HISTORIA DE HONDURAS

Otra primavera congelada

La integración en Centro América dejaba el limbo de los discursos y se precisaba en un proceso económico. La presencia del Presidente John F. Kennedy en San José de Costa Rica, junto a los mandatarios de la región, vinculó este proceso a la Alianza para el Progreso, promovida, en 1961, desde Washington como estímulo al desarrollo.

Tegucigalpa fue la sede del Banco

Centroamericano de Integración, responsable financiero de la moderna unión que, entre otros proyectos, diseñó la infraestructura de la red vial sobre la que habría de discurrir el comercio integrado.

En la década de los años sesenta, con la integración había llegado para Centroamérica el momento de la sustitución de importaciones y de la industrialización. Pero para 1968 se hacían evidentes muchas incongruencias del proceso.

En Septiembre el gobierno decretó Estado de Sitio para controlar una huelga conjunta de empresarios y obreros de San Pedro Sula, en protesta contra un paquete de impuestos que supuestamente enderezaría el camino que seguía la integración económica.

Poco después el Gobierno daba la razón a estas protestas y denunciaba el Tratado Centroamericano de Integración.

Aunque con apoyos gubernamentales en procura de un proceso equitativo, este descansaba en la acción de las empresas privadas, sobre todo transnacionales.

Guatemala y El Salvador, por su mayor población, capacidad gerencial de sus élites, disponibilidad de mano de obra y control político sobre la misma, resultaron más atractivos. Honduras, la nación más rural, de población más dispersa, débil mercado interno y poca capacidad adquisitiva, incipiente experiencia gerencial de parte de los empresarios locales, que habían sido ahogados por el enclave y con una mayor presencia de la actividad sindical, resultó el país menos atractivo.

Con los tratados de integración Honduras perdía ingresos fiscales y se convertía en comprador de los países vecinos, beneficiados además por las exenciones fiscales que Honduras les concedía.

Los proyectos para Honduras eran muy ambiciosos pero escasamente realistas: la Planta de Pulpa y Papel en Olancho, la Planta Siderúrgica de Agalteca.

De ellos sólo se materializaría la represa hidroeléctrica de El Cajón, cuya construcción disparó el endeudamiento externo.

El 14 de Julio de 1969 el Ejército de El Salvador invadió Honduras. El conflicto duró seis días y fue contenido luego de la intervención de la OEA y los Estados Unidos. Fue, en ese momento, el golpe de gracia para la integración. El argumento salvadoreño era insostenible: la necesidad de obtener espacio vital para un país sobrepoblado.

Ambas naciones sufrían un período de fuerte agitación social.

En El Salvador amenazaba con agudizarse desde que miles de campesinos que habían emigrado a Honduras podían ser repatriados si no arreglaban sus papeles, con la dificultad de que para acceder a la tierra las leyes hondureñas estaban exigiendo poseer la nacionalidad hondureña.

En ambos países los medios de comunicación imprudentes generaron un patrioterismo vengativo.

La integración ciertamente se enfilaba hacia lo económico, pero era evidente que se estaba creando un ambiente cultural de acercamiento y que los lazos intelectuales y humanos se iban profundizando. El conflicto de Honduras con El Salvador interrumpió la comunicación física por la cintura del istmo y mantuvo por una docena de años la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales entre los dos países. Fue un duro revés a las aspiraciones de unidad y solidaridad en Centro América.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



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