FRANCISCO MORAZAN


Nahum Valladares y Valladares
Miercoles, 5 de Octubre del 2004

El pasado domingo 3 de octubre se conmemoraron los doscientos doce años del nacimiento del ilustre hijo de Tegucigalpa DON JOSE FRANCISCO MORAZAN QUEZADA, el héroe de la unidad centroamericana, ideal que defendió hasta el último día de su vida cuando la Patria Grande cumplía su mayoría de edad, el 15 de septiembre de 1842.

En la casa propiedad de su padre don Eusebio Morazán Alemán, ganadero y comerciante, vino al mundo el primogénito del hogar que formó cuando don Eusebio apenas contaba con 21 años de edad con la joven Guadalupe Quezada Borjas que al contraer nupcias ya había cumplido sus 27 años de edad.

El 16 de octubre de 1792, ingresó a las filas del cristianismo al recibir las aguas del bautismo en la parroquia de San Miguel Arcángel de manos del cura, vicario y Juez Eclesiástico don Juan Francisco Márquez, siendo su madrina de pila doña Gertrudis Ramírez.

Del matrimonio Morazán-Quezada siguieron al joven José Francisco, Marcelina, Cesárea y Benito quien estudió para sacerdote y fue diputado federal por Tegucigalpa cuando su hermano mayor se desempeñaba como Presidente de la Federación Centroamericana.

Tegucigalpa, siendo Villa, además de ser la cuna del insigne varón, fue el escenario de sus primeros conocimientos cuando siendo un niño de 10 años ingresó a una escuela privada para aprender a leer y escribir y en 1804 asistió junto a veinte y dos jovencitos de la época, incluyendo a su amigo de infancia y compañero de luchas cívicas Joaquín Rivera y Bragas al centro de enseñanza fundado por Fray Santiago de Gabrielín en el Convento de San Francisco donde recibió de parte de Fray José Antonio Murga lecciones de Gramática Latina, clases que un año después se interrumpieron al cerrarse por orden de la autoridad colonial el establecimiento educativo.

Con muchos esfuerzos, el joven Morazán Quezada estudió en los reducidos círculos de enseñanza con entendidos en la materia, matemáticas y dibujo y con el deseo de superarse se colocó como ayudante en la Escribanía de don León Vásquez, ciudadano que tenía a su disposición una de las mejores bibliotecas de la época en su casa de habitación en la Cuesta del Río.

Entre tanto libro, ávido de conocimientos y con una natural vocación por los estudios, Morazán lee textos sobre Derecho Penal, Derecho Civil, Procedimientos y Notariado, conocimientos que después acentúa cuando llega a la biblioteca de don Dionisio de Herrera donde estudia profusamente a Rousseau, Diderot, Montesquieu y D'Alembert y actúa en el Ayuntamiento de Tegucigalpa como ayudante del Secretario del mismo, su pariente político el abogado graduado en Guatemala Dionisio de Herrera.

Sin haber adquirido título de Universidad, FRANCISCO MORAZAN actuó como Abogado llevando asuntos civiles y criminales ante los Tribunales de Justicia que se habían establecido antes de la Independencia y en 1823 se desempeña como Síndico del Ayuntamiento de Tegucigalpa.

Constituyéndose en un buen partido para casarse, joven, altivo, de buenas familias, con un gran futuro en los avatares políticos del naciente Estado al asumir las funciones de Secretario General del gobierno de don Dionisio de Herrera en Comayagua, Morazán selecciona como su esposa a la joven viuda María Josefa Lastiri miembro de una prominente familia de Tegucigalpa y a quien lleva al altar en la Catedral de la capital de la Provincia el 30 de diciembre de 1825. Con la bella tegucigalpense procreó en 1838 a Adela, casada en 1860 con el licenciado hondureño Cruz Ulloa radicado en la capital salvadoreña.

En sus años mozos, primero Morocelí y después su ciudad natal fueron los estrados primarios de su vida pública, pero la casa de sus mayores dejó de ser su centro estelar, Comayagua, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Panamá y Perú le vieron resplandecer en su carrera política y militar, apagándose su brillo en la Costa Rica que trató de rescatar de la dictadura y el separatismo.

Leer la historia de Morazán investigada y escrita por el Padre Vallejo, don Rómulo E. Durón, Rafael Heliodoro Valle, Arturo Mejía Nieto, José Angel Zúñiga Huete, Arturo Humberto Montes, los apuntes biográficos y genealógicos de Juan Bautista Valladares, los perfiles de Medardo Mejía, Jorge Fidel Durón, Miguel R. Ortega, Carlos Roberto Reina, Ernesto Alvarado García, don Esteban Guardiola, estudiar el Pensamiento Político del General Morazán del profesor Becerra los aportes de Rafael Leiva Vivas, las descripciones líricas de Ramón Rosa y Marcos Carías Reyes, los estudios más recientes de Miguel Cálix Suazo y otros investigadores contemporáneos, es la mejor forma de sentir la presencia del Héroe en el pasado y en el presente, porque su estatura de estadista no ha muerto mientras existan las parcelas de la tierra que él soñó unidas en una gran patria en el corazón de América.

Tegucigalpa fue su cuna, Guatemala el solio de su grandeza como estadista, Panamá y Lima su refugio a las persecuciones, Costa Rica su cadalso, San Salvador su morada eterna donde descansan por legado testamentario sus cenizas y toda la dimensión del centro de América, el gran escenario de sus hazañas militares y el pebetero donde se mantuvo encendida con su espada y su pensamiento la llama de la libertad.

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