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Los 4 evangelistas

 

Mateo

Marcos

Lucas

Juan

 

        

 

 

 

 

Mateo

                            San Mateo es llamado por dos Evangelistas: Levi, ambos nombres son de origen Judíos. El último lo                            obtuvo antes de su conversión, el otro lo tomó después, para mostrar la renuncia a su profesión                             y que era un hombre nuevo. Hijo de Alfeo, vivió en Cafarnaún, en el lago de Galilea.

                         Fue por profesión un publicano, o colector de impuestos para los Romanos. Entre los Judíos, estos                            publicanos fueron mas infames y odiosos porque esta nación los miraba como enemigos de su                           privilegio de liberta  natural que Dios les había dado, y como personas manchadas por su                            conversación frecuente y asociación con los paganos, y la esclavización sobre sus compatriotas. Los Judíos los aborrecían universalmente, veían sus propiedades o dinero como fortunas de ladrones , les prohibieron su comunión y participación en su actividades religiosas, al igual que de todos eventos de la sociedad cívica y de comercio. Tertuliano esta ciertamente equivocado cuando afirma que solo los gentiles fueron empleados en este oficio sórdido como San Jerónimo demuestra en varios pasajes de los evangelios. Y es cierto que San Mateo fue Judío, aunque un publicano.

Su oficio dice haber consistido particularmente en acumular costumbres de comodidades que vinieron por el Genesareth o Tiberias, y un peaje que los pasajeros pagaban al venir por agua; San Marco dice que San Mateo mantuvo su oficio de cobro de peaje al lado del lago, donde él se sentaba. Jesús, habiendo últimamente curado un paralítico famoso, saló de Cafarnaún, y caminó sobre los bancos del lago o mar de Genesareth, enseñando a las personas que le seguían. Aquí Él observó a Mateo que realizaba su trabajo de cobro de peaje a quien llamó a venir y seguirle. El hombre era rico, disfrutaba de un sueldo lucrativo, era un hombre sabio y prudente, y entendía perfectamente lo que seguir a Jesús le costaría. Pero el no tuvo miramientos y dejó todos sus intereses y relaciones para hacerse un discípulo del Señor. No sabemos si él ya estaba relacionado con la persona o doctrina de nuestro Salvador, especialmente como estaba cerca de Cafarnaún, y su casa parece haber sido en la ciudad, donde Cristo había vivido por algún tiempo, había predicado y hechos muchos milagros, por lo cual él estaba en algún medido preparando a recibir la impresión que el llamado de Jesús había hecho sobre él.

San Jerónimo dice que un cierto aire de majestad brillaron en la continencia de Nuestro Divino Redentor, y traspasó su alma y lo atrajo fuertemente. Este apóstol, a la primera invitación, rompió todas ataduras; dejó sus riquezas, su familia, su preocupaciones del mundo, sus placeres, y su profesión. Su conversión fue sincera y perfecta. San Mateo nunca regreso a su oficio porque era una profesión peligrosa, y una ocasión de avaricia, opresión, y extorsión. San Mateo, al convertirse, para mostrar que no estaba descontento con su cambio, pero que lo miraba como su más grande felicidad, entretuvo a Nuestro Señor y a sus discípulos en una gran comida en su casa, donde invito a sus amigos, especialmente los de su última profesión, como si esperaba que por medio de la divina conversación de Nuestro Salvador, ellos también quizás sean convertidos. Predicó entre los judíos por 15 años, incluyendo posiblemente a los judíos de Etiopía, Africa. Murió mártir.

 

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Marcos

 

                                    Aunque ignoramos la fecha de su nacimiento, sabemos que escribió su Evangelio                                     hacia el año 60. Una tradición nos afirma que fue Obispo de Alejandría, muriendo                                     alrededor de los años 67-68. - Fiesta: 25 de abril.

                                    Un día, el Señor, queriendo celebrar la tercera Pascua con sus discípulos, y queriéndola                                     celebrar de un modo especialmente solemne, cogió a dos de ellos y les dijo: "Id a la ciudad, y                                     en ella encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle a la casa en que entre;                                     y en dondequiera que entrare, decid al dueño de la casa: el Maestro dice, ¿dónde está mi                                     aposento, en dónde he de comer la Pascua con mis discípulos?".

Pues bien, ese hombre (el "joven del cántaro"), según la mayoría de autores, es muy probablemente Marcos. Marcos, que vio llegar en aquel Jueves Santo al Maestro del que tanto había oído hablar; que escuchó las palabras sublimes de la Última Cena, aún sin alcanzar en toda su grandiosidad el profundo significado que poseían; y que, admirado de cosa tan excelsa, se adhirió seguramente ya desde el principio a Jesús.

