Capitalismo senil, narcomafias y crisis civilizatoria
Entrevista a Jorge Beinstein

Karina Moreno

 

¿Qué son las narcomafias y qué relación tienen con la economía mundial?
Existen dos formas de aproximarnos al tema; la primera consiste simplemente en hacer las cuentas del capital que maneja la narcomafia a nivel mundial. Según cálculos hechos por Naciones Unidas sobre lo que significa todo el negocio mafioso ilegal strictu sensu, hacia fines del decenio pasado, éste representaba un billón de dólares ; si a esto sumábamos todos los otros negocios legales o semilegales controlados por las mafias, se llegaba a los 3 billones de dólares , cifra que equivalía a algo menos del 10 por ciento del producto bruto mundial.
En segundo lugar, podemos analizar la narcomafia desde la lógica del capitalismo y preguntarnos por qué el fenómeno aparece ahora con tanta importancia. Para comprender la evolución del proceso más general de desaceleración del crecimiento de la economía mundial, debemos remontarnos al decenio de los setenta y sobre todo al del ochenta, cuando la rentabilidad de los negocios productivos comienza a mostrar una persistente caída, tendencia que continuará presente en el transcurso de estos últimos treinta años, cuando surgen excedentes financieros conseguidos en la esfera de la producción que son cada vez más difíciles de recolocar en el propio sector productivo y se vuelcan entonces a las actividades financieras.
Este segundo escalón (financiero) comienza a desplegarse en este momento, favoreciendo especialmente a una amplia variedad de grandes empresas trasnacionales que compensan la caída en la tasa de ganancia desplazándose hacia las actividades especulativas. Es importante destacar que el crecimiento de la deuda pública cumplió un rol muy importante en los países de alto desarrollo, así como el proceso de financierización de empresas que necesitaron librar papeles al mercado, para conseguir dinero, poder invertir y meterse en la guerra comercial.
El problema es que la expansión del negocio financiero tiene un límite, ya que no es un negocio infinitamente elástico donde pueden colocarse, colocarse y colocarse excedentes indefinidamente. Como ejemplo del nivel más alto al que llega la locura financiera hoy en día tenemos a los llamados negocios con los “productos derivados”, que son encadenamientos de veinte, cincuenta, cien operaciones, que pueden llegar a dar beneficios muy altos. Este tipo de negocios representa, actualmente, el doble del producto bruto mundial.
En resumen, primero, podemos observar la desaceleración de los negocios productivos y, luego, la expansión de la burbuja financiera, la cual es insuficiente a largo plazo y, por lo tanto, empiezan a aparecer cuellos de botella e incluso problemas en la colocación de los excedentes generados por la propia hipertrofia financiera. Como consecuencia, va abriéndose una tercer área, que es el área que yo llamaría ilegal, semilegal, del pillaje, del saqueo o del negocio mafioso y que tiene por característica que las tasas de beneficios son altísimas, porque se trata de comercios ilegales, pero al mismo tiempo protegidos, como la droga, que es ilegal, pero que cuenta con organismos poderosísimos de control de la oferta, para mantener alto el precio y el negocio de armas que es muy parecido en cuanto a la mecánica. Éstos sí son negocios que rinden el 100 por ciento anual o incluso más.
Por otra parte, el negocio financiero en general y el negocio mafioso operan en la práctica de la economía como un sistema de saqueo de la economía productiva, por lo cual la cifra que daba antes, de 3 billones de dólares , no es un producto de la perversión del capitalismo y tampoco un problema de gobernabilidad o de moralidad, sino de la propia lógica del capitalismo en crisis. Esta crisis emerge de la hipertrofia financiera que tiene como corolario la emergencia de gobiernos mafiosos intrínsecamente relacionados con la esfera económica: las empresas se financian, convirtiéndose en mafiosas, mientras que el poder político se vuelve progresivamente más un poder capturado por la trama financiera y mafiosa.
En el pasado, los republicanos en Estados Unidos estaban convencidos de que ellos representaban los intereses de la alta burguesía y, en consecuencia, del capitalismo norteamericano en general. En este momento, los republicanos encarnan los intereses de sus “amigos” directos, en un proceso de degradación mafiosa del poder. Esta conversión de filiaciones políticas está intrínsecamente relacionada con la financiación de la economía y con el sistema de saqueo mafioso. Presentan buenos ejemplos en este momento de esta degradación Bush en Estados Unidos y Berlusconi en Italia, por no mencionar el caso de Rusia.

