DISPUTACION ACERCA DE LA DETERMINACION DEL VALOR DE LAS INDULGENCIAS.
Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán
en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R.P. Martín
Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta ultima
disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan
estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por
escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
-
1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo
dijo: "Haced penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes
fuera penitencia.
-
2. Este término no puede entenderse en el
sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquélla relacionada
con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio
de los sacerdotes.
-
3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a
una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra
exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
-
4. En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura
el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa
que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.
-
5. El papa no quiere ni puede remitir pena alguna,
salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad
a los cánones.
-
6. El papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando
y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza
en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa
subsistirá íntegramente.
-
7. De ningún modo Dios remite la culpa a nadie,
sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote,
su vicario.
-
8. Los cánones penitenciales han sido impuestos
únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose
en los cánones.
-
9. Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia
en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción
en caso de muerte y de necesidad.
-
10. Mal y torpemente proceden los sacerdotes que
reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
-
11. Esta cizaña, cual la de transformar la
pena canónica en pena para el purgatorio, parecer por cierto haber sido
sembrada mientras los obispos dormían.
-
12. Antiguamente las penas canónicas no se
imponían después sino antes de la absolución, como prueba
de la verdadera contrición.
-
13. Los moribundos son absueltos de todas sus culpas
a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando
de derecho exentos de ellas.
-
14. Una pureza o caridad imperfectas traen consigo
para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menos
sean aquéllas.
-
15. Este temor y horror son suficientes por sí
solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto
que están muy cerca del horror de la desesperación.
-
16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo
difieren entre sí como la desesperación, la cuasi-desesperación
y la seguridad de la salvación.
-
17. Parece necesario para las almas del purgatorio
que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
-
18. Y no parece probado, sea por la razón
o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito
o del crecimiento en la caridad.
-
19. Y tampoco parece probado que las almas en el
purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza
ni aun en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
-
20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión
plenaria de todas las penas, no significa simplemente el perdón de todas
ellas, sino solamente el de aquellas que el mismo impuso.
-
21. En consecuencia, yerran predicadores de indulgencias
que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa
de las indulgencias del Papa.
-
22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las
almas del purgatorio que, según los cánones, ellas deberían
haber pagado en esta vida.
-
23. Si a alguien se le puede conceder en todo sentido
una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse
a los más perfectos, es decir, a muy pocos.
-
24. Por esta razón, la mayor parte de la gente
es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa
de la liberación de las penas.
-
25. El poder que el Papa tiene universalmente sobre
el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis
o parroquia.
-
26. Muy bien procede el Papa al dar la remisión
a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee),
sino por vía de la intercesión.
-
27. Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran
que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
-
28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda
cae en la caja, el lucro y la avaricia puede ir en aumento, mas la intercesión
de la iglesia depende solo de la voluntad de Dios.
-
29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las
almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según
la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.
-
30. Nadie esta seguro de la sinceridad de su propia
contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.
-
31. Cuan raro es el hombre verdaderamente penitente,
tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que él
tal es rarísimo.
-
32. Serán eternamente condenados junto con
sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante
una carta de indulgencias.
-
33. Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman
que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre
es reconciliado con Dios.
-
34. Pues aquellas gracias de perdón solo se
refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido
establecidas por los hombres.
-
35. Predican una doctrina anti-cristiana aquellos
que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan
almas o confeccionalia.
-
36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido
tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de
indulgencias.
-
37. Cualquier cristiano verdadero, sea que este vivo
o muerto, tiene participación en todos los bienes de Cristo y de la Iglesia;
esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
-
38. No obstante, la remisión y la participación
otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque (como
ya he dicho) constituyen un anuncio de la remisión divina.
-
39. Es dificilísimo hasta para los teólogos
más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo, la prodigalidad
de las indulgencias y la verdad de la contrición.
-
40. La verdadera contrición busca y ama las
penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas
sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
-
41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse
con cautela, para que el pueblo no crea equivocadamente que deben ser preferidas
a las demás buenas obras de caridad.
-
42. Debe enseñarse a los cristianos que no
es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias
se compare con las obras de misericordia.
-
43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que
socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprare
indulgencias.
-
44. Porque la caridad crece por la obra de caridad,
y el hombre llega a ser mejor; en cambio no lo es por las indulgencias, sino a
lo mas, liberado de la pena.
-
45. Debe enseñarse a los cristianos que el
que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar
indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la
indignación de Dios.
-
46. Debe enseñarse a los cristianos que, si
no son colmados de bienes suficientes, están obligados a retener lo necesario
para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
-
47. Debe enseñarse a los cristianos que la
compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.
