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2° Cruzada

Sección 1

1ª parte

2ª parte

3ª parte

4ª parte

Sección 2

1ª parte

2ª parte

3ª parte

Sección 3

1ª parte

2ª parte

3ª parte

4ª parte

 

Imagen de ejemplo

 

Título de la imagen

 

LA SEGUNDA CRUZADA

 

Tras la conclusión de la primera Cruzada los colonos europeos en el Levante establecieron cuatro estados, el más grande y poderoso de los cuales fue el reino latino de Jerusalén. Al norte de este reino, en la costa de Siria, se encontraba el pequeño condado de Trípoli. Más allá de Trípoli estaba el principado de Antioquía, situado en el valle del Orontes. Más al este aparecía el condado de Edesa (ahora Urfa, Turquía), poblado en gran medida por cristianos armenios.

Los logros de la primera Cruzada se debieron en gran medida al aislamiento y relativa debilidad de los musulmanes. Sin embargo, la generación posterior a esta Cruzada contempló el inicio de la reunificación musulmana en el Próximo Oriente bajo el liderazgo de Imad al-Din Zanguí, gobernante de Al Mawsil y Halab o Alepo (actualmente en el norte de Siria). Bajo el mando de Zanguí, las tropas musulmanas obtuvieron su primera gran victoria contra los cruzados al tomar la ciudad de Edesa en 1144, tras lo cual desmantelaron sistemáticamente el Estado cruzado en la región.

La respuesta del Papado a estos sucesos fue proclamar la Segunda Cruzada a finales de 1145. La nueva convocatoria atrajo a numerosos expedicionarios, entre los cuales destacaron el rey de Francia Luis VII y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Conrado III. El ejército germano de Conrado partió de Nuremberg (en la actual Alemania) en mayo de 1147 rumbo a Jerusalén. Las tropas francas marcharon un mes más tarde. Cerca de Dorilea las tropas germanas fueron puestas en fuga por una emboscada de los musulmanes selÿukíes. Desmoralizados y atemorizados, la mayor parte de los soldados y peregrinos regresó a Europa. El ejército franco permaneció más tiempo, pero su destino no fue mucho mejor y sólo una parte de la expedición original llegó a Jerusalén en 1148. Tras deliberar con el rey Balduino III de Jerusalén y sus nobles, los cruzados decidieron atacar Damasco en julio. La fuerza invasora no pudo tomar la ciudad y el rey franco y lo que quedaba de su tropa regresaron a su país junto al monje «milagrero» San Bernardo de Claraval (1090-1153), instigador de la cruzada.

 

Saladino, unificador del Islam

El fracaso de la Segunda Cruzada permitió la reunificación de las potencias musulmanas. Zanguí había muerto en 1146, pero su sucesor, Nuruddín, convirtió su principado en la gran potencia del Próximo Oriente. En 1169, sus tropas, bajo el mando de Saladino,(8) obtuvieron el control de Egipto. Cuando Nuruddín falleció cinco años más tarde, Saladino le sucedió como gobernante del Estado islámico que se extendía desde el desierto de Libia hasta el valle del Tigris, y que rodeaba los estados cruzados que todavía existían por tres frentes.

Después de una serie de crisis en la década de 1180, Saladino finalmente invadió el reino de Jerusalén con 45 mil soldados en mayo de 1187. El 4 de julio derrotó de forma definitiva al ejército franco (23 mil) en Hattin (Galilea). Aunque el rey de Jerusalén, Guy de Lusignan, junto con alguno de sus nobles, se rindió y sobrevivió, todos los Caballeros Templarios(9)y los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y el controvertido conde Reinaldo de Chatillon (asaltante y asesino de caravanas de peregrinos musulmanes) fueron degollados en el campo de batalla o en sus proximidades. Saladino, tras esta victoria, se apoderó de la mayor parte de las fortalezas de los cruzados en el reino de Jerusalén, incluida esta ciudad, que se rindió el 2 de octubre. En ese momento la única gran ciudad que todavía poseían los cruzados era Tiro, en el Líbano.

