guerras sin bajas, aunque por supuesto no sin victimas.

En el arsenal del hombre, el encanto personal es un dardo mágico, liviano y sutil como un colibrí. pero es falaz en un aspecto: como el sentido el humor, si uno cree poseerlo probablemente no lo posee.

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                        "El día que digas que eres grande, dejaras de serlo" (shuato)