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Immanuel Kant

Logica

     Introducción
     - I -
          Todo en la naturaleza animada, como en la inanimada, se rige por 
     reglas, aunque estas reglas no son siempre de nosotros conocidas; así es 
     que en virtud de leyes fijas y determinadas cae la lluvia, se mueven los 
     animales, etc. El Universo entero no es propiamente más que un vasto 
     conjunto de fenómenos sujetos a determinadas reglas; de suerte que nada, 
     absolutamente nada existe sin su fundamento. Por consecuencia de esto, no 
     existen, hablando con propiedad, verdaderas irregularidades; cuando 
     nosotros creemos encontrarlas no es sino que las leyes que rigen los 
     fenómenos que observamos nos son desconocidas. [6]
          El ejercicio de nuestras facultades se verifica conforme a leyes, a 
     las que desde luego nos ajustamos sin tener conciencia de ello, hasta el 
     punto de que venimos insensiblemente en conocimiento de las mismas por 
     hechos de experiencia y por el continuo uso de las propias facultades. 
     Nosotros mismos concluimos por acomodarnos tan fácilmente a estas leyes, 
     que después nos cuesta gran trabajo el considerarlas de una manera 
     abstracta. Ejemplo de esto tenemos en la gramática general, que es una 
     forma del lenguaje en general. Se habla también sin conocimiento de 
     ninguna regla gramatical, y el que habla de este modo sigue sin embargo 
     una gramática, y habla conforme a reglas, mas no tiene conciencia de nada 
     de esto.
          Todas nuestras facultades, en particular el entendimiento, están 
     sometidas en su ejercicio a leyes que podemos investigar. Hay más; el 
     entendimiento debe considerarse como el principio y la facultad para 
     concebir las reglas en general. Así como la sensibilidad es la facultad de 
     intuición, así el entendimiento es la facultad de pensar; es decir, la 
     facultad de someter a leyes las representaciones sensibles. El 
     entendimiento tiende a la investigación de las reglas y se encuentra [7] 
     feliz con haberlas hallado. Se trata, pues, de saber, ya que el 
     entendimiento es el principio de las reglas, conforme a qué reglas procede 
     él mismo.
          No hay, en efecto, duda alguna de que nosotros no podemos pensar o 
     hacer uso de nuestro entendimiento, más que siguiendo ciertas reglas. Mas 
     ¿podemos nosotros concebir estas reglas en sí mismas, es decir, sin su 
     aplicación o en abstracto? ¿Qué son, pues, estas reglas? Todas las reglas, 
     según las que obra el entendimiento, o son necesarias o contingentes. Las 
     primeras son aquellas sin las cuales ninguna función del mismo sería 
     posible; las segundas aquellas sin las que no podrían tener lugar ciertas 
     y determinadas funciones. Las reglas contingentes, que se refieren a un 
     objeto determinado de conocimiento, son tan numerosas como los mismos 
     objetos. Así es, por ejemplo, que hay un ejercicio intelectual propio para 
     las matemáticas, otro para la metafísica, otro para la moral, etc. Las 
     reglas de este empleo particular del entendimiento en las ciencias 
     expresadas, son contingentes, puesto que es contingente que yo piense en 
     tal o cual objeto a que se refieren estas reglas particulares.
          Más si hacemos abstracción de todo conocimiento [8] que solo pueda 
     adquirirse con motivo del objeto y reflexionamos solamente acerca del 
     empleo del entendimiento en general, hallamos estas reglas absolutamente 
     necesarias bajo todos sus aspectos y sin ninguna relación propia de los 
     objetos particulares del pensamiento, puesto que sin ellas no existiría 
     éste. Estas reglas; se pueden, pues, considerar a priori, es decir, 
     independientemente de toda experiencia, puesto que, contienen simplemente, 
     sin distinción de objeto, las condiciones del empleo del entendimiento de 
     una manera general, ya sea aquel puro, ya sea experimental. De dónde se 
     sigue al propio tiempo, que las reglas generales y necesarias del 
     pensamiento no pueden referirse más que a la forma, y en manera alguna a 
     la materia o contenido. La ciencia de estas reglas necesarias y 
     universales, es, pues, simplemente, la ciencia de la forma de nuestro 
     conocimiento intelectual o del pensamiento. Nos podemos formar una idea de 
     la posibilidad de una ciencia tal, de la misma manera que nos formamos la 
     idea de una gramática general que contiene más que la simple forma del 
     lenguaje en general, y no las palabras que constituyen la materia de los 
     diversos; idiomas.
          Esta ciencia de las leyes necesarias del entendimiento [9] y de la 
     razón en general, o lo que es lo mismo, de la simple forma del pensamiento 
     en general, es lo que nosotros llamamos lógica.
          Como ciencia que se ocupa del pensamiento en general, 
     independientemente de los objetos que constituyen la materia, la lógica 
     puede ser considerada:
          1.ºComo el fundamento de todas las otras ciencias y la propedéutica 
     de toda función intelectual. Mas por esto mismo no se ocupa nunca de 
     objetos en manera alguna.
          2.º Como no pudiendo servir de órgano para las ciencias.
          Nosotros entendemos por órgano la indicación del modo en virtud del 
     cual se puede adquirir un determinado conocimiento, lo que exige desde 
     luego una noción del objeto del conocimiento para establecer después 
     ciertas reglas. La simple lógica no es, pues, un órgano de las ciencias, 
     puesto que como órgano supone el conocimiento exacto de las ciencias, del 
     objeto de ellas y de sus fuentes. Así es, por ejemplo, que las matemáticas 
     son un órgano muy señalado como ciencia que contiene la razón de la 
     adquisición del conocimiento referente a cierta aplicación racional. La 
     lógica por el contrario, en su calidad de [10] propedéutica, de toda 
     función intelectual y racional en general, no puede formar parte de otras 
     ciencias, ni anticipar nada sobre la materia o contenido de ellas; ella no 
     es más que el arte universal de la razón (Canónica Epicuri) de poner de 
     acuerdo los conocimientos en general con la forma del entendimiento, y no 
     merece por tanto el nombre de órgano, más que en tanto que sirve, no para 
     entender, sino simplemente para criticar y rectificar nuestro conocimiento.
          3.º Como ciencia de las leyes necesarias del pensamiento, sin las que 
     no es posible aplicación alguna del entendimiento y de la razón; leyes que 
     son, por consiguiente, las solas condiciones bajo las cuales el 
     entendimiento puede y debe ponerse de acuerdo consigo mismo -leyes y 
     condiciones de su legítimo empleo -la lógica es una regla. Y como regla 
     del entendimiento y la razón, no puede dar nada de otra ciencia ni de la 
     experiencia, no debe contener más que las leyes puras, a priori, que son 
     necesarias y constituyen la división del entendimiento en general.
          A la verdad, hay lógicos que suponen en la lógica principios 
     psicológicos; mas es tan absurdo el introducir tales principios, como 
     derivar [11] la moral de la conducta de la vida. Si tomamos estos 
     principios de la psicología, es decir, si nosotros los sacamos de la 
     observación de nuestro entendimiento, veríamos con esta únicamente de qué 
     manera se manifiesta el pensamiento, de qué modo se produce, cómo está 
     sujeto a diferentes obstáculos y a diversas condiciones subjetivas; lo que 
     nos conducirá a leyes simplemente contingentes. En la lógica no se trata 
     de leyes contingentes, sino de leyes necesarias; no se trata, pues, de 
     saber cómo pensamos, sino cómo debemos pensar. Las reglas de la lógica no 
     deben tomarse, por consiguiente, del entendimiento aplicado de un modo 
     contingente, sino que deben sacarse de su aplicación hecha de un modo 
     necesario, aplicación que se halla en sí misma sin necesidad de la 
     psicología. No se pide en lógica cómo se conduce el entendimiento, cómo 
     piensa, cómo ha pensado hasta aquí, sino simplemente cómo ha debido 
     pensar. La lógica debe, pues, darnos a conocer el empleo legítimo del 
     entendimiento o su acuerdo consigo mismo.
          Después de las consideraciones que acabamos de hacer acerca de la 
     lógica, difícilmente se pueden deducir las otras propiedades esenciales de 
     esta ciencia a saber: [12]
          4.º Que ésta es una ciencia racional, no simplemente en cuanto a su 
     forma, sino en cuanto a su fondo o contenido, pues que sus reglas no están 
     tomadas de la experiencia y tiene también por objeto la razón misma. La 
     lógica es, pues, el conocimiento propio (Selbsterkenntniss) del 
     conocimiento y de la razón sin mirar al objeto posible o real de estas 
     facultades, sino solamente, en cuanto se refiere a la forma. En lógica yo 
     no puedo pedir qué es lo que conoce el entendimiento, cuántas cosas 
     conoce, o hasta dónde alcanza este conocimiento: esto sería, en tal caso, 
     un verdadero conocimiento de sí mismo por lo que se refiere a la 
     aplicación esencial del entendimiento, lo que constituye parte de la 
     metafísica. No hay más que una cuestión en lógica, a saber: ¿Cómo se 
     conoce el entendimiento de sí mismo?
          Por último, como ciencia racional en cuanto al fondo y a la forma, la 
     lógica es además:
          5.ºUna doctrina o teoría demostrada, porque se ocupa no del empleo 
     ordinario y como tal propiamente empírico del entendimiento y la razón, 
     sino de las leyes necesarias y generales del pensamiento; descansa sobre 
     principios a priori de donde, todas sus reglas pueden [13] ser deducidas 
     como aquellas reglas a las cuales debe acomodarse todo conocimiento de la 
     razón.
          De donde la lógica debe ser considerada como una ciencia a priori o 
     como una doctrina como una ley de las funciones del entendimiento y de la 
     razón. Ella difiere esencialmente de la estética, que como simple crítica 
     del gusto, no tiene nada de ley, sino simplemente una regla (modelo o 
     patrón del empleo solamente de la critica), regla que consiste en el 
     concierto universal. La estética es, pues, la ciencia de las reglas del 
     concierto de las cosas con las leyes de la sensibilidad. La lógica, por el 
     contrario, tiene por objeto las reglas del concierto del conocimiento con 
     las leyes del entendimiento y la razón. La primera no tiene más; que 
     principios empíricos, y no puede, por tanto, constituir una ciencia o una 
     doctrina, si se entiende por doctrina una instrucción dogmática por 
     principios a priori, en la que se llega a conocer todo por el 
     entendimiento sin datos ulteriores tomados de la experiencia; y que nos da 
     reglas cuya aplicación produce la perfección de ser.
          Se ha intentado, particularmente por los oradores y poetas razonar 
     sobre el gusto; mas nunca [14] se ha podido pronunciar un juicio 
     definitivo sobre este punto.
          El filósofo Baumgartem, en Francfort, formó el plan de una estética 
     como ciencia, pero Home ha llamado con más propiedad crítica a la 
     estética, puesto que esta no suministra ninguna regla a priori que 
     determine el juicio en una medida suficiente, como lo hace la lógica, sino 
     que por el contrario, establece sus reglas a posteriori y hace más 
     generales, por la comparación solamente, las leyes, según las cuales, 
     nosotros reconocemos lo peor y lo mejor (lo bello).
          La lógica es, pues, algo más que una simple crítica; es una regla que 
     vive asociada de la crítica, es decir, del principio para juzgar todas las 
     funciones intelectuales en general, mas solamente en la que mira a la 
     legitimidad de estas funciones en cuanto a la mera forma, pues que ella no 
     es un órgano como no lo es la gramática general.
          Como propedéutica de toda función intelectual, la lógica universal 
     difiere también de la lógica trascendental, en la que el objeto mismo se 
     representa como el objeto uno del entendimiento; la lógica universal, por 
     el contrario, se refiere a todos los objetos. [15]
          Si entre tanto, nosotros queremos abrazar de un solo golpe de vista 
     todos los caracteres esenciales que corresponden a la extensa 
     determinación procedente de la noción de la lógica, haremos una idea de 
     ello diciendo:
          La lógica es una ciencia racional, no solo en cuanto a la mera forma, 
     sino también en cuanto al fondo; una ciencia a priori de las leyes 
     necesarias del pensamiento, no por lo que se refiere a los objetos 
     particulares, sino por lo que respecto a todos los objetos en general. -La 
     lógica es, por consiguiente, la ciencia de la aplicación legítima del 
     entendimiento y la razón en general; ciencia no subjetiva, es decir, no 
     formada en vista de principios empíricos (psicológicos) sino ciencia 
     objetiva, esto es, ciencia formada por principios a priori determinando la 
     materia del pensamiento que debe ocupar al entendimiento.

     - II -
     Divisiones principales de la lógica. -Exposición. -Utilidad de esta 
     ciencia.- Bosquejo de su historia
     1.º
          La lógica se divide en analítica y dialéctica. La analítica pone de 
     manifiesto por la descomposición [16] todas las operaciones intelectuales 
     que tienen lugar en el pensamiento en general; es, pues, una analítica de 
     la forma del entendimiento y la razón. Se llama también con justo título, 
     lógica de la verdad, puesto que contiene las reglas necesarias de toda 
     verdad (formal) sin las que nuestro conocimiento no es verdadero, 
     considerado en sí mismo, independientemente de los objetos.
          A este título todavía, ella no es otra cosa que una regla para el 
     juicio crítico de la legitimidad formal de nuestro conocimiento.
          Si se quisiese hacer servir esta doctrina puramente teórica y general 
     como arte práctico, es decir, si se empleara como órgano, vendría a ser en 
     este caso una dialéctica, una lógica de la apariencia (ars sofística, 
     disputatoria), lógica que resulta del simple abuso de la analítica. Este 
     abuso consiste en volver solamente la forma lógica para simular un 
     conocimiento verdadero en el que siempre los elementos (Merkmale) deben 
     estar tomados de conformidad con los objetos por razón del contenido.
          La dialéctica se estudió en otro tiempo con gran diligencia. Este 
     arte asentaba engañosamente falsos principios bajo la apariencia de 
     verdad, y buscaba como consecuencia de estos principios, [17] el afirmar 
     ciertas cosas, según esta misma apariencia. En tiempo de los griegos los 
     dialécticos eran abogados y retóricos que conducían al pueblo como 
     querían, porque el pueblo se dejaba extraviar por la apariencia. La 
     dialéctica ha sido, pues, por mucho tiempo el arte de la apariencia; por 
     mucho tiempo también ha sido enseriada en lógica este arte de la 
     apariencia bajo el nombre de arte de disputar. Durante este tiempo la 
     lógica y la filosofía, no consistía más que en formar ciertos charlatanes 
     para cohonestarlo todo con la suerte.
          Mas nada puede haber más indigno de un filósofo que el estudio de 
     semejante ciencia. La dialéctica así entendida, debe caer absolutamente en 
     desuso, y debe ser reemplazada en la lógica por una crítica de esta 
     apariencia.
          Tenemos, pues, dos partes en la lógica: la analítica que expone los 
     criterios formales de la verdad, y la dialéctica que abraza los signos y 
     reglas según los cuales podemos saber si una cosa conforma o no con los 
     criterios formales de la verdad, no obstante la apariencia en contrario. 
     En este sentido, pues, la dialéctica tendrá, todavía una gran utilidad 
     como cathártica del entendimiento. [18]
     2.º
          Se divide también de ordinario la lógica, en natural o popular y 
     artificial o científica (lógica naturalis, lógica scholastica, seu 
     artificialis).
          Mas esta división no es exacta, porque la lógica natural o la lógica 
     de la razón pura (sensus communis) no es lógica, hablando con propiedad; 
     es una ciencia antropológica que no encierra más que principios empíricos, 
     puesto que se ocupa de las reglas del empleo natural del entendimiento y 
     de la razón, reglas que solo se conocen de un modo concreto, sin haber por 
     consecuencia en ella un conocimiento abstracto. La lógica artificial o 
     científica merece solamente el nombre de lógica, como ciencia de las 
     reglas generales y necesarias del pensamiento, reglas que pueden y deben 
     ser adquiridas a priori independientemente del empleo natural y concreto 
     del entendimiento y la razón, aunque no pueden hallarse más que por la 
     observación de este empleo. [19]
     3.º
          Hay todavía otra división de la lógica en teórica y práctica. Mas 
     esta división es igualmente ilegítima.
          La lógica universal, que como simple regla hace abstracción de todos 
     los objetos, no puede tener ninguna parte práctica. Esto sería una 
     contradicción en el adjetivo, puesto que una lógica práctica supone el 
     conocimiento de objetos a los cuales sa aplica. Podemos, pues, llamar toda 
     ciencia una lógica práctica, porque en toda ciencia debemos tener una 
     forma del pensamiento. La lógica universal, considerada como práctica, no 
     puede pues, ser otra cosa, que la técnica de la ciencia en general, un 
     órgano del método escolástico.
          Esta división, dará pues a la lógica, una parte dogmática y una parte 
     técnica. La primera podría llamarse ciencia de los principios 
     (Elementarlehre); la segunda, metodología. La parte práctica o técnica de 
     la lógica, será un arte lógico, por lo que se refiero al orden y a la 
     expresión lógicamente técnica y a la distinción; arte que serviría al 
     entendimiento para facilitar su propia acción. [20]
          Mas en las dos partes (técnica y dogmática) no se debería prestar la 
     menor atención, ya al objeto, ya al sujeto del pensamiento. Bajo este 
     último aspecto, la lógica podría dividirse:
     4.º
          En lógica pura y lógica aplicada.
          Mas en la lógica pura consideramos el entendimiento, abstracción 
     hecha de las otras facultades intelectuales, no atendida mas que a lo que 
     él hace por sí solo. La lógica aplicada, considera por el contrario, el 
     entendimiento, en tanto que este se entrelaza con las demás facultades del 
     alma, las que influyen sobre sus acciones y la marcan una dirección mixta 
     u oblicua, de tal suerte, que no obra más que según las leyes que reconoce 
     como reguladoras. La lógica aplicada no debería, pues, llamarse 
     propiamente lógica. Es una psicología en la cual consideramos cómo se 
     produce de ordinario el pensamiento, y no cómo debe producirse. En fin, 
     ella enseña aun lo que es necesario hacer para emplear legítimamente 
     nuestra inteligencia, entre los obstáculos y limitaciones subjetivas de 
     toda clase que se oponen a su libre ejercicio. [21]
          Nosotros podemos igualmente aprender de ella lo que favorezca el 
     legítimo empleo del entendimiento, los medios que se pueden usar para 
     salvarla del error o sustraerla de él. Mas esto no es una propedéutica, 
     porque la psicología que debe suministrarlo todo a la lógica aplicada, es 
     una parte de las ciencias filosóficas, a las cuales la misma lógica debe 
     servir de propedéutica.
          Se dice, en verdad, que la técnica o la manera de organizar una 
     ciencia, debe exponerse en la lógica aplicada; más esta es inútil y aun 
     dañosa, porque en tal caso se empieza a edificar sin tener materiales; se 
     da la forma, pero falta la, materia. La técnica debe ser expuesta en cada 
     ciencia.
     5.º
          En fin, por lo que se refiere a la división de la lógica, en lógica 
     del entendimiento común, (sentido común) y lógica del entendimiento 
     especulativo, notamos que esta ciencia no puede dividirse de este modo.
          No puede ser una ciencia del entendimiento especulativo, porque como 
     lógica del conocimiento especulativo o del empleo de la razón 
     especulativa, sería órgano de otras ciencias, y no [22] una simple 
     propedéutica, que debe entrar en toda aplicación del entendimiento y de la 
     razón.
          La lógica, no puede ser por más tiempo un producto del sentido común; 
     el sentido común, es la facultad de percibir las reglas del conocimiento 
     de un modo concreto (en aplicación), mientras que la lógica debe ser la 
     ciencia de las reglas del conocimiento en abstracto.
          Se puedo, sin embargo, tomar la razón humana en general como objeto 
     de la lógica, en tanto que haga abstracción de las reglas particulares si 
     de la razón especulativa, y se distingue por el hecho de la lógica del 
     entendimiento especulativo.
     6.º
          En cuanto a la exposición de la lógica puede ser escolástica y 
     popular.
          Es escolástica, si es conforme al deseo de saber, a la capacidad y a 
     la cultura de los que quieren tratar el conocimiento de las reglas lógicas 
     como una ciencia.
          Es popular, por el contrario, si se presta a las capacidades y 
     necesidades de los que no estudian la lógica como ciencia, sino que 
     únicamente quieren servirse de ella para mostrar el entendimiento. [23] En 
     la exposición escolástica, las reglas deben ser presentadas eu su 
     universalidad o en abstracto; al contrario, en la exposición popular deben 
     ser expuestas en particular o en conacto. La exposición escolástica es el 
     fundamento, o mejor, la condición de la exposición popular: porque solo 
     puede exponer cualquier cosa de una manera popular, aquel que también 
     podría exponerla de una manera más fundamental.
          Por lo demás, nosotros distinguimos aquí 1a exposición del método. El 
     método es la manera de entender como un determinado objeto a cuyo 
     conocimiento aquella se aplica, puede ser perfectamente conocida. El 
     método debe sacarse do la ciencia misma; mas como orden necesario y 
     determinado del pensamiento, no puede cambiar. La palabra exposición 
     significa solamente la manera de comunicar los pensamientos y de hacer una 
     doctrina inteligible.
     7.º
          Con todo lo que hasta aquí llevamos dicho sobre la naturaleza y fin 
     de la lógica, se puede desde luego apreciar el valor de esta ciencia y 
     [24] la utilidad de su estudio, conforme a una unidad de medida legítima y 
     determinada.
          La lógica no es, pues, el arte general de probar la verdad, ni un 
     órgano de la verdad; esto es, no es una ciencia algebraica con cuya ayuda 
     puedan descubrirse las verdades ocultas.
          Mas esta ciencia es útil, indispensable aun como crítica del 
     conocimiento; es decir, para el juicio crítico del sentido común y de la 
     razón especulativa, no para mostrar las funciones del uno y de la otra, 
     sino para hacerlos correctos y ponerlos de acuerdo consigo mismo, porque 
     el principio lógico de la verdad es el acuerdo del entendimiento con sus 
     propias; leyes generales.
     8.º
          En cuanto a la historia de la lógica, nosotros únicamente diremos:
          Que la lógica moderna deriva de la analítica de Aristóteles. Este 
     filósofo, puede, pues, ser considerado como el padre de la lógica. Él la 
     presenta como un órgano, y la divide en analítica y dialéctica. Su modo de 
     enseñar es muy escolástico, y tiende al desenvolvimiento de las nociones 
     más generales que sirven de fundamento [25] a la lógica. Hay en esto poca 
     utilidad, puesto que casi todo allí degenera en pura sutileza. La mayor 
     ventaja que de ella se puede sacar, es aprender la denominación de los 
     diferentes actos del entendimiento.
          Además, la lógica, después de Aristóteles, no ha adelantado mucho en 
     cuanto al fondo. No puede adelantar mucho bajo este punto de vista, pero 
     sí puede ganar mucho en exactitud, precisión y claridad. Hay muy pocas 
     ciencias que pueden llegar a un estado constante y fijo. De este número 
     son la lógica y la metafísica. Aristóteles no había olvidado ninguna 
     operación del entendimiento; en esta solamente somos nosotros más exactos, 
     más precisos y más metódicos.
          Se creyó, a la verdad, que el órgano de Lambert mejoraría mucho la 
     lógica; pero él no contiene más que divisiones útiles, las que, como todas 
     las sutilezas permitidas agudizan el ingenio sin ser de ninguna utilidad 
     esencial.
          Entre los filósofos modernos no hay más que dos que hayan puesto en 
     boga la lógica universal: Leibniz y Wolff.
          Malebranche y Locke no han considerado la lógica propiamente dicha, 
     puesto que no se han [26] ocupado más que de la materia del conocimiento y 
     del origen de las ideas.
          La lógica universal de Wolff es la mejor de las conocidas hasta 
     ahora. Algunos, como Reusch, la colocan al lado de la de Aristóteles.
          Baumgarten ha hecho un gran beneficio a la ciencia, reduciendo la 
     lógica de Wolff y Meyer, comentando a Baumgarten.
          En el número de los lógicos modernos debe también ser contado 
     Crusius, mas este no ha reflexionado bastante acerca de la verdadera 
     naturaleza de la lógica, pues que su ciencia contiene principios 
     metafísicos y traspasa de este modo los límites de la lógica. Además 
     establece un criterio de verdad, como único, y deja para el hecho un libre 
     curso a toda suerte de extravagancias.
          En nuestros días no hay lógicos célebres. Nosotros no nos cuidamos de 
     ningún nuevo descubrimiento en lógica, puesto que esta ciencia no contiene 
     más que la forma del pensamiento. [27]

     - III -
     Divisiones de la filosofía en general. -Filosofía considerada según la 
     idea de escuela, y la idea que de ella se ha formado en el mundo. 
     -Condición esencial para filosofar y fin que debemos proponernos al 
     filosofar. -Problemas más elevados y más generales de esta ciencia
     1.º
          Algunas veces es difícil mostrar en qué consiste el objeto de una 
     ciencia.
          Sin embargo, la ciencia gana en precisión con la determinación 
     rigurosa de su idea. Agrégase a esto, que con tal determinación se 
     previenen muchas faltas que son inevitables cuando no se ha hecho la 
     verdadera distinción entre esta ciencia y las que más semejanza guardan 
     con ella.
          Antes, pues, de esforzarse en dar la definición de la filosofía, 
     debemos examinar los caracteres de los diferentes conocimientos en sí 
     mismos, y como los conocimientos filosóficos forman parte de los 
     conocimientos racionales, explicar especialmente en qué consisten estos 
     últimos. [28]
          Los conocimientos racionales se llaman así, por oposición a los 
     conocimientos históricos. Los primeros son conocimientos por principios 
     (ex principiis); los segundos, conocimientos por datos (ex datis). Mas un 
     conocimiento puede derivar de la razón y no ser, sin embargo, más que 
     histórico; como si por ejemplo, un simple literato aprende las 
     producciones racionales de otro, de este modo el conocimiento que adquiere 
     de estas producciones intelectuales; es puramente histórico.
          Se pueden distinguir los conocimientos:
          l.º En cuanto a su origen objetivo: es decir, en cuanto a las únicas 
     fuentes de donde puede emanar el conocimiento. Bajo este respecto, todos 
     los conocimientos son, o racionales o empíricos.
          2.º En cuanto a su origen subjetivo, es decir, en cuanto a la manera 
     en que un conocimiento puede adquirirse por el hombre. Considerados bajo 
     este último punto de vista, los conocimientos son o racionales o 
     históricos, sea por lo demás cualquiera su origen. Un conocimiento puede, 
     pues, ser histórico subjetivamente, aunque objetivamente sea un 
     conocimiento racional.
          Es perjudicial, en lo que se refiere a ciertos conocimientos 
     racionales, no poseerlos más que [29] bajo el punto de vista histórico; 
     mas en otros es indiferente. Por ejemplo, el piloto de un buque conoce 
     bajo el punto de vista histórico por sus tablas las reglas del arte de 
     navegar, y esto le basta; pero si el jurisconsulto no sabe más que 
     históricamente la jurisprudencia, será incapaz para administrar justicia, 
     y mucho más todavía para hacer las leyes.
          De la distinción hecha en los conocimientos racionales, según que son 
     objetivos o subjetivos, se sigue, que se puede en cierto modo aprender la 
     filosofía sin saber filosofar. Aquel que quiere ser un filósofo 
     propiamente dicho, debe acostumbrarse a hacer libre uso de su razón y no a 
     un ejercicio de imitación, y en cierto modo mecánico.
     2.º
          Hemos dicho que los conocimientos racionales son conocimientos por 
     principios; de donde se sigue que estos conocimientos deben ser a priori. 
     Por donde hay dos especies de conocimientos que ambos son a priori, pero 
     que sin embargo, difieren mucho entre sí como por ejemplo, los de las 
     matemáticas y los de la filosofía.
          Se dice comúnmente que las matemáticas y la [30] filosofía difieren 
     entre sí en cuanto al objeto; en cuanto a, las primeras tratan de 
     cantidades, y la segunda de cualidades. Todo esto es falso: la diferencia 
     de estas ciencias no puede provenir del objeto, porque la filosofía lo 
     abraza todo y por consiguiente la cantidad; es el objeto de la filosofía 
     el mismo que el de las matemáticas, en el sentido de que en todo se 
     comprende la cantidad. La diferencia específica de los conocimientos 
     racionales o de la aplicación de la razón en las matemáticas y la 
     filosofía, constituye la verdadera diferencia entre dichas ciencias. De 
     este modo la filosofía es el conocimiento racional por medio de simples 
     ideas, y las matemáticas, por el contrario, consisten en el conocimiento 
     racional por medio de la combinación de las ideas.
          Se dice, que combinamos las ideas cuando las exponemos en intuición a 
     priori sin auxilio de la experiencia, o citando nos representamos el 
     objeto que corresponde a la idea que de él tenemos. El matemático nunca 
     puede servirse de su razón aplicada a simples ideas; la filosofía, por el 
     contrario, no se sirve jamás de la ciencia para la combinación de las 
     ideas. En las matemáticas la aplicación de la razón es concreta, pero la 
     intuición no es empírica; sin embargo, se considera [31] cualquier cosa a 
     priori por el objeto de la intuición.
          En esto, como se ve, tienen las matemáticas una ventaja sobre la 
     filosofía; y es que sus conocimientos son intuitivos, mientras que los de 
     la filosofía son discusivos. Mas la razón por la que consideramos más bien 
     las cantidades en matemáticas, es porque las cantidades pueden ser 
     construidas en intuiciones a priori, mientras que las cualidades no pueden 
     ser representadas en intuición.
     3.º
          La filosofía es, pues, el sistema de los conocimientos filosóficos, o 
     de los conocimientos racionales, por medio de ideas. Tal es la idea que la 
     escuela forma de esta ciencia.
          Según el sentido común, es la ciencia de los últimos fines de la 
     razón humana.
          Esta idea elevada da una dignidad, es decir, un valor absoluto a la 
     filosofía.
          Y realmente es la sola ciencia que no tiene más que un valor 
     intrínseco, y este lo da a los otros conocimientos.
          En fin, a pesar de esto, se pregunta siempre ¿de qué sirve el 
     filosofar, y cuál es el fin de la [32] filosofía, aun considerando la 
     filosofía como ciencia, según la idea de la escuela?
          En la significación escolástica de la palabra, filosofía no significa 
     más que capacidad, habilidad (Geschicklichkeit); más con la significación 
     que le da el sentido común, quiere decir también utilidad. En el primer 
     sentido, la filosofía es una ciencia de la capacidad; en el segundo es una 
     ciencia de la sabiduría, es la legisladora de la razón: de suerte que la 
     filosofía es un legislador y no un artista en materias de razón.
          El artista en materia de razón, o el filodoxo como lo apellida 
     Sócrates, no aspira más que a una ciencia especulativa, sin apercibirse 
     por esto de cuanto contribuye la ciencia al fin ulterior de la razón 
     humana: él da reglas para la aplicación de la razón a toda clase de fines 
     arbitrarios. El filósofo práctico, el que enseña la sabiduría por medio de 
     su doctrina y sus ejemplos, es hablando con propiedad el solo filósofo; 
     porque la filosofía es la idea de una perfecta sabiduría, en virtud de la 
     que conocemos el fin supremo de la razón humana.
          La filosofía escolástica abraza dos partes:
          La primera se compone de una gran suma de conocimientos racionales. 
     [33]
          La segunda la constituye un conjunto sistemático de estos 
     conocimientos, o sea la unión de ellos en la idea de un todo. No solamente 
     la filosofía permite una composición sistemática tan limitada, sino que es 
     la sola ciencia que en rigor posee un conjunto sistemático, y la que da 
     unidad sistemática a las demás ciencias.
          Pero la filosofía en el sentido que le da el vulgo (in sensu 
     cósmico), puede también llamarse una ciencia de las, máximas supremas del 
     ejercicio de la razón, en tanto qua se ocupa por medio de máximas del 
     principio interno de la elección sobre diferentes fines.
          Porque la filosofía en este último sentido, es aun la ciencia de la 
     relación de todo conocimiento y del ejercicio de la razón, al fin último 
     de la razón humana, como fin supremo, al cual todos están subordinados, y 
     en el cual concurren todos para formar uno solo.
          El contenido de la filosofía en este sentido vulgar, da origen a las 
     cuestiones siguientes:
          1.ª ¿Qué puedo yo saber?
          2.ª ¿Qué debo yo hacer?
          3.ª ¿Qué se necesita esperar?
          4.ª ¿Qué es el hombre?
          La metafísica contesta a la primera pregunta, [34] la moral a la 
     segunda, la religión a la tercera y la antropología a la cuarta. Pero en 
     el fondo se podrían todos contestar, por la antropología, puesto que las 
     tres primeras cuestiones se reducen a la última.
          La filosofía por consiguiente, debe poder determinar:
          1.º Las fuentes del saber humano.
          2.º Los límites del uso posible y útil de toda ciencia.
          3.º Por último, los límites de la razón.
          La última cuestión es siempre la más difícil y la más importante; sin 
     embargo, el filodoxo no se ocupa de ella.
          Un filósofo debe reunir dos cualidades principales:
          1.ª La cultura del talento y la capacidad para hacer servir el uno al 
     otro, y a toda clase de fines.
          2.ª La habilidad (Fertigkeit) en el empleo de todos los medios para 
     los fines que se proponga. Estas dos cosas deben marchar unidas; porque, 
     nunca sin conocimientos no seremos nunca filósofos; pero tampoco estos 
     conocimientos por sí solos harían el filósofo, si la unión regular y 
     ordenada de todos ellos y de las capacidades no vinieran [35] a formar 
     unidad, y esta alianza fuese iluminada por los fines supremos de la razón 
     humana.
          En general no puede apellidarse filósofo, aquel que no puede 
     filosofar. Por donde, no se filosofa más que por el ejercicio, y 
     aprendiendo a usar de la propia razón.
          Mas, ¿cómo se debe aprender la filosofía?
          Todo pensador filósofo eleva, por decirlo así su propia obra sobre 
     las ruinas de la de otro; jamás ha habido una obra de tal solidez que no 
     pueda ser atacada en alguna de sus partes. No se puede, pues, aprender la 
     filosofía en el fondo porque todavía no está formada. Aun admitiendo que 
     exista realmente una, el que la aprendiera no podría llamarse filósofo, 
     porque el conocimiento que de ella en tal caso tendría, nunca sería más 
     que subjetivamente histórico.
          Sucede, otra cosa en matemáticas en cierto modo se puede aprender 
     esta ciencia, porque en ellas las pruebas son tan evidentes que cada cual 
     puede convencerse de ella: así las matemáticas pueden ser consideradas, en 
     razón de su evidencia, como una ciencia cierta y estable.
          El que quiera aprender a filosofar ne debe considerar todos los 
     sistemas filosóficos más que como historias del ejercicio de la razón, y 
     como [36] objetos propios para adornar un talento filosófico. El verdadero 
     filósofo, como libre pensador, debe usar propia e independientemente de su 
     razón y no emplearla de una manera servil. Pero no debe emplearla en forma 
     dialéctica, es decir, en una forma que tendrá que dar a los conocimientos 
     cierta apariencia de verdad y sabiduría que en realidad no tendrán.
          Esta es una obra digna de los sofistas, incompatible con la dignidad 
     del filósofo como poseedor y preceptor de la sabiduría.
          En efecto; la ciencia no tiene un valor intrínseco más que a título 
     verdadero de órgano o expresión de la sabiduría. Mas a este título le es 
     tan indispensable, que bien se puede decir que la sabiduría sin la ciencia 
     es de una perfección a la cual jamás llegaríamos.
          El que aborrece la ciencia, pero ama además la sabiduría, se llama 
     misólogo. La misología proviene comúnmente de falta de conocimientos 
     científicos y de una especie de barbarie. Algunas veces caen también en la 
     misología aquellos que al principio han corrido tras las ciencias con gran 
     aplicación y fortuna, y, sin embargo, no han podido hallar ninguna 
     satisfacción verdadera en su saber. [37]
          La filosofía es la sola ciencia que nos enseña a procurarnos esta 
     satisfacción interior: ella cierra en cierto modo el círculo científico, y 
     las ciencias reciben de ella sola, todo orden y sistema.
          Nosotros debemos dirigir nuestra atención, en el ejercicio de nuestro 
     libre pensamiento o en la filosofía, más bien al método que conviene 
     seguir en el ejercicio de la razón, que a los principios mismos que 
     alcanzamos por medio de aquel.

