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RECEPCIÓN DE "PARTE DE COMBATE"


Como habrá comprobado el lector, "Parte de Combate" no es un libro que pueda criticarse únicamente desde un punto de vista literario. Algunos pro-hombres de la literatura peruana se abstuvieron de dar opiniones y casi todos los medios de prensa evitaron reseñas. Estos últimos prefirieron recortar un párrafo de algún cuento inofensivo para cumplir con el autor. Otros distinguidos letrados infamaron el libro subrepticiamente haciendo pasar entre líneas su antisenderismo visceral revestido de crítica literaria. No puede, según ellos, existir una épica de Sendero Luminoso. Hay que mutilar los cuentos o hacer una lectura incompleta para descalificar este tipo de literatura: es el caso de Tomás G. Escajadillo. El prologuista Wáshington Delgado lo hace con mayor sutileza, previniendo al lector para que no caiga en manos de un supuesto entusiasmo pro-senderista. Ricardo Gonzáles Vigil, con mayor objetividad, los trata a estos cuentos como "ideológicamente discutibles". El hecho de que el autor ganase el Premio Casa de las Américas justamente con un libro similar, hizo que los críticos acervos pusieran barbas en remojo.



DISCUTIDO (Y DISCUTIBLE) PRÓLOGO DE WASHINGTON DELGADO.-

Dante Castro Arrasco es uno de los escritores destacados y destacables de la última promoción de narradores peruanos.  Nacido en el Callao, en 1959, ha terminado estudios de Derecho en la Universidad Católica y sigue los de Literatura
en la Universidad de San Marcos.  En 1986, la editorial "Lluvia" publicó su primer libro "Otorongo y otros cuentos", con una elogiosa presentación de Cronwell Jara. En 1987 obtuvo el segundo puesto en el Premio Cope con su cuento "Ñakay Pacha”
que ahora aparece en este volúmen; en 1988 obtuvo una mención honrosa en el Concurso Inca Carcilaso de la Vega, convocado por la Casa de España y la embajada española, con su relato "Cuentero de monte adentro ", que también se
publica ahora.  Dante Castro colabora en diversos periódicos y revistas y aparece, a pesar de su juventud, en algunas antologías, como por ejemplo, en "Nueva crónica del cuento social peruano" de Roberto Reyes Tarazona.

Aunque chalaco por nacimiento y por residencia, Dante Castro ambienta sus relatos en la Selva y en la región andina.  Esto se explica porque vivió algún tiempo en la región oriental del Perú y evidentemente fue impactado por la riqueza paisajística y humana de la ceja de selva. Habría que agregar al respecto que los acontecimientos históricos de los últimos años en el Perú, con su carga de tragedia y violencia, han hecho de los Andes una zona particularmente atractiva para los narradores.  Como jurado de varios concursos recientes soy testigo del predominio de los temas agrarios, folclóricos e históricos en la nueva narrativa peruana.  Dante Castro está inmerso en esta corriente y destaca en ella por su brío narrativo, por su realismo implacable.

 Particularmente se debe resaltar el ritmo de su prosa que sostiene equilibradamente   los relatos, a menudo crueles.  En cuanto a sus temas y estructura narrativa, los relatos de Dante Castro son de dos tipos: unos se refieren a la violencia que azota a los Andes peruanos, otros están vinculados al folclor oriental. En sus relatos acerca de la violencia, el realismo de Dante Castro es implacable, sin concesiones; pero acaso le falta todavía la distancia literaria que purifique el relato, que le preste profundidad sicológica, que matice los hechos con hábiles contrapuntos y que los eleve imaginativamente, su garra de narrador es indudable, pero en este tipo de relatos necesita aún algo de pulimento.

Más acabados artísticamente son los relatos selváticos, como "Shushupe" y "Cuentero  de monte adentro", donde la sicología de los tipos regionales se contrapone hábilmente al paisaje y a la materia narrativa, con un sentido amable y punzante, a la par del humor narrativo.

Con este segundo libro, Dante Castro confirma las dotes de narrador que había mostrado en su obra primigenio y da un firme paso hacia adelante en el ancho campo de la narración peruana.