¿La crisis económica actual tiene posibilidades de recuperación a largo plazo o es terminal?
Una crisis en el capitalismo juvenil es una crisis muy rápida, de una violencia espantosa, pero que al mismo tiempo tiene elementos para una recuperación rápida. Podemos realizar una analogía con lo que pasa con un niño que tiene una angina pavorosa con fiebre de 40 grados y parece que va a morir, pero al otro día está perfectamente bien y a la semana uno se da cuenta que tiene 3 centímetros más de altura, es decir, estamos frente a una crisis de crecimiento. No obstante, un adulto mayor difícilmente va a tener 40 grados de fiebre; si los tiene, se muere. Suele tener una fiebre baja que se manifiesta en un organismo que tiene un proceso de funcionamiento más lento. Los adultos mayores saben perfectamente lo que tienen, conocen su cuerpo y sus reacciones internas. Aunque tengan una capacidad de control del organismo fabulosa, lo que no pueden evitar después de esa fiebre no muy fuerte es que su organismo quede un poco deteriorado. Si volvemos al funcionamiento de la economía mundial, vemos que Japón no se derrumbó en el año noventa, pero quedó deteriorado. En otras palabras, no hay cómo rehabilitar al Japón productivo, porque necesitaría un planeta cuatro veces mayor que el actual, como para poder absorber la potencia exportadora de ese país y permitir que su economía pueda dinamizarse. Sin embargo, Japón tiene todas las posibilidades para regular su decadencia, incluso ahora, cuando realmente la situación es grave, porque ya no tiene ni el pulmón de los Tigres Asiáticos ni el americano. No obstante, creo que Japón se apresta a caer con dignidad, lo que en otras condiciones y circunstancias hubiera producido un derrumbe económico colosal. En este sentido es que caracterizo la etapa actual como una fase de dominio parasitario total, donde en el horizonte no hay ninguna posibilidad de renovación del capitalismo; se trata de una larga agonía.

¿En qué se diferencia el concepto de imperialismo clásico con el de capitalismo senil?
Desde la perspectiva de la historia económica, hacia fines del siglo XIX se introducen dos elementos muy importantes. Por un lado, occidente llega a tener el gobierno del mundo; si miramos el mapa del año 1900, salvo Japón, el resto del mundo es occidente, colonias de occidente o semicolonias de occidente. Nunca llegó a ser tan importante en el plano territorial el dominio occidental. Al mismo tiempo que se llega a esa situación, empieza a producirse un tiempo antes, desde 1870 más o menos, un proceso en principio de muy pequeña dimensión de financierización del capitalismo. Comienzan entonces a manifestarse tramas financieras que controlan paulatinamente el conjunto del sistema, con la integración de bancos e industrias. Esto empezó a visualizarse como una tendencia importante del capitalismo. Dan cuenta del fenómeno muchos escritos de la época: Hilferding, por ejemplo, así como la reflexión que realiza más en términos económicos y políticos Lenin o el trabajo de Bujarin. Ellos describían la dominación del capital financiero a comienzos del siglo XX, fines del siglo XIX, es decir, el “imperialismo” en el sentido moderno. Este poder financiero emergente, al que Lenin define como capitalismo decadente o degenerado, es presentado en el análisis teórico de Bujarin, por ejemplo, en su trabajo Teoría económica de la clase ociosa, como el desarrollo del capitalismo parasitario rentista, donde los dueños del capital se alejen cada vez más del proceso productivo. Es la imagen de comienzos del siglo XX, porque, si nosotros pensamos actualmente en un rentista, nos imaginamos a un señor que hace una vida muy apacible y que va a cobrar una vez por mes su renta, es decir, un capitalista estable, conservador, parasitario. La imagen actual es otra, porque precisamente lo que caracteriza al capital financiero a diferencia del industrial es que el primero opera con una velocidad mucho mayor que el segundo. Una cultura productiva, así tenga un proceso de producción muy corto, tiene un tiempo de maduración de las inversiones; se tiene por ende una visión por lo menos de mediano plazo. Pero el negocio financiero es un negocio donde no hay más que poner la plata y empezar a recuperarla; no hay nada que esperar del largo plazo. Esta vorágine genera una cultura que no es la del capitalista productivo; es una cultura “cortoplacista” que inevitablemente tiende a romper las normas de la sociedad burguesa. La actividad financiera tiene una tendencia casi “natural” a la ilegalidad, así sea una legalidad que haya impuesto Soros.
Por consiguiente, el personaje que aparece es un aventurero, un especulador sin interés directo en el proceso productivo; lo que le interesa es la rentabilidad trimestral, mensual, semanal, según la velocidad de la transacción. Este es el cáncer en el capitalismo.
Lo que ocurre en el capitalismo a lo largo de todo el siglo XX es un proceso de financiación ascendente, no de manera lineal. No hay un ciclo perfecto que pueda explicarlo; existen sin embargo avances, pero también retrocesos como, por ejemplo, el gran periodo del keynesianismo, donde el proceso de financiación avanza lentamente.
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta fines de los años sesenta y comienzo de los años setenta, observamos, por un lado, una captura de buena parte del sector financiero por los Estados que lo regulan para subsidiar la economía en general y, por otro lado, la subsistencia de un capitalismo productivista. El sistema capitalista, en consecuencia, generó mecanismos de regulación tan fuertes que, cuando entró en crisis –una crisis de sobreproducción–, fueron esos mismos mecanismos de regulación los que provocaron un salto de financiación colosal.
En los años setenta, comienza el proceso de financiación acelerada de la economía y sus derivaciones mafiosas.
Nos encontramos así frente a un “siglo largo” de aproximadamente 120 años de ascenso del capital financiero que empieza por ser el sector emergente, el sector de mayor dinamismo del capitalismo, continúa por ser un sector dominante y termina –siguiendo a Gramsci– por ser hegemónico.
El capitalismo pasa de su infancia a su adolescencia, llega a su madurez –que básicamente es el siglo XIX– y entonces hacia fines de dicho siglo el cáncer parasitario, financiero, empieza a expandirse, a desarrollarse. Para concluir, diría que puede calificarse la época actual como la época donde el parasitismo domina totalmente al organismo; domina totalmente al sistema que deviene senil.