     - IV -
     Ligero bosquejo de una historia de la filosofía
     1.º
          No es muy fácil fijar el límite donde acaba la aplicación común del 
     entendimiento, y en donde empieza la aplicación especulativa del mismo, es 
     decir, cuando el conocimiento común racional viene a ser filosófico.
          Un carácter algo seguro es, sin embargo, el de que el conocimiento de 
     lo general en abstracto es un conocimiento especulativo, mientras que el 
     conocimiento de lo general en concreto es un conocimiento común. [38]
          El conocimiento filosófico es, en efecto, el conocimiento 
     especulativo de la razón: comienza, pues, sus investigaciones en el 
     ejercicio común de la razón finita, es decir, en el conocimiento de lo 
     general en abstracto.
          Gracias a esta determinación entre el ejercicio común de la razón y 
     el especulativo, se puede juzgar si un pueblo ha sido o no filósofo, y 
     recorriendo la historia de los diferentes pueblos, decidir cuál es aquel 
     en que parece haber tenido su origen la filosofía.
          Los Griegos, según esto, parece que han sido entre todos los pueblos 
     los primeros que probaron a hacer aplicación de los conocimientos 
     racionales de una manera abstracta, no haciendo caso de las imágenes, en 
     vez de que en los demás pueblos, para hacer sensibles sus nociones de una 
     manera concreta, nunca lo han procurado más que por medio de aquellas. 
     Todavía hoy hay pueblos como los chinos y algunos de la India, que, a la 
     verdad, se ocupan de cosas que son propias exclusivamente de la razón 
     pura, como Dios, la inmortalidad del alma, etc.; pero sin investigar de 
     una manera abstracta por nociones y leyes la naturaleza de estos objetos.
          Ellos distinguen entre el ejercicio de la razón [39] en concreto y el 
     ejercicio abstracto de la misma.
          En los Persas y los Árabes hallamos un cierto ejercicio especulativo 
     de la razón; más estos pueblos siguen en esto las reglas de Aristóteles: 
     las han tomado, pues, de los Griegos. En el Zend Avesta de Zoroastro (800 
     años antes de J. C.) no se encuentra el menor vestigio de filosofía. Se 
     puede decir además, según aparece de la sabiduría tan ensalzada de que no 
     era más que un verdadero juego de niños en comparación de la filosofía 
     griega.
          En matemáticas, como en filosofía, los Griegos han sido los primeros 
     en cultivar de una manera científica esta parte del conocimiento racional, 
     puesto que ellos; han demostrado cada teorema por principios.
          El primero que se sabe que estableció el ejercicio de la razón 
     especulativa y cuyos esfuerzos se dirigieron a la cultura del espíritu 
     humano, es Thales, jefe de la secta jónica. Fue apellidado el físico 
     aunque también era matemático: en general, los matemáticos han precedido a 
     la filosofía.
          Por lo demás, los primeros filósofos lo rodeaban todo de imágenes y 
     de figuras; porque la poesía, [40] que no es otra cosa que el pensamiento 
     revestido de imágenes, es más antigua que la prosa. Por consiguiente, en 
     las mismas cosas que son de puros objetos de la razón, se debió 
     primitivamente hablar de una manera figurada, y no escribirse más que al 
     modo de los poetas. Ferecides, un pitagórico, pasa por haber sido el 
     primero que escribió en prosa.
          Después de los jonios vinieron los eleatas. El principio fundamental 
     de la filosofía eleática y de su fundador Xenofanes era, que los sentidos 
     no dan a conocer más que ilusión y vana apariencia, y que la fuente de la 
     verdad se halla solamente en la razón.
          Entre los filósofos de esta época se distingue Zen, hombre de gran 
     sentido, de gran penetración y dialéctica útil.
          La dialéctica era considerada antiguamente como el arte de ejercitar 
     la razón pura, relativamente a nociones apartadas de toda materia 
     sensible. De aquí el gran elogio hecho por los antiguos a este arte. Por 
     consecuencia, los filósofos que rechazaban totalmente el testimonio de los 
     sentidos, debieron necesariamente caer en muchas sutilezas, y la 
     dialéctica degeneró en arte de sostener y combatir toda proposición. [41] 
     Para los sofistas que querían razonar sobre todo y dar al error la 
     apariencia de la verdad, la dialéctica no era más que el arte de 
     embrollarlo, todo. Por esto, el nombre de sofista, que antiguamente 
     significaba un hombre capaz de hablar de todo con razón y penetración, se 
     hizo tan odiosa y despreciable, que fue reemplazado con el de filósofo.
     2.º
          En el tiempo en que la escuela jónica florecía, apareció en la gran 
     Grecia un hombre de un genio singular, que no solamente fundó una escuela, 
     sino que además concibió y puso en ejecución un proyecto que a ningún 
     filósofo jamás se le había ocurrido: este hombre era Pitágoras, nacido en 
     Samos. Él fundó una sociedad de filósofos, reunidos en una comunidad por 
     la ley de la discreción. Sus discípulos se dividían en dos clases: en 
     meros oyentes ( [akroamatikoí]) los que no tenían derecho de tomar parte 
     en las disputas, y oyentes que tenían este derecho y que podían cuestionar 
     ( [mathematikoí](1)).
          Entre sus doctrinas se distingue la exotérica que el exponía a todo 
     el mundo, y una otra esotérica [42] que era secreta destinada a solo los 
     miembros de la comunidad que él admitía en su sociedad más íntima y que 
     aislaba completamente de los demás.
          La física y la teología, la ciencia de lo sensible y de lo no 
     sensible eran por tanto en cierto modo, el vínculo de la doctrina secreta.
          Pitágoras tenía también diferentes símbolos, que no eran al parecer 
     más que ciertos signos que servían a los que los empleaban para entenderse 
     mutuamente.
          El objeto de la comunidad no parece haber sido otro, que el purgar la 
     religión de creencias groseras, templar la tiranía o introducir en el 
     Estado una buena forma de gobierno. Esta comunidad que los tiranos 
     comenzaban a temer, fue destruida poco tiempo antes de la muerte de 
     Pitágoras, y la sociedad filosófica fue disuelta tanto por las 
     persecuciones y la muerte, como por la fuga de un gran número de sus 
     miembros: los pocos que quedaron eran novicios; y como estos no debieron 
     tener una gran participación en las doctrinas de su maestro, nada de 
     cierto se puede afirmar de esta doctrina.
          Se atribuyen por esto a este filósofo, que era por otra parte, un 
     gran matemático, muchas [43] doctrinas que no son ciertamente más que 
     ficciones.
          Los demás pitagóricos más célebres de esta época son, Ferecides, 
     Filolans y Archytas.
     3.º
          La época más importante de la filosofía griega empieza con Sócrates. 
     (400 años antes de J. C.)
          Este fue el que dio a todos los espíritus especulativos y por 
     consecuencia al espíritu filosófico, una dirección práctica enteramente 
     nueva. Así se le ha considerado casi como el único de entre los hombres, 
     cuya conducta se ha acercado más al ideal de la sabiduría.
          En el número de sus discípulos se encuentra especialmente Platón (348 
     años antes de J. C.), el que dio una preferencia grande en su atención a 
     las doctrinas de Sócrates. Entre los discípulos de Platón, Aristóteles fue 
     el más célebre: este dio a la filosofía especulativa un nuevo impulso 
     mucho mayor que los que le habían precedido.
          Después de las grandes escuelas de Platón y de Aristóteles, aparecen 
     las de los Epicúreos y de los Estoicos, que fueron declarados unos de 
     otros. [44]
          Los primeros hacían consistir el soberano bien en la alegría del 
     corazón, a que ellos llamaban voluptuosidad. Los otros la hallaban en la 
     elevación y vigor del espíritu, cualidades que permiten sufrir todas las 
     contrariedades en la vida.
          Los estoicos eran por lo demás, dialécticos en la filosofía 
     especulativa, dogmáticos en la filosofía moral, y mostraban en sus 
     principios prácticos por medio de los que esparcían el germen de los más 
     nobles sentimientos, una dignidad extraordinaria. El fundador de esta 
     escuela fue Zen de Citium. Los hombres más célebres de la misma escuela 
     entre los filósofos Griegos, son Cleantes y Crisipo.
          Jamás la escuela de Epicuro pudo alcanzar un renombre como el de la 
     escuela estoica. Por lo demás, los epicúreos eran más modernos en sus 
     placeres, y fueron los físicos más distinguidos entre todos los sabios de 
     la Grecia.
          Además, es necesario notar aquí que las principales escuelas griegas 
     tuvieron nombres particulares. Así la escuela de Platón tomó el nombre de 
     Academia; la de Aristóteles se llamó Liceo; la de Zen, Pórtico ( 
     [stoá])(2) de un paseo cubierto que dio su nombre a los estoicos; la de 
     [45] Epicuro, Jardines, porque Epicuro enseñaba en jardines.
          Además de la Academia de Platón, hubo otras tres que fueron fundadas 
     por sus discípulos: la primera tuvo por jefe a Spensippo (339); la segunda 
     a Arcesilos (339 años antes de J. C.) y la tercera a Carneades (128 años 
     antes de J. C.)
          Estos académicos se inclinaban al escepticismo; porque Spensippo y 
     Arcesilos basaron sus doctrinas en la duda, y Carneades fue todavía más 
     allá que ellos.
          Por esta razón es por lo que los escépticos, estos dialécticos 
     útiles, también han sido llamados académicos.
          Los académicos seguirán, pues, al menos en parte, al primer gran 
     escéptico Pirron y sus sucesores. Platón les había dado noticias al 
     establecer el pro y la contra en sus enseñanzas dialogadas, sin decidirse 
     en uno u otro sentido, al menos de una manera explícita y positiva, aunque 
     de otro lado fue muy dogmático.
          Señalando como punto de partida del escepticismo la época de Pirron, 
     se cuenta una escuela de escépticos que se distinguen esencialmente de los 
     dogmáticos en sus opiniones y manera de filosofar, puesto que aquellos 
     tenían como regla [46] de todo ejercicio filosófico de la razón, este: que 
     es necesario abstenerse de juzgar, aun cuando haya gran apariencia de 
     verdad; y habían consagrado este principio: que la filosofía consiste en 
     suspender todo juicio, y nos enseña a descubrir toda falsa apariencia. No 
     nos queda de los escritos de estos escépticos, más que las dos obras de 
     Sexto Empírico(3) donde reunió todas las dudas de su escuela.
     4.º
          La filosofía pasó de Grecia a Roma, pero sin progresar en nada; los 
     romanos no fueron nunca más que escolásticos.
          Cicerón (43 años antes de J. C.) era discípulo de Platón en 
     metafísica, y estoico en moral.
          Los más célebres entre los estoicos, son: Epicteto (89 años después 
     de J. C.). Antonino el Filósofo (181) y Séneca (65 años después de J. C.). 
     No hubo físicos entre los Romanos, más que Plinio que ha dejado una 
     historia natural.
          Por último, la ciencia desapareció de entre los romanos para dar 
     lugar a la barbarie, hasta que [47] los árabes en los siglos VI y VII 
     empezaron a cultivar las ciencias, y elevaron en gran manera a 
     Aristóteles. Entonces renacieron dos ciencias en Occidente. Se estudió 
     principalmente a Aristóteles; se le seguía ciegamente.
          Los escolásticos predominaron en los siglos XI y XII. Explicaban a 
     Aristóteles y conducían con sus sutilezas al infinito. Este falso método 
     escolástico desapareció, por último, en la época de la reforma. Entonces 
     aparecieron dos hombres de un talento original e independiente, de libres 
     pensamientos que no se adhirieron a ninguna escuela, sino que buscaban y 
     tomaban la verdad en donde quiera que la hallaban.
     5.º
          La filosofía debe una parte de su adelanto en los tiempos modernos, 
     de un lado al mayor estudio de la naturaleza, y de otro a la aplicación de 
     las matemáticas a la física.
          El método que el estudio de estas ciencias hace adquirir en la 
     dirección del pensamiento, se extiende también a las diferentes partes de 
     la filosofía propiamente dicha.
          El primero y el más grande de los físicos modernos [48] fue Bacon de 
     Verulam. Este siguió en sus investigaciones el camino de la experiencia y 
     llamó la atención de los sabios sobre la importancia y la necesidad de las 
     observaciones, y de la experimentación para descubrir la verdad. Es por lo 
     demás muy difícil fijar con precisión de dónde viene el mejoramiento de la 
     filosofía especulativa. Descartes ha contribuido en gran manera a ella, 
     puesto que hizo mucho para dar claridad al pensamiento, poniendo por 
     criterio de la verdad la claridad y la evidencia del conocimiento.
          Entre, los reformadores contemporáneos más célebres de la filosofía y 
     que han prestado servicios más señalados a esta ciencia, es necesaria 
     contar a Leibniz y Locke.
          Este procuró descomponer el entendimiento humano y hacer ver cuáles 
     son las facultades y operaciones que se presentan en tal o cual 
     conocimiento. Mas no terminó su empresa. Su procedimiento es dogmático, 
     aunque hizo notar la utilidad de comenzar mejor a estudiar por la 
     naturaleza del alma y de una manera más fundamental.
          En lo que concierne particularmente al método dogmático de Leibniz y 
     Wolff en filosofía, es necesario convenir que era defectuoso; hay en él 
     [49] tanto de ilusión, que es necesario renunciar enteramente a su uso y 
     reemplazarlo con otro; con el método crítico, que consiste en el estudio 
     del procedimiento de la misma razón, en el análisis y examen del conjunto 
     de nuestras facultades intelectuales para saber cuáles son los límites de 
     ellas.
          En nuestros días, la filosofía de la naturaleza se halla en el estado 
     más floreciente y hay entre los físicos nombres notables, por ejemplo, 
     Newton. Como filósofos modernos no se conoce al presente cuáles son 
     aquellos cuyos nombres deben quedar como tales, puesto que ahora todo pasa 
     como una sombra. Lo que el uno hace, el otro lo deshace.
          En filosofía moral no estamos más adelantados que los antiguos. En 
     metafísica tenemos la vanidad de hallarnos embarazados con la 
     investigación de las verdades de ésta especie. Hay al presente tal 
     indiferencia por esta ciencia, que parece gracioso hablar con desprecio de 
     las investigaciones metafísicas, como de vanas sutilezas. Y, sin embargo, 
     la metafísica es la verdadera filosofía, la filosofía propiamente dicha.
          Nuestro siglo es el siglo de la crítica. Resta saber, qué resultará 
     de los trabajos críticos de nuestra edad respecto de la filosofía y a la 
     metafísica en particular. [50]

     - V -
     Del conocimiento en general. -Conocimiento intuitivo, conocimiento 
     discursivo; intuición y noción; su diferencia en particular .-Perfección 
     lógica, y perfección estética del conocimiento
     1.º
          Todo conocimiento es una doble relación, de una parte al objeto y de 
     la otra al sujeto. Bajo el primer punto de vista, se refiere a la 
     representación; bajo el segundo, a la conciencia universal de todo 
     conocimiento en general.
          La conciencia es propiamente la idea de otra idea que tenemos.
          En todo conocimiento es necesario distinguir la materia, es decir, el 
     objeto, y la forma, esto es, la manera con que nosotros conocemos el 
     objeto. -Un salvaje, por ejemplo, ve de lejos una casa, de la cual 
     desconoce el uso: este objeto, en verdad, se le representa como podría 
     serlo para otro que lo conociese determinadamente, como una habitación 
     propia para el uso del hombre. [51] Más en cuanto a la forma, este 
     conocimiento del mismo objeto es diferente en cada uno de ellos; en el uno 
     es una simple intuición, en el otro es intuición y noción al mismo tiempo.
          La diferencia formal del conocimiento descansa en una condición que 
     acompaña a todo conocimiento, y es la conciencia; si yo tengo conciencia 
     de una idea, esta será clara; si yo no tengo conciencia de ella, será 
     oscura.
          La conciencia, es la condición esencial de toda forma lógica del 
     conocimiento. La lógica no puede ni debe ocuparse más que de ideas claras 
     y no de ideas oscuras. No se ve en lógica como nacen las ideas, sino la 
     manera de conformarlas con la forma lógica. -La lógica no puede tratar de 
     simples representaciones ni de su posibilidad; esto es propio de la 
     metafísica. La lógica no se ocupa más que de las reglas del pensamiento en 
     las nociones, los juicios y los razonamientos. Sin duda, alguna cosa pasa 
     en el espíritu antes de que una representación venga a convertirse en 
     noción, esto lo haremos ver en su lugar. Más nosotros no investigamos el 
     origen de las ideas. La lógica trata, es verdad, del conocimiento con 
     conciencia, puesto que el pensamiento ocupa ya el lugar de un parecido 
     conocimiento. Mas la idea [52] o representación no es todavía 
     conocimiento, aunque el conocimiento supone siempre representación. Esto 
     último no se puede explicar de un modo absoluto: no se puede hacer más que 
     presentar una representación por medio de otra.
          Todas las representaciones claras, únicas a las que se aplican las 
     reglas lógicas, se pueden dividir en cuanto son claras, en mayor o menor 
     grado. Cuando tenemos conciencia de toda la representación, mas no de toda 
     la diversidad de elementos que en ella se contiene, entonces la 
     representación no es clara.
          Pongamos un ejemplo, desde luego, en las intuiciones para explicar el 
     hecho: nosotros percibimos A lo lejos una casa de campo. Si tenemos 
     conciencia de que el objeto percibido es una casa, nos formamos 
     necesariamente a la vez una representación de las diferentes partes de 
     esta casa, de las ventanas, de las puertas, etc.: mas no por esto tenemos 
     conciencia de la diversidad de sus partes, y la representación que nos 
     formamos del objeto pensado, no es en consecuencia más que una 
     representación oscura.
          ¿Queremos de otro lado tener un ejemplo de la falta de claridad en 
     las nociones?
          Pongámosle acerca de la belleza. Esta noción [53] es compleja; 
     comprende muchos elementos, entro otros, que el objeto bello debe ser una 
     cosa tal, primero que caiga bajo el dominio de los sentidos, y segundo que 
     agrade generalmente. Si no nos podemos dar cuenta de estos diversos 
     elementos de la belleza, y de otros todavía más, entonces la noción que de 
     él nos hayamos formado no es todavía clara.
          Los Wolffianos llaman la representación oscura una representación 
     confusa. Mas esta expresión no conviene, en razón de que lo opuesto a la 
     confusión no es la claridad sino el orden.
          Todavía más; si es propio decir que la claridad es un efecto del 
     orden, y la oscuridad un efecto del desorden, y que por tanto, todo 
     conocimiento confuso es a la vez un conocimiento oscuro, lo recíproco no 
     es cierto, esto es, que todo conocimiento oscuro no es por esto confuso. 
     En efecto, en los conocimientos cuyo objeto es simple, no hay orden ni 
     desorden, ni por consiguiente confusión real, ni aun posible.
          En consecuencia, las representaciones simples no vienen a ser nunca 
     claras; no porque haya en ellas confusión, sino porque no contienen 
     variedad de elementos. Cuando no son claras, se puede decir que son 
     oscuras, más no que son confusas. [54]
          En las representaciones compuestas, donde es posible distinguir una 
     diversidad de elementos, la oscuridad no viene muchas veces de la 
     confusión, sino de la fragilidad de la conciencia. Una cosa puede ser 
     clara en cuanto a la forma, es decir, que se puede tener conciencia de la 
     variedad en la representación; más la claridad puede disminuir en cuanto a 
     la materia, si el grado de conciencia disminuye, aunque el orden exista en 
     los elementos de la noción.
          Tal es el caso de las representaciones abstractas.
          La claridad se puede dividir en dos clases:
          1.ª Sensible. Esta consiste en la conciencia de la variedad en la 
     intuición. Yo veo, por ejempló, la vía láctea como una banda blanquecina: 
     los rayos luminosos de todas las estrellas que en ella se encuentran, 
     necesariamente deben haber frotado mis ojos. Mas la representación que yo 
     tengo de ellos no es clara; esta representación no viene a ser lúcida más 
     que por medio del telescopio, puesto que yo percibo entonces una a una las 
     estrellas que se encuentran en dicha vía.
          2.ª Intelectual. Es la lucidez de las nociones, o la lucidez 
     intelectual. Esta descansa sobre la [55] descomposición de la noción 
     respecto a la variedad que contiene. Así es, por ejemplo, que en la noción 
     de la virtud se contienen como elementos: 1.º la libertad; 2.º la sumisión 
     al deber; y 3.º la sujeción a la ley de las inclinaciones contrarias. 
     Descomponiendo así la noción de la virtud en sus elementos, se hace 
     lucida. Mas nada se añada a, la noción con esta lucidez, no se hace más 
     que explicarla. Las nociones no se mejoran, pues, por la lucidez en cuanto 
     a la materia, sino solamente en cuanto a la forma.
     2.º
          Si reflexionamos acerca de nuestros conocimientos, por lo que se 
     refiere a dos facultades fundamentales esencialmente diferentes de las 
     cuales se originan aquellos, la sensibilidad y el entendimiento, 
     encontramos, bajo el punto de vista que nos ocupa, una gran diferencia 
     entre las intuiciones y las nociones.
          Considerados bajo este respecto todos nuestros conocimientos, son, en 
     efecto, o intuiciones o nociones. Los primeros tienen su origen en la 
     sensibilidad, facultad de las intuiciones; los segundos en el 
     entendimiento, facultad de las nociones. [56]
          Tal es la diferencia lógica entre el entendimiento y la sensibilidad; 
     que la sensibilidad no da más que intuiciones, mientras que por el 
     contrario, el entendimiento no da más que nociones. Se pueden considerar 
     todavía las facultades fundamentales bajo otro aspecto, y definirlas de 
     otra manera, a saber: la sensibilidad como una facultad de la 
     receptividad, y el entendimiento como una facultad de la espontaneidad. 
     Mas esta especie de definición no es lógica; es metafísica. Se llama 
     ordinariamente también la sensibilidad, facultad, inferior; el 
     entendimiento, por el contrario, facultad superior, en razón de que la 
     sensibilidad simplemente suministra la materia del pensamiento, mientras 
     que el entendimiento obra sobre ella y la somete a reglas.
          Esta diferencia entre los conocimientos intuitivos y los 
     conocimientos discursivos, es decir, entre las intuiciones y las nociones, 
     sirve de fundamento a la diferencia entre la perfección estética del 
     conocimiento y su perfección lógica.
          Un conocimiento puede ser perfecto en cuanto a las leyes de la 
     sensibilidad o en cuanto a las leyes del entendimiento: en el primer caso 
     es perfecto estéticamente; en el segundo, lógicamente. [57] La perfección 
     estética y la perfección lógica son de especie diferente; la primera se 
     refiere a la sensibilidad y la segunda al entendimiento. La perfección 
     lógica del conocimiento descansa sobre su acuerdo con el objeto, por 
     tanto, sobre las leyes universales legítimas, y pide por consiguiente, ser 
     apreciada a priori según las reglas. La perfección estética consiste en el 
     acuerdo del conocimiento con el sujeto, y se funda en la sensibilidad 
     particular del hombre. No tiene, pues, lugar en la perfección estética 
     ninguna de las leyes objetiva y universalmente legítimas, con relación a 
     las cuales pueda juzgarse a priori esta perfección de una manera 
     universalmente válida por todo ser que piensa. Sin embargo, en tanto que 
     hay leyes universales de la sensibilidad que no tienen valor objetivo, y 
     en general para todo ser que piensa, y tienen, no obstante, un valor 
     subjetivo para toda la humanidad, se concibe una perfección estética que 
     contiene la razón de un placer subjetivamente universal. Tal es la 
     belleza, que agrada a los sentidos en la intuición, y que precisamente por 
     esta razón puede ser el objeto de un placer universal, puesto que las 
     leyes de la intuición son leyes universales de la sensibilidad. [58]
          Por este acuerdo con las leyes universales de la sensibilidad, la 
     belleza propia, absoluta, cuya esencia consiste en la simple forma, se 
     distingue en cuanto a la especie de lo agradable que agrada solamente en 
     la sensación por el atractivo o la emoción, y que por esta razón no puede 
     ser de este modo más que el principio de un goce puramente individual.
          Es también esta perfección estética, esencial, la que se relaciona 
     entre todas con la perfección lógica y se une con ella del mejor modo 
     posible.
          Considerada en este sentido la perfección estética, por lo que se 
     refiere a esta belleza esencial, puede ser ventajosa a la perfección 
     lógica. Mas de otro lado ella puede serle también perjudicial, en tanto 
     que no miramos en la perfección estética más que una belleza accidental, a 
     lo que atrae y lo que conmueve, que agrada a los sentidos en la simple 
     sensación, y se refiere no a la simple forma, sino a la materia de la 
     sensibilidad. Porque el atractivo y la emoción pueden corromper en alto 
     grado la perfección lógica, en nuestros conocimientos y nuestros juicios.
          Sin duda que queda siempre entre la perfección estética y la 
     perfección lógica de nuestro conocimiento, una especie de oposición que no 
     puede [59] disiparse completamente. El entendimiento quiere ser instruido, 
     la sensibilidad excitada, animada; el primero aspira al conocimiento 
     profundo; el segundo a la facilidad de concepción.
          Todos los conocimientos para instruir, deben a este título ser 
     fundamentales, al mismo tiempo que deben interesar. Bajo este último punto 
     de vista deben también ser bellos. Si una exposición es bella, pero 
     superficial, no puede satisfacer más que a la sensibilidad, más no al 
     entendimiento; si por el contrario, es fundamental, pero árida, no puede 
     satisfacer más que al entendimiento, más no al mismo tiempo a la 
     sensibilidad.
          Como es una necesidad de la naturaleza humana, que el objeto del 
     conocimiento común exige, que procuremos reunir estas dos perfecciones, 
     debemos tener el ánimo de dar una perfección estética a los conocimientos 
     que en general son susceptibles de ella, y hacer común por la forma 
     estética un conocimiento escolástico lógicamente perfecto. Al procurar 
     unir la perfección estética a la perfección lógica en nuestros 
     conocimientos, no debemos perder de vista las reglas siguientes: 1.ª que 
     la perfección lógica es la base de todas las otras, y que por consiguiente 
     no deben [60] ser un nuevo accesorio de ninguna otra ciencia, ni estarle 
     subordinada; 2.ª que es necesario principalmente dirigir la atención a la 
     perfección formal estética (el acuerdo de un conocimiento con las leyes de 
     la intuición), puesto que esto es precisamente lo que constituye la 
     belleza esencial, la más propia para unirse a la perfección lógica; 3.º 
     que es necesario ser muy circunspecto en hacer obrar el atractivo y lo 
     patético, por medio de los cuales un conocimiento opera sobre la sensación 
     y le da interés, puesto que la atención puede fácilmente extraviarse 
     respecto del objeto y volver sobre el sujeto; de donde podría resultar una 
     influencia muy perniciosa sobre la perfección lógica del conocimiento.
     3.º
          A fin de no dejar en la vaguedad las generalidades relativas a las 
     diferencias esenciales entre la perfección lógica y la perfección estética 
     del conocimiento, y para profundizar sobre aquellos puntos particulares, 
     compararemos una y otra bajo los cuatro aspectos de la cantidad, la 
     cualidad, la relación y la modalidad, únicas cosas [61] que se tratan en 
     el juicio (crítico) de la perfección lógica del conocimiento.
          Un conocimiento es perfecto: 1.º en cuanto a la cuantidad, cuando es 
     universal; 2.º en cuanto a la cualidad, si es lúcido; 3.º en cuanto a la 
     relación, si es verdadero; 4.º en cuanto a la modalidad, si es cierto.
          Considerado bajo estos puntos de vista, un conocimiento es, pues, 
     lógicamente perfecto en cuanto a la cuantidad, si es general 
     objetivamente, esto es, tiene generalidad en lo que se refiere a la noción 
     o a la regla; lo es en cuanto a la relación, si tiene verdad objetiva; lo 
     es, por último, en cuanto a la modalidad, si tiene certeza objetiva.
          A estas tres clases de perfección lógica, corresponden hoy 
     perfecciones estéticas relativas a los cuatro momentos principales, a 
     saber:
          1.º La generalidad estética. Esta consiste en la aplicación de un 
     conocimiento a una muchedumbre de objetos que pueden servir de ejemplos, a 
     los cuales se puede hacer la aplicación de este conocimiento, y por medio 
     de los mismos se la puede hacer servir al fin de la popularidad.
          2.º La lucidez estética. Es la lucidez de la intuición, por medio de 
     la cual, una noción abstractamente [62] pensada, es expuesta y explicada 
     en concreto por medio de ejemplos.
          3.º La verdad estética. Una verdad simplemente subjetiva, que no 
     consiste más que en el acuerdo del conocimiento con el sujeto y con las 
     leyes de la apariencia sensible, y no es, por con siguiente, más que una 
     apariencia general.
          4.º La certeza estética. Esta descansa sobre aquello que es 
     consecuencia necesaria del testimonio de los sentidos, es decir, con lo 
     que es conforme con la sensación y la experiencia.
          Siempre hay en estas clases de perfección dos elementos que forman 
     con su unión armónica la perfección en general, y son la variedad y la 
     unidad. El entendimiento da unidad a la noción, y los sentidos a la 
     intuición.
          La variedad sola, sin unidad, no puede agradar. La variedad es, pues, 
     la perfección principal, puesto que ella es el fundamento de la unidad, 
     por medio de la relación que aquella establece entre el conocimiento y el 
     objeto. En la misma perfección estética, la verdad es siempre la condición 
     sine qua non, la suprema condición negativa, sin la cual una cosa no puede 
     generalmente agradar. Ningún progreso puede esperarse en las bellas artes, 
     si no se funda el [63] conocimiento de ellas en la perfección lógica. Así 
     es, que en la fusión más íntima posible de la perfección lógica y de la 
     perfección estética en general, por lo que se refiere a conocimientos que 
     deben instruir e interesar a la vez, es en lo que se muestra realmente 
     también el carácter y la habilidad del genio.

