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4° Cruzada

Sección 1

1ª parte

2ª parte

3ª parte

4ª parte

Sección 2

1ª parte

2ª parte

3ª parte

Sección 3

1ª parte

2ª parte

3ª parte

4ª parte

 

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LA CUARTA CRUZADA

 

 

Las posteriores expediciones no obtuvieron los éxitos militares que había tenido la Tercera Cruzada. La cuarta, que duró dos años, desde 1202 hasta 1204, estuvo plagada de dificultades financieras. En un esfuerzo para aliviarlas, los jefes cruzados acordaron atacar Constantinopla en concierto con los venecianos y aspirar al trono del Imperio bizantino. Los cruzados lograron tomar Constantinopla, que fue saqueada sin misericordia y donde miles de cristianos fueron asesinados por cristianos. La destrucción masiva de tesoros culturales acumulados durante siglos, cometido por eclesiásticos y caballeros cruzados, causó un enorme perjuicio a la civilización europea. El conocido medievalista y bizantinista inglés Steven Runciman (1903), en su monumental obra Historia de las Cruzadas, recientemente reeditada por Alianza en tres volúmenes, afirma rotundamente que «nunca hasta entonces se había cometido un crimen de lesa humanidad como el de la cuarta cruzada» (Tomo III).

El Imperio Latino de Constantinopla, creado así por esta Cruzada, sobrevivió hasta 1261, fecha en la que el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo (1224-1282) retomó Constantinopla. Todo ello no contribuyó en nada a la defensa de Tierra Santa.

 

La Cruzada contra los Cátaros

En 1208, en un contexto y en un territorio muy distintos, el papa Inocencio III proclamó una Cruzada contra los albigenses,(10) un movimiento religioso, en el sur de Francia. «Digamos, ante todo, que no se trata de una herejía, por lo menos en el sentido habitual del término, sino de una religión completamente diferente del cristianismo. Albigenses y cátaros utilizaron un vocabulario muy próximo al de los católicos;ésta es probablemente la causa de que se les haya tratado siempre de heréticos. (...) En efecto, los orígenes del catarismo eran tan remotos en el tiempo como en el espacio, y no es absurdo pensar que hubiera podido llegar a ser una de las religiones del mundo.» (Fernand Niel: Albigenses y cátaros, Los libros del mirasol, Companía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1962, pág. 9).

La consiguiente Cruzada fue la primera que tuvo lugar en Europa occidental. Duró desde 1209 hasta 1229 y causó un gran derramamiento de sangre (más de sesenta mil albigenses fueron muertos solamente en 1209 cuando fue capturada la plaza fuerte de Béziers). «La Cruzada de los Albigenses causó —según se dice— un millón de víctimas» (Fernand Niel. O. cit., pág. 10).

