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Los secretos de Vegeta

1a parte: "relativos a mi familia"

"Tú eres la luz de mi desierto, la flor de mi alegría, el lucero que guía mi camino y el mayor dolor de mi vida"

Desde que me acuerdo la vida ha sido cruel conmigo. Siendo pequeño noté que yo era diferente a los otros niños saiyajin, a mi no se me estaba permitido jugar como lo hacían ellos, yo debía estudiar y entrenar día y noche, no podía cansarme ni pedir una gotita de cariño, mucho menos acercarme a mi padre o dar muestras de temor, cualquiera de las dos cosas me significaba una paliza. O el salón de los gusanos.

Aún ahora, cuarenta años más tarde, me estremesco de sólo de pensar en los gusanos. En mi planeta eran enormes y comían carne. Los más pequeños se te metían por las orejas o la nariz si te pillaban desprevenido.

Yo una vez recibí ese castigo junto a otro guerrero. Estabamos cansados de tratar de escapar y nos sentamos a descansar un poco. Justo en ese momento los gusanos nos atacaron. Por aquella época yo apenas alcanzaba los cinco años. Mi compañero y yo luchamos denodadamente y matamos a muchos, con lo que ellos retrocedieron.

"Su Alteza, Usted duerma, yo montaré guardia" me dijo al ver que no podía mantener los ojos abiertos. Asentí y pronto me dormí. Él debió dormirse también, pues unos gritoa ahogados de dolor me despertaron y lo ví agarrandose la cabeza, estaba cubierto de gusanos y yo me elevé hacia el techo, desde allí vi como sólo dejaban los huesos.

Ese es el motivo por el que tanto le temo a los gusanos y bichos afines, aunque el gran Vegeta solía decir que eso debía de haberme endurecido, pero lo único que consiguió es que les tenga un asco terrible.

Dos años más tarde fui presentado ante Freezer y mi orgullo me hizo demostrarle, ingénuamente, todo el poder de mis cortos años. En aquel entonces yo marcaba 15 mil unidades de poder, no muy lejos del poder que ostentaban los guerreros de clase media, pero alto considerando la edad que tenía. Freezer de inmediato le pidió mi custodia al Gran Vegeta, según él yo sería el mejor de sus guerreros pues tenía mucho potencial. Mi padre aceptó de inmediato.

Durante los tres años en que serví a Freezer, antes de la destrucción de mi planeta, intenté convertirme en el mejor, de manera de que el Gran Vegeta lo pensara mejor y resolviera mi regreso, pero mis esperanzas infantiles, bien disimuladas bajo mi orgullo, eran vanas. Mi planeta desapareció y mi gente fue exterminada, sólo quedamos unos pocos.

Supongo que a fuerza de haber ocultado siempre mis sentimientos, fingí bastante bien que no me importaba lo que había psado, pero yo ya sospechaba que Freezer nos temía y que él era el culpable de la desaparición de los mios.

Puse aún más empeño en superarme, los guerreros del Planeta 79 me veían entrenar día y noche cuando no tenía alguna misión y me temían, incluso a Zaabon y Dodoria les preocupaba mi actitud y se lo hacían notar a Freezer.

"Será mi heredero" solía replicar el muy maldito. Yo lo odie siempre, pero nunca he sido tonto, por eso me callaba y disfritaba de algunas regalías de ser un favorito en su "corte". Siempre podía comer de lo mejor, escoger mis misiones, tener los mejores uniformes, etc. Pero eso no compensaba en nada las burlas de las que solíamos ser objeto, en especial por parte de Zaabon. "Simios estúpidos" solían llamarnos y a mi me herbía la sangre, pero conseguía controlarme.

Cuando tenía 20 años Freezer agregó a un nuevo grupo de soldados, entre ellos Kiwi, con quien de inmediato sentímos antipatía. Él siempre había sido favorito y no quería compartir esa posición, menos con un "simio" como solía decirme. A mí no me iba ni me venía, pero Freezer me puso por encima de él como su más probable heredero. Esto no sólo le molestó a él, sino que a otros muchos guerreros también y comenzaron a hacernos la vida imposible.

Acostumbrados a se solitarios, los tres saiyajin que allí estabamos montamos campamento algo alejados de la base central y nos dedicamos con mayor ahínco a entrenar, yo no quería otra cosa que tener la fuerza necesaria para destruir a Freezer y hacerme con el control del Universo.

Odie cada uno de los días que me veía obligado a permanecer en la base, cada día era una nueva humillación, un nuevo dolor que yo ocultaba muy bien en espera del desquite.