Lima, 2 de febrero de 1991
Washington Delgado



RESPUESTA AL PRÓLOGO

PARTE DE COMBATE      (escribe: Max Dextre)

   “Parte de Combate” (ediciones Manguaré, 1991), es un libro apasionante. Se tiene que leer de un tirón. Sus
seis cuentos guardan el nivel literario y la espectativa que capturan al lector desde la primera línea.
   Washington Delgado escribe en el prólogo: “...los relatos de Dante Castro son de dos tipos: unos se refieren a
la violencia que azota a los Andes peruanos, otros están vinculados al folclor oriental. En sus relatos acerca de la
violencia, el realismo de Dante Castro  es implacable, sin concesiones; pero acaso le falta todavía la distancia
literaria que purifique el relato, que le preste profundidad sicológica, que matice los hechos con hábiles
contrapuntos y que los eleve imaginativamente ; su garra de narrador es indudable, pero en este tipo de relatos
necesita aún algo de pulimento. Más acabados artísticamente son sus relatos selváticos, como “Shushupe” y
“Cuentero de monte adentro”, donde la sicología de los tipos regionales se contrapone hábilmente al paisaje y a
la materia narrativa, con un sentido amable y punzante, a la par del humor narrativo...”
   Discrepamos con las palabras del prologuista, pensamos que no ha tenido tiempo para leer con acuciosidad el
libro de Dante Castro. Al respecto, tenemos que decirlo alguna vez,  Washington Delgado está acostumbrado a
quedar mal con sus compromisos, son repetidas las oportunidades que acepta a concurrir a una presentación de
libro y no cumple. Es una falta de respeto al público que no podemos silenciar. Si está mal de salud, entonces
debe decirlo en el momento que es invitado. “Parte de Combate” no puede ser bien comprendido por un escritor
que no le interesa el drama peruano contemporáneo. Es un libro para ser leído con coraje y sinceridad. Es fácil
ocultar una opinión pidiendo profundidad sicológica y reclamando que “matice los hechos con hábiles
contrapuntos”. Hay circunstancias que no pueden ser matizadas, que el presentarlas ya revela una posición
ideológica del autor. Por eso mi abrazo fraterno a Dante Castro, su libro es una prueba de su talento innegable.

En: EL NACIONAL, Lima, martes 02 de julio de 1991.



COMENTARIO DE CONTRACARÁTULA.-  (por Winston Orrillo)


Dante Castro me formuló un desafío: ¡y fui vencido! En efecto, me había dicho que leería sus textos "de un tirón"; y yo le dije que "tenía trabajos", "que por lo menos necesitaría de una semana..." Pero no: todo fue que comencé la degustación, cuando ya no pude apartar los ojos de esta prosa envolvente, de esta forma de narrar que te hace ser partícipe de sus acciones: que te hace combatir en la sierra, cortar madera en la selva, asistir a una sesión de ayahuasca, temerle a una sierpe amazónica, espectar un genocidio, ser testigo de una masacre y, sin embargo, salir indemne por la fuerza impertérrita del arte, gran salvador de la memoria colectiva, fiscal ante la historia, juez insobornable ante la comunidad internacional.

Dante Castro integra esa joven generación de narradores que participa en la historia, que la asume como desafío. No es un simple veedor, sino que, como esa raíz histórica tan nuestra (Huamán Poma verbi gratia) es alguien que asume un compromiso, tal como nuestro Amauta José Carlos Mariátegui había escrito: "No soy un espectador indiferente al drama humano. Soy un hombre con una filiación y una fe..." Y con esa filiación y esa fe -hombre de su tiempo- escribe Dante Castro sobre temas que no pueden pasar al olvido, porque todos los días  son parte del devenir doloroso del país que nos ha tocado padecer.

Prosa tensa e intensa la de Dante Castro; prosa de compromisos y desafíos; prosa nuestra de cada día; prosa que es crónica dilacerada de los tiempos oscuros y, a la vez, de un país sin calco ni copia, de un Perú nuevo dentro del mundo nuevo, en el que soñamos, por y para el que escribimos; es decir, combatimos.

Winston Orrillo
 


“PARTE DE COMBATE”: LIBRO INTERESANTE   (escribe Nancy Bellido)

Olor a pólvora, a miedo y a heroísmo tienen los cuentos de “Parte de Combate”, el último libro del escritor y
periodista Dante Castro Arrasco. Sobre todo el relato que da título al libro y otro titulado “Angel de la isla”
-inspirado en la masacre del Frontón- pueden ser considerados obras maestras que reflejan la convulsión social
que vive actualmente el país.
La prosa de Castro, sencilla y directa pero no desprovista de belleza, nos pone en el centro de la contienda que
enfrenta a las fuerzas militares y subversivas. En otros casos recrea mitos y leyendas inyectándoles nueva
frescura e interés.
   “Parte de Combate” es un libro apasionante, sumamente actual, que debe ser leído por quienes desean conocer
desde adentro el conflicto, sin exponer sus vidas.

