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BIOGRAFÍA DE JUAN RULFO

 

 

Fragmento de Pedro Páramo

Obras

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LA MAS REMOTA LEJANÍA

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno nació en la casa número 32 de la calle Francisco Madero de Sayula, en el estado de Jalisco, el 16 de mayo de 1917. Sus padres fueron Juan Nepomuceno Pérez Rulfo y María Vizcaíno Arias. El México de entonces se hallaba convulsionado por la violencia de los días finales de la revolución, por lo que la familia debió mudar de residencia constantemente. Así, sus hermanos nacieron en diferentes localidades: Severiano en Apulco, Francisco en Guadalajara y Eva en San Gabriel. En este último lugar, Juan cursó sus primeros años de escuela, pero sus estudios se vieron interrumpidos por la guerra de los cristeros. Desde niño fue consciente de la soledad individual y de la injusticia social.

En 1923, su padre fue asesinado y el crimen nunca fue esclarecido. Cuatro años más tarde, en noviembre de 1927, murió su madre y él y Severiano, su hermano mayor, pasaron a vivir en el orfanato Luis Silva en Guadalajara. Sus hermanos menores, Francisco y Eva, quedaron en San Gabriel a cargo de la abuela paterna, María Rulfo. En el orfanato, su gusto por la lectura a la vez que su ensimismamiento natural se ahondaron. En tiempos de vacaciones acudía a visitar a sus hermanos y aprovechaba para dar rienda suelta a su afición por la fotografía y las largas caminatas. Al mismo tiempo, los lazos con la abuela se estrechaban, tanto así que todo parece indicar que la adopción del apellido Rulfo fue a petición de ella. Los tres hermanos del escritor lo adoptaron por vías legales, mientras que él, pese a que nunca formalizó el cambio, firmó sus dos libros con ese apellido. Aunque su familia era de terratenientes, Juan Rulfo conoció el significado de la miseria campesina, no sólo en su tierra natal, sino también mientras laboró como agente de migraciones de la Secretaría de la Gobernación, cuando tuvo la oportunidad de visitar otras regiones de México. Esa experiencia pasada por el tamiz de su sensibilidad extrema hizo de él un escritor.

 

LA REVOLUCIÓN DE LA NOVELA

Pedro Páramo apareció por primera vez en 1955. Esa brevísima novela representó la renovación de la tradicional novela de la revolución (ver recuadros), que se había mantenido sin mayores variantes y cuyo valor había pasado a ser únicamente su carácter de manifiesto de la historia de México. Monótonas en temática y técnicas narrativas, las obras de este género contaban los hechos de una manera puramente descriptiva: el relato en sí se perdía ante la exactitud y languidez de la historia. Rulfo representa, pues, el cambio: Pedro Páramo se constituye en el manifiesto de una forma nueva de enfocar los temas y es testimonio de la innovación de técnicas narrativas que llevaron a la nueva novela latinoamericana. Tales innovaciones ya se habían estado perfilando en El llano en llamas, conjunto de diecisiete cuentos aparecido en 1953. Antes, Agustín Yáñez con Al filo del agua de 1947 y José Revueltas con El luto humano de 1943 habían apostado por un cambio temático, abordando aspectos novedosos, como el sentimiento individual y colectivo de los personajes. Rulfo fue aun más allá para construir un mundo narrativo inédito hasta entonces. En su obra, los temas propios de la novela de la revolución pasaron a ser simples motivos para mostrar algo más importante: la revolución interior de los personajes. Así, los sentimientos dejan de reflejar la historia mexicana, para asirse a una perspectiva universal que pasa por la violencia, la tragedia, la desesperanza, el mal, en buena cuenta, lo humano.