     - VI -
     Perfección lógica del conocimiento en cuanto a la cuantidad. -Cuantidad. 
     -Cuantidad extensiva -intensiva. -Extensión y fundamento o importancia y 
     fecundidad del conocimiento. -Determinación de la esfera de nuestros 
     conocimientos
     1.º
          La cuantidad del conocimiento es extensiva o intensiva: extensiva, si 
     se trata de la extensión de su esfera o del número de objetos que abraza: 
     intensiva, si se trata de su valor, de su importancia (Vielgñdtigkeit) o 
     de su fecundidad lógica, en tanto que puede ser principio de grandes [64] 
     y numerosas consecuencias (non multa, sed multum).
          Cuando se trata de extender nuestros conocimientos, o de 
     perfeccionarlos en cuanto a la extensión, es bueno considerar la relación 
     con nuestros fines y nuestras capacidades. Esto es lo que se llama 
     determinar el horizonte de nuestros conocimientos. Es necesario para 
     resolver este problema, establecer la relación de la cuantidad de todos 
     los conocimientos con las capacidades y los fines del sujeto.
          Esta esfera puede determinarse:
          1.º Lógicamente, en cuanto a la facultad de conocer o a la 
     inteligencia propiamente, por lo que se refiere al interés del 
     entendimiento. Nosotros debemos decidir en este caso hasta dónde podemos 
     alcanzar en el conocimiento, qué progreso podemos hacer en él, y hasta qué 
     punto pueden servir ciertos conocimientos en el sentido lógico, como medio 
     de llegar a tales o cuales otros que son el objeto especial de nuestro 
     estudio.
          2.º Estéticamente, en cuanto al gusto, en lo que se refiere al 
     interés del sentimiento. Aquel que determina estéticamente su esfera, 
     procura formar la ciencia de conformidad con la opinión; [65] es decir, 
     procura hacerla popular, o no desea en general más que adquirir 
     conocimientos que puedan trasmitirse a todos, y en los que las clases 
     menos instruidas puedan hallar atractivo e interés.
          3.º Prácticamente, en cuanto a la utilidad, por lo que se refiere al 
     interés de la voluntad. El horizonte práctico, determinado bajo el punto 
     de vista de la influencia que un conocimiento puede tener sobre nuestra 
     moralidad, es ley y de la más alta importancia.
          En resumen; la esfera del conocimiento puede determinarse partiendo 
     de la triple idea de lo que el hombre puede saber, de lo que necesita 
     saber, y de lo que debe saber.
          Nosotros no trataremos aquí más que de la esfera teórica o lógica. Se 
     le puede considerar bajo dos puntos de vista, objetiva y subjetivamente.
          Objetivamente considerado, es histórico o racional. La primera es de 
     mucha más extensión que la segunda; es, si cabo, de una extensión 
     inconmensurable nuestro conocimiento histórico y no tiene límites. La 
     esfera racional, por el contrario, puede ser determinada: así, por 
     ejemplo, que se puede apreciar cuáles son los objetos [66] a los que no 
     puede extenderse el conocimiento matemático. Pero, ¿puede igualmente 
     afirmarse por lo que toca al conocimiento racional filosófico, hasta donde 
     puede llegar la razón a priori sin ningún auxilio de la experiencia?
          En consideración al sujeto, la esfera del conocimiento es, o 
     universal y absoluta, o particular y limitada (esfera privada).
          Debemos entender por esfera absoluta y universal, la coincidencia de 
     los límites de los conocimientos humanos con los límites de la perfección 
     humana, en el más alto grado posible. Lo que nos lleva a esta cuestión:
          ¿Qué es lo que el hombre como tal puede saber en general?
          La determinación de la esfera particular o privada, depende de una 
     multitud de condiciones empíricas y de aspectos diferentes, por ejemplo, 
     de la edad, del sexo, de la profesión, del género de vida, etc. Cada clase 
     de hombres tiene, pues, su esfera propia determinada por sus facultades 
     intelectuales y por el fin que se propone. Cada individuo tiene aun su 
     esfera propia determinada sobre la medida de sus facultades intelectuales 
     y en punto de vista personal. Podemos, en fin, concebir todavía una esfera 
     propia de la sana razón, [67] la razón natural o nativa, el sentido común 
     y una esfera científica. Esta última necesita principios, según los cuales 
     se determina lo que podemos saber o no.
          Lo que no podemos saber se halla sobre nuestra propia esfera; y lo 
     que no debemos o no tenemos necesidad de saber se halla fuera de ella. 
     Este último punto de vista, puede no ser sin embargo más que relativo, 
     cuando por ejemplo, nos proponemos tales o cuales fines particulares, y 
     son inútiles y aun contrarios para conseguirlos ciertos conocimientos: 
     porque en absoluto ningún conocimiento es inútil, aunque no podamos 
     apreciar inmediatamente su utilidad. Es, por consecuencia, una objeción 
     tan insensata como injusta la dirigida por los necios a los hombres 
     notables que se aplican a las ciencias con celo, diciéndoles: ¿A qué fin? 
     Cualquiera que ame la ciencia y la verdad por la que ellas son, no debe 
     nunca proponerse semejante cuestión. Una ciencia aunque no esclarezca más 
     que un objeto solo, ya será bastante útil. Todo conocimiento lógicamente 
     perfecto tiene siempre alguna utilidad posible, que, aunque al presente la 
     desconozcamos, se revolará sin duda posteriormente.
          Si no nos hubiésemos de mover en la cultura de [68] las ciencias más 
     que por el provecho material que se puede sacar de ellas, no habría 
     aritmética, ni geometría. De otro lado, nosotros somos formados de tal 
     manera, que el espíritu halla más satisfacción en el conocimiento puro y 
     simple de la verdad, que en la utilidad que de ella resulta. Es lo que ya 
     Platón había votado. El hombre siente en esto su excelencia y 
     superioridad; él siente lo que es como ser dotado de inteligencia.
          Los hombres que no experimentan nada de esto, deben envidiar a los 
     animales. El valor interno de los conocimientos no se puede comparar con 
     el externo que resulta de su aplicación.
          Así, pues, solo podemos afirmar de un modo relativo, que de una parte 
     no tenemos necesidad de saber lo que está fuera de nuestra esfera, de 
     conocer después de los fines especiales que nos hayamos propuesto; y de 
     otro lado, debemos ignorar lo que está sobre nuestra esfera en tanto que 
     nos sea dañoso.
     2.º
          Respecto a la extensión y determinación de nuestros conocimientos, se 
     pueden establecer las siguientes reglas: [69]
          l.ª Es necesario determinarse temprano, sin duda, una esfera de 
     conocimiento, mas no antes de poder hacerlo por sí mismos, lo que no puede 
     tener lugar antes de la edad de veinte años.
          2.ª No debemos cambiar de ella, ni muchas veces, ni con ligereza.
          3.ª No debemos medir la esfera de los demás por la nuestra propia, y 
     no considerar inútil lo que no nos sirve de nada. Sería una temeridad 
     querer determinar la esfera de los demás, cuando no se conoce más que 
     imperfectamente sus capacidades y sus deseos.
          4.ª No se debe extender demasiado la esfera, ni tampoco 
     circunscribirla mucho. Porque el que quiera saber mucho, concluye por no 
     saber nada; y el que cree que ciertos conocimientos no pueden servirlo de 
     nada, se hace en esto muchas veces ilusiones. Tal sería el error de un 
     filósofo que creyera que no tiene nada que aprender de la historia.
          5.ª Se debe procurar también determinar al presente la esfera 
     absoluta de la especie humana (en lo relativo al pasado y al porvenir).
          6.ª Determinar también en particular el lugar que ocupa la ciencia a 
     que nos dedicamos, en el cuadro de la ciencia universal. La enciclopedia 
     [70] universal es a este efecto como el mapa-mundi de las ciencias.
          7.ª En la determinación de nuestra esfera particular se deben 
     examinar cuidadosamente, para qué punto de la ciencia universal se tiene 
     más aptitud y vocación; cuáles son los deberes necesarios que entraña la 
     elección que nos propongamos hacer; cuáles son los que aparecen para este 
     fin menos rigurosos, o aquellos de los cuales se puede dispensar.
          8.ª Por último, se debe siempre procurar más bien ensanchar la esfera 
     de nuestros conocimientos, que no restringirla.
          El medio de extender los conocimientos, consiste tanto en no escasear 
     el número de otras, como dar buenos métodos para estudiarlos. No se debe 
     reducir el peso de la ciencia, como decía d'Alembert, sino únicamente 
     aligerarlo dándonos fuerzas. La crítica de la razón, la de la historia y 
     sus obras, un método natural y un espíritu vasto que sepa abrazar en 
     conjunto las grandes perspectivas del conocimiento humano, y que no se 
     dedique exclusivamente a los detalles, serán siempre las mejores 
     condiciones para disminuir el trabajo del conocimiento humano sin 
     separarse de su objeto. De este modo, un gran número [71] de libros vienen 
     a ser inútiles, y la memoria se halla desembarazada.
          A la perfección lógica del conocimiento en cuanto a su extensión, se 
     opone la ignorancia, imperfección negativa o imperfección de defecto, que 
     es inseparable de nuestro conocimiento, por lo que se refiere a los 
     límites del entendimiento.
          Podemos considerar la ignorancia bajo el punto de vista objetivo y 
     bajo el subjetivo.
          1.º Objetivamente considerada, la ignorancia es o material o formal. 
     La primera consiste en la falta de conocimientos históricos o de hechos; 
     la segunda en la falta de conocimientos racionales. En absoluto no debemos 
     ignorar ninguna de estas clases de conocimientos, pero se puede dar la 
     preferencia a los históricos o a los racionales.
          2.º Subjetivamente considerada, la ignorancia es docta, científica o 
     común.
          El que percibe claramente los límites del conocimiento, y que sabe, 
     por consiguiente dónde empiezan los límites de la esfera de la ignorancia, 
     es un sabio ignorante. El que, por el contrario, es ignorante sin percibir 
     los fundamentos de los límites de su inteligencia y que en manera alguna 
     se preocupa de ella, es un ignorante que ignora, si es permitido, valerse 
     de esta expresión; [72] esta no sabe siquiera que nada sabe, porque no nos 
     podemos formar idea de nuestra ignorancia, más que por la ciencia; como un 
     ciego no puede formarse idea de las tinieblas en que se halla, sino 
     habiendo visto antes.
          El conocimiento de nuestra propia ignorancia supone, pues, la 
     ciencia, y nos hace al mismo tiempo modestos; al contrario, la ignorancia, 
     que no sospecha siquiera que tiene algo que saber, es altiva. Así es, que 
     la ignorancia de Sócrates fue una ignorancia célebre; era propiamente el 
     conocimiento de su ignorancia, según su propia confesión. El cargo de 
     ignorantes no puede dirigirse, pues, a los que poseen muchos conocimientos 
     y se maravillan, sin embargo, de la infinidad de cosas que no saben.
          La ignorancia no es vituperable, culpabilis, en general, en las cosas 
     cuyo conocimiento excede los limites de nuestra esfera de conocer: ella 
     puede permitirse (aunque en un sentido relativo únicamente), por lo que se 
     refiere al ejercicio especulativo de nuestra facultad de conocer, en tanto 
     que los objetos exceden de nuestra esfera, aunque no estén sobre él. Mas 
     la ignorancia es vergonzosa cuando es de cosas muy necesarias y al mismo 
     tiempo muy fáciles de saber. [73]
          Hay una diferencia entre no saber una cosa e ignorarla; es decir, no 
     tener ninguna noción de ella. Es muy conveniente ignorar lo que no debemos 
     saber. Aun debemos notar la diferencia entro estas dos cosas, y la 
     abstracción. Se hace abstracción de un conocimiento cuando se ignora su 
     aplicación; se tiene en abstracto y se le puede considerar entonces en 
     general como un principio. Así, hacer abstracción de lo que en el 
     conocimiento de una cosa no entra para nada en nuestro objeto, es útil y 
     laudable.
          Los que son ignorantes en sentido histórico, son por lo común sabios 
     en sentido racional.
          La ciencia histórica sin determinación de limites, se llama 
     polihistoria.
          Esta hace al hombre vano. La polimathia es la ciencia de los 
     conocimientos racionales. Las dos reunidas forman la pansofía. A la 
     ciencia histórica pertenece la ciencia de los órganos de la erudición, la 
     filología, que comprende el conocimiento crítico de las lenguas y de las 
     obras (la lingüística y la literatura).
          La simple polihistoria es una erudición ciclópica: le falta el ojo de 
     la filosofía. Un cíclope en matemáticas, en historia, en física, en 
     filología, etc., es un sabio que posee todas las partes [74] de la una o 
     de la otra de estas ciencias, de todas estas mismas ciencias, si se 
     quiere, pero de ellas cree superflua la filosofía.
          Las humanidades (humaniora), forman parte de la filología. Se 
     entiende por humanidades el conocimiento de los autores antiguos, 
     conocimiento que requiere la unión de la ciencia y del gusto; disipa la 
     rudeza y la grosería; inspira un espíritu de sociabilidad y de urbanidad, 
     que forma el fondo de la humanidad.
          Las humanidades tienen, pues, por objeto, el conocimiento de lo que 
     sirve a la cultura del gusto, según los modelos de la antigüedad. La 
     elocuencia, la poesía, el conocimiento de los autores clásicos, etc., 
     forman parte de ella.
          Todos estos conocimientos humanísticos pertenecen a la parte práctica 
     de la filología, que tiene por objeto inmediato la formación del gusto.
          Mas nosotros distinguimos el simple filólogo del humanista, en que el 
     primero busca en la antigüedad el órgano de la erudición, mientras que el 
     segundo busca el órgano de la formación del gusto.
          El hombre, versado en las bellas letras, es un humanista que se ocupa 
     de los modelos contemporáneos [75] que le suministran las lenguas vivas: 
     este no es, pues, un sabio (porque las lenguas muertas son solo las 
     lenguas sabias), sino un simple diletante que sigue la moda al adquirir 
     conocimientos de gusto, y que se acompaña poco de los antiguos. Se le 
     podría llamar el mono del humanista. -El polihistoriano, debe, como 
     filólogo, ser lingüista y literato. Como humanista debe ser clásico y 
     poder interpretar los autores. Como filólogo es culto; como humanista, 
     civilizado.
          Tratándose de la ciencia, hay dos degeneraciones posibles del gusto 
     dominante: la pedantería y la afectación. La pedantería no se ocupa de las 
     ciencias mas que en el sentido de la escuela, y circunscribe por tanto el 
     uso de ellas. La afectación no trata de las ciencias mas que en las 
     reuniones o entre el vulgo, y la limita, por tanto, en cuanto a su objeto.
          El pedante puede considerarse, o como sabio por oposición al hombre 
     vulgar, como un hombre inflado de saber, que no entiende nada del mundo, 
     es decir, que no sabe volver su ciencia popular, o como un hombre de 
     talento, es cierto, más solamente en cuanto a las formas, y de ningún modo 
     en cuanto a la esencia y a los fines. En este [76] último sentido, es un 
     expurgador de fórmulas, si es permitida la frase, que tiene el aire de 
     penetrar en el fondo de las cosas y de poseerlo bien, mientras que no 
     percibe más que la apariencia y la parte superficial de ellos; es un 
     imitador torpe, una caricatura del espíritu metódico.
          Se puede llamar afectación la investigación penosa y minuciosa 
     (micrología) en las formas. Y esta forma del método escolástico, 
     investigada, empleada, y analizada fuera de la escuela, no es especial 
     para los sabios, sino que es común a todas las profesiones. El ceremonial 
     de las Cortes, de las tertulias ¿es otra cosa que una afectación, otra 
     cosa que formas rebuscadas? La precisión, la exactitud conveniente que 
     toca al objeto, es la fundamentación en las formas (perfección metódica y 
     escolástica). La pedantería es, pues, una fundamentación afectada; lo 
     mismo que la afectación, semejante a una coqueta que procura agradar, no 
     es más que una popularidad igualmente afectada, porque la afectación 
     pretende únicamente atraer al lector, no desagradarle siquiera no sea más 
     que con una palabra.
          Para curarse de la pedantería, es necesario, no solamente tener 
     conocimiento de las ciencias en sí mismas, sino también de su aplicación. 
     El verdadero [77] sabio es el único que puede salvarse de la pedantería, 
     que es siempre la suerte de un entendimiento estrecho.
          Al esforzarnos en dar a nuestro conocimiento la perfección de la 
     fundamentación, escolástica al mismo tiempo que el de la popularidad, sin 
     caer en una fundamentación o en una popularidad afectada, debemos, ante 
     todo, atender a la perfección escolástica de nuestro conocimiento (forma 
     metódica de la fundamentación), y procurar a este fin volver 
     verdaderamente popular el conocimiento adquirido metódicamente en la 
     escuela. Esta popularidad, no debe extenderse más que en tanto que se 
     extienda fácilmente por la generalidad, sin que padezca nada en 
     profundidad; porque no se debe, bajo el pretexto de popularidad sacrificar 
     la perfección escolástica, sin la cual toda ciencia no sería más que un 
     juego y una broma.
          Es necesario para aprender o adquirir la verdadera popularidad, leer 
     los autores antiguos, por ejemplo, los escritos filosóficos de Cicerón, de 
     Horacio, de Virgilio, etc., entre los modernos, Hume, Schaptesbury, 
     Fortanelle, etc.; todos hombres que han frecuentado la alta sociedad, y 
     que tenían un gran conocimiento del mundo, [78] condición sin la cual no 
     se puede ser popular. La verdadera popularidad exige, en efecto, un gran 
     trato del mundo, un gran conocimiento de las ideas, de los gustos y de las 
     inclinaciones de los hombres, etc., cosas a las que es necesario prestar 
     atención constantemente en la elección de expresiones. Esta 
     condescendencia con la capacidad intelectual del público y con el lenguaje 
     vulgar (lo que no es exclusiva de la perfección escolástica, en cuanto al 
     fondo, sino que mira simplemente a la forma del pensamiento, ocultando la 
     ostentación; es decir, la parte metódica, y técnica de este género de 
     perfección, poco menos que como aparecen las líneas trazadas con lápiz 
     después que se ha escrito sobre ellas); esta perfección, verdaderamente 
     popular del conocimiento, es en realidad una grande y rara cualidad que 
     muestra mucho del conocimiento en la ciencia. Ella presta también, entre 
     otros servicios, el de someter las apariencias científicas a una nueva 
     prueba, la del sentido común; porque el examen puramente escolástico de un 
     conocimiento, puede todavía ofrecer dudas alguna vez, de si se ha visto 
     bien y de un modo completo, y de si el mismo conocimiento tiene un valor 
     universalmente reconocido. [79]
          La escuela tiene sus perjuicios lo mismo que el mundo: el uno corrige 
     en esto al otro. Importa pues, que un conocimiento, sea visado por un 
     hombre que no tenga ninguna escuela.
          Se podría todavía llamar esta perfección del conocimiento que le 
     presta una comunicación fácil y universal, extensión exterior o cuantidad 
     extensiva de un conocimiento, en tanto que se propaga al exterior en medio 
     de un gran número de hombres.
     3.º
          Como hay diversos y numerosos conocimientos, será muy conveniente 
     trazarse un plan según el cual se organicen las ciencias según su 
     conformidad más apropiada, con el fin que nos propongamos, y la parte 
     proporcional que en él deban tener.
          Si este orden no rige en la extensión que se pretende dar a, nuestros 
     conocimientos, la pluralidad de estos no es mas que una pura rapsodia. Mas 
     si nos proponemos como objeto, una ciencia principal, y se tiene en cuenta 
     las otras ciencias que sirven como de medio para adquirir aquella, 
     entonces el conocimiento toma cierto carácter [80] sistemático. Mas para 
     emprender semejante plan, y para trabajar por tanto en la extensión de 
     nuestros conocimientos, es necesario procurar conocer bien las relaciones 
     de los conocimientos entre sí. La arquitectónica de las ciencias que es un 
     sistema ideal, en el cual las ciencias se consideran por razón de su 
     parentesco y enlace sistemático en un todo de conocimiento que interesa a 
     la humanidad, debe naturalmente servir de introducción.
     4.º
          Por lo que se refiere a la cuantidad intensiva del conocimiento, es 
     decir, de su valor, de su importancia, cuantidad que se distingue 
     esencialmente de la magnitud extensiva del espacio de su esfera, como 
     hemos visto anteriormente, haremos únicamente las observaciones 
siguientes:
          l.ª Es necesario distinguir el conocimiento que tiene por objeto la 
     cuantidad, es decir, el todo en la aplicación del entendimiento, de la 
     sutileza en los detalles (micrología).
          2.ª Importa lógicamente dar una denominación a todo conocimiento que 
     exige la perfección lógica en cuanto a la forma, por ejemplo, a cada [81] 
     proposición matemática, a toda ley de la naturaleza bien conocida, a toda 
     explicación filosófica legítima. No se puede prever la importancia 
     práctica, pero es necesario calcularla.
          3.ª No se debe confundir lo importante con lo difícil (Schwere, 
     lourd). Un conocimiento puede ser difícil de adquirir y no tener ninguna 
     importancia, y al contrario. La dificultad no dice nada, por tanto, en pro 
     ni en contra del valor o importancia de un conocimiento. Esta última 
     cualidad depende de la naturaleza y número de consecuencias que resultan 
     del conocimiento. Cuanto mayores y más numerosas son las consecuencias de 
     un conocimiento, más se presta este a la aplicación, y es, por tanto, más 
     importante. Un conocimiento sin consecuencias importantes, es una ciencia 
     vacía (brübelei). Tal era, por ejemplo, la filosofía escolástica. [82]

     - VII -
     Perfección lógica del conocimiento en cuanto a la relación. -Verdad. -Del 
     error y de la verdad en general -Verdad material y verdad formal o lógica. 
     - Criterio de la verdad. -Falsedad y error. -Medio de curar el error
     1.º
          Unas de las principales perfecciones del conocimiento, y aun la 
     condición esencial e indivisible de todo conocimiento, es la verdad. -La 
     verdad, se dice, consiste en el acuerdo del conocimiento con su objeto. En 
     consecuencia de esta simple definición de palabra, mi conocimiento no debo 
     considerarlo como verdadero, sino a condición de que conforme con el 
     objeto, según esto, yo no puedo comparar el objeto más que con mi 
     conocimiento, puesto que yo únicamente le conozco por él. Mi conocimiento 
     está, pues, llamado a ser confirmado por el mismo: porque el objeto 
     hallándose fuera de mí, y el conocimiento en mí [83] yo no puedo nunca 
     juzgar más que de una cosa, a saber: si el conocimiento del objeto 
     conforma con mi conocimiento del objeto. Los antiguos llamaban dialelo a 
     semejante círculo en una explicación. Así los escépticos han acusado 
     siempre a los lógicos de caer en esta falta. Los escépticos hacían 
     observar que en esto de la definición de la verdad, ocurre lo mismo que 
     aquel que para apoyo de una afirmación que hiciera en un tribunal, apelara 
     a un testigo que nadie conociera, pero que sin embargo quisiera que se le 
     creyese, asegurando que el testigo que invocaba es un hombre honrado. -La 
     acusación es, pues, fundada. Solamente la solución del problema en 
     cuestión, es absolutamente imposible para todos.
     La cuestión, pues, está en saber, si hay un criterio de la verdad, cierto, 
     general y aplicable, y hasta qué punto es todo esto; porque este es en 
     resumen el sentido de la cuestión: ¿qué es la verdad?
          Para responder a esta importante pregunta, es necesario comenzar por 
     distinguir lo que pertenece a la materia del conocimiento y se refiere al 
     objeto, de lo que mira a la simple forma, como condición sin la cual un 
     conocimiento en general sería imposible. [84]
          Siendo así que el punto de vista objetivo o material, se distingue 
     del punto de vista subjetivo o formal, la precedente cuestión viene a 
     reducirse a las dos siguientes:
          1.ª ¿Hay un criterio general material?
          2.º ¿Hay un criterio general formal?
          Un criterio general material de la verdad, no es posible, es hasta 
     contradictorio: porque para ser criterio general aplicable a todos los 
     objetos, debería ser absolutamente extraño o indiferente a la diversidad 
     de los objetos, y serían no obstante, como criterio material para 
     distinguirlos, a fin de poder decidir si un conocimiento, conforma 
     precisamente con el objeto determinado a que se refiere, y no con ninguno 
     otro del cual no nos hacemos cuestión. En esta conformidad del objeto 
     determinado a que se refiere, es en lo que debería consistir la verdad 
     material: pero un conocimiento que es verdadero por relación a un solo 
     objeto, puede ser falso por relación a otros objetos. Es, pues, absurdo 
     exigir un criterio general y además material de la verdad, que debe servir 
     al mismo tiempo haciendo abstracción, y no haciendo abstracción de todo 
     conocimiento de los objetos.
          En cuanto a los criterios generales y formales, [85] es fácil de ver 
     que son posibles, porque la verdad formal consiste simplemente en la 
     conformidad del conocimiento consigo misma, abstracción hecha, de todos 
     los objetos y de sus diferencias. El criterio formal de la verdad no es, 
     pues, otra cosa que el carácter lógico general de la conformidad del 
     conocimiento consigo misma, o lo que es lo mismo, con las leyes generales 
     del entendimiento y la razón.
          Estos criterios generales formales, son sin duda, insuficientes para 
     asegurarse de la verdad objetiva; pero son, sin embargo, la condición sine 
     qua non.
          Por lo tanto, la cuestión de la conformidad del conocimiento consigo 
     misma (en cuanto a la forma) es anterior a la de la conformidad del 
     conocimiento con su objeto, y es el asunto de la lógica.
          Los caracteres formales de la verdad en la lógica son:
          1.º El principio de contradicción.
          2.º El principio de la razón suficiente.
          El primero determina la posibilidad lógica de un conocimiento, y el 
     segundo de una realidad lógica.
          La verdad lógica de un conocimiento requiere pues: [86]
          l.º Que este conocimiento sea posible, es decir, que no sea 
     contradictorio; mas este carácter de la verdad lógica interna, es 
     puramente negativo, porque un conocimiento que se contradice es falso: 
     pero no será siempre verdadero cuando no se contradiga.
          2.º Que el conocimiento sea fundado lógicamente, es decir: l.º que 
     tenga un principio, y 2.º que no tenga consecuencias falsas.
          Este segundo criterio de la verdad, carácter de la verdad lógica 
     externa, o de la racionalidad del conocimiento, es positivo. Los dos 
     reglas siguientes tienen aquí su aplicación.
          1.ª De la verdad de la consecuencia no puede concluirse únicamente de 
     una manera negativa la verdad del conocimiento como principio: de suerte, 
     que si una consecuencia falsa se deriva de otro conocimiento, este último 
     es asimismo falso. Porque si el principio fuera verdadero, la consecuencia 
     debería serlo igualmente, puesto que la consecuencia es determinada por el 
     principio.
          Mas no se puede concluir en sentido inverso diciendo, que si de un 
     conocimiento no se deducen consecuencias falsas, este conocimiento será 
     verdadero, porque se pueden sacar consecuencias verdaderas de un principio 
     falso. [87]
          2.º Si todas las consecuencias de un conocimiento son verdaderas, 
     este conocimiento es también verdadero; porque si el conocimiento fuese 
     falso bajo cualquier aspecto, debería tener lugar una falsa consecuencia.
          Se concluye bien, pues, de la consecuencia a un principio, pero sin 
     poder determinar el principio mismo bajo el respecto de la verdad. 
     Solamente si todas las consecuencias son verdaderas, se puede concluir que 
     el principio determinado de donde ellas provienen es igualmente verdadero.
          El primer modo de concluir, el que no nos suministra más que un 
     criterio negativo o indirecto suficiente para la verdad de un 
     conocimiento, se llama modo apagógico, modus tollens.
          Esta manera de razonar, la cual se emplea muchas veces en geometría, 
     tiene la ventaja de demostrar la falsedad de su conocimiento, por solo 
     aquello de haber sacado de él una consecuencia falsa: por ejemplo, para 
     hacer ver que la tierra no está quieta, yo no tengo necesidad más que de 
     concluir apagógica e indirectamente sin establecer principios positivos y 
     directos, que si la tierra estuviese quieta, le estrella polar debería 
     aparecer siempre a la misma altura, de donde no sucediendo [88] así, se 
     sigue que la tierra no está quieta.
          En el otro modo de razonar positivo y directo modus ponens, se 
     presenta el inconveniente de no poder reconocer apodícticamente la 
     universalidad de las consecuencias, y no llegar por esta especie de 
     razonamiento más que a un conocimiento verosímil o hipotéticamente 
     verdadero, por la suposición de que si muchas consecuencias son 
     verdaderas, todas las otras pueden serlo igualmente.
          Podemos, pues, establecer aquí tres principios como criterios 
     universales puramente formales o lógicos de la verdad:
          1.º El principio de contradicción y de identidad principium 
     contradictionis et identitatis por el cual se determina la posibilidad 
     interna de un conocimiento por juicios problemáticos.
          2.º El principio de la razón suficiente, principium rationis 
     suffientis, que sirve de fundamento a la realidad lógica de un 
     conocimiento, principio que establece que el conocimiento es fundado, como 
     materia de los juicios asertóricos.
          3.º El principio de. exclusión de un tercero, principium exclusi 
     medii dua contradictoria, que sirve de fundamento a la necesidad lógica 
     [89] de un conocimiento, y que establece que se debe necesariamente juzgar 
     así y no de otro modo, es decir, que lo contrario es falso. Este es el 
     principio de los juicios apodícticos. Lo contrario de la verdad es la 
     falsedad que se llama error, en tanto que se considera como una verdad. Un 
     juicio erróneo (porque no hay nada de error ni de verdad más que en el 
     juicio), es el que confunde la apariencia de la verdad, con la verdad 
     misma.
          Es fácil ver cómo la verdad es posible, puesto que en esto el 
     entendimiento obra según las leyes esenciales.
          Mas no es tan fácil comprender cómo el error es posible, en el 
     sentido, formal de la expresión, es decir, cómo la forma del pensamiento 
     contrario al entendimiento es posible, cómo comprender de qué manera una 
     fuerza cualquiera debe descartarse de sus leyes esenciales. No podemos 
     buscar la razón del error, ni en el entendimiento ni en sus límites, los 
     cuales pueden ser perfectamente la causa de la ignorancia, mas no del 
     error. Si no tuviéramos otra facultad que el entendimiento, no nos 
     equivocaríamos nunca; pero tenemos otra fuente indispensable de 
     conocimientos, la sensibilidad que nos suministra el [90] material del 
     pensamiento, y que se rige por otras leyes que las del entendimiento. Sin 
     embargo, la sensibilidad considerada en el misma, no puede ser origen o 
     fuente de error, porque los sentidos no juzgan absolutamente.
          La razón fundamental de todo error es, pues, única, y no debe 
     buscarse más que en la influencia oculta de la sensibilidad sobre el 
     entendimiento, o para expresarnos con más exactitud, sobra el juicio. Esta 
     influencia hace que en nuestros juicios juzguemos como objetivos 
     principios puramente subjetivos, y por consecuencia, que tomemos la simple 
     apariencia de la verdad por la verdad misma: porque la esencia de una 
     apariencia qué desde luego reputamos como principio, consiste en 
     considerar como verdadero un conocimiento falso.
          Lo que hace el error posible, es la apariencia, según la cual, lo 
     puramente subjetivo es tomado como objetivo.
          Se puede, en cierto modo también considerar el entendimiento como 
     causa del error, en tanto que este no presta la atención necesaria a la 
     influencia de la sensibilidad, y que se deja así llevar por la apariencia 
     que de esta resulta, y considera el principio de la determinación 
     subjetiva [91] del juicio como objetiva, o hace valer como verdadero según 
     las leyes del entendimiento, lo que nos es verdadero más que según las 
     leyes de la sensibilidad (intelectual).
          La causa de nuestra ignorancia no está, pues, más que en los límites 
     del entendimiento; nuestro error no es, pues, imputable. Si la naturaleza 
     nos ha dotado de gran número de conocimientos, dejándonos en una 
     ignorancia invencible sobre una infinidad de cosas, no por esto es ella 
     causa de nuestros errores. Es nuestra situación, al juzgar y decidir, 
     cuando no nos hallamos en estado de poder hacerlo, lo que en esta nos 
     precipita.
     2.º
          Todo error en que puede caer el espíritu humano no es más que 
     parcial; de suerte, que siempre debe haber algo de verdad en todo juicio 
     erróneo. Un error total sería un cambio completo de las leyes del 
     entendimiento y de la razón. ¡Cómo podría, provenir del entendimiento y 
     valer como juicio y como producto de este entendimiento!
          Con motivo de la verdad o falsedad de nuestros [92] conocimientos, 
     distinguimos el conocimiento preciso de aquel que es vago y poco delicado.
          El conocimiento es preciso, cuando es conforme a su objeto o cuando 
     no hay en él lugar el menor error por razón del objeto; es vago, sin 
     claridad, por el contrario, cuando hay posibilidad de que sea erróneo, sin 
     que a pesar de esto este error sea un obstáculo a nuestro deseo.
          Esta distinción concierne a la determinabilidad más o menos estricta 
     de nuestro conocimiento. En el principio es alguna vez necesario 
     determinar de una manera extensiva, un conocimiento, particularmente en 
     las cosas históricas o de hecho. Mas en los conocimientos racionales, todo 
     debe determinarse de una manera estricta, En la determinación extensiva se 
     dice, que un conocimiento es determinado præter, propter (o 
     relativamente). Se trata siempre en el objeto de un conocimiento, de 
     sabor, el debe ser determinada extensiva o estrictamente. La determinación 
     extensiva deja siempre lugar al error, mas este error, sin embargo, puede 
     tener sus límites asignables. El error tiene especialmente lugar en los 
     casos en que una determinación extensiva se toma por una determinación 
     estricta; por ejemplo, en las cuestiones de moralidad, en donde todo [93] 
     debe ser determinado de un modo estricto. Los ingleses llaman 
     latitudinarios a los que no determinan sus ideas.
          Se debe distinguir la precisión como perfección objetiva del 
     conocimiento, en la correspondencia perfecta del conocimiento con su 
     objeto, de la sutileza como perfección subjetiva.
          El conocimiento de una cosa es sutil, cuando se descubre en él lo que 
     se escapa ordinariamente a la atención de los demás. La sutileza exige, 
     pues, una gran atención y cierta fuerza de espíritu. La vista del espíritu 
     sutil, se llama perspicacia.
          Muchos vituperan toda sutileza porque no pueden alcanzarla; pero la 
     sutileza en sí misma hace siempre gracia al entendimiento, es útil y 
     necesaria aun en la observación de las cosas más importantes. -Mas cuando 
     no es necesario ni útil el ocuparse de semejantes investigaciones, puesto 
     que el objeto puede conseguirse completa y ciertamente sin esto, la 
     sutileza es entonces condenada por el buen sentido como inútil, nugæ 
     dificiles. Lo vago es a la precisión como lo grosero a la sutileza. [94]
     3.º
          La noción misma del error que encierra, como hemos dicho, la del 
     error y la apariencia de la verdad, nos suministra una regla importante 
     para evitarlo: porque ningún error es absolutamente necesario, aunque en 
     el hecho relativamente no pueda ser evitado, puesto que no podemos dejar 
     de juzgar, aun a riesgo de engañarnos. Para evitar el error se debe, pues, 
     procurar descubrir y explicar su origen, la apariencia, lo que hacen pocos 
     filósofos. Estos no se ocupan más que de refutar el error, sin molestarse 
     en prevenirlo denunciando la apariencia de donde se deriva. Y sin embargo, 
     este descubrimiento de la apariencia y su explicación, hubieran prestado 
     un servicio mayor a la verdad que la refutación directa del mismo error, 
     puesto que con esto no se llega al origen, y no se puede impedir que la 
     misma apariencia que no es conocida, conduzca al error en otros casos; 
     porque entonces aunque estemos persuadidos de que no nos engañamos, 
     siempre nos quedan dudas, cuantas veces no se disipa la apariencia, fuente 
     del error, aun todavía pudiendo justificar estas dudas en cierta medida. 
     [95]
          Explicando la apariencia, se da por lo demás una especie de 
     satisfacción al que se equivoca, y se le hace la justicia que se le debe: 
     porque nadie convendrá en que se ha engañado sin haber sido seducido por 
     una apariencia de verdad, que quizá hubiera engañado a otro mas hábil, 
     puesto que en esto se trata de razones subjetivas.
          Un error en el que la apariencia es evidente, aun para el sentido 
     común se llama absurdo. La reprobación por absurda, es siempre una 
     personalidad que debe evitarse particularmente en la refutación de los 
     errores.
          Todo el que afirma una cosa absurda, no percibe la apariencia que 
     causa esta evidente falsedad: es necesario presentarle esta apariencia 
     palpable entonces si persevera en su opinión, es sin duda un absurdo, pero 
     en este caso se debe dejar de razonar con él. Muéstrase también por este 
     hecho incapaz e indigno de conocer la razón y de ser convencido. No se 
     puede propiamente demostrar a nadie que se está en un absurdo; esto sería 
     gastar el tiempo inútilmente. Si se prueba el absurdo, no se habla más al 
     hombre que se engaña, sino más bien al hombre razonable. No es necesario 
     descubrir el absurdo deductio, ad absurdum. [96]
          Se puede ñamar error inepto (abgeschmackten) aquel que no se halla 
     justificado por nada, ni aun por la apariencia; como se puede llamar error 
     grosero (grober) el que proviene de la ignorancia de conocimientos 
     ordinarios, o que descubre una falta de atención común.
          El error de principios es mayor que el de la aplicación.
     4.º
          Un medio exterior de reconocer la verdad, es la comparación de 
     nuestro propio juicio con el juicio de otros; puesto que el punto de vista 
     subjetivo no es el mismo para todos, lo que puede servir para explicar la 
     apariencia. Si nuestro juicio no es conforme al de los demás, es como un 
     signo externo de error. Este hecho nos debe llevar a revisar nuestro 
     juicio, mas no a rechazarlo; se puede haber juzgado bien acerca de la cosa 
     y mal únicamente acerca de su expresión.
          El sentido común es también una piedra de toque para; descubrir el 
     error en el ejercicio artístico del entendimiento. Cuando nos servimos del 
     sentido común como de una piedra de toque para probar la legitimidad de 
     nuestros juicios especulativos, [97] se dice que nos orientamos sobre el 
     sentido común.
     5.º
          Las reglas generales que se deben seguir para evitar el error son:
          1.º Pensar por sí mismo.
          2.º Colocarse en la situación de los demás, y mirar las cosas bajo 
     todos sus aspectos.
          3.º Estar siempre conforme consigo mismo.
          Se puede llamar la regla de pensar por sí mismo, un modo de pensar 
     esclarecido; el de colocarse en el punto de vista de los demás, un modo de 
     pensar extensivo, y el de estar siempre conforme consigo mismo, un modo de 
     pensar consecuente y ordenado.





     [98]
     - VIII -
     Perfección lógica del conocimiento en cuanto a la cualidad. -Claridad. 
     -Noción de un elemento o de un signo lógico en general. -Diferentes 
     especies de signos elementales. -Determinación de la esencia lógica de una 
     cosa. -Diferencia entre esta esencia y la esencia real. -Lucidez según el 
     grado de claridad. -Lucidez estética.- Lucidez lógica. -Diferencia entre 
     la lucidez analítica y la lucidez sintética
     1.º
          Todo conocimiento humano, considerado por relación al entendimiento, 
     es discursivo o general; es decir, se halla constituido por ideas que 
     hacen de lo que es común a muchas cosas, el fundamento del conocimiento; 
     por consecuencia, por medio de caracteres, de signos, de nociones 
     elementales (Merkmale).
          Nosotros no conocemos, pues, las cosas que [99] por sus caracteres, y 
     el reconocer precisamente procede del conocer.
     Un carácter es aquello que por relación a una cosa constituye una parte 
     del conocimiento de esta cosa; o lo que viene a ser lo misino, una idea 
     parcial, en tanto que es considerada como conocimiento fundamental de la 
     idea entera.
          Todas nuestras nociones son, pues, de caracteres, y todo pensamiento 
     no es mas que una representación por medio de caracteres.
          Todo carácter puede ser considerado de dos maneras:
          1.º Como representación en sí.
          2.º Como siendo parte, en tanto que noción parcial, de la idea total 
     de una cosa, y por tanto, como fundamento del conocimiento de esta misma 
     cosa.
          Todos los caracteres considerados como principios de conocimiento, 
     son susceptibles de una doble aplicación, la una interna o de derivación 
     la otra externa o de comparación. La primera consiste en servirse de los 
     caracteres como principios del conocimiento de las cosas, para conocer 
     estas mismas cosas. La segunda consiste en comparar dos cosas entre sí, 
     según las leyes de la identidad y la diversidad. [100]
     2.º
          Existen muchas diferencias específicas entre las nociones 
     elementales; en estas diferencias se funda la siguiente clasificación que 
     de las mismas se ha hecho.
          1.º Pueden ser analíticas o sintéticas, según que son nociones 
     particulares de una noción real (donde ya las pensamos), o según que 
     formen parte de toda la noción puramente posible (noción que no debe 
     realizarse más que por la síntesis de muchas partes). Las primeras son 
     nociones racionales, las últimas pueden ser nociones experimentales.
          2.º Coordenadas o subordinadas. Esta división de las nociones 
     concierne a su enlace colateral o consecutivo. Son coordenadas en tanto 
     que cada una de ellas es representada como un signo mediato de la cosa; 
     son subordinadas, por el contrario, en tanto que la una no representa el 
     objeto sino por medio de la otra. La relación de coordinación se denomina 
     agregada; la de subordinación serie. La primera relación, o sea la de la 
     agregación de nociones particulares coordenadas, forma la totalidad de la 
     noción, sin que por [101] lo que se refiere a las nociones sintéticas 
     experimentales esté agregado, pueda jamás ser completo ni perfecto; se 
     parece a una línea recta sin límites.
          La serie de nociones elementales subordinadas toca de una parte 
     (parte anterior) o el lado de los principios, a las nociones 
     inexplicables, en las que la simplicidad no permite ulterior 
     descomposición; de la otra parte (parte posterior) o el lado de las 
     consecuencias, es infinita; puesto que aunque tengamos un género supremo, 
     no tenemos en rigor una última especie.
          La lucidez extensiva o en extensión, aumenta el agregado de las 
     nociones coordinadas por la adición de cada nueva noción. Esto mismo 
     sucede en la lucidez intensiva o en profundidad, en el análisis progresivo 
     de las nociones subordinadas.
          Esta última especie de lucidez, indispensable para la fundamentación 
     y sistematización del conocimiento, es por lo mismo el principal, asunto 
     de la filosofía, y debe llevarse al más alto grado posible en las 
     investigaciones metafísicas.
          3.º Las nociones que forman parte de otras nociones, son positivas o 
     negativas; conocemos por las primeras lo que es la cosa y por las últimas 
     lo que no es. [102]
          Las nociones negativas sirven para salvarnos del error; no son, pues, 
     necesarias en el caso en que sea imposible engañarnos. Son muy necesarias 
     y de suma importancia para la noción que nos formamos de un ser tal como 
     Dios.
          Por medio de las nociones positivas pretendemos, pues, comprender 
     alguna cosa; por medio de las negativas (a las cuales pueden reducirse 
     todas las parciales), únicamente estamos a salvo de comprender mal, o 
     mejor dicho, no nos engallamos, pero acostumbrándonos a no conocer nada de 
     la cosa.
          4.º Las nociones elementales son importantes y fecundas, o 
     insignificantes y vacías. Una noción tiene el primero de estos caracteres, 
     cuando constituye un principio de conocimiento abundante en consecuencias 
     importantes, sea por razón de su aplicación interna o de derivación, en 
     tanto que basta para conocer mucho de la cosa, sea por razón de su 
     aplicación externa o de comparación, en tanto que sirve para conocer la 
     semejanza de una cosa con otras muchas, como también la diferencia entra 
     aquella y estas.
          Por lo demás, es necesario distinguir aquí la importancia y 
     fecundidad lógica, de la importancia y fecundidad práctica, así como de 
     [103] la utilidad y aplicación posible (Brauchbarkeit).
          5.º Las nociones elementales son suficientes y necesarias, o 
     insuficientes y contingentes.
          Una noción de esta especie es suficiente en tanto que puede servir 
     para distinguir una cosa de otra; es insuficiente en el caso contrario; 
     como por ejemplo, el carácter del ladrido con relación al perro. Pero la 
     suficiencia, como la importancia de los caracteres, no se pueden 
     determinar más que en un sentido relativo, en razón del fin que nos 
     propongamos en el estudio.
          Los caracteres necesarios son, por último, los que deben siempre 
     reaparecer en la cosa determinada. Se les llama también caracteres 
     esenciales; son opuestos a los caracteres no esenciales o contingentes, 
     que no entran de un modo necesario en la noción total de la cosa.
          Todavía hay que hacer una distinción entre los caracteres necesarios: 
     unos convienen con la cosa como principios de otros caracteres de una sola 
     y misma cosa; otros, por el contrario, no convienen con una cosa más que 
     como consecuencias de otros caracteres. Los primeros se denominan 
     primitivos y constitutivos, constitutiva esencialia in sensu stricissimo; 
     los otros se denominan atributos, consectaria racicionata, y forman [104] 
     a la verdad igualmente parte de la esencia de la cosa, pero en tanto 
     solamente que no se consideren derivados, sino de sus partes esenciales; 
     así es, por ejemplo, que los tres ángulos de un triángulo derivan de los 
     tres lados.
          Los caracteres no esenciales son también de dos especies, según que 
     conciernen a las determinaciones internas de una cosa, modi, o a sus 
     aspectos externos, relationes: así, por ejemplo, la erudición es una 
     determinación interna del hombre; ser amo o criado es una determinación 
     externa.
          La semejanza de todas las partes esenciales de una cosa, es decir, la 
     suficiencia de sus nociones elementales en cuanto a la coordinación o a la 
     subordinación es su esencia, complexus notarum rimitivarum interne dato 
     conceptui sufficientium est complexus notarum conceptum aliquem primitive 
     constetueutium.
          No se trata de todo en esta explicación de la esencia real o natural 
     de las cosas, la cual no podemos conocer en manera alguna; porque la 
     lógica, [105] haciendo abstracción de toda la materia del conocimiento, y 
     por consecuencia también de la cosa misma, no considera más que la esencia 
     lógica (o nominal) de las cosas. Y esta esencia se puede dar a conocer muy 
     fácilmente, basta para ello el conocimiento de todos los predicados con 
     relación a los cuales se determina un objeto por su noción; en vez de que 
     para conocer la esencia real de la cosa, esse rei, es necesario tener el 
     conocimiento de los predicados de los cuales depende todo lo que forma 
     parte de su existencia como principios de determinación. Si, pues, por 
     ejemplo, queremos determinar la esencia lógica de 1os cuerpos, no es de 
     todo punto necesario para este efecto investigar los datos, data, en la 
     naturaleza; basta reflexionar sobre las nociones elementales que 
     constituyen primitivamente como piezas esenciales, constitutivœ rationes, 
     la idea fundamental del cuerpo; porque la esencia lógica no es aun otra 
     cosa que la primera noción fundamental de todos los caracteres necesarios 
     de una cosa. Esse conceptus.
     4.º
          Se distinguen dos grados de perfección en el conocimiento en cuanto a 
     la cualidad. El primero [106] conserva el nombre de claridad; el segundo 
     puede llamarse lucidez, y resulta de la claridad de las nociones 
     elementales.
          Es necesario distinguir ante todo la lucidez lógica en general, de la 
     lucidez estética. La lucidez lógica reposa sobre la claridad objetiva de 
     los caracteres, y la lucidez estética sobre su claridad subjetiva. La 
     primera es una claridad producida por nociones. La segunda producida por 
     intuiciones. La segunda especie de lucidez consiste en una simple 
     vivacidad (Lebhaftigkeit) y en la inteligibilidad (Verstænddichkeit), es 
     decir, en una simple claridad por medio de ejemplos in concreto (porque 
     muchas cosas pueden ser inteligibles sin que por esto sean lúcidas; y al 
     contrario, muchas cosas pueden ser claras, y; a pesar de esto; difíciles; 
     de entender, puesto que es necesario elevarse hasta las nociones más 
     distantes, cuya unión con la intuición no es posible más que por una larga 
     serie).
          La lucidez objetiva produce muchas veces la oscuridad subjetiva y 
     recíprocamente.
          La lucidez lógica es, pues, muchas veces contraria a la lucidez 
     estética, y recíprocamente, la lucidez estética es muchas veces dañosa a 
     la lucidez lógica, a causa de comparaciones y ejemplos [107] que no tienen 
     perfecta aplicación, pero que no se emplean más que por analogía. Además 
     los ejemplos en general no son nociones elementales, y no forman parte de 
     las nociones totales, ellos no pertenecen, como intuiciones, más que a la 
     aplicación de la noción. Una lucidez producida por ejemplos (la simple 
     inteligibilidad), difiere, pues, totalmente de la lucidez producida por 
     nociones, como caracteres. La perfecta claridad (Helligkeit) consiste en 
     la unión de una y otra lucidez, la estética o popular, y la escolástica o 
     lógica: porque en una cabeza lúcida hasta este punto, se concibe el 
     talento para una exposición luminosa de conocimientos abstractos o 
     fundamentales proporcionales a la fuerza de comprensión del sentido común.
          En lo que mira más particularmente a la lucidez lógica, esta no es 
     perfecta más que en tanto que las nociones parciales, que tomadas mi 
     conjunto componen la noción total, han adquirido la claridad. Una noción 
     perfecta o completamente lúcida, puede serlo en cuanto a la totalidad de 
     sus coordinadas, o en cuanto a la totalidad de sus subordinadas. En el 
     primer caso, la lucidez de una noción es extensivamente perfecta o 
     insuficiente; es la lucidez de detalle o de [108] extensión 
     (Aúsfúhrtichkeit). En el segundo caso, lo es intensivamente, lo que 
     constituye la profundidad.
          La primera especie de lucidez lógica puede llamarse todavía 
     perfección externa de los caracteres, completudo externa; y la segunda, 
     perfección interna de estos mismos caracteres, completudo interna. La 
     segunda no se puede obtener más que con nociones racionales puras y de 
     nociones arbitrarias, mas no de nociones experimentales.
          La cuantidad extensiva de la lucidez, se denomina precisión 
     (Abgemessenheit), cuando no es abundante. La lucidez de los detalles 
     (Ausfuhrlichkeit), completudo, junto a la precisión constituye la 
     exactitud, cognitionem quœ rem adœquat, y el conocimiento intensivamente 
     adecuado en la profundidad, unido al conocimiento intensivamente adecuado 
     en los detalles y la precisión, constituye perfección absoluta del 
     conocimiento, consummata cognitionis perfectio, en cuanto a la cualidad.
     5.º
          Puesto que la lógica se ocupa de hacer claras las nociones, se puede 
     preguntar de qué manera lo hace.
          Los lógicos do la escuela de Wolff suponen que [109] los 
     conocimientos no se esclarecen más que por el análisis. Sin embargo, toda 
     lucidez no viene del análisis de una noción dada; esto no es cierto más 
     que para los caracteres que se piensan ya en la noción; mas no para los 
     caracteres que solo se juntan a la noción total, como partes de toda la 
     noción posible.
          La lucidez de esta última especie no resulta, pues, del análisis, 
     sino de la síntesis.
          Hay, en verdad, una gran diferencia entre estas dos cosas: formar una 
     noción clara y formar claramente una noción.
          En efecto, nosotros no formamos una noción clara más que pasando de 
     las partes al todo. En esto no hay todavía caracteres; los obtenemos 
     únicamente por la síntesis. De este procedimiento resulta la claridad 
     sintética, que en realidad extiende el contenido de una noción por la 
     adición que se le hace de un carácter intuitivo (puro o empírico). Este 
     procedimiento sintético es el que emplean el matemático y el naturalista 
     para esclarecer las nociones: porque toda lucidez del conocimiento 
     matemático propiamente dicho, así como el del conocimiento experimental, 
     descansa sobre la extensión de este conocimiento por la síntesis de los 
     signos. [110]
          Mas cuando nosotros hacemos clara una noción, el conocimiento no gana 
     nada con esta simple descomposición relativa a la materia o al contenido, 
     que queda el mismo; únicamente es la forma la que la cambia, puesto que de 
     un conocimiento mas claro no aprendemos a distinguir o conocer más que lo 
     que ya está dado en la noción. Así como la simple iluminación de un mapa 
     no añade nada al mismo en su contenido, del mismo modo el simple 
     esclarecimiento analítico de una noción dada no aumenta en ella nada en el 
     fondo.
          La síntesis esclarece mucho más los objetos, y el análisis las 
     nociones. En el análisis el todo es dado antes que las partes; en la 
     síntesis sucede todo al contrario. El filósofo no hace más que esclarecer 
     las nociones dadas. -Algunas veces, sin embargo, procede sintéticamente, 
     cuando la noción que de este modo quiere esclarecer está ya dada.
          El procedimiento analítico para producir la lucidez, el único del 
     cual se puede ocupar la lógica, es la primera y principal condición para 
     la lucidez de nuestro conocimiento. Cuanto nuestros conocimientos son más 
     claros, tanto más son fuertes y poderosos. En todo caso, el análisis no 
     debe llevarse hasta el último pormenor, de manera [111] que haga 
     desaparecer, por decirlo así, el objeto, reduciéndolo a polvo.
          Si tuviéramos conciencia de todo lo que en nosotros pasa, nos 
     admiraríamos del número prodigioso de nuestros conocimientos.
     6.º
          En cuanto al valor objetivo de nuestros conocimientos en general, se 
     pueden establecer grados en la progresión siguiente:
          1.º El primer grado del conocimiento consiste en representar 
     (vorstellem) alguna cosa.
          2.º El segundo consiste en representársela con conciencia o en 
     percibirla, percipere.
          3.º El tercero, en conocer una cosa por comparación con otra, tanto 
     en la relación de identidad como en la diversidad, noscere,
          4.º El cuarto en conocer con conciencia, cognoscere. Los animales 
     conocen los objetos, más no con conciencia.
          5.º El quinto en entender, intelligere, es decir, en conocer por el 
     entendimiento en virtud de nociones, o sea en concebir Este hecho es muy 
     diferente [112] del de comprender (Begreifen). Se pueden concebir muchas 
     cosas, aunque no se pueden comprender: así es que se puede concebir, por 
     ejemplo, el movimiento continuo, cuya imposibilidad se demuestra en 
     mecánica.
          6.º El sexto en distinguir (Erkennen) o penetrar (einsehen) una cosa 
     por medio de la razón, perspicere. Nosotros no alcanzamos en este sentido 
     más que un pequeño número de objetos, y nuestros conocimientos disminuyen 
     en tanto que queremos perfeccionarlos demasiado.
          7.º El sétimo, por último, en comprender (Begreifene), comprehendere 
     una cosa, es decir, en conocer por medio de la razón, o a priori, lo que 
     basta a nuestros fines. -Porque todo nuestro comprender no es más que 
     relativo, es decir, suficiente para un determinado fin; absolutamente no 
     comprendemos nada. -Nada puede comprenderse más que lo que demuestra el 
     matemático, por ejemplo, que todas las líneas de un círculo son 
     proporcionales, y sin embargo, aquel no comprende de dónde proviene que 
     una figura tan simple tenga sus propiedades. El campo de la intelección 
     (Verstehens) o del entendimiento, es pues, en general, mucho mayor que el 
     de la comprensión (Begreifens) o de la razón. [113]

