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Herencia Cristiana

 

 

Crimenes Sexuales en la Iglesia Catolica

El caso del Padre Geoghan

 

 

Durante años, el cardenal de Boston dejó en sus cargos a sacerdotes acusados de acosar sexualmente a niños. Ahora los católicos de todo el país se enfrentan a escándalos similares y  cuestionan el hermetismo de la iglesia.

  

 

PATRICK MCSORLEY, un tribulado hombre de 27 años, recuerda vívidamente la tarde de julio de 1986 que “cambió totalmente mi vida” Tenía 12 años. Estaba jugando béisbol en su barrio de Boston cuando escuchó que su madre lo llamaba desde su apartamento. Cuando acudió, ella le presentó al sacerdote John J. Geoghan, un antiguo amigo de la familia que acababa de enterarse de que el padre del niño se había suicidado unos años antes. El cura lo invitó a tomar un helado. Mientras manejaba lentamente, el padre Geoghan acarició la pierna del niño. “Lamento la muerte de tu padre”, le dijo en tono consolador. “Para un niño como tú, esa es una pérdida terrible” McSorley recuerda que, al terminar de pronunciar las últimas palabras, el cura le había metido la mano dentro de los pantalones. Aterrado, no pudo decir nada. Con el rabillo del ojo, pudo ver que el sacerdote se acariciaba a sí mismo. Recuerda haberse quedado con la mirada fija hacia afuera durante mucho tiempo, mientras el helado se derretía y chorreaba por su brazo, hasta que no quedó nada. McSorley —quien dice que comenzó a sufrir ataques de ansiedad y depresión poco después de la visita de Geoghan— presentó una querella contra él y su superior, el cardenal Bernard F. Law. La semana pasada, en la oficina de su abogado, recordó las últimas palabras que le dijo Geoghan: “Nosotros guardamos secretos. Somos muy buenos guardando secretos. ¿Té gustaría que te visitara de nuevo?”

El primer domingo de cuaresma, el cardenal Law ofició misa en la catedral de la Santa Cruz de Boston y en su sermón volvió, por enésima vez, a pedir disculpas por el escándalo que rodea a Geoghan. “No siempre tomamos decisiones sagradas” dijo, “y acudimos a Dios en busca del perdón que siempre está dispuesto a otorgamos':

A los 70 años, Law está implicado en una controversia trágica, que potencialmente podría arruinar su carrera, y no puede ocultar su angustia. Cuando da la mano a los feligreses lo hace con firmeza, pero en el rostro muestra agotamiento y temor. La crisis se ha estado gestando durante décadas —desde mucho antes de que Law llegara a Boston—, pero la avalancha comenzó el 6 de enero, cuando el diario The Boston Globe publicó en su primera página que la arquidiócesis de Boston había trasladado a Geoghan, sabiendo que era un pervertido sexual, de una parroquia a otra durante 30 años. (Geoghan, de 66 años, fue sentenciado la semana pasada a una condena de nueve a diez años de prisión después de ser encontrado culpable de acoso sexual contra un niño de diez, pero los abogados dicen que sus victimas podrían llegar a 130.) El cardenal, quien previamente había defendido cómo su arquidiócesis había tratado la situación, se retractó y pidió disculpas. The Globe también informó que la arquidiócesis había pagado, privadamente, diez millones de dólares para llegar a acuerdos en unos 50 casos contra Geoghan. Una vez más, el cardenal se disculpó y según personas bien informadas, entregó a las autoridades del estado los nombres de 60 ó 70 curas que habían sido acusados de acosar sexualmente a menores en los últimos 40 años. Otros jerarcas de la iglesia bostoniana entregaron una docena más de nombres, según fuentes. Esa cifra podría subir a más de 80. La arquidiócesis no quiso hablar específicamente de demandas judiciales, pero se sabe que todavía hay 86 procesos civiles pendientes contra Geoghan, y por lo menos se han hecho otras seis acusaciones contra otros curas de la arquidiócesis. Muchas de ellas mencionan al mismo cardenal por no proteger a los niños a su cuidado. Law rehusó conceder una entrevista para este artículo.