Acabada la celebración de la Pascua, Jesús va con sus discípulos al Huerto de Getsemaní. Marcos los vio marchar y, tras un rato de indecisión, se iría tras ellos, observándolo todo de lejos. Después ve cómo prenden al Maestro, oye el vocerío de los soldados, y sin querer se encuentra mezclado en aquel tumulto. Es entonces cuando un soldado lo coge creyéndose que él también pertenecía al grupo del Nazareno. Marcos intenta escapar, forcejea y, al fin, dando un tirón, logra huir, dejando sin embargo en las manos del soldado la sábana con que se cubría. Es un hecho que recuerda toda la vida, y por eso cuando años más tarde se ponga a escribir su Evangelio nos lo contará sin nombrarse, por lo que con gran verosimilitud deducirán los exegetas lo que hemos apuntado.

En su casa, junto con su madre María, que aparece en el libro de los Hechos, es muy posible que conviviera con los discípulos amedrentados tras la crucifixión del Señor y que participara del gozo de los mismos en el día de la Resurrección. Y si todo esto sucedió, como señalamos, es fácil suponer que Marcos fuera uno de aquellos tres mil, sobre los cuales Pedro derramó el agua del Bautismo el día de Pentecostés.

Es a partir de este momento cuando Marcos -Juan Marcos era llamado- irrumpe en el campo de la seguridad histórica. Junto con Bernabé, su primo, y con Pablo -el antiguo Saulo perseguidor de cristianos, ya convertido-, marcha a Antioquía y participa en el primer viaje del Apóstol de las Gentes. De Antioquía a Chipre y de allí a... Pero Marcos tuvo miedo. Las costas inhóspitas, el país escabroso, los habitantes hostiles de aquellas tierras y quizás el recuerdo de su madre sola en Jerusalén, acobardan el espíritu del Evangelista, que se vuelve a esta ciudad hacia el año 45.

Hacia el 49, Pablo organiza un nuevo viaje, a fin de visitar las comunidades cristianas que había fundado en el primero. Bernabé, que quiere acompañarle, solicita el permiso de Pablo para que de nuevo se les una Marcos. No nos ha de extrañar nada, dado el carácter del Apóstol, que éste se oponga; por lo que Bernabé, entonces, tomando consigo a su primo, se embarca para Chipre.

Después, no sabemos cuándo exactamente, el Evangelista acompaña a Pedro en su predicación, marchando probablemente con él a Roma. La Buena Nueva y con ella la Iglesia se van extendiendo poco a poco en el Imperio Romano. Los fieles de Roma piden al Príncipe de los Apóstoles disponga dejar por escrito lo que predica con la boca. Nadie se atreve, sin embargo, a tal empresa. Sólo Juan Marcos, el que antes tuvo miedo, se apresta a ella con intrepidez de espíritu, con magnanimidad de corazón. Y el Espíritu Santo lo cubre con su virtud, y de la obra común sale el segundo Evangelio, inspirado relato, lleno de viveza y colorido, que tiene como objeto demostrar la divinidad del Hijo de Dios, principalmente por medio de los milagros que el autor ha oído contar a Pedro, enlazados y mezclados con elementos de la predicación de este Apóstol y con vestigios de detalles paulinos.

Reconciliado con San Pablo, es llamado por éste cuando se encuentra preso por segunda vez en el Tulliano, in cárcere Mamertina. No sabemos empero si llegó a tiempo de consolar al anciano Apóstol. Una tradición nos afirma que Marcos predicó en Alejandría; nada cierto sabemos tampoco de este particular, pues los detalles que conocemos los hemos obtenido de cartas apócrifas.

 

 

 

 

 

Lucas

 

                                         Lucas significa: "luminoso, iluminado" (viene del latín "luce" = luz).

 

                                         San Lucas escribió dos libros muy famosos: el tercer Evangelio y Los Hechos de los                                          apóstoles. Es un escritor muy agradable, y el que tiene el estilo más hermoso en el                                          Nuevo Testamento. Sus dos pequeños libros se leen con verdadero agrado.

 

Era médico. San Pablo lo llama "Lucas, el médico muy amado", y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol.

Era compañero de viajes de San Pablo. En los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo "fuimos a... navegamos a..." Y va narrando con todo detalle los sucesos tan impresionantes que le sucedieron a San Pablo en sus 4 famosos viajes. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos en Roma. Es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Era griego.

El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: "el que describe la amabilidad de Cristo". Y con razón el Cardenal Mercier cuando un alumno le dijo: "Por favor aconséjeme cuál es el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo", le respondió: "El mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas". Un autor llamó a este escrito: "El libro más encantador del mundo".

Como era médico era muy comprensivo. Dicen que un teórico de oficina, ve a las gentes mejor de lo que son. Un sociólogo las ve peor de lo que son en realidad. Pero el médico ve a cada uno tal cual es. San Lucas veía a las personas tal cual son (mitad debilidad y mitad buena voluntad) y las amaba y las comprendía.

 En su evangelio demuestra una gran estimación por la mujer. Todas las mujeres que allí aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión.