10 Los Albigenses fueron considerados la herejía más importante dentro de la Iglesia católica durante la Edad Media. Su nombre se lo deben al pueblo de Albi, en el sur de Francia, el centro más importante de este movimiento. Los albigenses eran fervientes seguidores del sistema maniqueísta dualístico —originado en el antiguo Irán y difundido a través de las enseñanzas del sabio persa Mani (216-276), fundador del maniqueísmo—, que durante siglos floreció en la zona del Mediterráneo oriental. Los dualistas creían en la existencia independiente y separada de dos dioses: un dios del bien y otro del mal. Dentro de Europa occidental, los partidarios del dualismo, los cátaros (del griego katharos, que significa "puro"), como los bogomilos (originados en Bosnia) y los paulicianos (originados en Armenia, luego trasladados a Bulgaria), aparecieron por primera vez en el norte de Francia y en los Países Bajos a finales del siglo XI y principios del XII. Perseguidos y expulsados del norte, los predicadores cátaros se trasladaron hacia el sur, logrando tener una gran aceptación en las provincias semi-independientes del Languedoc y las áreas próximas. Fue allí donde recibieron el nombre de albigenses. Los albigenses creían que toda la existencia se debatía entre dos dioses: el dios de la luz, la bondad y el espíritu, generalmente asociado con Jesucristo y con el Dios del Nuevo Testamento; y el dios del mal, la oscuridad y los problemas, al que identificaban con Satán y con el Dios del Antiguo Testamento. Temas sujetos a fuertes debates eran si las dos deidades ejercían el mismo poder o si las fuerzas del mal estaban subordinadas a las del bien. Por definición, cualquier asunto material, incluyendo la salud, la comida, y el mismo cuerpo humano, era perniciosa y aborrecible. Como Satán había hecho prisionera al alma en el cuerpo humano, la única esperanza para la salvación humana es la de llevar una vida buena y espiritual. Gozando de una vida buena, las personas podrían lograr liberarse de la existencia material después de su muerte. Si no se lograra llegar a la virtud durante el transcurso de la vida, el alma volvería a nacer convertida en ser humano o en animal. Los albigenses creían que Cristo era Dios, pero que durante su estancia en la tierra fue una especie de ángel con un cuerpo fantasma que adoptó la apariencia de un hombre. Sostenían que la Iglesia cristiana tradicional, con su gran cantidad de sacerdotes corruptos y su inmenso bienestar material, era la representación de Satán y que debía ser abolida. Los seguidores de la doctrina albigense estaban divididos en dos grupos: los simplemente creyentes y los «perfectos». Los perfectos se obligaban a sí mismos a llevar vidas de un ascetismo extremo. Renunciaban a todo lo que poseían, sobreviviendo sólo con las donaciones que hacían los otros miembros de la comunidad. Tenían prohibido prestar juramentos, tener relaciones sexuales y comer carne, huevos o queso. Sólo los perfectos se podían comunicar con Dios por medio de la oración. Los simples creyentes podían aspirar a convertirse en perfectos después de un largo periodo de iniciación, seguido por el rito del consolamentum, o bautismo del Espíritu Santo por medio de la imposición de las manos. Algunos recibían este bautismo sólo estando próxima la hora de su muerte, y como un modo para asegurar su salvación, se abstenían de comer y de beber; en cierto modo cometían suicidio. En un principio, la Iglesia católica trató de reconvertir a los albigenses por medios pacíficos, pero cuando fallaron todos los intentos, el papa Inocencio III lanzó la Cruzada albigense (1209-1229) que reprimió a los seguidores de este movimiento de una forma brutal y a su paso desoló gran parte del sur de Francia. Sólo pequeños grupos de albigenses sobrevivieron en zonas muy desoladas, aunque luego fueron perseguidos por la Inquisición entre 1240-1255. En el baluarte de Montsegur (Roussillon), en 1244, doscientos defensores cátaros y sus familias fueron quemados vivos por los cruzados.

 

La Cruzada de los Niños

Una descabellada empresa mística que finalizó en el más absoluto fracaso y, lo que es peor, con la muerte de miles de niños y niñas alentados del más extraordinario e inconsecuente fervor, se produjo hacia 1212. Decenas de miles de pequeños, provenientes de Francia y Alemania, participaron en las cruzadas infantiles. Luego de marchas interminables donde padecieron hambre, frío y violaciones de todo tipo, una parte importante de estos niños logró arribar al puerto de Marsella. Allí llegaron a un acuerdo con dos armadores que prometieron llevarlos a Siria. Miles de ellos se embarcaron en siete grandes bajeles. A los pocos días fueron sorprendidos por una furiosa tempestad y dos de las embarcaciones naufragaron cerca de la isla de Cerdeña. Todos los pasajeros se ahogaron. Los cincos navíos restantes llegaron a Alejandría (Egipto) y Bugía (Argelia) donde fueron capturados por los musulmanes (muchos de ellos se islamizaron y posteriormente integraron los destacamentos mamelucos). A los que quedaron en Marsella y otros que se desperdigaron durante la caminata, el Papa Inocencio III les ordenó que recibieran la cruz, pero que esperaran atravesar el mar y combatir contra los musulmanes cuando tuvieran la edad suficiente.