 

RUTAS PERSONALES

Después de concluidos sus estudios escolares, Juan Rulfo se instaló por un tiempo en la capital del país. Más adelante, hacia 1937, consiguió un empleo como agente de migraciones en Guadalajara y allí se instaló en casa de su abuela. No había abandonado sus primeras aficiones (la lectura, la fotografía) y a ellas sumó un gusto especial por la música y la pintura. Al parecer fue por esa época que empezó a escribir, pero de esos lextos iniciales nada 0 casi nada se ha conservado. Y es que Rulfo fue un escritor que se exigía mucho. De hecho se sabe que, además de los únicos dos libros que publicó en vida, escribió otros que nunca vieron luz de imprenta pues él mismo los destruyó. Esta severidad es comprensible para el lector de su obra: los suyos son textos que ostentan un rigor formal, una voluntad de estilo y una técnica sumamente elaborados. Fue en una de sus largas caminatas por las calles de Guadalajara que conocióaClara Aparicio, con quien poco después se casó. La pareja se trasladó a la capital, donde el escritor trabajó en diversos puestos, siempre desvinculados de todo quehacer literario. Así. hasta su muerte, ocurrida el 7 de enero de 1986, Rulfo se mantuvo lejos de los reflectores de la fama y aun cuando su obra fue reconocida pronto (en 1956 ganó el premio Xavier Villaurrutia, en 1970, el premio Nacional de Letras y en 1983, el premio Príncipe de Asturias), él nunca concedió en ser un escritor de salón.

 

PRIMERA PIEDRA

Ya con la publicación de El llano en llamas, Rulfo se había ganado un lugar en la literatura de su país. Los diecisiete cuentos allí contenidos, entre los que destacan "El hombre", "Talpa", "¿No oyes ladrar los perros?", "Luvina", "Acuérdate" y "Es que somos muy pobres", mostraban ya una renovación técnica y un interés por mostrar aspectos inéditos de la vida rural mexicana. Sin embargo, no se puede negar que Pedro Páramo trajo la consagración definitiva de su autor. "A Pedro Páramo yo le quité muchas páginas, como unas cien páginas, pero después ni yo mismo lo entendí. Después inventé que era un libro para leerse tres veces y a la tercera vez pues ya se entendía de qué trataba. Y lo que me gusta es esto, que la gente de mi generación nunca entendió, nunca pudo leer el libro". Estas palabras de Rulfo explican la reacción que causó Pedro Páramo desde que apareció. Y es que, contenía una nueva forma de narrar.

Ambientada en la etapa inmediatamente anterior a la Revolución Mexicana, trata de la historia de Pedro Páramo, un cacique que hace mucho daño al pueblo de Cómala y a quien va a buscar Juan Preciado, su hijo. Sin embargo, bajo esta apariencia realista se esconde un mundo mágico, pues, en principio todos los personajes están muertos. Así, poco a poco y a través de sus encuentros con las almas de quienes habitan Cómala, Juan Preciado, reconstruye la historia de su padre, que es, también, la historia de Cómala. Cómala es, de alguna manera, el pecado, el infierno y de ahí la constante alusión al calor de la tierra. La narración no sigue una secuencia lineal ni temporal ni espacialmente y las voces de los personajes se mezclan en un conjunto de monólogos. Los críticos han visto en el viaje de Juan Preciado diferentes significaciones: la búsqueda de la identidad individual y colectiva, el regreso al paraíso perdido o el encuentro con el binomio padre-dios.

 