     - IX -
     De la perfección lógica del conocimiento en cuanto a la modalidad. 
     -Certeza. -Noción es de la creencia en general. -Modo de la creencia 
     opinión, fe, saber. -Convicción y persuasión. -Retención y suspensión del 
     juicio. -Juicio provisional. -Prejuicios, sus fuentes y principales 
     especies
     1.º
          La verdad es una cualidad objetiva del conocimiento; mas el juicio 
     en, virtud del cual nos representamos una cosa como verdadera, la relación 
     de este juicio con una determinada inteligencia, y por consiguiente a un 
     sujeto particular, constituye la creencia (Furwar halten) subjetiva.
          La creencia es, en general, cierta o incierta. La creencia cierta, o 
     la certidumbre, va acompañada de la conciencia de la necesidad. La 
     creencia incierta, por el contrario, o la incertidumbre, va acompañada de 
     la conciencia de la contingencia [114] o posibilidad de lo opuesto a lo 
     que se cree. De donde la incertidumbre es insuficiente tanto subjetiva 
     como objetivamente, o bien es insuficiente objetivamente y suficiente 
     subjetivamente. En el primer caso, hay opinión; en el segundo, hay fe.
          Hay, pues, tres especies de creencia; la opinión, la fe y la ciencia. 
     La opinión se produce por medio de un juicio problemático; la fe por un 
     juicio asertórico, y la certidumbre por un juicio apodíctico. Porque lo 
     que yo opino simplemente, no es considerado en mi pensamiento más que como 
     problemáticamente cierto; lo que yo creo es afirmado por mí, como 
     asertóricamente cierto, mas no como objetivo y necesariamente válido, 
     aunque lo sea subjetivamente (o para mi solo); por último, de lo que yo 
     estoy cierto, es afirmado por mí como apodícticamente cierto, es decir, 
     como necesario, general y objetivamente (valiendo para todos), para 
     suponerlo, toda vez que el objeto al cual esta creencia se refiere, sea 
     una verdad puramente empírica. Esta distinción de la creencia en sus tres 
     modos, por lo demás, no mira más que a la facultad de juzgar; esto es, por 
     la relación del criterio subjetivo del conocimiento, de un juicio a las 
     reglas objetivas. [115]
          Así es, por ejemplo, que la creencia en la inmortalidad sería 
     simplemente problemática, si obráramos, como si debiéramos ser inmortales; 
     asertórica, si creyésemos que somos inmortales; y apodíctica, por último, 
     si estuviéramos enteramente ciertos de que hay otra vida después de esta.
          Hay una diferencia esencial que nos lleva a distinguir entre opinar, 
     creer y saber, o estar ciertos.
          1.º Opinar. -El opinar, o el creer por razones que no son suficientes 
     ni subjetiva ni objetivamente, puede considerarse como un juicio 
     provisional, sub conditione suspensiva ad interin, de donde no es fácil 
     pasar. Se debe necesariamente opinar primeramente, antes de admitir o 
     afirmar; mas se debe también tener mucho cuidado de no tomar una opinión 
     acerca de cualquier cosa, más que como una simple opinión. La opinión es 
     en general la introducción de todo conocimiento. Algunas veces tenemos 
     presentimientos vagos de la verdad; una cosa puede encerrar para nosotros 
     el signo de la verdad; puede parecer que muestra los caracteres de la 
     misma, y en este caso se nos muestra antes de conocerla con certeza 
     determinada. [116]
          Mas ¿en qué caso hay propiamente mera opinión? No hay nunca en las 
     ciencias que tienen por objeto el conocimiento a priori; por esto no la 
     hay en las matemáticas, ni en la metafísica, ni en la moral, sino 
     únicamente en los conocimientos empíricos, como en física, en psicología, 
     etc., porque es contradictorio opinar a priori. ¿Habría algo más ridículo 
     que opinar en matemáticas? Aquí, como en metafísica o en moral, o se tiene 
     ciencia, o ignorancia. Las cosas de opinión no pueden, pues, ser más que 
     objetos de un conocimiento experimental, conocimiento posible en si, es 
     verdad, y que no es imposible para nosotros, sino por causa de los límites 
     empíricos de las condiciones de nuestra facultad de experiencia, y del 
     grado de esta facultad; así, por ejemplo, el éter de los físicos modernos 
     es una cosa de simple opinión, porque yo percibo con motivo de esta 
     opinión, como con motivo de toda opinión, en general, cualquiera que ella 
     sea, que la opinión contraria quizá podría ser demostrada. Mi creencia es 
     pues, en este caso insuficiente objetiva y subjetivamente, aunque 
     considerada en sí misma puede ser completa.
          2.º Creer (en sentido estricto, fe). -La fe o la creencia, conforme a 
     un principio subjetivamente [117] suficiente, pero objetivamente 
     insuficiente, se refiere a los objetos sobre los que no solamente nada se 
     puede saber, sino que nada se pueda opinar; en los que ni aun puede 
     penetrar la verosimilitud, sino que solamente se puede tener tal 
     certidumbre, que no resulte contradicción de pensarlos de la manera que se 
     hace. Todo lo demás es una libre creencia que no puede ser necesaria más 
     que bajo el punto de vista práctico o a priori, creencia, por tanto, de lo 
     que se admite por razones morales, mas con la certeza de que no puede 
     demostrarse lo contrario(4). [118]

          La fe, pues, no debe ocuparse:
          (a) De objetos de conocimiento empírico. La fe que se llama histórica 
     no puede llamarse con propiedad fe, es decir, no le podemos dar esta 
     denominación en sentido opuesto a la certeza, puesto que aquella puede ser 
     cierta. La creencia fundada en un testimonio no difiere, ni en cuanto al 
     grado, ni en cuanto a la especie, de la creencia fundada en la experiencia 
     personal.
          (b) La fe no tiene por objeto una cosa de conocimiento racional 
     (conocimiento a priori) sea [119] teórico, como en las matemáticas y la 
     metafísica, sea práctico, como en la moral.
          Se pueden creer las verdades racionales matemáticas, tanto porque en 
     ellas no cabe el error, cuanto porque, aun dado caso que cupiera, 
     fácilmente sería descubierto; mas sin embargo, de este modo no se puede 
     saber. Las verdades racionales filosóficas no se pueden admitir como 
     creídas, sino como sabidas; porque la filosofía no sabe más que por sola 
     la persuasión. Por lo que [120] toca al objeto del conocimiento racional 
     práctico en moral, al hablar de los derechos y deberes, no puede tener 
     lugar la simple fe; debemos estar completamente ciertos de si una, cosa es 
     justa o injusta, conforme o contraria al deber, permitida o prohibida. En 
     lo, que toca a la moral, nada se puede dejar en estado de incertidumbre; 
     nada debe resolverse con peligro de violar la ley moral. Por ejemplo, no 
     basta, que, un juez crea que una determinada persona ha cometido un 
     delito, para que efectivamente ésta lo haya cometido; debe saberlo 
     (jurídicamente) y no fallar sin que tenga certeza del hecho.
          (c) No hay, pues, objetos de fe, más que aquellos con cuyo motivo la 
     creencia es necesariamente libre; es decir, no determinada por un 
     principio objetivo de verdad independiente de la naturaleza y del interés 
     del sujeto.
          La fe no da, pues, con los principios subjetivos, ninguna convicción 
     que se pueda participar a los demás, y no impone un asentimiento 
     universal, como lo hace la convicción que resulta de la ciencia. Yo solo 
     puedo estar cierto del valor y de la invariabilidad de mi fe práctica; y 
     mi fe en la verdad de una proposición, en la realidad de una cosa, es lo 
     que hay con relación a [121] mí de conocimiento, sin ser, a pesar de esto, 
     un conocimiento.
          El incrédulo en moral es el que no admito lo que es en verdad 
     imposible de saber, pero que es necesario moralmente suponer. Esta especie 
     de incredulidad, tiene siempre su origen en un objeto de interés, moral. 
     Cuanto más grande es el sentimiento moral de una persona, más firme y más 
     viva debe ser también su fe, en todo lo que se ver obligado a admitir por 
     interés moral, bajo un punto de vista prácticamente necesario.
          3.º Saber. La creencia que deriva de un principio de conocimiento 
     válido, tanto objetiva como subjetivamente, o sea de la certeza, es 
     empírica o racional, según que se funda en la experiencia propia o 
     extraña, o en la razón. Esta creencia, pues, se refiere a dos fuentes, 
     origen de todos nuestros conocimientos: la experiencia y la razón.
          La certeza racional es, o matemática o filosófica; la primera es 
     intuitiva, la segunda discursiva.
          La certeza matemática se llama también evidencia, pues que un 
     conocimiento intuitivo es más claro que un discursivo. Aunque los 
     conocimientos racionales matemáticos y filosóficos sean igualmente, 
     ciertos en sí mismos, la certeza de [122] una de estas ciencias es con 
     todo diferente de la certeza de la otra.
          La certeza empírica es primitiva, originarie empírica, cuando estamos 
     ciertos de una cosa por experiencia propia; y es derivada, derivative 
     empírica, cuando estamos ciertos de una cosa por experiencia ajena; esta 
     última especie de certeza es la que comúnmente se denomina certeza 
     histórica.
          La certeza racional se distingue de la certeza empírica, por la 
     conciencia de la necesidad que la acompaña; es, pues, una certeza 
     apodíctica; mientras que la certeza empírica, no es, por el contrario, más 
     que una certeza asertórica. Estamos racionalmente ciertos de lo que 
     conocemos a priori. Nuestros conocimientos se pueden, pues, referir a 
     conocimientos de la experiencia, y no obstante, la certeza puede ser al 
     mismo tiempo empírica y racional, cuando conocemos por principios a priori 
     una proposición empíricamente cierta.
          No podemos tener una certeza racional de todas las cosas; pero es 
     necesario darle la preferencia sobre la certeza empírica, todas las veces 
     que podamos obtenerla. Toda certeza es, o mediata o inmediata, según que 
     necesita de prueba, o que [123] no la necesita, o no es susceptible de 
     ella. Cualquiera que sea el número de conocimientos que no son ciertos, 
     sino mediatamente o por demostración, deben existir también en nuestro 
     espíritu conocimientos indemostrables, o inmediatamente ciertos, de donde 
     los demás deben derivarse.
          Las pruebas sobre las cuales descansa toda certeza mediata de un 
     conocimiento, son o directas o indirectas (es decir, apagógicas). Cuando 
     probamos una verdad por principios, damos una prueba directa; cuando, por 
     el contrario, de la falsedad de una proposición deducimos la verdad de su 
     opuesta, damos una prueba apagógica. Mas para que esta última prueba sea 
     válida, las proposiciones deben ser contradictorias, o diametralmente 
     opuestas; porque dos proposiciones que no fueran opuestas más que en el 
     sentido de ser la una contraria a la otra, podrían ambas ser falsas. Una 
     prueba que sirve de fundamento a la certeza matemática, se llama 
     demostración; y la que sirve de fundamento a la certeza filosófica, es una 
     prueba acroamática. Las partes esenciales de una prueba en general, son la 
     materia y la forma, o el fundamento de la prueba (Beweisgrund) y la 
     consecuencia. [124]
          La ciencia, es decir, el conjunto sistemático de un orden de 
     conocimientos, resulta de la certeza.
          La ciencia se opone al conocimiento común, es decir, al conjunto de 
     conocimientos como un simple agregado. El sistema descansa sobre la idea 
     de un todo que es anterior a las partes; en el conocimiento común, por el 
     contrario, las partes son anteriores al todo. Hay ciencias históricas y 
     ciencias racionales.
     2.º
          De todas las observaciones que hasta aquí llevamos hechas sobre la 
     naturaleza y especies de creencia, podemos deducir como resultado, el 
     siguiente: que toda nuestra convicción es o práctica o lógica. Cuando 
     sabemos que estamos exentos de todos los principios subjetivos, y que la 
     creencia es sin embargo suficiente, entonces estamos convencidos, y 
     convencidos lógicamente por razones objetivas (el objeto es cierto).
          La creencia completa por razones subjetivas que tienen valor, tanto 
     bajo el respecto práctico como bajo el de los principios objetivos, 
     constituye de este modo la convicción, no solamente lógica, sino también 
     práctica (yo estoy cierto), y [125] esta convicción práctica o esta fe 
     moral de la razón es muchas veces más firme que el saber. En el saber se 
     puede todavía atender a las razones contrarias, a la determinación que se 
     adopte, mas no en la fe, puesto que en ella no se trata de razones 
     objetivas, sino del interés moral del sujeto(5).
          La persuasión (Veberredung) que es una ciencia fundada sobre 
     principios insuficientes, acerca de los cuales se ignora si son 
     simplemente subjetivos o si también son objetivos, es opuesta a la 
     convicción (Veberzengung).
          La persuasión precede muchas veces a la convicción. Hay un gran 
     número de conocimientos con cuyo motivo solo adquirimos la conciencia de 
     no poder juzgar si las razones de nuestra creencia son objetivas o 
     subjetivas. A fin de poder pasar de la simple persuasión a la convicción, 
     [126] estamos obligados a reflexionar, es decir, a ver a cuál de nuestras 
     facultades intelectuales se refiere nuestro conocimiento, y entonces 
     examinamos si los principios son o no suficientes por razón del objeto. 
     Nosotros quedamos en la persuasión en estado de atención a multitud de 
     cosas; en unas nos elevamos hasta la reflexión (Veberlegung); en otras en 
     muy corto número, hasta el examen (Untersuchung). El que sabe lo que se 
     necesita para estar cierto de una cosa, no confundirá fácilmente la 
     persuasión y la convicción, y no se dejará persuadir fácilmente. Hay una 
     razón determinante para la adhesión, que resulta de las razones objetivas 
     y subjetivas, y la mayor parte de los hombres no distinguen esta acción 
     mixta de las dos especies de principios.
          Aunque toda persuasión sea falsa, en cuanto a la forma, formaliter, a 
     saber, cuando un conocimiento incierto parece cierto, puede ser, no 
     obstante, verdadera en cuanto a la materia, materialiter. Se distingue 
     también de la opinión, que es un conocimiento incierto, en tanto que aquel 
     es reputado como cierto.
          La fuerza de la creencia la recibe por medio de afirmaciones y 
     juramentos. Basta para afirmar una prueba comparativa; mas para jurar es 
     necesario [127] una prueba absoluta fundada sobre principios objetivos, o 
     al menos una creencia subjetiva absolutamente suficiente.
     3.º
          Muchas veces se emplean expresiones como estas: adherirse a un 
     juicio, mantener un juicio, suspenderlo, emitirlo, etc. Estas locuciones y 
     otras semejantes parecen indicar que hay algo de arbitrario en nuestro 
     juicio, puesto que tenemos una cosa por verdadera, porque queremos tenerla 
     por tal. Se pregunta, pues, si la voluntad tiene alguna influencia sobre 
     el juicio.
          La voluntad no tiene ninguna influencia inmediata sobre la creencia; 
     esto seria absurdo. Cuando se dice que creemos voluntariamente lo que 
     deseamos, con esto no decimos otra cosa, más que nos complacemos en 
     nuestros deseos; por ejemplo, un padre en los votos que hace por sus 
     hijos. Si la voluntad tuviera una influencia inmediata sobre lo que 
     deseamos, nos alimentaríamos constantemente de quimeras de una felicidad 
     perfecta, y las tendríamos siempre por verdaderas. Mas la verdad no puede 
     luchar contra las pruebas convincentes de verdades que son contrarias 
     [128] a los votos que se forma y a las inclinaciones que la solicitan.
          En tanto que la voluntad excita al entendimiento a la investigación 
     de una verdad, o según que le extravía, se le debe reconocer una 
     influencia sobre la aplicación del entendimiento, y mediatamente también 
     sobre la misma persuasión, puesto que ella depende, si cabe, del 
     entendimiento.
          Pero por lo que toca a diferir o retener un juicio, esto no es más 
     que la resolución de no hacer de un juicio puramente provisional, un 
     juicio definitivo y determinante. Un juicio provisional es un juicio por 
     el cual vemos, es cierto, más razones para la verdad de una cosa que 
     contra esta verdad; pero todo esto, apercibiéndonos de que estas razones 
     no bastan para fundar un juicio determinante o definitivo. Lo provisional 
     es un juicio problemático admitido con este carácter.
          La suspensión del juicio puede tener lugar por dos razones, o por 
     investigar los motivos de un juicio determinante, o por no juzgar nunca. 
     En el primer caso, la suspensión del juicio es una suspensión crítica, 
     suspensio judicii indagatoria; en el segundo caso es escéptica, suspensio 
     judicii sceptica; porque el escéptico renuncia a todo juicio, [129] 
     mientras que el verdadero filósofo no hace más que suspender el suyo, en 
     tanto que no hay razones suficientes para considerar una proposición como 
     verdadera.
          Para suspender de propósito o de una manera razonada nuestro juicio, 
     es necesario un continuo hábito de juzgar y reflexionar, hábito que apenas 
     se encuentra más que en las personas de cierta edad. Es una cosa muy 
     difícil por lo general abstenerse de juzgar, tanto porque nuestro 
     entendimiento está siempre deseoso de ejercitarse con el juicio y de 
     extender sus conocimientos, como porque nosotros siempre somos llevados a 
     decidirnos y creer unas cosas con preferencia a otras; mas el que muchas 
     veces ha tenido que volver sobre sus juicios, y por este medio hu venido a 
     ser prudente y previsor, no juzgará tan ligeramente, por el temor de verse 
     obligado a volver todavía por consecuencia sobre su juicio. Esta 
     retractación es siempre penosa y hace que se apodere de nosotros la 
     desconfianza para los demás conocimientos.
          Todavía debemos notar que, una cosa es tener en duda el juicio, y 
     otra cosa es tenerlo en suspenso. En este último caso tenemos siempre un 
     interés en la cosa, mientras que en el primero [130] no es siempre 
     conforme a nuestro objeto e interés el decidir si la cosa es verdadera o 
     no lo es.
          Los juicios provisionales son muy necesarios aun indispensables para 
     la aplicación del entendimiento en toda meditación y en toda 
     investigación; sirven para dirigir el espíritu en las investigaciones, y 
     le dan los materiales sobre que aquel debe ejercitarse.
          Cuando meditamos sobre un objeto, siempre debemos juzgar 
     provisionalmente al presente, y anticipar, presentir en cierto modo, el 
     conocimiento que se nos da por la meditación; y cuando nos entreguemos a 
     las investigaciones, debemos siempre formarnos un plan provisional, sin 
     que los pensamientos vayan al capricho.
          Se pueden establecer dos máximas para la investigación de una cosa. 
     Se les podría todavía llamar anticipaciones, porque se anticipa por 
     juicios provisionales sobre los juicios definitivos que debemos admitir 
     más tarde. Como estos juicios tienen su utilidad, es conveniente dar 
     reglas para juzgar bien provisionalmente.
     4.º
          Es necesario distinguir los juicios provisionales de los prejuicios. 
     [131]
          Los prejuicios son juicios provisionales, en tanto que se admiten 
     como principios. Todo prejuicio, pues, debe mirarse como principio de 
     juicios erróneos. Los prejuicios engendran, no prejuicios, sino juicios 
     erróneos. Es necesario, pues, distinguir el falso conocimiento que resulta 
     de un prejuicio de la fuente que lo origina, es decir, del prejuicio 
     mismo. Así, por ejemplo, la significación de los sueños no es en sí misma 
     un prejuicio, sino mas bien un error que resulta de la regla admitida con 
     demasiada extensión; que lo que ocurre alguna vez debe ocurrir siempre y 
     debe mirarse como verdadero: y este principio que comprende la 
     significación de los sueños, es un prejuicio.
          Algunas veces los prejuicios son verdaderos juicios provisionales; 
     únicamente no debemos darles nunca valor como principios o como juicios 
     definitivos. La causa de esta ilusión consiste en que se reputan 
     falsamente como objetivos los principios subjetivos por falta de la 
     reflexión que debe proceder a todo juicio. Porque nosotros bien podemos 
     admitir muchos conocimientos; por ejemplo, de proposiciones inmediatamente 
     ciertas, sin examinarlas, es decir, sin investigar las condiciones de su 
     verdad; pero no podemos y aun no debemos llevar nuestro juicio a nada sin 
     reflexionar; [132] es decir, sin comparar un conocimiento con la facultad 
     de conocer de dónde debe el juicio emanar (la sensibilidad o el 
     entendimiento). Si admitimos juicios sin esta reflexión necesaria, aun en 
     el caso que no haya lugar a examen, nuestros juicios serán prejuicios, o 
     principios para juzgar por causas subjetivas que falsamente se miran como 
     razones objetivas.
          Las principales fuentes de los prejuicios son la imitación, el hábito 
     y la inclinación.
          La imitación tiene una influencia general sobre nuestros juicios: es 
     una poderosa razón para tener como verdadera lo que los demás nos dan como 
     tal. Es, pues, un prejuicio el decir: lo que todo el mundo hace es bueno. 
     Por lo que toca a los prejuicios que resultan del hábito, estos no pueden 
     desarraigarse mas que a fuerza de tiempo, puesto que el entendimiento, 
     retenido en un juicio por razones contrarias, se ha acostumbrado 
     insensiblemente a un trabajo opuesto de pensar.
          Más si un prejuicio de hábito lo es a la vez de imitación, la persona 
     que a él se haya entregado, saldrá difícilmente de este estado. Un 
     prejuicio de imitación puede también llamarse inclinación al uso pasivo de 
     la razón, o al mecanismo de la razón en vez de su uso espontaneo y 
     regular. [133]
          La razón es, a la verdad, un principio activo que no debe recibir 
     nada de la autoridad de otro, ni aun de la experiencia para que su 
     aplicación sea pura. Mas la pereza de un gran número de hombres hace que 
     estos marchen voluntariamente sobre los pasos de otros mas bien que 
     trazarse un camino por sí, haciendo uso de su entendimiento.
          Estos hombres no pueden jamás ser sino copistas, y si todos se 
     acomodaran a esto, el mundo quedaría estacionario: es necesario y muy 
     importante que los juicios no se formen por imitación como ocurre muchas 
     veces.
          Otras muchas cosas nos conducen al hábito de la imitación, y hacen de 
     este modo de la razón un mal fecundo en prejuicios. Corresponden a esta 
     clase de auxiliares de la imitación, las siguientes:
          1.º Las fórmulas que con reglas; cuya expresión sirve de modelo a la 
     imitación.
          Ellas son, por lo demás, comúnmente útiles, y los espíritus lúcidos 
     tienden siempre a las mismas.
          2.º Las máximas, cuya expresión es tan rica y tan llena de sentido, 
     que parece imposible decir mas en tan pocas palabras. Estas expresiones 
     (dicta) que deben recibirse siempre de aquellos a quienes se concede una 
     especie de infalibilidad, [134] sirven también de regla y de ley. Las 
     máximas de la Biblia se llaman sentencias [kat' exochén].
          3.º Las sentencias, es decir, las proposiciones que se recomiendan y 
     conservan muchas veces su autoridad durante siglos, como productos de un 
     juicio madurado y formado por la experiencia.
          4.º Las reglas o sentencias doctrinales universales, que sirven de 
     fundamento a las ciencias y extraen una cosa de lo elevado y reflexivo. Se 
     les puede todavía presentar de una manera sentenciosa con el fin de darles 
     mas gracia.
          5.º Los proverbios, que son las reglas populares de sentido común, o 
     las expresiones de juicios populares. Mas no sirven como sentencias y 
     reglas mas que para el vulgo.
          Entre los prejuicios científicos que nacen de las tres fuentes 
     precedentes, particularmente de la imitación, distinguiremos como los más 
     comunes los siguientes:
          l.º Los prejuicios de autoridad, entre los cuales se cuentan:
          (a) El prejuicio que se forma por consideración a las personas. 
     -Cuando en las cosas que se fundan en la experiencia y el testimonio, 
     aplicamos nuestro conocimiento bajo la consideración que tenemos a otras 
     personas, no caemos en un [135] prejuicio; porque en cosas de esta 
     naturaleza, no pudiendo nosotros conocerlo todo por nosotros mismos, ni 
     alcanzarlo todo con nuestro propio entendimiento, basamos nuestros juicios 
     tratándose de conocimientos racionales, sobre la consideración que tenemos 
     a otros, estos conocimientos no son para nosotros mas que verdaderos 
     prejuicios, porque las verdades racionales tienen valor sin consideración 
     a persona alguna; en estas verdades no es la cuestión saber quién las ha 
     dicho, sino saber que es lo qué se ha dicho. ¿Qué importa que un 
     conocimiento sea o no de noble origen? Y sin embargo el tener 
     consideración a los grandes hombres en materia científica, es cosa muy 
     común, tanto a causa de los límites de la penetración ordinaria, cuanto 
     por el deseo de imitar aquello que creemos grande. Nuestra vanidad se 
     encuentra aun indirectamente satisfecha con el respeto que tributamos a 
     cualquier hombre de genio, del mismo modo que los súbditos de un déspota 
     poderoso se honran al ser todos tratados de la misma manera, puesto que el 
     más pequeño con esto se puede creer igual al más grande, siendo todos 
     igualmente nada en presencia del poder limitado de su señor; del mismo 
     modo los adoradores de un [136] gran hombre se juzgan iguales, en el 
     sentido de que la superioridad que los unos pueden tener sobre los otros, 
     considerada en relación con tal hombre, se considera como insignificante.
          (b) El prejuicio que se tiene por consideración al número. El pueblo 
     es muy dado a esta clase, de prejuicios; no pudiendo juzgar del mérito, de 
     la capacidad y conocimientos de las personas, se adhiere espontáneamente 
     al juicio de la muchedumbre, porque se supone que lo que se afirma por 
     todos no puede dejar de ser verdad. No obstante, este prejuicio no se 
     aplica mas que en lo que se refiere a conocimientos históricos: en 
     materias de religión, cosa de las más interesantes, nos adherimos con 
     preferencia al juicio de los sacerdotes.
          Es cosa notable que el ignorante tiene un prejuicio para la ciencia, 
     y el sabio a su vez tiene un prejuicio para el sentido común.
          Cuando el sabio ha recorrido una gran parte del circulo de las 
     ciencias sin haber conseguido con su trabajo la satisfacción que se 
     prometía, desconfía entonces de las ciencias, especialmente de las 
     especulaciones, en las cuales las ideas no pueden presentarse con carácter 
     de sensibles, y cuyos fundamentos son dudosos, como por ejemplo, [137] en 
     metafísica. No obstante, como se cree que la clase de la certeza debe 
     hallarse en cualquier parte, se busca en el sentido común, después de 
     haberla buscado por largo tiempo y sin fruto en la ciencia.
          Mas, esta esperanza es muy engañosa; porque si la razón ilustrada no 
     puede alcanzar ningún conocimiento acerca de ciertas cosas, seguramente la 
     razón sin cultivar será menos feliz todavía para esto. Principalmente en 
     metafísica es inadmisible el apelar al sentido común, porque nada puede 
     exponerse en concreto de él. Mas otra cosa sucede en moral, en dónde, no 
     solamente pueden darse en concreto todas las reglas, sino que además, la 
     razón práctica se revela por lo común con más claridad y con más exactitud 
     por medio del sentido común, que por la aplicación del entendimiento 
     especulativo. El sentido común juzga muchas veces mas acertadamente en 
     materias de moral y del deber, que el sentido especulativo.
          (c) El prejuicio que resulta por el respeto que se tiene a la 
     antigüedad.
          Este es uno de los más importantes. Nosotros tenemos sin duda razón 
     para juzgar favorablemente a la antigüedad; pero no tenemos igualmente 
     [138] razón para asignarle un sentido sin límites, de hacer a los antiguos 
     los tesoreros de los conocimientos y de las ciencias, y de elevar el saber 
     relativo de sus escritos a un valor absoluto y de hacernos seguir 
     ciegamente su dirección. Estimar de este modo el valor de la antigüedad 
     mas allá de donde se debe, es inclinar el entendimiento a la edad de su 
     infancia, y despreciar el empleo de los talentos que poseemos. Nos 
     engañaríamos mucho si creyéramos que todos los antiguos han escrito tan 
     clásicamente como aquellos, cuyas obras han llegado a nosotros.
          Como el tiempo todo lo pulveriza, y no deja más que aquello que tiene 
     un valor real, debemos creer con algún fundamento que solo poseemos las 
     mejores obras de la antigüedad.
          Muchas razones hacen reconocer y subsistir por largo tiempo el 
     prejuicio en favor de la antigüedad.
          Cuando cualquier cosa excede nuestro atento cálculo sobre una regla 
     general, por de pronto nos sorprende, y esta sorpresa se convierte muchas 
     veces en admiración. Esto es lo que sucede con los antiguos cuando en 
     ellos se encuentra una cosa que no se buscaba allí, y que aun no se 
     esperaba de ellos, en razón del tiempo en que [139] vivieron. Otra causa 
     es que el conocimiento de la antigüedad, constituye una erudición y una 
     lectura, que se atrae siempre una cierta consideración, por común e 
     insignificante que sea el objeto. Una tercera razón es el reconocimiento 
     que tenemos a los antiguos, por habernos allanado el camino para la 
     adquisición de un gran número de conocimientos. Parece justo tributarles 
     una gratitud especial, cuyos justos limites traspasamos muchas veces. Una 
     cuarta razón es por último, la envidia que se tiene a los contemporáneos: 
     el que no puede competir con los modernos, eleva a los antiguos con el fin 
     de que los modernos no puedan elevarse sobre él.
          2.º El prejuicio opuesto al anterior es el de la novedad. Alguna vez 
     el respeto a la antigüedad se viene abajo con el prejuicio que lo era 
     favorable: es lo que ocurrió a principios del siglo XVIII cuando 
     Fontenelle abrazó el partido de los modernos. Tratándose de conocimientos 
     susceptibles de extensión, es muy natural que tengamos más confianza en 
     los modernos que en los antiguos; más esto no es mas que un juicio cuyo 
     principio no es en sí mismo más que un simple juicio provisional. Si 
     formamos en esto un juicio definitivo, entonces es un prejuicio. [140]
          3.º Prejuicios de amor propio o egoísmo lógico, que hace que se 
     desprecie la conformidad de nuestro propio juicio con el juicio de los 
     demás, como criterio superfluo. Estos prejuicios son opuestos a los de la 
     autoridad, puesto que consisten en una cierta predilección por lo que es 
     un producto de nuestro propio entendimiento, por ejemplo, por un sistema 
     que nos pertenece.
     5.º
          Es bueno y útil dejar subsistir los prejuicios, y aun deben 
     favorecerse. Es una cosa admirable que se pueda suscitar esta cuestión 
     todavía, principalmente por lo que se refiere a favorecer los prejuicios. 
     Favorecer un prejuicio es engañar alguno en un objeto de utilidad. Dejar 
     los prejuicios intactos sucede todavía; porque ¿quién puede envanecerse de 
     descubrir y disipar todos los prejuicios? Mas el sabor si será conveniente 
     el hacer todos los esfuerzos para la extirpación de aquellos, es otra 
     cuestión. Es sin duda muy difícil el combatir útilmente todos los 
     prejuicios antiguos, los que han dejado hondas raíces, porque ellos mismos 
     son los que por aquellos responden y en cierto modo con sus propios 
     juicios. También [141] se trata de justificar la necesidad de los 
     prejuicios, haciendo resultar los inconvenientes que podían resultar de su 
     abolición. Mas teniendo valor para despreciar estos inconvenientes, el 
     bien se conocerá después.

