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Historias de Cocina: Mirada Radical

La argentina María Elena Miura abandonó por completo el mundo de los negocios por una pasíon aún más fuerte: La cocina. Y no cualquiera. Lo suyo son las preparaciones lactovegetarianas (sin carnes ni huevos) que crea en la Cocina del Angel, pequeño restaurante que atiende en el patio de una productora de cine.

09.11.2002
Por Carlos Reyes M.


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El jardín trasero de la productora Compañía de Filmes, una gran casa de calle Bilbao cerca de Luis Thayer Ojeda, luce cuidado. El césped muy corto, las flores y algunos brotes de albahaca que aparecen por los rincones dan ganas de alargar la sobremesa más de la cuenta, a la antigua y a la sombra de los árboles de una casa vecina. Tranquilidad contrastada con el frenetismo que se vive a su alrededor. Al fondo del patio hay una parrilla abandonada. Algo para nada casual porque acá la carne no existe. Definitivamente, no es parte de la mesa de María Elena Miura, quien regenta las ollas y hornos de la productora y también de La Cocina del Angel, nombre que refleja el espíritu de esta pequeña empresa de cattering cuya propuesta se sale un poco del esquema, inclusive para aquellos aficionados al gusto vegetariano.

Porque “en Chile la cocina vegetariana real, no existe, a pesar de que este país es el paraíso de las frutas y las verduras”, asegura con energía esta argentina, que lleva algo más de siete años viviendo en Santiago practicando devotamente el lactovegetarianismo, es decir una dieta que excluye completamente la carne, sus derivados y el huevo. Suena bastante categórica al decir que no hay restaurantes vegetarianos de verdad, “a lo más son naturistas” afirma convencida, porque entre otras cosas el resto cocina con cebolla y ajo, otro anatema para su estilo de vida. Y rechaza estos bulbos por una razón práctica: “si tú tienes una cañería limpia, nueva y le echas soda cáustica, al poco tiempo la vas a arruinar. Lo mismo ocurre con un organismo libre de toxinas: no necesita agentes limpiadores. Si eres vegetariano auténtico y por ejemplo comes ajo, al poco tiempo te vas a llenar de úlceras”, asegura y sigue, “una vez me invitaron a cocinar a un restaurante de Providencia y yo acepté con la condición de que yo ponía todos mis utensilios, porque los de ellos estaban contaminados con estos productos. Al final, no hice nada”.


COMIDA Y ALMA. La suavidad en el sabor es la tónica en cada uno de sus platos. Una cocina pacífica según dice, mientras adereza un antipasto de champiñones con aceite de nuez en el mesón del jardín que ella misma habilitó. Esa prédica la corrobora con pruebas sobre la mesa: así llega una compacta y suave tarta de espárragos rellena con queso provolone. La mixtura prefecta entre una verdura firme de sabor aún fresco tras el horneado, más este queso graso amigo de las parrillas. Una receta que es además una declaración de principios: la leche y los vegetales son la viga maestra de todo lo que produce.

En su cocina hay talento innato, pero su aderezo principal es la vocación espiritual que le imprime a sus platos. Chile ha sido, hasta ahora, la última parada de esta economista de profesión, ejecutiva bancaria; que ejerció el periodismo para medios financieros durante 25 años y que en en la cúspide de su carrera llegó a ser socia y presidenta de la consultora internacional Expansión Chile, que entre otras cosas intervino en las negociaciones para llegada del gas natural argentino a la zona central de nuestro país.

Mucho antes, a los 19 años, esta mendocina era una niña prodigio. Ya tenía un cargo ejecutivo en el Banco de Crédito de Cuyo y al poco tiempo después contraía matrimonio con un médico, padre de sus tres hijos y gestor del primer gran giro a su vida. No quiere hablar mucho del tema. Dice que es pasado. Sólo revela que él participaba en grupos insurgentes de izquierda en la Argentina y que no se vieron por más de una década. La única muestra que deja ver son las marcas de sus brazos, producto de los apremios a los que fue sometida en los años de la represión en el vecino país.

Para los que la conocieron hace unos cinco años atrás, casi no la reconocen. La María Elena actual usa sencillos vestidos de algodón blanco. Sólo una pequeño pendiente de metal rojo que dice ‘Om Shanta’ resalta como en el centro de su pecho. La parte del cuerpo donde se muestra el alma, según la imaginería universal. Cuesta imaginársela de tacos de “quince centímetros” como ella cuenta entre risas y rubia platinada a la perfección. Sólo al mostrar su DNI (Documento Nacional de Identificación) trasandino se da crédito a su transformación. Esa pequeña tarjeta es la muestra palpable del salto desde el tensionante ambiente financiero a hasta el círculo de Brahma Kumara, centro de meditación que le abrió una ventana hacia una espiritualidad contenida y que explora desde hace cuatro años. Viajes a la India y un continuo estudio de la cultura oriental siguieron este proceso que decantó en una búsqueda de la paz y en lo que realmente quería hacer: cocinar.


COCINANDO A MIL. “No tengo ningún estudio formal de gastronomía. A los 21 años tomé la única lección de mi vida con la abuela de una amiga. Antes de eso no sabía nada”, dice mientras saltea unas frutillas en almíbar, que acompañarán a los copos de helado de frutilla y frambuesa preparados por ella misma. Una cocina intuitiva cien por ciento, hecha de una continua experimentación. “Yo me levanté hoy en la mañana y no sabía que te iba a preparar todo esto. La vida es diferente todos los días. Tal vez por eso no me gustaría tener un restaurante y hacer las mismas cosas”.