Es muy interesante la reflexión del escritor, estadista y diplomático indio Kavalam Madhava Panikkar (1895-1963): «Desde la época de Saladino, quien arrebató nuevamente a Jerusalén a los Cruzados en 1187, la parte del Islam cuyo centro era Egipto se constituyó en una barrera de enorme poderío entre Asia y Europa. La extraordinaria explosión de energía, entusiasmo y celo que impulsó a la Cristiandad en las primeras tres cruzadas se había agotado y la victoria de Saladino, que fue una de las más decisivas del mundo si se la juzga por los acontecimientos posteriores, estableció la supremacía musulmana durante siglos en la vital región de las costas siria y egipcia. Que los estadistas europeos tenían conciencia de esto se demuestra por el hecho de que la quinta cruzada (1218-1219) se dirigió directamente contra el mismo Egipto. Muchos grandes monarcas de Europa se unieron, conducidos por San Luis, en un ataque final (la séptima cruzada), pero también fueron derrotados. Así, después de doscientos años de esfuerzos de las huestes unidas de la Cristiandad, Egipto y la vital línea costera permanecían firmemente en manos de los musulmanes» (K.M. Panikkar: Asia y la dominación occidental. Un examen de la historia de Asia desde la llegada de Vasco de Gama 1498-1945, Eudeba, Buenos Aires, 1966, págs. 4 y 5).

8 Saladino (1138-1193) fue sultán de Egipto (1171-1193) y de Siria (1174-1193). Nacido en Takrit, en el actual Irak, Saladino, según se le conoce en Occidente, era de origen kurdo; su nombre árabe es Salahuddín Yusuf Ibn Ayub. A los 14 años se unió a otros miembros de su familia (los ayubíes) al servicio del gobernante sirio Nuruddín. Entre 1164 y 1169 destacó en tres expediciones enviadas por Nuruddín para ayudar al decadente califato fatimí de Egipto frente los ataques de los cruzados cristianos establecidos en Palestina. En 1169 fue nombrado comandante en jefe del ejército sirio y visir de Egipto. Aunque nominalmente sujeto a la autoridad del califa fatimí de El Cairo, Saladino trató Egipto como base de poder ayubí, confiando sobre todo en su familia kurda y sus seguidores. Una vez revitalizada la economía de Egipto y reorganizada su fuerza terrestre y naval, Saladino repelió a los cruzados y dirigió la ofensiva contra ellos. En septiembre de 1171 suprimió al disidente régimen fatimí, reunificando Egipto bajo el califato abasí. Tras la muerte de Nur al-Din en 1174, Saladino expandió su poder a Siria y al norte de Mesopotamia. A partir de 1186, numerosos ejércitos musulmanes, aliados bajo el mando de Saladino, estaban preparados para combatir a los cruzados. En 1187 invadió el reino latino de Jerusalén derrotó a los cristianos en los Cuernos de Hattin (Galilea) el 4 de julio, y reconquistó Jerusalén el 2 de octubre. En 1189 las naciones de Europa occidental lanzaron la tercera Cruzada para recuperar la ciudad santa. A pesar de la implacabilidad militar y de los esfuerzos diplomáticos, el bloqueo terrestre y naval obligaron a la rendición del bastión palestino de Acre en 1191, aunque los cruzados fracasaron en la consecución de Jerusalén. En 1192 Saladino firmó un acuerdo de armisticio con el rey Ricardo I de Inglaterra que permitió a los cruzados reconstituir su reino a lo largo de la costa palestino-siria, aunque dejó Jerusalén en manos musulmanas. El 4 de marzo de 1193, Saladino murió en Damasco tras una breve enfermedad, a la edad de cincuenta y cinco años. Dejaba 17 hijos y una hija, y no se le halló más fortuna que 47 dirham y una moneda de oro. Toda la fortuna que disponía había sido invertida para frenar a los cruzados. La historiografía musulmana ha inmortalizado a Saladino como parangón de virtud principesca. Fascinó a los escritores occidentales, novelistas incluidos. Setecientos cinco años más tarde, en 1898, un alemán rendiría los últimos honores a Saladino construyendo un mausoleo para reemplazar la tumba semiderruida junto a la gran mezquita de Damasco y trasladando los restos a un sarcófago de mármol blanco. Encima hizo colgar una lámpara de plata que lleva inscrito el nombre de Saladino y el del donante, el kaiser Guillermo II de Hohenzollern (1859-1941).

