Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

FRANCIA EN MÉXICO

Una de las cosas que más sorprenden en la ciudad de México es la persistencia de la huella francesa en la vida cotidiana. La reminiscencia francesa no solo se advierte en la arquitectura, o en algún trazo urbanístico, sino también en otros aspectos menos evidentes pero no por ellos menos relevantes. Obviamente este influjo empezó a tomar cuerpo con el emperador de México Maximiliano (1864-67)con el respaldo de las tropas de Napoleón III. Pero estos tres años de dominación francesa no bastan para explicar una influencia tan poderosa y tenaz que llega hasta nuestros días. En realidad este apogeo francés en este país tuvo lugar durante el porfiriato.Por ejemplo, fué Maximiliano quién abrió la calzada del emperador, ahora conocida como paseo de la reforma, pero el verdadero esplendor de ese bulevar se debe a Porfirio Díaz. He aquí una de las paradojas que hicieron decir a André Breton que México era la patria del surrealismo. Resulta que Porfirio, ese general tan europeizado combatió en la guerra patriótica contra Maximiliano.Y sin embargo, ese dictador ilustrado fue afrancesado hasta la la muerte; y no es metáfora, pués incluso eligió morir en París cuando podía haberlo hecho en España. El porfiriato fue la época de mayor afrancesamiento en México, no solo en arquitectura o urbanismo, sino también entre los intelectuales y poetas de ese periodo-los modernistas mexicanos- que deboraban las obras de los simbolistas, los parmesianos y los positivistas.

Volvamos al paseo de la reforma, cuyo diseño parece estar inspirado en los campos elíseo de París. Si nos situamos en el louvre, vemos esa perspectiva que empieza en el arco del carrousel, sigue por las tullerías y pasa por el obelisco egipcio que se levanta en la plaza de la concordia, hasta llegar al arco del triunfo de I'Étoile.

En el paseo de la Reforma hay una serie de monumentos en perspectiva, como el Castillo de Chapultepec y el Ángel de al Independencia. No cabe duda que el trazo del paseo de la Reforma reproduce la formula común en la Francia del barón Haussmann. El urbanismo, la apertura de perspectivas monumentales, el ordenamiento del paisaje urbano, Versalles como paradigma a imitar...todo eso viene del racionalismo, del cartesiano.

Por otra parte, la Columna de la Independencia se parece bastante a la columna de Julliet, situada en la plaza de la Bastilla. Incluso, ambas columnas están rematadas por sendos ángeles dorados. Y si la de París está coronada por el Ángel de la Libertad, la de aquí está señoreada por el Ángel de la Independencia.Evidentemente el castillo de Chapultepec-que fue remodelado por arquitectos franceses en tiempos de Maximiliano- es un trasunto de Versalles.Quizá la mejor vista del Paseo de la Reforma sea la que se aprecia desde el balcón del castillo al que se asomaba Carlota para llegar a Maximiliano procedente del Zócalo, fatigado tras una larga jornada de trabajo imperial. Carlota y Maximiliano, toda una historia de amor. Por supuesto, despues Porfirio Díaz vivió en aquel castillo, y fue él quién lo amuebló con el lujo decorativo francés, al estilo Napoleón III, ese que también llaman neo-rococó: una escenografía más bien digna de los indílicos personajes de un Watteau, un Fragonard o un Boucher.