     - X -
     De la probabilidad. -Definición de lo probable. -Diferencia entre la 
     probabilidad y verosimilitud. -Probable matemático y probable filosófico. 
     -Duda. -Duda subjetiva y objetiva. -Método para filosofar: método 
     escéptico, daemático -crítico. -Hipótesis
     1.º
          La teoría de la certeza de nuestro conocimiento comprende también la 
     del conocimiento de lo probable, que es como una aproximación de la 
     certeza.
          Debemos entender por probabilidad una creencia fundada sobre razones 
     que distan más o menos de las que producen la certeza; pero que siempre se 
     hallan mas cerca de ella en todo caso que las razones que sirven de apoyo 
     a la proposición [142] contraria. Esta explicación hace resaltar la 
     diferencia que existe entre la probabilidad (probabilitas), y la 
     verosimilitud (verosimilitudo): en la probabilidad, las razones de 
     preferencia tienen un valor objetivo; en la verosimilitud, por el 
     contrario no tiene más que un valor subjetivo. Es necesario, pues, tener 
     en la probabilidad una unidad de medida que sirve para apreciarla. Esta 
     unidad de medida es la certeza. Porque para comparar estos principios 
     insuficientes para la certeza con los que lo son, es necesario saber lo 
     que constituye la certeza. Falta esta unidad de medida en la 
     verosimilitud, puesto que en ella no se comparan las razones insuficientes 
     con las que lo son, sino solamente con las razones del contrario.
          Los momentos de la probabilidad pueden ser homogéneos o heterogéneos. 
     Son homogéneos como los conocimientos matemáticos en donde pueden ser 
     numerados; son heterogéneos como los conocimientos filosóficos en donde 
     deben ser pesados, es decir apreciados de conformidad con su influencia. 
     Mas esta influencia no se aprecia en sí misma sino por los obstáculos que 
     encuentra en el espíritu.
          Los momentos heterogéneos no dicen ninguna [143] relación con la 
     certeza, sino únicamente la relación de una apariencia con otra. De donde 
     se sigue que el matemático sólo puede determinar la relación de las 
     razones insuficientes; el filósofo se debe contentar con la apariencia de 
     una creencia puramente objetiva y prácticamente suficiente, porque la 
     probabilidad no puede estimarse en el conocimiento filosófico a causa de 
     la heterogeneidad de razones; aquí los pesos, por decirlo así, no son 
     estampados. Es pues de la probabilidad matemática de la que propiamente 
     puede decirse que es más de la mitad de la certeza.
          Se ha hablado mucho de una lógica de la probabilidad (logica 
     probabilium) mas esta ciencia no es posible. Si la relación de las razones 
     insuficientes a las suficientes no puede considerarse matemáticamente, 
     todas las reglas no sirven de nada. No se pueden dar en todo caso otras 
     reglas generales de la probabilidad más que esta: que el error no debe 
     hallarse de una sola parte, pero que debe haber una razón de conformidad 
     en el objeto. Otra regla es que si en las dos partes opuestas hay error, 
     en igual número y grado la verdad se halla en medio.
          La duda es una razón contraria o un simple obstáculo a la creencia, 
     obstáculo que puede ser [144] considerado subjetivo o subjetivamente 
     considerada la duda se toma algunas veces como al estado de un espíritu 
     irresoluto; y objetivamente como el conocimiento de la insuficiencia de 
     razones para creer. Bajo este último punto de vista, es lo que se llama 
     una objeción, es decir, una razón objetiva para mirar como falso un 
     conocimiento verdadero.
          Cuando hay una razón opuesta a otra, pero que no tiene mas que valor 
     subjetivo, es un escrúpulo. En el escrúpulo no se sabe si el obstáculo o 
     la creencia tiene un fundamento objetivo o puramente subjetivo, por 
     ejemplo, en la inclinación, el hábito, etc., la duda sin explicarse clara 
     y determinadamente la razón de la duda, y sin poderse apercibir si esta 
     razón se halla en el mismo objeto o solamente en el sujeto. Para disipar 
     estos escrúpulos, es necesario elevarse a la claridad y a la determinación 
     de una objeción. Porque la certeza resulta de la lucidez y plenitud de las 
     objeciones, y nadie puede estar cierto de una cosa si las razones 
     contrarias no se aprecian de manera que se pueda determinar, por decirlo 
     así, la distinción que hay todavía hasta la certeza. No basta, pues, que 
     una duda se disipe; se debe también resolver, es decir, se debe hace 
     comprender cómo ha nacido [145] el escrúpulo. Sin esto la duda únicamente 
     queda disipada, pero no destruida; el germen de la duda existe siempre. No 
     podemos sin duda saber en muchos casos si el obstáculo a la creencia se 
     funda para nosotros en razones objetivas o solamente subjetivas, y no 
     podemos, por consiguiente, arrancar el escrúpulo por el descubrimiento de 
     la apariencia, puesto que no podemos siempre comparar nuestros 
     conocimientos con el objeto, sino muchas veces solamente se pueden 
     comparar ellos entre sí. Es, pues, modestia, el no presentar nuestras 
     objeciones más que como dudas.
     2.º
          Hay un principio de duda que consiste en esta máxima: Proponerse 
     tratándose de conocimientos, hacerlos inciertos. Este principio tiende a 
     hacer ver la imposibilidad de llegar a la certeza. Esta manera de 
     filosofar es el escepticismo. Se opone al método dogmático, al dogmatismo, 
     que es una confianza ciega, en la facultad que tiene la razón de 
     extenderse a priori y sin crítica, por puras nociones, únicamente para 
     obtener un éxito aparente. [146]
          Estos dos métodos son viciosos si se hacen generales, porque hay un 
     gran número de conocimientos, en los cuales no podemos proceder 
     dogmáticamente, y de otro lado el escepticismo, renunciando a todo 
     conocimiento afirmativo, paraliza todos nuestros esfuerzos para adquirir 
     el conocimiento de lo cierto.
          Ya es el método escéptico dañoso, ya es útil y justo. Esto último 
     sucede cuando entendemos por método escéptico la manera de tratar una cosa 
     como incierta y de reducirla a la más alta incertidumbre, con la esperanza 
     de hallar por este medio el camino de la verdad. Este método no es, pues, 
     propiamente más que una simple suspensión del juicio. Es muy útil para el 
     procedimiento crítico que es el método de filosofar, según el cual se 
     buscan las fuentes de nuestras afirmaciones o de nuestras objeciones, y 
     las razones que lo sirven de base; método que da esperanzas de llegar a la 
     certeza.
          El escepticismo no tiene lugar en matemáticas, ni en física. En él no 
     hay más que el conocimiento puramente filosófico, que ha podido darle 
     nacimiento: este conocimiento no es ni matemático ni empírico. El 
     escepticismo absoluto, lo presenta todo como aparente. Distingue pues la 
     apariencia [147] de la verdad, y debe haber un signo de distinción, y por 
     consiguiente suponer un conocimiento de la verdad, en lo que se contradice 
     él mismo.
     3.º
          Nosotros hemos observado en sentido más elevado, por lo que se 
     refiere a la probabilidad, que esta no es más que la simple aproximación 
     de la certeza. -Tal sucede en particular con las hipótesis por medio de 
     las cuales no podemos llegar en nuestro conocimiento a una corteza 
     apodíctica, sino que en todo caso, únicamente alcanzamos un grado mayor o 
     menor de probabilidad.
          Una hipótesis es una creencia del juicio tocante a la verdad de un 
     principio bajo el punto de vista, de lo suficiente de sus consecuencias; o 
     más brevemente, la creencia de una suposición como principio.
          Toda creencia se funda sobre una hipótesis, en el sentido de que la 
     suposición como principio, es suficiente para explicar por esto otros 
     conocimientos como principios; porque en ella se concluye de la verdad de 
     la consecuencia a la verdad del principio. Mas esta especie de conclusión 
     no da un criterio suficiente de la verdad, y no puede [148] conducir a una 
     certeza apodíctica, sino en tanto que todas las consecuencias posibles de 
     un principio admitido sean verdaderas: de donde se sigue que como no 
     podemos jamás determinar todas las consecuencias posibles, las hipótesis 
     quedan siempre como hipótesis; es decir, como suposiciones, a cuya plena 
     certeza jamás podremos llegar. -Sin embargo, la verosimilitud de una 
     hipótesis puede crecer y elevarse, y la fe que le prestamos llegar a ser 
     análoga a la que damos a la certeza, cuando todas las consecuencias que se 
     nos ofrezcan hasta el presente se puedan explicar por el principio 
     supuesto; porque entonces no hay razón para que no admitamos que todas las 
     demás consecuencias derivadas del mismo principio, pueden igualmente ser 
     aplicadas. Entonces consideramos la hipótesis como más cierta, aunque no 
     lo sea mas que por inducción.
          Algunas cosas deben existir, sin embargo, como ciertas en la 
     hipótesis y son:
          l.º La posibilidad de la misma suposición. Si, por ejemplo, para 
     explicar los terremotos y los volcanes se admite un fuego central, esta 
     especie de fuego debe ser posible, o para ello que no queme y destruya 
     como un cuerpo inflamado.
          Mas cuando a beneficio de ciertos otros fenómenos [149] se quiera 
     hacer de la tierra un animal en el cual la circulación de un líquido 
     interior produce el calor, esta es una pura ficción y no una hipótesis; 
     porque las realidades se imaginan, más no las posibilidades, estas deben 
     ser ciertas.
          2.º La consecuencia. Las consecuencias deben derivar legítimamente 
     del principio admitido; de otro modo la hipótesis no habrá producido más 
     que una quimera.
          3.º La unidad. Una cosa esencial para una hipótesis, es que sea una y 
     que no necesite de otras hipótesis auxiliares para poder sostenerse. Si 
     una hipótesis no puede subsistir por sí misma; perderá por este hecho 
     mucho de su probabilidad, porque cuanto más es una hipótesis fecunda en 
     consecuencias, es tanto más probable, y recíprocamente. Así es que la 
     hipótesis principal de Tico-Brahe no bastaba para explicar muchos 
     fenómenos, lo que haría necesarios otras muchas hipótesis secundarias. Se 
     podía ya presumir por esta, que la hipótesis adoptada no es un principio 
     legítimo. Por el contrario, el sistema de Copérnico, es una hipótesis que 
     explica todo lo que debe explicar: todos los fenómenos cósmicos que ante 
     nosotros han aparecido hasta el presente. No tenemos necesidad de 
     hipótesis subsidiarias. [150]
          Hay ciencias que no permiten ninguna hipótesis, como las matemáticas 
     y la metafísica; pero en física son útiles e indispensables.

     Apéndice
     Distinción sobre el conocimiento teórico y el conocimiento práctico
          Llámase práctico un conocimiento en oposición a un conocimiento 
     teórico y a un conocimiento especulativo.
          Los conocimientos prácticos son o:
          1.º Imperativos, en cuanto son opuestos a los conocimientos teóricos, 
     o contienen:
          2.º Las razones de un imperativo posible, como puestas a los 
     conocimientos especulativos.
          Es imperativa en general toda proposición que expresa una acción 
     libre posible, por la cual debe llegarse realmente a un fin determinado. 
     Por consiguiente, todo conocimiento que contiene un imperativo, es un 
     conocimiento práctico, y debe ser llamado de este modo en oposición al 
     [151] conocimiento teórico, porque los conocimientos teóricos son aquellos 
     que exponen, no lo que debe ser, sino lo que es, y que por consiguiente no 
     tiene por objeto el hacer, sino el ser, el existir.
          Si consideramos, sin embargo, los conocimientos prácticos en 
     oposición a los especulativos, pueden también ser teóricos en el sentido 
     de que solamente los principios imperativos pueden derivarse de ellos. 
     Considerados bajo este punto de vista, son prácticos en cuanto al valor 
     (in potentia), u objetivamente. Entendemos por conocimientos especulativos 
     aquellos de que no se puede sacar ninguna regla de conducta, o que no 
     encierran principios para los imperativos posibles. Hay una porción de 
     proposiciones puramente especulativas, en teología, por ejemplo. Estos 
     conocimientos especulativos son siempre teóricos, pero no recíprocamente: 
     todo conocimiento teórico no es por esto especulativo; pues considerado 
     bajo este punto de vista, puede ser también práctico al mismo tiempo.
          Todo conocimiento tiende, en último caso, a la práctica, y el valor 
     práctico de nuestro conocimiento consiste en esta tendencia, de toda 
     teoría y de toda especulación, en relación a su uso. Pero este valor no es 
     más que un valor incondicionado, [152] si el fin a que se relaciona, el 
     uso práctico del conocimiento es a su vez incondicionado o absoluto. El 
     único fin absoluto y último a que debe referirse en definitiva todo uso 
     práctico de nuestro conocimiento, es la moralidad, que llamamos por esta 
     razón, lo absolutamente práctico. Esta parte de la filosofía que tiene por 
     objeto la moralidad, debería llamarse filosofía práctica, aunque 
     cualquiera otra ciencia filosófica pueda también tener una parte práctica, 
     es decir, contener, relativamente a las teorías establecidas, una 
     instrucción para su uso práctico conveniente a la realización de ciertos 
     fines. [153]

     Primera parte
     Teoría general elemental

     Capítulo primero
     De las nociones
     Noción en general; diferencia entre la noción y la intuición
          Todo conocimiento, es decir, toda representación referida 
     consciamente a un objeto, es o intuición o noción. La intuición es una 
     representación singular (reprœsentatio singularis) la noción es una 
     representación general (reprœsentatio per notas communes), o refleja 
     (reprœsentatio discursiva).
          Conocer por nociones es pensar (cognitio discursiva).
          Observaciones. l.ª La noción es opuesta a la [154] intuición porque 
     aquella es una representación general o de lo que tienen de común muchos 
     objetos, por consiguiente una idea susceptible de ser contenida en muchas 
     cosas diferentes.
          2.ª Hablar de nociones generales o comunes es caer en una pura 
     tautología: esta falta tiene su razón de ser en una división viciosa de 
     las nociones, en universales, particulares y singulares. No son las 
     nociones en sí mismas las que pueden dividirse de esta suerte, sino el uso 
     que de ellas se hace.
          2. Materia y forma de las nociones. En toda noción es necesario 
     distinguir la materia y la forma. La materia de las nociones es el objeto; 
     su forma, la generalidad.
          3. Noción empírica y noción pura. La noción puede ser o empírica o 
     pura. Es noción pura la que no ha sido tomada de la experiencia, sino que 
     proviene también del entendimiento en cuanto a la materia.
          La idea (propiamente dicha), es una noción racional cuyo objeto no 
     puede hallarse en la experiencia.
          Observaciones. 1.ª La noción empírica procede de los sentidos por la 
     comparación de los objetos de la experiencia, y no recibe del 
     entendimiento [155] nada más que la forma de la generalidad. La realidad 
     de esta noción se funda en la experiencia real, de donde la noción procede 
     en cuanto a la materia o contenido. A la metafísica es a la que 
     corresponde investigar si hay nociones intelectuales puras (conceptus 
     puri), que en tal cualidad, no proceden del entendimiento, sin la 
     intervención de la experiencia.
          2.ª Las nociones racionales o ideas (propiamente dichas), no pueden 
     absolutamente conducir a objetos reales, porque todos los objetos de esta 
     especie deben ser contenidos en una experiencia posible. Pero sirven para 
     guiar el entendimiento por medio de la razón relativamente a la 
     experiencia y al uso más completo posible de las reglas racionales; y 
     además para mostrar que todas las cosas posibles no son objeto de la 
     experiencia, y que los principios de la posibilidad de dichos objetos no 
     son aplicables a las cosas en sí mismas, ni aun a los objetos de la 
     experiencia considerados como cosas en sí mismas.
          La idea contiene el prototipo del uso del entendimiento; por ejemplo, 
     la idea del universo (el todo cósmico), idea que debe ser necesaria, no 
     como principio constitutivo por el uso empírico del entendimiento, sino 
     solo como principio regulador [156] para obtener la conformidad universal 
     del uso empírico del entendimiento. Debe ser considerada como una noción 
     fundamental necesaria, sea para completar objetivamente las operaciones 
     intelectuales de la subordinación (de las nociones), sea para 
     considerarlas como ilimitada. La idea no se obtiene tampoco por 
     composición; porque el todo es aquí antes que la parte. Hay, sin embargo, 
     Ideas susceptibles de cierta aproximación: tales son, por ejemplo, las 
     ideas matemáticas o ideas de la generación matemática de un todo, que se 
     distinguen esencialmente de las ideas dinámicas. Diferéncianse estas 
     enteramente de todas las nociones concretas, por la especie y no por la 
     cuantidad (como en las nociones matemáticas).
          A ninguna idea teórica puede atribuirse una realidad objetiva o 
     probar esta realidad, a no ser a la idea de libertad. La razón de esto es, 
     porque la libertad es una condición de la ley moral, cuya realidad es un 
     axioma. La realidad de la idea de Dios no puede demostrarse sino con la de 
     la ley moral, y por consiguiente bajo su relación práctica; es decir, que 
     es necesario obrar en la suposición de la existencia de un Dios. Esta 
     realidad no puede ser demostrada sino de esta manera. [157]
          En todas las ciencias, y principalmente en las ciencias racionales, 
     se halla la idea de la ciencia, la idea de un bosquejo o plan general y, 
     por consiguiente, la circunscripción de todos los conocimientos que forman 
     parte de ella. La idea del todo, -que es la primera cosa que debe tenerse 
     presente en una ciencia, y que es necesario indagar, -es la arquitectónica 
     de la ciencia, como por ejemplo, la idea de la ciencia del derecho.
          La mayor parte de los hombres carecen de la idea de la humanidad, de 
     la de una forma de gobierno perfecta, de la de una vida feliz, etc. Muchos 
     de ellos no tienen idea alguna de aquello a que aspiran, y se conducen por 
     instinto o por autoridad.
          4. Nociones dadas (a priori o a posteriori) y nociones formadas. 
     Todas las nociones son, en cuanto a la materia, o dadas (conceptus dati) o 
     formadas (conceptus facticitii). Las primeras son dadas a priori o a 
     posteriori.
          Todas las nociones dadas empíricamente o a posteriori se llaman 
     nociones de experiencia; las dadas a priori se llaman (propiamente) 
     nociones (notiones).
          Observaciones. La forma de una noción en [158] cuanto a la 
     representación discursiva, es siempre formada o facticia.
          5.º Origen lógico de las nociones. El origen lógico de las nociones, 
     en cuanto a la simple forma, se funda en la reflexión y en la abstracción 
     de la diferencia de las cosas indicadas por una cierta representación. De 
     aquí la cuestión de saber cuáles son las operaciones del entendimiento que 
     forman una noción, o lo que es lo mismo, cuáles son las operaciones del 
     entendimiento que se exigen para la producción de una noción con ayuda de 
     representaciones dadas.
          Observaciones. 1.ª La lógica general, haciendo abstracción de toda 
     materia del conocimiento por nociones, o del pensamiento, no puede 
     considerar la noción sino en relación a su forma, es decir, solo bajo el 
     punto de vista subjetivo. Tampoco considera cómo una noción determina un 
     objeto por un carácter o signo (Merkmal, nota), sino solamente el modo 
     cómo este carácter puedo referirse a muchos objetos. La lógica general, no 
     tiene que distinguir la fuente de las nociones, ni manifestar de qué 
     manera nacen éstas como representaciones, sino solo el modo como estas 
     representaciones dadas se convierten en nociones en el acto del 
     pensamiento. Estas [159] nociones pueden, por lo demás, contener alguna 
     cosa que proceda de las experiencias, o imaginada, o sacada de la 
     naturaleza del entendimiento. Este origen lógico de las nociones, -origen 
     en cuanto a la simple forma, -consiste en la reflexión mediante la cual 
     una representación viene a ser común a muchos objetos (conceptus 
     communis), como forma indispensable al juicio. En lógica no se considera 
     otra cosa que la diferencia de la reflexión por lo que toca a las 
nociones.
          2.ª La metafísica trata del origen de las nociones relativamente a su 
     materia, según la cual puede ser la noción, empírica, arbitraria o 
     intelectual.
          6. Acto logicœ de la comparación, de la reflexión y de la 
     abstracción. Los actos lógicos: del entendimiento, por los cuales se 
     producen las nociones en cuanto a su forma, son:
          1.ª La comparación, es decir, la aproximación, por medio del 
     pensamiento, de las representaciones con relación a la unidad de 
     conciencia;
          2.ª La reflexión, es decir, la atención al modo como diferentes 
     representaciones pueden ser comprendidas en una conciencia única; en fin.
          3.ª La abstracción o la separación de todo [160] aquello en que se 
     distinguen las representaciones dadas.
          Observaciones. 1.ª Para que las representaciones puedan pasar al 
     estado de nociones, es necesario poder comparar, reflejar y abstraer; 
     porque estas tres operaciones lógicas del entendimiento, son las 
     condiciones esenciales y generales de la producción de toda noción. Veo, 
     por ejemplo, un pino, un sauce y un tilo; comparando primero estos 
     diferentes objetos entre sí, observo que se diferencian los unos de los 
     otros en relación al tronco, a las ramas, a las hojas, etc.; pero si no 
     fijo enseguida la atención más que en lo que tienen de común, el tronco, 
     las ramas, y hasta las hojas, y hago abstracción de su tamaño, de su 
     figura, etc., formo entonces la noción de árbol.
          2.ª No siempre se emplea convenientemente en lógica la palabra 
     abstracción no debería decirse abstraer alguna cosa (ubstrahere aliquid), 
     sino abstraer de alguna cosa (abstrahere ab aliquo).
          Si por ejemplo, en un paño de color escarlata, solo pongo atención en 
     el color rojo, hago abstracción del paño; si además hago abstracción del 
     paño como tal, y no pienso en el color, sino como una porción de materia, 
     entonces [161] hago abstracción de mayor número de determinaciones, y mi 
     noción viene a ser de este modo aun más abstracta, porque cuanto más 
     caracteres distintivos de una cosa se omiten en una noción, en otros 
     términos, cuanto mayor es el número de determinaciones abstraídas, más 
     abstracta es la noción. Deberían, llamarse propiamente abstractivas 
     (conceptus abstrahentes), las nociones abstractas, cuanto mayor o menor 
     número de abstracciones se han verificado en estas nociones, las cuales no 
     son otra cosa que lo que resta después que estas abstracciones se han 
     verificado. Así es, por ejemplo, como la noción de cuerpos no es 
     propiamente una noción abstracta: si no pudiese, por el contrario, hacer 
     abstracciones en ellos, no tendría la noción de otro modo que sin estas 
     nociones, que de ellos abstraigo; y sin embargo, puedo en ellos hacer 
     abstracción del volumen, del color, de la solidez o de la fluidez, en una 
     palabra, de todas las determinaciones especiales de los diferentes 
     cuerpos, (aunque estos no existen sin estas determinaciones). La noción 
     más abstracta es aquella que no tiene nada de común con ninguna otra. Esta 
     noción es la de cosa: lo que no es ella es nada; no tiene nada de común 
     con lo que quiera que esto sea. [162]
          3.ª La abstracción no es más que la condición negativa bajo la cual 
     pueden producirse ideas universales válidas: las condiciones positivas son 
     la reflexión y la comparación; porque no hay en ellas nada que sea fruto 
     de la abstracción; la abstracción no hace más que acabarlas y encerrarlas 
     en sus límites determinados.
          7. Materias y circunscripciones de las nociones. Toda noción, 
     considerada como parcial, está contenida en la representación de las 
     cosas; como fundamento del conocimiento, es decir, como signo elemental, 
     están en ellas contenidas estas cosas. Bajo el primer aspecto, toda noción 
     tiene un contenido, una materia; bajo el segundo una circunscripción(6).
          La materia y la circunscripción de las nociones están entre sí, en 
     razón inversa: cuanto más cosas abraza bajo de sí, menos encierra en sí, y 
     recíprocamente.
          Observación. Como se dice de un principio en general, que hay en él 
     consecuencia, puede decirse también de una noción, como fundamento o 
     principio del conocimiento, que abraza todas las cosas de que ha sido 
     abstraída o sacada. Por [163] ejemplo, la noción de metal, contiene las de 
     oro plata, cobre, etc. Porque si toda noción, como representación 
     universalmente válida, contiene lo común a muchas representaciones de 
     cosas diferentes, todas estas, en cuanto están contenidas bajo de ella, 
     son representadas por ella. Y en esto consiste la utilidad de una noción. 
     Cuanto mayor es el número de cosas representadas por una noción, mayor es 
     también su esfera. Así es como la noción de cuerpo tiene una extensión 
     mayor que la de metal.
          9. Nociones superiores e inferiores. Llámanse superiores (conceptus 
     superiores), a aquellas nociones que contienen bajo de sí, otras que, con 
     relación a las precedentes, se las denomina inferiores. Un carácter de 
     carácter, -un carácter lejano, -es una noción superior, la noción 
     relacionada con un carácter lejano, es una noción inferior.
          Observación. No siendo las nociones superiores o inferiores sino 
     relativamente (respective) puede una misma noción ser a la vez, superior 
     inferior, siempre que se la considere bajo diferentes relaciones. Así es, 
     por ejemplo, como la noción de hombre es superior en relación a la noción 
     de caballero, e inferior en relación a la noción de animal. [164]
          10. Genero y especie. La noción superior sa llama género (genus) en 
     relación a la que le es inferior. Esta, en relación a la superior, se 
     llama especie (species)
          Las nociones de género y de especie, lo mismo que las nociones 
     superiores e inferiores, no se distinguen unas de otras en la 
     subordinación lógica por su naturaleza, sino solo por su relación 
     respectiva (termini a quo vel ad quod).
          11. Género supremo. Última especie. Género supremo es aquel que no 
     puede ser especie bajo ninguna relación (Genus summum non est species), 
     así como última especie, es aquella que no puede ser género bajo ningún 
     aspecto species (quœ non est genus, est infimma).
          Por consecuencia de la ley de continuidad, no puede haber especie 
     última, ni especie más próxima.
          Observación. Cuando concebimos una serie de muchas nociones 
     subordinadas entre sí, por ejemplo, las del hierro, metal, cuerpo, 
     sustancia y cosa, podemos obtener siempre géneros superiores; porque cada 
     especie puede considerarse como género con relación a su noción inferior, 
     por ejemplo, la noción de sabio con relación a la de filósofo, hasta que, 
     por último, llegamos a un [165] género que no puede ser especie a su vez. 
     Y debe sernos posible llegar en definitiva a este género, porque debe 
     haber, al fin, una noción suprema (conceptus summus) del que nada pueda 
     abstraerse, a no hacer que desaparezca la noción total. Pero no hay noción 
     última o más baja posible (conceptus infimus) o especie última bajo la 
     cual no puede contenerse otra, porqué tal noción es imposible determinar. 
     Pues aunque tengamos una noción que apliquemos inmediatamente a los 
     individuos, puede haber, sin embargo, respecto a ésta noción, diferencias 
     específicas que no hayamos notado o tenido en cuenta. No hay noción última 
     sino comparativamente y para el uso, que solo tienen por consiguiente 
     valor convencional, por decirlo así, o porque se ha acordado no descender 
     más.
          La ley general siguiente solo sirve, por tanto, para la determinación 
     de las nociones de especie y de género: hay un género que no puede ser 
     especie; pero no hay especie que no deba ser género.
          12. Nociones más extensa y noción menos extensa. Nociones recíprocas. 
     La noción superior suele llamarse también más extensa; la inferior, menos 
     extensa. Llámanse recíprocas (conceptus reciproci) las nociones que tienen 
     esferas idénticas. [166]
          13. Relación de la noción superior con la inferior, de la más extensa 
     con la menos extensa. La noción inferior no está contenida en la superior: 
     porque contiene en sí más que esta; pero le está, sin embargo, 
     subordinada, porque la superior contiene el fundamento del conocimiento de 
     la inferior.
          14. Reglas generales concernientes a la subordinación de las 
     nociones. La extensión lógica de las nociones está sujeta las siguientes 
     reglas generales:
          1.º Lo que conviene o repugna a las nociones superiores, conviene o 
     repugna también a las inferiores que les están subordinadas.
          2.º Recíprocamente: lo que conviene o repugna a todas las nociones 
     inferiores, conviene o repugna también a su noción superior.
          Observación: Aquello en que convienen las cosas, procede de sus 
     propiedades generales, y aquello en que difieren entre sí, se funda en sus 
     propiedades particulares. No puede, pues, concluirse que aquello que 
     conviene o repugna a una noción inferior, conviene o repugna también a 
     otras nociones inferiores que pertenecen como ella, a una noción más 
     elevada. No puede, pues, concluirse, por ejemplo, que lo que no conviene 
     [167] al hombre, no puede convenir a los ángeles.
          15. Condición para la formación de las nociones superiores e 
     inferiores; abstracción y determinación lógicas. La abstracción lógica 
     continuada, da siempre origen a nociones superiores; por el contrario, la 
     determinación lógica continuada produce siempre nociones inferiores. La 
     mayor abstracción posible de la noción más elevada o más abstracta, es 
     aquella de que no puede abstraerse ninguna determinación. La determinación 
     suprema daría una noción universalmente determinada (conceptum omnimodo 
     determinatum), es decir, una noción que no sería susceptible de ninguna 
     determinación ulterior.
          Observaciones. Como solo las cosas singulares o los individuos son 
     universalmente determinados, solo puede haber conocimientos universalmente 
     determinados como intuiciones, pero no como nociones: la determinación 
     lógica no puede considerarse como perfecta respecto a las nociones (11. 
     obs.).
          16. Uso de las nociones in abstracto et in concreto. Toda noción 
     puede emplearse general y particularmente (in abstracto et in concreto). 
     Empléase in abstracto la noción inferior en relación a su correspondiente 
     noción superior (puesto [168] que es considerada como abstracta): así es 
     como la noción de caballo en su sentido propio, no encierra la de animal. 
     Empléase in concreto la noción superior en relación a su correspondiente 
     noción inferior (puesto que la contiene): por esto la noción de animal 
     encierra en sí también la de caballo.
          Observaciones. 1.ª Las expresiones abstracto y concreto se refieren 
     menos a las nociones en sí mismas -porque toda noción es abstracta -que a 
     su uso(7). Y este uso puede tener también diferentes grados, según que se 
     trate de una noción de una manera más o menos abstracta o concreta; es 
     decir, según que se separe de ella o se le agregue mayor o menor número de 
     determinaciones.
          Por el uso abstracto se aproxima una noción cada vez más al género 
     supremo; y por el uso concreto, se aproxima cada vez más al individuo.
          2.ª ¿Cuál de estos dos usos es preferible? Nada puede decidirse sobre 
     esto: el valor del uno no es menor que el del otro. Por nociones muy 
     abstractas conocemos poco en muchas cosas; por nociones muy concretas 
     conocemos mucho en un [169] corto número de objetos: de tal modo, que 
     ganamos por un lado lo que perdemos por otro. Una noción que tiene una 
     esfera muy extensa, es, en esta cualidad, de un uso tan externo que se la 
     pueden aplicar un gran número de cosas; pero por la misma razón contiene 
     en sí muchos menos elementos. Así es, por ejemplo, como en la noción de 
     sustancia no pienso tantas nociones elementales, como en la noción de 
     creada.
     3.ª El arte de la popularidad consiste en hallar la relación entre la idea 
     in abstracto y la idea in concreto, en el mismo conocimiento, y por 
     consiguiente, entre las nociones y su exposición; en esto consiste el 
     máximum del conocimiento en relación a la extensión y a la comprensión.