¿Estamos entonces frente a una crisis civilizatoria?
Cualquier sociedad organizada, ya no solamente la sociedad capitalista, tiene elementos parasitarios, incluso existen ciertas teorías que plantean que cierto grado de parasitismo tiene alguna función de compensación, como en los organismos vivientes, que si se eliminan totalmente se precipita la desaparición del equilibrio orgánico. La cuestión es cuándo el componente parasitario empieza a dominar el organismo, cuando cualquier actividad del organismo está controlada casi al milímetro por el núcleo parasitario.
El caso de la Roma Imperial es bien conocido. Existe un punto en el desarrollo general de las civilizaciones conocidas en que el parasitismo empieza a dominar la estructura y a saquear al sector productivo que lo lleva a destruir al propio sistema que lo alimenta.
Para el caso del capitalismo, es necesario incluir al “siglo largo” de financiación dentro de un ciclo mucho mayor, milenario, que nace con las primeras formas de acumulación en el “borde”, en el Mediterráneo. Son esos pequeños embriones de capitalismo que aparecen allí, de carácter “mundial” (en el sentido de “economía-mundo”) con una fuerte componenda comercial, que a partir de ahí empiezan a penetrar en el territorio europeo occidental y central y, al mismo tiempo que hacen eso, van desarrollando un proceso de pillaje, primero el del Mediterráneo oriental, luego el de la Europa extremo-occidental, España, y con una primera entrada en el borde occidental de África. Empieza el proceso de expansión occidental, de pillaje, al mismo tiempo que va desarrollándose el capitalismo. Bueno, ahí comienza la historia, una historia milenaria que cumple o culmina con el máximo posible de dominio territorial a finales del siglo XX, coincide con el inicio del proceso de financiación, llega ahora a su etapa senil.
Esta agonía puede ser muy larga, y yo agrego a eso (vos no me lo preguntaste) que la agonía de este sistema no tiene por qué engendrar automáticamente su superación. En la historia de la humanidad, hay muchos casos de civilizaciones que decaen y no son superadas, incluso el capitalismo en su decadencia tiene mecanismos de regulación y de control, para impedir la superación, para abrazar al planeta y conducirlo hacia una gran barbarie.
Eso es posible, y yo creo que el siglo XX ha sido positivo y negativo a la vez; positivo, porque frente al creciente parasitismo y decadencia del mundo burgués aparecieron rupturas contra el capitalismo; precisamente porque el capitalismo entra en decadencia es que ocurrieron las rupturas rusa, china, cubana, etcétera.

En relación con la pregunta anterior, ¿qué viabilidad tiene la hipótesis de que se trate de una crisis hegemónica y qué posibilidades tiene la recuperación de dicha hegemonía por algún país capitalista central?
El problema grave que plantea el siglo XX es que el capitalismo entró en decadencia, pero no perdió su hegemonía. Esta particularidad hizo que la revolución rusa haya sido una revolución anticapitalista, más allá de las discusiones que hubo hacia el interior de la izquierda respecto de si podía desarrollarse el socialismo en Rusia independientemente del mundo y los que planteaban que Rusia debía ser un elemento decisivo de la revolución proletaria mundial, sin posibilidades de desarrollo autónomo del socialismo.
Cuando uno observa desde una perspectiva histórica a Lenin, a Trotsky, empieza a descubrirse el “occidentalocentrismo” metido en todos ellos, que consideraban que Rusia era un país “atrasado”, no “subdesarrollado”. Si éste último hubiera sido el planteamiento, toda la discusión acerca de las etapas se tira a la basura, porque la revolución en Rusia contra el subdesarrollo fue la revolución contra el capitalismo; desde el comienzo fue una revolución anticapitalista, no una revolución democrática-burguesa. La revolución rusa fue un intento de modernización rompiendo con el capitalismo como sistema mundial, pero que no dio como resultado una cultura superadora del capitalismo, lo que la llevó al fracaso en el largo plazo.
¿Qué va a pasar en el siglo XXI? Diría que hay un elemento fundamental, la senilidad del capitalismo va resquebrajando su hegemonía cultural y entonces existiría la posibilidad de una superación. Existe esa posibilidad, lo cual no quiere decir que eso llegue a ser así. En ese caso, el socialismo vuelve a estar a la orden del día, un socialismo con raíz periférica, liberado de trabas burguesas, plural, profundamente democrático; en suma, la “abolición” (superación) del capitalismo como civilización.

Karina Moreno es politóloga (UBA), Maestra en Estudios Latinoamericanos (UNAM) y actualmente culmina su doctorado en Estudios Latinoamericanos (UNAM).