 

Las Cruzadas del Norte

En el centro y norte de Europa otros cruzados arremetieron contra pueblos que se negaban a aceptar su autoritarismo (cfr. Eric Christiansen: The Northern Crusades, Penguin Books, 1997). Los Caballeros Teutónicos, —orden creada en Palestina, constituida primero como hospitalaria (1190) y luego como militar (1198)—, que utilizaban como símbolo una cruz que luego fue insignia de Alemania durante la primera y segunda guerra mundial, desencadenaron ofensivas contra los rusos, los prusianos y los lituano-polacos, siendo derrotados respectivamente en la batalla del lago Pepis (Estonia) en abril de 1242 por Alexander Nevski (1220-1263), y en Tannenberg el 15 de julio de 1410 por el general husita Jan Zizka (1376-1424). Precisamente, entre 1420 y 1431 se desarrollaron las infructuosas cinco cruzadas contra los husitas, los partidarios de Jan Hus.(11)

11 Jan Hus (1372-1415) fue un reformador religioso de Bohemia, cuyos esfuerzos por reformar la Iglesia se anticiparon a la Reforma protestante. Hus nació en Husinec, al sur de Bohemia (hoy República Checa). Estudió en la Universidad de Praga y se licenció en ciencias y humanidades en 1396. Dos años después fue profesor de teología en esa universidad y en 1401 le nombraron decano de la facultad de filosofía. Al año siguiente de ordenarse sacerdote (1401) asumió nuevas obligaciones como predicador de la Bethlehem Chapel, donde los sermones se pronunciaban en checo en lugar del latín tradicional. El nacionalismo checo y el movimiento reformista iniciados por Jan Milíc, conocido predicador bohemio del siglo XV, estaban muy extendidos en la universidad y en la Bethlehem Chapel, y Hus se sintió inmediatamente atraído por ellos. Aunque menos radical que el reformador inglés John Wycliffe (1330-1384), Hus estuvo de acuerdo con él en muchos puntos. En el ámbito práctico, ambos condenaban los abusos de la Iglesia e intentaron, con la predicación, acercar ésta al pueblo; en el aspecto doctrinal ambos creían en la predestinación y consideraban la Biblia como la máxima autoridad religiosa; sostenían que Cristo, antes que ningún eclesiástico corrupto, era la verdadera cabeza de la Iglesia. En 1408 atacó en sus sermones al arzobispo y le prohibieron practicar sus funciones sacerdotales en la diócesis. Al año siguiente, Alejandro V, uno de los tres papas rivales que entonces luchaban por la autoridad de la Iglesia, promulgó una bula en la que condenaba las enseñanzas de Wycliffe y ordenaba que sus libros fueran quemados. Hus, que había enseñado sus doctrinas, fue excomulgado en 1410, pero para entonces había conseguido un gran apoyo popular, por lo que estallaron disturbios en Praga. Respaldado por las manifestaciones populares, continuó predicando, incluso después de que la ciudad quedara bajo el interdicto religioso, en 1412. Un año después, muchos de sus seguidores influyentes fueron apartados del poder y él tuvo que huir de Praga buscando refugio en los castillos de varios nobles amigos. Durante este tiempo escribió su principal obra, De Ecclesia. En 1414 fue convocado para participar en el Concilio de Constanza, que se reunió para resolver el cisma de la Iglesia y acabar con las herejías. Recibió un salvoconducto del emperador Segismundo y Hus creyó que podría defender sus opiniones con plena libertad, pero al llegar sus enemigos le encarcelaron y procesaron por hereje. Las acusaciones formuladas en su contra se basaron en una exposición falsa de la doctrina que él había predicado, y cuando fue conminado a retractarse y a dejar de predicar, se negó de forma categórica. El concilio le condenó y murió como un héroe en la hoguera. Su ejecución provocó el estallido de las Guerras Husitas en Bohemia.