9 Los Caballeros Templarios fueron miembros de una orden medieval de carácter religioso y militar, cuya denominación oficial era Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (también Orden del Temple). Fueron conocidos popularmente como los Caballeros del Templo de Salomón, o Caballeros Templarios, porque su primer palacio en Jerusalén era adyacente a un edificio conocido en esa época como el Templo de Salomón. La Orden se constituyó a partir de un pequeño grupo militar formado en Jerusalén en el año 1119 por dos caballeros francos, Hughes de Payns y Godofredo de Saint Omer. Su objetivo primario fue proteger a los peregrinos que visitaban Palestina tras la primera Cruzada. La Orden obtuvo la aprobación papal y en 1128, en el Concilio eclesiástico de Troyes, recibió unos preceptos austeros que seguían estrechamente las pautas de la orden monástica de los cisterciencies. La Orden Templaria estaba encabezada por un gran maestre (con rango de príncipe), por debajo del cual existían tres rangos: caballeros, capellanes y sargentos. Los primeros eran los miembros preponderantes y los únicos a los que se les permitía llevar la característica vestimenta de la Orden, formada por un manto blanco con una gran cruz latina de color rojo en su espalda. El cuartel general de los Caballeros Templarios permaneció en Jerusalén hasta la caída de la ciudad en manos de los musulmanes en el año 1187; más tarde se localizó, sucesivamente, en Antioquía, Acre, Cesárea y por último en Chipre. Como los Caballeros Templarios enviaban regularmente dinero y suministros desde Europa a Palestina, desarrollaron un eficiente sistema bancario en el que los gobernantes y la nobleza de Europa acabaron por confiar. Se convirtieron gradualmente en los banqueros de gran parte de Europa y lograron amasar una considerable fortuna. Después de que las últimas Cruzadas fracasaran y menguara el interés en una política agresiva contra los musulmanes, no fue preciso que los Caballeros Templarios defendieran Palestina. Su inmensa riqueza y su inmenso poder habían levantado la envidia tanto del poder secular como del eclesiástico. La Orden se estableció en el primer tercio del siglo XII en Aragón, Cataluña y Navarra, y posteriormente se extendió a Castilla y León. Su actividad en la península Ibérica se centró en la defensa fronteriza frente a los musulmanes, participando en destacadas acciones bélicas, como las empresas de Valencia y Mallorca junto a Jaime I de Aragón, la conquista de Cuenca, la batalla de las Navas de Tolosa (1212) o la toma de Sevilla (1238). Al igual que en Francia, acabaron por caer en desgracia y ser perseguidos. Sabido es que los templarios en dos siglos de contacto con los musulmanes en Tierra Santa asimilaron diversas prácticas y tradiciones del Islam. Por ejemplo, el blanco y el rojo, conocimiento y amor santo, son dos colores simbólicos del shiísmo. Entre otros los vestían los Buÿíes de Irán (945-1055) y los Fatimíes de Egipto (909-1171), y en Occidente los templarios (1119-1312). En el año 1307, el rey de Francia Felipe IV el Hermoso (1268-1314), con la colaboración del papa Clemente V (m. 1314), ordenó el arresto del gran maestre francés de la Orden del Temple, Jacques de Molay (1243-1314), acusado de sacrilegio y de prácticas satánicas, como ésa de rendirle culto a Mahomet o Bafumet (el Profeta Muhammad) —cfr. Alejandro Vignati: El enigma de los templarios, Círculo de Lectores, Bogotá, 1979, págs. 221-224—. Molay y los principales responsables de la Orden confesaron bajo tortura y todos ellos fueron posteriormente quemados en la hoguera. La Orden fue suprimida en 1312 por el papa, y sus propiedades asignadas a sus rivales, los Caballeros Hospitalarios, aunque la mayor parte de aquéllas se las apropiaron Felipe IV y el rey Eduardo II de Inglaterra, el cual desmanteló la Orden en este país. Pero los verdugos no sobrevivieron por mucho tiempo a sus víctimas. Pocas semanas después de la ejecución de Jacques de Molay y sus partidarios, murieron Felipe IV y Clemente V. Eduardo II (1284-1327), hijo de Eduardo I (1239-1307), el monarca que hizo descuartizar al héroe nacional escocés William Wallace (1270-1305), llamado Braveheart ("Corazón Valiente").

“El único deber que tenemos con la Historia es el de escribirla de nuevo”

Oscar Wilde

 

Última actualización: 7/Abril/2003