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 EDITORIAL

Yo, terrorista me confieso

Merced a la posición maniquea del Presidente Uribe Vélez y del gobierno nacional, quienes no estamos a favor del referendo somos terroristas y estamos a favor de la corrupción. Como el referendo va a ser derrotado por el país, ocurre que la gran mayoría de los colombianos estaremos engrosando la lista de los terroristas y corruptos, entre los cuales después del 25 de octubre me encontraré yo, a mucho honor. En la compañía de millones de compatriotas que sin haber delinquido, solo ejercemos lo que creímos el sagrado derecho a disentir, según los preceptos establecidos en la Constitución Nacional.

Ese criterio antidemocrático de que "quien no está conmigo está contra mi", es el que prevalece en este gobierno, que aspira a perpetrarse, con reelección a bordo, para seguir dando de lo mismo.

Es cierto: los partidos tradicionales han entrado en metástasis, han propiciado su desprestigio. Pero en vez de fortalecerlos, no podemos caer en el grave error de reemplazarlos por movimientos de garaje que hoy son y mañana no parecen, ni mucho menos por gobiernos coyunturales cuyos personeros, hijos y usufructuarios de esos partidos, se quieren levantar con el santo y la limosna.

Lo de Uribe Vélez es una fiebre que pasará –lo hemos dicho, cuando se desinfle el globo– y no alcanza como pretenden sus áulicos y oportunistas seguidores incienso en mano, para crear otro partido.

La ejemplar tradición bipartidista que ha creado esta república –al estilo de lo que se vive en los Estados Unidos– con todo y sus defectos, no podrá ser modificada sino por una fuerza política de igual nivel, capaz de emular con amplio respaldo popular los hitos históricos del bipartidismo.

Próceres en los últimos tiempos como Jorge Eliécer Gaitán, López Michelsen y Galán fracasaron en ese intento y terminaron acogiéndose a las toldas del liberalismo. Vana pretensión pues la de ahora, que con base en encuestas y una soberbia que no tiene antecedentes, cree posible borrar la tradición política nacional y edificar sobre sus ruinas la imagen del nuevo salvador y mesas. Ni a Bolívar –nuestro libertador y padre de la Patria– se

le permitió la dictadura vitalicia.

Ahora unos enanos en punible conchabanza coaligados –todos los que se oponen a la socialdemocracia acogida oficialmente por el liberalismo– y los conservadores que han perdido su norte y su sentido de pertenencia a su colectividad, están entregados al poder y al disfrute de sus prebendas. No es el caso de quienes permanecemos fieles a la doctrina y a las directrices del liberalismo, que estamos ciertos que esta fiebre pasará, sin pena ni gloria.

Las decisiones que ha adoptado la jerarquía liberal en materia de apoyo a candidatos para alcaldías y gobernaciones son las correctas. ¿En Bogotá, por ejemplo, cómo se puede apoyar a Juan Lozano, que siempre ha estado en contra del partido y no ha ocultado su inclinación hacia los estratos privilegiados, de donde proviene?

Sin embargo, el Presidente Vélez, el ex alcalde Peñaloza y la camada liberal uribista lo respaldan. Pues bien, todos van a ser derrotados por el poder popular, que es quien define y el único excluido en el embeleso en el que está inmersa con soberbia la clase gobernante.

Cuando el dictador Rojas Pinilla dijo que estaba seguro de contar con el 99 por ciento de la opinión en su favor, un célebre e inteligente chocoano respondió que el pertenecía al uno por ciento en discrepancia.

Nosotros, parodiando esa actitud rebelde, manifestamos que somos terroristas y que nos oponemos al referendo impopular de Uribe Vélez y a sus pretensiones de reelección presidencial, que es lo que sigue.

Ojalá y las gentes del común que leen esta nota tomen conciencia sobre los peligros que se cierren sobre su suerte futura y actúen para impedirlo.

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