UN INFRAMUNDO

Cuando en 1945 aparecieron los primeros cuentos de Rulfo ("La vida no es muy seria en sus cosas" en la revista América y "Nos han dado la tierra" y "Macario" en la revista Pan), la crítica los catalogó de regionalistas. Y es que en esos años hubo en México un resurgimiento de la narrativa indigenista, con autores como Rosario Castellanos, Ricardo Pozas,Francisco Rojas y Cipriano Campos. Pero Rulfo no es propiamente un autor neoindigenista. Su obra se centra en el mundo rural mestizo, mas no en el indígena. Destaca en ella no sólo el mestizaje racial, sino sobre todo uno de carácter cultural: las creencias propias del sincretismo religioso, con la recomposición de lo católico en los mitos de los pueblos campesinos. Es en ese punto entre el sincretismo cultural y el mestizaje racial que está el tema común a toda la obra de Rulfo. ElllanoenllamasyPedro Páramo se ubican alrededor de dicho eje y varían sólo en aspectos exteriores. Se desprenden de allí varios temas: la soledad, el sentimiento de culpa, la transgresión de las normas religiosas, el pesimismo, la desesperanza, el desprecio por la muerte. Todo ello surge de la condición de inferioridad de los personajes ante su entorno. Los personajes se saben sin esperanza, pues su única salvación posible, la Iglesia, aparece como un ente extremadamente rígido; más que un punto de apoyo es un fiscal que acusa. Así, el único fin de la vida de los personajes rulfianos es el apego a sus tierras (lo único verdaderamente suyo) y es su pérdida la que inicia el camino hacia la muerte. En el México de Rulfo no impera, sin embargo, el miedo a la muerte, sino a la condena eterna: los personajes (casi siempre campesinos) viven su situación como un castigo divino y por ello no buscan remediarla, pero temen por el castigo final y el eterno. No se trata, pues, de la situación de los indígenas. Rulfo siempre resaltó que no escribió sobre ellos porque sus mentalidades son muy herméticas. A lo otro, en cambio, le era más fácil acceder, tanto así que retrató las miserias, pecados y desventuras de la gente que habita ese mundo, ese inframundo no sólo en sus textos, sino también en su fotografía.

 

EN EL CINE

Aunque siempre prefirió la fotografía, Rulfo estuvo estrechamente ligado al cine, pues no sólo elaboró numerosos argumentos y guiones, sino que también varios de sus cuentos y su única novela fueron adaptados para la pantalla grande. Así, en 1955 se filmó el largometraje Talpa, basado en el cuento del mismo nombre, pero Rulfo no participó directamente en la producción. Cinco años más tarde, el escritor preparó los diálogos para el corto El despojo. Asimismo, escribió el argumento para Paloma herida, cinta que dirigiera Emilio Fernández en 1962. 1964 fue un año especialmente activo: a partir de un argumento de Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y el director Roberto Gavaldón escribieron el guión de El gallo de oro; también se filmó La fórmula secreta con argumento del escritor y, además, Rulfo apareció en En este pueblo no hay ladrones, versión para el cine de un cuento de García Márquez. En 1966, Pedro Páramo fue llevada al cine por primer vez. En 1972 se filmó El rincón de las vírgenes, basada en "Anacleto Morones" y "El día del derrumbe" de El llano en llamas. No oyes ladrar los perros, basada también en un cuento de El llano en llamas, se realizó en 1974. Fue una coproducción mexicano francesa y contó con música de Vangelis. La segunda adaptación de Pedro Páramo, que tuvo música de Ennio Morricone, fue hecha en 1976. El mismo Rulfo participó en la elaboración del guión. Finalmente, en 1978 se realizó el corto El hombre, basado en el cuento del mismo nombre.

 

LO NUEVO Y LO VIEJO

Rulfo dijo alguna vez que en su narrativa, más que por la búsqueda de un estilo depurado, se guió por la intuición y el trabajo. Es quizás por ello que lo primero que llama la atención de su obra es la simplicidad de su lenguaje. Dijo también que trató de evitar la retórica y de matar los adjetivos. Estas intenciones lo llevaron a escoger personajes rurales, por su vocabulario sencillo. Sin embargo, su intención no fue imitar el habla campesina, sino recrearla. Creó de ese modo un lenguaje, que si bien no se corresponde estrictamente con el lenguaje popular, basta para captarlo. Lo contrario habría implicado la necesidad de un glosario para comprender su obra.

Sus textos se caracterizan por la particular voz del narrador: en primera persona generalmente, a veces en tercera persona (como un personaje testigo), casi nunca aparece un narrador impersonal. Esta preferencia otorga mayor realidad a los personajes de sus historias. Además, los narradores en primera persona pueden dar a conocer qué es lo que piensan y en ese sentido cobran valor las secuencias de monólogos o la no intervención del receptor a quien se dirige el narrador. Así, en la obra de Juan Rulfo confluyen los temas de la novela de la revolución con innovaciones técnicas que le otorgan un carácter inédito. Se caracteriza por un estilo simple, donde lo más importante es la particular voz del narrador y el corte temporal de la secuencias. No narra simplemente una historia, busca nuevas situaciones y formas de hacerla efectiva.

 

 

 
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