Nunca antes había sucedido algo similar en Boston, una de las comunidades católicas de mayor influencia en EEUU. Muchos clérigos están indignados por la forma en que Law trata el asunto; se dice que algunos se sienten tan humillados que han dejado de usar sus característicos cuellos blancos en público. La mitad de los católicos de Boston, según una encuesta, quiere que el cardenal renuncie, una posibilidad que él rechazó recientemente en un apasionado sermón. “Nuestra fe no depende de los cambios de la opinión pública' declaró. Pero la opinión de Roma es importante, y el destino de Law casi con seguridad ha sido el tema de preocupados susurros en los corredores de mármol de El Vaticano. Observadores ven poco probable que Law sea obligado a renunciar. Pero los escándalos sobre un posible encubrimiento pueden crecer sin control. “La iglesia reaccionó como suelen hacerlo las instituciones: negando, retrasando, desorganizando, engañándose a sí mismos tratando de convencerse de que todo estaba bien'; dice Eugene Kennedy, ex cura y autor de “The Unhealed Wound: The Church and Human Sexuality” (La herida abierta: la iglesia y la sexualidad humana).

Nunca antes había sucedido algo similar en Boston, una de las comunidades católicas de mayor influencia en EEUU. Muchos clérigos están indignados por la forma en que Law trata el asunto; se dice que algunos se sienten tan humillados que han dejado de usar sus característicos cuellos blancos en público. La mitad de los católicos de Boston, según una encuesta, quiere que el cardenal renuncie, una posibilidad que él rechazó recientemente en un apasionado sermón. “Nuestra fe no depende de los cambios de la opinión pública' declaró. Pero la opinión de Roma es importante, y el destino de Law casi con seguridad ha sido el tema de preocupados susurros en los corredores de mármol de El Vaticano. Observadores ven poco probable que Law sea obligado a renunciar. Pero los escándalos sobre un posible encubrimiento pueden crecer sin control. “La iglesia reaccionó como suelen hacerlo las instituciones: negando, retrasando, desorganizando, engañándose a sí mismos tratando de convencerse de que todo estaba bien'; dice Eugene Kennedy, ex cura y autor de “The Unhealed Wound: The Church and Human Sexuality” (La herida abierta: la iglesia y la sexualidad humana).

El análisis va más allá de Boston. Siguiendo el ejemplo de Law, los obispos de Manchester (Nueva Hampshire) y de Portland (Maine) han aceptado entregar los nombres de supuestos transgresores a las autoridades. El viernes, la arquidiócesis de Filadelfia dijo que había encontrado “pruebas dignas de crédito” de que 35 curas habían cometido acosos sexuales contra niños a lo largo de cinco décadas, y que había suspendido a varios de ellos. La semana pasada, el diario Arizona Daily Star pidió la renuncia del obispo Manuel D. Moreno, de Tucson, tras divulgarse que miembros de la iglesia habían pagado millones de dólares en indemnizaciones a nueve ex monaguillos. Los abogados de los demandantes dicen estar recibiendo llamadas diarias de víctimas en Maryland, Nueva York, California, Iowa, Arizona e Illinois. Para algunos defensores de las libertades civiles, la avalancha de denuncias recuerda la cacería de brujas en las guarderías infantiles en la década de 1980.

Se cree que la pedofilia, de la que los investigadores admiten saber muy poco, afecta a un 5 a 6 por ciento de los hombres (aunque casi nunca a las mujeres). Entre ellos, la mayoría nunca cede a sus impulsos. Después de un escándalo sexual a comienzos de la década pasada, la arquidiócesis de Chicago abrió los archivos de 2.252 sacerdotes que habían servido en ella durante un período de 40 años. Sólo uno de los curas resultó sospechoso. Las quejas más comunes eran de adolescentes de 15 y 16 años. Pero algunos investigadores creen que el sacerdocio podría ejercer una peligrosa atracción para los pedófilos, no debido a las oportunidades que les ofrece para sus fantasías, sino por la razón opuesta: para controlarlas. “Un porcentaje muy pequeño de pedófilos podría ingresar al sacerdocio pensando que el celibato resolvería el problema contra el que están luchando”, dice el Dr. Frederjck Berlin, psiquiatra especialista en trastornos sexuales.