     Capítulo II
     De los juicios
          17. Definición del juicio en general. Un juicio es la idea de la 
     unidad de conciencia de diferentes ideas, o la idea de su relación en 
     cuanto compone una noción. [170]
          18.- Materia y forma de los juicios. Los elementos esenciales de todo 
     juicio son la materia y la forma. La materia consiste en conocimientos 
     dados y enlazados en un juicio por la unidad de conciencia. La forma 
     consiste, por el contrario, en la determinación del modo como las 
     diferentes ideas, consideradas como tal, pertenecen a una conciencia 
única.
          19. Objeto de la reflexión lógica, forma sencilla de los juicios. 
     Haciendo la lógica abstracción de toda diferencia real u objetiva del 
     conocimiento, no puede ocuparse de la materia de los juicios ni del 
     contenido de las nociones. No debe, pues, considerar más que la diferencia 
     de los juicios en cuanto a su forma simple.
          20 Formas idílicas de los juicios: cuantidad, cualidad, relación y 
     modalidad. La diferencia de los juicios en cuanto a su forma, es de cuatro 
     especies: la cuantidad, la cualidad, la relación y la modalidad; lo cual 
     da precisamente otras tantas clases de juicios.
          21. Cuantidad de los juicios universales, particulares y singulares. 
     En cuanto a su cuantidad pueden ser los juicios universales, particulares 
     o singulares, según que el sujeto, en el juicio esté total o parcialmente 
     contenido en la [171] noción del predicado, o que está entera o 
     parcialmente excluido de ella. En un juicio universal, la esfera de una 
     noción está totalmente comprendida en la de otra; en un juicio particular, 
     una parte de la noción está comprendida en la esfera de la otra; y por 
     último, en el juicio singular, una noción, que no tiene esfera, está por 
     consiguiente sostenida de un modo simple como parte en la esfera de otra.
          Observaciones. 1.ª Los juicios singulares deben apreciarse en el uso, 
     en cuanto a su forma lógica, del mismo modo que los universales: porque, 
     en unos y otros, el predicado se dice del sujeto sin excepción. Por 
     ejemplo, en la proposición singular Cayo es mortal, no puede haber 
     excepción alguna, como tampoco la puede haber en la proposición universal: 
     todos los hombres son mortales; porque no hay más que un Cayo.
          2.ª Con relación a la universalidad de un conocimiento, hay una 
     diferencia real entre las proposiciones generales y las universales; pero 
     esta diferencia no concierne a la lógica.
          Proposiciones generales son aquellas que contienen simplemente algo 
     de lo universal que hay en ciertos objetos. Y que no tienen por 
     consiguiente las condiciones suficientes de la subsumpción, [172] por 
     ejemplo en la proposición: se deben dar las pruebas fundamentales. 
     Proposiciones universales son aquellas que afirman universalmente alguna 
     cosa.(8)
          3.ª Las reglas universales pueden serlo analítica o sintéticamente: 
     las primeras hacen abstracción de las diferencias; las segundas, por el 
     contrario, las toman en cuenta, y por consiguiente se determinan bajo este 
     aspecto. Cuanto más simplemente se concibe un objeto, más cerca está la 
     universalidad analítica de una noción posible.
          4.ª Cuando las proposiciones universales no pueden ser consideradas 
     en su universalidad sin ser conocidas in concreto, no pueden servir de 
     regla, ni por consiguiente valer heurísticamente en la aplicación: no son 
     otra cosa que problemas que sirven para la investigación de los principios 
     universales, de lo ya conocido en casos particulares. Por ejemplo, la 
     proposición: «el que no tiene interés en engañar y sabe la verdad, la 
     dice,» no puede considerarse en su universalidad, porque no conocemos el 
     límite de la condición [173] del desinterés, sino por experiencia, a 
     saber, que los hombres puedan engañar por interés, a causa de la poca 
     firmeza en sus convicciones morales. Solo la observación es la que nos 
     enseña a conocer las debilidades de la naturaleza humana(9).
          5.ª Respecto a los juicios particulares es necesario observar, -sobre 
     todo cuando han de ser considerados por la razón, y tienen por 
     consiguiente una forma racional, no una forma intelectual (abstracta), 
     -que el sujeto debe ser en este caso una noción más extensa que el 
     predicado (conceptus latior)(10). Sea  el predicado  y el sujeto la figura 
     siguiente:
     representa en este caso un juicio particular: porque [174] algo de lo que 
     pertenece a A es B, y algo de la misma A, es no B; lo cual es una 
     consecuencia racional; pero sea la figura
     en este caso todo A por lo menos, puede estar contenido en B si es menor 
     que B, pero no si es mayor: no es por tanto particular sino fortuitamente.
          22. Cualidad de los juicios: afirmativos, negativos, e indefinidos 
     (limitativos). En cuanto a la cualidad, pueden ser los juicios, 
     afirmativos, negativos o limitativos, es decir, indirectamente 
     afirmativos. Por ejemplo el alma es inmortal, el vicio, no es laudable, el 
     alma, es no mortal.
          En los juicios afirmativos, el sujeto está comprendido en la esfera 
     del predicado; en los negativos, el sujeto está fuera de la esfera del 
     predicado, y en los limitativos, el sujeto está colocado en la esfera de 
     una noción, que está fuera de la esfera de otra noción. [175]
          Observaciones. 1.ª El juicio limitativo no solo indica que un sujeto 
     no está contenido en la esfera de un predicado, sino que está fuera de la 
     esfera de éste, y en otra esfera indefinida. Por consiguiente, esta clase 
     de juicios representan la esfera del predicado, como limitada.
          Todo lo posible es o A, o no A. Si yo digo que una cosa no es A, por 
     ejemplo, que el alma humana es o no mortal, que algunos hombres son no 
     sabios, etc., estos juicios son limitativos o indefinidos; porque yo no 
     determino de este modo a qué noción pertenece el objeto fuera de la esfera 
     finita de A, sino solamente que está en una esfera extraña a la de A; lo 
     cual no es propiamente una esfera determinada, sino solo la contigüidad de 
     una esfera indefinida, o la limitación misma. Aunque la exclusión sea una 
     negación, la limitación de una noción es, sin embargo, una acción 
     positiva. Las ideas positivas de objetos limitados, son por consiguiente 
     límites.
          2.ª Según el principio de exclusión de todo tercero (exclusi tertii), 
     la esfera de una noción relativamente o la excluye o la comprende. Ahora 
     bien, como la lógica se ocupa sólo de la forma del juicio, no de las 
     nociones en cuanto a su contenido, la distinción entre los juicios 
     limitativos, [176] y los negativos, no pertenece a esta ciencia.
          3.ª En los juicios negativos, la negación afecta siempre a la cópula; 
     en los limitativos solo afecta al predicado. En latín se ve esto muy 
     claramente: por ejemplo (anima non est mortalis, -anina est non-mortalis).
          23. Relación de los juicios: categóricos, hipotéticos y disyuntivos. 
     En cuanto a la relación los juicios pueden ser; categóricos, hipotéticos, 
     o disyuntivos, según que uno de los términos del juicio esté subordinado 
     al otro, como el predicado lo está al sujeto, como la consecuencia lo está 
     a su principio, o como los miembros de la división lo están a la noción 
     dividida En la primera relación, el juicio es categórico; en la segunda 
     hipotético, y en la tercera disyuntivo. Ejemplos: Cayo es sabio; Cayo es 
     virtuoso, no es embustero; -Cayo o está enfermo o no lo está.
          24. Juicios categóricos. El sujeto y el atributo forman la materia de 
     un juicio categórico. La forma que se establece expresa la relación (de 
     conformidad o desconformidad entre el sujeto y el atributo, se llama 
     cópula.
          Observación. Los juicios categóricos, forman la sustancia de los 
     demás juicios; pero no debemos [177] creer, como la mayor parte de los 
     lógicos, que los juicios hipotéticos y los disyuntivos, no son más que 
     especies de juicios categóricos, y que pueden reducirse a ellos. Estas 
     tres especies de juicios se fundan en funciones lógicas del entendimiento 
     que son esencialmente diferentes, y por consiguiente deben ser 
     consideradas en cuanto a su diferencia específica.
          25. Juicios hipotéticos. La materia de los juicios hipotéticos 
     resulta de dos juicios que son entre sí como principio y consecuencia. El 
     que contiene el principio se llama antecedente (antecedeus, hypottaesis 
     conditio, prius); y el otro, el que está subordinado al primero, es el 
     consiguiente (consequens thesis conditionatum, posterius); y la idea de 
     esta especie de lazo entre dos juicios para formar la unidad de conciencia 
     se llama consecuencia. Esta es la que constituye la forma de los juicios 
     hipotéticos.
          Observaciones. 1.ª La consecuencia es por tanto a los juicios 
     hipotéticos como la cópula a los categóricos.
          2.ª No puede convertirse un juicio hipotético en un juicio 
     categórico; porque se diferencian esencialmente uno de otro. En los 
     juicios categóricos nada es problemático; por el contrario, [178] todo es 
     en ellos asertórico. No sucede lo mismo en los juicios hipotéticos: solo 
     la consecuencia es asertórica. Puedo, por tanto, en estos últimos, unir 
     entre sí los juicios falsos (y deducir de ellos un juicio verdadero) 
     porque solo se trata aquí de la legitimidad de este lazo, de la forma de 
     la consecuencia; en esto consiste la verdad lógica de esta clase de 
     juicios. Hay una diferencia esencial entre estas dos proposiciones. Todos 
     los cuerpos son divisibles... Si todos los cuerpos son compuestos, todos 
     los cuerpos son divisibles. En la primera afirmo sin condición; en la 
     segunda, afirmo bajo una condición expresada problemáticamente.
          26. Modos de unión o enlace en los juicios hipotéticos: (modus ponens 
     y modus tollens). La forma del enlace en los juicios hipotéticos es de dos 
     especies: una positiva, o mejor dicho afirmativa (modus ponens), y la otra 
     negativa (modus tollens). Enúnciase del modo siguiente: 1.º Posito 
     antecedente, ponitur consequens, 2.º Sublate consequente, aufertur 
     antecedens. En otros términos: si el antecedente es verdadero, también lo 
     es el consiguiente (modus ponens): si el consiguiente es falso, lo es 
     asimismo el antecedente (modus tollens). [179]
          27. Juicios disyuntivos. Es disyuntivo un juicio cuando la parte de 
     la esfera de una noción dada se determinan mutuamente en el todo o se 
     sirven de un complemento mutuo para formar un todo.
          28. Materia y forma de los juicios disyuntivos. Los juicios que 
     sirven para formar el juicio disyuntivo, son la materia de este, y se 
     llaman miembros de la disyunción o de la oposición.
          Consiste la forma de este juicio en la disyunción misma, es decir, en 
     la determinación de la relación de diferentes juicios que se excluyen 
     mutuamente y constituyen en su conjunto la totalidad de los miembros de la 
     esfera completa de un conocimiento dividido.
          Observación. Todos los juicios disyuntivos contienen, por 
     consiguiente, diferentes juicios que forman en común una esfera de 
     nociones y no producen cada uno de estos juicios sino mediante la 
     limitación de otro, relativamente a toda la esfera. Determinan, pues, la 
     relación de cada juicio con toda la esfera, y al mismo tiempo, por 
     consiguiente, la relación respectiva de estos diferentes miembros de la 
     división (membra disyuntiva). Un miembro no determina a otro sino en 
     cuanto están contenidos juntamente como [180] partes de una esfera 
     completa de conocimiento, fuera de la cual nada puede concebirse en cierta 
     relación.
          29. Carácter propio de los juicios disyuntivos. El carácter propio de 
     los juicios disyuntivos, y que sirve para distinguirles, en cuanto a la 
     relación de todos los demás juicios, particularmente de los categóricos, 
     consiste en que los miembros de la disyunción son todos juicios 
     problemáticos en los que no puede concebirse otra cosa, a no ser que, como 
     partes de la esfera de un conocimiento problemático, formen todos juntos 
     esta esfera, y cada uno de ello es el complemento de los demás en la 
     formación del todo, (complementum ad totum). De donde se sigue que debe la 
     verdad estar contenida en uno de estos juicios problemáticos; o lo que es 
     lo mismo, que uno de ellos debe ser asertórico, porque la esfera del 
     conocimiento no contiene nada que esté fuera de ellos bajo las condiciones 
     dadas, y que son opuestos unos a otros. No puede, pues, haber fuera de 
     ellos ningún otro juicio verdadero, ni entre ellos puede haber mas de uno 
     que tenga este mismo carácter de verdad. [181]

     Observaciones generales
          1.ªUn juicio categórico, la cosa cuya idea es considerada como una 
     parte de la esfera de otra idea subordinada, es considerada como contenida 
     bajo esta noción superior, por consiguiente, la parte de la parte se 
     compara aquí al todo en la subordinación de las esferas.
          Pero en los juicios disyuntivos, se va del todo a todas las partes 
     tomadas en conjunto. Lo que está contenido en la esfera de una noción 
     superior, lo está asimismo en una parte de esta esfera. Si se dice, por 
     ejemplo: un sabio lo es o histórica o racionalmente, se afirma en este 
     caso que estas dos últimas nociones son las partes de la esfera de la 
     noción de sabio, pero que no forman parte una de otra, y cada una es 
     completa en su especie (aunque solo sea una parte de la esfera total de la 
     noción superior).
          2.ª Para que un juicio disyuntivo sea verdadero, no debe haber en él 
     otras alternativas posibles que las expresadas. No podría decirse, por 
     ejemplo: Cayo es, o blanco, o amarillo, o cobrizo. La lógica general pura, 
     solo admite juicios disyuntivos de dos partes o dicotómicos. [182]
          3.ª Las alternativas de los juicios disyuntivos deben ser coordenadas 
     y no subordinadas, porque sólo aquellas se excluyen, pero no estas. Así no 
     puede decirse, por ejemplo: Cayo o es un sabio o es un teólogo.
          4.ª En los juicios disyuntivos no se considera la esfera de la noción 
     dividida, como contenida en la esfera de las divisiones, sino que lo que 
     está contenido bajo la noción dividida, debe considerarse como contenido 
     bajo uno de los miembros de la división.
          Puede esto hacerse sensible por la siguiente figura de la comparación 
     de juicios categóricos y disyuntivos.
          En los juicios categóricos, X, -contenida en B, está también 
     contenida en A:
     [183]
          En los juicios disyuntivos, X, lo contenido en A, está también 
     contenido en B, C, etc.
     La división manifiesta, en los juicios disyuntivos, la coordinación, no de 
     las partes de la noción total, sino de todas las partes de una esfera. Lo 
     cual es diferente, porque en este último caso pienso muchas cosas en una 
     sola noción, mientras que en el primero no pienso más que una sola cosa 
     mediante muchas nociones, por ejemplo, el definido por todos los signos de 
     la coordinación (que sirven para definir).
          30. Modalidad de los juicios: problemáticos, asertóricos y 
     apodícticos. En cuanto a la modalidad, punto de vista bajo el que se 
     determina la relación de todo juicio con la facultad de conocer, se 
     dividen los juicios en problemáticos, asertóricos y apodícticos. Son 
     problemáticos, si la relación del atributo con el sujeto se concibe como 
     simplemente posible; asertóricos, si la relación [184] es concebida como 
     existente; por último, son apodícticos, si la relación se concibe como 
     necesaria.
          Observaciones. 1.ª La modalidad expresa solo la manera como se afirma 
     o niega alguna cosa eu un juicio; como en los ejemplos siguientes: El alma 
     humana puede ser inmortal; -el alma humana es inmortal; -el alma humana 
     debe ser inmortal.
          El primero de estos juicios es problemático; el segundo asertórico, 
     el tercero apodíctico. Esta determinación de la simple posibilidad, de la 
     realidad o de la necesidad de la verdad de un juicio, no mira más que al 
     juicio mismo, pero de ninguna manera a la cosa sobre que recae.
          2.ª En los juicios problemáticos, es decir, en los que la relación 
     del predicado con el atributo no es más que posible, debe siempre tener el 
     sujeto una esfera más pequeña que la del predicado.
          3.ª La distinción entre el juicio problemático y el asertórico es la 
     base de la verdadera diferencia entre los juicios y las proposiciones, 
     diferencia que se ha hecho consistir sin razón en la simple expresión por 
     medio de palabras sin las que jamás podría juzgarse. En el juicio se 
     refiere [185] la relación entre muchas ideas a la unidad de conciencia 
     simplemente como problemática: en una proposición se la concibe por el 
     contrario asertóricamente: una proposición problemática es una 
     contradicción in adjecto. Antes de formar una proposición tengo necesidad 
     de juzgar, y juzgo una porción de cosas que no decido; pero es necesario 
     que decida, y entonces un juicio se determina como proposición. Por lo 
     demás, antes de aceptar el juicio como asertórico, debemos juzgar 
     problemáticamente a fin de examinarlo, mejor. No siempre es necesario 
     tampoco para nuestro objeto obtener juicios asertóricos.
          31. De los juicios exponibles. Los juicios que contienen a un mismo 
     tiempo una negación y una afirmación, pero de tal modo que la afirmación 
     aparezca claramente y la negación de una manera oscura, son proposiciones 
     exponibles.
          Observación. En el juicio exponible, por ejemplo, en éste: Pocos 
     hombres son sabios, hay ante todo un primer juicio negativo disimulado: 
     Muchos hombres no son sabios; y además un juicio afirmativo: Algunos 
     hombres son sabios. Como la naturaleza de las proposiciones exponibles 
     depende únicamente de las condiciones del lenguaje, según las cuales 
     pueden expresarse de [186] una vez dos juicios, debemos observar que puede 
     haber en nuestra lengua juicios que sean exponibles no lógica, sino 
     gramaticalmente.
          32.Proposiciones teóricas y prácticas. Llámanse proposiciones 
     teóricas las que se refieren a un objeto y determinan lo que le conviene o 
     no le conviene.
          Las proposiciones prácticas, por el contrario, son aquellas que 
     anuncian la acción por la cual es posible un objeto, como siendo su 
     condición necesaria.
          Observación. La lógica solo debe tratar de las proposiciones 
     prácticas en relación a su forma, en cuanto son expuestas en proposiciones 
     teóricas. Las proposiciones prácticas, en cuanto a su contenido, y en 
     cuanto se distinguen de las proposiciones especulativas, corresponden a la 
     moral.
          33. Proposiciones indemostrables y demostrables. Llámanse 
     proposiciones demostrables aquellas que pueden ser probadas, e 
     indemostrables las que no pueden serlo.
          Los juicios inmediatamente ciertos son indemostrables, y deben, por 
     consiguiente, ser considerados como proposiciones elementales.
          34. Principios. Los juicios a priori pueden llamarse principios, en 
     cuanto sirven para demostrar [187] otros juicios, y no están subordinados 
     a ningún otro. Por esta razón se los denomina principios (comienzos).
          35. Principios intuitivos y discursivos. Los principios pueden ser 
     intuitivos o discursivos. Los primeros pueden ser expuestos como 
     intuiciones, y se denominan axiomas (axiomata); los segundos solo se 
     expresan por medio de nociones y pueden ser denominados acroamas 
     (acroamata).
          36. Proposiciones analíticas y sintéticas. Son proposiciones 
     analíticas aquellas cuya certeza se funda en la identidad de las nociones 
     (del predicado con la noción del sujeto). Las proposiciones cuya verdad no 
     está fundada en la identidad de las nociones, pueden llamarse sintéticas.
          Observaciones. 1.ª Ejemplo de una proposición analítica: todo x a 
     quien conviene la noción de cuerpo (a×b), es también susceptible de 
     extensión (b). Ejemplo de una proposición sintética: todo x, al cual 
     conviene la noción del cuerpo (a×b), es susceptible de atracción. Las 
     proposiciones sintéticas aumentan el conocimiento materialiter; las 
     proposiciones analíticas lo aumentan solo formaliter. Las primeras 
     contienen determinaciones; las segundas, solo predicados lógicos.
          2.ª Los principios analíticos no son axiomas [188] porque son 
     discursivos; y los sintéticos lo son únicamente cuando son intuitivos.
          37. Proposiciones tautológicas. La identidad de las nociones en los 
     juicios analíticos puede ser explícita o implícita. En el primer caso, las 
     proposiciones son tautológicas.
          Observaciones. 1.ª Las proposiciones tautológicas están virtualmente 
     vacías o no tienen consecuencias, porque no son útiles ni aplicables. Tal 
     es, por ejemplo, la proposición siguiente: El hombre es hombre: si solo se 
     dice del hombre que es hombre, nada afirmo de él.
          Por el contrario, las proposiciones implícitamente idénticas no son 
     vanas o sin consecuencias, porque desarrollan, mediante una explicación, 
     el predicado, que estaba implícitamente comprendido en la noción del 
     sujeto.
          2.ª Las proposiciones sin consecuencias no deben confundirse con las 
     vacías de sentido, que nada ofrecen al entendimiento, porque solo versan 
     sobre la determinación de cualidades ocultas.
          38 Postulados y problemas. Postulado en una proposición práctica 
     inmediatamente cierta o un principio que determina una acción posible, en 
     la que se supone que el modo de ejecutarlo es, inmediatamente cierto. 
[189]
          Problemas son unas proposiciones demostrables, o que, como tales, 
     expresan una acción cuya manera de ejecutarla no es inmediatamente cierta.
          Observaciones. 1.ª Puede haber también postulados teóricos en favor 
     de la razón prática. Son estos hipótesis teóricos, necesarios bajo el 
     punto de vista final de la razón práctica, tales, por ejemplo, como la 
     existencia de Dios, la libertad humana, y la otra vida.
          2.ª Corresponden a los problemas: l.º la cuestión, que contiene lo 
     que debe hacerse; 2.º la resolución, que contiene la manera como debe 
     resolverse la cuestión; y 3.º la demostración, que tiene por objeto hacer 
     ver que aquello que debía ser, es efectivamente.
          39.Teoremas, Corolarios, Lemas y Escolios. Los Teoremas son 
     proposiciones teóricas susceptibles de prueba, que tienen necesidad de 
     ella. Los Corolarios son consecuencias inmediatas de proposiciones 
     anteriores. Llámanse Lemas las proposiciones que no son extrañas a la 
     ciencia en que son supuestas como demostradas, pero que son, sin embargo, 
     tomadas de otras ciencias. Por último, los Escolios son proposiciones 
     puramente explicativas, y que por consiguiente no [190] forman parte como 
     miembros de un todo sistemático.
          Observación. Los momentos esenciales y generales de todo teorema son: 
     la Tesis y la Demostración. Puede por lo demás establecerse esta 
     diferencia entre los dos teoremas y los corolarios, que estos son 
     conclusiones inmediatas, mientras que aquellos son, por el contrario, 
     deducidos por una serie de consecuencias, de proposiciones inmediatamente 
     ciertas.
          40. Juicios de percepción y de experiencia. Un juicio de percepción 
     es puramente subjetivo. El juicio objetivo, formado de percepciones, es un 
     juicio de experiencia. Un juicio, formado de simples percepciones, solo es 
     posible en cuanto se enuncia la idea (como percepción): por ejemplo, si yo 
     percibo una torre, y digo que me parece colorada. Pero no puedo decir la 
     torre es colorada; porque esto no sería un juicio puramente empírico, sino 
     también un juicio de experiencia, es decir, un juicio empírico por el cual 
     forma una noción de objeto. Por ejemplo, si tocando una piedra digo que 
     siento calor, formo un juicio de percepción; pero si digo, por el 
     contrario, que la piedra está caliente, formo un juicio de experiencia. El 
     carácter de este último consiste en no [191] atribuir al objeto lo que 
     está simplemente en mi sujeto: porque un juicio de experiencia es la 
     percepción de donde resulta una noción de objeto; por ejemplo, si los 
     puntos luminosos de la luna se mueven en el aire o en mi ojo.




     Capítulo III
     Del raciocinio
          41. Del raciocinio en general. Entiéndese por raciocinar la función 
     del pensamiento por la que un juicio se deriva de otro. Un raciocinio en 
     general, es la derivación de un juicio de otro juicio.
          42. Raciocinios inmediatos y mediatos. Todos los raciocinios son 
     inmediatos o mediatos.
          Raciocinio inmediato (consequentia inmediata) es la derivación 
     (deductio) de un juicio de otro juicio, sin el concurso de un tercero 
     (iuditium intermedium). El razonamiento mediato tiene lugar cuando se echa 
     mano de otra noción, además de la que contiene en sí un juicio, para 
     derivar de ella una consecuencia. [192]
          43 Raciocinio del entendimiento, de la razón y del juicio. Los 
     raciocinios inmediatos son llamados también raciocinios intelectuales (o 
     del entendimiento); todos los raciocinios mediatos son, por el contrario, 
     raciocinios racionales (de la razón), o raciocinios del juicio. Hablaremos 
     primero de los raciocinios inmediatos o intelectuales.

     Sección I
     Raciocinios del entendimiento
          44. Naturaleza propia de los raciocinios intelectuales. El carácter 
     esencial de los raciocinios intelectuales, el principio de su posibilidad, 
     no consiste más que en el cambio de forma de juicios; mientras que la 
     materia de estos, el sujeto y el predicado, permanece invariablemente la 
     misma.
          Observaciones. 1.ª De que en los raciocinios inmediatos cambie 
     solamente la forma y no la materia del juicio, se deduce que estos 
     raciocinios difieren esencialmente de los mediatos, en los que los juicios 
     se distinguen además por su materia, puesto que debe intervenir una nueva 
     noción como juicio intermediario, o como noción media (terminus medius) 
     con ayuda de la cual se deduce [193] un juicio de otro. Si, por ejemplo, 
     digo: Todos los hombres son mortales, luego Cayo es mortal, esto no es un 
     raciocinio inmediato: porque empleo tácitamente, para obtener la 
     conclusión, este juicio medio: Cayo es hombre, y la materia del juicio 
     cambia por esta nueva noción.
          2.ª En los raciocinios inmediatos, es necesario también un juicio 
     intermediario; pero entonces este juicio es puramente tautológico, como 
     por ejemplo, en este raciocinio inmediato: Todos los hombres son mortales; 
     algunos hombres son hombres, luego algunos hombres son mortales. La noción 
     media es una proposición tautológica.
          45. Modos de los raciocinios intelectuales. Los raciocinios 
     intelectuales (que llamaremos en adelante inmediatos), tienen lugar en 
     toda clase de funciones lógicas del juicio, y son, por consiguiente, 
     determinados en sus modos principales por los momentos de la cantidad, de 
     la cualidad, de la relación y de la modalidad. De aquí la siguiente 
     división de estos raciocinios.
          46 I. Raciocinios inmediatos en relación a la cantidad de los juicios 
     (per judicia subalternata). En los raciocinios inmediatos per judicia 
     subalternata, difieren los dos juicios en cuanto a la cantidad, y el 
     juicio particular se deriva entonces [194] del juicio general en virtud 
     del principio, es válida la conclusión de lo general a lo particular (Ab 
     universale ad particularem valet consequentia)
          Observación. Llámase un juicio subalternatum cuando está comprendido 
     bajo otro, como, por ejemplo, el juicio particular bajo el general.
          47. II. Raciocinios inmediatos relativamente a la cualidad de los 
     juicios (per judicia opposita). En los raciocinios inmediatos de esta 
     especie, concierne el cambio la cualidad de los juicios, pero con relación 
     a la oposición. Ahora bien, como esta oposición puede ser de tres clases, 
     resulta de aquí la siguiente división particular del raciocinio inmediato: 
     1.º, por juicios opuestos contradictorios; 2.º, por juicios contrarios; y 
     3.º, por juicios subcontrarios.
          Observación. Los raciocinios inmediatos obtenidos por juicios 
     equivalentes (per judicia œquivallentia) no son, propiamente hablando, 
     raciocinios, porque no hay consecuencia ninguna: esto no es más que una 
     pura sustitución de palabras que indican una sola y misma noción; los 
     juicios quedan los mismos en cuanto a su forma. Ejemplo: Todos los hombres 
     no son virtuosos, y algunos hombres no son virtuosos. Estos dos juicios 
     dicen enteramente lo mismo. [195]
          48. A. Raciocinios inmediatos (per judicia contradictoria opposita). 
     En los raciocinios inmediatos por juicios opuestos contradictoriamente, y 
     que, como tales, forman la verdadera oposición, la oposición pura y 
     simple, la verdad de uno de los juicios contradictorios se deduce de la 
     falsedad del otro y recíprocamente: porque la verdadera oposición, la que 
     no contiene ni mas ni menos que lo que es necesario para la oposición, 
     solo tiene lugar en este caso. En virtud del principio de la exclusión de 
     un tercero, no pueden dos juicios contradictorios ser ambos verdaderos al 
     mismo tiempo, pero tampoco pueden ser falsos. Si, pues, el uno es 
     verdadero, el otro es falso, y recíprocamente.
          49. Raciocinios inmediatos (per judicia contrarie opposita). Los 
     juicios subcontrarios son aquellos que el uno afirma universalmente, lo 
     mismo que el otro niega de igual modo. Ahora bien, como cada uno de ellos 
     dice más de lo que es necesario para destruir la afirmación del otro, y 
     como la falsedad no puede encontrarse en este exceso, no pueden ser ambos 
     verdaderos a la vez, pero si falsos. Se puede, pues, concluir, solo con 
     relación a esta clase de juicios, de la verdad del uno, la falsedad del 
     otro, pero no recíprocamente. [196]
          50. Raciocinios inmediatos (per judicia sub contrarie opposita). Los 
     juicios subcontrarios son aquellos que el uno niega o afirma 
     particularmente, lo que otro niega o afirma del mismo modo.
          Como ambos pueden ser verdaderos al mismo tiempo, pero no pueden ser 
     falsos, puede concluirse de la falsedad del uno la verdad del otro, pero 
     no recíprocamente.
          Observación. En los juicios subcontrarios no ha lugar a una oposición 
     estricta: porque no se afirman o niegan en el uno los mismos objetos que 
     se afirman o niegan en el otro. En este raciocinio, por ejemplo: Algunos 
     hombres son sabios, luego algunos hombres no son sabios, la afirmación del 
     primer juicio no recae sobre los mismos objetos que la negación del 
     segundo.
          51. III. Raciocinios inmediatos en cuanto a la relación de los 
     juicios (per judicia conversa seu per conversionem). Los raciocinios 
     inmediatos por conversión, se refieren a la relación del juicio, y 
     consisten en la trasposición del sujeto y del predicado en ambos juicios, 
     de tal suerte que el sujeto del uno se convierta en predicado del otro y 
     recíprocamente.
          52. Conversión simple y por accidente. En la conversión se cambia 
     unas veces y otras no la cantidad [197] de los juicios. En el primer caso, 
     la, proposición convertida (conversum) es diferente de la que convierte 
     (convertente) en cuanto a la cantidad, y la conversión se denomina por 
     accidente (conversio per acidens); en el segundo, la conversión se llama 
     simple o pura (conversio simpliciter)
          53. Reglas generales de la conversión. Las reglas de los raciocinios 
     inmediatos por conversión son las siguientes:
          1.ª Los juicios universales afirmativos solo son convertibles por 
     accidente: porque el predicado en estos juicios, es más extenso que el 
     sujeto, de tal suerte, que solo una parte de aquel está contenida en este.
          2.ª Todos los sujetos universales negativos se convierten 
     simplemente, porque el sujeto es sacado de la esfera del predicado.
          3.ª Todas las proposiciones particulares afirmativas se convierten 
     simplemente; porque en estos juicios, una parte de la esfera del sujeto 
     está comprendida en la del predicado, y por consiguiente una parte de la 
     esfera del predicado puede estar comprendida en la del sujeto.
          Observaciones. 1.ª En los juicios universales afirmativos se 
     considera al sujeto como un [198] contenido del predicado, puesto que está 
     comprendido en su esfera. Puedo, pues, concluir solamente de la manera 
     siguiente: Todos los hombres son mortales; por tanto, algunos de los seres 
     comprendidos en la clase de mortales son hombres. Pero si los juicios 
     universales negativos se convierten simplemente, es porque las nociones 
     universalmente contradictorias entre sí se contradicen con igual 
extensión.
          2.ª Si muchos juicios afirmativos universales son también 
     convertibles simpliciter, no está la razón en su forma, sino en la 
     propiedad particular de su materia, como, por ejemplo, los dos juicios 
     siguientes: Todo lo que es inmutable es necesario, y todo lo que es 
     necesario es inmutable.
          54. Raciocinios inmediatos con relación a la modalidad de los juicios 
     (per judicia contraposita). El raciocinio inmediato por contraposición 
     consiste en la transposición de los juicios en que permanece inalterable 
     la cantidad, pero varía la cualidad. Este modo de concluir sólo afecta a 
     la modalidad de los juicios, puesto que un juicio asertórico se convierte 
     en un juicio apodíctico.
          55. Reglas generales de la contraposición. Bajo la relación de la 
     contraposición, todos los juicios universales afirmativos se contraponen 
     simplemente; [199] porque si se niega el predicado como contenido en el 
     sujeto, y, por consiguiente, toda su esfera, debe negarse también una 
     parte de esta esfera, es decir, el sujeto.
          Observaciones. 1.ª La materia de los juicios por conversión y por 
     contraposición, son opuestas entre sí en este sentido: que la primera 
     cambia solo de cantidad, y la segunda de cualidad.
          2.ª Los raciocinios inmediatos no se refieren a los juicios 
     categóricos.

     Sección II
     Raciocinios de la razón
          56. Del raciocinio racional en general. Un raciocinio de esta especie 
     es el conocimiento de la necesidad de una proposición (conclusión), por la 
     subsunción de su condición (menor) en una regla general dada (mayor).
          57. Principio general del raciocinio racional. El principio general 
     en que se funda la validez de toda conclusión puede expresarse por la 
     siguiente fórmula: lo que está sometido a la condición de una regla, lo 
     está a la regla misma.
          Observación. El raciocinio racional establece primero una regla 
     general y una subsunción a la [200] condición de esta regla. De donde se 
     deduce que la conclusión no está contenida a priori, en lo singular, sino 
     en lo general, y que es necesaria bajo una cierta condición. El hecho de 
     que todo está sometido a lo general y puede determinarse también por una 
     regla general, constituye el principio de la racionalidad o de la 
     necesidad (principium rationalitatis seu necesitatis)
          58. Elementos esenciales del raciocinio racional. Todo raciocinio de 
     la razón comprende esencialmente las tres partes siguientes:
          1.ª Una regla general que se denomina mayor (propositio mayor);
          2.ª La proposición que subsume un conocimiento (el sujeto de la 
     conclusión o el término menor), y la condición (el medio) de la regla 
     general, y que se llama menor;
          3.ª Por último, la proposición que afirma o niega del conocimiento 
     subsumido, el predicado de la regla (el atributo de la conclusión o el 
     término mayor), y que es la conclusión (conclusio). Las dos primeras 
     proposiciones forman las premisas o proposiciones primeras.
          Observación. Una regla es una aserción sometida a una condición 
     general. La relación de la condición con la aserción, es decir, la manera 
     [201] conque ésta está sometida a aquella, es el exponente de la regla.
          El conocimiento, objeto de la condición (de cualquier modo que sea), 
     es la subsunción.
          Lo subsumido en la condición, unido a la aserción de la regla, es el 
     raciocinio.
          59. Materia y forma del raciocinio racional. Las premisas constituyen 
     la materia del raciocinio; la conclusión contiene la consecuencia y 
     constituye su forma.
          Observaciones. 1.ª En todo raciocinio racional debe observarse, en 
     primer lugar, la verdad de las premisas, y después la legitimidad de la 
     consecuencia. En un raciocinio de esta naturaleza no debe comenzarse nunca 
     por negar la conclusión; es necesario primeramente negar las premisas o la 
     consecuencia, si hay lugar a ello.
          2.ª En todo raciocinio racional las premisas y la consecuencia 
     encierran en sí la conclusión.
          60. División de los raciocinios racionales (en cuanto a la relación), 
     en categóricos, hipotéticos y disyuntivos. Todas las reglas (juicios), 
     contienen la unidad objetiva de la conciencia de la diversidad del 
     conocer, encierran, por tanto, una condición bajo la cual pertenece un 
     conocimiento, en unión de otro, a una conciencia única. [202] Concíbense 
     tres condiciones de esta unidad: 1.ª como sujeto de la inherencia; 2.ª 
     como razón de la dependencia de un conocer con relación a otro; 3.ª por 
     último, como unión de las partes en un todo (división lógica). No puede 
     haber tampoco más que estas tres clases de reglas generales (proposiciones 
     mayores) con cuya ayuda se deduzca la consecuencia de un juicio por medio 
     de otro.
          De aquí la división de todos los raciocinios racionales en 
     categóricos, hipotéticos y disyuntivos.
          Observaciones. 1.ª Los raciocinios racionales no pueden dividirse en 
     cuanto a su cantidad, porque toda mayor es una regla, y por consiguiente 
     universal; en cuanto a la cualidad, porque es indiferente que la 
     conclusión sea afirmativa o negativa; ni en cuanto a la modalidad, porque 
     la conclusión va siempre acompañada de la conciencia de la necesidad, y 
     por consiguiente tiene siempre el carácter de una proposición apodíctica. 
     Queda, pues, la relación como el solo principio de división posible de los 
     raciocinios.
          2.ª Muchos lógicos no admiten más que los raciocinios categóricos 
     como raciocinios ordinarios, y consideran a todos los demás como 
     extraordinarios, [203] lo cual no tiene razón de ser, y hasta es falso; 
     porque los tres son productos igualmente legítimos de la razón, pero 
     resultan de procedimientos racionales esencialmente diferentes.
          61. Diferencia propia entre los raciocinios racionales categóricos, 
     hipotéticos y disyuntivos. La diferencia entre estas clases de raciocinios 
     reside en la mayor. En los raciocinios categóricos, la mayor es 
     categórica; en los hipotéticos, es hipotética o problemática, y disyuntiva 
     en los disyuntivos.
          I. 62. Raciocinios categóricos. En todo raciocinio categórico hay 
     tres nociones principales (termini).
          l.ª El predicado (en la conclusión), que se llama término mayor 
     (terminus major), porque tiene una esfera más extensa que la del sujeto, y 
     está en la mayor;
          2.ª El sujeto (en la conclusión), que se llama término menor 
     (terminus minor), en la menor;
          3.ª Un signo medio (nota intermedia), que se llama término medio 
     (terminus medius), porque sirve para subsumir un conocimiento en la 
     condición de la regla.
          Observación. Esta diferencia en los términos [204] sólo tiene lugar 
     en los raciocinios racionales categóricos, porque son los únicos que 
     concluyen con la ayuda de un término medio; los demás, por el contrario, 
     sólo concluyen por la subsunción de una proposición problemática en la 
     mayor, y asertórica en la menor.
          63. Principios de los raciocinios racionales categóricos. El 
     principio en que se fundan la posibilidad y la validez de todo raciocinio 
     racional categórico es el siguiente: Lo que conviene al signo (carácter, 
     idea elemental) de una cosa, conviene también a la cosa misma; y lo que 
     repugna al signo de una cosa, repugna también a la cosa misma (nota notœ 
     est nota rei ipisus; repugnans notœ repugnat rei ipsi).
          Observación. Del principio anteriormente establecido se deduce este 
     otro: dictum de omni et nullo; puede servir, por consiguiente, como 
     principio supremo para los raciocinios racionales en general, y para los 
     categóricos en particular.
          Las nociones de género y de especie son, por tanto, signos generales 
     de todos los casos sometidos a estas nociones. De aquí la regla: lo que 
     conviene o repugna al género o la especie, conviene o repugna también a 
     todos los objetos en ellos comprendidos. [205] Esta regla es precisamente: 
     la de dictum de omni et nullo.
          64. Reglas para los raciocinios racionales categóricos. De la 
     naturaleza y del principio, de los raciocinios racionales categóricos se 
     desprenden las reglas siguientes relativas a los mismos:
          1.ª En todo raciocinio racional categórico no puede haber más ni 
     menos de tres términos principales (termini): porque debe enlazar en él 
     dos nociones el (sujeto y el predicado) con ayuda de un término medio.
          2.ª Las premisas no pueden ser ambas negativas (ex paris negativis 
     nihil sequitur): porque la subsunción en la menor debe ser afirmativa, 
     indicando de este modo que un conocimiento, está sometido a la condición, 
     de la regla.
          3.ª No pueden ser particulares ambas premisas (ex paris 
     particularibus nihil sequitur); porque entonces no habría regla, es decir, 
     proposición universal de donde se pueda derivar un conocimiento 
particular.
          4.ª La conclusión sigue siempre la premisa más débil (conclusi 
     sequitur partem debiliorem), es decir, la proposición particular o 
     negativa de las premisas. -Luego: [206]
          5.ªSi una de las premisas fuera negativa la conclusión deberá también 
     serlo.
          6.ª Si una de las premisas es particular, también lo será la 
     conclusión.
          7.ª En todo raciocinio racional categórico, la mayor debe ser siempre 
     universal, y la menor siempre afirmativa; -de donde se sigue, por último:
          8.ª Que la conclusión debe arreglarse, en cuanto a la cualidad, a la 
     mayor, y en cuanto a la cantidad, a la menor.
          Observaciones. Es cosa fácil de notar que la conclusión debe 
     ajustarse siempre a la premisa particular y negativa.
          1.ª Si hago la menor solamente particular, y digo: Alguna cosa está 
     contenida bajo la regla, solo puedo decir en la conclusión, que el 
     predicado de la regla conviene con el sujeto de la menor, porque no he 
     subsumido otra cosa a la regla. Por otra parte, si tengo por regla una 
     proposición negativa (mayor), debo concluir negativamente; porque si la 
     mayor dice: Tal o cual predicado debe negarse de todo lo que está sometido 
     a la condición de la regla, la conclusión debe negar también el predicado 
     de aquello que se había subsumido (del sujeto), en la conclusión de la 
     regla. [207]
          65. Raciocinios racionales categóricos puros, y categóricos mixtos. 
     Es puro un raciocinio racional categórico, cuando no lleva en sí ninguna 
     conclusión inmediata, y se conserva el orden regular de las premisas; en 
     otro caso se llama impuro o híbrido (ratiotinium impurum vel hibridum).
          66. De los raciocinios mixtos por conversión de las proposiciones. 
     Figuras. Deben contarse en el número de los raciocinios mixtos aquellos 
     que se forman por la conversión de las proposiciones, y en los cuales, por 
     consiguiente, es irregular el orden de las proposiciones. Tal es el caso 
     de las tres últimas figuras del raciocinio racional categórico.
          67. De las cuatro figuras del silogismo. Entiéndese por figuras 
     cuatro modos de concluir, cuya diferencia es determinada por el lugar de 
     las premisas y de sus términos o nociones.
          68. Principio de la determinación de las diferencias de las figuras 
     por la diferente posición del término medio. El término medio de cuyo 
     lugar nos ocupamos, puede ser: 1.º Sujeto de la mayor y atributo de la 
     menor; 2.º Atributo en ambas premisas; 3.º Sujeto en ambas; y 4.º atributo 
     de la mayor y sujeto de la menor. Determinaré [208] la distinción de las 
     cuatro figuras por estos cuatro casos: S, indica el sujeto de la 
     conclusión; P, el predicado de la misma, y M, el término medio; de modo 
     que el esquema de las cuatro figuras puede exponerse de este modo:
                          1.ª2.ª3.ª4.ª               
            