Fantasía francesa

Ahora bien el triunfo del art nouveau en esta ciudad resplandece en el gran hotel de México. Situado a un costado de la Plaza del Zócalo, en la calle 16 de septiembre, su fachada apenas parece anunciarnos nada espectacular, descubrimos en el vestíbulo toda la fantasía francesa allí resumida. El lobby es copletamente modernista, incluyendo la jaula de los pájaros, los herrajes, los ascensores y, sobre todo, el deslumbrante techo de vidrio emplomado, como engastado en gigantescas joyas salidas de un sueño de Gustave Moreau. Muy cerca, en la esquina de Venustiano Carranza y 5 de Febrero, se levanta otro edificio emblemático del apogeo francés en el D.F. Construido en el año 1909, está rematado con un domo decorado con azulejos y grandes ventanales, también con diseño art nouveau, y es muy parecido al edificio de Le Bon Marche ubicado en el boulevard Haussmann, en París. El inmueble lleva un rotulo: Las Fábricas Universales. Durante las dos décadas anteriores a la Revolución, surgió este nuevo tipo de instalaciones comerciales, que aún hoy vemos en el centro de la ciudad, como el Palacio de Hierro, El Puerto de Liverpool, o la Esmeralda, entre otras. Y por si fuera poco el D. F. también tiene su torre Eiffel. Es el mueo del chopo, cuyos planos los hizo el mismísimo Eiffel. Lo cual no es más que una leyenda, sin confirmar, como toda buena leyenda. Lo que sabemos muy bien es que el museo fué adquirido por el gobiernode Porfirio Díaz en Alemania, en 1902, y que un año después su reconstrucción estuvo a cargo de la firma de ingenieros Luis Bachmeister, Duelas y Dörer. No obstante toda esa arquitectura de la era industrial, con sus dos torres, ciertamnete evocan la estructura de hierro devenida seña de identidad de París. Pero la influencia francesa no se limita a unos cuantos atributos arquitectónicos, también se expresa en la gastronomía, sobre todo en las panaderías y dulcerías, en los croissants, en los éclairs y el la baguette. Muchos soldados franceses se uqedaron aquí y se convirtieron en panaderos, y de ahí ese fenómeno culinario, único en toda América Latina, que también se aprecia en las creperías(del francéscrêpe) de la Roma, donde lo mismo te encuentras una crepe de chocolate que una de cuitlacoche. Así llegamos a esas cafeterías de la condesa, con sus toldos rojos a guisa de marquesinas y sus terrazas con mesitas al aire libre, cuya apariencia parisina queda subrayada por los nombres de los establecimientos: Crepeire de la Paix, La de Raclette... La importancia de la repostería francesa llegó a tal punto que, incluso, un acontecimiento histórico ha quedado registrado como la "guerra de los pasteles" (1837-38). Lo que empezó como una escena de cine mudo, terminó en la primera intervención francesa en México, y todo por que un pastelero francés de Tacubaya reclamó que le pagaran lo que le adeudaban.

Mestizaje culinario

La invasión francesa dejó mucha herencia gastronómica en este país. Un ejemplo clásico son los escamoles, un manjar exquisito que se comía en México solo con tortilla hasta que llegaron los franceses y le incorporaron hierbas aromáticas y mantequilla. Los españoles seguramente experimentaron repugnancia ante ese platillo azteca, pero los franceses-comedores de caracoles-no hicieron ascos a esa especie de caviar mexicano. Despúes de todo, del escargot al escamol hay poca diferencia, incluso casi son palabras homófonas. Por cierto, hay aquí un restaurante francés que se llama L'Escargot; una especie de bistrot donde los meseros visten atuendos típicos parisinos. El mestizaje culinario franco-mexicano daría para todo un libro. El fantasma del cocinero de don Porfirio, y sobre todo el de la marquesa de Calderon de la Barca-esposa del embajador de España en México en la época-,saben mejor que nadie como se fraguaron esos guisos híbridos en el comedor del castillo de chapultepec. A parte de eso, ¿hay alguna influencia francesa en el lenguaje, en el léxico del México actual? Claro que sí, la palabra “mariachi”, que tan mexicana suena en todo el planeta, deriva del vocablo francés mariage (boda), porque en Guadalajara, cuando esa región del país recibía la influencia francesa, se organizaban serenatas en honor a los invitados de las bodas. Pero volvamos a los guisos, pasando de las palabras al paladar. La hibridacón de las comidas se detecta ante todo en la cocina franco-poblana, por ejemplo en los chiles en nogada, a los que los franceses añadieron un aderezo, ese batido de nuez con crema, que es la misma formula de la chantilly. Ingredientes como la crema y la leche para las sopas se integraron a la gastronomía de este país y actualmente los mexicanos le ponen mucha crema a sus tacos. El filete de pescado a la veracruzana se prepara igual que en sur de francia, en Marsella. Otra contribución llegada de París tiene que ver con el chocolate, que aquí se tomaba con agua: el detalle de mezclarlo con leche es un invento francés que data del imperio de Maximiliano.

Y ahora pasemos del paladar a la onomástica. Si hubo mestizaje culinario, lógicamente hubo enlaces mixtos, aunque solo sea por aquello de que el amor entra por la cocina. Lo cuál ha dejado también su huella en muchos nombres y apellidos que aún circular por ahí, sobre todo en el interior del país.

SIGUIENTE

ATRAS