Siempre he sabido que soy un solitario, que muchas veces no mi importo ni yo, pero cada día las diferencias eran más notorias, muchos hombre buscaban una compañera, alguien con quien compartir sus vidas y el futuro, pero eso a mi no me interesaba, yo quería ser el más fuerte y dominar el uniuverso entero.

Nappa y Radicks comenzaron a presentarme a guerreras suponiendo que mi ánimo sombrio debía de modificarse, pero yo los mandé de paseo con una amenaza y la cortaron. Lo peor sobrevino cuando Freezer quiso hacer lo mismo, a él no podía amenazarlo con un paseo por el infierno.

Conocí, entonces, a ocho princesas bastante bonitas, debo admitir, pero ninguna de ellas consiguió acaparar mi atención por más de dos días, me aburrían a morir y terminaba por largarme a entrenar que tener que escucharlas.

Mi vida se hacía monótona, excepto cuando tenía alguna misión, ya que Freezer estaba decidido a que tomara una compañera. Yo me acordé entonces de algo que me contó el gran Vegeta, una profesía que yo no había sido capaz de cumplir.

"Un joven saiyajin que aún no deja la adolescencia, con sangre real corriendo por sus venas, acabará para siempre con Freezer y con su padre".

Supongo que esa sería mi sentencia de muerte, perdía algunas de mis regalias al contarle aquello, pero quería que dejara de buscarme novia. También fue por éso que me dio tanta ira el que diez años más tarde fuera Kakaroto quien lo venciera, pues destruía lo único en que siempre creí.

Kakaroto vino a ser mi némesis hace diez años atras, destruyó mi orgullo y me llevó a mis límites como nadie lo hizo, lo odié por ello, por quitarme la frialdad de mi corazón y mi mente, por hacerma ver que no era tan poderoso como creía, aunque, claro, si no hubiese sido por Gohan, Krilin y el gordo cobarde, yo habría vencido, pero de todas maneras, me dejó vivir y eso no podía perdonárselo.

Yo regresé a la base y allí recuperé mis fuerzas y mis deseos de vengarme me superaron, pero también descubrí que Freezer había ido po algo que yo quería para mí, las esferas del Dragon y la posibilidad de tener la vida eterna. En cuanto me enteré de ellos partí rumbo al planeta de los namekuseijin, no tenía idea como, pero debía evitar que Freezer se adueñara de la vida eterna.

Una vez allí noté un verdadero cambio en mi, la verdad es que seguía tan despiadado como siempre, pero empecé a notar que algo era diferente.

Maté a Kiwi y a Dodoria sin ningun problema, pero Zaabon me derrotó una vez, lo que lo obligó a regresar por mi y llevarme a recuperación. Vi en ello mi oportunidad de robarle las esferas a Freezer (él tenía cinco), y lo hice. Luego descubrí a Krilin con la que yo esperaba completar las siete esferas y llegué donde estaba ella, tal vez si no hubiese gritado tanto o no le hubiese llamado la atenció Zaabon, la habría llevado conmigo, pero en ese momento me hirió el orgullo. Maté a Zaabon sin mayores problemas y tomé la esfera. Fui a buscar la última esfera, la que yo antes ocultara en un lago y me dí cuenta de que era menos inteligente de lo que esperaba y que los terrícolas se la habían llevado.

Estaba furioso, pero nada podía hacer al respecto, me tomó bastante tiempo encontrarlos y convencerlos de que debíamos reunir las esferas antes de que llegaran las fuerzas especiales Ginyu, pero no lo hicimos a tiempo y las tomaron. Finalmente, tuvimos que enfrentarnos a ellos, a mi me tocaba pelear con Rikum y a Gihan y Krilin contra Gurdo, quien le dio problemas a los enanos (Gohan tenía 5 años), pero yo lo eliminé.

Fue mi primera señal de alarma ¿por qué los ayudé? Aunque lo negué entonces, sé que lo hice, pero aún ahora no entiendo que me impulsó a hacerlo. Claro que después de que Kakaroto apareció, yo maté a Botter y a Rikum en contra de lo que quería Kakaroto, pero era mi venganza por las humillaciones que siempre nos hicieron pasar.

Finalmente recuperamos las esferas, pero Ginyu había tomado el cuerpo de Kakaroto y se enfrentó a mi, yo le dí una paliza e intentó hacer lo mismo conmigo, pero no sé que le hizo Kakaroto que terminó convertido en rana. Incluso quise matarlo, pero Kakaroto no me dejó y no sé por qué volví a dejarlo vivo.