           MPPMMPPM
           SMSMMSMS
           SPSPSPSP
          69. Regla de la primera figura como la única regular. La regla de la 
     primera figura es: que la mayor es universal y la menor afirmativa. Y como 
     esta debe ser la regla general de todos los raciocinios categóricos, se 
     sigue que la primera figura es la sola regular, que sirve de fundamento a 
     todas las demás, que todas pueden referirse a ella por lo menos en cuanto 
     son valederas, por la conversión de las premisas (metalhesion premisorum).
          Observación. Puede la primera figura tener una conclusión de 
     cualquier cantidad o cualidad. [209] En las demás figuras, las 
     conclusiones son de una especie determinada; algunos de sus modos están 
     excluidos de ella. Lo que muestra que estas figuras no son perfectas, sino 
     que están sujetas a ciertas restricciones que impiden que en algunos modos 
     haya conclusión, como sucede en la primera figura.
          70. Condición de la reducción de las tres últimas figuras a la 
     primera. La condición de la validez de las tres últimas figuras, bajo la 
     que es posible un modo legítimo de concluir en cada una de ellas, está 
     sujeta a que el término medio ocupe en las proposiciones un lugar tal que 
     pueda resaltar de las reglas de la primera la validez de estas figuras por 
     consecuencias inmediatas (consequentias inmediatas) De aquí las reglas de 
     las tres últimas figuras.
          71. Regla de la segunda figura. En la segunda figura no varía la 
     menor; debe convertirse la mayor, pero de modo que permanezca 
     universal(11); lo cual no es posible sino en cuanto es universal y 
     negativa; pero si es afirmativa debe ser contrapuesta. En ambos casos la 
     conclusión es negativa (sequitur partem deviliorem). [210]
          Observación. Regla de la segunda figura: lo que repugna al carácter 
     de una cosa, repugna a la cosa misma. En este caso debo, pues, hacer en 
     primer lugar una conversión, y decir: Lo que repugna a un carácter, 
     repugna a este mismo carácter; o bien debo convertir la conclusión de este 
     modo: La misma cosa repugna a aquello que repugna un carácter de la cosa; 
     por consiguiente, repugna a la cosa misma.
          72. Regla de la tercera figura. En la tercera figura, la mayor es 
     directa; por consiguiente, debe convertirse la menor, de tal suerte, sin 
     embargo, que resulta de ella una proposición afirmativa; lo cual no es 
     posible sino en cuanto la proposición afirmativa es particular(12): la 
     conclusión es, pues, particular.
          Observación. Regla de la tercera figura, lo que conviene repugna a un 
     carácter, conviene o repugna también a alguna de las cosas en que está 
     contenido. Debo, en primer lugar, advertir aquí que conviene o repugna a 
     todas las subordinadas de este signo.
          73. Regla de la cuarta figura. Si en la cuarta figura es la mayor 
     universal negativa, puede [211] convertirse simpliciter; lo mismo sucede 
     con la menor como particular; por consiguiente, la conclusión es negativa. 
     Si, por el contrario, la mayor es universal afirmativa, sólo puede 
     convertirse o contraponerse per accidens, y, por consiguiente, la 
     conclusión es particular o negativa. Si la conclusión debe convertirse (P. 
     S. convertida en S. P.), las transposiciones de ambas premisas (metathesis 
     premisorum) o su conversión (conversio), debe verificarse.
          Observación. En la cuarta figura se concluye que el predicado se 
     relaciona con el termino medio, y este con el sujeto (de la conclusión), 
     por consiguiente, el sujeto con el predicado; lo cual concluye 
     absolutamente sino en todo caso la recíproca. Para hacer posible esta 
     conclusión u obtener la recíproca, debe tomarse la mayor por la menor, y 
     viceversa; y la conclusión debe convertirse, porque en el primer cambio, 
     el término menor se ha transformado en término mayor.
          74. Resultados generales sobre las últimas figuras. De las reglas 
     dadas para las tres últimas figuras, se sigue que
          l.º En ninguna de ellas hay conclusión universal afirmativa, sino que 
     es siempre o negativa o particular. [212]
          2.º Que se une a cada uno un raciocinio inmediato (consequentia 
     inmediata) que no está expresamente indicado, pero que, sin embargo, debe 
     ser sobreentendido; de donde se sigue también que
          3.º Estos tres modos de raciocinio no son puros, sino híbridos, 
     puesto que todo raciocinio puro no puede tener más de tres términos.
          75. De los raciocinios racionales hipotéticos. Llámase raciocinio 
     hipotético aquel cuya mayor es hipotética. Se compone este, por 
     consiguiente, de dos proposiciones: 1.ª, de un antecedente, 2.ª, de un 
     consiguiente; y se concluye según el modus ponens, o según el modus 
     tollens.
          Observaciones. 1.ª Los raciocinios racionales hipotéticos no tienen 
     término medio, sino que sólo se indica la consecuencia de una proposición. 
     La mayor de este raciocinio contiene, por tanto, las consecuencias de las 
     dos proposiciones expresadas explícitamente, de las que la primera es una 
     premisa, la segunda una conclusión. La menor es un cambio de la condición 
     problemática en una proposición categórica.
          2.ª De donde se sigue que el raciocinio hipotético se compone solo de 
     dos proposiciones, y que no hay término medio; que no es, por 
     consiguiente, un raciocinio racional propiamente dicho, [213] sino mas 
     bien una simple consecuencia inmediata que debe demostrarse por un 
     antecedente y un consiguiente, en cuanto a la materia o a la forma 
     (consequentia inmediata demonstrabilis ex antecedente et consequente vel 
     quoad materiam quoad formam).
          Todo raciocinio racional debe ser una prueba; pero como el raciocinio 
     hipotético no es mas que un fundamento de prueba, se sigue evidentemente 
     que no puede ser un raciocinio racional.
          76. Principio de los raciocinios hipotéticos. El principio de los 
     raciocinios hipotéticos está concebido en estos términos: A ratione ad 
     ratiocinatum, a negatione ratiocinati ad negationem rationis, valet 
     consequentia.
          77. De los raciocinios racionales disyuntivos. En los raciocinios 
     disyuntivos, la mayor es una disyuntiva, y, como tal, debe tener miembros 
     de división o de disyunción.
          Conclúyese en él: 1.º, de la verdad de un miembro de la disyunción a 
     la falsedad de los demás; 2.º, de la falsedad de todos los miembros menos 
     uno a la verdad de este. En este primer caso se hace el raciocinio por el 
     modum ponentem, o ponendo tollentum; en el segundo, por el modum tollenten 
     o tollendo ponentem. [214]
          Observaciones. 1.ª Todos los miembros de la disyunción tomados en 
     conjunto, excepto uno, forman la oposición contradictoria con este miembro 
     único. Hay, pues, aquí una dicotomía, según la cual, si uno de los dos 
     términos de la oposición es verdadero, debe ser falso el otro y 
     recíprocamente.
          2.ª Todos los raciocinios disyuntivos que tienen más de dos miembros 
     son polisilogísticos; porque toda disyunción verdadera no puede tener más 
     de dos miembros, lo mismo que la división lógica; pues los miembros 
     subdivididos están colocados para mayor brevedad entre los divididos.
          78. Principios de los raciocinios disyuntivos. El principio de los 
     raciocinios disyuntivos es: el de la exclusión de un tercero y está 
     concebido en estos términos: A contradictoris oppositorum negatione unius 
     ad afirmationem alterius -a positione unius ad negationem alterius, -valet 
     consequentia.
          79. Dilemas. Dilema es un raciocinio racional hipotéticamente 
     disyuntivo, o un raciocinio hipotético cuyo consiguiente es un juicio 
     disyuntivo. Las proposiciones hipotéticas cuyo consiguiente es disyuntivo, 
     es la mayor; la menor [215] afirma que es falso el consiguiente (per 
     omnia, membra), y la conclusión afirma la falsedad del antecedente. A 
     remotione consequentis ad negationem antecedentis, valet consequentia.
          Observación. Los antiguos empleaban mucho el dilema, y le llamaban 
     argumento cornudo. Sabían por este medio combatir al adversario, 
     exponiendo todos los partidos que podía tomar y poniéndole en 
     contradicción consigo mismo en todos los puntos, fuese cualquiera la 
     opinión que adoptase. Pero esto no es más que un arte sofístico, empleado 
     más bien para oponer dificultades que para resolverlas, lo cual es siempre 
     muy fácil. Porque si se hubiera de estimar como falso todo lo que presenta 
     dificultades, se haría un juego de palabras fácil para rechazarlo todo. 
     Bueno es demostrar la imposibilidad de la tesis opuesta a la que se 
     defiende; pero hay, sin embargo, algo de ilusorio en que se quiera hacer 
     pasar la inteligibilidad de la tesis por su imposibilidad. Los dilemas 
     tienen, pues, algo de capciosos aun en los casos que tienen una conclusión 
     muy rigurosa. Pueden emplearse para defender, pero también para atacar 
     proposiciones verdaderas.
          80. Raciocinios formales y crípticos (raciocinia formalia et 
     criptica.) Raciocinio racional [216] formal es aquel que contiene todo lo 
     que se exige ordinariamente a un raciocinio, no solo en cuanto a la 
     materia, sino también en cuanto a la forma y que es íntegramente 
     expresado. Los raciocinios racionales crípticos (o disfrazados), son 
     opuestos a los formales. Pueden contarse en el número de los raciocinios 
     crípticos aquellos en que están traspuestas las premisas o a los que falta 
     una, o por último, a aquellos en que el término medio está solo enlazado 
     con la conclusión. Raciocinio críptico de la segunda especie es aquel en 
     que se sobreentiende una de las premisas: se le llama silogismo truncado o 
     entimema. Los de la tercera especie se llaman silogismos contractos

     Sección III
     Raciocinios de juicio
          81.Juicio determinativo y reflexivo. El juicio es de dos clases, 
     determinativo o reflexivo. El primero va de lo general a lo particular; el 
     segundo de lo particular a lo general. Este tiene solo un valor subjetivo, 
     porque lo general a donde se eleva desde lo particular, es solo un general 
     empírico, un simple análogo de lo general lógico.
          82. Raciocinios de juicio reflexivo. Raciocinios [217] de juicio son 
     ciertos procedimientos silogísticos para pasar de las nociones 
     particulares a las generales. No son, por consiguiente, funciones de 
     juicio determinativo, sino de juicio reflexivo. No determinan el objeto, 
     sino la manera de reflejar sobre el objeto para llegar al conocimiento.
          83. Principio de estos raciocinios. El principio de los raciocinios 
     de juicio es el siguiente: «Muchas cosas no pueden reunirse en una sola 
     sin que tengan un principio común, sino que lo que conviene de este modo a 
     muchas cosas proviene necesariamente de un principio común.»
          Observación. Los raciocinios de juicio, que se fundan en este 
     principio, no pueden, por esta razón, servir para raciocinios inmediatos.
          84. De la inducción y de la analogía. -las dos especies de 
     raciocinios de juicio. Puesto que el juicio va de lo particular a lo 
     general, para partir de juicios generales de experiencia, por consiguiente 
     no a priori (empíricamente), concluye o de muchas cosas de una especie a 
     todas las de la misma, o de muchas determinaciones y propiedades en que 
     convienen las cosas de idéntica especie a las demás determinaciones y 
     propiedades, en tanto que pertenecen al mismo principio. [218] La primera 
     especie se llama raciocinio por inducción; la segunda, raciocinio por 
     analogía.
          Observaciones. 1.ª La inducción concluye de lo particular a lo 
     general (a particulari ad universalem) según el principio de la 
     generalización, concebido en esta forma: lo que conviene a muchas cosas de 
     un género, conviene a todas las demás (del mismo género).
          La analogía concluye de la semejanza particular de los casos a la 
     semejanza total, según el principio de la especificación. Las cosas de un 
     género respecto de las cuales se conocen muchos caracteres que convienen 
     entre sí, convienen a lo demás que conocemos en algunos individuos de este 
     género, pero que no percibimos en otros.
          La inducción va de los datos empíricos de lo particular a lo general, 
     respecto a muchos objetos. La analogía, por el contrario, va de las 
     cualidades dadas de una cosa al mayor número de cualidades de la misma.- 
     Una sola cosa se da en muchos objetos; luego se da en todos: Inducción. 
     Muchas cosas se dan en un objeto (que están además en otro), luego todas 
     las demás se dan en el mismo objeto; Analogía. Así por ejemplo, el 
     argumento en favor de la inmortalidad que consiste [219] en partir del 
     desarrollo perfecto de las facultades naturales de toda criatura, es un 
     raciocinio por analogía.
          En el raciocinio por analogía, no exige, sin embargo, la identidad 
     del principio. Solo por analogía concluimos que hay seres racionales en la 
     luna, pero no que hay hombres. Tampoco se concluye por analogía lo que hay 
     fuera del tercer término de comparación.
          2.ª Todo raciocinio racional debe traer consigo la necesidad: la 
     inducción y la analogía no son, pues, raciocinios de la razón, sino solo 
     presunciones lógicas o raciocinios empíricos. Se obtienen por inducción 
     proposiciones generales pero nunca universales.
          3.ª Los raciocinios de juicio son útiles y aun indispensables para la 
     extensión de nuestro conocimiento experimental. Pero como no dan nunca más 
     que una certeza empírica, debemos usarlos con circunspección.
          85. Raciocinios racionales simples y compuestos. Es simple un 
     raciocinio racional cuando no comprende más que uno; y compuesto cuando 
     comprende muchos.
          86. Ratiocinato polisillogistica. Un raciocinio compuesto, en el que 
     hay muchos raciocinios [220] unidos entre sí, no por simple coordinación 
     sino por subordinación, es decir, como principios y consecuencias, forma 
     una cadena de raciocinios racionales (ratiocinato polisillogistica).
          87. Prosilogismos y episilogismos. En la serie de los raciocinios 
     compuestos puede concluirse de dos modos: o de los principios a las 
     consecuencias, o de las consecuencias a los principios. El primer 
     procedimiento se llama raciocinio episilogístico; el segundo 
     prosilogístico.
          Un episilogismo es, pues, un raciocinio en la serie silogística, del 
     que una de las premisas es la conclusión de un prosilogismo, es decir, la 
     conclusión de un silogismo que tiene por conclusión una de las premisas 
     del primero.
          88. Sorites o cadena silogística. Llámase sorites o cadena 
     silogística, a un silogismo formado de otros muchos abreviados y unidos 
     entre sí de tal modo, que tengan una sola conclusión. Esta cadena puede 
     ser progresiva o regresiva, según que se va de los principios más próximos 
     a los más lejanos o viceversa.
          89. Sorites categóricos e hipotéticos. Así los sorites progresivos 
     como los regresivos, pueden ser, además, categóricos o hipotéticos. Los 
     primeros se componen de proposiciones categóricas [221] como de una serie 
     de predicados; los segundos, de proposiciones hipotéticas como de una 
     serie de consecuencias.
          90. Raciocinios delusorios, -Paralogismos, -Sofismas. Llámase 
     raciocinio delusorio (fallacia), a aquel que es falso en cuanto a la 
     forma, aun que parece legítimo. Este raciocinio es un paralogismo cuando 
     nos engañamos a nosotros mismos, y sofisma si se intenta engañar a los 
     demás.
          Observación. Los antiguos se ocupaban mucho del arte de los sofismas; 
     distinguían una porción de especies; por ejemplo, sophisma figurœ 
     dictionis, en el que el término medio se toma en diferente sentido; la 
     faliacia a dicto secundum quid ad dictum simpliciter; el sophisma 
     heteroutereos, elenchi ignorationis, etc., etc.
          91. Salto en el raciocinio. El salto en el raciocinio o en la prueba, 
     consiste en enlazar de tal suerte una de las premisas con la conclusión 
     que puede omitirse la otra premisa. Es legítimo el salto cuando puede 
     suplirse fácilmente la premisa. Es ilegítimo el salto cuando esta 
     subsumción no está clara. En este caso es un signo lejano unido a una cosa 
     sin signo intermediario (nota intermedia.)
          Petitio principii circulus in probando. Entiéndese [222] por petición 
     de principio la admisión de una, proposición para principio de prueba, 
     como proposición inmediatamente cierta, aunque necesite a su vez de 
     prueba. Y se comete un círculo vicioso en la prueba cuando se da la 
     proposición que se quería probar como principio de la misma prueba.
          Observación. No siempre es fácil descubrir el círculo de la prueba, y 
     nunca esto es más frecuente que cuando las pruebas son difíciles.
          Probatio plus et minus probans. Una prueba puedo probar mucho o poco. 
     En este último caso no prueba mas que una parte de lo que debía; en el 
     primero, llega hasta probar lo falso.
          Observación. Un argumento que pruebe muy poco, puede ser verdadero, y 
     no debe, por consiguiente, desecharse. Pero si prueba demasiado, prueba 
     más de la verdad, y por consiguiente, lo que es falso. Así, por ejemplo, 
     el argumento contra el suicida, en el que se dice que aquel que no ha dado 
     la vida no puede quitarla, prueba demasiado; porque si este principio 
     fuera cierto, no podríamos matar ningún animal; es, pues, falso. [223]

     Parte segunda
     Metodología general
          94. Forma y método. Todo conocimiento y todo conjunto de 
     conocimientos debe estar conforme con una regla: aquello que carece de 
     reglas, carece al mismo tiempo de razón. Pero esta regla se dirige o a la 
     forma (libertad,) o al método (presión).
          95. Forma de la ciencia. Método. El conocimiento, como ciencia, debe 
     arreglarse a un método; porque quien dice ciencia, dice conjunto de 
     conocimientos enlazados de una manera sistemática, y no simplemente como 
     un agregado. La ciencia exige, pues, que concibamos el conocimiento 
     sistemáticamente, y por consiguiente que lo formemos según ciertas reglas.
          96. Metodología, su objeto y su fin. Así como la doctrina elemental 
     en lógica tiene por objeto [224] los elementos y las condiciones de la 
     perfección de un conocimiento con relación a su objeto, así también la 
     metodología general, como segunda parte de la lógica, debe por el 
     contrario tratar de la forma de una ciencia en general, o del modo de 
     proceder para formar una ciencia con la diversidad del conocimiento.
          97. Medio de obtener la perfección lógica del conocer. La metodología 
     debe exponer la manera de llegar a la perfección del conocimiento. Pues 
     bien; una de las perfecciones lógicas esenciales del conocimiento consiste 
     en la lucidez, la fundamentalidad, y en un orden sistemático del conocer 
     tal, que de él resulte un todo científico. La metodología deberá, pues, 
     ante todo dar los medios de alcanzar estas perfecciones del conocimiento.;
          98. Condiciones de la claridad del conocimiento. La lucidez de los 
     conocimientos y su unión en un todo sistemático, depende de la claridad de 
     las nociones, tanto en relación a lo contenido en ellas como a lo 
     contenido bajo ellas.
          La conciencia clara de la materia de las nociones se obtiene por su 
     exposición y su definición. La conciencia clara de su circunscripción o 
     extensión se obtiene, por el contrario, mediante [225] su división lógica. 
     Trataremos, pues, primeramente de los medios de dar claridad a las 
     nociones en relación a su materia.
          I. Perfección lógica del conocimiento por definición, exposición y 
     descripción de las nociones.
          99. Definición. Definición es una noción suficientemente esclarecida 
     y determinada (conceptus rei adœquatus in minimis terminis, complete 
     determinatus).
          Observación. La definición debe ser considerada como una noción 
     lógicamente perfecta; porque reúne las dos perfecciones esenciales de una 
     noción, la lucidez, la integridad y la precisión en la lucidez (cantidad 
     de la lucidez).
          100. Definición analítica y sintética. Todas las diferencias son o 
     analíticas o sintéticas. Las primeras son definiciones de una noción dada; 
     las segundas lo son de una noción formada.
          101. Nociones dadas y nociones formadas a priori y a posteriori. Las 
     nociones dadas de una definición analítica lo son o a priori o a 
     posteriori.
          102. Definiciones sintéticas por exposición o por construcción. La 
     síntesis de las nociones formadas, de donde resultan las definiciones 
     sintéticas, [226] es o síntesis de exposición (de fenómenos), o de 
     construcción. Esta es la síntesis de las nociones formadas 
     arbitrariamente; la primera de las nociones formadas empíricamente. Es 
     decir de fenómenos dados que son como su materia (conceptus factitti vel a 
     priori, vel per synthesim empiricam). Las nociones matemáticas son 
     nociones formadas arbitrariamente.
          Observación. Todas las definiciones de nociones matemáticas, como 
     también las de experiencia (cuando son posibles las definiciones de 
     nociones empíricas), deben ser sintéticas, porque lo mismo en las nociones 
     de la última especie, por ejemplo, en las, nociones empíricas de agua, de 
     fuego, de aire, etc., no debe descomponer lo contenido en ellas, sino que 
     debo aprender a conocer por la experiencia lo que les pertenece. Todas las 
     nociones empíricas deben, por lo tanto, ser consideradas como nociones 
     formadas, cuya síntesis no es arbitraria sino empírica.
          103. Imposibilidad de las definiciones empíricamente sintéticas. Como 
     no es arbitraria la síntesis de las nociones empíricas, como es empírica, 
     y en esta cualidad nunca puede ser perfecta (porque puede descubrirse en 
     la experiencia un número mayor de caracteres de la noción) [227] las 
     nociones empíricas no pueden ser por lo tanto definidas.
          Observación. Las nociones arbitrarias formadas sintéticamente son, 
     pues, las únicas que pueden definirse. Estas definiciones de nociones 
     arbitrarias, que no solamente son siempre posibles, sino también 
     necesarias, y que deben proceder a todo lo que se haya de decir de una 
     noción arbitraria, pueden también llamarse declaraciones (o 
     explicaciones), en cuanto se explica de este modo el pensamiento o se da 
     cuenta de lo que se entiende por una expresión. Esto es lo que se practica 
     entre los matemáticos.
          Definiciones analíticas de las nociones por la descomposición de 
     otras dadas a priori o a posteriori. Todas las nociones dadas, ya lo sean 
     a priori o a posteriori, solo pueden ser definidas analíticamente, porque 
     solo pueden hacerse claras las nociones dadas en cuanto lo van siendo 
     sucesivamente las nociones elementales. Si todas estas nociones 
     elementales de una noción completa dada son claras, entonces la noción 
     misma será perfectamente clara; si al mismo tiempo contiene pocos 
     elementos, será mas precisa, de donde resultará una definición de la 
     noción.
          Observación. Como no podemos estar ciertos [228] por ninguna prueba 
     de si se han agotado por un análisis completo todos los elementos de una 
     noción dada, todas las definiciones analíticas deben considerarse como 
     inciertas.
          105. Exposiciones y descripciones. No todas las nociones pueden ni 
     deben ser definidos.
          Hay aproximaciones de la definición de ciertas nociones; estas son 
     por una parte exposiciones (expositiones), y por otra descripciones 
     (descriptiones). Exponer una noción es dar a conocer de una manera 
     continua (sucesivamente los signos o elementos de que se forma en cuanto 
     pueden ser hallados por el análisis.
          La descripción es la exposición de una noción, en cuanto dicha 
     exposición no es precisa.
          Observación. 1.ª Podemos exponer una noción o una experiencia (es 
     decir, un hecho). La primera de estas exposiciones se hace mediante el 
     análisis, y la segunda mediante la síntesis.
          2.ª La exposición solo tiene lugar en las nociones dadas, que se 
     hacen claras mediante ella; distinguiéndose así de la declaración o de la 
     explicación, que es una representación clara de las nociones formadas.
          Como no siempre es posible hacer un análisis, perfecto, y como en 
     general debe una descomposición [229] ser imperfecta antes de ser 
     perfecta, una exposición imperfecta, como parte de una definición, es 
     también una verdadera y útil exposición de una noción. La definición no es 
     aquí otra cosa que la idea de una perfección lógica que debemos procurar 
     alcanzar.
          3.ª La descripción no puede tener lugar sino en las nociones 
     empíricas. No tiene reglas determinadas, ni contiene mas que los 
     materiales para la definición.
          106. Definiciones nominales, definiciones reales Definiciones 
     nominales o puras explicaciones de nombres, son aquellas que contienen el 
     sentido que se ha querido dar arbitrariamente a una palabra determinada, y 
     que, por consiguiente, solo indican la esencia lógica de su objeto, y 
     sirven simplemente para distinguirle de otro. Las explicaciones de cosas o 
     definiciones reales son, por el contrario, las que bastan para el 
     conocimiento de las determinaciones internas de un objeto, exponiendo la 
     posibilidad de este por signos internos.
          Observaciones. 1.ª Si una noción es suficiente intrínsecamente para 
     distinguir una cosa, lo es también extrínsecamente; pero si es 
     insuficiente intrínsecamente, puede, sin embargo, ser suficiente, aunque 
     solo bajo ciertos aspectos, en la relación [230] extrínseca, a saber, en 
     la comparación de lo definido con otra cosa; pero la suficiencia 
     extrínseca ilimitada (o absoluta), no es posible sin la intrínseca.
          2.ª Los objetos de experiencia no son susceptibles de definiciones 
     nominales. Las definiciones nominales lógicas de las nociones 
     intelectuales dadas, se toman de un atributo; las definiciones reales, Por 
     el contrario, salen de la esencia de las cosas, del principio primero de 
     la posibilidad. Contienen, por consiguiente, las últimas todo lo que 
     conviene a la cosa, su esencia real. Las definiciones puramente negativas 
     no pueden llamarse tampoco definiciones reales, porque, el los signos 
     negativos pueden servir lo mismo que los afirmativos para distinguir una 
     cosa de otra, no pueden, sin embargo, servir para dar a conocer la 
     posibilidad intrínseca de una cosa.
          En materia de moral deben buscarse siempre definiciones reales. 
     También las hay en matemáticas; porque la definición de una noción 
     arbitraria es siempre real.
          3.ª Llámase genítica a una definición, cuando da una noción, por la 
     cual puede el objeto ser expuesto a priori in concreto: tales son todas 
     las definiciones matemáticas. [231]
          107.Condiciones principales de la definición. Las condiciones 
     esenciales y generales de la perfección de una definición se refieren a 
     los cuatro momentos principales de la cuantidad, de la relación y de la 
     modalidad.
          l.ª En cuanto a la cuantidad, en lo que toca a la esfera de la 
     definición, ésta y lo definido deben ser nociones recíprocas (conceptus 
     reciproci), y por consiguiente, no debe ser la definición mas ni menos 
     extensa que su definido.
          2.ª En cuanto a la cualidad, la definición debe ser una noción 
     desarrollada, y al mismo tiempo precisa.
          3.ª En cuanto a la relación, no debe ser tantológica la definición; 
     es decir, que los signos definidos deben ser, como principios de 
     conocimiento de lo definido, diferentes de éste; y por último
          4.ª En cuanto a la modalidad, los signos deben ser necesarios, y no 
     convenir por experiencia.
          Observación. La condición de que la noción de género y la de 
     diferencia específica (genus et differentia especifica) deben constituir 
     la definición, solo es válida para las definiciones nominales en la 
     comparación, pero no para las definiciones reales en la derivación.
          108. Reglas para el examen de las definiciones. [232] Cuatro 
     operaciones hay que hacer en el examen de las definiciones: es necesario 
     averiguar, sí, la definición.
          1.º Considerada como proposición, es verdadera;
          2.º Si considerada como noción, es clara;
          3.º Si como noción clara, está además desarrollada; por último,
          4.º Si como noción desarrollada, es al mismo tiempo determinada; es 
     decir, adecuada a la cosa misma.
          109. Regla de las definiciones. Para definir bien, es necesario 
     seguir las reglas que sirven para criticar las definiciones. Se procurará 
     por tanto:
          1.º Que las proposiciones sean verdaderas;
          2.º Que el predicado no suponga ya la noción de la cosa:
          3.º Recoger muchas y compararlas con la noción misma de la cosa, y 
     ver la que es adecuada;
          4.º Por último, ver si un signo se encuentra en otro, o si le está 
     subordinado.
          Observaciones. 1.ª Estas reglas, según con razón piensan, solo sirven 
     para definiciones analíticas. Pero como no podemos nunca estar ciertos en 
     esta clase de definiciones, de si el análisis [233] es perfecto, no debe 
     considerarse la definición sino a título de ensayo, y no emplearla a no 
     ser como si no fuese tal definición. Con esta reserva, podemos, sin 
     embargo, servirnos de ellas como de una noción clara y verdadera, y 
     sacarlos colorarios de estos signos. Podría, por tanto, decirse que la 
     definición conviene a todo aquello que la noción del definido; pero no 
     recíprocamente, puesto que la definición no define el definido.
          2.ª Al acto de servirse de la noción del definido en la definición, o 
     dar la definición por fundamento de la misma definición, es a lo que se 
     llama definir por un círculo (círculos indefinidos.)
          II. Condición de la perfección del conocimiento por la división 
     lógica de las nociones.
          110. Noción de la división lógica. Toda noción contiene bajo de sí 
     una diversidad homogénea o heterogénea. La determinación de una noción 
     relativamente a todo lo posible contenido bajo ella, en cuanto esto 
     posible es diverso, se llama división lógica de la noción. La noción 
     superior se llama noción dividida (divisum), y las nociones inferiores, 
     miembros de la división (membra divisionis).
          Observaciones. 1.ª Partir una noción y dividirla, son dos cosas muy 
     diferentes: en la partición [234] de la noción (por medio del análisis), 
     veo lo que hay contenido en ella; en la división lo contenido bajo 
     ella(13). En esta, divido la esfera de la noción, y no la noción misma. 
     Por lo demás, los miembros de la división contienen en sí más que la 
     noción divida.
          2.ª Por medio de la división vamos de las nociones inferiores a las 
     superiores, y podemos enseguida descender de estas a aquellas.
          111. Regla general de la división lógica. En toda división de una 
     noción es necesario hacer de modo,
          1.º Que los miembros de la división se excluyan o sean opuestos entre 
     sí;
          2 º Que pertenezcan a una noción superior común;
          3.º Que todos juntos formen la esfera de la noción dividida, o sean 
     equivalentes a ella.
          Observación. Los miembros de la división deben distinguirse unos de 
     otros por la oposición contradictoria, no por una simple oposición 
     contraria. [235]
          112. Codivisiones y subdivisiones. Llámanse codivisiones o divisiones 
     colaterales las diferentes divisiones de una noción, verificadas bajo 
     puntos de vista diversos; y la división de los miembros de otra división 
     se llama subdivisión.
          Observaciones. 1.ª La subdivisión puede continuarse indefinidamente; 
     pero puede ser finita comparativamente. La codivisión se extiende también 
     hasta el infinito; sobre todo, en las nociones de experiencia; porque, 
     ¡quién puede agotar todas las relaciones de las nociones!
          2.ª Puede también llamarse la codivisión una división, según la 
     diferencia de las nociones de un mismo objeto (puntos de vista). Del mismo 
     modo que la subdivisión puede llamarse una división de los mismos puntos 
     de vista.
          113. Dicotomía y politomía. Una división de dos miembros, se llama 
     dicotomía, y si tiene mas de dos, politomía.
          Observaciones, 1.ª Toda politomía es empírica; la dicotomía es la 
     única división de los principios a priori, por consiguiente, la única 
     división primitiva, porque los miembros de la división deben ser opuestos 
     entre sí; sin embargo, la contrapartida de todo A. no es otra cosa que no 
     A.
          2.ª La politomía no puede consignarse en lógica: [236] depende del 
     conocimiento del objeto. Pero la dicotomía, solo necesita del principio de 
     contradicción, sin que tenga necesidad de conocer en cuanto a la materia; 
     la noción que se quiere dividir. La politomía necesita de la intuición, ya 
     sea de la intuición a priori, como en matemáticas, (por ejemplo, en la 
     división de las secciones cónicas), ya de la intuición empírica, como en 
     la descripción de la naturaleza. Sin embargo, la división por el principio 
     de la síntesis a priori o la tricotomía encierra:
          1.º La noción como condición;
          2.º Lo condicionado;
          3.º La derivación de lo condicionado relativamente a la condición.
          114. Diferentes divisiones de método. Respecto al método en sí mismo 
     en la elaboración y el tratado del conocimiento científico, se distinguen 
     muchos modos principales que podemos presentar aquí bajo la división 
     siguiente.
          115. (a) Método científico y Método popular. El método científico 
     escolástico se distingue del método popular en que parte de proposiciones 
     fundamentales elementales; mientras que el método popular parte de lo 
     habitual y de lo interesante. El primero tiende a la fundamentalidad, 
     [237] y desecha, por consiguiente, todo elemento heterogéneo; el segundo 
     tiene por objeto la conversación.
          Observación. Distínguense, pues, estos dos métodos en cuanto a la 
     manera, no solo en cuanto al estilo; la popularidad en el método es 
     diferente de la popularidad en la expresión.
          Método sistemático y método fragmentario. El método sistemático es 
     opuesto al método fragmentario o rapsódico. Cuando se ha pensado, según un 
     método, y se ha seguido éste en la exposición de las materias, y el 
     tránsito de una proposición a otra está claramente indicado, entonces echa 
     tratado un conocimiento científicamente. Si, por el contrario, habiendo 
     pensado metódicamente, no se ha seguido método determinado en la 
     exposición del pensamiento; esta manera puede llamarse rapsódica.
          Observación. La exposición, sistemática es opuesta a la fragmentaria, 
     como la exposición metódica a la tumultuaria. El que piensa metódicamente 
     puede exponer su pensamiento de una manera sistemática o fragmentaria. La 
     exposición exteriormente fragmentaria, pero metódica en el fondo es una 
     exposición aforística.
          117. (c) Método analítico y método sintético. [238] El método 
     analítico es opuesto al sintético. El primero parte de lo condicionado y 
     de lo fundado para elevarse a los principios (a principiatis ad 
     principia); éste, por el contrario, desciende de los principios a las 
     consecuencias, o de lo simple a lo compuesto (del condicionante al 
     condicionado). Podríase llamar el primero. método regresivo, y el segundo 
     progresivo.
          Observación. El método analítico se llama también método de 
     invención, y es más apropiado a la popularidad; el método sintético es más 
     apropiado a un tratado científico y sistemático del conocimiento.
          118. (d) Método silogístico y método tabulario. El método silogístico 
     consiste en presentar una ciencia bajo la forma de un encadenamiento de 
     silogismos. El método tabulario o por cuadros es aquel por el que se 
     representa todo el edificio de la ciencia, de tal manera, que pueda verse 
     fácilmente su conjunto.
          119. (e) Método acroamático y método erotemático. El método es, 
     acroamático siempre que, se limite a enseñar por monólogos; y erotemático 
     si se enseña mediante preguntas. Subdivídese este último en dialógico o 
     socrático y catequético, [239] según que las cuestiones se dirijan a la 
     razón o la memoria.
          Observación. No se puede enseñar por el método sistemático, sino por 
     el diálogo socrático, en el cual dos interlocutores se preguntan y 
     responden mutuamente: de suerte que parece que el maestro es también 
     discípulo. El diálogo socrático enseña por cuestiones, puesto que hace que 
     el discípulo conozca los principios de su propia razón, y lo provoca a 
     prestar a ellos atención; por la catequesis común, al contrario, no se 
     puede enseñar; solo puede cuestionarse sobre lo que el discípulo ha 
     aprendido acroamáticamente. El método catequético solo sirve para los 
     conocimientos empíricos y los racionales, y el método dialógico, por el 
     contrario, para los conocimientos racionales.
          120. Meditar. Entiéndese por meditar, reflejar o pensar 
     metódicamente. La meditación debe acompañar a toda lectura y a toda 
     instrucción. Para meditar bien, es necesario entregarse primero a un 
     examen preliminar de la cuestión, procurar comprender toda la extensión y 
     el conjunto, y después conducir y exponer los pensamientos ordenada o 
     metódicamente. [240]

