HISTORIA DE HONDURAS

Introducción: 50 años de pasión

Si se aislara el sentimiento predominante en los últimos 50 años de Honduras, ese sería la pasión.
Pasión democrática -indígena, obrera, guerrillera o empresarial- por cambiar un viciado status quo.

Pasión maligna por hacerse del poder para ensalzar egos y despedazar el Estado a fin de repartirlo en usufructos partidarios o extranjeros.

Pasión soterrada por amanecer en un nuevo día de paz y justicia social. Entre 1950 y 1999 se definió mucho de la moderna personalidad social del hondureño.

No fue período fácil. Significó emerger de una dictadura y encaminar el proceso hacia una normalización política que tropezó, se levantó, arrancó de nuevo y parece estabilizarse a fin de siglo.

En esa agencia, sin embargo, la lucha por civilizar a la administración pública dejó de lado, quizás involuntariamente, su más preciado objetivo: el de exterminar la pobreza y solidificar el desarrollo.

Honduras arriba a la culminación de la centuria envuelta en una grave condición humana: índices de bienestar colectivo en rojo; cuadros de corrupción en las primeras planas a diario; inseguridad material fertilizando al miedo espiritual.

Si los 4500 millones de la acumulada deuda externa hubieran sido probablemente utilizados la situación sería otra.

Al finalizar esta exitosa serie, empero, evitemos una nota triste de corolario para recalcar más bien cuán importante es estudiar la historia para que los errores de ayer no se materialicen en fantasmas del mañana. La gran lección es la de la maravillosa capacidad de sobrevivencia que mostró siempre el conglomerado hondureño.

Crisis tras crisis no han podido destruirlo o amargarlo, apagar su aspiración de progreso o someter su afán de libertad.

Así, con todo mérito, debe designársele imperecederamente como el verdadero Personaje del Milenio.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados

 

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