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Fiestas de San Juan del Monte 

FIESTAS DE LOS ALCOHÓLICOS Y REPRIMIDOS  

 

  Irónicamente, para celebrar la memoria de un santo y abstemio, se realiza esta fiesta exaltación de la ebriedad y la despersonalización báquica. Es lastimoso comprobar como Miranda de Ebro debe buena parte de su fama a esta tan execrable fiesta en la que, por unos días, la gran mayoría aparca su forzada personalidad cotidiana en aras de otra más desenfrenada, animal y verdadera: la del alcohólico, la del hortera, la del irreflexivo animal cuyas prioridades son la cúspide de una pirámide de vino, vómitos y orines.

  La gente busca la protección de la blusa sanjuanera, uniforme con el cual cualquier exceso parece permitido; ríos de orines se ramifican por las calles extendidendo un mefítico hedor, vasos de plástico pueblan las aceras previa pervertida consumición de su psicoactivo contenido. Con el alcohol, las auténticas personalidades afloran; con la música hortera los antes serios bailan como bufones del palacio de los idiotas. Pobre San Juan.

  Miro a los ojos inyectados en sangre de esos borrachos de sonrisa estólida y porte ridículo. No detecto inteligencia. No hallo consciencia. Sólo producen vergüenza al ajeno testigo que no comulga con su martirio del cuerpo y de la mente, del honor y la autoestima.

  El monte, hábitat natural y tranquilo de múltiples especies, es invadido por las casetas y las carreteras que habrán de servir a esta indescriptible piara para consumar sus condenables fines. Han traído el mal, el pecado, San Juan.

Esperemos que sepas perdonarlos.

 

ANEXO y ACLARACIONES

  El objeto de este breve artículo de opinión, no manifestado por considerarlo obvio, no es emitir un juicio unidireccional, global e inefable sobre el fenómeno sanjuanero, sino sólo el aproximar la observación de un hecho parcial, aislado, pero estadísticamente mayoritario; en otras palabras, constáme la existencia muy respetable de un número reducido de cofrades que sí merecen el título de sanjuaneros, mas como estos constituyen desgraciadamente una minoría, el artículo anterior se refiere, taxativamente, a la mayoría imperante. Debo entender, que los posibles ofendidos pertenecen a esta última.

  Las observaciones anteriores no se hacen extensibles a todos los mirandeses, ni siquiera a todos los sanjuaneros. Sólo a esa mayoría de estos últimos, cuya preponderancia ha adulterado el auténtico espíritu de una celebración en la que antaño se acentuaba la religiosidad y el carácter iniciático, trascendente, mas, ahora, convertida en una conmemoración pagana y profana, como pudieran ser las bacanales de la Atenas clásica en el siglo V A.C, cuya oficialización conocemos gracias a "Las bacantes" de Eurípides.

 Este mal, que exalta lo material sobre lo espiritual, lo dionisíaco sobre lo trascendente y religioso, no es en absoluto patrimonio de esta fiesta focalizada en Miranda de Ebro. Empero, habida cuenta de mi condición de mirandés, sin lenitivos, he considerado necesario el mostrar la cara oscura del desarrollo contemporáneo de esta fiesta, esperando además esto induzca a la reflexión, alimentando el  espíritu crítico de los enredados en un aspecto material, grosero y dionisíaco, que en nada honra al católico y cristiano, puro y abstemio, discreto y ascético, San Juan.

 He dicho.