     Apéndice
     La falsa sutilidad de las cuatro figuras del silogismo demostrada
     1972
     - I -
          1. Noción general de la naturaleza de los raciocinios racionales. 
     Juzgar, es comparar con una cosa un signo o carácter. La cosa es el 
     sujeto, el signo e1 predicado. La comparación se expresa con la palabra es 
     o ser, la cual cuando se emplea de una manera absoluta, indica que el 
     predicado es un signo del sujeto; pero si ya acompañada del signo 
     negativo, debe entenderse que el predicado es opuesto al sujeto. En el 
     primer caso, el juicio es afirmativo; en el segundo, negativo. Compréndese 
     fácilmente que cuando se llama signo al predicado, no se quiere decir que 
     sea un signo del sujeto (uno de sus caracteres); [241] pues esto solo 
     sucede en los principios afirmativos. Lo que se quiere decir es, que el 
     predicado debe ser considerado como un signo de una cosa cualquiera, 
     aunque repugne al sujeto en un juicio negativo. Sea, por ejemplo, la cosa 
     que yo concibo, un espíritu; la composición, un signo o carácter de alguna 
     cosa; el juicio: Un espíritu no es un compuesto, presenta este signo como 
     opuesto a la cosa misma.
          Se llama signo mediato el signo del signo de una cosa: así la 
     necesidad es un signo de Dios, pero la inmutabilidad lo es de la 
     necesidad, y por consiguiente, un signo mediato de Dios. Por donde se ve 
     fácilmente que el signo mediato juega un papel intermediario (nota 
     intermedia) entre la cosa misma y el signo lejano, porque solo por su 
     medio es como el signo lejano se compara con la cosa. Pero puede 
     compararse también un signo con una cosa, mediante otro intermediario 
     negativo, en cuanto se reconoce que alguna cosa repugna al signo inmediato 
     de otra. La contingencia repugna, como signo, a lo necesario; por otra 
     parte, lo necesario es un signo de Dios; reconócese por consiguiente, por 
     medio de un signo intermediario, que la contingencia no conviene a Dios. 
     Puedo, por tanto, dar la definición [242] real siguiente, de un raciocinio 
     racional: Raciocinio racional es un juicio dado mediante un signo, 
     mediato; o, en otros términos: Raciocinio racional es la comparación de un 
     signo con un sujeto por medio de otro signo intermediario.
          Este signo intermediario (nota intermedia), se llama también en un 
     raciocinio racional, término medio (terminus medius). Sabemos lo 
     suficiente acerca de lo que son los demás términos de un raciocinio.
          Si para conocer claramente la relación del signo con la cosa en este 
     juicio: El alma humana es un espíritu, me sirvo del signo intermediario 
     racional y veo por este medio que la cualidad de ser un espíritu es un 
     signo mediato del alma humana; debe necesariamente haber aquí tres 
     juicios, a saber:
          1.º Ser un espíritu, es signo de ser racional;
          2.º Ser racional, es un signo del alma humana;
          3.º Ser un espíritu, es signo del alma humana: porque la comparación 
     de un signo lejano con la cosa, solo es posible mediante estas tres 
     operaciones.
          Los tres juicios puestos en forma se presentarían de este modo: [243]
          Todo ser racional es espíritu; el alma humana es racional: luego el 
     alma es espíritu, Este es un raciocinio racional afirmativo. Tocante a los 
     raciocinios negativos, es también evidente, que si no conozco siempre de 
     una manera bastante clara la oposición de un predicado y un sujeto, debo 
     servirme, cuando pueda, de un término medio para dar más lucidez a la 
     idea. Supongamos que se me presenta este juicio negativo: «La duración de 
     Dios no puede medirse por ningún tiempo,» y encuentro que este predicado, 
     comparado inmediatamente con su sujeto, no me da una idea suficientemente 
     clara de la oposición: me sirvo entonces de un signo tal, que me la pueda 
     representar inmediatamente en este sujeto; comparo el predicado con este 
     signo, y, mediante el mismo, con la cosa misma. Ser mesurable por el 
     tiempo, es cosa que repugna a todo lo inmutable; pero la inmutabilidad es 
     un signo de Dios: luego etc.
          Este raciocinio puesto en forma estaría concebido en estos términos: 
     nada de lo que es inmutable puede medirse por el tiempo; pero la duración 
     de Dios es inmutable: luego, etc.
          2. De la regla suprema de todo raciocinio racional. Por lo que 
     acabamos de decir, se ve que [244] la regla primera y universal de los 
     raciocinios racionales afirmativos, es que: «el signo del signo lo es a su 
     vez de la cosa mismas (Nota notœ est etiam, nota rei ipsius);. y la de 
     todos los raciocinios negativos de la misma especie, que: «Lo que repugna 
     al signo de una cosa, repugna a la cosa misma» (Repugnans notœ repugnat 
     rei ipsi). Ninguna de ambas reglas es susceptible de demostración; porque 
     una prueba no es posible sino por uno o muchos raciocinios racionales; y 
     querer demostrar la fórmula suprema de todo raciocinio racional, sería 
     raciocinar de una manera errónea: habría lo que se llama un círculo 
     vicioso. Pero si estas reglas contienen el principio universal y último de 
     todo modo de raciocinio racional, sólo es a condición de contener la razón 
     última y única de la verdad de las demás reglas admitidas hasta ahora por 
     todos los lógicos, como reglas primeras de los raciocinios racionales. El 
     dictum de omni, principio supremo de todo raciocinio racional afirmativo, 
     equivale a esto: Lo que se afirma universalmente de una noción, se afirma 
     también de toda noción contenida bajo la primera. La razón de esto es 
     clara.
          La noción que contiene otras bajo sí, es siempre abstracta como 
     signo; pero lo que conviene [245] a esta noción y que es un signo de 
     signo, es, por consiguiente, también un signo de las cosas de que ha sido 
     abstraída, es decir, que conviene a las nociones inferiores que contiene 
     bajo sí. Basta tener algunos conocimientos en lógica para comprender 
     fácilmente que este dictum solo es verdadero a consecuencia del principio 
     que acabamos de enunciar, y que entra, por consiguiente, en nuestra 
     primera regla. El dictum de nullo entra a su vez, bajo la segunda regla. 
     Lo que se niega universalmente de una noción, se niega, también de todo lo 
     contenido en ella, porque esta noción que contiene en si otras, no es más 
     que un signo que ha sido extraído de ellas. Ahora bien, lo que contradice 
     este signo contradice también las cosas a que se refiere: luego aquello 
     que contradice la noción superior debe también contradecir las inferiores 
     contenidas bajo ella.
          3. De los raciocinios racionales puros y de los mixtos. Todos sabemos 
     que hay raciocinios inmediatos, puesto que puede conocerse inmediatamente, 
     sin término medio, la verdad de un juicio partiendo de otro. Estas clases 
     de raciocinios no son racionales. Así, por ejemplo, de la proposición: 
     Toda materia es variable, se sigue inmediatamente que lo que es invariable 
     no es materia. [246] Los lógicos admiten muchas especies de raciocinios 
     inmediatos: los principales son, sin duda alguna, aquellos que se 
     verifican mediante una conversión lógica o por la contraposición.
          Cuando un raciocinio racional solo tiene lugar mediante tres 
     proposiciones, según las reglas dadas para toda clase de raciocinios 
     racionales, se llama raciocinio racional puro (ratiocinium purum), pero si 
     solo es posible con la condición de que haya en él más de tres juicios 
     unidos entre sí para formar una conclusión, se llama entonces mixto 
     (ratiocinium hibridum). Supongamos que entre tres proposiciones 
     principales sea necesario intercalar una consecuencia inmediata, y que 
     haya por consiguiente, necesidad de una proposición más de las que exige 
     un raciocinio racional puro, entonces el raciocinio es híbrido. 
     Supongamos, por ejemplo, que uno razona de la manera siguiente:
          Nada de lo que es corruptible es simple; por consiguiente nada 
     corruptible es simple.
          Pero el alma humana es simple:
          Luego el alma humana no es corruptible.
          Este no sería un raciocinio racional compuesto propiamente hablando, 
     porque un raciocinio compuesto debe formarse de muchos raciocinios [247] 
     racionales; mientras que este contiene, además de lo exigido para un 
     raciocinio racional, una conclusión inmediata obtenida por la 
     contraposición, y encierra por tanto cuatro proposiciones.
          Pero en caso que no hubiera más que tres juicios expresados, si la 
     consecuencia no podía sacarse de estos juicios sino mediante una 
     conversión lógica legítima, una contraposición o cualquier otro cambio 
     lógico verificado en una de las premisas; este raciocinio racional sería 
     también híbrido; porque no se trata aquí de lo que se dice, sino de lo que 
     es necesario pensar para que el raciocinio sea legítimo. Sea el raciocinio 
     siguiente:
          Nada corruptible es simple;
          El alma humana es simple:
          Luego es incorruptible.
          Este raciocinio no es legítimo en su consecuencia sino en tanto que 
     pueda decir, convirtiendo legítimamente la mayor: Nada corruptible es 
     simple, por consiguiente nada simple es corruptible. El raciocinio queda, 
     por tanto, siempre mixto, porque la fuerza de la conclusión se funda en la 
     introducción secreta de esta consecuencia inmediata, que se la debe tener 
     por lo menos en el pensamiento, si no se la enuncia. [248]
          4.Lo que se llama primera figura del silogismo no contiene mas que 
     raciocinios racionales puros, y los otros tres raciocinios racionales 
     mixtos. Si un raciocinio racional se forma inmediatamente según una de las 
     dos reglas supremas, expuestas más arriba, entonces se verifica siempre en 
     la primera figura. La regla primera está concebida en estos términos: Un 
     signo B de un signo C de una cosa A es un signo de la cosa misma. De aquí 
     tres proposiciones.
                                  C                B
           C tiene por signo a B.=Lo que es racional es espíritu;
                           A                  C
           A tiene por signo a C.=El alma humana es racional;
                                    A                     B
           Luego A tiene por signo a B.=Luego el alma humana es espíritu.
          Es fácil dar otras explicaciones semejantes de esta regla, como 
     también de la de los raciocinios negativos, y convencerse que, si estos 
     raciocinios están conformes, pertenecen siempre a la de la primera figura: 
     puedo, pues, dispensarme [249] de entrar en detalles que serían 
     fastidiosos.
          Concíbese fácilmente también que estas reglas de los raciocinios 
     racionales no exigen que se intercale entre estos juicios una conclusión 
     inmediata sacada de uno o de otro, para que el argumento sea concluyente; 
     lo que patentiza que el raciocinio racional en la primera figura es puro.

     No puede haber en la primera figura mas que raciocinios mixtos (híbridos).
          La regla de la segunda figura es la siguiente
          Lo que repugna al signo de una cosa, repugna también a la cosa misma. 
     Esta proposición sólo es verdadera, porque aquello a que repugna un signo, 
     repugna también a este signo; pero lo que repugna a un signo repugna 
     también a la cosa misma, luego repugna a la cosa aquello a que repugna un 
     signo de una cosa. Es, pues, evidente que solo porque yo puedo convertir 
     simplemente la mayor como proposición negativa, es por lo que la 
     conclusión es posible mediante la menor. Esta conversión debe, pues, ir 
     entendida: de otro modo las premisas no tendrían conclusión. Pero la 
     proposición obtenida por la [250] conversión, es una consecuencia 
     inmediata de la primera; y como esta proposición está intercalada en las 
     premisas, el raciocinio racional comprende cuatro juicios, y por 
     consiguiente es un raciocinio híbrido. Si yo digo, por ejemplo:
          Ningún espíritu es divisible;
          Toda materia es divisible;
          Luego ninguna materia es espíritu.
          Raciocinio legítimamente; solo la fuerza del raciocinio hace que de 
     la primera proposición Ningún espíritu es divisible, se deduzca, por una 
     consecuencia inmediata, esta otra proposición: Luego nada divisible es 
     espíritu; y, por consecuencia de esto, la conclusión es legítima, según la 
     regla general de todo raciocinio racional. Pero como el argumento no 
     concluye sino en virtud de la consecuencia inmediata que se haya 
     intercalado en las premisas, esta consecuencia forma parte de él, y el 
     raciocinio comprende los cuatro juicios siguientes:
          Ningún espíritu es divisible, y
          (Por consiguiente nada divisible es espíritu);
          Pero toda materia es divisible;
          Luego ninguna materia es espíritu. [251]

     La tercera figura del silogismo solo puede contener raciocinios racionales 
     mixtos.
          La regla de la tercera figura es la siguiente:
          Lo que conviene o repugna a una cosa conviene o repugna también a 
     algunas de las contenidas bajo otro signo de esta cosa. Esta proposición 
     solo es verdadera porque puede convertirse (per conversionem logicam) el 
     juicio en que se dice que otro signo conviene a esta cosa; lo que hace que 
     la operación conforme con la regla de todo raciocinio racional. Sea, por 
     ejemplo:
          Todos los hombres son pecadores;
          Pero todos los hombres son racionales:
          Luego algunos seres racionales son pecadores.
          Solo existe aquí raciocinio porque se puede concluir, mediante una 
     conversión per accidens partiendo de la menor, de la manera siguiente: Por 
     consecuencia, algunos seres racionales son hombres. Entonces se comparan 
     las nociones según la regla de todo raciocinio racional, pero solo 
     mediante una conclusión inmediata intercalada, lo que da el raciocinio 
     híbrido siguiente:
          Todos los hombres son pecadores;
          Pero todos los hombres son racionales, y [252]
          Por consiguiente algunos seres racionales son hombres;
          Luego algunos seres racionales son pecadores. Esto mismo es fácil de 
     reconocer en los raciocinios negativos de esta figura; pero no me detendrá 
     más, para mayor brevedad.

     La cuarta figura solo puede contener raciocinios racionales mixtos.
          El modo de concluir en esta figura es tan poco natural, y se funda 
     sobre un número tan considerable de consecuencias intermediarias posibles, 
     que deben concebirse como intercaladas, que la regla general que podría 
     dar sobre esto, sería muy oscura y poco inteligible. Me limitaré, pues, a 
     decir con qué condiciones puede haber en ella conclusión. Los raciocinios 
     racionales negativos de esta especie, solo concluyen cuando le puede 
     cambiar, sea por conversión lógica, sea por contraposición, el lugar de 
     los extremos, y cuando se puede por consiguiente pensar después de cada 
     premisa su conclusión inmediata, de manera que estas conclusiones tengan 
     la relación que deben tener en general en un raciocinio racional en 
     virtud, de la regla común. Pero demostraré que [253] no son posibles los 
     raciocinios afirmativos en la cuarta figura. El raciocinio racional 
     negativo, tal como debe ser propiamente concebido, se hace del modo 
     siguiente.
          Ningún imbécil es sabio;
          (Por consiguiente ningún sabio, es imbécil)
          Algunos sabios son piadosos,
          (Por consiguiente, algunos hombres piadosos son sabios):
          Luego algunos hombres piadosos no son imbéciles.
          Sea un silogismo de la segunda especie (afirmativo)
          Todo espíritu es simple;
          Todo lo que es simple es incorruptible:
          Luego alguna cosa incorruptible es espíritu.
          Es evidente que el juicio de conclusión tal cual está aquí concebido, 
     no puede en manera alguna derivarse de las premisas. Se ve esto fácilmente 
     cuando se le compara con el término medio. No puedo decir: Alguna cosa 
     incorruptible es espíritu; en efecto, de que sea simple, no por esto es un 
     espíritu. Además, no pueden disponerse las premisas por ningún cambio 
     lógico posible de tal modo, que la conclusión, o cualquier otra 
     proposición de que esta se desprende [254] como una consecuencia 
     inmediata, pueda ser derivada, si los extremos han de tener su lugar en 
     todas las figuras según la regla invariable, y un lugar tal que el término 
     mayor esté en la premisa mayor, y el menor en la menor(14). Y aunque 
     cambiando enteramente el lugar de los extremos, de modo que, el que antes 
     era el mayor se convierta en el menor y recíprocamente, y sea posible 
     deducir una proposición de donde se deduzca la conclusión dada; es sin 
     embargo necesario en este caso verificar una transposición total de las 
     premisas, y el pretendido raciocinio racional de la cuarta figura, 
     contiene los materiales que deben servir para la conclusión, mas no para 
     la forma: no hay en ella por tanto, según el orden lógico, raciocinio 
     racional en el que sea posible la división de las cuatro figuras; lo cual 
     es muy diferente en el raciocinio negativo de la misma figura. Se podrá, 
     pues, decir:
          Todo espíritu es simple:
          todo lo que es simple es incorruptible: [255]
          (Por consiguiente, todo espíritu es incorruptible):
          Luego alguna cosa incorruptible es espíritu. Esta conclusión es 
     perfectamente legítima; pero semejante raciocinio se distingue del que se 
     haría en la primera figura, no por el lugar diferente del término medio, 
     sino en que ha cambiado el orden de las premisas(15) 
     , así como el de los extremos, en la conclusión. Pero esto no constituye 
     el cambio de la figura. Se encuentra una falta parecida en el lugar citado 
     de la Lógica de Crusius, en donde el autor cree haber concluido 
     naturalmente la cuarta figura, a consecuencia de esta libertad de hacer la 
     transposición de las premisas. ¿No es algo vergonzoso para un espíritu 
     superior, tomarse tanto trabajo para mejorar una cosa inútil? Lo mejor que 
     podría hacerse en esto, no es mejorar, sino aniquilar.
          5. La división lógica de las cuatro figuras, del silogismo es una 
     sutileza falsa. No puede dejarse de convenir en que la conclusión es 
     legítima [256] en estas cuatro figuras. Pero es incuestionable que, a 
     excepción de la primera, no determinan la consecuencia sino por un rodeo y 
     por medio de proposiciones intercaladas y de raciocinios inmediatos, y que 
     sería posible la misma conclusión en la primera figura con ayuda del mismo 
     término medio, por un raciocinio puro y sin el auxilio de conclusiones 
     inmediatas. Podríase, por tanto, asegurar que las tres últimas figuras son 
     completamente inútiles, pero no son falsas. Juzgarase, sin embargo, de 
     diferente modo, si se atiende al fin que los lógicos se han propuesto al 
     inventar y exponer estas figuras. Si se tratase de envolver una multitud 
     de raciocinios en juicios principales, de tal modo que si se expresaban 
     algunos fuesen otros sobreentendidos, y se necesitase mucho arte para 
     juzgar sobre su conformidad con las reglas del raciocinio, se podrían en 
     tal caso inventar, no precisamente muchas figuras, sino también muchos 
     raciocinios, enigmáticos que serían otros tantos quebraderos de cabeza. 
     Pero el fin de la lógica no es envolver las ideas, sino, por el contrario, 
     desenvolverlas, exponerlas de una manera evidente y no enigmática. Estas 
     cuatro especies de raciocinios deben, por lo tanto, ser simples, sin [257] 
     mezcla, y sin conclusión tácita accesoria: de otro modo no se les podría 
     reconocer el derecho de anunciarse en un tratado de lógica como fórmula de 
     la exposición más clara de un raciocinio racional. También es cierto que 
     hasta ahora los han mirado todos los lógicos como raciocinios racionales 
     simples, sin pensar que fuese necesario introducir en ellos otros juicios. 
     De otro modo no les hubieran concedido, por decirlo así, el derecho de 
     ciudadanía. Las tres últimas figuras son, por consiguiente, verdaderas 
     como reglas del raciocinio racional en general, pero es falso que 
     contengan un raciocinio simple y puro. Esta irregularidad que cree tener 
     derecho a oscurecer las ideas, siendo así que la lógica tiene, por fin 
     propio reducirlo todo a la especie más sencilla de conocimiento, es tanto 
     mayor cuanto se necesita recurrir a un número más considerable de reglas 
     particulares (teniendo cada figura necesidad de reglas especiales) para no 
     estrellarse al dar algún respingo. De hecho, jamás se ha dispensado más 
     atención a una cosa tan inútil. Los modos posibles en cada figura, 
     indicados con palabras extravagantes que contienen al mismo tiempo letras 
     misteriosas, sirven para facilitar a la conversión de los modos de las 
     [258] tres últimas figuras en los de la primera, serán en el porvenir un 
     monumento curioso de la historia del espíritu humano, cuando algún día el 
     moho de la antigüedad admire y aflija con sus industriosos y vanos 
     esfuerzos a una posteridad más ilustrada.
          Fácil es también descubrir el primer motivo de esta sutileza. El que 
     transcribió primero un silogismo en tres proposiciones unas debajo de 
     otras, lo consideró como un juego de ajedrez, y quiso averiguar cuál sería 
     el resultado de la transposición del término medio. Quedó tan sorprendido 
     al notar que tenía siempre un sentido racional, como aquel que encuentra 
     un anagrama en un nombre. No era menos pueril el regocijarse por uno de 
     estos descubrimientos que por el otro, sobre todo olvidando que nada nuevo 
     resultaba de esto para la claridad, sino por el contrario, un aumento de 
     oscuridad. Tal es, sin embargo, la naturaleza del espíritu humano: es útil 
     y cae en necedades, o emprende temerariamente grandes cosas y forma 
     castillos en el aire. Entre los pensadores, unos trabajan sobre el número 
     666, otros sobre el origen de los animales y de las plantas o sobre los 
     secretos de la providencia. El error en que todos caen es de gusto muy 
     diferente; [259] lo cual no es más que una consecuencia de la diferencia 
     de espíritu.
          El número de asuntos que merecen ser tratados aumenta cada día; y muy 
     pronto será muy débil nuestra capacidad y muy corta nuestra vida para 
     aprender solo la parte más útil. Las riquezas que se trata de adquirir son 
     muy abundantes para no despreciar una infinidad de bagatelas inútiles. 
     Hubiera sido preferible no haberlas adoptado nunca.
          Me engañaría mucho si creyese que de un trabajo de algunas horas 
     podría derivar un coloso que oculta su cabeza en las nubes de la 
     antigüedad y cuyos pies son de arcilla. Mi objeto es únicamente decir por 
     que soy tan lacónico en mi lógica, donde no puedo tratarlo todo según mi 
     modo de ver, obligado como estoy, por el contrario, a hacer muchas cosas, 
     para conformarme con el gusto dominante: el tiempo que gano es solo con el 
     fin de emplearlo en la adquisición real de conocimientos más útiles.
          Hay además otra utilidad, no la silogística, a saber, que por medio 
     de esta se puede vencer en una disputa a un adversario respetable; pero 
     como esto mira a la atlética de los sabios, arte que, por otra parte, 
     puede ser muy útil, aunque [260] no sea muy ventajoso para la verdad, no 
     me ocupo de ella en este lugar.
          6. Observaciones finales. Sabemos ya que las reglas supremas de todos 
     los raciocinios racionales conducen inmediatamente a la disposición de las 
     nociones que constituyen la primera figura; que todas las demás 
     transposiciones de término medio no dan una conclusión legítima sino en 
     cuanto conducen, por consecuencias inmediatas fáciles, a proposiciones 
     enlazadas entre sí según el orden sencillo de la primera figura; que solo 
     puede concluirse de una manera sencilla y sin confusión en esta primera 
     figura, porque solo ella, contenida siempre de una manera secreta en un 
     raciocinio racional por consecuencias ocultas, tiene la virtud de 
     concluir; y el cambio de posición de las nociones no hace más que 
     ocasionar un rodeo más o menos grande que es necesario recorrer para 
     apercibir la conclusión; por último, que la división de las figuras en 
     general, en cuanto deben sostener raciocinios puros y sin mezcla de 
     juicios intercalados, es falsa o imposible.
          La explicación que acabamos de dar muestra muy claramente, para que 
     podamos dispensarnos de insistir sobre este punto, cómo nuestras reglas 
     [261] fundamentales universales de todo raciocinio racional contienen al 
     mismo tiempo las reglas particulares de la primera figura; y cómo, 
     partiendo de la conclusión dada y del término medio, se puede referir todo 
     raciocinio racional de una de las tres últimas figuras a un modo de 
     conclusión simple de la primera, sin dar de esta manera por los medios 
     inútiles de las fórmulas de la reducción, de modo que pueda concluirse por 
     la conclusión misma o por una proposición de donde aquella se deduzca por 
     una consecuencia inmediata.
          No terminaré este pequeño trabajo sin añadir algunas observaciones 
     que podrán en adelante tener su utilidad.
          1.ª Una noción lúcida no es posible sino mediante un juicio, así como 
     una noción completa no es posible sino mediante un raciocinio racional. Es 
     necesario, en efecto, para que una noción sea lúcida, que yo conozca 
     alguna cosa como signo o carácter de otra. Pero esto constituye un juicio. 
     Para que haya lucidez en mi noción de cuerpo, me represento la 
     impenetrabilidad como un carácter claro de esta noción. Ahora bien, esta 
     representación no es otra cosa que, este pensamiento: Un cuerpo es 
     impenetrable. Solo falta [262] notar aquí que este juicio no es la misma 
     noción clara, sino el acto mediante el cual llega esta a ser real: porque 
     la idea que resulta de este acto relativamente a la cosa misma, es lúcida. 
     Fácil es hacer notar que no es posible una noción perfecta sino mediante 
     un raciocinio racional; basta recordar lo dicho en el párrafo 1.º de esta 
     disertación. Podría también llamarse noción lúcida a aquella cuya claridad 
     resulta de un juicio, y noción completa a aquella cuya lucidez resulta de 
     un raciocinio racional. Si la perfección es de primer grado, el raciocinio 
     racional es simple; si es de segundo o de tercero, solo es posible 
     mediante una serie de raciocinios que enlaza el entendimiento bajo la 
     forma de un sorites. Esta observación pone de manifiesto un vicio esencial 
     de la lógica, tal como se la trata comúnmente, puesto que se hace en ella 
     cuestión de las nociones claras y perfectas antes de tratar de los juicios 
     y de los raciocinios, por mas que los primeros no sean posibles sino 
     mediante los segundos.
          2.ª No es menos evidente que la integridad de las nociones no exige 
     otra propiedad que la lucidez (puesto que la misma capacidad es la que 
     reconoce alguna cosa como signo mediato de otra cosa, y este signo otro 
     además que [263] se emplea por consiguiente para pensar la cosa por medio 
     de un signo lejano) es igualmente claro que el entendimiento y la razón, 
     es decir, la facultad de conocer lúcidamente y la de formar raciocinios 
     racionales, no son capacidades fundamentales diferentes; ambas se reducen 
     a la facultad de juzgar; solo que, cuando se juzga inmediatamente, se 
     razona.
          3.ª Resulta, por último, de lo precedente, que la capacidad en prensa 
     de conocer se funda absoluta y únicamente en la de juzgar. Por 
     consecuencia, cuando un ser puede, juzgar, posee la facultad suprema de 
     conocer. Si se está autorizado para negarle ésta, es que no puede juzgar. 
     Por haber despreciado estas consideraciones, es por lo que ha reconocido a 
     los animales un sabio célebre, nociones lúcidas. Un buey, se dice, posee 
     también en la vida de su establo una representación clara de uno de los 
     signos o caracteres del establo mismo, de la puerta: tiene, por tanto, una 
     noción lúcida del establo. Fácil es de notar la confusión que aquí reina. 
     La lucidez de una noción no consiste en la representación clara de aquello 
     que es el signo de una cosa, sino en que el signo de una cosa sea 
     reconocido como tal signo de la cosa misma. La puerta forma seguramente 
     [264] parte del establo, y puede servirle de signo; pero solo el que forme 
     este juicio: Esta puerta: forma parte de este establo, tendrá una noción 
     lúcida del departamento, y este juicio no está seguramente al alcance de 
     la facultad del animal.
          Puede irse aun más lejos, y decir que hay una diferencia total entre 
     distinguir unas cosas de otras, y conocer la diferencia de las cosas. El 
     último acto solo es posible mediante juicios, y no puede ser hecho por 
     ningún animal irracional. La distinción siguiente puede ser de gran 
     utilidad. Distinguir lógicamente, es conocer que A no es B, lo cual solo 
     tiene lugar mediante un juicio negativo; distinguir físicamente, es ser 
     conducido a verificar acciones diferentes por representaciones diversas. 
     El perro distingue la carne del pan, porque es afectado de una manera 
     diferente (diferentes causas ocasionan sensaciones diferentes), y la 
     sensación debida al primero es en el perro la razón de un deseo diferente 
     del que resulta de la sensación debida al segundo(16), por [265] 
     consecuencia del lazo natural de las inclinaciones y de las 
     representaciones. Esto proporciona ocasión de meditar sobre la diferencia 
     esencial entre los animales racionales y los irracionales. Si se pudiese 
     conocer lo que constituye la facultad secreta, mediante la cual es posible 
     el juicio, podría resolverse la cuestión.
          Mi opinión actual es que esta facultad o capacidad no es otra cosa 
     que la del sentido íntimo, es decir, la de hacer de sus, propias 
     representaciones el objeto de sus pensamientos. Esta facultad no puede 
     derivarse de otra; es fundamental en el sentido propio de la palabra, y 
     sólo puede pertenecer, como he indicado anteriormente, a los seres 
     racionales. Pero es la base de toda facultad cognoscente superior. 
     Concluye de una manera que debe agradar a los que aman la unidad de los 
     conocimientos humanos. Todos los juicios afirmativos están sometidos a una 
     fórmula general de conformidad: (Cuilibet subjecto competit prœdicatum 
     ipsi non oppositum). Todos los raciocinios racionales afirmativos están 
     sometidos a la regla. (Nota notœ est nota rei ipsius); todos los 
     raciocinios racionales están igualmente sometidos a esta otra regla 
     (Oppositum notœ opponitur rei ipsi). Todos los juicios sometidos 
     inmediatamente [266] a las proposiciones de conformidad o de 
     contradicción, es decir, aquellos en que ni la identidad ni la oposición 
     es percibida por signo alguno intermediario por consiguiente; ni por medio 
     del análisis de las nociones, sino inmediatamente, son juicios 
     indemostrables; aquellos, por el contrario, en que la identidad y la 
     oposición puede ser conocida mediatamente, son demostrables. El 
     conocimiento humano está lleno de esta clase de juicios indemostrables. 
     Algunos preceden siempre a esta definición, cuando para poder definir se 
     presenta como signo alguna cosa correspondiente, a lo que se conoce 
     primera e inmediatamente en el objeto. Los filósofos que proceden como si 
     no hubiese mas verdades fundamentales indemostrables que una sola, se 
     engañan. No se engañan menos los que conceden muy ampliamente el carácter 
     de proposiciones primeras a otras que no lo merecen.
     FIN




     Notas
     1.       en el original (N. del E.). 


     2.       [stoé] en el original (N. del E.). 


     3.      Vivía la primera en mitad del siglo III de nuestra era. 


     4.      La fe un es una fuente especial de conocimiento; es una especie de 
     creencia imperfecta con conciencia. Se distingue cuando se considera 
     circunscrita a cierta especie de objetos (que no pertenecen más que a la 
     fe) de la opinión, no por el grado sino por el respecto que tiene, como 
     conocimiento, con la acción. Así por ejemplo, que el comerciante debe para 
     terminar un negocio, no solamente opinar que tendrá ganancia en él, sino 
     creerlo así: es decir, que su opinión acerca de la empresa, es suficiente, 
     aunque de ella no tenga certeza. Por donde si tenemos conocimientos 
     teóricos (de lo sensible) en los que podemos llegar a la certeza, y por 
     tanto a todo lo que se puede denominar conocimientos, humanos, este 
     conocimiento debe ser posible. Nosotros poseemos también conocimientos de 
     esta especie, y aun perfectos a priori en las leyes prácticas; mas estas 
     leyes se fundan sobre un principio supra-sensible (el de la libertad), y 
     en nosotros mismos como principio de la razón práctica. Mas esta razón 
     práctica es una causalidad, por lo que toca a un objeto igualmente 
     supra-sensible, el soberano bien, el cual no podemos conseguir en el mundo 
     sensible. No obstante, la naturaleza como objeto de nuestro conocimiento 
     teórico, debe diferir de esto; porque la consecuencia o efecto de este 
     principio lo debemos, pues hallar en el mundo sensible.
          Debemos, pues, tratar del modo de realizar ente fin.
          Hallamos también en el mundo sensible las señales de un orden 
     racional, y creemos que la causa cósmica obra también con sabiduría moral 
     como el soberano bien. Hay en esto una creencia que basta para la acción; 
     es decir, hay fe. Por donde si nosotros no tenemos necesidad de esta fe 
     para obrar de conformidad con las leyes morales, puesto que estas nos las 
     suministra únicamente la razón práctica, tenemos necesidad de admitir una 
     sabiduría suprema como objeto de nuestra voluntad moral, y conforme a este 
     objeto debemos regular nuestros fines por separado de las leyes de 
     nuestras acciones. Aunque no hay ninguna relación objetiva y necesaria de 
     este bien con nuestro libre arbitrio, él es, sin embargo, el objeto 
     subjetivamente necesario de una recta voluntad (aun humana), y la fe que 
     puede alcanzar este objeto, es necesaria para este efecto.
          Entre la adquisición de un conocimiento por experiencia (a 
     posteriori) y la adquisición de un conocimiento por medio de la razón (a 
     priori) no hay medio. Mas entre el conocimiento de un objeto y la simple 
     suposición de su posibilidad, hay un medio, a saber, una razón empírica, o 
     una razón racional de admitir esta posibilidad por lo que toca a la 
     extensión necesaria del campo de objetos posibles por separado de aquellos 
     cuyo conocimiento está a nuestro alcance. Esta necesidad no tiene lugar 
     más que en este sentido, puesto que el objeto es conocido como 
     prácticamente necesario y por medio de la razón práctica; porque siempre 
     es cosa accidental el admitir algo en favor de la extensión del 
     conocimiento teórico.
          Esta suposición prácticamente necesaria de un objeto, es la de la 
     posibilidad del soberano bien como objeto del libre arbitrio, y por tanto, 
     también la suposición de la condición de esta posibilidad (Dios, la 
     libertad y la inmortalidad). Tal en la necesidad subjetiva de admitir la 
     realidad del objeto a causa de la determinación necesaria de la voluntad. 
     Tal es el casus extraordinarius sin el cual no puede subsistir la razón 
     práctica, con respecto a su fin necesario, y hay lugar aquí de reconocer 
     por su medio un favor necesario en su propio juicio. Por medio de esta 
     suposición no podemos adquirir ningún objeto; no podemos más que rechazar 
     el obstáculo que ofrezca la aplicación de esta idea que lo pertenece 
     prácticamente. Esta fe es la necesidad de admitir la realidad objetiva de 
     una noción del soberano bien es decir, la posibilidad de su objeto como 
     necesario a priori del libre arbitrio. Mas si queremos por medio de 
     acciones, ponernos en posesión del fin posible, debemos en este caso 
     admitir que este fin es absolutamente posible. Yo puedo solamente decir: 
     Me veo obligado por mi fin, según las leyes de la libertad, a reconocer 
     posible un soberano bien en el mundo, mas yo no puedo obligar a ninguno 
     otro por medio de razones (la fe es libre).
          La fe racional no puede, pues, jamás dar como resultado el 
     conocimiento teórico; porque en toda ella no hay más que opinión en donde 
     la creencia es objetivamente insuficiente. Esta fe racional es simplemente 
     una suposición de la razón bajo un respecto subjetivamente práctico, pero 
     absolutamente necesario. La intención conforme a leyes morales, conduce a 
     un objeto determinable por la razón pura. La suposición de la realización 
     posible de este objeto, y por tanto de la realidad de la causa propia para 
     producir este efecto, es una fe moral, o una creencia libre, pero 
     necesaria, en el objeto moral de cumplir sus fines.
          La confianza en la fidelidad del cumplimiento de las promesas es 
     propiamente la fe subjetiva, que tiene dos partes que contratan ambas, que 
     cumplirán su promesa. Confianza y creencia que tienen lugar, la primera 
     cuando está hecho el pacto; la segunda cuando se debe concluir.
          Siguiendo esta analogía, la razón práctica es en cierto modo el 
     promittente; el hombre, aquél a quien la promesa se hace, y el bien 
     alcanzado por medio de la acción, la cosa prometida. 


     5.      Esta convicción práctica es, pues, la fe moral de la razón, que 
     solo se denomina fe, en el más estricto sentido de la palabra; fe, que 
     debe ser opuesta al sabor y a toda convicción teórica o lógica en general, 
     puesto que ella no puede elevarse jamás hasta el saber. La fe histórica, 
     por el contrario, no debe distinguirse, según dejamos dicho, del saber, 
     puesto que con como una especie de creencia teórica o lógica, puede aun 
     llegar al saber. Podemos admitir una verdad empírica sobre el testimonio 
     de otra con la misma certidumbre que si hubiéramos llegado a ella por 
     hechos de propia experiencia. Si hay algún engaño en la primera especie de 
     saber empírico, hay el mismo en la última.
          El saber empírico histórico o mediato descansa sobre la certeza de 
     los testimonios. Para que un testimonio sea admisible, es necesario que 
     sea auténtico e íntegro. 


     6.      A esto es a lo que no llama comprensión y extensión de las ideas. 
     (N. d. T.) 


     7.      Ha hecho ver esto más claramente Kant en su respuesta a Eberhad 
     (Ueber síne Enideckung, etc), 2.ª edic., p. 26, nota. 


     8.      Por ejemplo; todos los planetas describen una elipse. Puede 
     decirse, sin embargo, que la idea general es la comprensión de la idea 
     universal, mientras que esta es la extensión de aquella. V. Krug. Log., p. 
     158 (N. d. T.) 


     9.      Lo cual quiere decir que hay proposiciones universales en la 
     expresión, pero que, en el pensamiento están sujetas a excepciones reales 
     o posibles (N. d. T). 


     10.      Es decir. que proposiciones particulares en cuanto a la 
     expresión, pueden ser en realidad universales. Lo cual sucede siempre que 
     la proposición es indefinida y su materia necesaria. La proposición 
     indefinida en materia contingente, es unas veces universal y otras 
     particular, según la naturaleza de las cosas (N. d. T. f.). 


     11.      Porque dos proposiciones particulares no pueden formar un 
     raciocinio. Véase lo dicho anteriormente, regla 7.ª 


     12.      Por la citada regla 7.ª 


     13.      En la partición da una idea, se enumeran las ideas elementales, 
     se da a conocer su comprehensión; en la división se enumeran, por el 
     contrario, las especies (lógicas o reales) contenidas en la idea como 
     género. La primera operación so aproxima más a la definición y al juicio 
     analítico que la segunda. (N. d. T. F.) 


     14.      Fúndase esta regla en el orden sintético, según el cual, el signo 
     lejano se compara primero con el sujeto, y después con el más próximo. Sin 
     embargo, por arbitrario que pueda ser este orden se hace inevitablemente 
     necesario cuando se quieran obtener cuatro figuras. Porque si es 
     indiferente que se coloque el predicado de la conclusión en la mayor o en 
     la menor, no se distingue absolutamente la primera figura de la cuarta. 
     Una falta análoga se encuentra en la Lógica de Crusius, p. 600, 
     Observación. 


     15.      Porque si una proposición es mayor porque contiene el predicado 
     de la conclusión, entonces en cuanto concierne a la conclusión propia que 
     se deduce inmediatamente de las premisas, es la mayor la segunda 
     proposición, y la primera la menor. Pero en este caso no hay conclusión 
     definitiva, según la primera figura, sino va cuanto la conclusión es 
     sacada por medio de una conversión lógica de la proposición que sigue 
     inmediatamente al juicio tácito.


     16.      Es éste un hecho de la mayor importancia, y que no debe perderse 
     de vista en el examen de la naturaleza animal. No percibimos en los 
     animales nada mas que actos exteriores, cuya diferencia solo indica en 
     ellos distintas determinaciones de deseo. No puede concluirse que 
     semejante acto de conocimiento proceda en un sentido íntimo, aun 
     admitiendo que tengan conciencia de la conformidad o disconformidad de lo 
     que se puede encontrar en una sensación con lo que se puede encontrar en 
     otra, y que juzguen en consecuencia. 
               

     

 

 

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Revisado: 18 de Junio de 2004 .

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