Luego de dejar a los enanos con uniformes de los hombres de Freezer comencé a sentirme mal, era como si algo me apretar las entrañas, pero pensé que era a causa del cansancio.

Los enanos se me adelantaron y pidieron dos de los deseos, arruinando mi oportunidad de ser inmortal, pero lo mismo le pasó a Freezer. Yo pelie contra él, pero me mató, al igual que a Dende, lo que pasó entre ese momento hasta que Kakaroto lo venció al convertirse en Super Saiyajin, lo desconozco, sólo le ví una vez antes de que nos llevaran de regreso a la Tierra.

Allí comencé a saber por primera vez lo que era estar en paz, mis demonios interiores se mantivieron an clama por tres meses, hasta que descubrí que Kakaroto seguía vivo y partí a buscarle. Lo busqué por todos lados, incluso destruí muchas de las bases de Freezer, muchos de sus leales sucumbieron ante mi paso, pero nadie supo darme noticias de él, así que regresé a la Tierra.

Bulma, a la que en un principio creí chillona y vulgar, me recibió muy bien, siempre tenía detalles conmigo, pero yo prefería hacerme el loco con ella y tratarla mal, pero eso no lo hacía cambiar su actitud hacia mi, al contrario, ella se preocupaba más por mi alimentación, mi descanso o la falta de éste, en fin.

Cuando Freezer apareció por aquí, apareció un chico que decía ser saiyajin que tenía 17 años quien exterminó a Freezer y a su padre, lo que me molestó muchísimo, pero ni por asomo se me ocurrió que tuviera sangre real, menos que fuera mi hijo.

Los tres años siguientes los dediqué por completo a entrenar, pero tuve lo que en ese momento pensé era un pequeño desliz. Me casé con Bulma y tuvimos un hijo, un muchachito que heredó demasiado de ambos, pero que en el futuro me haría sentir orgulloso. Por supuesto, temía ser peor padre que el que tuve y me alejé de ellos, cosa que no me hizo mucho bien que digamos, volvía a sentir ese algo que sentí en Namekisei.

Cuando el Chico del futuro volvió a aparecer me sentí orgulloso, la profesía había sido cierta, ya que mi hijo había sido quien había enviado al infierno a Freezer, pero él mismo se encargó de bajarse del pedestal, era demasiado... cobarde. Tuvimos muchas discuciones entre los dos, pero a la larga fue por él que aprendí a valorar a mi familia, a mi hijo.

Después de siete años, estaba frente a mi otro Trunks, uno que creció bajo mi influencia, entrenado por mí, aunque siempre conservaba algo de su madre, no solo el color de sus ojos. Yo estaba muy orgulloso de él cuando en el torneo de las artes marciales venció a Goten, aunque se notaba que al chico le faltaba entrenamiento, igual que a su hermano. Lo mejor fue cuando venció a Satan, de seguro el cobarde le tuvo miedo y se dejó vencer.

Mi hijo.

Pienso en él y una sonrisa orgullosa se asoma a mis labios. Casi siempre consigo controlarla, pero hay veces en que la dejo salir, en especial cuando le recuerda a Goten quien fue el ganador del torneo infantil.

Debo admitir que ahora no pienso como la primera vez que llegué a la Tierra, ya he tenido varás oportunidades de hacerme inmortal, en especial esos siete años que Kakaroto estuvo muerto, pero mi amor a Bulma y a mi hijo me hizo comprender que eso no valía la pena en comparación a lo que ahora tenía. El ser el emperador del Universo me devolvería la soledad y la tristeza, en cambio con mi familia tenía mucho más por mucho menos.

Amo a Bulma con cada fibra de mi ser, de una manera que jamás me imaginé que existía, pero siempre se lo escondo, aún guardo resabios del saiyajin que era, no puedo evitarlo, aún cuando deseo gritarle:

"Tú eres la luz de mi desierto, la flor de mi alegría, el lucero que guía mi camino y el mayor dolor de mi vida"

A mi, por lo menos, me suena cursi, es algo que no puedo dejar salir, pero algun día tendré el valor necesario y podré decirle:

"te amo".

Fin


Nota de la Webmistres

Esta historia nos llegó por correo sin más que un mail, ni siquiera venía una nota del autor, ni el nombre de este, así que si ve aquí su historia, que nos escriba de nuevo señalando, por lo menos, su apodo.

Shio Chang.