En: “Por amor al arte”, revista GENTE, Lima, 15 de agosto de 1991


DANTE CASTRO: Premio Casa de las Américas

 por: Ricardo González Vigil
 

    Cuando estábamos proyectando un comentario al valioso libro de cuentos Parte de Combate (Lima, Edc. Manguaré, 1991; 98 pp.) de Dante Castro Arrasco (Callao, 1959), llegó una excelente noticia que ha redoblado la necesidad de dicha nota. Un nuevo volumen de cuentos suyos, titulado Tierra de pishtacos, acaba de ganar el Primer Premio de Cuento del consagratorio concurso que organiza Casa de las Américas de Cuba.  Recordemos que dicho galardón ha sido obtenido, en años anteriores, en rubros diversos, por peruanos de la talla de Alberto Flores Galindo, Antonio Cisneros, Hildebrando Pérez, Marcos Yauri Montero y Jorge Salazar.

    La verdad es que el Premio Casa de las Américas viene a hacer justicia a la maduración artística de Dante Castro, de la cual es prueba patente Parte de Combate. Luego de su primer volumen, Otorongo y otros cuentos (1986), suficiente para ilustrar el vigor y la intensidad de su pulso creador, pero todavía inseguro en eficacia verbal y flexibilidad del lenguaje narrativo,  Dante Castro comenzó a trabajar con destreza la textura de sus relatos. No se dejaron esperar dos narraciones de calidad: “Ñakay Pacha”, con la que recibió en 1987 el Segundo Premio del codiciado Copé de Cuento; y “Cuentero de monte adentro”, con la que en 1988 se hizo acreedor de una mención honrosa en el concurso Inca Garcilaso de la Vega, convocado entonces por la Casa de España y la embajada española.

    Precisamente los dos cuentos citados, acompañados de cuatro narraciones más, conforman uno de los libros más interesantes haya publicado un cuentista dado a conocer en los años 80: Parte de Combate.

    Remontándonos a Otorongo y otros cuentos, podemos percibir que los relatos pares (segundo, cuarto y sexto) están ambientados en la selva, y que los impares suceden en la costa chalaca (el primero y el tercero) o en la sierra convulsionada por los enfrentamientos guerrilleros entre caceristas, iglesistas y pierolistas (el quinto), o por la subversión de los últimos años (el séptimo). Las creencias real-maravillosas y la tradición oral, debidamente aderezados por una recreación del humor y de los narradores del pueblo, campean en las páginas amazónicas. En cambio, los conflictos familiares y sentimentales, cargados de alienación psicológica y aliento sublevante contra los lazos opresivos a nivel personal, alimentan las páginas de marco chalaco; mientras que la dimensión política e ideológica, vista a una escala de relevancia para el conjunto de la sociedad peruana, constituye el meollo de las historias dedicadas a las luchas populares en los Andes.

    La organización de Parte de Combate torna más sistemática la alternancia empezada en Otorongo,  porque ahora todos los relatos impares abordan la “guerra sucia” desencadenada por la vorágine subversiva y antisubversiva desde 1980, y que sigue enlutando de modo tan irracional y despiadado a nuestro pueblo; frente a ellos, los relatos pares prosiguen con la ambientación amazónica, el ingrediente real-maravilloso, el legado de la tradición oral y el espejo humorístico.

    Es decir, que ha desaparecido la parte destinada a la pugna familiar y sentimental. Ausencia subrayada por el hecho de que el único cuento de Parte de Combate que está situado en la costa chalaca (por ende, en el ambiente otrora de ruptura familiar y sentimental) se sumerge, de lleno, en la “guerra sucia” (la de los textos andinos), recreando su genocidio más pavoroso: la masacre de los penales.

     Resulta interesante observar que el cuento sobre la matanza en los penales es el último de los impares, ya que el último de los pares traza,  de alguna manera, una variante significativa en los textos de ambientación selvática, en tanto la creencia en el pishtacos (antecedente del nuevo libro de Castro: Tierra de pishtacos) moviliza en cierto momento de la narración, alusiones a temas ideológicos y políticos de la explotación padecida durante siglos por las clases populares de nuestro país. Con lo cual, Parte de Combate concluye con cuentos que extienden la violencia política a las  tierras de la Costa y de la Selva. Es sintomático que, mientras Otorongo enfatizaba en el título el material amazónico (concorde con el mayor número de textos pertenecientes a esa temática), ahora Parte de Combate coloca en el primer plano la demencial “guerra sucia” que venimos padeciendo.

