HISTORIA DE HONDURAS

Un Caso de Antologia

> Sucedió que la poderosa Rosario Mining Company fue demandada ante los tribunales de justicia por la municipalidad de San Juan de Flores, comunidad también conocida como Cantarranas y en cuya juridiscción la mina operaba.

Las leyes de la reforma eximían a los inversionistas nacionales o extranjeros de numerosos impuestos ante el gobierno central, sólo les dejaban algunas tasas por pagar en beneficio de los gobiernos locales de los municipios adonde se instalaban.

Daban las leyes generosas concesiones sobre los recursos del subsuelo a las empresas mineras pero tenían que negociar con los gobiernos locales el uso de recursos de la superficie: aguas, bosques, canteras. El pleito entablado tenía que ver con la negativa de la mina a reconocer los derechos de la municipalidad sobre estos recursos y a su pretensión de hacer uso de los mismos sin control alguno.

Confiado acudió al juzgado de primer instancia Mr. Washington Valentine, gerente de la Rosario. Y ¿a quién habría favorecido el fallo, a la poderosa Mina o a los lugareños de Cantarranas? Pues dadas las circunstancias, a la Mina. Pues no, el falló favoreció a Cantarranas.

La mina apeló. Y ¿quién habría de ganar en la corte de apelaciones? Valentine desde luego. No. Se ratificó el fallo anterior. La Mina fue en amparo ante la Corte Suprema de Justicia. Allí, de cúpula a cúpula, del sistema judicial hondureño a la empresa líder entre todas las empresas, la Rosario llevaba las de ganar. Pero perdió.

La Corte Suprema ratificó lo actuado por los tribunales inferiores, porque conforme a ley eso era lo indicado. La Mina tenía que respetar la prioridad en el uso, por parte del municipio, de sus recursos naturales.

  Demudado y cubierto de polvo, luego de un trajinado viaje desde San Juancito hasta Santa Bárbara, llegó Valentine a la finca donde temporaba el presidente don Luis Bográn. "Me voy " le dijo a quemarropa (eran amigos, se tuteaban) entrando al comedor, "¿de vacaciones?", le preguntó afable la esposa del Presidente. "No", le respondió brusco "para siempre" y añadió "y conmigo se va la Rosario y detrás de la Rosario todos los inversionistas extranjeros.

Es El Progreso que le dice adios a Honduras". Bográn estaba más que alarmado. "Mientras ustedes sigan teniendo esas leyes absurdas y esos jueces que odian el capital, este país seguirá a la deriva". Bográn se dirigió al escritorio desde el cual, aún de vacaciones, despachaba los asuntos de Estado y allí mismo emitió un decreto por medio del cual concedía a la Rosario el uso de los recursos en la forma que los solicitaba, denegaba la petición del municipio de San Juan de Flores y desconocía de principio a fin todo lo actuado por el sistema judicial hondureño.

Valentine regresó tranquilo. Para ratificar su triunfo decidió trasladar San Juancito, centro de operaciones de la mina, del levantisco municipio de San Juan de Flores al municipio de Tegucigalpa. Con la élite de la capital las relaciones de la Rosario eran inmejorables.

En justa compensación la mina regaló a la alcaldía de Tegucigalpa el portón y la verja de hierro del Cementerio General.

Técnicamente, fue un golpe de Estado, del Estado contra el mismo Estado. Se posibilitó de ahí en adelante el establecimiento de lo que se ha llamado el autoritarismo burocrático. Se ha dicho que el sistema de gobierno en Honduras y en otros países latinoamericanos ha sido presidencialista.

Pero esto no tiene que ver con el presidencialismo. Tiene que ver con la inexistencia de los poderes públicos, excepto el del omnímodo poder ejecutivo. No era necesario que fuera un dictador, podía disfrutar incluso pocos meses de poder, pero era un poder completo, con diputados del Congreso aptos para recibir las consignas del palacio presidencial y con fallos de los tribunales que se emitían en el palacio presidencial.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



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