-
48. Se debe enseñar a los cristianos que,
al otorgar indulgencias, el Papa tanto mas necesita cuanto desea una oración
ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
-
49. Hay que enseñar a los cristianos que las
indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero
muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
-
50. Debe enseñarse a los cristianos que si
el Papa conociera las exacciones de los predicados de indulgencias, preferiría
que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla
con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
-
51. Debe enseñarse a los cristianos que el
papa estaría dispuesto - como es su deber- a dar de su peculio a muchísimos
de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero,
aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera
menester.
-
52. Vana es la confianza en la salvación por
medio de una carta de indulgencia, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran
su propia alma como prenda.
-
53. Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para
predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de
la palabra de Dios en otras iglesias.
-
54. Oféndese a la palabra de Dios, cuando
en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias
que a ella.
-
55. Ha de ser la intención del Papa que si
las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión
y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante) deba predicarse
con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.
-
56. Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye
las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el
pueblo de Cristo.
-
57. Que en todo caso son temporales resulta evidente
por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más
bien los atesoran.
-
58. Tampoco son los méritos de Cristo y de
los santos, porque estos siempre obran, sin la intervención del Papa, la
gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.
-
59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia
eran los pobres, mas hablaba usando él termino en el sentido de su época.
-
60. No hablamos exageradamente si afirmamos que las
llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese
tesoro.
-
61. Esta claro, pues, que para la remición
de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.
-
62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto
evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
-
63. Empero este tesoro es, con razón, muy
odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.
-
64. En cambio, el tesoro de las indulgencias, con
razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.
-
65. Por ello, los tesoros del evangelio son redes
con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.
-
66. Los tesoros de las indulgencias son redes con
las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.
-
67. Respecto a las indulgencias que los predicadores
pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto
proporcionan ganancias.
-
68. No obstante, son las gracias más pequeñas
en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.
-
69. Los obispos y curas están obligados a
admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
-
70. Pero tienen el deber aun más de vigilar
con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres
no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
-
71. Quien habla contra la verdad de las indulgencias
apostólicas, sea anatema y maldito.
-
72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías
verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
-
73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión
contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio
de las indulgencias
-
74. Tanto mas trata de condenar a los que bajo el
pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
-
75. Es un disparate pensar que las indulgencias del
Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver -para hablar de algo imposible-
a un hombre que haya violado a la madre de Dios.
-
76. Decimos, por el contrario, que las indulgencias
papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en cuanto
concierne a la culpa.
-
77. Afirma que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría
conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.
-
78. Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa,
como cualquier otro, dispone de mayores gracias: el evangelio, las virtudes espirituales,
los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª Corintios 12.
-
79. Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas
papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.
-
80. Tendrán que rendir cuenta los obispos,
curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.
-
81. Esta arbitraria predicación de indulgencias
hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el
respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente
sutiles de los laicos.
-
82. Por ejemplo: ¿Por qué no vacía
el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad
de las almas -lo cual seria la mas justa de todas las razones si él redime
un numero infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción
de la basílica- lo cual es un motivo completamente insignificante?
-
83. Del mismo modo: ¿Por qué subsisten
las misas y aniversarios por los difuntos y por que el Papa no devuelve o permite
retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es
justo orar por los redimidos?
-
84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva
piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo
de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por
que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad
hacia esa misma alma pía y amada?
-
85. Del mismo modo: ¿Por qué los cánones
penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados
y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión
de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?
-
86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa,
cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos,
no construye tan solo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en
lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?
-
87. Del mismo modo: ¿Qué es lo que
remite el Papa y que participación concede a los que por una perfecta contrición
tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?
-
88. Del mismo modo: ¿Qué bien mayor
podría hacerse a la iglesia si el papa, como lo hace ahora una vez, concediese
estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los
creyentes?
-
89. Dado que el papa, por medio de sus indulgencias,
busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿Por qué
suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente
eficaces?
-
90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos
solo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la iglesia
y al papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.
-
91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen
según el espíritu y la intención del papa, todas esas objeciones
se resolverían con facilidad o más bien, no existirían.
-
92. Que se vayan pues todos aquellos profetas que
dicen al pueblo: de Cristo: "Paz, paz; y no hay paz.
-
93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen
al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.
-
94. Es menester exhortar a los cristianos que se
esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e
infierno.
-
95. Y a confiar en que entraran al cielo a través
de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.
Bibliografía. Obras de Martín
Lutero. Vol I. Facultad Luterana de Teología. Editorial Paidós.
1967.