     Y no sólo el común denominador de la violencia (contra fieras como el otorongo y la shushupe, contra familiares perversos con sus propios descendientes, y contra el orden socio-político injusto) une a las historias de Castro, sino el culto al coraje, la fascinación por los personajes que luchan contra la adversidad, en una especie de ética “heroica” que nos recuerda a Hemingway (autor que venera Castro, conforme afirma en el reportaje de Guillermo Denegri, en “El Suplemento” del diario Expreso, Lima, 16-II-1992), Horacio Quiroga, Ciro Alegría (autor familiarizado con la Sierra, la Selva y la Costa: óptica amplia que retoma Castro) y algunas narraciones de la peruana Generación del 50 (en especial Enrique Congrains, el Ribeyro de Tres historias sublevantes y varias creaciones de C.E. Zavaleta).

     Esa visión “heroica” de la existencia adquiere rasgos épicos en las piezas sobre la “guerra sucia”, asumiendo un expresionismo casi intolerable en “Ángel de la Isla”, en un auténtico alarde de atmósfera infernal, desde una perspectiva narrativa de difícil factura. Ideológicamente discutibles (“Ángel de la Isla” parece una variante del famoso poema de Alejandro Romualdo sobre el martirio de Túpac Amaru, diciéndonos que el protagonista se salva de la muerte, que no podrán matarlo), esos cuentos poseen consistencia artística, además de fuerza testimonial para encarar la deshumanización que conlleva el derramamiento contínuo de sangre: “él me enseñó realmente a matar, a regocijarme con la tibieza de la sangre fresca, a gritar como las fieras con el hocico empapado en sangre” (p.42).

     De todos modos, el logro artístico es mayor hasta ahora en los relatos amazónicos, conforme señala en el prólogo Washington Delgado, argumentando al respecto: “la sicología de los tipos regionales se contrapone hábilmente al paisaje y a la materia narrativa, con un sentido amable y punzante, a la par del humor narrativo” (p. 8). Eso tiene que ver con que Castro no se ha impuesto en ellos una tarea ideológica de denunciar tan a flor de piel, sino que se ha entregado a la trama con mayor sensibilidad, arraigando mejor en la sicología de sus personajes, beneficiándose, además, con las enseñanzas de los narradores populares de la Amazonia.

en EL DOMINICAL, diario El Comercio, Lima, 23 de febrero de 1992



TOMÁS G. ESCAJADILLO DESPOTRICA CONTRA EL LIBRO.-

(...)
En Parte de combate los cuentos más logrados son los dos selváticos, en especial "Shushupe'.  Tenemos que concordar con el juicio del prologuista del libro, Wáshington Delgado:

En cuanto a sus temas y estructura narrativa, los relatos de Dante Castro son de dos tipos: unos que se refieren a la violencia que azota a los Andes peruanos, otros están vinculados al folclor oriental.  En sus relatos acerca de la violencia, el realismo de Dante Castro es implacable, sin concesiones; pero acaso le falta todavía la distancia literaria que purifique el relato, que le preste profundidad sicológica, que matice los hechos con hábiles contrapuntos y que los eleve imaginativamente; su garra de narrador es indudable, pero en este tipo de relatos necesita aún algo de pulimento. Más acabados artísticamente son sus relatos selváticos, como "Shushupe" y "Cuentero de monte adentro", donde la sicología de los tipos regionales se contrapone hábilmente al paisaje y a la materia narrativa, con un sentido amable y punzante, a la par del humor narrativo. (p. 8).

Tres son los relatos que abordan la violencia del fenómeno senderista: "Ñakay Pacha" (El tiempo del dolor), "Parte de
combate" y "Angel de la isla'.  En el primero -tal como lo advirtiera Wáshington Delgado- no se alcanza a perfilar el diseño psicológico de los personajes; el narrador es un senderista que busca encontrar sin conseguirlo un matiz heroico en el líder de su columna.  Es un guerrillero muy joven pero no se aprovecha la anécdota en la configuración de un "cuento de aprendizaje".
Finalmente tienen un enfrentamiento con los sanguinarios Infantes de Marina; casi todos mueren y estos muertos conversan -un tanto obviamente a lo Rulfo- entre sí: lo último que dice el narrador-protagonista es “Quisiera abrazarlo al comandante” (p.
25).