Kennedy, tiene otra teoría: la iglesia ofrece un hogar confortable a hombres jóvenes psicológica y sexualmente inmaduros. Los curas “gravitan hacia los niños porque ellos mismos son niños,', dice. Por supuesto, los curas no son los únicos que acosan sexual-mente a los niños; por coincidencia, sólo un día antes de la sentencia de Geoghan, la policía de Nueva York detuvo al cantor de la más prominente sinagoga de Estados Unidos, Temple Emanu-El, acusándolo de abusar de su propio sobrino de 3 años. Él insiste en que es inocente. Anthony Muzzi, hijo, un obrero de la construcción, recuerda a Geoghan como el venerado cura de la familia y un frecuente invitado a cenar en su casa. El estuvo entre las primeras víctimas de Geoghan, a comienzos de la década de 1960, cuando Muzzi tenía “13 ó 14 años”, dice. “Tenía una facilidad increíble para hacer amigos. La gente lo quería mucho”, recuerda. En la noche, dice, Geoghan iba a bendecir a los niños en sus camas, y a veces les susurraba palabras extrañas y los manoseaba. “Me lo hacía a mí, y después a mi hermano y a mis primos en la casa vecina”, señala. Ninguno de los chicos dijo una palabra. “Sabiendo lo que sé, me siento avergonzado y estúpido'; expresa. “Cómo permití que esto sucediera? No hubiera permitido que un chofer de autobús me hiciera eso, entonces, ¿por qué permití que este cura lo hiciera?”

Y sufrir acoso a manos de un cura es una doble traición; las víctimas sufren el horror y la pérdida de la inocencia de un niño que es abusado por su propio padre. Mark Keane, de 32 años, dice que fue violado por Geoghan cuando tenía 14 años en un club para adolescentes de Boston. No conocía la identidad de su atacante, que estaba desnudo. Pero varias semanas después vio de nuevo al hombre, esta vez vestido de cura. Fue entonces cuando se echó a llorar. “En realidad, es una violación del alma”, dice. “No sólo es un abuso físico. Es lo más dañino que pueda imaginarse. Ahora ya no puedo tener fe. Y si quisiera tenerla, no tengo a dónde dirigirme'~

La indignación entre los dos millones de católicos de Boston aumentó ante la gran cantidad de documentación que liberaron los tribunales, después que los periodistas presionaron para verla. A una mujer que dijo que su sobrino había sufrido acoso de Geoghan, Law le escribió una carta en septiembre de 1984: “El asunto en cuestión está siendo investigado y se tomarán las decisiones pastorales correctas” Pero a Geoghan le escribió en 1989: “Tengo confianza de que volverás a proveer excelentes servicios pastorales a la gente de Dios en la parroquia de SantaJulia' Yen otra carta a Geoghan, en 1996, después de aprobar su retiro: “La tuya ha sido una vida efectiva de ministerio, lamentablemente afectada por la enfermedad. Que Dios te bendiga, Jack”

La gran mayoría de los casos se soluciona fuera de los tribunales y casi todos incluyen la condición del silencio. En los casos que van ajuicio, la iglesia a menudo trata de que todos los documentos queden sellados definitivamente. Un portavoz de la arquidiócesis de Boston dice que, con frecuencia, las familias de las victimas optaron por la discreción porque “eran católicos fieles y porque amaban la iglesia”:

Law llegó a Boston en 1984, como un ambicioso obispo que acababa de dejar un puesto en Washington. Geoghan ya había sido acusado de agredir sexualmente a menores durante años. Los documentos judiciales demuestran que el cardenal Humberto Madeiros, predecesor de Law, ordenó que Geoghan recibiera tratamiento en 1980, pero poco después lo nombró pastor adjunto de St. Brendan, en Dorchester, donde supuestamente siguió persiguiendo a niños. En 1984, la historia del padre Gilbert Gauthe, un cura que abusaba sexualmente de menores en Louisiana, ése publicada. Ese mismo año, Law trasladó a Geoghan de St. Brendan a Santa Julia. Dos años después, en respuesta ala debacle Gauthe, la Conferencia Nacional de Obispos Católicos, un grupo sin normas obligatorias que recomienda la política a seguir por la iglesia estadounidense, organizó una conferencia sobre el acoso sexual contra menores. El padre Thomas Doyle, quien entonces era abogado en Washington, había estado investigando el problema. Sus conclusiones fueron asombrosas. Si las violaciones continuaban al ritmo presente, calculó, las compensaciones costarían ala iglesia 1.000 millones de dólares en los próximos 10 años. The Linkup, una organización de Chicago para las victimas de maltrato sexual por miembros del clero, afirma que la iglesia ha pagado por lo menos 800 millones de dólares desde los años 1980, una cantidad que Mark Chopko, asesor general de la Conferencia de Obispos, rechaza, afirmando que la cifra “se aproxima más a unos 250 a 300 millones. Aun así, es mucho dinero”, añade. “Hemos aconsejado, instado, nos hemos golpeado la cabeza contra la pared”, recuerda Doyle, quien es capellán de la Fuerza Aérea en Alemania. “Recomendamos que se informara abierta y honestamente al público. La conferencia de obispos rechazó clin-forme y todo lo que contenía”. Meses después, Patrick McSorley salió a tomar un helado con el padre Geoghan. En 1993, el caso de otro sacerdote salió a la luz pública. El padre James Porter fue acusado de acoso sexual contra 28 niños en la diócesis de Fall River, a sólo 80 kilómetros de Boston, y fue sentenciado de 18 a 20 años de prisión. Esta vez, Law entró en acción. Organizó un panel de expertos para establecer una política formal y pidió la colaboración de todos los curas parroquiales. Publicó el documento que, básicamente, era una guía de procedimiento, y dio una copia a cada sacerdote. Las denuncias seguían ocultándose. El documento no recomendaba en ningún lugar poner a los culpables a disposición de las autoridades civiles. La obsesión de la prensa local con el caso Porter sacó al cardenal de sus casillas, y se estrelló contra el diario The Globe en santa ira. “Por todos los medios, pedimos que la fuerza de Dios caiga sobre los órganos de prensa, especialmente The Globe”, dijo En 1995, un centro de tratamientos recomendó que Geoghan “no debería tener contacto personal con menores sin supervisión”. Durante los años siguientes, separado del trabajo parroquial, estuvo en centros de rehabilitación y asilos para ancianos, mientras las acusaciones en su contra aumentaban. Y siguió atacando a nuevas víctimas, acusa Mitchell Garabedian, quien representa a 118 personas que han demandado a Geoghan, entre ellas McSorley. Finalmente, alrededor de la época en que la diócesis pagó 10 millones de dólares a los acusadores de Geoghan, Law tomó una extraordinaria decisión. Fue a Roma y pidió que se suspendiera a Geoghan. Expulsar a un miembro del clero, por lo general, implica un largo proceso judicial y es posible apelar, pero Law se aseguró de que en este caso la medida fiera irrevocable.

A principios del año pasado, cuando los casos contra Geoghan llegaban a los tribunales, los reporteros de Boston comenzaron a examinar la historia con intensidad, señalando que el cardenal estaba al tanto del comportamiento de Geoghan. En una publicación diocesana, el año pasado, el cardenal lo negó: “Nunca hubo el intento por mi parte de trasladar el problema de un lugar a otro”, escribió. Meses después, The Globe pidió que se dieran a conocer los documentos y la arquidiócesis apeló. El diario triunfó, y las disculpas comenzaron.