 Su evangelio es el más fácil de leer, de todos los cuatro. Son 1,200 renglones escritos en excelente estilo literario. Lo han llamado "el evangelio de los pobres", porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa.

 También se ha llamado: "el evangelio de la oración", porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar.

 Otro nombre que le han dado a su escrito es el "evangelio de los pecadores", porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las pasiones humanas. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida. Por eso los pecadores leen con tanto agrado y consuelo el evangelio de San Lucas. Es que fue escrito pensando en ellos.

 Su evangelio es el que narra los hechos de la infancia de Jesús, y en él se han inspirado los más famosos pintores para representar en imágenes tan amables escenas.

 Dicen que murió soltero, a la edad de 84 años, después de haber gastado su vida en hacer conocer y amar a Nuestro Señor Jesucristo.

 

 

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Juan

                                            La vida del "discípulo a quien amaba Jesús" -frase con que él mismo se señala en el                                               Evangelio- se divide en tres etapas: la primera, la conocemos por los libros sagrados del                                             Nuevo Testamento; la segunda nos es casi absolutamente desconocida y la constituye                                             un largo período de años, del cual apenas sabemos dato alguno; de la tercera nos han                                             llegado muchos, a través de los primitivos escritores cristianos y de una firme tradición.

                                             Fue San Juan Evangelista natural de Betsaida, a orillas del lago de Tiberíades o de                                              Galilea. Por tanto, de la misma patria de San Pedro y de Santiago el Mayor, de quien era                                              hermano. Nació pocos años más tarde que el divino Maestro. Sabido es que los dos                                              hermanos, hijos de Zebedeo y Salomé, fueron llamados por Jesús "hijos del trueno", por su entusiasmo y fogosidad.

Pescadores ambos, como su padre, robustos y vigorosos, es decapitarlo Santiago por orden de Herodes Agripa, en el año 42, pero Juan alcanza una longevidad casi centenaria. No es correcto, pues, atendidas todas estas circunstancias, representar "el más joven de los Apóstoles" con una figura femenil y enfermiza. Distinguióse, además, por su temperamento sereno y por su talento elevado, que -aparte la inspiración divina- le hizo gran teólogo. No es lógico, por consiguiente, que lo imaginemos tímido y endeble.

Pedro, Santiago y Juan formaron el grupo predilecto de Jesús. Los tres presenciaron su Transfiguración, le acompañaban en el momento de la resurrección de la hijita de Jairo, fueron testigos de su agonía en Getsemaní.

Entre las predilecciones particulares que el Maestro reservó a Juan, recordemos que en la última Cena le dejó reclinar la cabeza sobre su costado, que fue el único discípulo suyo que estuvo al pie de la cruz, que poco antes de morir en ella le dejó encomendada a su Madre...

Junto con Pedro -con el cual guardó siempre la más íntima amistad- preparó por encargo de Jesús la Cena pascual y comprobó que el sepulcro estaba vacío en la misma mañana de la Resurrección.

En los episodios posteriores a ésta, los dos aparecen constantemente juntos, defendiendo, por ejemplo, a Jesús ante el Sanedrín y soportando sus increpaciones. A los dos hallamos juntos predicando y bautizando a las muchedumbres, en los días inmediatos a Pentecostés. Los dos van a Samaria para invocar allí al Espíritu Santo sobre los ya bautizados, es decir: para administrarles la Confirmación.

Desde los indicados días de Pentecostés hasta iniciados los últimos treinta años del siglo apostólico, un silencio casi absoluto rodea a San Juan, por parte de la Tradición y por parte de la Escritura. Sabemos, sí, que predicó en Samaria, que asistió al Concilio de Jerusalén el año 50, que vivió al lado de María, beneficiándose del dulcísimo testamento de Jesús Crucificado.

Vida muy recogida la suya, lo mismo antes que después de la Muerte y Asunción de la Virgen. Predicación en ambientes muy modestos y semiolvidados...

Pero en el ocaso del primer siglo cristiano reaparece con toda su prestancia la figura de Juan; reaparece nada menos que dominando el fin de la era apostólica con una majestad incomparable, debida al poder de su palabra, al prestigio de su autoridad.

En un momento que es difícil precisar, entre la muerte de San Pedro y San Pablo y la ruina de Jerusalén, fue Juan a establecerse en Éfeso. Probabilísimamente hacia el año 68. Siguióle, en emigración, una verdadera colonia jerosolimitana, lo cual se explica perfectamente por el movimiento de dispersión que tuvo lugar en aquellos tiempos de guerra judaico-romana y de crisis de la Ciudad Santa, poco antes de su temida ruina, anunciada por Jesucristo, y consumada el año 70.

Es el mismo San Jerónimo el que, en su libro Sobre los Escritores Eclesiásticos, intenta establecer la cronología delcuarto Evangelista y dice que vivió hasta los plenos días del Emperador Trajano (98-117) y falleció sesenta y ocho años después de la Pasión del Señor.