En "Parte de combate' el narrador es, por el contrario, un sinchi, que subraya la brutalidad de su jefe, el teniente Soria, un personaje racista, además.  La prosa es casi periodística; no se detiene ni en reflexiones, ni en contrapuntos, ni se deja contaminar por inflexiones poéticas (aunque sea de "poesía negra").  El único rasgo humano que tiene Soria es negarse a matar a un muchachito que tiene a su servicio, a quien oficiales de Inteligencia han sindicado como "infiltrado".  Al final Soria obedece a los de Inteligencia y mata al muchacho; desde entonces su carácter se vuelve más irascible y su alcoholismo más pronunciado. Al final, por dárselas de "macho" frente a un combatiente vencido, quedó "sin piernas y sin huevos" (p. 48), (al patear al agonizante que tenía en sus manos una granada sin espoleta).

"Angel de la isla" es el menos convincente de los tres relatos (además, resulta difícil asociar al cuento con su título).  El material
narrativo (una montaña de senderistas arrojados a una profunda zanja, con un narrador que milagrosamente no tiene mayores
heridas y trata infructuosamente de contactarse con otros sobrevivientes que, poco a poco, ingresan a un silencio definitivo)
resulta un reto demasiado fuerte para el narrador: un tema así requeriría sabiduría añeja.  Tampoco nos convence el "impacto
final": el sobreviviente no es fusilado y es incorporado a las filas de los militares.

"Pishtaco" es un relato convencional, bien escrito, sobre un tema común de la tradición indigenista.  El escenario es zona de "monte" donde conviven colonos a los que indistintamente se les llama "indios" o "cholos"; ameno, ágil, el relato no implica, sin embargo, una renovación en la "literatura sobre pishtacos".

en: La narrativa indigenista peruana, Amaru Editores, Lima, 1994, p. 226-231.




Revista Casa de las Américas N° 187; abril-junio de 1992
 
 

DANTE CASTRO ARRASCO: Parte de Combate, Lima, Ediciones
Manguaré, 1991.

Este libro de relatos del joven narrador peruano recoge cuentos sobre la
selva y la región andina.  Con su realismo peculiar, D.C. sigue aquí
cercano a sus temas más habituales: la violencia de los Andes peruanos y
el folclor oriental.  Cuentos como “Ñakay Pacha” y “Cuentero de monte
adentro”, dos de los cinco que componen este volumen -el segundo de su
autor- han recibido menciones en concursos nacionales.  De los textos de
D.C. ha dicho el también el peruano Winston Orrillo que están escritos
con “prosa tensa e intensa...; prosa de compromisos y desafíos”.  A D.C.,
destacado exponente de la última promoción de narradores peruanos, lo
conocíamos por su participación en el Encuentro de jóvenes escritores de
la América Latina convocado por Casa de las Américas en 1990.  Al
cierre de esta edición, nos alegró el anuncio de que había obtenido el
premio Casa de las Américas con su libro de cuentos Tierra de pishtacos.


PARTE DE COMBATE

Dante Castro.  Ediciones Manguaré.  Lima, 1991. 98 pp.

Con el libro: Tierra de pishtacos, este joven narrador chalaco acaba de obtener el
consagratorio premio 'Casa de las Américas' de Cuba.  En Parte de combate nos
ofrece seis relatos: ñakay pacha (el tiempo del dolor); shushupe; parte de combate;
cuentero de monte adentro; ángel de la isla; pishtaco; tres de los cuales abordan el
difícil tema de la guerra sucia, producto de la acción subversiva que asola nuestro país;
los otros tres se ambientan en la Amazonia, de la que Castro toma el ingrediente
real-maravilloso y hace eco del legado de la tradición oral.  A decir del crítico Ricardo
Gonzales Vigil: “... el Premio Casa de las Américas viene a hacer justicia a la
maduración artística de Dante Castro... las seis narraciones que integran Parte de
combate conforman uno de los libros más interesantes que haya publicado un cuentista
en los años 80 ... ” .
 

Martina Thorne, Socialismo y participación, Novedad bibliográfica, p.123



A manera de epílogo, señalamos el acta del jurado del Premio Casa de las Américas 1992, que es la mejor forma de responder a críticas subalternas fundadas en motivos extraliterarios:


 Cuento: Tierra de Pishtacos, de Dante Castro Arrasco (Perú)
El jurado fundamenta su fallo en las siguientes consideraciones: a) La excelencia de la realización literaria y su variedad y riqueza. b) El tratamiento original de la compleja realidad peruana mostrada sin esquematismos. c) El carácter unitario de la obra en lo que atañe a formas, preocupaciones e indagación de realidades.
Jurados: Graciela Mántaras Loedel (Uruguay) ; Alessandra Riccio (Italia); Luisa Valenzuela (Argentina) y Abilio Estévez (Cuba).