La culpabilidad del propio Law reside en lo que significa la frase “lo sabía”. Ha declarado que, pese a que estaba enterado del comportamiento de Geoghan, creía en esos días que un cura como ese podía ser ayudado por medio de la terapia y la rehabilitación. Su creencia fue apoyada por los medicos que asignó para examinar a Geoghan, aunque no eran expertos en ese campo, dicen los críticos. Los aliados del cardenal apoyan esta teoría. “tomó la decisión en un momento y un lugar en que pensaba que era lo mejor que podía hacer”, dice el padre Patrick Farrel, pastor de la catedral de San Pedro de Jackson, Mississippi, antiguo amigo del cardenal. “Nunca podría imaginar a ese hombre haciendo algo que no fuera lo mejor para el niño”. Donna Morrissey, portavoz de la arquidiócesis de Boston, está de acuerdo, describiendo al cardenal como “generoso y buena persona”.

 

Por lo general, los católicos agraviados tienen renuencia a ventilar sus problemas en público, pero este caso es diferente porque los feligreses pueden expresar su descontento reduciendo sus donaciones. Los asesores de Law dicen que las acusaciones pendientes podrían representar más de 30 millones de dólares, pero los abogados de los demandantes calculan que esa cifra será mayor. La arquidiócesis anunció que los pagos a las víctimas no saldrían de las donaciones o de otros fondos recaudados por actividades diocesanas. Entonces, ¿de dónde vendrán? La iglesia dice tener seguros, pero fuentes informadas afirman que la cobertura ha sido irregular en las últimas décadas, y la arquidiócesis está en medio de una litigación con una de sus antiguas compañías de seguros y en disputas con varias otras. Con todo, Law todavía tiene recursos. El día de San Valentín organizó una reunión de su comité de finanzas, un grupo que incluye al famoso administrador de fondos Peter Lyuch. Pidió su ayuda para recaudar dinero a fin de pagar por la litigación y examinó una lista de propiedades que podrían ser vendidas.

En otros lugares del país, la iglesia también parece estar comenzando a aprender su lección. La semana pasada, el obispo de Manchester convocó a una reunión de los sacerdotes de la diócesis para analizar la manera de restaurar la fe de los feligreses después de los escándalos sexuales allí y en Boston. Y los obispos emitieron una disculpa pública:

“En nombre de todos los obispos, expresamos nuestro profundo pesar porque algunos de nuestros sacerdotes hayan sido responsables de estos abusos mientras estaban bajo nuestra vigilancia”. Para sus feligreses, el obispo de Tucson emitió una declaración admitiendo “fallas en el pasado”. Los jerarcas católicos temen que los recientes acontecimientos puedan dañar el reclutamiento de sacerdotes.

En Boston, los tardíos esfuerzos de Law para solucionar el problema han causado buena impresión entre, por lo menos, algunos de sus asociados como John McNeice, quien hacía generosas donaciones y estuvo presente en la reunión de emergencia de San Valentín. “Yo creo en la iglesia”, dice. “Estamos atravesando por un período difícil, pero la iglesia los ha atravesado antes, y lo hará nuevamente”. Por desgracia, todo está sucediendo demasiado tarde para McSorley, quien volvió a ver a Geoghan la semana pasada cuando apareció en un tribunal de Boston. Al ver al ex cura, ahora anciano y algo confuso, McSorley se sintió mal y a los pocos minutos tuvo que escapar para no verlo más. Mientras que la jerarquía de la iglesia se ocupa de relaciones públicas y de las implicaciones económicas causadas por varias décadas de negligencia, McSorley tiene que rehacer el resto de su vida.

 

Referencia

Revista Newsweek

Gracias a Cesar Millam Barcos por la referencia

 

  

 

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Ultima Actualizacion Marzo 15, 2002
por greenman_92553

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