FRANCISCO MORAZAN

Sueño Centro Americano:

La Revolucion Social

Morazán. Nacido en Tegucigalpa un tres de Octubre de 1792, en una familia de comerciantes criollos de origen italiano, era alto, sonrosado, de gran atractivo físico para las mujeres y de poderoso carisma a la hora de las batallas y de las actividades políticas. El líder indiscutible, a partir de 1829, de los liberales federalistas.

Se dice que el ideal por el que luchó y murió fue el de la unión de Centro América. Esto es engañoso. Centroamérica estaba unida en tiempos de Morazán, quien durante dos períodos, de 1830 a 1838, fue precisamente Presidente de todos los centroamericanos. Pero era una unión sobre bases débiles. Morazán, en todo caso, peleó por mantener a Centroamérica unida.

Al mismo tiempo, cuando quizás lo más fácil hubiera sido proseguir con el sistema tradicional de gobierno heredado de la colonia, luchó, junto a un grupo notable de centroamericanos, por construir un moderno Estado independiente.

Al igual que los ilustrados, Morazán creía en la educación ciudadana como base de ese nuevo Estado. Su gobierno impulsó la formación de un sistema educativo, adoptando el sistema inglés de las escuelas de Lancanster. Para el código de comercio la inspiración provino del Código Livingston, original de Louissiana, en Estados Unidos. Oficiales franceses, de Colombia e Irlanda fueron traídos para organizar un ejército profesional. Los liberales introdujeron al Estado de Guatemala el procedimiento del juicio por jurados, propio de la legislación anglosajona.

El ideal liberal era universalista. La aplicación de sus principios económicos y políticos estaba obrando grandes transformaciones en Europa y los Estados Unidos. Se hacía necesario, por tanto, seguir esos principios, defender e impulsar el libre comercio, proclamar la igualdad de todas las personas ante la ley, establecer una forma democrática de gobierno, con plena separación entre los poderes públicos y suficientes libertades ciudadanas.

¿Fue la de Morazán una revolución inconclusa?

Un Estado moderno y laico chocó con las pretensiones de la alta jerarquía de la Iglesia.

Dado que la separación de España ocurrió pacíficamente, la red del comercio colonial se mantuvo, que era lo deseado por los empresarios tradicionales. Pero el libre comercio desarticuló esa red, aunque a quienes más benefició fue a los comerciantes ingleses de Belice. La burguesía liberal revolucionaria consideraba que el progreso económico venía de la mano de la propiedad privada; esto ponía en entredicho y afectaba las formas de propiedad comunitaria de la Iglesia, los ejidos municipales o los pueblos indígenas.

Además de los problemas ya apuntados contra la consistencia del régimen unionista en un entorno dominado por particularismos, la línea liberal morazanista topó con otra de férrea resistencia, con una trinchera de intereses económicos, sociales e ideologicos sostenidos entre diversos sectores de la población. No en balde, para aquella sociedad tanto tiempo enclaustrada dentro de una sola cultura, todo lo que provenía del exterior era peligroso. Sus diversos opositores consideraron al liberalismo como una imposición extranjerizante. Como tal, alejada de Dios y de las costumbres admitidas.

La Tercera Independencia

En 1832 los exiliados que se refugiaban en la Habana y un contingente armado español invadieron Honduras, y el pabellón de la colonia volvió a ondear en el Castillo de Omoa durante seis meses. Fuerzas federales enviadas por Morazán y un ingente esfuerzo de los hondureños permitieron derrotar a estos invasores y fusilar a sus cabecillas en Comayagua.

Luego de vencida la invasión, las reformas de los morazanistas hondureños se atemperaron.

Empezó a surgir un movimiento separatista que veía en el federalismo liberal el mayor peligro que tanto en lo interno como en lo externo afectaba a Honduras. El dirigente de ese reflujo divisionista hondureño fue Francisco Ferrera.

Morazán había trasladado la capital federal a San Salvador, donde tenía mayor apoyo político que en Guatemala. Ferrera invadió en repetidas ocasiones el territorio salvadoreño, siendo varias veces derrotado por el Presidente Federal. Pero la espina contra los morazanistas era la insurrección de Carrera.

En un principio todos los criollos, conservadores o liberales, todos los habitantes de las ciudades le tuvieron pánico a Carrera. Le llamaban "'el bárbaro". Solicitaron el auxilio de Morazán, incluso le ofrecieron la dictadura con tal de que los librara de tan insólita amenaza. Morazán rechazó los poderes dictatoriales. Pacificó Guatemala, pero fue una impresión falsa. Carrera, con astucia de guerrillero, se limitó a esconder las armas y a difuminar su ejército entre la población campesina. Cuando resurgió los criollos conservadores y hasta una facción liberal corrieron a congraciarse con aquella amenaza, para domesticarla y neutralizarla.

1838 fue el año crítico. Se le cumplía el segundo período a Morazán y sus partidarios hondureños le venían exigiendo una reforma constitucional para seguir dentro de la unión. El documento de las reformas para la República Federal, así como el texto para el Estado de Honduras, ya estaban preparados y la propuesta profundizaba el caracter liberal del régimen pues incluía, por ejemplo, la libertad de cultos. Pero los conservadores y separatistas boicotearon la instalación de una nueva Asamblea Nacional Constituyente que discutiera esas reformas e impidieron la celebración de nuevas elecciones. Morazán cumplió su período y no tenía sustituto.

La Federación ha muerto, expresó sin pudor el Cónsul Chatfield en todos los lugares de reunión de San Salvador. El irlandés John Galindo lo retó a duelo; el fogoso Gerardo Barrios solicitó se le expulsara del país por indeseable. Morazán fue nombrado comandante en jefe de los ejércitos federales. El plazo del Vice-Presidente Federal, el también hondureño Diego Vigil, no había expirado, así que fungía como la autoridad superior. Chatfield le negaba validez a todo eso. Llegó entonces una muy mala noticia: los morazanistas habían sido derrotados completamente por Francisco Ferrera en los Llanos del Potrero, en las inmediaciones de Tegucigalpa.

La solución ya sólo podía ser militar y había que encararla en Guatemala. Morazán entró, triunfador nuevamente, en aquella capital, pero allí percibió que había caído en una trampa. Era de ver y de oír al campesino ejército de Carrera, que los rodeó por todas partes, cuando amanecía recitando el rosario antes de entrar en batalla.

Morazán rompió el cerco y desde El Salvador embarcó hacia Panamá.

El cinco de Noviembre de 1838 y en vista del vacío de poder producido al faltar las autoridades federales, el Congreso del Estado de Honduras denunció el pacto de unidad y declaró al país independiente. Antes lo había hecho Nicaragua, a principios del siguiente año lo haría Costa Rica y finalmente, en 1840, El Salvador, cuando Morazán partió al exilio. Morazán fue fusilado en 1842, en Costa Rica, luego de que se le había investido como Jefe de gobierno de aquel país.

Sus enemigos lograron sublevar a la población atemorizándola con una inminente invasión de todos los demás países del área, ya enemigos de Morazán, cuya presencia significaría, por eso, la perdición de los costarricenses.

El decreto del Congreso emitido el cinco de Noviembre de 1838 significó la tercera y definitiva independencia para Honduras. En Septiembre de 1821 el país se separó de España, en Julio de 1823 de México, pero en ambos acontecimientos lo hizo para formar parte de una patria centroamericana. En 1838 el Estado abandonaba la unión y comenzó su tránsito histórico como nación singular, soberana, sin otra conformación que la de sus propias leyes y sin otra guía que la de sus propios dirigentes.
 

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