La ortodoxia vegetariana la comparte con pocos, pero su anhelo es ampliar horizontes y propagar lo que ha aprendido al mayor número de personas. Participa continuamente en un programa alimenticio del hospital Ramón Barros Luco, donde forma monitores que capaciten a jefas de hogar para cocinar con apenas mil pesos: “A la gente le incentivo la creatividad, porque compras un pimentón, una zanahoria, un zapallo italiano, una berenjena y varios tomates; los colocas en una olla a fuego lento hasta que estén a punto más un poco de sal, pimienta, aceite y ya tienes un ratatouille para cuatro personas”. Por lo mismo, no está de acuerdo con los altos precios que pueden alcanzar productos en pos de la moda: “Es que es un contrasentido cobrar más de mil pesos por una verdura por muy orgánica que sea, si estamos viviendo en la ciudad más contaminada del mundo”.

María Elena hace un alto para atender a camarógrafos y técnicos de la productora que llegan a almorzar, pese a que son poco más de las cinco de la tarde. Dice que los tiene que perseguir para darles la comida. Luego se sienta, toma aire y exclama con aire tranquilo que siempre quiso ser lo que es: “una abuela amable que vive en la cocina o como dice mi nieto Tomás: que soy amiga de Dios y hago chocolates”.


LAS RECETAS. Un almuerzo en La Cocina del Angel cuesta $ 1.500 y $ 2.000 la cena. Es una empresa pequeña, que abastece desde pasajeros de hoteles lactovegetarianos como su dueña, hasta entregas de comida a empresas del sector. También prepara cenas a pedido para pequeños grupos de personas y realiza reuniones en la misma casa de María Elena Miura (Bilbao 2899). El siguiente es un compendio de sus recetas, donde la sencillez es la premisa básica.

Bilbao 2747. Tel: 209 0387

CHOCOLATE EN CREMA

• 1 kg. De crema espesa fría.
• 500 grs. De chocolate dulce en polvo.
• 1 cucharadita de café instantáneo.

Batir la crema con el café cuando esté espesa. Agregar en forma envolvente el chocolate y enfriar en el refrigerador.

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MALFATTIS

• 1 kg. de espinacas
• 200 grs. de ricota
• 400 grs. de harina
• 100 grs. de fécula de maiz
• 1 pizca nuez moscada

Lavar y cocinar las espinacas en la misma agua con que fueron lavadas. Una vez cocidas, se muelen para después mezclarlas con el resto de los ingredientes. La masa resultante se cuece en abundante agua hirviendo con una cucharadita de aceite y sal a gusto, hasta que floten. Retirar, colar y servir con salsa a gusto.
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RAMO DE ENSALADAS

• 100 g. Rúcula.
• 100 g. Endibias
• 100 g. Lechuga
• 100 g. Escarola
• 3 zanahorias
• 6 tomates cherry

Lavar las verduras y secarlas bien. Las zahanorias se pelan, se ahuecan y se cortan en seis partes. Separar las hojas de cada verdura, mezclarlas y hacer seis ramos homogéneos. Posteriormente estas porciones se introducen en las zahahorias ahuecadas y se sirven junto a los tomates cherry partidos por la mitad. Aliñar a gusto con aceites de pepita de uva, nuez, oliva o aceto balsámico, además de limón y sal.
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ESPÁRRAGOS EN CANASTAS

• 1 kg. de espárragos
• 200 grs. de masa de hoja
• 300 grs. de queso provolone
• Salsa de soya

Cocinar los espárragos, cortar las partes duras y reservar. Separar la masa en dos partes, una un poco más grande con la que se forra un molde para horno y mientras que la otra se corta en tiritas largas. Pintar las tiras con salsa de soya. Sobre la masa del molde colocan los espárragos en forma ordenada y sobre ellos el queso rallado. Sobre la mezcla colocar las tiras embadurnadas de soya y cocinar en horno caliente por 15 minutos.
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FRUTAS EN CUADRO

• 100 grs. de frutillas
• 3 kiwis
• 2 platanos
• 1 limón en jugo
• 200 gr. de arándanos
• 30 g. de agar agar
• 200 g. de azúcar

Lavar las frutas y limpiarlas cortando en rodajas medianas y reservar. Los platanos rociarlos con el jugo del limón. En una olla o sartén honda cocinar el azucar en 500 c.c. de agua durante 20 minutos, para después agregar el agar agar previamente disuelto en agua fría. Dejar al fuego un minuto más, luego agregar los arándanos, colocar la mezcla en un molde y dejar en el refrigerador por 30 minutos aproximadamente. Posteriormente colocar el resto de la fruta sobre los arándanos, acomodándolos sobre el líquido aún tibio. Continuar refrigerando hasta que cuaje y luego servir.
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LA VIDA ES ROSA

• 500 grs. de frutillas.
• 500 grs. de frambuesas.
• 125 c.c. de yoghurt natural (un vasito)
• 200 grs. de azúcar granulada.
• Una cucharada de agar agar.

Lavar las frutas y reservar 6 frutillas y 6 frambuesas para adornar. El resto se lucúa por separado y se reserva. Preparar un almíbar con azúcar y agregar el agar agar disuelto en agua fría. Cocinar un minuto más, agregarle el yogurt y separar la mezcla en dos porciones. A cada una de éstas se le agrega la fruta previamente reservada y se deja en el freezer durante dos horas aproximadamente. Acompañar cada porción con helado de frutilla y frambuesa y hojitas de menta fresca.